Tal como podemos leer en el
Catecismo de la Iglesia Católica escrito en orden a la aplicación del Concilio Ecuménico Vaticano II (nº 1194): “La Iglesia en el círculo del año
desarrolla todo el Misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad, hasta
la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y
venida del Señor (SC 102)”
El llamado, <Ciclo Pascual>, dentro del <año litúrgico> de la Iglesia Católica, podría caracterizarse por tres grandes periodos de tiempo destinados a la reflexión sobre Cristo y su Mensaje. Concretamente: 1ºPeriodo: Con la Septuagésima o Preparación, la Cuaresma y la Pasión de Cristo; 2ºPeriodo: Con la Pascua que va desde el Domingo de Resurrección hasta el domingo, dedicado a la Santísima Trinidad; 3ºPeriodo: Con el Tiempo después de Pentecostés, desde la Trinidad hasta el Adviento.
Pues bien, durante la Cuaresma, la Iglesia toda anhela la cercanía del <Hijo del hombre> en su Pasión y Muerte, para luego Resucitar con Él: <Subimos a Jerusalén>, tal como manifestaba en su día el Padre Fr. Justo Pérez de Urbel:
Queremos padecer y morir con
Cristo, para resucitar luego con Él. Con este deseo entramos en el tiempo de
<Cuaresma>. Queremos la vida divina, objeto de todos los ejercicios de la
piedad cristiana: la vida divina que Cristo nos consiguió tras duros combates
en su lucha con las tinieblas; la que se nos comunica en el Sacramento del
Bautismo, la que restaura en nosotros por medio del segundo Bautismo, esto es,
por medio del Sacramento de la Penitencia.
Con esto hemos indicado los tres
pensamientos principales del tiempo litúrgico de la <Cuaresma>: los
<sufrimientos de Cristo>, el <Sacramento del Bautismo> y el
<Sacramento de la Penitencia> o de la <Reconciliación>”
Precisamente las palabras de San Pablo
dirigidas a los corintios con objeto de contrarrestar la labor de un grupo de judaizantes que trataba de minar
la labor evangelizadora que él había realizado con esta comunidad son (Co II, 5,18-21):
San Pablo con sus últimas palabras a los corintios se está refiriendo al misterio de la “Redención” y en definitiva, a la solidaridad y mística de Cristo con el ser humano.
En cambio, cuando se encontraba
con hombres pecadores cerrados a la <conversión y reconciliación>, se
alejaba de ellos y pedía a sus apóstoles que siguieran su ejemplo; así sucedió, por ejemplo,
cuando les envió a evangelizar por delante de Él a algunas ovejas de su rebaño
(Lc 9,1-5):
“Habiendo convocado a los doce
apóstoles, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para curar
enfermedades / Y los envió a predicar el Reino de Dios y sanar los enfermos / Y
les dijo: No toméis nada para el camino... / y en la casa en que entrareis, allí
permaneced y de allí salid / Y cuando quiera que algunos no os acogieren,
saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies para testimonio
contra ellos”
Sin embargo, el significado del Sacramento
que ha recibido, hasta cinco nombres distintos, no parece estar del todo claro
para los cristianos de los últimos tiempos. No cabe duda, que la falta de una
conciencia recta sobre el sentido del <bien> y el <mal>, reinante
en la sociedad actual, ha llevado, como en este caso, a situaciones muy dañinas para la Iglesia de
Cristo.
En efecto, una de ellas y no la menos importante, es la tendencia de muchas personas conducente a olvidar la utilidad de este Sacramento, e incluso llegar a creer que no es necesario, pues basta reconocerse pecador para que el Señor perdone los pecados...
Esta idea puede llegar a ser muy
dañina, ya que conduce a una relajación de las costumbres tal, que como
muchas veces se ha dicho, ciertas personas pueden llegar a considerar un pecado
venial como pecado mortal, en cambio pueden acabar considerando uno mortal como
venial...Por ello, es necesario el
auxilio de Dios a través de sus sacerdotes, los cuales fueron investidos, al
igual que sus primeros discípulos, con el poder para realizar la curación de
las almas.
Sucedió que Jesús durante su aparición en Galilea les dio el siguiente mandato universal a sus apóstoles (Mt 28, 19-20):
"Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo / y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los día hasta el fin del mundo"
Sucedió que Jesús durante su aparición en Galilea les dio el siguiente mandato universal a sus apóstoles (Mt 28, 19-20):
"Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo / y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los día hasta el fin del mundo"
Estos enviados de Dios, se encuentran en una
disposición mejor para conocer la <calidad> de los pecados y para
aconsejar, si son requeridos sus conocimientos por parte de los fieles,
respecto al comportamiento a seguir, según los mandatos de Cristo.
El Papa san Juan Pablo II en su <Exhortación Postsinodal> (Ibid), aseguraba en este sentido que:
Este último se reducirá a lo sumo
a aquello que ofende al hombre. Pero precisamente aquí se impone la amarga experiencia
de que el hombre puede construir un mundo sin Dios, pero este mundo acabará por
volverse contra el hombre.
Por ello, es la realidad de Dios
la que descubre e ilumina el misterio del hombre. Es vano, por tanto, esperar
que tengan consistencia un sentido del pecado respecto al hombre y a los
valores humanos, si falta el sentido de la ofensa cometida contra Dios, o sea,
el verdadero sentido del pecado.
Se diluye este sentido del pecado
en la sociedad contemporánea también a causa de los equívocos en los que se cae
al aceptar ciertos resultados de la ciencia humana…Disminuye fácilmente el sentido
del pecado también a causa de una ética que deriva de un determinado
relativismo historicista"
Por ello, el Sacramento de la reconciliación
trasmite y hace visibles de forma inconfundible los valores fundamentales
anunciados por la palabra de Dios. Por otra parte, lleva al hombre a cumplir
con <la Nueva alianza> que Dios hizo con ellos, encaminándoles, al
misterio de la Santísima Trinidad, y a los dones del Espíritu Santo.
Precisamente según san Juan Pablo II (Ibid):
Es un acercamiento a la santidad
de Dios, un nuevo encuentro con la propia verdad interior, turbada y trastornada
por el pecado, una liberación de lo más profundo de sí mismo y, con ello, una
recuperación de la alegría perdida, la alegría de ser salvado, que la mayoría
de los hombres de nuestro tiempo ha dejado de gustar”
De cualquier forma, las palabras
del Señor fueron muy claras en este sentido y por ello como el Papa asegura,
aunque en los siglos XX y XXI se ha tendido a interpretar de esta última forma
el <Reino de Dios>, lo cierto es que nunca se ha abandonado la interpretación
centrada en la interioridad del hombre y en la conexión con Cristo.
Por otra parte, este Sacramento también se ha denominado de la <Penitencia>, porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte de aquellos hombres que hayan pecado, como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica y el Papa san Juan Pablo II en su catequesis sobre este Sacramento, en su carta encíclica, <Sacramento Penitenciae>:
Es por esto, que dentro de la
Cuaresma es muy importante el llamado <Miércoles de Ceniza> que implica
la imposición de la ceniza y el sacrificio eucarístico. En la antigüedad el
Papa y los cristianos de Roma iban desde la Iglesia de santa Anastasia hasta la
de santa Sabina, con los pies descalzos, llevando las cenizas sobre sus
cabezas, implorando misericordia, para iniciar mejor el tiempo de
<Cuaresma> y vencer los ataques del enemigo común del hombre…"
Quien cree en este anuncio rechaza la mentira de pensar que somos nosotros quienes damos origen a nuestra vida, mientras que en realidad nace del amor de Dios Padre, de su voluntad de dar la vida en abundancia (Jn 10, 10).
En cambio, si preferimos escuchar la voz persuasiva del <padre de la mentira> (Jn 8, 45), corremos el riesgo de hundirnos en el abismo del sinsentido, experimentando el infierno ya aquí en la tierra, como lamentablemente nos testimonian muchos hechos dramáticos de la experiencia humana personal y colectiva.
Por eso, en esta Cuaresma 2020 quisiera dirigir a todos y cada uno de los cristianos lo que ya escribí a los jóvenes en la exhortación apostólica <Christus vivit>:
Nuestro actual Pontífice, el Papa Francisco, en su Mensaje para la Cuaresma 2020 nos recordaba que: "La alegría del cristiano brota de la escucha y de la aceptación de la Buena Noticia de la Muerte y Resurrección de Jesús: el kerygma. En este se resume el Misterio de un amor <tan real, tan verdadero, tan concreto, que nos ofrece una relación llena de dialogo sincero y fecundo (Exhort.ap. Christus vivit).
Quien cree en este anuncio rechaza la mentira de pensar que somos nosotros quienes damos origen a nuestra vida, mientras que en realidad nace del amor de Dios Padre, de su voluntad de dar la vida en abundancia (Jn 10, 10).
En cambio, si preferimos escuchar la voz persuasiva del <padre de la mentira> (Jn 8, 45), corremos el riesgo de hundirnos en el abismo del sinsentido, experimentando el infierno ya aquí en la tierra, como lamentablemente nos testimonian muchos hechos dramáticos de la experiencia humana personal y colectiva.
Por eso, en esta Cuaresma 2020 quisiera dirigir a todos y cada uno de los cristianos lo que ya escribí a los jóvenes en la exhortación apostólica <Christus vivit>:
Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer, una y otra vez. Así la Pascua de Jesús no es un acontecimiento del pasado: por el poder del Espíritu Santo es siempre actual y nos permite mirar y tocar con fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren"