Según el Evangelio de san Juan: "El día siguiente al sábado, muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio quitada la piedra del sepulcro / Entonces echo a correr, llegó hasta donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, el que Jesús amaba y les dijo: <Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto / Salió Pedro con el otro discípulo y fueron al sepulcro / Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó antes al sepulcro.
/ Se inclinó y vio allí los lienzos plegados, pero no entró / Llegó tras él Simón Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos plegados / y el sudario que había puesto en su cabeza, no plegado junto a los lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en un sitio / Entonces entró también el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, vio y creyó"
En el <Símbolo de los Apóstoles>, podemos leer que Jesucristo después de muerto y sepultado descendió a los infiernos y al tercer día Resucitó de entre los muertos. Hay que remontarse a los tiempos de la Iglesia primitiva para recordar el significado del <Símbolo de los Apóstoles>, pero más recientemente en el Catecismo de la Iglesia católica, que recoge las enseñanzas del Concilio Ecuménico Vaticano II, podemos encontrar también una definición muy clara:
Según San Cirilo de Jerusalén <esta síntesis de
la fe no ha sido hecha por opiniones humanas, sino que de toda la Escritura ha
sido recogido lo que hay en ella más
importante, para dar en su integridad la única enseñanza de la fe. Y como el
grano de mostaza contiene en un grano muy pequeño gran número de ramas, de
igual modo este resumen de la fe encierra en pocas palabras todo el
conocimiento de la verdadera piedad contenida en el Antiguo y Nuevo Testamento>”
(C.I.C nº186).
Precisamente, el Catecismo de la Iglesia católica que recoge los decretos del último Concilio Ecuménico, Vaticano II, ha elegido el llamado <Símbolo de los Apóstoles>, para mostrar las enseñanzas de las Sagradas Escrituras.
Más concretamente, y refiriéndose al tema de la bajada de Cristo a los infiernos, después de su Muerte y antes de su Resurrección, podemos leer (C.I.C nº 632):
-Las frecuentes afirmaciones del
Nuevo Testamento según las cuales Jesús resucitó de entre los muertos,
presuponen que, antes de la Resurrección, permaneció en la morada de los
muertos. Es el sentido que dio la predicación apostólica al descenso de Jesús a
los infiernos; Jesús conoció la muerte, como todos los hombres, y se reunió con
ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido como Salvador proclamando
la <Buena Nueva> a los espíritus que estaban allí detenidos (I Pedro 3,
18-19)
El Catecismo hace aquí referencia
a la primera carta de San Pedro, dirigida probablemente a varias comunidades
cristianas del Asía Menor, que el Apóstol les envió con objeto de prevenir las
malas influencias de los enemigos de Cristo, por ello, en la misma, el Primer
Pontífice de la Iglesia, aconseja adecuadamente a sus mujeres y varones, en
particular, pero por extensión, también a todas las comunidades creyentes de
entonces y de ahora, recordando que los ojos de todos deben ponerse en
Jesucristo Nuestro Señor y en sus enseñanzas, porque aunque ello lleve a
padecimientos sin fin, esto es, calumnias, persecuciones y hasta a la muerte: <Bienaventurado
es el que sufre injustamente> (I Pedro 3, 17-22):
-
Pues es mejor sufrir haciendo el bien, si así lo quiere Dios, que sufrir haciendo el mal.
Pues es mejor sufrir haciendo el bien, si así lo quiere Dios, que sufrir haciendo el mal.
-Porque también Cristo sufrió su
Pasión, de una vez para siempre, por los pecados, el justo por los injustos,
para conducirnos a Dios. Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu;
-en el espíritu fue a predicar
incluso a los espíritus en prisión, a los desobedientes en otros tiempos,
cuando la paciencia de Dios aguardaba, en los días de Noé, a que se construyera
el arca, para que unos pocos, es decir, ocho personas, se salvaran por medio
del agua.
-Aquello era también un símbolo
del Bautismo que actualmente os está salvando, que no es purificación de una
mancha física, sino petición a Dios de una buena conciencia, por la
Resurrección de Jesucristo,
-el cual fue al cielo, está
sentado a la derecha de Dios y tiene a su disposición ángeles, potestades y
poderes.
Leyendo con detenimiento estos
versículos de la carta de San Pedro, observamos como precisamente el (3, 19)
hace referencia al hecho de que Jesús, una vez muerto en carne, pero
vivificado en el Espíritu, se fue a predicar a los espíritus de otros tiempos,
que estaban retenidos, como en prisión, en la morada de los muertos.
El Papa Benedicto XVI aseguraba,
cuando aún era el Cardenal Joseph Ratzinger,
sobre este tema tan delicado, que el hombre no siempre es capaz de
asimilarlo con claridad sin cometer algún error al respecto (Discursos
fundamentales. Ed. Planeta Testimonio 2012):
“Tal vez no haya otro artículo de
la fe que sea más ajeno a nuestra conciencia de hoy que éste, sin correr ningún
riesgo ni incurrir en escándalo alguno, podríamos practicar con él la <desmitologización>,
del mismo modo que los hacemos con la confesión de fe del nacimiento de Jesús
nacido de la Virgen María, y de aquella que se refiere a la ascensión del Señor
a los cielos.
Los pasajes bíblicos en los que las Escrituras nos suministran información sobre este tema, muchas veces (como en el caso que estamos considerando) son difíciles de entender y han dado lugar muchas veces a distintas interpretaciones”
Los pasajes bíblicos en los que las Escrituras nos suministran información sobre este tema, muchas veces (como en el caso que estamos considerando) son difíciles de entender y han dado lugar muchas veces a distintas interpretaciones”
Por <desmitologización> se entiende la
interpretación existencial del Mensaje de Cristo según el teólogo protestante
alemán R. Bulmann y su escuela (1884-1976). Este teólogo protagonizó el llamado
<escepticismo histórico>, es decir, la no búsqueda del <Jesús
histórico> y la recuperación del <Cristo de la fe>, que es lo
verdaderamente importante para todos los cristianos.
Se preguntaba el futuro Papa
Benedicto XVI al respecto: ¿No deberíamos de en lugar de crear polémicas, sobre
este tema, aceptarlo por la fe? intentando ver que este artículo de fe, que en
el transcurso de los tiempos se ha aplicado al sábado de Gloria, es algo que hoy, en este nuevo
siglo, atañe a la humanidad muy de cerca…
Por otra parte, no deberíamos
recordar también que en las <Santas Escrituras> se debe buscar la verdad
y no la controversia, y que así mismo, debe leerse con humildad, recordando que ha sido inspirada
por la Tercera Persona del Dios Trino, el Espíritu Santo, por lo que deberíamos
buscar la manera de aceptarla sin más preocupaciones tratando de que nos sea
útil, como advertía el Beato Tomás de Kempis en su libro <Imitación de
Cristo>: <Cualquier Sagrada Escritura se debe leer con el espíritu que se
hizo y deberíamos buscar en ello el provecho más que la sutileza>.
Así es, como también aseguraba
este hombre santo de la Iglesia, canónigo agustino (siglo XV) refiriéndose a la
lectura de las Sagradas Escrituras:“Si quieres aprovechar, lee
llanamente, con humildad, fiel y sencillamente, y nunca desees nombre de
letrado, pregunta de buena voluntad, y oye callando las palabras de los santos,
y no te desagraden las doctrinas de los viejos, porque no las dicen sin causa”
La Iglesia celebra con la Vigilia
del Sábado Santo el misterio de la fe que estamos considerando; durante esta
estancia nocturna, realizada por la comunidad de los fieles en la noche
anterior a la celebración de la Resurrección de Cristo, se viene a realizar lo que
el Padre la Iglesia, San Agustín, llamaba la <Madre de todas las
vigilias>:
“Podría decirse que estas horas
unidas a las que han transcurrido desde que el Cuerpo de Jesús yace sin vida en
el sepulcro de José de Arimatea, son un símbolo del misterio de la Iglesia,
peregrina hacia la patria que le abrió la Resurrección y le señaló la Ascensión
de su Señor” (Rmo. P. Justo Pérez de Urbel. Benedictino, primer Abad del
Monasterio de la Santa Cruz).
El Papa Benedicto XVI en su
Homilía realizada durante la Vigilia Pascual de la noche del sábado santo del
año 2007 recordaba también que:
“Desde los tiempos más antiguos
la liturgia del día de Pascua empieza con las palabras: <Resurrexi et Adhuc
Tecum Sum> (He Resucitado y siempre estoy contigo; Tú has puesto sobre
mí tu mano). La liturgia ve en ello las primeras palabras del Hijo dirigidas al
Padre después de su Resurrección, después de volver de la noche de la muerte al
mundo de los vivientes. La mano del Padre lo ha sostenido también en esta
noche, y así Él ha podido levantarse, Resucitar”
Estas palabras nos recuerdan Salmos
como el 138 (137) o el 139 (138), cantos de acción de gracia por la ayuda
divina; cantos de asombro por la omnipotencia de Dios; cantos de confianza en aquel Dios que
nunca nos deja caer de sus manos, y sus manos son manos buenas. El salmista
imagina que viaja a través del Universo, y dice: ¿Qué me puede suceder?:
<Si escalo el cielo, allí estás tú, si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. Si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha. Si digo que al menos las tinieblas me cubran, que la luz se haga noche en torno para mí, ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día, la tiniebla es como luz para ti. Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias porque me has plasmado portentosamente, porque son admirables tus obras: mi alma lo reconoce agradecida…>
<Si escalo el cielo, allí estás tú, si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. Si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha. Si digo que al menos las tinieblas me cubran, que la luz se haga noche en torno para mí, ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día, la tiniebla es como luz para ti. Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias porque me has plasmado portentosamente, porque son admirables tus obras: mi alma lo reconoce agradecida…>
Como sigue diciendo el Papa Benedicto XVI en su Homilía (Ibid):
“El día de Pascua la Iglesia nos
anuncia que Jesucristo ha realizado por nosotros este viaje a través del
Universo. En la carta de San Pablo a los Efesios podemos leer también que Él
había bajado a lo profundo de la tierra y que Aquel que bajó, es el mismo que
subió por encima de los cielos para llenar el Universo. Así se ha hecho
realidad la visión del salmista. En la oscuridad impenetrable de la muerte Él
entró como luz; la noche se hizo luminosa como el día y las tinieblas se volvieron
luz”
San Pablo escribió esta carta a
los efesios con ocasión de las tristes y alarmantes noticias, llegadas hasta
él, sobre la situación en que se encontraban los habitantes de Éfeso y de
algunas otras ciudades adyacentes, como Laodicea o Colosas, donde el Apóstol
había evangelizado. Con anterioridad a la misma, San Pablo había profetizado en
Mileto a los presbíteros- Obispos del estas Iglesias, lo que sucedería cuando
él se alejara de ellas: <Yo sé que
han de entrar después de mí, partidas de lobos crueles entre vosotros,
que no perdonarán al rebaño>.
San Pablo ruega a estos hombres
evangelizados que lleven <una vida digna de la vocación a la que habían sido
llamados, con humildad y mansedumbre…dispuestos siempre a conservar la unidad
del espíritu con el vínculo de la paz>. Llega a decir también el Apóstol
esta frase tan valiente y enardecedora:
<Un solo Señor, una sola fe, un solo
bautismo, un solo Dios y Padre de todos: el que está sobre todos, por todos y
en todo>
Y más tarde
asegura (Ef 4, 7-10):
-A cada uno de nosotros le fue
dada la gracia según la medida con que la da Cristo. Por lo cual: Subiendo a lo
alto, llevó consigo cautiva la cautividad; repartió dádivas a los hombres.
-Y eso de que <subió>, ¿por
qué es, sino porque descendió primero a las partes más bajas de la tierra?
-El que descendió es el mismo que
también subió por encima de los cielos, para llenarlo todo.
San Pablo, además, se pregunta en
esta misma carta ¿Por qué se habla en los Evangelios de la subida a los cielos
de Jesús, tal como él mismo corrobora con sus propias palabras? Y responde
enseguida <porque el que subió es el mismo que bajó a las profundidades de la
tierra>.
Tanto creyentes como no creyentes
alguna vez se han preguntado donde se encuentra ese misterioso y temible lugar del que con frecuencia se habla
en las Sagradas Escrituras, con distintos apelativos como <sheol>,
<hades>, o sencillamente infierno. Por suerte para los cristianos la
respuesta la podemos encontrar muy bien expuesta en el Catecismo que recoge los
decretos del Concilio Ecuménico
<Vaticano II> (C.I.C. nº 633):
“Las Escrituras llaman infierno,
<sehol>, o <hades>, a la morada de los muertos donde bajó Cristo
después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban privados de la
visión de Dios.Tal era en efecto, a la espera del Redentor, el estado de todos los muertos malos o justos, lo que no quiere decir que su suerte sea idéntica como lo enseña Jesús en la parábola del pobre Lázaro, recibido en el <seno de Abraham> (Lc 16, 22-26).
Son precisamente
las almas santas, que esperaban a su libertador en el <seno de
Abraham>, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos.
Jesús no bajó a los infiernos para liberar allí a los condenados (Cc. de Roma
año 745: Ds 587), ni para destruir el infierno de la condenación (Ibid: Ds
1011; 1077), sino para liberar a los justos que le habían precedido (Cc. de Toledo
IV en el año 625)"
Se puede decir que nuestro tiempo es un tiempo escatológico debido a la entrada de Cristo en el mundo, estaríamos, por tanto, ya muy próximos a la consumación de los siglos:
“Materia de análisis de la
escatología son los llamados <Novísimos>, esto es: muerte, juicio,
purgatorio, infierno y gloria. Ciertamente el contemplar sin miedo y sin
reparos estas cuestiones es esencial para ser humano y más en estos tiempos en
que <la Restauración Prometida que esperamos está ya comenzada en Cristo, y
es impulsada por medio de la misión del Espíritu Santo y por Él continúa en la
Iglesia, en la cual somos también
instruidos por la fe, sobre el sentido de nuestra vida temporal, mientras
llevamos a término, con la esperanza de los bienes futuros, la obra que nos
encomendó en el mundo el Padre, y damos cumplimiento a nuestra salvación” (
Papa San Juan Pablo II. Cruzando el umbral de la esperanza. Ibid).
Hace referencia el Papa aquí a la
carta de San Pablo a los Filipenses, cuando habla sobre el <Hijo de Dios sin
tacha> (Fil 2, 12-18):
-Por lo tanto, queridos hermanos,
ya que siempre habéis obedecido, no solo cuando yo estaba presente, sino mucho
más ahora en mi ausencia, trabajad por vuestra salvación con temor y temblor,
-porque es Dios quien activa en
vosotros el querer y el obrar para realizar su designio de amor.
-Cualquier cosa que hagáis sea
sin protestas ni discusiones,
-así seréis irreprochables y
sencillos, hijos de Dios sin tacha, en medio de una generación perversa y
depravada, entre la cual brilláis como lumbreras del mundo,
-manteniendo firme la palabra de la vida. Así, en el día de Cristo, esa será mi gloria, porque mis trabajos no fueron inútiles ni fatigas tampoco.
-Y si mi sangre se ha de
derramar, rociando el sacrificio litúrgico que es vuestra fe, yo estoy alegre y
me asocio a vuestra alegría;
-por vuestra parte estad alegres
y alegraos conmigo.
¡Qué hermosas palabras las del Apóstol
San Pablo! Y tan ciertas que no es de extrañar que el Papa San Juan Pablo II
las tomara muy en serio a la hora de animarnos a todos los hombre a tener muy
en cuenta los <Novísimos>.
El nos aseguraba, que los infiernos temporales, ocasionados en el siglo XX, tales como los campos de concentración, los gulag, los bombardeos de la segunda guerra mundial, o las catástrofes naturales, han hecho pensar al hombre que no puede existir otra cosa peor, que no puede existir un lugar llamado infierno, más tremendo y humillante que los vividos por el hombre en esta vida...
Por eso, el hombre actual rechaza como algo extraño y no deseable una Iglesia con misión escatológica que le recuerda males aún mayores, como aquellos que acaecerán al ser humano al final de la vida, si ésta no ha sido santa y honorable...
De cualquier forma, refiriéndose de nuevo al tema concreto del infierno, en el momento actual en el que constantemente la Iglesia nos recuerda que Dios es Amor, y se olvida a veces de significar también que Dios es Justo, se puede preguntar : ¿Puede Dios, que ha amado tanto al hombre, permitir que sea condenado a perennes tormentos?
El nos aseguraba, que los infiernos temporales, ocasionados en el siglo XX, tales como los campos de concentración, los gulag, los bombardeos de la segunda guerra mundial, o las catástrofes naturales, han hecho pensar al hombre que no puede existir otra cosa peor, que no puede existir un lugar llamado infierno, más tremendo y humillante que los vividos por el hombre en esta vida...
Por eso, el hombre actual rechaza como algo extraño y no deseable una Iglesia con misión escatológica que le recuerda males aún mayores, como aquellos que acaecerán al ser humano al final de la vida, si ésta no ha sido santa y honorable...
De cualquier forma, refiriéndose de nuevo al tema concreto del infierno, en el momento actual en el que constantemente la Iglesia nos recuerda que Dios es Amor, y se olvida a veces de significar también que Dios es Justo, se puede preguntar : ¿Puede Dios, que ha amado tanto al hombre, permitir que sea condenado a perennes tormentos?
A esta pregunta contestaba el
Papa San Juan Pablo II (Ibid): “En el Evangelio de San Mateo, el
Señor nos habla claramente de este espinoso tema, nos habla claramente de los
que irán al suplicio eterno ¿Quiénes serán estos? se preguntan algunos…La
Iglesia nunca se ha pronunciado al respecto. Se trata de un misterio
verdaderamente inescrutable entre la santidad de Dios y la conciencia del
hombre…”
El hombre, sin embargo, no debe
sentir miedo ante la proximidad de la muerte, si es justo y ha conservado
durante toda su existencia la capacidad de discernimiento, capacidad de la que
nos ha hablado el Papa Francisco
(Entrevista realizada al Pontífice por el director de la revista <La Civiltà
Cattolica>):
“El discernimiento es una de las
cosas que San Ignacio ha elaborado más interiormente. Para él es un instrumento
de lucha para conocer mejor al Señor y seguirlo más de cerca…Yo desconfío de
las decisiones tomadas improvisadamente. Desconfío de mi primera decisión, de
lo primero que se me ocurre hacer cuando debo tomar una decisión. Suele ser un
error. Hay que esperar, valorar internamente, tomarse el tiempo necesario. La
sabiduría del discernimiento nos libra de la necesaria ambigüedad de la vida, y
hace que encontremos medios oportunos, que no siempre se identificará con lo
que parece grande y fuerte”
Los antiguos ya alababan la
virtud o sabiduría del discernimiento, que aparece por ejemplo, en el Salmo
49(48), la cual podría servirnos para alejar de nosotros el peligro del
infierno y además nos podría ayudar
también a encontrar el camino de la santidad. Por tanto, sería conveniente que
reflexionáramos seriamente sobre el comportamiento y los consejos del Papa Francisco, un hombre sabio que ha conseguido
enseguida el cariño y admiración de su grey.
La realidad de la existencia del
infierno es recogida, sin embargo, en el Antiguo Testamento utilizando un
lenguaje simbólico, en concreto se habla del seol como un lugar de tinieblas
adonde irían a parar los muertos, algo así como una fosa de la que era
imposible salir y por tanto, y esto era lo más importante, un lugar donde ya no
era posible dar gloria a Dios, tal como podemos leer en el Salterio (Sal 6,
1-6).
Dios es infinitamente bueno y
misericordioso, pero también es infinitamente justo, por eso y porque en la
conciencia moral de todo hombre siempre queda un poso de amargura ante la idea
de que terribles crímenes pudieran quedar impunes ante la inmensa bondad del
Creador, el Papa San Juan Pablo II se hacía las siguientes preguntas (Cruzando
el umbral de la esperanza; Ibid):
“¿La pena definitiva no es en
cierto modo necesaria para obtener el equilibrio moral en la intricada historia
de la humanidad? ¿Un infierno no es en cierto sentido <la última tabla de
salvación> para la conciencia moral del hombre?”En este sentido, seguía advirtiendo el Papa san Juan Pablo II (Ibid):
El Papa San Juan Pablo II fue realmente un hombre de Dios, hasta la muerte, hasta <el regreso a la casa del Padre> tal como han contado Monseñor Slawomir Oder, postulador de su canonización en el libro <Porqué es Santo> en colaboración con el graduado en Ciencias de la Comunicación Social, Severio Gaeta. Ediciones B, S.A., 2010: