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lunes, 4 de julio de 2016

SATANAS ARTIFICE DE LA MUERTE


 
 
 
 



Todos estamos llamados a reconocer la importancia que tuvo el hecho de que Jesús se sometiera, como cualquier hombre, a las tentaciones del diablo durante su estancia en el desierto:

“Estamos llamados a reconocer el valor integral del desierto como lugar de una particular experiencia de Dios, como sucedió con Moisés (Ex 24,18), con Elías (1 R 19, 8), y sobre todo con Jesús que <conducido> por el Espíritu Santo, aceptó realizar la misma experiencia: el contacto con Dios Padre en lucha contra las potencias opuestas a Dios. Su experiencia es ejemplar, y nos puede servir como lección sobre la necesidad de la penitencia, no para Jesús, que estaba libre de pecado, sino para nosotros” (Audiencia General. Sábado 21 de julio de 1990. Papa San Juan Pablo II).

Sí, Jesús sabía que había sido enviado por el Padre para salvar a los hombres, y sabía que su opositor, en este sentido, era Satanás el <artífice de la muerte>. Él aceptó el reto, por un lado de ocupar un lugar entre los pecadores, como ya había hecho al aceptar bautizarse en agua por el Bautista, con objeto de servir de ejemplo para todos nosotros, y por otra parte, aceptó así mismo, en virtud de la <unción> del Espíritu Santo, someterse a las tentaciones del diablo en el desierto, saliendo victorioso como era de esperar, de las trampas propuestas por el <artífice de la muerte>, también para ejemplo de toda la humanidad.   
 
 



El libro de la Sabiduría nos presenta a Satanás como el <artífice de la muerte>, y esta muerte la relaciona a su vez con la injusticia, esto es, el pecado. Este libro ha sido conocido desde antiguo como: <Sabiduría de Salomón>; pero comprobado el hecho  de que fue escrito en el siglo II a. C, se puede asegurar, que no fue su autor el rey sabio.

Mas bien,  en la actualidad, se cree que con objeto de prestar una mayor autoridad a lo que se dice en dicho libro, sus enseñanzas se ponen en labios de Salomón, y se dirigen a los reyes y gobernantes de la tierra, aunque no sean éstos los únicos que deberían leerlo, por la excelencia de sus consejos. Así por ejemplo, en el caso concreto que estamos considerando, es decir, el hecho de que Satanás es el <artífice de la muerte> y del pecado, podemos leer en dicho libro los siguientes razonamientos de los <impíos frente a los hombres justos> (Sab 2,10-20):

-Oprimamos al pobre inocente, no tengamos compasión de la viuda, y no respetemos las canas venerables del anciano.

-Sea nuestra fuerza la norma de la justicia, pues lo débil es evidente que de nada sirve.

-Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso: se opone a nuestro modo de actuar, nos reprocha las faltas contra la Ley…

-Lleva una vida distinta de todos los demás y va por caminos diferentes…



-Proclama dichoso el destino de los justos, y presumen de tener un Padre Dios.

-Veamos si es verdad lo que dice, comprobando como es su muerte…

-Lo someteremos a ultrajes y torturas, para conocer su temple y comprobar su resistencia.

-Lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues según dice, Dios lo salvará

 Estas últimas palabras nos recuerdan las pronunciadas por aquellos otros hombres que ajusticiaron a Jesús, nuestro Salvador, y de hecho, el sentir de los Padres de la Iglesia, es que estos versículos son <cristológicos> pues reflejan a la perfección de forma profética en el siglo II antes de la venida del Mesías, lo que sucedió durante la Pasión y Muerte de Jesucristo.



Tras las propuestas injustas y pecadoras de los impíos, sanguinarios e inclementes contra los hombres de comportamientos recto y justo, el libro de la Sabiduría nos aclara que este comportamiento sería un error fatal, pues el juicio de Dios es otro muy distinto (Sad. 2,21-24):

-Así piensan los impíos, pero se equivocan pues los ciega la maldad.

-Ignoran los secretos de Dios, no confían en el premio de la virtud, ni creen en la recompensa de los intachables.

-Dios creó al hombre para la inmortalidad, y lo hizo a imagen de su propio ser;

-más por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y tienen que sufrirla los que le pertenecen

 
Ciertamente  los que le pertenecen son los pecadores, los injustos e inclementes con Dios, y con sus semejantes. Los mentirosos, los que practican la mentira con asiduidad y sin arrepentimiento son hijos del maligno, y no creen en Cristo como el mismo aseguraba (Jn 8,45-47):

-Más a mí, por lo mismo que os digo la verdad, no me creéis,
-¿Quién de vosotros me convence de pecado si digo la verdad?, ¿Por qué vosotros no me creéis?

-El que es de Dios, escucha la palabra de Dios; por eso vosotros no me escucháis, porque no sois de Dios.

 Es evidente, todo aquel que se deja llevar por los consejos engañosos de Satanás, puede caer en sus redes, si no escucha la Palabra de Dios, ni recuerda que el diablo es mentiroso, que no se mantiene en la verdad, es decir en la objetividad de las cosas.

El diablo en su soberbia, no queriendo reconocer su situación real frente al Creador, se aleja de la Verdad absoluta, esto es, del Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra y de todas las cosas, al que se debe total adhesión, lealtad, y sobre todo amor.
Rechazando la Verdad absoluta de Dios, con un acto de su libre voluntad, Satanás se convirtió en mentiroso cósmico y padre de la mentira. Por esto vive en la radical e irreversible negación de Dios y trata de imponer a la creación, a los otros seres creados a imagen de Dios, y en particular a los hombres, su trágica mentira sobre  Dios.



En el libro del Génesis encontramos una descripción precisa de esa mentira y falsificación de la verdad de Dios, que Satanás (bajo la forma de serpiente) intenta transmitir a los primeros representantes del género humano: Dios sería celoso de sus prerrogativas e impondría por ello límites al hombre (Gen 3,5). Satanás invita al hombre a liberarse de este juego, haciéndose como Dios.

En esta condición de mentira existencial se convierte, según San Juan, también en homicida, es decir, destructor de la vida sobrenatural que Dios había injertado desde el comienzo en él y en las criaturas <hechas a imagen de Dios>: los otros espíritus puros y los hombres; Satanás quiere destruir la vida según la verdad, la vida en la plenitud del bien, la vida sobrenatural de gracia y amor. El autor del libro de la Sabiduría escribe:

“Por envidia entró la muerte en el mundo y la experimenta los que le pertenecen”



Aún estando ausente de pecado, Jesús fue sometido también, por parte de Satanás, a la seducción de sus mentiras. Si observamos detenidamente las tentaciones sufridas y superadas por Jesús durante su estancia de cuarenta días en el desierto, a donde le había conducido el Espíritu Santo, se observa de inmediato que ello está íntimamente relacionado con la oposición de Satanás, a la llegado del Reino de Dios al mundo de los hombres.

Tal como nos advierte el Papa San Juan Pablo II (Ibid):

“Las respuestas dadas por Jesús al tentador desenmascaran las intenciones esenciales del <artífice de la muerte> (Jn 8,44) que intenta, de forma perversa, servirse de las palabras de la escritura para alcanzar sus fines. Pero Jesús le rebate  sobre la base de la misma palabra de Dios, aplicada correctamente”



En efecto, en el Evangelio de San Lucas  podemos leer la siguiente descripción de las tentaciones de Jesús (Lc 4,3-13)

-Entonces el diablo le dijo: <si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan>.



*Jesús le respondió: <está escrito: No sólo de pan vive el hombre>.


-Luego el diablo lo llevó a un lugar alto, le mostró todos los reinos del mundo en un instante
-y le dijo: <te daré todo este imperio y el esplendor de todos estos reinos, porque son míos y se los doy a quien quiero.

-Si te pones de rodillas y me adoras, todo será tuyo>.
 


*Jesús respondió: <está escrito: al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo servirás>.


-Entonces lo llevó a Jerusalén, lo subió al alero del templo y le dijo: <si eres hijo de Dios, tírate de aquí abajo;
-porque está escrito: ordenará a sus ángeles que cuiden de ti,

-que te lleven en las manos para que no tropiece tu pie con ninguna piedra>.

*Jesús le respondió: <también está escrito, no tentarás al Señor tu Dios>.

 
 

 
Como asegura el Papa San Juan Pablo II (Ibid):

“En el trasfondo de todas las tentaciones latía  la perspectiva de un mesianismo político y glorioso, tal y como se había difundido y había penetrado en el pueblo de Israel.

El diablo intenta inducir a Jesús para que haga suya esta perspectiva porque es el adversario del designio de Dios, de su Ley, de su economía de salvación, y, por lo tanto, de Cristo, como se deduce por el Evangelio y por otros textos del Antiguo Testamento.

Si Cristo también hubiese caído, el imperio de Satanás que se jacta de ser el dueño del mundo (Lc 4, 5-6), habría obtenido la victoria final en la historia. El momento de la lucha en el desierto es, por lo tanto, decisivo”.

Satanás el artífice de la muerte, se jacta en efecto, frente al  Verbo de Dios, de ser el dueño del mundo, una ofensa terrible a la <Verdad absoluta>, por eso Jesús le contestó: <Está escrito, no tentarás al Señor tu Dios> 


En el Catecismo de la Iglesia Católica, nos informan de manera clara y concisa sobre el tema de la ofensa a la <Verdad absoluta>. Recordaremos algunas de estas enseñanzas a título de ejemplo, aunque todas merecen ser leídas y sopesadas para tener la conciencia tranquila sobre este tema tan importante:

“Una información contraria a la verdad posee una gravedad particular cuando se hace públicamente. Ante un tribunal viene a ser un falso testimonio (Pr 19,9) Cuando se pronuncia bajo juramento se trata de perjurio. Estas maneras de obrar contribuyen a condenar a un inocente, a disculpar a un culpable, o, a aumentar la sanción con la que ha incurrido el acusado (Pr 18,5); compromete gravemente el ejercicio de la justicia y la equidad de la sentencia pronunciada por los jueces...
La mentira es la ofensa más directa contra la verdad. Mentir es hablar u obrar contra la verdad para inducir a error al que tiene derecho de conocerla. Lesionando la relación del hombre con la verdad y con el prójimo, la mentira ofende el vínculo del hombre y de su palabra con el Señor.
La mentira por ser una violación de la virtud de la veracidad, es una verdadera violación hecha a los demás. Atenta contra ellos en su capacidad de conocer, que es la condición de todo juicio y toda decisión…
La mentira es funesta para toda sociedad: socava la confianza entre los hombres y rompe el tejido de las relaciones humanas”.

 


La mentira no solo socava la confianza entre los hombres y rompe el tejido de las relaciones humanas;  la mentira de unos hombres condujo a Cristo, el Unigénito de Dios, hasta su Pasión y Muerte en la Cruz, por eso Jesús, al ser interrogado por Poncio Pilato sobre si era el rey de los judíos, afirmó (Jn 18, 37):
“Soy rey como tú dices. Y mi misión  es dar testimonio de la verdad. Precisamente para eso nací y vine al mundo. Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz”

Pilato no encontrando culpa alguna en Jesús quiso perdonarlo e incluso ofreció cambiarlo  por un bandido, pero los que había escuchado a Satanás, el <artífice de la muerte>, gritaron con rabia:

¡No, a ese no! ¡Deja en libertad a Barrabás!