DE LA LITURGIA EN LA IGLESIA
(27/10/18)
PRIMERA CARTA DE SAN PEDRO (1ª Parte)
SALUDO (1, 1-2)
Pedro, apóstol de Jesucristo, a
los que peregrinan en la diáspora del Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia,
elegidos, / según la presciencia de Dios Padre, mediante la santificación del
Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre: gracia y paz
en abundancia para vosotros.
ALABANZA Y ACCIÓN DE GRACIAS A
DIOS (1, 3-12)
Bendito sea Dios, Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que por su misericordia nos ha engendrado de nuevo –
mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos – a una esperanza
viva, / a una herencia incorruptible, inmaculada y que no se marchita,
reservada en los cielos para vosotros, / que, por el poder de Dios, estáis
custodiados mediante la fe hasta alcanzar la salvación preparada ya para ser
manifestada en el tiempo último. / Por eso os alegráis, aunque ahora, durante
algún tiempo, tengáis que estar afligidos por diversas pruebas, / para que la
calidad probada de vuestra fe – mucho más preciosa que el oro perecedero que,
sin embargo, se acrisola por el fuego – sea hallada digna de alabanza, gloria y
honor, cuando se manifieste Jesucristo: / a quien amáis sin haberlo visto; y en
quien, sin verlo todavía, creéis y os alegráis con un gozo inefable y glorioso,
/ alcanzando así la meta de vuestra fe, la salvación de las almas. / Sobre esta
salvación investigaron e indagaron los profetas que vaticinaron sobre la gracia
que recibiríais, / buscando a qué momento y a qué circunstancias se refería el
Espíritu de Cristo que moraba en ellos, y testificaba de antemano los
padecimientos reservados a Cristo y su posterior glorificación. / Les fue
revelado que eran servidores de estas realidades no para su provecho, sino para
el vuestro: las mismas que os han sido anunciadas ahora por quienes os predicaron
el Evangelio por el Espíritu Santo enviado desde el cielo, las mismas que los
ángeles contemplan con avidez.
. EXHORTACIÓN A LA SANTIDAD
Por lo cual, tened dispuesto el
ánimo, vivid con sobriedad y poned toda vuestra esperanza en aquella gracia que
os llegará con la manifestación de Jesucristo. / Como hijos obedientes, no
conforméis vuestra vida a las antiguas concupiscencias del tiempo de vuestra
ignorancia, / sino que así como es santo el que os llamó, sed también vosotros
santos en toda vuestra conducta, / conforme a lo que dice la Escritura: Sed
santos, porque Yo soy santo.
Y si llamáis Padre al que sin
hacer acepción de persona juzga a cada uno según sus obras, comportaos con
temor durante el tiempo de vuestra peregrinación; / sabiendo que habéis sido
rescatados de vuestra conducta vana, heredada de vuestros mayores, no con
bienes corruptibles, plata u oro, / sino con la sangre preciosa de Cristo, como
cordero sin defecto ni mancha, / predestinado ya antes de la creación del mundo
y manifestado al final de los tiempos para vuestro bien; / para quienes por
medio de él creéis en Dios, que le resucitó de entre los muertos y le
glorificó, de modo que vuestra fe y vuestra esperanza se dirijan a Dios.
VIVIR LA CARIDAD FRATERNA (1,
22-25)
Ya que habéis purificado vuestras
almas por la obediencia a la verdad, para un amor fraterno no fingido, amaos de
corazón intensamente unos a otros, / como quienes han sido engendrados de nuevo
no de un germen corruptible, sino incorruptible, por medio de la palabra de
Dios, viva y permanente. / Porque Toda carne es como heno, y toda su gloria
como flor de heno; se seca el heno y cae la flor, / pero la palabra del Señor
permanece para siempre. Ésta es la palabra que os ha sido anunciada como buena
nueva.
COMO NIÑOS RECIEN NACIDOS (2,
1-3)
Así pues, habiéndoos despojado de
toda malicia y de todo engaño, de hipocresías, envidias y de toda suerte de
maledicencias, / apeteced, como niños recién nacidos, la leche espiritual no
adulterada, para que con ella crezcáis hacia la salvación, / si es que habéis
gustado qué bueno es el Señor.
SACERDOCIO COMÚN DE LOS FIELES
(2, 4-10)
Al acercarnos a él, piedra viva
desechada por los hombres pero escogida y preciosa delante de Dios, / también
vosotros – como piedras vivas – sois edificados como edificio espiritual para
un sacerdocio santo, con el fin de ofrecer sacrificios espirituales, agradables
a Dios por medio de Jesucristo. / Por lo que dice la Escritura: Mira, pongo en
Sión una piedra angular, escogida, preciosa; quien crea en ella, no será
confundido. / Por eso, para vosotros, los creyentes, el honor, pero para los
incrédulos: La piedra que rechazaron los constructores, ésta ha llegado a ser
la piedra angular, / y piedra de tropiezo y roca de escándalo. Ellos tropiezan,
porque no creen en la palabra: para esto habían sido destinados. / Pero
vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido
en propiedad, para que pregonéis las maravillas de Aquel que os llamó de las
tinieblas a su admirable luz: / los que
un tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo de Dios; los que antes no
habíais alcanzado misericordia, ahora habéis alcanzado misericordia.
Queridísimos, os exhorto a que,
como forasteros y peregrinos, os abstengáis de las concupiscencias carnales,
que combaten contra el alma. / Mostrad entre los gentiles una conducta ejemplar,
a fin de que, en lo mismo que os calumnian como malhechores, a la vista de
vuestras buenas obras, glorifiquen a Dios en el día de su visita.
Estad sujetos, por el Señor, a
toda institución humana: lo mismo al emperador, como soberano, / que a los
gobernadores, como enviados por él para castigar a los malhechores y honrar a
los que obran el bien. / Porque ésta es la voluntad de Dios: que haciendo el
bien hagáis enmudecer la ignorancia de los insensatos: / como hombres libres y
no como quienes convierten la libertad en pretexto para la maldad, sino como
siervos de Dios. / Tened consideración con todos, amad a los hermanos, temed a
Dios, honrad al emperador.
Criados: estad sujetos con todo
respeto a vuestros amos, no sólo a los buenos e indulgentes, sino también a los
déspotas. / Porque es buena cosa que uno, por consideración a Dios, soporte
penas, sufriendo injustamente. / En efecto, ¿qué mérito tenéis, si por vuestras
faltas sois castigados y lo sufrís? En cambio, si obrando el bien soportáis el
sufrimiento, eso es agradable a los ojos de Dios. / Pues para esto fuisteis
llamados, ya que también Cristo padeció por vosotros, dejándoos ejemplo para
que sigáis sus huellas: / él no cometió pecado, ni en su boca se halló engaño;
/ al ser insultado, no respondía con insultos; al ser maltratado, no amenazaba,
sino que ponía su causa en manos del que juzga con justicia. / Subiendo al
madero, él mismo llevó nuestros pecados, vivamos para la justicia: y por sus
llagas fuisteis sanados. / Porque erais como ovejas descarriadas, pero ahora
habéis vuelto al Pastor y Guardián de vuestras almas.
EJEMPLARES EN LA VIDA FAMILIAR
(3, 1-7)
De igual modo, vosotras, mujeres,
estad sujetas a vuestros maridos para que, aun cuando algunos no crean en la
palabra, sean ganados sin palabras por el comportamiento de sus mujeres, / al
observar vuestra conducta casta, llena de respeto. / Que vuestro adorno no sea
el de fuera, peinados, joyas de oro, vestidos llamativos, / sino lo más íntimo
vuestro, lo oculto en el corazón, ataviado con la incorruptibilidad de un alma
apacible y serena. Esto es de inmenso valor a los ojos de Dios. / Porque
también así se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en
Dios y estaban sujetas a sus maridos: / así Sara obedeció a Abrahán, llamándole
<señor>. De ella sois hijas, cuando obráis el bien sin inquietaros por
ningún temor. / Lo mismo vosotros, maridos, en la convivencia con vuestra mujer,
tened en cuenta que es un ser más frágil, y tributadles el honor debido – ya
que son también coherederas del don de la Vida – para que nada impida vuestras
oraciones.
Por último, tened todos el mismo
pensar y el mismo sentir, amaos como hermanos, sed misericordiosos y humildes,
/ no devolváis mal por mal, ni maldición por maldición, sino – al contrario –
bendecid, porque para esto habéis sido llamados, para ser herederos de la
bendición / Pues el que quiera amar la vida y ver días dichosos, refrene su
lengua del mal y sus labios de palabras engañosas; / apártese del mal y
practique el bien, busque la paz y vaya tras ella. / Porque los ojos del Señor
miran a los justos, y sus oídos están atentos a sus plegarias, pero el rostro
del Señor se vuelve contra los que obran mal.
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