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sábado, 29 de diciembre de 2018

EL MISTERIO DE LA ENCARNACION Y LA FE CRISTIANA



 
 
 
 
El Hijo de Dios se hizo hombre como recitamos en el Credo, pero la pregunta que puede surgir, a este respecto, es: ¿Qué significa la palabra central, Encarnación, para la fe cristiana? Etimológicamente la palabra <encarnación> deriva del latín <incarnatio>. San Ignacio de Antioquía y, sobre todo San Ireneo, usaron este término reflexionando sobre el Prólogo del Evangelio de San Juan, en especial sobre la expresión: <el Verbo se hizo carne> (Jn 1,14): "Y el Verbo se hizo carne , y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad"

 
 
 
 
El Papa Benedicto XVI analizó este tema de naturaleza teológica y de gran importancia para la fe cristiana (Audiencia General del  9 de enero del año 2013): "Aquí, la palabra <carne>, según el uso hebreo, indica el hombre en su integridad, todo el hombre, pero precisamente bajo el aspecto de su caducidad y temporalidad, de su pobreza y contingencia. Esto quiere decir la salvación traída por el Dios que se hizo carne en Jesús de Nazaret toca al hombre en su realidad concreta y en cualquier situación en que se encuentre.



Dios asumió la condición humana para sanarla de todo lo que le separa de Él, para permitirnos llamarle, en su Hijo Unigénito, con el nombre de <Abba> (Padre),  y ser verdaderamente hijos de Dios. San Ireneo afirma: <Éste es el motivo por el cual el Verbo se hizo hombre, hijo del hombre: para que el hombre, entrando en comunión con el Verbo y recibiendo de este modo la filiación divina, llegara a ser hijo de Dios>”


En efecto, tal como podemos leer en el Catecismo de la Iglesia Católica nº 460:

"El Verbo se encarnó para hacernos <participes de la naturaleza divina> (2 P 1, 4): <Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para  que el hombre en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación , se convirtiera en hijo de Dios>"

 
 
 
 
Ciertamente, Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo y nació de la Virgen María.
Jesús significa Salvador y en el Evangelio de San Lucas se precisa que María era virgen antes del nacimiento de Jesús y permaneció virgen en el momento del parto y después del parto (Lc 1,26-):

“Envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret / a una joven virgen, prometida de un hombre descendiente de David, llamado José / La virgen se llamaba María / Entró donde ella estaba, y le dijo: <Alégrate llena de gracia; el Señor está contigo> / Ante estas palabras, María se turbó y se preguntaba que significaba tal saludo / El ángel le dijo: <no tengas miedo, María porque has encontrado gracia ante Dios / Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús / Será grande y se llamará Hijo del Altísimo… / María dijo al ángel: <¿Cómo será esto, pues no conozco varón?> / El ángel contestó: <El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño que nazca será Santo y se llamará Hijo de Dios>”

 
 
 
 
Los Pontífices de todos los tiempos han sentido un respeto inmenso por el Misterio de la Encarnación así como amor infinito hacia la mujer virgen a través de la cual se hizo el Milagro de entrada en el mundo de Dios hecho hombre.

Son muchas las declaraciones realizadas, en este sentido a lo largo de la historia de la cristiandad, por los Papas y Padres de la Iglesia, pero remitiéndonos a los tiempos presentes, hay que recordar que al Papa San Juan Pablo II se deben un gran número de testimonios sobre el misterio de la Encarnación.

Así por ejemplo, en su Homilía del domingo 22 de octubre de 1978, al comienzo de su Papado se expresaba lleno de emoción por la misión a la que, el Señor le había llamado con estas significativas palabras (Homilía del Papa San Juan Pablo II en el comienzo de su Pontificado. Plaza de San Pedro domingo 22 de octubre de 1978):

“Hoy y aquí, en este lugar, es necesario pronunciar y escuchar de nuevo las mismas palabras: <Tú eres el Cristo,  el Hijo de Dios vivo>. Sí, hermanos e hijos ante todo estas palabras. Su contenido revela a nuestros ojos el misterio de Dios vivo, misterio que el Hijo conoce y nos ha acercado. En efecto, nadie ha acercado el Dios vivo a los hombres, ninguno lo ha revelado como lo ha hecho el Hijo mismo.

 
 
 
 
En nuestro conocimiento de Dios, en nuestro camino hacia Dios estamos totalmente ligados a la potencia de estas palabras: <Quien me ve a Mí, ve también al Padre>. El que es infinito, inescrutable, inefable, se ha acercado a nosotros en Cristo Jesús, el Hijo unigénito, nacido de María Virgen en el portal de Belén.

Vosotros todos, los que tenéis ya la inestimable suerte de creer, vosotros todos los que todavía buscáis a Dios, y también vosotros los que estáis atormentados por la duda: acoged de buen grado una vez más – hoy y en este sagrado lugar – las palabras pronunciadas por Simón Pedro. En estas palabras está la fe de la Iglesia.

En ellas está la nueva verdad, es más, la verdad última y definitiva sobre el hombre: <Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo>”

 
 
 
Sí, para el Papa San Juan Pablo II, el Dios vivo, el Hijo de Dios, estaba presente siempre en todos sus actos públicos y privados; así por ejemplo, unos años después en la solemne celebración de la Eucaristía en honor a la Inmaculada Concepción de la Virgen María, el 8 de diciembre de 1984 nos hablaba de la Virgen y del papel tan importante que ésta tuvo en el Misterio de la Encarnación:

 
 
 
 
“<Llena de gracia…> (Lc 1, 28)
Este saludo – en boca del Arcángel – Prepara la revelación de la Divina Maternidad de María:


<Concebirás en tu vientre y darás a luz un Hijo y le pondrás por nombre Jesús… El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra…
<No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios> (Lc 1,30). Eres: <llena de gracia>.

La plenitud de gracia significa la Maternidad Divina.
La plenitud de gracia significa también la Inmaculada Concepción. La Inmaculada Concepción es con miras a la Maternidad Divina.

Éste es el orden de la gracia, es decir, de la economía salvífica de Dios…

Así pues, el misterio de la Inmaculada Concepción de la Virgen María nos lleva a Belén y, a la vez, al Calvario. En cierto sentido, nos guía al Calvario y luego a Belén.
María fue redimida de forma particular en el primer instante de su concepción, en previsión del Sacrificio de Cristo Redentor en el Calvario para poder convertirse en Madre del Redentor, en Nazaret y en Belén...

 
 
 
 
La inmaculada Concepción es el primer signo y, a la vez, anuncio del tiempo nuevo. Es comienzo de esa plenitud de los tiempos de la que habla el Apóstol (Mt 25,13)”.

 
Jesús nació de María Virgen y fue concebido por obra del Espíritu Santo, tal como podemos leer en el Evangelio de San Mateo que completa la narración del Misterio de la Encarnación descrito por San Lucas en su Evangelio (Mt 1, 18-21):

"El nacimiento de Jesús el Mesías, fue así: su madre María estaba prometida a José y, antes de vivir juntos, resultó que había concebido por la acción del Espíritu Santo / José su esposo, que era justo y no quria denunciarla, decidió separarse de ella en secreto / Despues de tomar esta decisión, el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: <José, hijo de David, no tengas reparos en recibir a María como esposa tuya, pues el hijo que espera viene del Espíritu santo> / <Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados"


Papa San Juan Pablo II  en su Audiencia General del  28 de Enero de 1987 declarba que :
"El testimonio evangélico de la concepción virginal de Jesús por parte de María, es de gran relevancia teológica. Pues constituye un signo especial del origen divino del Hijo de María. El que Jesús no tenga un padre terreno porque ha sido engendrado <sin intervención de varón>, pone de relieve la verdad de que Él es el Hijo de Dios, de modo que cuando asume la naturaleza humana, su Padre continúa siendo exclusivamente Dios”.

 
Prosigue el Santo Padre en la Audiencia General mencionada anteriormente, hablándonos con gran conocimiento y sabiduria,  de la acción del Espíritu Santo en la concepción de Jesús,  del Misterio de la Encarnación: “La revelación de la intervención del Espíritu Santo en la concepción de Jesús, indica el comienzo en la historia del hombre de la nueva generación espiritual que tiene un carácter estrictamente sobrenatural”

En efecto, como enseñaba el Apóstol San Pablo, refiriendose al Misterio de la Encarnación, en su primera carta a los pobladores de Corinto, donde el cristianismo chocaba por primera vez con la cultura griega, y por tanto corría el riesgo de confundirse con una nueva religión de las muchas por entonces existentes en aquella zona(I Co 15, 45-49):
 
 
 
 
"La escritura dice: Adán el primer hombre, fue creado un ser viviente; el último Adán, en espíritu vivificante / Pero lo primero no es espiritual, sino lo animal; después, lo espiritual / El primer hombre, sacado de la tierra es terrestre; el segundo, por el contrario, del cielo / Como el terrestre, así son los terrestres; como el celeste, así son los celestes / Y así como llevamos la imagen terrestre, llevaremos también la del celeste"



En este mismo sentido, sigue diciendo el Papa San Juan Pablo II en su Audiencia (Ibid):
“Dios Uno y Trino <se comunica> a la criatura mediante el Espíritu Santo. Es el misterio al que se puede aplicar las palabras del Salmo 103 (104): <Envía tu espíritu y serán creados, y renovarás la faz de la tierra>. En la economía de esa comunicación de Sí mismo que Dios hace a la criatura, la concepción virginal de Jesús, que sucedió por obra del Espíritu Santo es un acontecimiento central y culminante. Él inicia la nueva creación. Dios entra así en un modo decisivo en la historia para actuar sobre el destino sobrenatural del hombre, o sea la predestinación de todas las cosas en Cristo”.

Ciertamente, el nacimiento de Jesús según aseguraba este Pontifice, pone en evidencia el Misterio de la Encarnación, el cual tuvo lugar en el seno de la Virgen en el mismo momento del anuncio del ángel, de este modo, nació de ella un niño que iba a ser el instrumento dócil y responsable del plan divino, concebido por obra del Espíritu Santo.

 
 
Así pues, el Hijo de Dios, comienza a vivir primero como niño y luego crece tal como nos dice el Evangelio de San Lucas <en sabiduría, en estatura, y en gracia ante Dios y ante los hombres> (Lc 2,52) De esta forma el Hijo de Dios se nos manifestó también como verdadero hombre.


El Papa San Juan Pablo II asegura también que el Apóstol San Juan, en el Prólogo de su Evangelio, subraya todas estas verdades cuando dice: <El Verbo se hizo carne, y puso su morada entre nosotros>:
“La Encarnación es fruto de un inmenso amor, que impulsó a Dios a querer compartir plenamente nuestra condición humana.

El hecho de que el Verbo de Dios se hiciera hombre produjo un cambio fundamental en la condición misma del tiempo. Podemos decir que, en Cristo, el tiempo humano se colmó de eternidad.
Es una transformación que afecta al destino de toda la humanidad, ya que <el Hijo de Dios, con su Encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre (Gudium et spes, 22). Vino a ofrecer a todos la participación de su vida divina.

 
 
 
 
El don de esta vida conlleva una participación en su eternidad. Jesús lo afirmó, especialmente a propósito de la Eucaristía: <El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna> (Jn 6,54). El efecto del Banquete Eucarístico es la posesión, ya desde ahora, de esa vida.


En otra ocasión, Jesús señaló la misma perspectiva a través del símbolo del agua viva, capaz de apagar la sed, el agua viva de su Espíritu, dada con vistas a la vida eterna (Jn 4,14). La vida de la gracia revela, así, una dimensión de eternidad que eleva la existencia terrena y la orienta, en una línea de verdadera continuidad,  al ingreso en la vida celestial”

 

 
 
<Cristo ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega> . Con esta frase iniciaba el Papa San Juan Pablo II su Homilía del 1 de enero de 1999, faltando ya sólo un año para el inicio del tercer milenio desde la llegada de Jesús a la tierra a través del Misterio de la Encarnación:


“Al comienzo de 1999, el último del gran jubileo, parece que el ministerio de la historia se revela entre nosotros con una profundidad más intensa. Precisamente por eso, la Iglesia ha querido imprimir el signo Trinitario de la presencia del Dios vivo sobre el trienio de la preparación inmediata para el acontecimiento jubilar”

Sigue el Papa expresándose en este sentido, haciendo una retrospectiva sobre acontecimientos del siglo XX, a punto de terminar en aquellos momentos, recordando por supuesto las dos terribles guerras mundiales acaecidas durante este período de la historia.

 
 
 
¿Cómo olvidar los campos de muerte o los hijos de Israel exterminados cruelmente así como a los santos mártires entre los que podemos citar a San Maximiliano María Kolbe (1984-1941), clérigo franciscano conventual; mártir polaco muy devoto de la Virgen y en especial de su Inmaculado Corazón; o a sor Edith Stein (Santa Teresa Benedictina de la Cruz, santa mártir alemana de origen polaco, patrona de Europa) y de otros tantos santos?...

Son preguntas que se realizaba el Pontífice con palabras sentidas, llenas de dolor, el dolor que embarga a la humanidad toda al recordar estos terribles acontecimientos.

No obstante este Papa era un hombre lleno de optimismo y de fe en Dios por eso al final de su Homilía (Ibid), se expresaba en los siguientes términos:
“El Verbo eterno, al hacerse hombre, entró en el mundo y lo acogió para redimirlo. Por tanto, el mundo no sólo está marcado por la terrible herencia del pecado; es, ante todo, un mundo salvado por Cristo, el Hijo de Dios, crucificado y resucitado. Jesús es el redentor del mundo, el Señor de la historia. <Eius sut témpora et saecula>: suyos son los años y los siglos.

 
 
 
Por eso creemos que, al entrar en el tercer milenio junto con Cristo, cooperaremos en la transformación del mundo redimido por Él. Mundus cratus, <mundus redemptus>…Desgraciadamente, la humanidad cede a la influencia del mal de muchos modos. Sin embargo, impulsada por la gracia, se levanta continuamente, y camina hacia el bien guiada por la fuerza de la redención. Camina hacia Cristo, según el proyecto de Dios Padre”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

sábado, 22 de diciembre de 2018

TIEMPO DE NAVIDAD: LA VENIDA DEL VERBO


 
 
 
 
 
 
El prólogo del evangelio de san Juan es sin duda la parte más significativa del mismo; el tema o cuestión fundamental allí desarrollada, por el apóstol amado del Señor, es la manifestación del Verbo (Jn 1, 14-18): “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros; y contemplamos su gloria, gloria cual del Unigénito procedente del Padre: lleno de gracia y de verdad / Juan (Bautista) da testimonio acerca de Él y clama diciendo: <Este es el que dije: El que viene detrás de mí, porque era primero que yo> / Pues de su plenitud nosotros todos recibimos, y gracia por gracia / Porque la ley por mano de Moisés fue transmitida, la gracia y la verdad por mano de Jesucristo fue hecha / A Dios nadie le ha visto jamás: el Unigénito Hijo, el que está en el regazo del Padre mirándole cara a cara, Él es quién le dio a conocer”


Es interesante observar el hecho de que en el testimonio de Juan Bautista, aludido por el apóstol del Señor se aprecian varios incisos. En primer lugar menciona: <Este es el que dije>, lo que viene a significar la identificación personal del Mesías; a continuación habla de <El que viene detrás de mí>, es decir el esperado Mesías, del que se considera precursor; continua el testimonio diciendo: <Porque era primero que yo>, pues considera que Él desempeña una función  superior a la suya;   y sobre todo admite que antes que él viniese a este mundo, Él ya existía…era el Verbo de Dios…
 
 
 
 
Los hombres creyentes, de todos los tiempos, al leer estas palabras han tenido que sentir algo en su interior que les ha hecho temblar de emoción y de amor…Por eso todos los años al llegar este momento se apresuran a decir:  “Ansiosamente hemos esperado durante el tiempo de Adviento la venida del Verbo, la hemos pedido y estamos ya preparados para su aparición. Deseo, demanda, preparación, son tres palabras que resumen el periodo litúrgico que acabamos de recorrer. Una realidad divina viene a coronar nuestra esperanza.


El motivo fundamental del nuevo periodo, que se abre con la alegría de la Nochebuena, es el Nacimiento de Jesucristo, del Hijo de Dios humanado. Celebramos su aparición al pueblo judío (Navidad) y su manifestación a los gentiles (Epifanía).

Es el misterio de la Encarnación, que consiste en la unión en Jesucristo del Verbo, nacido antes de todos los siglos, de la sustancia del Padre, con la humanidad engendrada de la sustancia de la Madre, en el mundo.

Navidad es, por tanto, la fiesta del amor misericordioso de Dios. <Tanto amo Dios al mundo> decía San Juan Evangelista pensando en este misterio que <le envió a su mismo Hijo Unigénito para que, creyendo en Él, no perezca, antes alcance la vida eterna>.

Ante todo, durante estos días conmemoramos el hecho histórico, que narra con muchos detalles emocionantes, el evangelio de san Lucas. Entre los años 747 y 749 de la fundación de Roma se hizo en Palestina, por orden de César Augusto, un empadronamiento, que obligó a José y María a ir de Nazaret, a Belén, de donde eran originarios.
 
 
 
 
Estando en Belén, dio a luz María, y la primera cuna que tuvo el recién nacido fue el pesebre de un establo. Una tradición del siglo IV supone que el Niño fue calentado por el aliento de dos animales…El nacimiento temporal nos hace pensar también en el nacimiento eterno. Tanto como al gracioso Niño que acaba de nacer, vemos en el establo, al Rey de los cielos, hacedor de los siglos y de los mundos.



Para la liturgia, Navidad tiene un carácter esencialmente dogmático, que ignoraríamos si solo considerásemos el aspecto que nos ofrece la devoción popular. Y es que el que acaba de nacer de la Virgen nace eternamente en el seno del Padre. El que se manifiesta revestido de nuestra carne es el Hijo de Dios, <que habita en una luz inaccesible>.

El Verbo que se hace hombre, es para nosotros la manifestación de Dios; es Dios hecho hombre, que viene a revelarnos el Ignoto. <El que me ve a mí, ve a mi Padre>, dirá Jesús a los judíos” (P. Fr. Justo Pérez de Urbel; <Misal y Devocionario del hombre católico> (Ed. Aguilar, 1964)

 
 
Sí, llega de nuevo la hora de rememorar  el acontecimiento especial, fuera de lo común, acaecido en la noche en que tuvo lugar el nacimiento del Niño Jesús, tal como nos recordaba también, el Papa San Juan Pablo II durante la misa de medianoche correspondiente al lunes 24 de diciembre de 1979:

“En este acontecimiento hay algo insólito, consiste quizás en que no se cumple dentro de las normales condiciones humanas, bajo el techo de una casa, sino en un establo, que ordinariamente da cobijo sólo a animales. La primera cuna del Niño, recién nacido, fue en efecto un pesebre…

Ciertamente ninguno de los habitantes, ni ninguno de los forasteros presentes entonces en Belén, podían pensar que en aquellos momentos y en aquel establo, se estaba cumpliendo las palabras del profeta, tantas veces leídas, y continuamente meditadas por los hijos de Israel.

Isaías (Is 9, 3. 6-7) efectivamente, había escrito palabras que constituían el contenido de una gran expectación y de una esperanza inquebrantable:

<Multiplicaste la alegría, has hecho grande el júbilo, y se gozan ante ti, como se gozan los que recogen la mies…Porque nos ha nacido un Niño, nos ha sido dado un Hijo que tiene sobre los hombros la soberanía…, para dilatar el imperio y para una paz ilimitada sobre el trono de David y su reino, para afirmarlo y consolidarlo en el derecho y en la justicia desde ahora para siempre jamás>

Ninguno de los presentes en Belén podía pensar que precisamente en aquella noche se estaba cumpliendo las palabras del gran profeta, ni que ello se realizaba en un establo…”

 
 
 
Sin duda el nacimiento del Mesías, el Misterio de la Encarnación, es el acontecimiento central de la historia de la humanidad. La humanidad entera, no solo el pueblo elegido, Israel,  esperaba de una forma implícita, como si fuera un presentimiento, pero sin embargo la mayoría de los seres humanos no fueron testigos privilegiados del nacimiento en el pesebre de Belén, tal como narran los evangelistas Mateo y Lucas en sus respectivos Evangelios.   


El Papa Benedicto XVI refiriéndose a los relatos de los  evangelistas sinópticos, defiende la idea de que son históricos, y no teológicos, como algunos representantes de la exegesis moderna han opinado desafortunadamente (Benedicto XVI . La infancia de Jesús; Ed. Planeta 2012):
“Sobre el nacimiento de Jesús no tenemos más fuentes  que las narraciones de la infancia de Mateo y de Lucas. Los dos dependen evidentemente de representantes de tradiciones muy diferentes. Están influenciados por visiones teológicas diversas, de la misma manera que difieren también en parte sus noticias históricas.

Está claro que Mateo no sabía que tanto José como María residían inicialmente en Nazaret. Por eso José, al volver de Egipto, quiere ir en un primer momento a Belén y solo la noticia de que en Judea reina un hijo de Herodes le induce a desviarse hacia Galilea.

Para Lucas, en cambio, está claro desde el principio, que la Sagrada Familia retornó a Nazaret tras los acontecimientos del nacimiento.

Las dos diferentes líneas de tradición concuerdan, no obstante, en que el lugar del nacimiento de Jesús fue Belén. Si nos atenemos a las fuentes y no nos dejamos llevar por las conjeturas personales, queda claro que Jesús nació en Belén y creció en Nazaret”

 Sin duda el nacimiento, la vida y obra de Jesús, han suscitado polémicas sin fin, entre aquellos eruditos que se han dejado llevar, la más de las veces, por conjeturas personales y han despreciado las fuentes históricas y divinas de la Sagrada Biblia, así como las fuentes provenientes de la santa Tradición de la Iglesia. No obstante  como advertía el Papa san Pablo VI:
 
 
 
 
“Sólo poner ante nuestra consideración la historia de la vida de Cristo suscita problemas que nunca conseguiremos resolver completamente, pero siempre veremos irradiar de la presencia de Cristo en el mundo tal luz de verdad, tal consuelo de esperanza y de vida que advertiremos que Él es la luz del mundo; y sólo dentro del cono luminoso de doctrina que la Iglesia nos ofrece sobre Él, podemos gozar de su luz y obtener nuestra salvación…



Lo que quiere decir que debemos sentirnos obligados a fijar la mirada de nuestra fe en Cristo Señor, con adhesión total de pensamiento y de vida. Recordemos las palabras finales del prólogo del Evangelio de San Juan:

<Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria cual de Unigénito venido  del Padre, lleno de gracia y de verdad> (Jn 1, 14)

Pero en este punto de nuestra contemplación sobre el Verbo de Dios hecho carne, en vez de encontrar su gloria nos encontramos en el marco de la vida temporal de Jesús, su humillación, su pequeñez, su anonadamiento; no encontramos la exaltación  sino la negación de los valores de nuestra vida presente.

 
 
 
El pesebre nos lo dice: La humildad de Cristo será nuestra sorpresa. Una humildad que mortifica nuestras expectativas mesiánicas y que nos obliga a modificar e incluso a contraponer la estima de lo que creemos bienes necesarios para nuestra existencia natural. Y esto lo recordamos refiriéndonos a dos virtudes cristianas, es decir, a dos dimensiones características de nuestra presencia en el mundo; nos referimos a  la humildad y a la pobreza.


El Dios que haya querido manifestarse y haya querido convivir con nosotros en humildad absoluta es algo que altera y transforma totalmente nuestros juicios sobre nosotros mismos y sobre nuestra relación con las cosas y con los acontecimientos del mundo.

Él decía: <Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón> (Mt 1, 29). Y esta postura de humildad afecta profundamente no sólo a las formas exteriores de la vida de Cristo, sino a las formas esenciales de la vida, de la doctrina y de la misión de Dios hecho hombre.

Citaremos aquí una sentencia conocidísima  de san Pablo, que contiene la síntesis y nos ofrece la clave para la comprensión  de la figura completa de Cristo; es la cita de las palabras relativas a la <kénosis> de Cristo, es decir, a su anonadamiento para cumplir el designio de nuestra redención, palabras de la Carta de san Pablo a los filipenses (Flp 2, 5-11)”
 
 
 
 
Se refiere el Papa Pablo VI a la Carta escrita por el apóstol san Pablo, probablemente durante su retención involuntaria en Roma, a los fieles de Filipos, ciudad  situada al norte del mar Egeo, en los confines de Macedonia con Tracia, con ocasión de demostrarles su profundo aprecio, por el afecto y ayuda que siempre le habían ofrecido. En dicha carta el apóstol también sigue adoctrinándoles tomando siempre como ejemplo la figura de Jesús y en este contexto les recomienda encarecidamente que sigan la estela de caridad y humildad del Señor (Flp 2, 5-11):    


-Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús,

-quien, existiendo en forma de Dios, no consideró como codiciable tesoro el mantenerse igual a Dios,

-sino que se anonadó a si mismo tomando la naturaleza de siervo, haciéndose semejante a los hombres;

-y, en su condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz;

-Por ello Dios lo exaltó sobremanera y le otorgó un nombre que está sobre cualquier otro nombre;

-para que al nombre de Jesús doblen su rodilla los seres del cielo, de la tierra y del abismo;

-y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor para la gloria de Dios Padre”

 
 
 
Sabias palabras del apóstol san Pablo que ponen de manifiesto la más sublime doctrina sobre Cristo. En ella, afirma la divinidad  y preexistencia de nuestro Salvador, la Encarnación del Verbo y sobre todo el inmenso merito de su total obediencia al Padre hasta su muerte en cruz.

Pero junto a estas enseñanzas dogmáticas y morales sobre Jesús, el apóstol añade algo más, también muy importante, él nos da el fundamento sobre el que se debe basar la vida de todo cristiano, de todo aquel hombre que ama y sigue a Cristo, que no es otro que el de tomar ejemplo de Él, recordando su anonadamiento por nuestra salvación y así mismo, que Dios le otorgó el <nombre>, es decir la dignidad y soberanía universal por lo que todos los seres creados por Él deben doblegar su rodilla. Resumiendo, por la humillación y la cruz se va a la gloria. 
 
 
 
 
Con razón el Papa san Juan XXIII, en la Nochebuena del año 1962, durante la misa pronunciaba una homilía con estas sentidas palabras, que ahora evocamos con el deseo de que se cumplan sus deseos, por fin, en este nuevo siglo: “Los grandes problemas de la vida social e individual se acercan a la cuna de Belén, al paso que los ángeles invitan a dar gloria a Dios, gloria a Cristo redentor y salvador, y a excitar gozosamente las buenas voluntades para la celebración de la paz universal.


Gran don, gran riqueza en verdad, es la paz del mundo, que va tras la paz. Lo hemos repetido en el radiomensaje navideño, y Nos satisface dar gracias al Señor por haberlo hecho acoger con buena voluntad de un extremo al otro de la tierra, como confirmación de la luz de esperanza encendida y viva en todas las naciones.
Las súplicas  de todos, continúan pidiendo la conversión y el perfeccionamiento de este don celestial, al paso que son cada vez más atentos y prudentes todos los movimientos de ideas, palabras y actividades, y se multiplican en  todos los campos los esfuerzos y los acuerdos para alejar y superar los obstáculos, conocer y substraer las causas que provocan los conflictos…

Hay también circunstancias y situaciones que en esta solemnidad hacen más evidente y agudo el contraste con el gozo de la Navidad. Reclamo eficaz no para disminuir el servicio que hacemos a la verdad y a la justicia, ni para olvidar el inmenso bien realizado por las almas rectas, que tienen como honor la ley divina y el Evangelio; sino para alentar las mejores energías a reparar los errores y a reavivar en el mundo el fervor religioso y las piadosas tradiciones paternas como gozo tranquilo de la Navidad.

 
 
Hijos queridos: Junto a la cuna del Niño recién nacido, del Hijo de Dios hecho hombre, todos los hombres que caminan por la tierra, deben pensar con conciencia clara  y seria, que en la hora suprema se les pedirá cuenta estrecha del don de la vida; y está tendrá una sanción definitiva de premio o de castigo, de gloria o de abominación.

En la conciencia de este rendir cuentas es donde se mide la participación de los cristianos y de todos los hombres en el gran misterio que conmemoramos en esta noche; de aquí surge el deseo de que por la luz del Verbo de Dios la civilización humana reciba la llamita que le puede transformar en vivo fulgor, en beneficio de los pueblos. En torno a la cuna de Jesús sus ángeles cantaron la paz. Y quien creyó en el mensaje celestial y le hizo honor consiguió gloria y alegría.
Así ayer, y así será siempre a lo largo de los siglos. La historia de Cristo es perpetua. Bienaventurado quien la comprende y consigue gracia, fortaleza y bendición. Amén”

 


 

   

 

  

 

 

 

 

 

 

miércoles, 19 de diciembre de 2018

JESÚS DIJO (XXXV): TRABAJOS PUBLICADOS EN MRM.MARUS


 
 
 
 






*TRES MILAGROS DE JESÚS Y TRES PALABRAS SUYAS EN ARAMEO (13/10/18)

 

 *¿CRISTO PUEDE INFLUIR EN LA VIDA DE UNA PERSONA? (13/10/18)

 

 *JESÚS DIJO: YO OS ENVIO COMO OVEJAS EN MEDIO DE LOBOS (14/10/18)

 

 *ECUMENISMO: ¿LA HISTORIA NO VUELVE ATRÁS? (14/10/18)

 

 *DOS PALABRAS DE JESÚS (EN ARAMEO) Y LA TRANSGRESIÓN DE LA LEY (14/10/18)

 

 


BIBLIA DE NAVARRA EDICIÓN POPULAR (Ediciones Universidad de Navarra, S.A., Pamplona-España) (EUNSA)

 







SEGUNDA CARTA A TIMOTEO

 

*SALUDO (1, 1-5)

 

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios para anunciar la vida prometida que hay en Cristo Jesús, / a Timoteo, querido hijo: gracias, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro. / Doy gracias a Dios, a quien sirvo, como mis antepasados, con una conciencia pura, porque continuamente te tengo presente en mis oraciones noche y día. / Al acordarme de tus lágrimas estoy deseando verte para llenarme de alegría. / Me viene a la memoria tu fe sincera, que arraigó primero en tu abuela Loide y en tu madre Eunice, y estoy seguro de que también en ti.

 

 *CORRESPONDENCIA A LA GRACIA RECIBIDA (1, 6-14)

 

Por esta razón, te recuerdo que tienes que reavivar el don de Dios que recibiste por la imposición de mis manos, / porque Dios no nos dio un espíritu de timidez, sino de fortaleza, caridad y templanza. / Así pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; al contrario, comparte conmigo los sufrimientos por el Evangelio con fortaleza de Dios, / que nos ha salvado y nos ha llamado con una vocación santa, no en razón de nuestras obras, sino por su designio y por la gracia que nos fue concedida por medio de Cristo Jesús desde la eternidad. / Esta gracia ha sido mostrada ahora mediante la manifestación de Jesucristo nuestro Salvador, que ha destruido la muerte y ha revelado la vida y la inmortalidad por medio del Evangelio, / del que yo he sido constituido predicador, apóstol y maestro. / Y ésta es la razón por la que padezco esas cosas; pero no me avergüenzo, pues sé en quién he creído, y estoy seguro de que tiene poder para conservar mi depósito hasta aquel día. / Ten por norma las palabras sanas que me escuchaste con la fe y la caridad que tenemos en Cristo Jesús. / Guarda el buen depósito por medio del Espíritu Santo que habita en nosotros.

 

 *COMPORTAMIENTO DE ALGUNOS DISCÍPULOS (1, 15-18)

 

Ya sabes que me han abandonado todos los de Asia, entre ellos Figelo y Hermógenes. / Que el Señor tenga misericordia con la casa de Onesíforo, porque me alivió muchas veces y no se avergonzó de mis cadenas; / es más, en cuanto vino a Roma, se apresuró a buscarme hasta que me encontró. / ¡Que el Señor le conceda encontrar misericordia aquel día! Por lo demás, tú sabes mejor cuántos servicios prestó en Éfeso.

 

 *FIDELIDAD Y RECIEDUMBRE DEL APÓSTOL (2, 1-7)

 

Tú, pues, hijo mío, hazte fuerte con la gracia de Cristo Jesús, / y lo que me has escuchado, garantizado por muchos testigos, confíalo a hombres fieles que, a su vez, sean capaces de enseñar a otros. / Comparte conmigo el sufrimiento como un noble soldado de Cristo Jesús. / Nadie, mientras sirve en el ejército, se entromete en asuntos civiles si quiere satisfacer a quien le reclutó. / Y tampoco el atleta consigue el triunfo si no ha competido reglamentariamente. / El agricultor que brega debe ser el primero en beneficiarse de los frutos. / Entiende bien lo que digo, pues el Señor te dará talento para discernir todas las cosas.

 

 *JESUCRISTO, MODELO DEL APÓSTOL (2, 8-13)

 

Acuérdate de Jesucristo resucitado de entre los muertos, descendiente de David, como predico en mi evangelio, por el que estoy sufriendo hasta verme entre cadenas como un malhechor: ¡pero la palabra de Dios no está encadenada! / Por eso, todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación, que está en Cristo Jesús, junto con la gloria eterna. / Podéis estar seguros: Si morimos con él, también viviremos con él; si lo negamos, él también nos negará; / si no somos fieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo.

 

 
*EVITAR ERRORES Y DISCUSIONES INÚTILES (2, 14-21)

 

Esto has de enseñar, advirtiendo encarecidamente en la presencia de Dios que no se discuta sobre palabras, que no vale para nada, más que para la perdición de quienes lo están escuchando. / Esmérate por presentarte ante Dios como un hombre honrado, trabajador que no tiene de qué avergonzarse, que expone con rectitud la doctrina verdadera. / Evita las conversaciones profanas e inútiles, porque llevan cada vez más la impiedad, / y sus palabras corroen como la gangrena. De esos son Himeneo y Fileto, / que se han desviado de la verdad al decir que ya ha tenido lugar la resurrección, y echan por tierra la fe de algunos. / No obstante, el sólido cimiento de Dios se mantiene firme, con esta inscripción: El Señor conoció a los que son suyos, y todo el que invoca el nombre del Señor, que se aparte del pecado. / En una casa grande, no sólo hay vasijas de oro y plata, sino también de madera y de barro: unas son para usos nobles, otras para usos vulgares. / Pues bien, quien se purifique de los usos vulgares, será una vasija para uso noble, santificado y útil a su dueño, preparado para toda obra buena.

 

 *PACIENCIA CON LOS QUE YERRAN (2, 22-26)

 

Huye de las pasiones juveniles  y sigue en cambio la senda de la justicia, la fe, la caridad y la paz con los que invocan al Señor con corazón limpio. / Evita las discusiones necias e insustanciales, pues ya se sabe que degeneran en peleas. / Y no es propio de uno que sirve al Señor, pelearse, sino ser amables con todos, hábil para enseñar, paciente, / que corrija con mansedumbre a los que disienten, por si Dios les da un arrepentimiento que les lleve a reconocer la verdad / y a recobrar el sentido, escapando de los lazos del diablo, que los mantiene cautivos y sometidos a su voluntad.

 

 *PREVENIR LOS PELIGROS DEL ERROR (3, 1-13)

 

Ten en cuenta esto: en los últimos días se presentarán tiempos difíciles. / Pues los hombres serán egoístas, codiciosos, arrogantes, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, / crueles, implacables, calumniadores, desenfrenados, inhumanos, enemigos del bien, / traidores, temerarios, envanecidos, más amantes del placer que de Dios, / guardarán ciertos formalismos de la piedad de la piedad pero renegado de su verdadera esencia. Apártate también de éstos. / Algunos de ellos se meten en las casas y cautivan a mujerzuelas cargadas de pecados y arrastradas por todo tipo de pasiones; / siempre están curioseando y nunca son capaces de llegar a conocer la verdad; son hombres de mente pervertida, incapacitados para creer. / Pero no llegarán lejos, porque su necedad quedará a la vista de todos, como sucedió con la de aquéllos. / Tú, en cambio, me has seguido en la doctrina, en la conducta, en los planes, en la fe, en la paciencia, en la caridad y en la constancia; / en persecuciones y sufrimientos como los que me sobrevinieron en Antioquía, Icono y Listra: ¡qué persecuciones sufrí!, y de todas me libró el Señor. / Por lo demás, todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos; / mientras que los hombres malos y embaucadores irán de mal en peor, engañando a otros y engañándose a sí mismos.

 

*FIDELIDAD DE LA SAGRADA ESCRITURA (3, 14-17)

 

Pero tú, permanece firme en lo que has aprendido y creído, ya que sabes de quiénes lo aprendiste, / y porque desde niño conoces la Sagrada Escritura, que puede darte la sabiduría que conduce a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús. / Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argumentar, para corregir y para educar en la justicia, / con el fin de que el hombre de Dios esté bien dispuesto, preparado para toda obra buena.

 

 *PRESEVERANCIA EN LA PREDICACIÓN (4, 1-5)

En la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que va a juzgar a vivos y muertos, por su manifestación y por su reino, te advierto seriamente: / predica la palabra, insiste con ocasión y sin ella, reprende, reprocha y exhorta siempre con paciencia y doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus pasiones para alagarse el oído. / Cerrarán sus oídos a la verdad y se volverán a los mitos. / Pero tú sé sobrio en todo, sé recio en el sufrimiento, esfuérzate en la propagación del Evangelio, cumple perfectamente tu ministerio.

 

 *EL GALARDÓN DE LA FIDELIDAD (4, 6-8)

 

Pues yo estoy a punto de derramar mi sangre en sacrificio, y  el momento de mi partida es inminente. / He peleado el noble combate, he alcanzado la meta, he guardado la fe. / Por lo demás, me está reservada la merecida corona que el Señor, el Justo Juez, me entregará aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que han deseado con amor su venida.

 

 *NOTICIAS Y ENCARGOS (4, 9-18)

 

Apresúrate a venir cuanto antes, / pues Demas me abandonó por amor de este mundo y se marchó a Tesalónica; Crescente, a Galacia; Tito, a Dalmacia; / sólo Lucas está conmigo, porque me es útil para el ministerio. / A Tíquico lo mandé a Éfeso. / Cuando vengas, trae la capa que me dejé en Tróade, en casa de Carpo, y los libros, sobre todos los de pergamino. / Alejandro, el herrero, me ha ocasionado muchos males. El Señor le pagará de acuerdo con sus obras. / Tú, ten cuidado con él, pues se ha puesto obstinadamente a nuestras palabras. / Nadie me apoyó en mi primera defensa, sino que todos me abandonaron: ¡que no les sea tenido en cuenta! / Pero el Señor me asistió y me fortaleció para que, por medio de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todos los gentiles. Y fui librado de la boca del león. / El Señor me librará de toda obra mala y me salvará para su reino celestial. A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

 *SALUDOS Y DESPEDIDA (4, 19-22)

 

Saluda a Prisca y Aquila, y a la familia de Onesíforo. / Erasto se quedó en Corinto. A Trófimo lo dejé enfermo en Mileto. Apresúrate a venir antes del invierno. Te saludan Eúbulo, Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos. / El Señor esté con tu espíritu. La gracia esté con vosotros.