Decía el Papa Benedicto XVI que
<El amor se aprende> en su libro del mismo título en el cual este insigne
pensador y teólogo de la Iglesia ofrece una nueva forma de entender que es la
<familia>, a lo largo de distintas etapas de la vida. Destaca sin duda, en el citado
libro, el interés del Pontífice por descubrirnos cuál es el camino que conduce al amor. El
hace al respecto distintas preguntas: ¿Cómo hemos de describir concretamente
este camino de elevación y purificación? ¿Cómo se debe vivir el amor para que
se realice plenamente su promesa humana y divina?
El asegura, a este respecto, que
una primera respuesta a tan complejas preguntas la podemos encontrar en el
Antiguo Testamento, concretamente, el se refiere al libro místico del
<Cantar de los Cantares>:
“En este contexto, es muy
instructivo que a lo largo del libro se encuentren dos términos diferentes para
indicar el <amor>. Primero, la palabra <dodim>, un plural que
expresa el amor todavía inseguro, en un estadio de búsqueda indeterminada.
Esta palabra es reemplazada
después por el término <ahabá>, que la traducción griega del Antiguo
Testamento denomina, con un vocablo de fonética similar, <ágape>, el cual
se convirtió en la expresión característica para la concepción bíblica del
amor” (El amor se aprende. Benedicto XVI. Romana Editorial, S.L. 2012)
"Los fariseos habiendo oído que
había hecho enmudecer a los saduceos, se juntaron en grupo / y preguntó uno de ellos, que era
legista, con ánimo de tentarle: / Maestro, ¿cuál es el
mandamiento principal de la ley? / El dijo: Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente / Este es el gran mandamiento y el
primero / El segundo es semejante a él:
Amarás al prójimo como a ti mismo / De estos dos mandamientos penden
la ley entera y los profetas"
De esta forma Jesús, dio una gran
lección a los fariseos y saduceos que le habían propuesto una pregunta, como
quien dice con trampa, ya que ésta suponía un gran conocimiento de la Ley, que en concreto, sobre este tema, siempre
había sido objeto de análisis y discusión entre los miembros de estas dos
sectas.
Ciertamente, entre los saduceos y
fariseos se producían con frecuencia debates sin fin respecto a cuál sería el precepto
principal de la Ley. En realidad entre aquel gran número de preceptos que estos
hombres repetían de memoria todos los días, quizás sin poner demasiada atención
en algún momento, se encontraba desde luego el principal de todos ellos y Jesús
lo puso antes sus ojos con naturalidad y contundencia, no en balde era Él el
Mesías, el Hijo del hombre.
Por otra parte, es evidente, que estos dos mandamientos de la Ley de Dios, abarcan las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad:
“La fe en el amor de Dios
encierra la llamada y la obligación de responder a la caridad divina mediante
amor sincero. El primer mandamiento nos ordena amar a Dios sobre todas las
cosas y a las criaturas por Él y a causa de ÉL (C.I.C. nº 2013)”
La caridad es la verdadera
sustancia de la relación personal del hombre con Dios y con el prójimo; no es
solo el principio de unas, micro-relaciones, como sucede en la familia, entre
las amistades ó entre un pequeño grupo de personas, sino también de las macro-
relaciones, como las existentes entre sectores sociales, económicos o
políticos.
Tal como nos recuerda el Papa Benedicto XVI en su Carta Encíclica <Caritas in Veritate>, dada en Roma el 29 de junio del año 2009:
“Para la Iglesia (aleccionada por el
Evangelio) la caridad es todo, porque como enseña San Juan <todo proviene de
la caridad de Dios, todo adquiere forma por ella, y a ella tiende todo>. La
caridad es el don más grande que Dios ha dado a los hombre, es su promesa y
nuestra esperanza”
San Juan motivado por tales desatinos trató de transmitir a los creyentes el único y verdadero Mensaje de Jesús basado siempre en la Verdad, en la Vida y en el Amor (I Jn 4, 16-21):
"Y nosotros hemos conocido y
creído el amor que Dios tiene con nosotros. Dios es amor, y quién permanece en
el amor, en Dios permanece, y Dios en él / En esto ha llegado a su colmo el
amor para con nosotros, en que tengamos segura confianza en el día del juicio;
porque cual es Él, tales somos nosotros en este mundo / Temor no hay en el amor; antes
el perfecto amor lanza a fuera el temor,
pues el temor mira el castigo, y quién teme no ha alcanzado la perfección en el
amor / Nosotros amemos a Dios, porque
él nos amó primero / Si uno dijere: <Amo a
Dios>, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su
hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve / Y hemos recibido de él este
mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano"
Por otra parte, podríamos destacar dos enseñanzas esenciales de esta Carta del Apóstol San Juan: la primera, que la fe es una adhesión de la inteligencia humana a la verdad revelada por Dios, y la segunda, que debemos tener la certeza del amor de Dios: <nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene con nosotros> (I Jn 4, 16).
También asegura el Apóstol en
esta Carta que el regalo recibido por el hombre como fruto del amor, es
alcanzar la <segura confianza>, porque <cual es Él, tales somos
también nosotros>, que es lo mismo que decir que somos hijos adoptivos del
Padre y por ello debemos amarle como Él nos ha amado, y nos ama. Por tanto no
debemos tampoco tener temor al <Juicio final>, en el que su Hijo amado,
Jesucristo, impartirá la justicia en su segunda venida al mundo, al final de
los siglos (parusía). Por el contrario, debemos sentirnos alegres porque el mal
no tendrá la última palabra, porque ¡Dios hace justicia! y su amor es eterno.
En este sentido, el Papa Benedicto XVI en su Carta Encíclica (Ibid) asegura:
¿Por qué sucede esto? Porque
nuestras almas están malnutridas y nuestros corazones se vuelven ciegos y
endurecidos. El mundo está en desorden
porque nuestro corazón está del mismo modo, porque le falta el amor; por
eso no sabe indicar a la razón el camino de la justicia” (El amor se aprende.
Papa Benedicto XVI. Ibid)
El desarrollo, el bienestar
social, la solución adecuada de los graves problemas socioeconómicos que aflige
a la humanidad, necesitan esta Verdad. Y necesita aún más que estime y se dé
testimonio de esta Verdad. Sin Verdad, sin confianza y amor por lo verdadero,
no hay consciencia y responsabilidad social, y la actuación social se deja a
merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores
sobre la sociedad, tanto más en sociedades en vías de globalización, en
momentos difíciles como los actuales.
La profunda crisis económica, a
nivel mundial, ha recalado con tintes trágicos, también en el Viejo Continente,
donde algunos pueblos, están sufriendo las consecuencias de la misma, en el
ámbito social, cultural, político, y sobre todo moral…