"Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura" (Mc 16, 15)
Con esta recomendación final, Jesucristo, se despidió de sus Apóstoles, tras su paso sobre la tierra, antes de dirigirse hacia su Padre Celestial y con ella demostraba, el enorme interés, que tenía en que se continuara con la labor evangelizadora que Él había traído a este mundo, es decir, su deseo salvador de que sus Apóstoles y todos aquellos que aceptaran su mensaje, continuaran predicando la <Buena Nueva> , la cual había sido vaticinada por los profetas (Antiguo Testamento).
Ya lo dijo San Pablo (I Corintios
9,16): ¡Ay de mí si no predicase el evangelio!
La evangelización llevada a cabo por los
Apóstoles, puso sin duda los fundamentos para la construcción del edificio
espiritual de la Iglesia, convirtiéndose en el germen y el modelo válido para
cualquier época según el Papa Juan Pablo II
(Cruzando el umbral de la esperanza. El reto de la evangelización)
Jesucristo, Dios y Hombre
verdadero, es el fundador de la Iglesia para perpetuar hasta la Parusía su obra
de salvación mediante una Nueva Alianza con los hombres y después de su
Resurrección, acabó de instaurarla, poniendo a la cabeza de la misma al
Apóstol San Pedro.
La promulgación de la Iglesia aconteció poco después, en la celebración de Pentecostés (hacia el año 30 d.C. ) cuando el Espíritu Santo desciende en forma de lenguas de fuego, sobre los discípulos y la Virgen María, retirados en el Cenáculo de Jerusalén, desde la Ascensión del Señor a los cielos.
Los Apóstoles son los hombres
elegidos por Jesucristo para continuar su evangelización y a los que en varias
ocasiones les dijo: ¡No tengáis miedo! Y no fue casualidad que el Señor
eligiera a sus primeros seguidores, entre las gentes humildes dedicadas a la
pesca en el mar de Galilea, pues sabido es el carácter paciente de los hombres
del mar, acostumbrados por otra parte, a la soledad y a la vida dura de su
profesión. Ellos no tuvieron miedo, desde la llegada del Espíritu Santo a sus
vidas, de llevar las enseñanzas de su Maestro a todos los hombres que las quisieran escuchar poniendo en ello todo su empeño y la
propia existencia.
A estos primeros hombres les
siguieron otros muchos a lo largo de la Historia de la humanidad y hasta
nuestros días, donde como nos dijo S.S Juan Pablo II se da una clara necesidad de
una nueva evangelización (Cruzando el
umbral de la esperanza, 18. El reto de una nueva evangelización):
"Hoy se da, pues, la clara
necesidad de una nueva evangelización. Existe la necesidad de un anuncio
evangélico que se haga peregrino junto al hombre, que se ponga en camino con la
joven generación"Recordemos que en los primeros tiempos del cristianismo, la conversión a la fe de Cristo suponía un cambio radical de vida, una conversión tan profunda que difícilmente era comprendida por los no creyentes y de ahí surge la pregunta ¿ que podría mover a tantos hombres, a convertirse a esta doctrina tan exigente?
Sin duda la principal causa para que así ocurriera fue la
intervención de la gracia divina, tan activa en estos momentos de la historia
como en aquellos y por otra parte, el descubrimiento del amor divino, personalizado
en la figura de Jesucristo y en la acción del Espíritu Santo desde su actuación
en Pentecostés.
Son muchos, los testimonios escritos sobre camino recorrido por los evangelizadores en los primeros siglos, empezando por los propios Apóstoles y sus discípulos y siguiendo por los Padres Apostólicos y todos los santos y mártires que la Iglesia de Cristo dio a la humanidad como ejemplo inequívoco de que era poseedora de la Verdad.
No faltaron, sin embargo, herejías nacidas en el propio seno de la Iglesia, por la acción del Maligno y sus acólitos. Por otra parte, el seguimiento de la doctrina de Cristo es radical e implica grandes sacrificios, muchas veces difíciles de aceptar si no se produce un cambio total de mentalidad (Metánoia) en orden a la obediencia de la fe y el deseo profundo de seguir la Cruz del Salvador.
Son muchos, los testimonios escritos sobre camino recorrido por los evangelizadores en los primeros siglos, empezando por los propios Apóstoles y sus discípulos y siguiendo por los Padres Apostólicos y todos los santos y mártires que la Iglesia de Cristo dio a la humanidad como ejemplo inequívoco de que era poseedora de la Verdad.
No faltaron, sin embargo, herejías nacidas en el propio seno de la Iglesia, por la acción del Maligno y sus acólitos. Por otra parte, el seguimiento de la doctrina de Cristo es radical e implica grandes sacrificios, muchas veces difíciles de aceptar si no se produce un cambio total de mentalidad (Metánoia) en orden a la obediencia de la fe y el deseo profundo de seguir la Cruz del Salvador.
En este punto, es interesante reflexionar sobre las circunstancias históricas que han llevado a los mismos Papas, a considerar la necesidad de una Nueva Evangelización. Concretamente el Papa Juan Pablo II, al comenzar el tercer milenio nos llamó a remar mar adentro y a comprometernos en la tarea antigua y siempre nueva de la evangelización.
Nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión. Tal, como dijo el Papa, se debe evangelizar a las personas y también a los pueblos caracterizados por sus distintas culturas. Por otra parte, el Papa Pablo VI en su Exhortación <Evangelii Nuntiandi>, nos definió de forma clara en qué consiste la evangelización:
Si hubiera que resumir en
pocas palabras, lo mejor sería decir que la Iglesia evangeliza cuando por la
sola fuerza divina del Mensaje que proclama, trata de convertir al mismo tiempo
la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en que ellos
están comprometidos, su vida y ambientes concretos"
Pero ¿si la Iglesia ha tenido tan claras las ideas sobre el tema de la
evangelización por qué en estos momentos se da la clara necesidad de una Nueva
Evangelización?
Sin duda, la respuesta tiene que ver con los numerosos peligros que la Iglesia, desde el mismo momento de su creación, ha sufrido. Ahora bien, hay que admitir, también, que nunca como en el momento actual, sus enemigos, parecen tener tanto empeño en hacerla desaparecer...
Recordemos en este sentido que:Sin duda, la respuesta tiene que ver con los numerosos peligros que la Iglesia, desde el mismo momento de su creación, ha sufrido. Ahora bien, hay que admitir, también, que nunca como en el momento actual, sus enemigos, parecen tener tanto empeño en hacerla desaparecer...
“El materialismo enseña que no existe más que una única realidad, la materia, con sus fuerzas ciegas: la planta, el animal y el hombre que son el resultado de su evolución. La misma sociedad humana no es sino una apariencia y una forma de la materia, que evoluciona del modo dicho, y que por ineludible necesidad de la materia tiende, en un perpetuo conflicto de fuerzas, hacia la síntesis final, una sociedad sin clases…” (Papa Pio XI; <Divini Redemtoris; 1937)
"¿Qué sería, pues, la sociedad
humana basada sobre tales fundamentos materialistas?"
Después de tantos años
trascurridos, desde esta pregunta acuciante del Papa, estamos conociendo la
respuesta, que por otra parte el mismo Pontífice había previsto:
“Una sociedad donde se pisotea
de forma impune incluso la ley natural y
al autor de ella, nuestro Creador”
El Papa Benedicto XVI en una conferencia que
dio en el Congreso de Catequistas y Profesores de religión celebrado en Roma en
el año 2000, sobre el tema de la “Nueva evangelización”, cuando aún era el
Cardenal Ratzinger, se expresaba en estos términos:
"Evangelizar quiere decir mostrar
el camino, enseñar el arte de vivir…Si se desconoce el arte de
vivir, todo lo demás ya no funciona. Pero ese arte ya no es objeto de la
ciencia; solo lo puede comunicar quien tiene la vida, el que es el Evangelio en
persona…"Y en otro momento de esta interesante conferencia, que todo creyente debería leer con interés para conocer en profundidad la estructura y método de la “Nueva evangelización”, así como los contenidos esenciales de la misma, aseguraba que:
Anunciar a Dios es introducirse
en la relación con Dios, enseñar a rezar. La oración es fe en acto. Y sólo en
la experiencia de la vida con Dios aparece también la evidencia de la
existencia…
Solo en Cristo y a través de
Cristo el tema de Dios se vuelve realmente concreto…
Cristo es, el Dios con nosotros,
la concretización del “Yo soy”, la respuesta al Deísmo…
Sin embargo, actualmente es grande la
tentación de reducir a Jesucristo, al Hijo de Dios, a una figura histórica, a
un hombre puro. No se niega necesariamente la divinidad de Jesús, sino con
ciertos métodos se destila de la Biblia un Jesús a nuestra medida, un Jesús
posible y comprensible en el marco de nuestra historiografía. Pero este “Jesús
histórico” no es sino un artefacto, la imagen de sus autores y no la imagen de
Dios viviente… "A pesar de todas estas verdades inequívocas, de las que nos hablaba Benedicto XVI, cuando todavía no había sido nombrado Papa y a pesar de las enseñanzas constantes, de la Iglesia, para hacer comprender a los hombres la necesidad de la vuelta a Dios, todavía en su ignorancia muchos siguen preguntándose:
¿Cómo Dios ha permitido y aun permite tantas guerras?, ¿Cómo ha podido permitir y aun permite tantas desgracias sobre el ser humano?, ¿Cómo seguir confiando en un Dios Padre misericordioso?
Todas estas preguntas y otras
muchas que algunos hombres se hacen, las aclaró de forma categórica el Papa
Juan Pablo II en su libro (Cruzando el umbral de la esperanza, editado por el periodista V. Messori):
<Stat crux dum volvitur orbis>
"Dios ha creado al hombre racional y libre y por eso mismo, se ha sometido a su juicio. La historia de la salvación es también la historia del juicio constante del hombre sobre Dios. No se trata sólo de interrogantes, de dudas, sino de verdadero juicio...
Si, en cierto sentido se puede
decir que frente a la libertad humana Dios ha querido hacerse “impotente” Y
puede decirse así mismo que Dios está pagando por este gran don que ha
concedido a un ser creado por Él “a su imagen y semejanza “(cfr. Génesis 1,26).
Él permanece coherente ante un don semejante; y por eso se presenta ante el
juicio del hombre, ante un tribunal usurpador que le hace preguntas
provocativas…"Dios ha creado al hombre racional y libre y por eso mismo, se ha sometido a su juicio. La historia de la salvación es también la historia del juicio constante del hombre sobre Dios. No se trata sólo de interrogantes, de dudas, sino de verdadero juicio...
Pero Dios está siempre de parte de los que sufren.
Su omnipotencia se manifiesta precisamente en el hecho de haber aceptado
libremente el sufrimiento. Hubiera podido no hacerlo. Hubiera podido demostrar
la propia omnipotencia incluso en el momento de la Crucifixión; de hecho, así
se lo proponían: “Baja de la cruz y te creeremos” ( Mc 15,32). Pero no
recogió el desafío...
El hecho de que haya permanecido sobre la cruz hasta el final, el hecho de que sobre la cruz haya podido decir como todos los que sufren: <Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?> este hecho, ha quedado en la historia del hombre como el argumento más fuerte. Si no hubiera existido esa agonía en la cruz, la verdad de Dios es Amor estaría por demostrar "
El hecho de que haya permanecido sobre la cruz hasta el final, el hecho de que sobre la cruz haya podido decir como todos los que sufren: <Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?> este hecho, ha quedado en la historia del hombre como el argumento más fuerte. Si no hubiera existido esa agonía en la cruz, la verdad de Dios es Amor estaría por demostrar "
Después de leer las palabras del Papa, es triste comprobar, que en el momento actual de nuestra historia, a pesar de tantas pruebas dadas por Dios, sobre su existencia, el ser humano, en su soberbia infinita, sigue cuestionándole con frases como estas:
<Dios ha muerto> (F. Nietzsche),
<estamos viviendo el eclipse de Dios> (M. Buber), <nos hemos quedado sin noticias
de Dios>...
Ante estos síntomas de
descristianización, de una parte importante de la sociedad, los
creyentes tenemos que reaccionar con valentía y actuar en consecuencia para
demostrar en primer lugar con nuestro comportamiento personal y en segundo
lugar con nuestra labor evangelizadora que ¡Si existe Dios! Y Él nos juzgará a todos al final de los
tiempos.
A este respecto resulta interesante recordar las palabras de Cristo en su discurso escatológico sobre el futuro de los seres humanos, a la salida del templo, en presencia de sus discípulos (Mc 13, 6-13):
-Y cuando oigáis hablar de
guerras y noticias de batallas no os alarméis porque es necesario que eso
suceda, pero todavía no será el fin.
-Porque se levantarán pueblos
contra pueblos y reinos contra reinos; habrá hambre y terremotos por diversos
lugares. Será el comienzo de los dolores.
-Mirad por vosotros mismos. Os
entregarán a los tribunales, os torturarán en las sinagogas y compareceréis
ante los gobernadores y los reyes por causa mía, daréis testimonio entre ellos.
-Pero antes de todo, el evangelio
será predicado a todos los pueblos.
-Cuando os lleven para entregaros no os angustiéis por lo que habéis de decir, decid lo que os sea inspirado en aquella hora, pues no habláis vosotros, sino el Espíritu Santo.
-El hermano entregará a la muerte a su hermano, y el padre al hijo y los hijos se alzarán contra los padres y los matarán.
-Cuando os lleven para entregaros no os angustiéis por lo que habéis de decir, decid lo que os sea inspirado en aquella hora, pues no habláis vosotros, sino el Espíritu Santo.
-El hermano entregará a la muerte a su hermano, y el padre al hijo y los hijos se alzarán contra los padres y los matarán.
-Y seréis aborrecidos de todos a
causa de mi nombre; más el que fuera constante hasta el fin, éste se salvará.
Estas palabras proféticas de Cristo se han cumplido ya, en gran parte, pero todavía siguen vigentes porque iban destinadas no solamente a sus Apóstoles sino a todos los hombres que han existido y existirán hasta el fin de los siglos.
Uno de muchos Pontífices que en el pasado se interesaron por el tema de la evangelización, Pio XI,
en su Carta Encíclica <Rerum Ecclesiae>, sobre la acción misionera, aseguraba:
"El deber de nuestro amor exige,
sin duda, que procuremos aumentar cuanto podamos el número de aquellos
que conocen a Cristo y le adoran en <espíritu y verdad> (Jn 4, 24)...
Si Cristo puso como nota
característica de sus discípulos el amarse mutuamente (Jn 13,35; 15,12), ¿que
mayor ni más perfecta caridad podremos mostrar a nuestros hermanos que el
procurar sacarlos de las tinieblas de la superstición e iluminarlos con la
verdadera fe de Jesucristo?"
Sin embargo, en el llamado Antiguo Continente, donde llegó tan pronto la evangelización, y floreció de forma tan espectacular el cristianismo, en los últimos tiempos, probablemente ya a partir del siglo XVII y hasta nuestros días haya habido una descristianización paulatina que ha llevado a un fuerte avance de la secularización en muchos ambientes; a crecientes tendencias hedonistas y en general a un deseo profundo del hombre de olvidarse de Dios.
Los progresos científicos presentados con frecuencia al margen de toda consideración moral, los horizontes vertiginosos que no cesan de abrir las tecnologías informáticas y otra serie de avances en distintos campos de las investigaciones humanas, son según Javier Sesé (Historia de la espiritualidad. Capitulo XI. Balance de los últimos decenios del siglo XX) retos cada vez mayores para la labor evangelizadora, y por consiguiente, para la búsqueda de la santidad personal de millones de <cristianos corrientes inmersos en esta sociedad cambiante>.
A raíz del Concilio Vaticano II,
que por otra parte tantos beneficios ha dado a la Iglesia católica, según el
mismo autor, la vida sacerdotal sufrió una terrible crisis en los años
postconciliares, sobre todo en los países del llamado <primer mundo>, tanto por
la notable pérdida de vocaciones como por el cuestionamiento intelectual, de
fondo, de la propia identidad sacerdotal.
Una crisis parecida sufrieron
después de Vaticano II la mayoría de las órdenes y congregaciones religiosas,
con gran disminución de las vocaciones y algunos defectos de interpretación de
los Evangelios, e incluso planteamientos teológicos bastante confusos sobre la
propia naturaleza de la vida consagrada.
Entre otros factores, parece claro que en muchos casos predominó un excesivo, aunque bien intencionado, afán de novedad y adaptación al mundo contemporáneo, frente a la fidelidad al propio espíritu y carisma, tan importante en cualquier camino espiritual suscitado por el Espíritu Santo en la Iglesia.
Entre otros factores, parece claro que en muchos casos predominó un excesivo, aunque bien intencionado, afán de novedad y adaptación al mundo contemporáneo, frente a la fidelidad al propio espíritu y carisma, tan importante en cualquier camino espiritual suscitado por el Espíritu Santo en la Iglesia.
A pesar de esta imagen tan poco
alentadora que en un principio pareció sufrir la Iglesia de Cristo tras la
celebración del Concilio, la verdad es que algunos de estos problemas se han
ido subsanando y así por ejemplo en las familias religiosas el mismo autor
advierte lo siguiente:
"La recuperación, está en marcha,
sobre todo en varias órdenes de tipo contemplativo, que aguantaron mejor la
crisis; mientras que algunas otras de fundación más reciente son las que
manifiestan mayor rigor: quizá precisamente, por estar mejor arraigadas en las
necesidades apostólicas de la sociedad actual y también por la mayor proximidad
al carisma fundacional”Un ejemplo magnífico a este respecto lo tenemos en las misioneras de la caridad de la Madre Teresa de Calcuta la cual tras una inspiración divina fundada en la imagen de Cristo crucificado cuando dijo “Tengo sed”, fue capaz de realizar esta obra maravillosa que tantos frutos ha dado y sigue dando a la Iglesia.
Precisamente el Papa Juan Pablo II en su homilía del 19 de octubre de 2003 durante la Eucaristía celebrada en la beatificación de la Madre Teresa, aseguraba que:
Y sigue diciendo el Papa más
adelante en esta misma homilía:
“Contemplación y acción,
evangelización y promoción humana: la Madre Teresa proclama el Evangelio, con
su vida entregada por entero a los pobres, pero al mismo tiempo envuelta en la
oración….
Su vida fue una vida radical y
una valiente proclamación del Evangelio”.