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viernes, 15 de mayo de 2020

EL VERBO DE DIOS HECHO CARNE HABITÓ ENTRE NOSOTROS


 
 

 
 
El autor de la <Epístola a los Hebreos>  envió un mensaje de aliento a los hebreos de Palestina  que se encontraban ante una crisis muy grave y decisiva para la Iglesia de Cristo. Concretamente, para presentar en toda su dignidad y eficacia la santidad cristiana, realizó un parangón entre la antigua y la nueva Alianza pero antes, en una breve <Introducción>, destaco los Atributos divinos del Verbo de Dios hecho carne con estas palabras (Heb 1, 1-4):
“Dios, que en los tiempos pasados muy fragmentaria y variadamente había hablado a los padres  por medio de los profetas / al fin de estos días nos habló a nosotros en la persona del Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por quien hizo también los mundos / el cual, siendo irradiación esplendorosa de su gloria y sello de su sustancia, sustentando todas las cosas con la palabra de su poder, después de realizar por sí mismo la purificación de los pecados se sentó a la diestra de la Grandeza en las alturas / hecho tanto más excelente que los ángeles, cuanto con preferencia a ellos ha heredado un nombre más aventajado”

 
Por su parte, el apóstol san Juan al inicio de su evangelio, nos habla de forma muy personal del Verbo Encarnado (Jn 1, 1-13):

“En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba cabe Dios, y el Verbo era Dios / Y todas las cosas fueron hechas por Él: y sin Él nada se hizo de cuanto ha sido hecho / En Él había vida, y la vida era la luz de los hombres / y la luz, en la tinieblas brilla, y las tinieblas no la acogieron / Apareció un hombre, enviado de parte de Dios: y su nombre era Juan / Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él / No era la luz, sino quien había de dar testimonio de la luz / Existía la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre, viniendo a este mundo / En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por Él, y el mundo no lo conoció / Vino a lo que era suyo, y los suyos no le recibieron / Mas a cuantos le recibieron, a los que creen en su nombre, le dio potestad de ser hijos de Dios / los cuales no de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios nacieron”

 



En estos versículos el evangelista desarrolla dos pensamientos; por una parte se presenta como el testigo de la Luz (Jn 1, 6-8) y por otra anuncia la venida de la Luz al mundo (Jn 1, 9-13). Al hablar de la Luz (Verbo de Dios), el apóstol querido del Señor, no lo hace de forma directa sino por círculos concéntricos, en cada uno de los cuales reaparece el pensamiento inicial, pero siempre acompañado de nuevas precisiones (Jn 1, 14-18):


“Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros; y contemplamos su gloria, gloria cual del Unigénito procedente del Padre: lleno de gracia y de verdad / Juan (el Bautista) da testimonio acerca de Él, y clama diciendo: <Este es el que dije: El que viene detrás de mí, porque era primero que yo> / Pues de su plenitud nosotros todos recibimos, y gracia por gracia / Porque la ley por mano de Moisés fue transmitida, y la gracia y la verdad por mano de Jesucristo fue hecha / A Dios nadie le ha visto jamás: el Unigénito Hijo, el que está en el regazo del Padre mirándole cara a cara, Él es quien le dio a conocer”

 
Tras más de setenta años de  la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, el evangelista san Juan, a una edad avanzada, escribió su libro, cuando las palabras del Señor, a fuerza de repetirlas a las gentes, así como  la profunda contemplación de las mismas, se habían convertido en el apóstol, en <sustancia propia>.

 
 
 
Juan recuerda aquellas vivencias al lado de Jesús, su Maestro, al que tanto amaba, al que acompañó hasta el último momento de su estancia entre los hombres, siendo el único apóstol que lo contempló a los pies de la cruz, al lado de María y las otras mujeres que le lloraban.

 
No es pues de extrañar que su Evangelio nos muestre con tal cantidad de detalles entrañables y a la vez misteriosos y trascendentales, la figura y la obra de Jesucristo. El cuarto Evangelio, se suele decir, que es un <choque entre la luz y las tinieblas>, y que su presentación es totalmente cronológica y de ahí que el Prologo se anticipe y describa la llegada del Hijo de Dios hecho hombre para habitar sobre la tierra.

Además, es la parte más personal del evangelista, en la cual desarrolla y presenta, de forma maravillosa,  la Encarnación y manifestación del Verbo.  No obstante, a pesar de las sinceras y verídicas palabras del apóstol, algunos hombres se han empeñado, a lo largo de la historia, en sacar  falsas conclusiones sobre el Verbo hecho carne y su primera venida a la tierra.

Así, ya en la antigüedad, los llamados monofisitas consideraron erróneamente que el Verbo se convirtió en carne o se mezcló, o se fundió, con la carne, mientras que los seguidores de Nestorio, aún más erróneamente, adujeron que el Verbo se habría unido al hombre con una unidad puramente moral o momentánea…

 


 
 
En este sentido, resulta siempre interesante, recordar las enseñanzas del Papa Benedicto XVI sobre el gran misterio de fe de la Encarnación y manifestación del Verbo (Audiencia General del miércoles 9 de enero de 2013): “El Hijo de Dios se hizo hombre, como recitamos en el Credo. Pero ¿Qué significa esta palabra central para la fe cristiana? Encarnación deriva del latín <incarnatio>. San Ignacio de Antioquía (finales del siglo I) y, sobre todo, san Ireneo usaron este término reflexionando sobre el Prologo del Evangelio de san Juan, en especial sobre la expresión: <El Verbo se hizo carne> (Jn 1, 14). Aquí la palabra carne, según el uso hebreo, indica el hombre en su integridad, todo el hombre, pero precisamente bajo su aspecto de caducidad y temporalidad, de su pobreza y contingencia.



Esta cuestión pretende decirnos que la salvación traída por Dios que se hizo carne en Jesús de Nazaret toca al hombre en su realidad concreta y en cualquier situación que se encuentre.

 
 
Dios asumió la condición humana para sanarla de todo lo que le separa de Él, para permitirnos llamarle, en su Hijo unigénito, con el nombre de <Abba, Padre> y ser verdaderamente hijos de Dios. San Ireneo afirma: <Este es el motivo por el cual el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre, entrando en comunión con el Verbo y recibiendo de este modo la filiación divina, llegara a ser hijo de Dios> (Adversus haereses 3, 19,1: PG 7, 939)”

 

El evangelista san Juan es el apóstol que evoca el origen de Jesús, con más frecuencia, en el Nuevo Testamento; así en el Prologo que estamos comentando y con el que da comienzo su Evangelio, presenta de forma verdaderamente luminosa la solución a unas preguntas que los seres humanos  solemos hacer sobre el origen del Mesías: ¿De dónde y ha dado?

 
 
 
Este evangelio, nos presenta asimismo la lucha constante entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal, y nos recuerda que la oposición de las tinieblas nunca logrará extinguir la luz. En definitiva, que la luz triunfa siempre sobre las tinieblas, con la difusión de sus <claridades doctrinales> y con la resurrección a la vida eterna.

 
Por eso, el Papa Benedicto XVI, teniendo en cuenta el evangelio de san Juan nos recordaba que:  
“El hombre Jesús es el acampar del Verbo, el eterno Logos divino en este mundo. La <carne> de Jesús, su existencia humana, es la <tienda> del Verbo: la alusión a la <tienda sagrada> del Israel peregrino, es inequívoca. Jesús es, por cierto así, la <tienda del encuentro>: es de modo totalmente real aquello de lo que la <tienda>, como después del <templo>, sólo podía ser su prefiguración.

 
 
 
El origen de Jesús, su <de dónde>, es el <principio> mismo, la causa primera de la que todo proviene; la <luz> que hace del mundo un cosmos. Él viene de Dios. Él es Dios. Este <principio> que ha venido a nosotros inaugura  -precisamente en cuanto principio- un nuevo modo de ser hombre…”

 
Por otra parte, también el Papa san Juan Pablo II ha sido un gran promulgador  del Misterio de la Encarnación porque siempre que tenía ocasión lo ponía de manifiesto. Así fue muy especialmente, en su Audiencia general del 19 de diciembre de 1997:
“La Encarnación es fruto de un inmenso amor, que impulso a Dios a querer compartir plenamente nuestra condición humana.


 
 
 
El hecho de que el Verbo de Dios se hiciera hombre produjo un cambio fundamental en la condición misma del tiempo. Podemos decir, en Cristo, el tiempo humano se colmó de eternidad. Es una transformación que afecta al destino de toda la humanidad, ya que el <Hijo de Dios>, con su Encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre (G S, 22). Vino a ofrecer a todos la participación en su vida divina. El don de esta vida conlleva una participación en la eternidad. Jesús lo afirmó, especialmente a propósito de la Eucaristía: <El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna> (Jn 6, 54). El efecto del Banquete Eucarístico es la posesión, ya desde ahora, de esa vida.


 
 
En otra ocasión, Jesús señaló la misma perspectiva a través del símbolo del agua, capaz de apagar la sed, el agua viva de su Espíritu, dada con vista a la eternidad (Jn 4, 14). La vida de la gracia revela, así, en una línea de verdadera continuidad, el ingreso en la vida celestial”


Verdaderamente la Encarnación del Hijo de Dios supone una nueva Creación que puede dar respuesta a la pregunta que todo ser humano se realiza en algún momento concreto de su vida: ¿Quién es el hombre?

 
 
El Papa Benedicto XVI en su Audiencia General del 9 de enero de 2013, hacía esta maravillosa reflexión al tratar de responder a esta recurrente pregunta: “En aquel Niño, el Hijo de Dios que contemplamos en Navidad, podemos reconocer el rostro autentico no sólo de Dios, sino el auténtico rostro del ser humano. Solo abriéndonos a la acción de su gracia y buscando seguirle cada día, realizamos el proyecto de Dios sobre nosotros, sobre cada uno de nosotros”

 
En este sentido, es interesante recordar, de nuevo, la <Epístola a los Hebreos> y en particular su <Conclusión> parenética (perseverancia en la fe), la nueva economía sometida a Cristo y la Humanidad del Salvador (Heb 2, 1-13):

“Por esto es menester que prestemos mayor atención a las cosas oídas no sea que seamos arrastrados a la deriva / Porque si la palabra transmitida por ministerio de los ángeles obtuvo fuerza de ley, y toda prevaricación y desobediencia recibió su justa retribución / ¿cómo nosotros escaparemos del castigo si menospreciáremos tan grande salud? La cual, anunciada inicialmente por el Señor, llegó a nosotros refrendada por los que la habían oído / acreditándola a su vez Dios con señales y portentos, y variedad de milagros, y repartición de dones del Espíritu Santo, a medida de su voluntad.

 


 
Porque no a los ángeles sometió Dios el mundo que había de venir, del cual estamos hablando / Allá, uno testificó diciendo (Sal 8, 5-7): ¿Quién es el hombre que te acuerdas de Él, o el hijo del hombre, que miras por Él? / Le rebajaste un poquito respecto de los ángeles, de gloria y honor le coronaste / todas las cosas las sometiste debajo de sus pies. Pues al someter a Él todas las cosas, nada dejo no sometida a Él / Más al que fue rebajado un poquito respecto de los ángeles, Jesús, vemos, por causa de la muerte padecida, coronado de gloria y honor, a fin de que, por gracia de Dios, gustase la muerte en bien de todos.


 


 
 
Pues le estaba bien a aquel para quien es todo y por quien es todo que, al paso que llevaba muchos hijos a la gloria, consumase por medio de los padecimientos al autor de su salud / Pues tanto el que santifica como los que son santificados de uno vienen todos; por cuya causa no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo (Sal 21, 23): / Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea cantaré tus loores / Y además (Is 8, 17-18): Yo pondré mi confianza el Él / Y de nuevo (Is 8, 17-18): Heme aquí a mí y a los hijos que Dios me dió” 


 

 

 

 

    

 

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 11 de mayo de 2020

JESÚS DIJO (XLVII): TRABAJOS PUBLICADOS EN MRM.MARUS


 
 
 
 
 
-LA RESURRECCIÓN DESCUBRE LA RELACION ENTRE LA PALABRA Y EL DESTINO DE JESÚS (20/8/2019)

 

-EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA: DONES PRECIOSOS PARA LA SOCIEDAD (1/9/2019)

 

-LA VIRGINIDAD DE MARÍA: MADRE DE DIOS (7/9/2019)

 

-LA PROPIEDAD DE UN BIEN HACE DE SU DUEÑO UN ADMINISTRADOR DE LA PROVIDENCIA (12/9/2019)

 

-LA ESPERANZA ES UNA VIRTUD TEOLOGAL FUNDAMENTAL (II) (22/9/2019)

 

-LA IGLESIA DE CRISTO Y EL DIALOGO INTERRELIGIOSO (1/10/2019)

 

-MARIA INMACULADA: LA LLENA DE GRACIA (6/10/2019)

 

 

LA BIBLIA (Edición popular); La Casa de la Biblia (1993); Traducción aprobada por la Conferencia  Episcopal Española

 

CARTA A LOS ROMANOS (COMENTARIO PREVIO A LA CARTA)

 

Roma era el centro del mundo. Casi un millón de personas de todo tipo componían la población de la capital del imperio. Entrar en contacto con Roma fue para san Pablo como una obsesión. La carta que escribió a los cristianos de Roma constituyó en su día una especie de hito en su tarea evangelizadora y ha constituido, después, en la historia de la Iglesia un punto de referencia permanente en las tareas teológicas.

 

LOS CRISTIANOS DE ROMA Y PABLO

 

El mensaje de Jesús fue llevado tempranamente a Roma por judíos procedentes de Palestina. Pero en el año 49 d.C. el emperador Claudio expulsó a todos los judíos que habitaban en la ciudad. Entre los desterrados marcharon muchos cristianos de origen hebreo. Durante el tiempo que duró la expulsión (hasta el año 54 d.C. aproximadamente) la comunidad siguió funcionando por medio de los cristianos venidos del paganismo. De hecho, cuando regresaron los judíos, la mayoría de los seguidores del Señor eran de origen pagano.

Cuatro años después, el apóstol Pablo se dirige a la comunidad mediante una carta. Quiere representar a ella y solicitar su acogida cuando visite aquella Iglesia no fundada por él. Pero también desea explicarles, con cierta amplitud, las ideas centrales de su predicación.

 

LA CARTA Y SUS PECULIARIDADES

 

Pablo escribió esta carta desde Corinto al final de su actividad misionera en la parte oriental del imperio. Sin llegar a ser una síntesis completa de su enseñanza, sí es su criterio más extenso y de más envergadura doctrinal. Es como si Pablo viera en Roma, corazón del paganismo, el mejor símbolo del carácter universal de la Iglesia cristiana.

La organización de la carta es sencilla: Introducción (Rom 1 1-15) / Sección teórica (Rom 1 16-11 36) / Parte exhortativa (Rom 12 1-15 13) / Conclusión (Rom 15 14-16 27)

 

JESÚS ES LA FUERZA SALVADORA DE DIOS

 

Después de anunciar tantas veces el evangelio, Pablo se queda con muy pocas cosas fundamentales. Sin duda, Jesús es el centro, la fuerza liberadora para todos los que lo acogen con fe.

Es cierto que toda criatura sufre el poder destructor del pecado; pero no es menos cierto que Dios Padre se ha compadecido de los hombres y les ha entregado a su Hijo, a Jesús muerto en cruz, para ofrecer la salvación plena.

La buena noticia, provoca en los oyentes un proceso de liberación que desemboca necesariamente en una nueva vida. La fe convencida origina una moral dinámica, de exigencias concretas, en constante progreso y en incesante combate.

 

 CARTA A LOS ROMANOS (PRIMERA PARTE):

 

 INTRODUCCIÓN

 

-SALUDO Y PROFESIÓN DE FE (1, 1-7)

 

“Soy Pablo, siervo de Cristo Jesús, elegido como apóstol y destinado a proclamar el evangelio que Dios / había prometido por medio de sus profetas en las Escrituras santas. / Este evangelio se refiere a su Hijo, nacido, en cuanto hombre, de la estirpe de David / y constituido por su resurrección de entre los muertos Hijo poderoso de Dios según el espíritu santificador: Jesucristo, Señor nuestro, / por quien he recibido la gracia de ser apóstol, a fin de que para su gloria, respondan a la fe de todas las naciones, / entre las cuales también estáis vosotros que habéis sido elegidos por Jesucristo. / A todos los que estáis en Roma y habéis sido elegidos amorosamente por Dios para constituir su pueblo, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y de Jesucristo el Señor.

 

 
-PROYECTOS DE PABLO PARA VISITAR ROMA (1, 8-15)

 

Ante todo, doy gracias a mi Dios por vosotros mediante Jesucristo, porque todo el mundo se hace lenguas de vuestra fe. / Dios, a quien rindo culto de todo corazón anunciando el evangelio de su Hijo, es testigo de que os recuerdo sin cesar. / Continuamente pido a Dios que me conceda ir a visitaros. / Deseo ardientemente veros, para comunicaros algún don espiritual que os fortalezca; / o más bien para confortarnos mutuamente en la fe común, la vuestra y la mía. / Debéis saber, hermanos, que he intentado muchas veces ir a visitaros, pero hasta el presente me lo han impedido. Pretendía recoger algún fruto también entre vosotros, lo mismo que en los demás pueblos. / Y es que me debo por igual a civilizados y a no civilizados, a sabios y a ignorantes. Así que, por lo que a mí toca, estoy pronto a anunciaros el evangelio también a vosotros, los que estáis en Roma.

 

 
-EL PODER SALVADOR DEL EVANGELIO (1, 16-17)

 

Pues no me avergüenzo del evangelio, que es fuerza de Dios para que se salve todo el que cree, tanto si es judío como si no lo es. / Porque en él, se manifiesta la fuerza salvadora de Dios a través de una fe en continuo crecimiento, como dice la Escritura: Quien alcance la salvación por la fe, ese vivirá.

 

 
-LA HUMANIDAD CULPABLE (1, 18-32)

 

En efecto, la ira de Dios se manifiesta desde el cielo contra la impiedad e injusticia de aquellos hombres que obstaculizan injustamente la verdad. / Pues lo que se puede conocer de Dios, lo tienen claro ante sus ojos, por cuanto Dios se  lo ha revelado. / Y es que lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, se ha hecho visible desde la creación del mundo, a través de las cosas creadas. Así que no tienen excusa, / porque, habiendo conocido a Dios, no lo han glorificado, ni le han dado gracias, sino que han puesto sus pensamientos en cosas sin valor y se ha oscurecido su insensato corazón. / Alardeando de sabios, se han hecho necios / y han trocado la gloria del Dios incorruptible por representaciones de hombres corruptibles, e incluso de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. / Por eso Dios los ha entregado, siguiendo el impulso de sus apetitos, a una impureza tal que degrada sus propios cuerpos. / Es la consecuencia de haber cambiado la verdad de Dios por la mentira, y de haber adorado y dado culto a la criatura en lugar de al Creador, que es bendito por siempre, Amén. / Así pues, Dios los ha entregado a pasiones vergonzosas. Sus mujeres han cambiado las relaciones naturales del sexo por usos antinaturales; / e igualmente hombres, dejando la relación natural con la mujer, se han abrasado en deseos de unos por otros. Hombres con hombres comenten acciones ignominiosas y reciben en su propio cuerpo el pago merecido por su extravío. / Y por haber rechazado el verdadero conocimiento de Dios, Dios los ha dejado a merced de su depravada mente, que los impulsa a hacer lo que no deben. / Están llenos de injusticia, malicia, codicia y perversidad; son envidiosos, homicidas, camorristas, mentirosos, malintencionados, chismosos, / calumniadores, impíos, insolentes, soberbios, fanfarrones, inventores de maldades, rebeldes a sus padres, / inconsiderados, desleales, desamorados y despiadados. / Conocen bien el decreto de Dios según el cual los que cometen tales acciones son dignos de muerte, pero no contentos con hacerlas, aplauden incluso a los que las cometen.

 

 
-TODOS BAJO EL JUICIO DE DIOS (2, 1-11)

 

Por tanto, no tienes excusa tú, quienquiera que seas, cuando juzgas a los demás, pues juzgando a otros tú mismo te condenas, ya que haces lo mismo que condenas. / Y sabemos que el juicio de Dios es riguroso contra quienes hacen tales cosas. / Y tú que condenas a los que hacen las mismas cosas que tú haces ¿piensas que escaparás al castigo de Dios? / ¿Desprecias acaso la inmensa bondad de Dios, su paciencia y su generosidad, ignorando que es la bondad de Dios la que te invita al arrepentimiento? / Por el endurecimiento y la impenitencia de tu corazón estás atesorando ira para el día de la ira, cuando Dios se manifieste como justo juez / y dé a cada uno según su merecido: / a los que perseverando en la práctica del bien buscan gloria, honor e inmortalidad, les dará vida eterna; / pero los que por egoísmo rechazaron la verdad y se abrazaron a la injusticia, tendrán un castigo implacable. / Tribulación y angustia para los que no lo son; / gloria, honor y paz para los que hacen el bien; para los judíos, desde luego, pero también para quienes no lo son, / pues en Dios no hay lugar a favoritismos.

 

 
-TAMBIÉN LOS JUDÍOS SON CULPABLES (2, 12-24)

 

En efecto, todo el que haya pecado sin estar bajo la ley, también perecerá sin que intervenga la ley; y todo el que haya pecado estando bajo la ley, será juzgado por esa ley. / Porque no salvará Dios a los que simplemente escuchan la ley, sino a aquellos que la cumplen. / Y es que cuando los paganos que no están bajo la ley, cumplen lo que atañe a la ley por inclinación natural, aunque no tengan ley, se constituyen en ley para sí mismos. / Llevan los preceptos de la ley escritos en su corazón, como lo atestigua su conciencia y también sus propios razonamientos que los acusarán o defenderán / en el día en que Dios juzgue las cosas ocultas de los hombres por medio de Jesucristo y conforme al evangelio que yo anuncio. / ¿Y qué decir de ti? Presumes de judío, te apoyas en la ley y te glorías en Dios. / Te precias de conocer su voluntad e, instruido por la ley, sabes discernir lo que es bueno. / Te jactas de ser guía de ciegos, luz de los que están en tinieblas, / educador de ignorantes, maestro de analfabetos, y crees poseer en la ley la clave del conocimiento y de la verdad. / Pues bien, tú que enseñas a otros, ¿Por qué no te enseñas a ti mismo? Tú que proclamas que no se debe robar, ¿por qué robas? / Tú que condenas el adulterio, ¿por qué cometes adulterio? Tú que reniegas de los ídolos, ¿por qué deshonras a Dios al no cumplirla? / Pues como dice la Escritura: Por vuestra culpa el nombre de Dios es ultrajado entre los paganos.

 

 
-EL VALOR DE LA CIRCUNCISIÓN (2, 25-29)

 

En cuanto a la circuncisión, es útil ciertamente si cumples la ley; pero si no lo cumples, es igual estar circuncidado que no estarlo. / Por tanto, si uno que no está circuncidado observa los preceptos de la ley, ¿no deberá ser considerado como si lo estuviera? / De hecho, el que no está físicamente circuncidado, pero cumple la ley, te juzgará a ti que, a pesar de estar circuncidado y poseer la letra de la ley, conculcas esa ley. / Porque ser judío no consiste en lo exterior, ni la verdadera circuncisión es la que se hace visiblemente en el cuerpo. / El verdadero judío loes por dentro y la genuina circuncisión es la del corazón, la que es obra del Espíritu y no de la letra; no esa que alaban los hombres, sino la que alaba Dios.

 

 
-DIOS SIGUE SIENDO FIEL A SU PUEBLO (3, 1-8)

 

Así pues, ¿es en algo superior el judío? ¿Tiene alguna utilidad el estar circuncidado? / Mucha, en todos los sentidos. En primer lugar, porque a ellos les fueron confiadas las palabras de Dios. / ¿Qué algunos no creyeron? ¿Y qué? ¿Acaso la incredulidad va anular la fidelidad de Dios? / ¡De ninguna manera! Dios es siempre veraz, aunque todo hombre sea mentiroso; ya lo dice la Escritura: Tus palabras mostrarán que eres fiel y triunfarás cuando sea juzgado. / Pero si nuestra maldad sirve para demostrar la fuerza salvadora de Dios, ¿no deberíamos decir – hablando a lo humano – que Dios es injusto en descargar su ira sobre nosotros? / ¿De ninguna manera! Si no, ¿cómo podría Dios juzgar al mundo? / Y si mi mentira sirve para resaltar y glorificar la verdad de Dios, ¿por qué he de ser considerado como pecador? / ¿Habrá que hacer el mal para que venga el bien, como algunos calumniadores dicen que yo enseño? ¿Bien merecida tienen esos tales su condenación!

 

 
-TODOS BAJO EL PECADO (3, 9-19)

 

Por tanto, ¿qué? ¿Tenemos o no tenemos ventaja los judíos? No del todo, ya que hemos demostrado que todos, tanto judíos como no judíos, están bajo el pecado, / como dice la Escritura: No hay ni siquiera un justo, / no hay un solo sensato, no hay quien busque a Dios. / Todos andan extraviados, todos están pervertidos. No hay ni uno que haga el bien. / Sepulcro abierto es su garganta, fuente de engaños su lengua, veneno de serpientes hay en sus labios, / su boca rebosa maldición y acritud. / Rápidos son sus pies para verter sangre, / desolación y miseria en sus caminos. / No conocieron la senda de la paz; / ni hay temor de Dios ante sus ojos. / Ahora bien, sabemos que lo que dice la ley, lo dice para quiénes están bajo la ley. Con ello, todo hombre queda en evidencia y el mundo entero debe reconocerse culpable ante Dios. / Porque nadie alcanzará la salvación divina por el cumplimiento de la ley; el papel de la ley era hacernos conscientes del pecado.

 

-LA SALVACIÓN POR LA FE (3, 21-31)

 

Pero ahora, con independencia de la ley, se ha manifestado la fuerza salvadora de Dios, atestiguada por la ley y los profetas. / Fuerza salvadora de Dios que, por medio de la fe en Jesucristo, alcanzará a todos los que crean. Y no hay distinción: / todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios; / pero ahora Dios los salva gratuitamente por su bondad en virtud de la redención de Cristo Jesús, / a quien Dios ha hecho, mediante la fe en su muerte, instrumento de perdón. Ha manifestado así su fuerza salvadora pasando por alto los pecados cometidos en el pasado, / porque Dios es paciente. Pero es ahora, en este momento, cuando manifiesta su fuerza salvadora, al ser él mismo salvador, y salvar a todo el que cree en Jesús. / ¿De qué, pues, podemos presumir si toda jactancia ha sido excluida? ¿Y en razón de qué ha sido excluida? ¿Acaso por las obras realizadas? No, sino en razón de la fe. / Pues estoy convencido de que el hombre alcanza la salvación por la fe y no por el cumplimiento de la ley. / Y Dios ¿lo es sólo de los judíos? ¿No lo es también de los paganos? Sí, también de los paganos, / ya que uno solo es el Dios que salva a cuantos tienen fe, estén circuncidados o no lo estén. / Entonces, ¿estaremos anulando la ley al dar tanto valor a la fe? ¿De ninguna manera! Más bien estamos confirmando el valor de la ley.

 

 
-EL EJEMPLO DE ABRAHÁN (4, 1-12)

 

4 ¿Y qué diremos del caso de Abrahán, padre de nuestra raza? / Si Abrahán hubiera alcanzado la salvación por sus obras, tendría razón para presumir; pero no sucedió así ante Dios. / Pues ya lo dice la Escritura: Creyó Abrahán a Dios y ello le fue tenido en cuenta para alcanzar la salvación. / Es sabido que al que trabaja no se le cuenta el jornal como favor, sino como deuda; / por eso, al que no se apoya en sus obras, es decir, al que ha puesto su fe en un Dios que salva al impío, ese fe le será tenida en cuenta para alcanzar la salvación. / Del mismo modo David llama dichoso al hombre a quien Dios salva independientemente de las obras: / ¡Dichosos aquellos a quienes Dios ha perdonado sus maldades, aquellos cuyos pecados han sido sepultados! / ¡Dichoso el hombre a quien el Señor no toma en cuenta su pecado! / ¡A quién se aplica esta bienaventuranza? ¿Sólo a los que están circuncidados, o también a los que no lo están? Hemos dicho que la fe le fue tenida en cuenta a Abrahán para alcanzar la salvación. Pero ¿cuándo? ¿Ya circuncidado a antes de estarlo? Sin duda que no después, sino antes. / Fue después cuando recibió la circuncisión como una señal, como una garantía de que, ya antes de estar circuncidado, poseía la salvación que se alcanza por la fe. De este modo se ha convertido en padre de todos los creyentes que no están circuncidados, para que también a ellos le sea concedida la salvación. / Asimismo se ha convertido en padre de los circuncidados que no se contentan con serlo, sino que siguen los pasos de la fe que, antes de circuncidarse, tenía ya nuestro padre Abrahán.

 

-FE, PROMESA Y HERENCIA (4, 13-25)

 

Cuando Dios prometió a Abrahán y a su descendencia que heredarían el mundo, no vinculó la promesa a la ley, sino a la fuerza salvadora de la fe. / Ahora bien, si los herederos lo fueran en virtud de la ley, entonces la fe resultaría ineficaz y vana la promesa. / Toda ley lleva aparejada su sanción, pero donde no hay ley tampoco puede haber transgresión. / Por eso la herencia depende de la fe, es pura gracia, de modo que la promesa se mantenga segura para toda la posteridad de Abrahán, posteridad que es sólo la que procede de la ley, sino también la que procede de la fe de Abrahán. El es el padre de todos nosotros, / como dice la Escritura: Te he constituido padre de muchos pueblos; y lo es ante Dios en quien creyó, el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen. / Contra toda esperanza creyó Abrahán que sería padre de muchos pueblos, según le había sido prometido: Así será en ti descendencia. / Y no decayó su fe al ver que su cuerpo estaba en vigor – tenía casi cien años – y que Sara ya no podía concebir. / Tampoco vaciló por falta de fe ante la promesa de Dios; al contrario, se consolidó en su fe dando así gloria a Dios, / plenamente convencido de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete. / Lo cual le fue tenido en cuenta para alcanzar la salvación. / Estas palabras de la Escritura no se refieren solamente a Abrahán. / Se refieren también a nosotros, que alcanzaremos la salvación si creemos en aquel que resucitó de entre los muertos a Jesús nuestro Señor, / entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado para nuestra salvación.