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jueves, 23 de marzo de 2017

JESÚS EL VERBO ENCARNADO


 
 
 
 



Cuando los hombres bajo la acción de su mortal enemigo intentan descartar el Santo Misterio de la Encarnación de Jesús, que tuvo lugar en el vientre de una joven, la  Virgen María, Madre de Dios, es necesario recordar de nuevo, y alabar este gran evento que ocurrió hace ya más de 2000 años.

En realidad esta perversa pretensión ha persistido, desde el origen del universo, y ya en tiempos próximos al nacimiento de Jesús, ocurrió que el rey Herodes informado por unos magos de Oriente de la llegada del rey de los judíos, es decir, aquel salvador del mundo denominado Mesías por el pueblo de Israel, se alarmó enormemente y con él toda su corte (Mt 1, 1-3):
-Unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén

-preguntado: < ¿Dónde está el que ha nacido, el rey de los judíos? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo>.
-Al oír esto el rey Herodes, se inquietó, y con él toda Jerusalén

 



Herodes entonces convocó a todos los sumos sacerdotes y a los maestros de la Ley y les interrogó sobre la ciudad en que tendría lugar hecho tan trascendente, pues estaba asustado pensando que la llegada del Mesías provocaría el final de su poder y en definitiva de su reinado (Mt 2, 1-12); por eso, él pretendía acabar con este posible nacimiento, de la forma que fuera, por lo que les rogó a los magos que regresaran, después de ver al Santo Niño, y le informaran del sitio exacto donde se encontraba.




Sin embargo los magos fueron avisados por medio de un ángel del Señor para que no accedieran al deseo de Herodes y regresaron a sus lugares de origen por otros caminos, dejando al sanguinario rey con la terrible duda respecto al posible nacimiento del Hijo de Dios, esto es, al cumplimiento del Misterio de la Encarnación.

Desde entonces, y hasta nuestros días, muchos hombres llevados por el espíritu del <padre de la mentira>, han querido mostrar que: Aún no ha venido el Mesías a este mundo, que Cristo no es el Mesías, que es sólo un hombre, una especie de profeta,  un visionario, o algo parecido... Pero no, Jesús es el Verbo Encarnado, el Hijo de Dios Vivo...

Recordemos a este respecto las grandes herejías del gnosticismo, nestorianismo, monofisismo, monotelismo, arrianismo, y muchas más, que se han ido sucediendo a lo largo de los siglos después de la primera venida de Jesucristo al mundo; todas ellas cristologicas que han sido refutadas por los Padres de la Iglesia en los correspondientos Concilios Ecumenicos.

Sin duda, ante tanta maldad la Iglesia de Cristo tiene que responder con fuerza recordando a sus hijos y al mundo entero que Jesús es el Verbo Encarnado, que hace ya muchos siglos que vino para salvarnos y que volverá, en su día de nuevo (Parusía), para impartir justicia.



Recordemos por otra parte, que la designación de Pedro como Cabeza de la Iglesia por Jesús, tuvo lugar en Cesarea de Filipo, acto seguido de la profesión de fe de éste. Sucedió que al llegar Jesús con sus discípulos a esta región de Galilea, se interesó por los comentarios que hacían las gentes sobre él; les dijo (Mt 16,13): ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? La respuesta de Pedro fue tajante (Mt 16,16): Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

El Papa San Juan Pablo II al comienzo de su Pontificado en la Homilía del domingo 22 de Octubre de 1978 se refería a los acontecimientos que hemos recordado, remarcando el hecho de que esta profesión de Pedro daba lugar al comienzo de la misión de los Pontífices en la historia de la salvación, en la historia del pueblo de Dios.




Años más tarde, este sucesor de Pedro, en una entrevista concedida a un prestigioso periodista se expresaba en los siguientes términos ante la pregunta, Jesús-Dios ¿No es una pretensión excesiva?
(Cruzando el umbral de la esperanza. Editado por Vittorio Messori. Círculo de lectores 1997):
“Desde que Pedro confesó: Tú eres el Mesías el Hijo de Dios vivo, Cristo está en el centro de la fe y de la vida de los cristianos, en el centro de su testimonio, que no pocas veces ha llegado hasta la efusión de sangre…
Se podría hablar de una concentración cristológica del cristianismo, que se produjo ya desde el inicio...
Esto se refiere en primer lugar a la fe y se refiere también a la tradición viva de la Iglesia.
Una expresión peculiar suya tanto en el culto Mariano cómo en la mariología es que: fue concebido del Espíritu Santo (Encarnación), y nació de María Virgen”

 



En consecuencia, así se expresa el Misterio de la <Encarnación del Verbo> que forma parte del <Credo Apostólico>:
“Yo creo en Dios, Padre Omnipotente, creador del cielo y la tierra; y en Jesucristo, Su único Hijo, nuestro Señor, el cual fue concebido del Espíritu Santo, nació de María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilatos…”





Este llamado <Símbolo o Credo Apostólico> sigue diciendo el Papa (Ibid):

“Es la expresión de la fe de Pedro y de toda la Iglesia…

Pero desde el siglo IV entrará también en el uso catequético y litúrgico el Símbolo o Credo <Niceno-Constantinopolitano>, que amplía su enseñanza…

En Nicea y Constantinopla se definió que Jesucristo es <Hijo único del eterno Padre, engendrado y no creado, de su misma substancia, por medio del cual todas las cosas han sido creadas>”

 
 
 


Por otra parte, tal como leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica (nº 457):

“Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdido la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacía falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia esos razonamientos? ¿No merecerían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana para visitarla, ya que la humanidad se encontraba en un estado tan miserable y tan desgraciado?” (San Gregorio de Nisa, Oratorio Cathechética, 15: TG 45, 48B).

 
 




Son las palabras de san Gregorio de Nisa del cual el Papa Benedicto XVI en su Audiencia general el miércoles 29  de agosto de 2007 hacía la siguiente semblanza:

“Nació alrededor del año 335 d.C. De su formación cristiana se encargaron especialmente su hermano San Basilio, definido por él mismo, como <padre y maestro>, y su hermana Santa Macrina.
En sus estudios profundizó particularmente en la filosofía y la retórica. En un primer momento se dedicó a la enseñanza y parece que se casó. Años más tarde (libre de impedimentos), como su hermano y su hermana, se consagró totalmente a la vida ascética.
Sin embargo pasado el tiempo, fue elegido Obispo de Nisa, y se convirtió en pastor celoso, conquistando la estima de la comunidad.
Injustamente acusado de malversaciones económicas por unos adversarios herejes, tuvo que abandonar por un tiempo su Sede Episcopal, pero luego, limpio de toda culpa, regresó triunfalmente y prosiguió su lucha para defender la auténtica fe…
En su gran discurso catequístico <Oratio Catechética magna>, expuso las líneas fundamentales de la teología, no para elaborar una teología académica cerrada en sí misma, sino para ofrecer a los catequistas un sistema de referencia para sus explicaciones; como una especie de marco en el que se mueve después la interpretación pedagógica de la fe”


No cabe duda que gracias a hombres santos y cultos como san Gregorio de Nisa la Iglesia de Cristo ha logrado combatir tantas heregias como iban surgiendo a lo largo de su historia. Sin embargo la batalla todavía sigue, pues aunque el Hijo de Dios se hizo hombre como recitamos en el Credo, aún algunos hombres se preguntan: ¿Qué significa la palabra central, Encarnación, para la fe cristiana?

 



El Papa Benedicto XVI en su Audiencia General del miércoles 9 de enero de 2013 analizó este tema de naturaleza teológica:
“Encarnación deriva del latín <incarnatio>. San Ignacio de Antioquía (Padre Apostólico de la Iglesia, de finales del siglo I) y, sobre todo San Ireneo (Obispo de Lyon. Adversario del gnosticismo en el siglo II d.C.), usaron este término reflexionando sobre el Prólogo del Evangelio de San Juan, en especial sobre la expresión: <el Verbo se hizo carne> (Jn 1,14).

Aquí, la palabra <carne>, según el uso hebreo, indica el hombre en su integridad, todo el hombre, pero precisamente bajo el aspecto de su caducidad y temporalidad, de su pobreza y contingencia.

Esto quiere decir que la salvación traída por el Dios, que se hizo carne en Jesús de Nazaret, toca al hombre en su realidad concreta y en cualquier situación en que se encuentre...

Dios asumió la condición humana para sanarla de todo lo que le separa de Él, para permitirnos llamarle, en su Hijo unigénito, con el nombre de <Abba> (Padre),  y ser verdaderamente hijos de Dios.

San Ireneo afirma: <Éste es el motivo por el cual el Verbo se hizo hombre, Hijo del hombre: para que el hombre, entrando en comunión con el Verbo y recibiendo de este modo la filiación divina, llegara a ser hijo de Dios>”
(Adversus haereses, 3, 19, 1: TG 7, 939; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 460).

 
 


En efecto, Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo y nació de la Virgen María. Jesús significa Salvador y en el Evangelio de San Lucas se precisa que María era virgen antes del nacimiento de Jesús y permaneció virgen en el momento del parto y después del parto (Lc 1,26-):

“Envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret / a una joven virgen, prometida de un hombre descendiente de David, llamado José / La virgen se llamaba María / Entró donde ella estaba, y le dijo: <Alégrate llena de gracia; el Señor está contigo> / Ante estas palabras, María se turbó y se preguntaba que significaba tal saludo / El ángel le dijo: <no tengas miedo, María porque has encontrado gracia ante Dios / Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús / Será grande y se llamará Hijo del Altísimo… / María dijo al ángel: <¿Cómo será esto, pues no conozco varón?> / El ángel contestó: <El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Niño que nazca será Santo y se llamará Hijo de Dios>”

 



Los Pontífices de todos los tiempos han sentido un respeto inmenso por el Misterio de la Encarnación así como amor infinito hacia la mujer virgen a través de la cual se hizo el Milagro de entrada en el mundo de Dios hecho hombre.

Son muchas las declaraciones realizadas en este sentido a lo largo de los siglos de la historia de la cristiandad, por los Papas y Padres de la Iglesia, pero remitiéndonos a los tiempos presentes hay que reconocer que al Papa San Juan Pablo II se  deben gran número de los testimonios sobre este
misterio de la Encarnación.

Así por ejemplo, en su Homilía del domingo 22 de octubre de 1978, al comienzo de su Papado se expresaba lleno de emoción por la misión a la que, el Señor le había llamado con estas significativas palabras (Homilía del Papa San Juan Pablo II al  comienzo de su Pontificado. Plaza de San Pedro domingo 22 de octubre de 1978):



“Hoy y aquí, en este lugar, es necesario pronunciar y escuchar de nuevo las mismas palabras: <Tú eres el Cristo,  el Hijo de Dios vivo>.

Sí, hermanos e hijos ante todo estas palabras...

Su contenido revela a nuestros ojos el misterio de Dios vivo, misterio que el Hijo conoce y nos ha acercado. En efecto, nadie ha acercado el Dios vivo a los hombres, ninguno lo ha revelado como lo ha hecho el Hijo mismo.

En nuestro conocimiento de Dios, en nuestro camino hacia Dios estamos totalmente ligados a la potencia de estas palabras: <Quien me ve a Mí, ve también al Padre>.
El que es infinito, inescrutable, inefable, se ha acercado a nosotros en Cristo Jesús, el Hijo unigénito, nacido de María Virgen en el portal de Belén.

Vosotros todos, los que tenéis ya la inestimable suerte de creer, vosotros todos los que todavía buscáis a Dios, y también vosotros los que estáis atormentados por la duda: acoged de buen grado una vez más – hoy y en este sagrado lugar – las palabras pronunciadas por Simón Pedro.

En estas palabras está la fe de la Iglesia. En ellas está la nueva verdad, es más, la verdad última y definitiva sobre el hombre: <Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo>”

 



Sí, para el Papa san Juan Pablo II, el Dios vivo, el Hijo de Dios, estaba presente siempre en todos sus actos públicos y privados, así por ejemplo, unos años después en la solemne celebración de la Eucaristía en honor a la Inmaculada Concepción de la Virgen María, el 8 de diciembre de 1984 nos hablaba de la Virgen y del papel tan importante que ésta tuvo en el Misterio de la Encarnación:
“<Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo> (Lc 1, 28)





Cuando fueron pronunciadas estas palabras por Arcángel, el Adviento esperado por la humanidad alcanzó su fénix…
Este saludo – en boca del Arcángel – Prepara la revelación de la Divina Maternidad de María (Lc 1, 30-35) : 

<No temas, María, pues Dios te ha concedido su favor / Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús / .../ El Espíritu Santo vendrá sobre tí y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y se llamará Hijo de Dios>... 

La plenitud de gracia, significa la Maternidad Divina. La plenitud de gracia, significa también la Inmaculada Concepción. La Inmaculada Concepción es con miras a la Maternidad Divina...
Éste es el orden de la gracia, es decir, de la economía salvífica de Dios…"



Así pues, el misterio de la Inmaculada Concepción de la Virgen María nos lleva a Belén y, a la vez, al Calvario y en cierto sentido, nos guía al Calvario y luego a Belén, tal como nos sigue enseñando el Papa Juan Pablo II (Ibid):
"María fue redimida de forma particular en el primer instante de su concepción, en previsión del Sacrificio de Cristo Redentor en el Calvario para poder convertirse en Madre del Redentor, en Nazaret y en Belén...

Estos años, en los que nos acercamos al final del segundo milenio se hace particularmente significativo para nosotros el período de Adviento. Lo mismo que entonces el pueblo elegido y con él toda la humanidad se preparaba a la venida del Salvador, así ahora la Iglesia se prepara juntamente con la humanidad al gran jubileo del nacimiento de Cristo…
La inmaculada Concepción es el primer signo y, a la vez, anuncio del tiempo nuevo.




Es comienzo de esa plenitud de los tiempos de la que habla el Apóstol. Brilla no sólo en el horizonte del primer Adviento definitivo, al que se acerca continuamente la humanidad <sin saber ni el día ni la hora> (Mt 25,13)"
 

Prosigue el Papa Juan Pablo II en la Audiencia General del 28 de enero de 1987, hablándonos con gran conocimiento de causa,  sobre la acción del Espíritu Santo en la concepción de Jesús:

“La revelación de la intervención del Espíritu Santo en la concepción de Jesús, indica el comienzo, en la historia del hombre, de la nueva generación espiritual que tiene un carácter estrictamente sobrenatural (1 Cor 15, 45-49).



De este modo Dios Uno y Trino <se comunica> a la criatura mediante el Espíritu Santo...

Es el misterio al que se pueden aplicar las palabras del Salmo (103/104, 30): <Envía tu Espíritu, y serán creados, y renovarás la faz de la tierra>.

En la economía de esa comunicación de Sí mismo, que Dios hace a la criatura, la concepción virginal de Jesús, que sucedió por obra del Espíritu Santo, es un acontecimiento central y culminante.

Él inicia la <nueva creación>. Dios entra así en un modo decisivo en la historia para actuar sobre el destino sobrenatural del hombre, o sea, la predestinación de todas las cosas en Cristo.

Es la expresión definitiva del Amor salvífico de Dios al hombre...En la actuación del plan de la salvación hay siempre una participación de la criatura. Así en la concepción de Jesús por obra del Espíritu Santo, María participa de forma decisiva"



Como estamos recordando el Papa San Juan Pablo II ha sido un gran promulgador del Misterio de la Encarnación y siempre que tenía ocasión lo ponía de manifiesto en sus catequesis y homilías.

Así por ejemplo, diez años después de la Audiencia General anteriormente aludida, más concretamente el miércoles 10 de diciembre de 1997 en otra Audiencia General, nos habló de la Encarnación como ingreso de la eternidad en el tiempo.

En esta Audiencia el Santo Padre nos invitaba a conmemorar los dos mil años de cristianismo, esto es, nos remontaba al acontecimiento que inaugura la era cristiana: el nacimiento de Jesús, del que el Evangelio de san Lucas nos da información clara y al mismo tiempo, enriquecedora.
Pues bien, el nacimiento de Jesús según aseguraba el Papa pone en evidencia el Misterio de la Encarnación, el cual tuvo lugar en el seno de la Virgen en el mismo momento del anuncio del ángel, de este modo, nació de ella un niño que iba a ser el instrumento dócil y responsable del plan divino, concebido por obra del Espíritu Santo.




Así pues, el Hijo de Dios, comienza a vivir primero como niño y luego crece tal como nos dice el Evangelio de San Lucas: <en sabiduría, en estatura, y en gracia ante Dios y ante los hombres> (Lc 2,52). De esta forma el Hijo de Dios se nos manifestó también como verdadero hombre.

Sigue diciendo el Papa, a este respecto, que (Ibid)):

“La Encarnación es fruto de un inmenso amor, que impulsó a Dios a querer compartir plenamente nuestra condición humana.
El hecho de que el Verbo de Dios se hiciera hombre produjo un cambio fundamental en la condición misma del tiempo. Podemos decir que, en Cristo, el tiempo humano se colmó de eternidad.
Es una transformación que afecta al destino de toda la humanidad, ya que <el Hijo de Dios, con su Encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre (Gudium et spes, 22). Vino a ofrecer a todos la participación de su vida divina.

 



El don de esta vida conlleva una participación en su eternidad. Jesús lo afirmó, especialmente a propósito de la Eucaristía: <El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna> (Jn 6,54).

El efecto del Banquete Eucarístico es la posesión, ya desde ahora, de esa vida. En otra ocasión, Jesús señaló la misma perspectiva a través del símbolo del agua viva, capaz de apagar la sed, el agua viva de su Espíritu, dada con vistas a la vida eterna (Jn 4,14).

La vida de la gracia revela, así, una dimensión de eternidad que eleva la existencia terrena y la orienta, en una línea de verdadera continuidad,  al ingreso en la vida celestial”

El Papa Juan Pablo II era un hombre lleno de optimismo y de fe en Dios, por eso, en otra ocasión se expresaba en los siguientes términos:

“El Verbo eterno, al hacerse hombre, entró en el mundo y lo acogió para redimirlo. Por tanto, el mundo no sólo está marcado por la terrible herencia del pecado; es, ante todo, un mundo salvado por Cristo, el Hijo de Dios, crucificado y resucitado. Jesús es el redentor del mundo, el Señor de la historia. <Eius sut témpora et saecula>: suyos son los años y los siglos. Por eso creemos que, al entrar en el tercer milenio junto con Cristo, cooperaremos en la transformación del mundo redimido por Él. Mundus cratus, <mundus redemptus>…
Desgraciadamente, la humanidad cede a la influencia del mal de muchos modos. Sin embargo, impulsada por la gracia, se levanta continuamente, y camina hacia el bien guiada por la fuerza de la redención. Camina hacia Cristo, según el proyecto de Dios Padre”

 
 
 
Estas eran las optimistas palabras del Papa  Juan Pablo II en el año 1999 pero no cabe duda de que sus buenos deseos, hasta el momento, no se ha cumplido del todo. Él mismo presentía en el año 2001 que esto podría llegar a ser así
(Homilía del Santo Padre San Juan Pablo II. Celebración Eucarística de la Misericordia Divina. Domingo, 22 de abril del 2001):

“Tanto los creyentes como los no creyentes, pueden admirar el Cristo humillado y sufriente, que lo une a nuestra condición humana más allá de cualquier medida imaginable. La Cruz, incluso después de la Resurrección del Hijo de Dios, <habla y no cesa nunca de decir que Dios Padre es absolutamente fiel a su eterno amor por el hombre… Creer en ese amor significa creer en la misericordia>.



Queremos dar gracias al Señor por su amor que es más fuerte que la muerte y el pecado. Ese amor se revela y se realiza con misericordia en nuestra existencia diaria, e impulsa a todo hombre a tener, a su vez, misericordia hacia el crucificado. ¿No es precisamente amar a Dios y amar al prójimo, e incluso a los enemigos, siguiendo el ejemplo de Jesús, el programa de vida de todo bautizado y de la Iglesia entera?”

Han pasado ya bastantes años desde que el Papa San Juan Pablo II proclamaba <La Misericordia Divina> y alentaba a los hombres a seguir su ejemplo, pero parece que los seres humanos siguen comportándose según las palabras que en su día dijo el Señor refiriéndose a la razón por la cual les hablaba en parábolas a sus discípulos y a las gentes que le seguían (Mt 13, 12-15):

-Por esto les hablo en parábolas, porque miran y no ven, escuchan y no oyen ni entienden.

-Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: <Oiréis pero no entenderéis, miraréis pero no veréis>.

-Porque la mente de este pueblo está embotada, tiene tapado los oídos y los ojos cerrados, para no ver nada con sus ojos ni oír con sus oídos, ni entender con la mente ni convertirse a mí para que yo los cure.

 


Por eso nuestro Pontífice actual, el Papa Francisco, en la misa matutina realizada en la capilla de la Domus Sanctae Marthae nos habló el sábado 1 de junio de 2013 del <Escándalo de la Encarnación> y lo hizo con palabras claras y sugerentes.

Entre las muchas cosas que subrayó, citaremos aquellas que hacen referencia a la seducción del demonio, que muchas veces se expresa con palabras engañosas, como por ejemplo:

<Pero vosotros, cristianos, sed un poco más normales, como las otras personas, ¡Razonables!... Este es un discurso de encantadores de serpientes: <Pero, sed así ¡No!, un poco más normales no seáis tan rígidos>…”

 


Según el Papa Francisco, detrás de todas estas recomendaciones de Satanás y sus acólitos se encuentra el <Escándalo de la Encarnación> del Verbo. En este sentido ha subrayado el Papa  también que:
“Siempre estará la seducción de hacer cosas buenas sin el escándalo del <Verbo Encarnado>, sin el <Escándalo de la Cruz>.

Debemos en cambio <ser coherentes con este escándalo, con esta realidad que escandaliza>.

Es <mejor así: la coherencia de la fe>”.


Finalmente tras esta breve reflexión sobre Jesús y el Verbo Encarnado recordaremos las hermosas palabras que Papa San Juan Pablo II pronunció el 1 de enero de 1999 con motivo de la solemnidad de María Madre de Dios:

“Pidamos al Señor no tener vergüenza de vivir con este <Escándalo de la Cruz>, y también la sabiduría.

Pidamos la sabiduría de no dejarnos atrapar por el espíritu del mundo, que siempre nos hará propuestas educadas, propuestas cívicas, propuestas buenas, pero detrás de ellas está la negación del hecho de que el Verbo ha venido en la carne, de la <Encarnación del Verbo>.

Que al final es eso lo que escandaliza a aquellos que persiguen a Jesús, es eso lo que destruye la obra del diablo. Así sea”