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martes, 13 de septiembre de 2016

JESUS Y EL CAMINO HACIA EL AMOR


 
 
 
 
 
 
Decía el Papa Benedicto XVI que <El amor se aprende> en su libro del mismo título en el cual este insigne pensador y teólogo de la Iglesia ofrece una nueva forma de entender que es la <familia>, a lo largo de distintas etapas de la vida. Destaca sin duda, en el citado libro, el interés del Pontífice por descubrirnos  cuál es el camino que conduce al amor. El hace al respecto distintas preguntas: ¿Cómo hemos de describir concretamente este camino de elevación y purificación? ¿Cómo se debe vivir el amor para que se realice plenamente su promesa humana y divina? 

El asegura, a este respecto, que una primera respuesta a tan complejas preguntas la podemos encontrar en el Antiguo Testamento, concretamente, el se refiere al libro místico del <Cantar de los Cantares>:

“En este contexto, es muy instructivo que a lo largo del libro se encuentren dos términos diferentes para indicar el <amor>. Primero, la palabra <dodim>, un plural que expresa el amor todavía inseguro, en un estadio de búsqueda indeterminada.
 
 
 
 
Esta palabra es reemplazada después por el término <ahabá>, que la traducción griega del Antiguo Testamento denomina, con un vocablo de fonética similar, <ágape>, el cual se convirtió en la expresión característica para la concepción bíblica del amor” (El amor se aprende. Benedicto XVI. Romana Editorial, S.L. 2012) 

 
En el Nuevo Testamento, según San Mateo, Jesús va más allá; tras una serie de enseñanzas a las gentes que admiradas, le seguían a todas partes, tuvo un coloquio con la secta de los fariseos, la cual pretendía, al igual que la secta de los saduceos, poner en entredicho sus enseñanzas, y desprestigiarle frente a la multitud  que siempre le seguía (Mt 22, 34-40):

"Los fariseos habiendo oído que había hecho enmudecer a los saduceos, se juntaron en grupo / y preguntó uno de ellos, que era legista, con ánimo de tentarle: / Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley? / El dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente / Este es el gran mandamiento y el primero / El segundo es semejante a él: Amarás al prójimo como a ti mismo / De estos dos mandamientos penden la ley entera y los profetas"

De esta forma Jesús, dio una gran lección a los fariseos y saduceos que le habían propuesto una pregunta, como quien dice con trampa, ya que ésta suponía un gran conocimiento  de la Ley, que en concreto, sobre este tema, siempre había sido objeto de análisis y discusión entre los miembros de estas dos sectas.
 
 
 
Ciertamente, entre los saduceos y fariseos se producían con frecuencia debates sin fin respecto a cuál sería el precepto principal de la Ley. En realidad entre aquel gran número de preceptos que estos hombres repetían de memoria todos los días, quizás sin poner demasiada atención en algún momento, se encontraba desde luego el principal de todos ellos y Jesús lo puso antes sus ojos con naturalidad y contundencia, no en balde era Él el Mesías, el Hijo del hombre.


Por otra parte, es evidente, que estos dos mandamientos de la Ley de Dios, abarcan las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad:

 
 
 
“La fe en el amor de Dios encierra la llamada y la obligación de responder a la caridad divina mediante amor sincero. El primer mandamiento nos ordena amar a Dios sobre todas las cosas y a las criaturas por Él y a causa de ÉL (C.I.C. nº 2013)”

La caridad es la verdadera sustancia de la relación personal del hombre con Dios y con el prójimo; no es solo el principio de unas, micro-relaciones, como sucede en la familia, entre las amistades ó entre un pequeño grupo de personas, sino también de las macro- relaciones, como las existentes entre sectores sociales, económicos o políticos.

Tal como nos recuerda el Papa Benedicto XVI en su Carta Encíclica <Caritas in Veritate>, dada en Roma el 29 de junio del año 2009:
 
 
 
“Para la Iglesia (aleccionada por el Evangelio) la caridad es todo, porque como enseña San Juan <todo proviene de la caridad de Dios, todo adquiere forma por ella, y a ella tiende todo>. La caridad es el don más grande que Dios ha dado a los hombre, es su promesa y nuestra esperanza”

 
Nos recuerda el Papa Benedicto,  en su Encíclica, las enseñanzas del Apóstol San Juan, en su primer mensaje apostólico, dirigido a toda la cristiandad, con motivo de la aparición de ciertas herejías promovidas por un egipcio judío llamado Cerinto, el cual durante la época en que vivió el Apóstol fundó una escuela en Asia, para enseñar sus raras y maléficas teorías sobre Cristo y su Mensaje.

San Juan motivado por tales desatinos trató de transmitir a los creyentes el único y verdadero Mensaje de Jesús basado siempre en la Verdad, en la Vida y en el Amor (I Jn 4, 16-21):
 
 
 
 
"Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene con nosotros. Dios es amor, y quién permanece en el amor, en Dios permanece, y Dios en él / En esto ha llegado a su colmo el amor para con nosotros, en que tengamos segura confianza en el día del juicio; porque cual es Él, tales somos nosotros en este mundo / Temor no hay en el amor; antes el perfecto amor lanza  a fuera el temor, pues el temor mira el castigo, y quién teme no ha alcanzado la perfección en el amor / Nosotros amemos a Dios, porque él  nos amó primero / Si uno dijere: <Amo a Dios>, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve / Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano"

 
Maravillosas enseñanzas de San Juan Evangelista  fiel reflejo de las que él, como Apóstol del Señor, había oído de forma directa de su propia boca. Son las enseñanzas que todos los hombres de buena voluntad debemos tener presentes en cualquier momento doloroso de la vida en la que algún hermano se comporte mal contra nosotros o contra los nuestros. Es difícil de seguir pero no imposible, y el primer ejemplo nos lo dio el Señor cuando se rebajó hasta límites insospechados, dada su naturaleza divina, muriendo en la Cruz para salvar a los hombres.

Por otra parte, podríamos destacar dos enseñanzas esenciales  de esta Carta del Apóstol San Juan: la primera, que la fe es una adhesión de la inteligencia humana a la verdad revelada por Dios, y la segunda, que debemos  tener la certeza del amor de Dios: <nosotros hemos conocido y creído  el amor que Dios tiene con nosotros> (I Jn 4, 16).

 
 
También asegura el Apóstol en esta Carta que el regalo recibido por el hombre como fruto del amor, es alcanzar la <segura confianza>, porque <cual es Él, tales somos también nosotros>, que es lo mismo que decir que somos hijos adoptivos del Padre y por ello debemos amarle como Él nos ha amado, y nos ama. Por tanto no debemos tampoco tener temor al <Juicio final>, en el que su Hijo amado, Jesucristo, impartirá la justicia en su segunda venida al mundo, al final de los siglos (parusía). Por el contrario, debemos sentirnos alegres porque el mal no tendrá la última palabra, porque ¡Dios hace justicia! y su amor es eterno.


En este sentido, el Papa Benedicto XVI en su Carta Encíclica (Ibid) asegura:
“La caridad es amor recibido y ofrecido. Es gracia (Cháris). Su origen es el amor que brota del Padre por Hijo, en el Espíritu Santo. Es amor que desde el Hijo desciende sobre nosotros. Es amor creador, por el que nosotros, somos; es amor redentor, por el cual somos recreados. Es Amor revelado, puesto en práctica por Cristo (Jn 13, 1) y <derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo> (Rm 5,5). Los hombres destinatarios del amor, se convierten en sujetos de caridad, llamados a hacerse ellos mismos instrumentos de la gracia para difundir la caridad de Dios y para tejer redes de caridad”

 
Verdaderamente el hombre ha evolucionado a lo largo de todos estos siglos en el sentido contrario de la búsqueda de este amor del que nos habla Jesús, no ha encontrado el camino hacia el verdadero amor, que es la verdadera Vida:
“La mente humana parece más hábil en descubrir nuevos medios de destrucción  que en construir nuevos caminos para la vida. Es más ingeniosa en hacer llegar las armas  para la guerra a cualquier rincón de la tierra que no  en hacer llegar el pan.


 
 
¿Por qué sucede esto? Porque nuestras almas están malnutridas y nuestros corazones se vuelven ciegos y endurecidos. El mundo está en desorden  porque nuestro corazón está del mismo modo, porque le falta el amor; por eso no sabe indicar a la razón el camino de la justicia” (El amor se aprende. Papa Benedicto XVI. Ibid)

 
La doctrina social de la Iglesia responde a esta dinámica de caridad recibida y ofrecida. Es <Caritas in veritate in re sociali>,  anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad. Dicha doctrina es servicio de caridad, pero en la verdad. La verdad preserva y expresa la fuerza liberadora de la caridad en los acontecimientos siempre nuevos de la historia…

 
 
El desarrollo, el bienestar social, la solución adecuada de los graves problemas socioeconómicos que aflige a la humanidad, necesitan esta Verdad. Y necesita aún más que estime y se dé testimonio de esta Verdad. Sin Verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay consciencia y responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto más en sociedades en vías de globalización, en momentos difíciles como los actuales.

 
Han pasado algunos años, nada más, desde que el Santo Padre Benedicto XVI escribiera esta luminosa Carta Encíclica, y nos da la sensación de que el comportamiento humano no ha mejorado demasiado respecto al <anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad>. Antes al contrario, el egoísmo, propio desde siempre de los seres humanos ha crecido en los últimos tiempos de forma desmesurada. El <Yo…> aparece con excesiva frecuencia, al inicio de cualquier conversación, y en cualquier momento de la misma, señal inequívoca de la ingratitud  humana, que  tapa el sentido  de la verdad y el amor al semejante.

 
 
 
La profunda crisis económica, a nivel mundial, ha recalado con tintes trágicos, también en el Viejo Continente, donde algunos pueblos, están sufriendo las consecuencias de la misma, en el ámbito social, cultural, político, y sobre todo moral…
Los hombres entre tanto, parecen haber olvidado que, como aseguró Jesús a los fariseos,  el principal Mandamiento de la Ley de Dios, es el Amor a Él y por Él a sus semejantes. En definitiva, <Caritas in veritates> es el principio sobre el que debe girar la vida del hombre y por eso éste es también el principio sobre el que gira toda la doctrina social de la Iglesia Católica.