Translate

Translate

lunes, 4 de marzo de 2013

JESÚS Y EL MISTERIO DE LA SANTISIMA TRINIDAD


 
 
 


Sucedió que Jesús bajó de Nazaret hacia la orilla del rio Jordán, donde el último profeta, San Juan, bautizaba a las gentes con agua, y fue bautizado por él (Mc 1, 10-11) y al instante tuvo lugar un suceso portentoso, una Teofánia (manifestación del Dios Trino):
"Y al punto subiendo del agua, vio rasgarse los cielos, y venir sobre él, el Espíritu Santo, como paloma / Y una voz vino de los cielos: <Tú eres mi Hijo amado, en Ti me agradé>"


El Papa Benedicto XVI analizó la figura de Cristo desde el punto de vista histórico pero teniendo siempre en cuenta  que se trataba del Mesías, del Salvador de la humanidad, de Dios mismo, y concretamente refiriéndose a este acontecimiento de su vida sobre la tierra aseguraba que:
“Toda Judea y Jerusalén acudió para bautizarse…
Pero ahora había algo nuevo (Mt 1, 9): <Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan le bautizara en el Jordán>
Hasta entonces no se había hablado de peregrinos venidos de Galilea; todo parecía restringirse al territorio judío. Pero lo realmente nuevo no es que Jesús venga de otra zona geográfica, de lejos, por así decirlo. Lo realmente nuevo es que Él, Jesús, quiere ser bautizado, que se mezcla con la multitud gris de los pecadores, que espera a orillas del Jordán.
 
 


El diálogo entablado entre Jesús y el Bautista, del que nos habla San Mateo, contiene la pregunta que éste último hace al Señor: <Soy yo el que necesito que me bautices, ¿y tú acudes a mí?>, (Mt 3,14).
Mateo nos cuenta también que Jesús le contestó: <Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así toda justicia. Entonces Juan lo permitió> (Mt 3.15)...
Puesto que este bautismo comportaba un reconocimiento de la culpa y una petición de perdón para poder empezar de nuevo, este sí de la plena voluntad de Dios encierra también, en un mundo marcado por el pecado, una expresión de solidaridad con los hombres, que se han hecho culpables, pero que tienden a la justicia. Sólo a partir de la Cruz y la Resurrección se clarifica todo el significado de este acontecimiento” (Jesús de Nazaret 1ª Parte; Ed. Esfera de los libros, 2007)

 
Por otra parte, la manifestación del Dios Trino durante el bautismo de Jesús, es un hecho sumamente revelador e  importante para los cristianos, porque ofrece el Misterio de la Santísima Trinidad, a través de una Teofanía,  por la presencia física del Hijo, la voz del Padre y la venida del Espíritu Santo  en forma de paloma sobre el Hijo; se trata del  misterio central de la fe católica como podemos leer en el Catecismo de la Iglesia (CIC 234):

“Es el Misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros Misterios de la fe, es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la <jerarquía de las verdades de la fe>. Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos”

 


Dios se manifiesta mediante una serie de señales extraordinarias (Teofanía), en el Nuevo Testamento, por ejemplo, con motivo del Bautismo de Jesús y  en su Transfiguración en el monte Tabor, pero también en el Antiguo Testamento en otras tantas ocasiones, como sucedió cuando se mostró a Moisés a través de la zarza que ardía y no se consumía y las palabras pronunciadas desde el interior de la misma <Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob>.   Ocurrió entonces que Moisés se cubrió el rostro por temor ante la posible visión de Dios. Con razón se puede decir  que <nadie ha visto a Dios>, sólo su Hijo unigénito nos lo ha dado a conocer, <en el transcurso de su camino completo> sobre la tierra.

Por otra parte, el Papa León XIII advierte en su Carta Encíclica <Divinum Illud munus> (Roma 9 de mayo de 1897) a todos aquellos que pretendieran escribir algo sobre el Misterio de la Santísima Trinidad, de que ésta es una tarea muy arriesgada, porque existe la posibilidad de equivocarse y por ello debería hacerse siempre con  espíritu de prudencia y humildad, puesto que éste, es el Misterio más grande de todos los Misterios:
 


“Este Misterio, es el más grande de todos los Misterios, pues de todos es el principio y el fin, se llama por los doctores <Sagrada sustancia del Nuevo Testamento>, para conocerlo y contemplarlo han sido creados en el cielo los ángeles y en la tierra los hombres; para enseñar con más claridad lo prefigurado en el Antiguo Testamento, Dios mismo descendió de los ángeles a los hombres: <Nadie vio jamás a Dios; el Hijo unigénito que está en el seno del Padre, Él nos lo ha revelado> (Jn 1,18)”

En efecto, el Hijo unigénito del Padre, nuestro Señor Jesucristo, que nos ha revelado a Dios, ofreciéndose a Él, como <Sacrificio sin mancha>, nos ha comunicado a los hombres la < vida divina> en el Sacramento de la Eucaristía.

Él rezó por su iglesia, por la unidad universal de su grey en la fe y en su oración pidió que absolutamente todos los hombres sean uno, en una unión tal, que la totalidad de los creyentes sean reducidos a la unidad y de esta forma se reproduzca en su Iglesia el Misterio de la Santísima Trinidad (Jn 17, 20-23):

"No ruego por éstos solamente, sino también por los que crean en mí por medio de su palabra / que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, para que sean uno como nosotros somos uno, para que el mundo crea que tú me enviaste / Yo les he comunicado la gloria que tú me has dado, para que sean uno como nosotros somos uno / Yo en ellos, y tú en mí, para que sean consumados en la unidad; para que conozca el mundo que tú me enviaste y los amaste a ellos como me amaste a mí"

Estos  versículos expresan de forma maravillosa, el deseo de Jesús de unir a los hombres con el Dios Trinitario, porque Cristo es el punto donde convergen Dios y los hombres, es el mediador de la unidad y desea que toda su Iglesia sea consumada en la misma.



Precisamente el Papa Benedicto XVI refiriéndose a esta oración de Jesús por su Iglesia se ha expresado en los términos siguientes (La alegría de la fe. Ed. San Pablo 2012):

“La oración de Jesús ¿ha quedado desoída? La historia del cristianismo es, por así decirlo, la parte visible del drama, en el que Cristo lucha y sufre con nosotros, los seres humanos. Una y otra vez Él debe soportar el rechazo de la unidad y aún así, una y otra vez se culmina la unidad en Él, y en Él con el Dios Trinitario.

Debemos ver ambas cosas: El pasado del hombre, que reniega de Dios, y se repliega en sí mismo, pero también la victoria de Dios, que sostiene a la Iglesia no obstante su debilidad y atrae continuamente a los hombres dentro de sí, acercándolos de este modo los uno a los otros…

La unidad fundamental de la Iglesia, consiste en el hecho de que creamos en Dios Padre Todopoderoso, creador del Cielo y de la Tierra. Que lo profesemos como Dios Trinitario. Padre, Hijo y Espíritu Santo. La unidad suprema no es la soledad, sino la unidad a través del amor”

 


La Iglesia, a través de los siglos y desde el mismo momento de su constitución en Pentecostés, a pesar de su debilidad, sale victoriosa siempre gracias al auxilio de Dios, como han proclamado todos los santos Padres y Pontífices, por ejemplo, el Papa Juan Pablo II cuando respondía con rotundidad a la pregunta del  periodista Vittorio Massori, sobre la búsqueda de la unidad de los cristianos (Cruzando el umbral de la esperanza. Juan Pablo II. Ed. Círculo de lectores):

“Es necesario que el año 2000 nos encuentre al menos más unidos, más dispuestos a emprender el camino de esa unidad por la que Cristo rezó en la vigilia de la Pasión. El valor de esa unidad es enorme. Se trata en algún sentido del futuro del mundo, se trata del futuro del reino de Dios en el mundo. Las debilidades y prejuicios humanos no pueden destruir lo que es el plan de Dios para el mundo y la humanidad. Si sabemos valorar esto, podemos mirar el futuro con un cierto optimismo. Podemos tener confianza en que <El que ha iniciado en nosotros la obra buena, la llevará a su cumplimiento>”

Se refiere el Papa en su última frase, a la carta que San Pablo dirigió  a los filipenses, donde podemos leer (Flp 1,3-6):



"Hago gracias a Dios todas las veces que me acuerdo de vosotros / siempre, en toda oración mía por vosotros, haciendo con gozo mi oración / por la parte que habéis tomado en el Evangelio desde el primer día hasta ahora / con la segura confianza de que quién comenzó en vosotros la obra buena la llevará a cabo hasta el día de Cristo Jesús"

Esta carta la escribió San Pablo cuando se encontraba en Roma probablemente en prisión, con objeto de dar las gracias al pueblo de Filipo, donde el Apóstol creó la primera Iglesia del continente europeo, por la ayuda recibida de estas gentes y sobre todo por haberse mantenido firmes en la fe a pesar de los avatares por los que constantemente tenían que pasar.

Y desde entonces hasta nuestros días la Iglesia creada por Cristo ha seguido luchando y proclamando la fe en el Dios Trinitario, pero éste Dios Único Trinitario, es un Misterio inaccesible a la razón de los hombres, sólo alcanzable por la fe, como puede leerse en el Catecismo de la Iglesia católica (nº  237):
“La Trinidad es un Misterio de la fe en sentido estricto, uno de los <Misterios escondidos de Dios, que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto>.

Dios ciertamente, ha dejado huellas de su ser Trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su ser como Trinidad Santa, constituye un Misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo”

 
Los cristianos somos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, tal como mandó nuestro Señor Jesucristo a sus Apóstoles, después de su Muerte y Resurrección Mt 28,19): <Id, pues, y amaestrad a todas las gentes, bautizándolas en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo>.

El Señor utilizó el verbo ir en un tiempo imperativo, al dirigirse a sus Apóstoles, pues de este modo les adjudicó la misión evangelizadora que les tenía reservada y al mismo tiempo les pidió que bautizasen a los creyentes en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.

De esta forma quedó prescrita la formula Sacramental del Bautismo, condensando la fe cristiana en el Misterio de la Santísima Trinidad.

Por otra parte, al referir la prescripción en singular, <en el nombre…>, está expresando la <Unidad de Naturaleza> del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo; pero sin detrimento de que la Unidad son tres Personas divinas, tal como podemos leer en el Catecismo de la Iglesia Católica (Dogma de la Santísima Trinidad, 253-255):



“La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres Personas: <La Trinidad Consubstancial” (Cc. Constantinopla II. Año 553: DS 421)…

Las Personas divinas son realmente distintas entre sí…<Padre>, <Hijo>, <Espíritu Santo>, no son simplemente nombres, que designan modalidades del Ser divino, pues son realmente distintas entre sí…

Son distintas entre sí por sus relaciones de origen: <El Padre es quién engendra, el Hijo quién es engendrado, y el Espíritu Santo es quién procede> (Cc Letrán IV. Año 1215: DS 804). La Unidad divina es Trina.

Las Personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las Personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: <En los nombres relativos de las Personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo es referido al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos, sin embargo, cuando se habla de estas tres Personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia> (Cc. de Toledo XI. Año 675: DS 528).

En efecto, <Todo es uno (en ellos) donde no existe oposición de relación (Cc. de Florencia. Año 1442. DS 1330>. A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo único (Cc. de Florencia. Año 1442: DS 1331).

 


Así pues, como asegura el Papa León XIII en su Carta Encíclica <Divinum illud munus. Año 1897>:

“Quién escriba o hable sobre la Trinidad siempre deberá tener ante la vista lo que prudentemente amonesta el Angélico (Cuando se habla de la Trinidad, conviene hacerlo con prudencia y humildad), pues como dice Agustín, en ningún otro misterio intelectual es mayor o el trabajo, o el peligro de equivocarse, o el fruto una vez logrado. Peligro que procede de confundir entre sí, en la fe o la piedad, a las divinas Personas, o de multiplicar su única naturaleza; pues la fe católica nos enseña a venerar un solo Dios en la Trinidad y la Trinidad en un solo Dios”

Tanto es así, que durante mucho tiempo, los Papas no accedieron a fiestas en honor del Padre, o Verbo Encarnado, según su divina naturaleza, con objeto de evitar la multiplicidad de la divina esencia, al distinguir las Personas, y tal como recuerda así mismo el Papa León XIII (Ibid):

“La Iglesia, a fin de mantener en sus hijos la pureza de la fe, quiso instituir la fiesta de la Santísima Trinidad, que luego Juan XXII, mandó celebrar en todas partes; permitió que se dedicasen a este Misterio, Templos y Altares, y después de celestial visión, aprobó una Orden religiosa para la redención de cautivos (durante el Pontificado de Inocencio III), en honor de la Santísima Trinidad, cuyo nombre la distingue”

Se refiere el Papa León XIII, en su Carta Encíclica, a la Orden de la Santísima Trinidad y la Redención de cautivos (Trinitarios), cuyos fundadores fueron San Juan de la Mata (1150-1213) y San Felix de Valois (+1212); es ésta una de las principales Órdenes religiosas que se extendieron por Europa en la Edad Media. De gran poder evangelizador, tenía como misión principal, en la época en que se creó, la redención de cautivos, esto es, la liberación de los cristianos que habían sido capturados en el mar Mediterráneo por  piratas, muy frecuentes en aquellas aguas. 



Se puede asegurar que el papel que tuvo esta Orden  en el siglo XIII y ha tenido en siglos posteriores hasta nuestros días, ha sido primordial para la Iglesia de Cristo y le ha proporcionado numerosos santos, entre los que cabe destacar a sus dos fundadores y a su reformador, San Juan  Bautista de la Concepción.  

En la actualidad la única rama que persiste  es la fundada por este último santo  desde 1599 y que recibió el nombre de Trinitarios Descalzos. La familia Trinitaria está integrada por religiosos, religiosas y laicos que participan en el carisma  Trinitario -Redentor dando  gloria con él, al Misterio de la Santísima Trinidad.

Po otra parte, el Apóstol San Pablo  en su <Carta a los romanos>, al final de la primera parte y como Conclusión de la <Profundidad de los juicios de Dios>, exclamó (Rom 11, 33-36):

"¡Oh profundidad de la riqueza y de la sabiduría y ciencia de Dios!!Cuan insolubles son sus juicios e inescrutables sus caminos! / Pues, ¿quién conoció los pensamientos del Señor? ¿O quién se hizo consejero suyo? (Is 40,13) / ¿O quién le dio primero, y se le pagará en retorno? (Jb 41, 33) / Porque <de Él>, y <por Él> y <en Él>, son todas las cosas: a Él la gloria por los siglos. Amén"

 


Dice Sam Pablo, refiriéndose a la riqueza, sabiduría, ciencia y en definitiva a los pensamientos y caminos de Dios, del Dios Trinitario cuyos juicios son  insolubles: ¿ quién conoció los pensamientos del Señor? y ¿ quién se hizo consejero suyo?, recordando lo que en el Antiguo Testamento dijo ya el profeta Isaías, cuando hablaba a su pueblo de las promesas de la liberación (Is 40, 10-14):
"Mira, el Señor Yahveh viene como fuerte, y su brazo domina a favor suyo; he aquí que su recompensa viene con Él, y ante Él en paga / Como un pastor apacienta a su rebaño, con su brazo lo reúne, a los corderillos lleva en su seno, a las paridas conduce cuidadosamente / ¿Quién ha medido las aguas con el cuenco de mano y ha determinado la medida del cielo con el palmo? ¿Y quién con el tercio ha medido toda la tierra, y en la balanza ha pesado las montañas y las colinas en platillos? / ¿Quién ha determinado el espíritu de Yahveh, y quién como consejero le ha enseñado? / ¿Con quién tomó consejo para que le enseñara, y adoctrinara acerca del sendero de la justicia, y le enseñara saber, y le mostrara el camino de la prudencia?"

Son preguntas sencillas y lógicas las que hace el Profeta Isaías a su pueblo, allá por el año 738 antes de Cristo, con un objetivo doble, esto es, mantener viva la Alianza dada por Moisés y por otra parte prepararlo para la Nueva Alianza de Cristo.

La pregunta que nos podemos hacer ante la aptitud del profeta  es, ¿Por qué en la sociedad actual no calan como en la antigüedad las enseñanzas sobre la omnipotencia de Dios? Y otra no menos importante es ¿Por qué se ha olvidado, en parte, el concepto del Dios Trino, Creador de todas las cosas?  Parece como si el hombre hubiera perdido, con el tiempo, la capacidad de aceptar los misterios divinos, sin cuestionarlos ¿A caso la humanidad de hoy no puede entender y aceptar con humildad la grandeza de Dios, como sus antepasados? ¿Será que la humanidad está afectada de una gravísima enfermedad?

El Papa Benedicto XVI nos ha hablado de la terrible enfermedad del alma humana, comparándola con la temible enfermedad del cuerpo de nuestros días, el sida (Un canto nuevo para el Señor. Cardenal Joseph Ratzinger. Ed Salamanca, 2011):
 


“El sida ha pasado a ser el retrato de la enfermedad íntima de nuestra cultura. Ya no hay (por otra parte) factores de inmunidad psíquica. La inteligencia positivista no ofrece al aparato mental fuerzas de inmunidad ética: esa inteligencia viene a ser la disgregación  del sistema síquico inmune y, en consecuencia, el abandono sin resistencia a las promesas falaces de la muerte que se presentan  con la máscara de más vida.

La investigación médica busca, movilizando todas sus posibilidades, las sustancias inyectables para sanar el sida corporal, y es su deber, a pesar de ello (hasta ahora), solo ha conseguido desplazar el campo de las destrucciones, sin detener la campaña triunfal de la anticultura de la muerte; si no reconocemos que la debilidad inmunológica del cuerpo es un grito del ser humano maltratado, una imagen que expresa la verdadera enfermedad, la indefensión de las  almas en una cultura que declara nulos los verdaderos valores: Dios y el alma”

Ante una situación tan peligrosa, asoladora y desventurada, los católicos debemos reaccionar con espíritu de lucha en nombre del Dios Trinitario, con la ayuda del Espíritu Santo y el Mensaje salvador de Cristo siempre presente.

Debemos, así mismo, estar precavidos para adjurar de ese dios  de la modernidad que recrea la herejía de Arrío y sus seguidores, un dios que no puede interesarse, ni siquiera relacionarse, con los mortales, porque serían según ésta,  seres muy inferiores. Como dice el Papa Benedicto XVI, refiriéndose a la más grave enfermedad de nuestro tiempo (Un canto nuevo para el Señor):

“El hombre quiere ser un Dios de este género, alguien que lo acapara todo y no da nada;  por eso el Dios real es el auténtico enemigo, el rival del hombre atacado de ceguera interna. Tal es el verdadero núcleo de su enfermedad, porque el hombre se instala en la mentira y se aleja del amor, que en la Trinidad es una, auto-donación, incondicional sin límites.




Por eso, el Cristo crucificado es la verdadera imagen del Dios Trinitario. En Él se hace visible esta esencia Trinitaria: el amor total y la entrega total”

Y como sigue diciendo Benedicto XVI, en su libro (Ibid):

“Sólo en el contexto de la fe en Dios, el Dios Trino, Padre, Hijos y Espíritu Santo, sólo en el contexto de la fe en el Hijo humano, encuentra su lugar justo las grandes preguntas morales de nuestro tiempo, que apremian precisamente a los jóvenes.
En este contexto queda patente que la Redención es más importante que la lucha por las utopías políticas y más que la simple psicoterapia.
Porque la responsabilidad que los desafíos éticos de nuestra vida nos imponen, no podemos soportarlos si no es sostenidos por el amor misericordioso de Dios que nos sale al encuentro en la Cruz”

Según esto, sin embargo, dirán todavía algunos: Si el Dios Trinitario es Amor con mayúsculas entonces ¿por qué no ha eliminado desde un principio y sigue sin eliminar el sufrimiento del mundo que Él ha creado?

Esta es según el Papa Juan Pablo II la típica pregunta de un tribunal usurpador que también le sigue preguntando al Dios Trinitario de forma provocativa ¿Es verdad que eres el rey? ...

¿Es verdad que todo lo que sucede en el mundo, depende de ti? al igual que Pilatos hacía con Jesús, pero Él respondió: Para esto nací y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad (Jn 18, 17).



Y también como entonces, muchos hombres siguen gritando: ¡Crucifícalo!!Crucifícalo!


Sí, dice Juan Pablo II (Cruzando el umbral de la esperanza. Ed. Círculo de lectores):

“La condena de Dios por parte de los hombres no se basa en la verdad, sino en la prepotencia, en una engañosa conjura…

En cierto sentido, se puede decir que frente a la libertad humana Dios ha querido hacerse <impotente>…

Pero Dios está siempre de parte de los que sufren. Su omnipotencia se manifiesta precisamente en el hecho de haber aceptado libremente el sufrimiento. Hubiera podido no hacerlo. Hubiera podido demostrar la propia omnipotencia en el momento de la crucifixión, de hecho así se lo proponían: <Baja de la Cruz y te creeremos>. Pero no recogió el desafío.

El hecho de que haya permanecido en la Cruz hasta el final, el hecho de que sobre la Cruz como todos los que sufren  haya podido decir: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado? Estos hechos, han quedado en la historia del hombre como los argumentos más fuertes.

Si no hubiera existido esa agonía en la Cruz, la verdad de Dios es Amor estaría por demostrar…



En el <Varón de dolores> se encuentra la revelación del <Amor más grande>, del <Amor que todo lo soporta>, que <derrama Amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo> (Rm 5,5)”

Es por esto que el Papa León XIII en su Carta Encíclica <Divinum illud munus> también aseguraba:

“El Redentor mismo no cesa de invitar con suma dulzura a todos los hombres de toda nación y lengua para que vengan al seno de su Iglesia: <Venid a mi todos; Yo soy la vida; <Yo soy el buen pastor>. Más según sus altísimos decretos, no quiso Él por sí solo completar incesantemente en la tierra dicha misión, sino que, como Él  mismo lo había recibido del Padre, así entregó a sus discípulos al Espíritu Santo para que  llevaran la misión a perfecto término.

Place, en efecto, recordar las consoladoras frases que Cristo, poco antes de abandonar el mundo, pronunció ante los Apóstoles: <Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no vendría vuestro abogado; en cambio, si me voy, os lo enviaré>”

Por su parte el Apóstol San Pablo cuando advertía a los romanos de la <vitalidad de la justicia cristiana>, les mostraba que <la esperanza no engaña> y que el Amor de Dios <es prenda de nuestra esperanza> (Rm 5, 1-5):



"Justificados, pues, en virtud de la fe, mantengamos la paz con Dios por meditación de nuestro Señor Jesucristo / por quién hemos obtenido con la fe el acceso también a la gracia en la cual nos mantenemos, y nos gozamos estribando en la esperanza de la gloria de Dios / Y no sólo esto, sino que también nos gozamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra constancia / la constancia, aquilatamiento; el aquilatamiento, esperanza / y la esperanza a nadie deja corrido. Porque el Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado"

Sí, pero para que palabras como las del Apóstol San Pablo lleguen a ser aceptables, sino elogiables,  y para que no resulten extrañas a los jóvenes de hoy, es necesario tal como aseguraba el Papa Benedicto XVI, un ámbito de experiencia de la fe al estilo del antiguo catecumenado cristiano (Un canto nuevo para el Señor…):

“Antes, la familia y la comunidad parroquial preparaban este ámbito de experiencias. La familia apenas realiza ya este servicio, y las comunidades parroquiales tampoco suelen estar suficientemente preparadas para la nueva tarea, resultante del frecuente fallo de la familia como soporte de la tradición creyente. La eficacia de la <nueva evangelización> depende de que se logre crear comunidades donde viva la fe, y su palabra pueda ser palabra de vida”

Ciertamente, en este sentido, refiriéndonos en concreto ya al Misterio de la Santísima Trinidad, la Iglesia acostumbra, con gran acierto,  atribuir al Padre las obras de poder; al Hijo, las de la sabiduría y al Espíritu Santo las del Amor, y como también enseña el Papa León XIII en su Carta Encíclica, esto es así:
“No porque todas las perfecciones y todas las obras <ad extra> no sean comunes a las tres divinas Personas, pues indivisibles son las obras de la Trinidad, como indivisible es su esencia, porque así como las tres Personas son inseparables, así obran inseparablemente; sino por una cierta relación y como afinidad que existe entre las obras externas y el <carácter propio> de cada Persona, se atribuye a una más bien que a las otras, esto es <se apropian>.

De esta manera, el Padre, que es principio de toda la Trinidad, es la causa eficiente de todas las cosas, de la Encarnación del Verbo y de la santificación de las almas: <de Dios son todas las cosas>; <de Dios>, por relación al Padre; el Hijo, Verbo e Imagen de Dios, es el camino, la verdad y la vida, ha reconciliado al hombre con Dios; <por Dios>, por relación al Hijo; finalmente, el Espíritu Santo es la causa última de todas las cosas, puesto que, así como la voluntad y aún toda cosa descansa en su fin, así Él, que es la bondad y el amor del Padre y del Hijo, da impulso fuerte y suave y como última mano al misterioso trabajo de nuestra eterna salvación; <en Dios> por relación al Espíritu Santo”  

 


En definitiva, como podemos también leer en el catecismo de la Iglesia Católica (CIC 266 y 267):

-La fe católica es ésta: que veneramos un Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, no confundiendo las Personas, ni separando las substancias; una es la Persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo; pero del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, una es la divinidad, igual la gloria, coeterna la majestad (Symbolum –Quicumque-).

-Las Personas divinas, inseparables en su ser, son también inseparables en sus obras. Pero en la única operación divina cada una manifiesta lo que es propio de la Trinidad, sobre todo en las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo

En una sociedad como la actual en la que se advierte de una forma clara la vuelta  al paganismo, por la acogida con simpatía de multitud de falsos dioses, inventados por los hombres, una y mil veces hay que recordar que el único Dios verdadero es el Dios Trino, el Dios que escogió al pueblo de Israel para mostrar a toda la humanidad a su Hijo, salvador del  mundo.


Por eso el Papa Benedicto se preguntaba también ¿acaso las cosas van bien sin Él? y llevaba toda la razón, las cosas no podrían ir peor en este nuevo siglo, y es que cuanto más se aleja la humanidad de Dios, más pierde la vida, como también denunciaba este Pontífice (La alegría de la fe. Benedicto XVI. Ed. San Pablo 2012).

Esto sin embargo no tiene que llevarnos al desencanto, y mucho menos a la desesperanza, sino a la motivación para seguir luchando en esa <nueva evangelización> de la que Juan Pablo II y Benedicto XVI tantas veces nos han hablado, porque ante el interés de algunos en utilizar las estadísticas para cuantificar el número de cristianos creyentes deberíamos tener en cuenta que (Cruzando el umbral de la esperanza. Ed. Círculo de lectores):



“Ninguna estadística que pretenda presentar cuantitativamente la fe, por ejemplo, mediante la sola participación de los fieles en los ritos religiosos, alcanza el núcleo de la cuestión. Aquí las solas cifras no bastan…

En realidad desde el punto de vista de la evangelización, la cuestión es completamente distinta. Cristo dice: <No temas pequeño rebaño, porque vuestro Padre se ha complacido de daros el reino> (Lc 12, 32). Pienso que con estas palabras Cristo responde mejor a los problemas que turban a algunos…Pero Jesús va incluso más lejos el dijo <El Hijo cuando venga en la Parusía, ¿encontrará fe sobre la tierra? “

Palabras misteriosas del Señor que nos ponen en alerta de lo que podría ocurrir si nos alejamos  del Dios Trino, ofendiendo con esta actitud, lo cual es un pecado de blasfemia.



Precisamente ya el llamado Papa de la segunda guerra mundial, Pio XII (1939-1958), tuvo que enfrentarse durante ésta y también después de ésta,  a la situación gravemente peligrosa que había tomado carta de naturaleza entre los mismos católicos, nos referimos a la costumbre de proferir palabras injuriosas contra Dios, la Virgen, la Eucaristía o los Santos. Preocupado por su grey, quiso hacer la siguiente oración, para pedir al Dios Trino  por la conversión de los blasfemos:
"¡Oh, Augusta Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu  Santo! que aún siendo infinitamente feliz en Ti y por Ti, por toda la eternidad, te dignas aceptar benignamente el homenaje que de toda la Creación  se alza hasta tu trono celestial.

Entorna tus ojos, te rogamos, y cierra tus ojos divinos ante aquellos desventurados que, o cegados por la pasión, o arrastrados por un impulso diabólico, blasfeman inicuamente contra tu nombre y los de la purísima Virgen María y los Santos.

Detén, ¡Oh Dios!, el brazo de la justicia, que podría reducir a la nada a quienes se atreven a hacerse reos  de tanta iniquidad. Acepta el himno de gloria que incesantemente se eleva desde toda la naturaleza, desde el agua de la fuente que corre limpia y silenciosa, hasta los astros que brillan  y recorren una órbita inmensa, en lo alto del cielo, movidos por tu amor…”  

 


Podemos terminar estas reflexiones sobre Jesús y el Misterio de la Santísima Trinidad con unas palabras muy recientes del Papa Benedicto XVI, (Carta Apostólica en forma <Motu Proprio> <Fider Per Doctrinam>. Dada en Roma el 16 de enero del año 2013. Octavo del Pontificado) 

“La fe necesita ser sostenida por medio de una doctrina capaz de iluminar la mente y el corazón de los creyentes. El particular momento histórico que vivimos, marcado entre otras cosas por una dramática crisis de fe, requiere asumir una conciencia tal que responda a las grandes esperanzas que surgen en el corazón de los creyentes por los nuevos interrogantes que interpelan al mundo y a la Iglesia.

La inteligencia de la fe, por lo tanto, requiere siempre que sus contenidos se expresen con un lenguaje nuevo, capaz de presentar la esperanza presente en los creyentes a cuantos piden su razón”