Este es el título de la Homilía que el Papa Francisco nos regaló un martes 22 de noviembre de 2016, durante la misa matutina por él celebrada en la capilla de la Domus Sanctae Marthae.
Recordemos antes de entrar a analizar lo que nos dijo nuestro Papa
actual, sobre este día que tendrá lugar en la Parusía, que unos años antes,
concretamente en el 2008, el Papa Benedicto XVI nos advertía que cualquier
discurso cristiano sobre las realidades últimas (escatología), debe partir
siempre del acontecimiento de la Resurrección de Cristo; según este
acontecimiento las realidades últimas ya han comenzado y, en cierto sentido, ya
están presentes (Audiencia General; miércoles 12 noviembre de 2008):
“Probablemente en el año 52 san Pablo escribió la primera de sus cartas, la primera carta a los Tesalonicenses, donde habla de la vuelta de Jesús, llamada Parusía, adviento, nueva y definitiva manifiesta presencia del Señor ( cf. 1 Ts 4, 13-18).
<Si creemos que Jesús murió y resucitó, de la misma manera Dios
llevará consigo a quienes murieron en Jesús>
Y continúa:
<Los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después
nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes,
junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires, y así estaremos siempre
en el Señor>
San Pablo describe la Parusía de
Cristo con acentos muy vivos y con imagines simbólicas, pero que trasmiten un mensaje sencillo y profundo: al
final estaremos siempre con el Señor. Este es, más allá de las imágenes, el
mensaje esencial: nuestro futuro es <estar con el Señor>; en cuanto creyentes,
en nuestra vida ya estamos con el Señor; nuestro futuro, la vida eterna, ya ha
comenzado”
“No queremos, hermanos, que ignoréis lo que se refiere a los que han
muerto, para que no os entristezcáis como esos otros que no tienen esperanza /
Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera también Dios, por
medio de Jesús, reunirá con Él a los que
murieron / Así pues, como palabra del Señor, os transmitimos lo siguiente:
nosotros, los que vivamos hasta la venida del Señor, no nos anticiparemos a los
que hayan muerto / porque, cuando la voz del Arcángel y la trompeta de Dios den
la señal, el Señor mismo descenderá del cielo, y resucitarán en primer lugar los que murieron en Cristo /
después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados junto
con ellos al encuentro del Señor en los aires, de modo que , en adelante
estemos siempre en el Señor / Por tanto, animaos mutuamente con estas palabras”
San Pablo no pretendía con estas palabras fijar el día en que tendrá lugar la Parusía, esto es un tema desconocido para los hombres y por tanto también para él, pero sí quería levantar el ánimo de los fieles de aquella comunidad de cristianos entristecida por la suerte que correrían sus pariente y amigos que no habiendo conocido a Jesús ya, habían muerto.
Ante esta situación san Pablo les informa en su carta de las realidades últimas (Novísimos), del ser
humano, y les advierte de que la vida del hombre no termina con la muerte, sino
que los cristianos creemos, porque así nos lo ha dicho el Señor, que en la
Parusía, los cuerpos volverán a la vida, y quienes hubieran permanecido hasta
ese día saldrán junto con sus hermanos difuntos al encuentro del Señor.
Los Papas de todos los tiempos, los Padres de la Iglesia, y aquellos
eruditos interesados sobre este tema del mensaje de Cristo, ya nos han
hablado mucho sobre el mismo, sin
embargo éste es tan importante,
que debería ser tenido en cuenta como primicia en cada época de la historia del hombre.
Por eso el Papa Francisco, consciente de ello también ha querido
aportar sus enseñanzas, en este sentido, para ayudarnos a comprender mejor
todas las verdades que encierra.
Sí, han pasado pocos años de aquel momento sublime en que nuestro Papa actual nos hablaba del <día del juicio final>, algo que es verdaderamente imprescindible para
alcanzar el camino de la santidad y lo hacía con estas palabras:
“Al mundo <no le gusta pensar> en la últimas realidades o Novísimos (muerte, infierno, gloria, purgatorio, juicio), pero también éstas forman parte de la existencia humana. Y si vivo <en fidelidad al Señor>, después de la muerte corporal <no tendremos miedo> de presentarnos frente a Jesús para su juicio…”
Recordemos, por otra parte, que <El Apocalipsis> de San Juan nos
habla también del día del Juicio, de la Parusía; en realidad el objetivo principal de
este libro es poner en guardia a los creyentes respectos de los graves
problemas que conlleva la falta de fe y al mismo tiempo confortar a aquellas
personas que estaban sufriendo, por entonces, la terrible y larguísima
persecución del emperador romano
Domiciano.
Verdaderamente el Apocalipsis de San Juan conduce definitivamente a la
esperanza del creyente en la llegada del día del Juicio, en el que se producirá el establecimiento definitivo
del Reino de Dios.
Pero antes nos habla también el Apóstol de <la siega y la vendimia> (Ap 14, 14-20):
“Y vi, y he aquí una nube blanca, y sobre la nube sentado uno como Hijo
del hombre, que tenía sobre la cabeza corona de oro y en su mano una hoz
afilada / Y otro ángel salió del templo, gritando a grandes voces al que estaba
sentado sobre la nube: <Echa tu hoz y siega, mies de la tierra> / Y el
que estaba sobre la nube echó la hoz sobre la tierra, y fue segada la tierra /
Y otro ángel salió del templo que está en el cielo, llevando también una hoz
afilada/ Y salió del altar otro ángel que tenía potestad sobre el fuego, y
clamó con voz poderosa al que llevaba la hoz afilada, diciendo: Entra tu hoz
afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, pues llegaron a sazón sus
uvas /
Acercó el ángel su hoz a la tierra, vendimió la viña de la tierra y arrojó las uvas al gran lagar de la ira de Dios/ El lagar fue pisado en las afuera de la ciudad, y salió de él tanta sangre que alcanzó la altura de los frenos de los caballos en un radio de mil sescientos estadios”
Es evidente que la imagen de la vendimia nos hace presentir lo que podría ser el <día del
Juicio>, que en Antiguo Testamento fue profetizado por Isaías, recordando la victoria del salvador (Is 63, 3):
"En la cuba he pisado yo solo, ningun pueblo me ayudó. Los pise airado, los aplasté enfurecido, su mosto salpicó mis ropas, y manchó mis vestidos"
Como seguía diciendo el Papa Francisco en su homilía (Ibid):
“Después del final habrá un juicio. Pero ¿Cómo será ese día en el que
estaré delante de Jesús, cuando el Señor me pedirá que le rinda cuentas de los
<talentos que me ha dado>? O de <como ha estado mi corazón cuando ha
caído la semilla>… ¿Cómo ha recibido la Palabra? ¿La he hecho brotar por el
bien de todos o a escondidas?... "En la cuba he pisado yo solo, ningun pueblo me ayudó. Los pise airado, los aplasté enfurecido, su mosto salpicó mis ropas, y manchó mis vestidos"
Como seguía diciendo el Papa Francisco en su homilía (Ibid):
Se trata de un examen de conciencia útil y justo porque <todos seremos
juzgados> y cada uno se reencontrará <delante de Jesús>. No conocemos
la fecha, pero sucederá”
No obstante, Él no deseaba inquietarles inútilmente sobre la fecha en que tendría lugar el <día del juicio>, por eso les aconsejó en primer lugar que no se dejasen engañar por falso rumores pero que ocurrirían algunas señales al respecto (Lc 21, 8-9):
El Señor les estaba hablando, nos está hablando, de la corrupción generalizada que se producirá antes de llegar la Parusía y de la aparición de falsos Mesías, pero después siguió hablándoles de las persecuciones a la que se verían sometidos ellos, y por extensión todos sus seguidores, por predicar el evangelio por todo el mundo (Lc 5, 12-14):
“Os echarán manos, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre / esto os sucederá para dar testimonio / Así pues, convenceos de que no debéis tener preparado de antemano cómo os vais a defender”
Realmente los hombres no desean recordar en estos tiempos lo que Jesús
dijo sobre el <día del Juicio>, porque les parece algo inútil, porque muchos
ni siquiera creen en esto, o porque a otros les produce cierto espanto pensar
en ello…
Para unos y otros el Papa Francisco generosamente ha revelado como
combatir estos síntomas (Ibid):
“Yo tengo una lista, una agenda donde escribo cuando muere una persona
(amiga o pariente) pongo su nombre allí y cada día la repaso, y recuerdo el aniversario
de su día y digo: ¡Pero éste murió hace veinte años! ¡Cómo ha pasado el tiempo! ¡Este otro hace treinta, cómo ha pasado el
tiempo!...
Esta realidad común a todos nos obliga a pensar qué dejamos, cual es la
huella que ha dejado nuestra vida…”
Y sigue diciendo el Papa Francisco en su preclara homilía:
“Padre esto nos asusta… Sí, es cierto, esto asusta, pero ¿por qué?...
La respuesta del Pontífice entonces es (Ibid):
“Asusta porque tú no cuidas tu corazón, para que el Señor esté contigo
y tú vives alejado del Señor siempre; quizás hay un peligro, el peligro de
continuar así alejado del Señor por la eternidad… ¡Esto es muy feo!...
Por eso nos hará bien pensar en esto: ¿Cómo será mi final? ¿Cómo será
cuando me encuentre delante del Señor?”
Y también en el <día del Juicio> podríamos mirar al Señor y
decirle: <Señor tengo muchos pecados, pero he tratado de ser fiel>. Y ya
que <el Señor es bueno>, no tendríamos miedo porque la identidad
cristiana se realiza plena en la <resurrección de los muertos> de la que
tanto nos hablaron Jesús y sus apóstoles. Esa resurrección será como volver a
la vida, pero a la <vida verdadera> de la que también nos habló el Señor...
A este respecto recordamos las reflexiones del Papa Francisco de hace
algunos años, concretamente en la homilía de su misa en la capilla Marthae, un
viernes 19 de septiembre de 2014:
“Hay una resistencia fuerte por parte de las personas a aceptar la
resurrección de los muertos…
El mismo Pedro, que había contemplado a Jesús en su gloria en el monte
Tabor, la mañana de la resurrección fue corriendo al sepulcro, pensando que
habían robado el cuerpo del Señor. Porque <no entraba en su cabeza una
resurrección real>: su visión teológica se <detenía en el triunfo>.
Hasta tal punto que el <el día de la
Ascensión, dirá: <Pero dime Señor, ¿ahora será la liberación del reino de Israel?...
Sucede lo mismo cuando Pablo va a Atenas y comienza a hablar de la
resurrección: los griegos sabios, los filósofos se asustan. La cuestión es que
<la resurrección de Cristo es un
prodigio, una cosa que quizás asusta; la
resurrección de los cristianos, es un escándalo, no pueden comprenderla…
Y por eso Pablo hace este razonamiento tan esclarecedor: <Si Cristo ha
resucitado ¿Cómo pueden decir algunos de vosotros que no hay resurrección de
los muertos? Si Cristo ha resucitado también los muertos resucitarán”
Esta tentación de no creer en la resurrección de los muertos estaba ya presente en la primitiva Iglesia, tal como
leemos en el Nuevo Testamento, por eso el apóstol san Pablo se vio obligado a
poner en claro este tema en muchas ocasiones.
La causa probablemente sea la <Resistencia a ser trasformados>... Concretamente, como ejemplo de esta resistencia, ahí tenemos la de los atenienses el día que san Pablo hizo su discurso en el Areópago (Hch 17, 30-33):
La causa probablemente sea la <Resistencia a ser trasformados>... Concretamente, como ejemplo de esta resistencia, ahí tenemos la de los atenienses el día que san Pablo hizo su discurso en el Areópago (Hch 17, 30-33):
“Dios ha permitido los tiempos de la ignorancia y anuncia ahora a los
hombres que todos en todas partes deben convertirse / pues que ha fijado el día
en que va a juzgar la tierra con
justica, por mediación del hombre que ha designado, presentado a todos un
argumento digno de fe al resucitarlo de entre los muertos / Cuando oyeron lo de
<resurrección de los muertos>, unos se echaron a reír y otros dijeron: Te escucharemos sobre eso en otra ocasión / Así que Pablo salió
de en medio de ellos”
A pesar de este pequeño fracaso inicial en el mundo pagano y no
obstante de haber conseguido que al menos Dionisio el Areopagita, su mujer que
se llamaba Dámaris y varios más se unieran a él y a sus seguidores, Pablo a lo
largo de su misión evangelizadora tuvo ocasión de hablar de este tema tan controvertido para los
hombres en otras ocasiones (1 Co 15, 42-52):
“Así será la resurrección de los muertos: se siembra en corrupción,
resucita en incorrupción / se siembra en vileza, resucita en gloria; se siembra
en debilidad, resucita en poder / se siembra un cuerpo natural, resucita un
cuerpo espiritual / Porque si hay un cuerpo natural, también lo hay espiritual
/
Así está escrito: El primer hombre, Adán, fue hecho ser vivo; el último Adán
(Jesús), espíritu que da vida / Pero no es primero lo espiritual, sino lo
natural; después lo espiritual / el primer hombre, sacado de la tierra, es
terreno; el segundo hombre es del cielo / Como el hombre terreno, así son los
hombres terrenos, como el celestial, así son los celestiales / Y como hemos
llevado la imagen del hombre terreno, llevaremos también la imagen del hombre
celestial / esto os digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar
el Reino de Dios, ni la corrupción heredará la incorrupción / Mirad, os declaro
un misterio: no todos moriremos, pero todos seremos transformados / en un
instante, en un abrir y cerrar de ojos, al son de la trompeta final; porque sonará
la trompeta, y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos
transformados”
Sí, San Pablo aseguró siempre que con la resurrección todos nosotros
seríamos transformados y esa transformación dice el Papa Francisco <será el
fin de nuestro itinerario cristiano> (Ibid):
“Esta es nuestra identidad cristiana: al final, seremos como Él,
estaremos con el Señor…
Esta afirmación ciertamente no es ninguna novedad. Juan Bautista señala
a Jesús como el Cordero de Dios y los dos discípulos (Andrés el hermano de
Pedro y Juan el hermano de Santiago) se
van tras el Señor y dice el evangelista que ese día se quedaron con Él… Por tanto la identidad cristiana es una senda, es un camino donde se
está con el Señor, como los dos discípulos. Al final toda nuestra vida está
llamada a estar con el Señor para quedarse, y estar con el Señor al final (en
la Parusía), después del Arcángel, después del sonido de la trompeta”