Jesús nos enseñó a orar, el nos dio la
plegaria del Padrenuestro, durante su Sermón de la Montaña (Mt 6, 9-13), y nos
pidió que tuviéramos absoluta confianza en los efectos de la oración (Mt 7, 7-11):
-Pedid, y se os dará; buscad, y
hallaréis; llamad, y se os abrirá;
-porque todo el que pide, recibe;
y el que busca halla; y al que llama se le abrirá
-¿O quién habrá entre vosotros a
quién su hijo pidiere pan?
¿Por ventura le dará una piedra?;
-o también le pidiere un pescado,
¿por ventura le dará una serpiente?
-Sí, pues, vosotros, con ser
malos, sabéis dar dádivas buenas a vuestros hijos, ¿Cuánto más, vuestro Padre celestial
dará bienes a los que se lo pidieren?
Jesús con su vida en oración nos
puso de manifiesto, así mismo, la absoluta necesidad que tenemos todos los
seres humanos de orar, ya que si Él, siendo Hijo Unigénito de Dios y Dios
verdadero, necesitaba de la plegaria para preparar su espíritu, cuanto más
necesitaremos los hombres, hijos adoptivos de Dios, de esta ayuda inestimable. El
Papa San Juan Pablo II, consciente de esta necesidad imperiosa y antes los retos
que se avecinaban para Iglesia, al comienzo de su Pontificado advertía:
“Solamente la oración puede
lograr que todos estos grandes cometidos
y dificultades que se suceden no se conviertan en fuente de crisis, sino en
ocasión y como fundamento, de conquistas cada vez más maduras en el camino del
pueblo de Dios hacia la Tierra Prometida…”.
En la vida espiritual, de los
primeros cristianos, destacaba la práctica de la oración comunitaria e
individual, en forma <oral>, y el <Padrenuestro> era tomado
siempre, como principal modelo de plegaria.
Sí, el “Padrenuestro”, es la
oración fundamental de la Iglesia, pues como aseguraba, así mismo, el Papa
Benedicto XVI, en su libro “Jesús de Nazaret” (Primera parte), cuando lo
rezamos:
“Se cumple en nosotros la promesa
de Jesús respecto a los verdaderos adoradores, a los que adoran al Padre <en
espíritu de verdad> (Jn 4,23). Cristo que es la Verdad nos ha dado estas
palabras y en ellas nos da el Espíritu Santo”
Por otra parte, según el Papa Benedicto XVI, es significativo el hecho de que el evangelista
San Lucas, relacionara la oración del
Padrenuestro, con la oración personal de Jesucristo, y de aquí que resulte
esencial escuchar y entender lo que Jesús quiere decirnos con ella.
Debemos, según nos dice el Papa
intentar descubrir realmente, a lo largo de esta oración, los pensamientos de
Jesús, es decir, lo que nos quería transmitir a través del Padrenuestro,
teniendo en cuenta además que es una plegaria personal del Hijo con el Padre
(Lc 11, 1-4):
-Y sucedió que estando El en
cierto lugar orando, como hubo acabado, le dijo uno de sus discípulos:
-Señor, enséñanos a orar, lo
mismo que Juan enseñó a sus discípulos.
-Les dijo: Cuando os pongáis a
orar, decid: <Padre, sea santificado tu nombre; venga tu reino;
-el pan de nuestra subsistencia
dánoslo cada día;
-y perdónanos nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe; y no nos metas en la
tentación>
Entre las peticiones que el
hombre hace al rezar el Padrenuestro tenemos en primer lugar: <Sea
santificado tu nombre>
Que nos recuerda, según el Papa
Benedicto XVI (Ibid), el segundo
mandamiento de la ley de Dios: <No pronunciarás el nombre del Señor, en
falso>
La segunda petición del
Padrenuestro es: <Venga tu reino>
Y con ella reconocemos la primacía de Dios, pues como nos dice el
Papa Benedicto, en la bibliografía anteriormente mencionada:
“Donde Él no está, nada puede ser
bueno. Donde no se ve a Dios, el hombre decrece y decrece también el mundo…
Con la petición <Venga tu
reino> (¡no el nuestro!), el Señor nos quiere llevar precisamente a este
modo de orar y establecer las prioridades de nuestro obrar…
El Reino de Dios llega a través
del que escucha. Ese es su camino. Y por eso nosotros hemos de rezar siempre”
Todas las peticiones del Padrenuestro
son importantes, pero quizás la que supera a todas, es la última: <No nos
metas en tentación>, o lo que es lo mismo, <No nos dejes caer en la
tentación y líbranos del mal >
Sí, porque el maligno siempre
está al acecho y el hombre, pide ayuda urgente, con esta plegaria al Padre,
porque desea ser redimido por Él, de ese Mal que le acecha a cada paso, a
lo largo de su vida.
Jesús sabía, que el hombre
necesitaba apoyarse en la oración, para contrarrestar la acción del maligno,
pues aunque espiritualmente, muchas veces, se encuentre dispuesto a asumir las
dificultades del día a día, la carne le lleva por los derroteros del Mal, para
su desgracia, y es por ello que Jesucristo con su vida en oración nos quiere dar
el ejemplo a seguir.
A tal propósito, recordemos con
cuanta humildad se dirige Jesús a su Padre del cielo, para pedirle por los
<suyos>, por aquellos que Él le había dado, para que continuaran su labor
evangelizadora, después de su Pasión, Muerte y Resurrección (Jn 17, 6-10):
-Manifesté tu nombre a los
hombres que me distes del mundo, tuyos
eran, y tú me los distes; y tu palabra han guardado. Ahora han conocido que
todo cuanto me has dado de ti viene;
-pues las palabras que me
confiaste, yo las he comunicado a ellos, y ellos las recibieron, y conocieron
verdaderamente que de ti salí, y creyeron que tú me enviaste.
-Por ellos yo ruego: no ruego por
el mundo, sino por aquellos que me has encomendado, pues tuyos son…
Esta oración sacerdotal de Jesús,
pudo tener lugar antes de encaminarse con sus Apóstoles hacía el huerto de
Getsemaní, donde había de producirse su apresamiento, por la traición de Judas
Iscariote. Ejemplo maravilloso de amor y de humildad, el que nos da Jesús con
la misma.
<La oración es una relación de
Alianza entre Dios y el hombre en Cristo…Es acción de Dios y del hombre; brota
del Espíritu Santo, dirigida por completo al Padre; en unión con la voluntad
humana del Hijo de Dios hecho hombre>. Esta definición del Catecismo está en
total concordancia con la <oración testamentar de Jesucristo> En ella
Jesús proclama su tarea reveladora del Padre; le glorifica, manifiesta su
nombre, le da su palabra, es en definitiva el enviado del Padre al que retorna
una vez que ha cumplido su misión, en perfecta unión con Él.
El Señor como hombre nacido en el
pueblo de Israel, rezaba muchas veces con el Salterio, el libro por excelencia para orar en la antigüedad,
pero también muy adecuado en nuestros días. Todos los Salmos del Antiguo
Testamento son excelentes para sobrellevar las dificultades de la vida del ser
humano, que ha cambiado poco, desde el punto de vista, de la presencia del
demonio y sus consecuencias, pero si hubiera que destacar alguno, recordaríamos
en primer lugar el Salmo (2), tantas veces recitado por el pueblo de Israel con
ocasión de grandes desgracias o alegrías, como sucedió cuando los Apóstoles, Pedro y Juan, se libraron de la
cárcel, donde injustamente habían estado retenidos (Hechos de los Apóstoles 4,
23-31 ):
-Puestos en libertad, se fueron a
los suyos y les refirieron todo cuanto los sumos sacerdotes y los ancianos les
habían hecho.
-Ellos, como lo oyeron, movidos
de un mismo sentimiento, elevaron la voz hacia Dios y dijeron: <Señor, tú
eres el Dios que hizo el cielo, la
tierra y la mar y todo cuanto existe en ellos
-el que por el Espíritu Santo por
boca de nuestro padre David, tu siervo, dijo
¿Por qué se embravecieron las naciones
y los pueblos tramaron vanidades?
-Acudieron los reyes de la
tierra, y los jefes se juntaron en un haz, en contra del Señor y en contra de
su Ungido
En esta plegaria espontánea, de
la primitiva iglesia de Cristo, se puede apreciar, en primer lugar, la
seguridad absoluta de sus miembros en la inspiración divina de las Sagradas
Escrituras, y en segundo lugar, el significado profundo que la misma tenía para
los seguidores de Cristo, al igual que la tuvo en su tiempo para el antiguo
pueblo de Israel; ya que este Salmo y otros muchos, como por ejemplo, el
15(16), el 21(22), el 44(45), el 105(106) y el 136, son llamados <Salmos
reales> y tienen carácter <mesiánico>, porque proféticamente anuncian
la llegada del Mesías.
Por otra parte, aunque los <Salmos
regios>, desde el aspecto estrictamente literario, según algunos autores, no
tengan necesidad de interpretarse en el sentido <mesiánico>, lo cierto es
que la Iglesia de Cristo y en particular los Santos Padres y lo que es más importante,
nuestro Señor Jesucristo, le han dado éste carácter, justificable sin duda, por
la realidad de los hechos acaecidos y profetizados por ellos.
Por otra parte,
el Salmo (2), puede considerarse el <Salmo mesiánico>, por excelencia,
porque nos habla del <Ungido>, en referencia al Hijo del hombre, que
había de venir, lo cual se cumplió en la persona de Jesús, que fue perseguido y
humillado por los hombres <malvados> y ensalzado y Resucitado por su
Padre, en beneficio de toda la humanidad.
Así mismo el Salmo (2), es uno de los
más nombrados en la Santa Biblia ya que lo que nos viene a decir es que “El
Mesías, es el Rey de Sion y de toda la tierra”, cuestión comprobada a lo largo
de toda la historia de la Iglesia de Cristo, pues como profetiza el Salmo a
pesar de los constantes ataques de hombres <malvados>, al Señor y su
Ungido, en el pasado, y también en la actualidad, la Iglesia ha permanecido
<firme en la fe> y perseverante por encima del Mal, y así será hasta el
fin de los siglos.
El Salterio (Tehil-lim) está
constituido por 150 Salmos que por sus argumentos y contenidos presentan una
gran variedad de estilos, por lo que se hace difícil clasificarlos
adecuadamente, de una forma definitiva.
De cualquier manera, no sólo representa
el ejemplo más expresivo de la lírica del pueblo judío, además de la obra
religiosa de carácter poético más perfecta y acabada, sino que constituye sobre
todo el mejor libro de oraciones, que los hombres han utilizado en todos los
tiempos, para hablar con Dios, en todas
las situaciones de sus vidas, pues el ser humano debe confiar siempre en el
Señor que castiga a los <malos> y perdona a los <humildes de
corazón>.
Esta no es una <fe infantil>, como algunos quieren entender,
sino una <fe absoluta> en Dios y en el mensaje de su Hijo Unigénito,
nuestro Señor Jesucristo.
El Papa San Juan Pablo II, quiso restablecer
la utilidad del Salterio para realizar la <oración oral>, que bien hecha,
es un medio ideal para relacionarnos con el Señor y decidió llevar a cabo una
serie de catequesis, para mostrar a los fieles la riqueza del Salmo como
oración; precisamente en su audiencia general del miércoles 28 de marzo del
2001, entre otras cosas, nos dijo lo siguiente:
“En la Carta Apostólica: <Novo
millennio ineunte>, he manifestado mi deseo de que la Iglesia se caracterice
cada vez más por el arte de la oración, aprendiéndola siempre de manera
renovada de los labios del Divino Maestro. Este compromiso debe ser vivido
especialmente en la liturgia, fuente y culmen de la vida eclesiástica.
En esta
línea es importante prestar una mayor atención pastoral a la promoción de la <Liturgia
de las Horas>, como oración de todo el Pueblo de Dios. De hecho, si bien los
sacerdotes y los religiosos tienen un preciso deber de celebrarla, se propone
también vivamente a los laicos.
Este fue el objetivo que se planteó hace ya 30
años, mi venerado predecesor, Pablo VI, con la Constitución: <Laudis
canticum>, en la que determinaba el modelo vigente de esta oración, con el
deseo de que los Salmos y los Cánticos, que dan ritmo a la <Liturgia de las
Horas>, fueran comprendidos <con amor renovado por el Pueblo de Dios>”
Y más adelante en esta misma
audiencia anunciaba sus propósitos, en este sentido:
“Con este objetivo comenzamos hoy
una serie de catequesis sobre los Salmos y los Cánticos propuestos en la
oración matutina de Laudes. Deseo de este modo alentar y ayudar a todos a rezar
con las mismas palabras utilizadas por Jesús y presentes desde hace milenios en
la oración de Israel y en la de la Iglesia”
Por su parte, el Papa Benedicto
XVI prosiguió con esta labor iniciada por su predecesor en la Silla Papal, dispensándonos
también, con el beneficio de sus enseñanzas sobre el Salterio, y hasta la
fecha, comentó un gran número de ellos, entre los que cabe destacar los
siguientes:
Salmo 120(119) (El guardián de
Israel), Salmo 122(121) (El Señor, esperanza del pueblo), Salmo 125(124) (Dios,
alegría y esperanza nuestra), Salmo 126(125) (El esfuerzo humano es inútil sin
Dios), Salmo 135(134) (Himno pascual)…, Salmo 137(136) (Himno de acción de
gracias), Salmo 138(137) (Dios lo ve todo) etc.
Los Papas San Juan Pablo II y
Benedicto XVI, han coincidido al menos
en dos ocasiones en sus catequesis sobre los Salmos, y así nos encontramos, por
ejemplo, que los Salmos 134 y 143, han sido comentados y analizados en
profundidad por ambos.
La primera parte del Salmo (143),
fue comentado por el Papa San Juan Pablo II en su Audiencia General del
miércoles día 21 de mayo de 2003, y tres años después, en la Audiencia General
del miércoles 11 de enero de 2006, el Papa Benedicto XVI, también dedicó su
catequesis a este Salmo .
Para el Papa
Juan Pablo II, esta plegaria tiene las características de un Salmo real,
entretejido con otros textos bíblicos, para dar vida a una nueva composición de
oración, y quien habla, en primera persona es el mismo rey David, reconociendo
el origen divino de sus éxitos, (Audiencia General, 21 de mayo de 2003):
“El Señor es
presentado con imagines marciales, según la antigua tradición simbólica. En
efecto, aparece como un instructor militar, un alcázar inexpugnable, un escudo
protector, un triunfador. De esta forma se quiere exaltar la personalidad de
Dios, que se compromete contra el mal de la historia: no es un poder oscuro o
una especie de hado, ni un soberano impasible e indiferente respecto a las
vicisitudes humanas. Las citas y el tono de esta celebración divina guardan
relación con el himno de David que se conserva en el Salmo 17 y en el capítulo
22 del segundo libro de Samuel…
Sólo con el apoyo de Dios podemos superar los
peligros y las dificultades que encontramos diariamente en nuestra vida, sólo
contando con la ayuda del cielo podremos esforzarnos por caminar, <como el
antiguo rey de Israel>, hacia la liberación de toda opresión”
Por su parte,
Benedicto XVI, también considera que este Salmo real tiene carácter mesiánico,
(Audiencia General, 11 de enero de
2006):
“El himno
comienza con una bendición, es decir, con una exclamación de alabanza dirigida
al Señor, celebrado con una pequeña letanía de títulos salvíficos: es la roca
segura y estable, es la gracia amorosa, es el alcázar protegido, el refugio
defensivo, la liberación, el escudo que mantiene alejado todo asalto del mal.
También se utiliza la imagen marcial de Dios que adiestra a los fieles para la
lucha a fin de que sepan afrontar las hostilidades del ambiente, las fuerzas
oscuras del mundo”
La primera parte del Salmo (134) fue comentada
por el Papa San Juan Pablo II, en su Audiencia General del miércoles 9 de abril
de 2003, y dos años después, en la Audiencia General del miércoles 28 de
septiembre de 2005, el Papa Benedicto XVI, trató también sobre éste Salmo en su
catequesis.
El Papa San
Juan Pablo II, consideró que este Salmo era el “gran Hallel”, es decir, la alabanza
solemne y festiva que es preciso elevar al Señor con ocasión de la Pascua
(Audiencia General de 9 de abril de 2003):
“Al inicio nos
encontramos con la característica invitación a la alabanza, un elemento típico
de los himnos dirigidos al Señor en el Salterio. La invitación a cantar el
aleluya se dirige a los <siervos del Señor>, que en el origen hebreo se
presentan <erguidos>en el recinto Sagrado del Templo, es decir, en el
actitud de la oración.
Participan en
la alabanza ante todo los ministros del culto, sacerdotes y levitas, que viven
y actúan <en los atrios de la casa de
nuestro Dios>. Sin embargo, a estos <siervos del Señor>se asocian
idealmente todos los fieles. En efecto, inmediatamente después se hace mención
de la elección de todo el pueblo de Israel para ser aliado y testigo del amor
del Señor:<Él se escogió a Jacob…>. Desde
esta perspectiva se celebran dos cualidades fundamentales de Dios: es
<bueno> y es <amable>. El vínculo que existe entre nosotros y el
Señor está marcado por el amor, por la intimidad y por la adhesión gozosa”
Por su parte,
el Papa Benedicto XVI, inicia su catequesis sobre el Salmo (134) con las
palabras siguiente:
“Se presenta
ahora ante nosotros la primera parte del Salmo 134, un himno de índole
litúrgica, entretejida, de alusiones,
reminiscencias y referencias a otros textos bíblicos. En efecto, la liturgia
compone a menudo sus textos tomando del gran patrimonio de la Biblia un rico
repertorio de temas y de oraciones, que sostienen el camino de los fieles.
Sigamos la
trama orante de esta primera sección, que se abre con una amplia y apasionada
invitación a alabar al Señor. El llamamiento se dirige a los <siervos del Señor que estáis en la casa
de nuestro Dios>.
Por tanto,
estamos en clima vivo del culto que se desarrolla en el templo, el lugar
privilegiado y y comunitario de oración. Allí de modo eficaz la presencia de
<nuestro Dios>, un Dios <bueno> y <amable>, el Dios de la
elección y de la alianza...”
que decía así:
“Oh Señor,
muestra tu rostro sobre nosotros para bien en la paz, para ser protegidos por
tu poderosa mano, y líbrenos de todo pecado tu brazo excelso y de todos cuantos
nos aborrecen sin motivos. Danos concordancia y paz a nosotros y a todos los
que habitan sobre la tierra, como se la diste a nuestros padres que te
invocaron santamente en fe y verdad…”
Los Salmos son
oraciones maravillosas que nos pueden servir para aprovecharnos de los
beneficios que < flotan en el aire> bajo la acción del Espíritu Santo, porque
como recuerda el Papa Benedicto XVI, en
su libro Jesús de Nazaret (segunda parte):
“En estos
Salmos la historia pasada se convierte siempre en momento presente. La acción
de gracias por la liberación es al mismo tiempo un grito de socorro en medio de
las pruebas y las amenazas siempre nuevas…”