“Creer en Dios implica adhesión a
Él, acogida de su Palabra y obediencia gozosa a su revelación”
No obstante, y a pesar de esta
clarísima definición, la pregunta: ¿Qué significa creer en Dios?, es una interrogación, que hoy en día, algunos
cristianos se realizan, porque los que se reconocen
creyentes en este paganizado siglo XXI, muchas veces desconocen su verdadero significado
y las bases en que se apoya el planteamiento cristiano de la misma. Surge
entonces necesariamente otra pregunta
sobre la pregunta: ¿Por qué está sucediendo esto?
Como el Papa San Juan Pablo II enseñaba:
“A pesar de toda su orientación
hacia la vida eterna, hacia esa felicidad que se encuentra en Dios mismo, el
cristianismo, y especialmente el cristianismo occidental, no ha sido nunca una
religión indiferente con respecto al mundo; ha sido siempre abierto al mundo, a
sus interrogantes, a sus inquietudes, a sus expectativas. Esto queda expresado
de modo especial en la Constitución Gaudium et Spes, debida a la iniciativa
especial de Juan XXIII.
Antes de morir el Papa Roncalli tuvo aún tiempo de entregarla al Concilio, como deseo personal suyo.
El <aggiornamento> no es
sólo la renovación de la Iglesia en sí misma, no es sólo la unidad de los
cristianos, <para que el mundo crea>, es también, y sobre todo, la acción
salvífica a favor del mundo. Es acción salvífica que se centra en esta
<forma del mundo que pasa>, pero que está constantemente orientado hacia
la eternidad, hacia la plenitud de la vida” (Cruzando el umbral de la
esperanza. Papa Juan Pablo II. Editado por Vittorio Messori. Círculo de
lectores).Antes de morir el Papa Roncalli tuvo aún tiempo de entregarla al Concilio, como deseo personal suyo.
Hermoso razonamiento del Papa San
Juan Pablo II que sin duda explica, en parte, por qué muchos cristiano de hoy
en día se siguen preguntando: ¿Qué significa creer en Dios?, dado el mimetismo
al que se ven sometidos, en una sociedad tan indiferente a las cosas eternas, en
definitiva, a las cosas divinas, a las cosas que conducen hacia la plenitud de
la vida.
La Profesión de fe (Credo) especifica, no obstante, que: <Dios es el Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra>, y al reflexionar sobre esta verdad absoluta, el Papa Benedicto XVI en su Audiencia General del miércoles 30 de enero de 2013 aseguraba que:
La Profesión de fe (Credo) especifica, no obstante, que: <Dios es el Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra>, y al reflexionar sobre esta verdad absoluta, el Papa Benedicto XVI en su Audiencia General del miércoles 30 de enero de 2013 aseguraba que:
“No es siempre fácil hablar, hoy
en día, de paternidad. Sobre todo en el mundo occidental, donde las familias
disgregadas, los compromisos de trabajo cada vez más absorbentes, las
preocupaciones y a menudo el esfuerzo de hacer cuadrar el balance familiar, la
invasión disuasoria de los <mass
media> en el interior de la vida cotidiana, son algunos de los factores que
pueden impedir una serena y constructiva relación entre padres e hijos...
Para quien ha tenido la
experiencia de un padre demasiado autoritario e inflexible, o indiferente y
poco afectuoso, o incluso ausente, no es fácil pensar con serenidad en Dios
como Padre y abandonarse a Él con confianza”
La pregunta ¿Qué significa creer en Dios? la realizaba también, dos años antes de esta Audiencia, el Papa Benedicto XVI, cuando nos hablaba a todos los creyentes, y a los no creyentes, del <Camino de la fe>.
Él
argumentaba así una respuesta, a la misma, en su libro: <Los caminos de la
vida interior. El itinerario espiritual del hombre>:
“Los cristianos decimos: <Creo
en Dios Padre, Creador del cielo y de la tierra, creo en el Espíritu Creador>.
Creemos que en el origen está el <Verbo Eterno>, la razón y no la irracionalidad.
Con esta fe, no tenemos necesidad de escondernos, no debemos tener miedo de
encontrarnos con ella en un callejón sin salida. Nos alegra poder conocer a Dios.
Y tratamos de hacer ver también a los demás la racionalidad de la fe, como San
Pedro exhortaba explícitamente, en la <Carta a los cristianos> de su
tiempo, pero también a nosotros” (Benedicto XVI. Ed. Chronica S.L. 2011)Concretamente en el apartado dedicado a los avisos especiales, San Pedro, entre otras cuestiones, les anima a no tener miedo de obrar el bien (3,13-16):
-¿Quién os hará mal si buscáis
con entusiasmo el bien?
-Dichosos si tenéis que padecer
por hacer el bien. No temáis las amenazas ni os dejéis amedrentar
-Dad gloria a Cristo, el Señor,
estad siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza a todo el que os pida
explicaciones.
-Hacedlo, sin embargo con dulzura
y respeto, como quien tiene limpia la conciencia. Así, quienes hablan mal de
vuestro buen comportamiento como cristianos, se avergonzarán de sus calumnias
Es interesante analizar detenidamente
estos versículos de la Carta de San Pedro. En primer lugar, salta a la vista
que nos recuerdan algunas de las
Bienaventuranzas de Jesús (Mt 5, 10-12):
*<Bienaventurados los
perseguidos por razón de la justicia, porque de ellos es el reino de los
cielos>
*<Bienaventurados sois cuando
os ultrajaren y persiguieren y dijeren todo mal contra vosotros por mi
causa>
*<Gozaos y alborozaos, pues
vuestra recompensa es grande en los cielos. Que así persiguieron a los profetas
que os precedieron>
“¡No llaméis conjuración a todo
lo que este pueblo denomina conjura!, ni tengáis su mismo temor ni os asustéis
/ sino a Yahved Sebaod considerad santo, y Él sea vuestro temor y vuestro miedo
(Is 8,12-13)”
Por eso, como aseguraba el Papa Benedicto XVI (Ibid):
“La fe es la substancia de la
esperanza; sin duda la esperanza en una vida mejor, una vida planteada sobre
una base nueva: <La fe otorga a la vida una base nueva>, un nuevo
fundamento sobre el que, el hombre, puede apoyarse, de tal manera, que precisamente,
el fundamento habitual, la <confianza en la renta material>, queda
relativizado”
Una reflexión muy interesante la del Papa Benedicto XVI, que es perfectamente adecuada para una sociedad que todo lo relativiza, que pasa de todo, y que sigue preguntándose: ¿Qué significa creer en Dios?...
Recuerda también el Papa Benedicto XVI, en
su libro, que muchos hombres y mujeres, desde la antigüedad, descubrieron que la
fe es la <substancia de la esperanza>, y no sólo con pruebas tan
profundas y dolorosas como la muerte por martirio, sino también con ejemplos
dados en las grandes renuncias que condujeron a grandes ejemplos de santidad.
Menciona también entre este grupo de personas a aquellas que en la actualidad pertenecen a Institutos y Movimientos religiosos, que lo han dejado todo por amor a Cristo para llevar a los hombres el mensaje de éste.
Menciona también entre este grupo de personas a aquellas que en la actualidad pertenecen a Institutos y Movimientos religiosos, que lo han dejado todo por amor a Cristo para llevar a los hombres el mensaje de éste.
Precisamente en la celebración de Vigilia de Pentecostés celebrada en la plaza de San Pedro, el sábado 3 de junio del 2006, el Papa Benedicto XVI tuvo un encuentro con estas nuevas Comunidades y Movimientos religiosos, donde les comunicó su deseo de que prosiguieran por el camino emprendido bajo la dirección del Espíritu Santo.
“Queridos amigos, los Movimientos
han nacido precisamente de la sed de la vida verdadera, son Movimientos por la
vida en todos sus aspectos. Donde ya no fluye la fuente de la vida, donde sólo
se apoderan de la vida en vez de darla, allí está en peligro incluso la vida de
los demás; allí están dispuestos a eliminar la vida inerme del que aún no ha
nacido, porque parece que les quita espacio a su propia vida.
Si queremos proteger la vida, entonces debemos sobre todo, volver a encontrar la fuente de la vida; entonces la vida misma debe brotar con toda su belleza y sublimidad; entonces debemos dejarnos vivificar por el Espíritu Santo, la fuente creadora de la vida”
Si queremos proteger la vida, entonces debemos sobre todo, volver a encontrar la fuente de la vida; entonces la vida misma debe brotar con toda su belleza y sublimidad; entonces debemos dejarnos vivificar por el Espíritu Santo, la fuente creadora de la vida”
Por otra parte, les dijo que los católicos debemos hacer el bien no como esclavos, que no pueden obrar de otra forma, sino como hombres libres que aman la verdad y el bien, porque aman al Creador de todas las cosas, y por tanto, a las criaturas por Él creadas, siendo esta libertad aquella a la que nos quiere conducir el Espíritu Santo:
“Los Movimientos eclesiales
quieren y deben de ser, escuelas de libertad, de esta libertad verdadera… En
este mundo, tan lleno de libertades ficticias que destruyen el ambiente y al
hombre, con la fuerza del Espíritu Santo, queremos aprender juntos la libertad
verdadera; construir escuelas de libertad; demostrar a los demás, con la vida,
que somos libres, y que es muy hermoso ser realmente libres con la verdadera
libertad de los hijos de Dios”
Les habló el Papa, así mismo, de
que el espíritu Santo quiere la unidad, quiere la totalidad, y por eso su
presencia se manifiesta de forma especial en el Espíritu evangelizador, porque
de esta forma se comparte aquello hermoso y verdadero que es el mensaje de
Cristo, con los demás.
La evangelización, dice también el Papa, debe realizarse sin temor, porque el cristiano católico sabe que ha recibido la filiación adoptiva de Dios. Finalmente aseguraba a los allí presentes, pero también a los ausentes, que debemos ser mucho más colaboradores en el ministerio apostólico universal del Papa, abriendo las puertas a Cristo:
“Este es el mejor servicio de la
Iglesia a los hombres y de modo muy especial a los pobres, para que la vida de
las personas, un orden más justo en la sociedad y la convivencia pacífica entre
las naciones, encuentren en Cristo la <piedra angular>, sobre la cual
construir la auténtica civilización del amor. La evangelización, dice también el Papa, debe realizarse sin temor, porque el cristiano católico sabe que ha recibido la filiación adoptiva de Dios. Finalmente aseguraba a los allí presentes, pero también a los ausentes, que debemos ser mucho más colaboradores en el ministerio apostólico universal del Papa, abriendo las puertas a Cristo:
El Espíritu Santo da a los creyentes una misión superior del mundo, de la vida, de la historia, y los hace custodios de la esperanza que no defrauda”
Este santo varón movido por una gran caridad hacia sus semejantes, fue capaz de ofrecer su vida para salvar a un militar, preso como él, en Auschwitz; se trataba de un sargento (Franciszk Gajowniczek), casado y con hijos, el cual había sido elegido junto a otros nueve prisioneros, al azar, para ser ejecutado.
El comandante de campo aceptó el cambio y San Maximiliano fue condenado junto a los otros presos elegidos a morir de hambre. Pasados diez días de sometimiento a este terrible martirio, solamente él quedó aún con vida, y al encontrarlo en esta situación, sus carceleros, le inyectaron fenol, muriendo el 14 de agosto de 1941.
Sucedió que era muy devoto de la Virgen María, bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, y movido por este sentimiento amoroso hacia la Madre de Dios, en el año 1917 fundó un movimiento de la Iglesia católica con la denominación de: <La Milicia de la Inmaculada>, para luchar con todos los medios morales a su alcance por la construcción del Reino de Dios en todo el mundo.
Se trata de un apóstol del Señor,
en este mundo moderno, que se valió de los medios modernos a su alcance para
proclamar el mensaje de Cristo y que supo responder a la pregunta de los
incrédulos: ¿Qué significa creer en Dios?
Para ello, inició la publicación de una revista mensual que llevaba el nombre de: <Caballero de la Inmaculada>, con el objetivo de aumentar el conocimiento, el amor y servicio a la Madre de Jesús, y de esta forma convertir muchas almas para Cristo.
Tuvo un gran éxito, teniendo en cuenta la situación de Europa en aquellos momentos históricos. Más tarde en 1929, siendo ya sacerdote, fundó la primera <Ciudad de la Inmaculada>, en el convento franciscano de Niepokalanáw y unos años después, ya en plena guerra mundial, fue apresado junto con otros frailes y enviados a campos de concentración en Alemania y Polonia.
Algún tiempo después fue
liberado, justamente el día de la Inmaculada Concepción, pero fue hecho
prisionero de nuevo en 1941 y tras diversos encarcelamientos, finalmente fue
encerrado en el terrible campo de Auschwitz, donde ya hemos recordado como
murió por amor a Dios y a los hombres.Para ello, inició la publicación de una revista mensual que llevaba el nombre de: <Caballero de la Inmaculada>, con el objetivo de aumentar el conocimiento, el amor y servicio a la Madre de Jesús, y de esta forma convertir muchas almas para Cristo.
Tuvo un gran éxito, teniendo en cuenta la situación de Europa en aquellos momentos históricos. Más tarde en 1929, siendo ya sacerdote, fundó la primera <Ciudad de la Inmaculada>, en el convento franciscano de Niepokalanáw y unos años después, ya en plena guerra mundial, fue apresado junto con otros frailes y enviados a campos de concentración en Alemania y Polonia.
En el año 1973 el Papa San Pablo VI lo beatificó, y en 1982 el Papa San Juan Pablo II lo canonizó como mártir de la caridad. Como dato curioso diremos que el hombre al que salvó la vida pudo asistir a estas dos merecidas concesiones, falleciendo a una edad muy avanzada seguramente dándole gracias a Dios, por haber encontrado en el camino de su vida a Cristo a través de la persona de San Maximiliano María Kolbé...
No sólo en Europa, se dieron casos de hombres verdaderamente santos, en los últimos siglos, también en otros continentes se encuentran numerosos casos de santidad. Concretamente un ejemplo extraordinario fue dado por San Alberto Hurtado, natural de Chile (América del Sur).
Nació este futuro santo, a principios del siglo XX, en Viña del Mar (Chile), perteneciente a la Cuarta Región de este hermoso y extenso país. De origen vasco, tras la muerte de sus padres debido a un acto criminal, se trasladó a la capital de Chile, Santiago, donde tenía familia, junto con su hermano Miguel.
Gracias a una beca pudo estudiar en el colegio de San Ignacio de la compañía de Jesús (1908); más tarde estudio derecho en la Universidad católica de Chile, realizando su tesis para optar al título de abogado, sobre los <Trabajos a domicilio>, que por entonces estaban muy mal considerados y pagados, provocando grandes perjuicios para las personas que realizaban este tipo de servicios.
Su vida fue azarosa, llegando
incluso a ingresar en el ejército en defensa de su país, ante lo que fue una
amenaza ficticia por un posible conflicto armado con Perú. Pasado este primer
período de su vida, su vocación religiosa se hizo sentir y al ser llamado a
ella bajo la acción del Espíritu Santo en 1923, ingresó en la compañía de
Jesús, recorriendo varios países: Argentina, España y Bélgica.
Precisamente fue en este último
país donde finalmente fue ordenado sacerdote en la ciudad de Lobaina en 1933.
Tras realizar distintos encargos en Bélgica y Alemania (Donde se doctoró en Pedagogía), regresó a Chile su país natal en el año 1936, y allí contactó con un panorama muy apropiado para realizar la labor que Cristo le había encomendado, pues él, como tantos otros santos, había encontrado la <piedra angular>, la respuesta a la pregunta: ¿Qué significa creer en Dios? sobre la cual construir la auténtica civilización del amor.
Por eso se concentró en el trabajo con los jóvenes y los pobres, sectores de la sociedad, por entonces, muy necesitados de defensa y ayuda material.
Comenzó su campaña contra la
pobreza denunciándola primero en un periódico, y luego fundando la institución:
<El Hogar de Cristo>, en 1944. Un año después fundó la <Acción
Sindical y Económica Chilena>, que al principio fue vista con reticencia por
parte de la Conferencia Episcopal de su país. Sin embargo, el Papa Pío XII le
recibió en 1947, cuando le solicitó ayuda para preparar a los dirigentes
obreros sindicalistas y a los patrones jóvenes en el pensamiento de la doctrina
social de la Iglesia Católica.
Trabajó duro en el campo de esta doctrina social de la Iglesia Católica, publicando algunos trabajos sobre el tema, y fundando en 1951 la revista <Mensaje>, de gran interés, para la difusión del pensamiento social católico.
Murió muy joven, de un cáncer de
páncreas, enfermedad que llevó con gran entereza y espíritu de sacrificio,
dejando una obra tras de sí encomiable, que ha persistido y ha dado frutos en
el mundo de la juventud obrera y de los más desfavorecidos, gracias al <El Hogar
de Cristo> por él fundado.
Tras la necesaria acreditación,
de al menos varios milagros realizados, fue beatificado y posteriormente
canonizado en el año 2005, por el Papa Benedicto XVI. Es patrono de los niños
pobres, de los trabajadores sociales, y de la Universidad Católica Cecilio
Acosta de su país.
Es de justicia recordar, de igual
forma, a algunas de aquellas mujeres que han trabajado intensamente en el campo
social de la Iglesia católica, en los últimos siglos. Pos supuesto que han sido
muchas, nos viene a la memoria, por ejemplo, la fundadora de las religiosas
Terciarias Capuchinas de Loano, misionera en América, cuya vida nos ha
conmovido por su deseo inquebrantable
según ella misma decía de: <Ser toda de Dios y servirlo en los más
pequeños>.
María Francisca Rubatto (1844-1904),
ha sido la primera Beata de Uruguay, aunque había nacido en Carmagnola (Turín);
desde muy joven fue perfectamente
educada en las cosas de Dios por su propia madre, de forma que no es de extrañar
el hecho de que se consagrara siendo aún una adolescente para servir a Cristo y
a su causa.
Después de la muerte de su madre,
se incorporó en Turín a la labor de la Iglesia en favor de los más pobres, con
el deseo de servirles con total dedicación. Tras un episodio luminoso en su
vida, en el cual socorrió a un joven obrero herido, sintió una fuerte llamada
del Espíritu Santo comprendiendo que debía hacerse religiosa, y así el 25 de
enero de 1885 se consagró a Dios bajo el nombre de María Francisca Jesús.
Su ardiente deseo de ayudar a los más pobres y llevarles la palabra del Señor, hizo que muy pronto, tras tomar los hábitos, fuera enviada a América Latina, concretamente a Montevideo, Buenos Aires y Rosario, ciudades donde fundó los <Oratorios Festivos>, para enseñar a aquellos pueblos a amar y servir a Dios. También abrió varias escuelas para <promocionar la educación de los niños y adolescentes> y por supuesto, no se olvidó de atender a los enfermos en los hospitales y aún en sus propios domicilios.
Tras su intensa labor evangelizadora en Argentina,
pasó a Brasil (1899), con el mismo espíritu de generosidad y ansia de servir a
Dios en los más pobres. Viajó con un grupo de sus compañeras religiosas a
Marañón, ciudad situada al nordeste de Brasil. El viaje se transformó en una
nueva prueba que la marcó para siempre, a la vista de la situación tan penosa
en la que encontró a las gentes de aquella región brasileña.
Continuó su labor evangelizadora
por otros pueblos de América, siguiendo fielmente la obra de San Francisco de
Asís, fundando la orden de las religiosas Terciarias Capuchinas de Loano.
En la Homilía de la misa de su beatificación (1993), el Papa
San Juan Pablo II se expresaba en los términos siguientes:
“Al seguir fielmente las huellas
de Francisco, el enamorado de la pobreza evangélica, aprendiste a servir a los
pobres y hacerte tú misma pobre, y marcaste a tus hijas espirituales este
camino particular de evangelización”
Esta santa mujer murió en
Montevideo (Capital de Uruguay) en 1904, y fue sepultada en el cementerio de la
Teja, lugar de su servicio misionero en este país, por expreso deseo suyo:
<en medio de sus queridos pobres>.
Otra mujer que trabajó sin
descanso, en la advocación social de la
Iglesia, casi coetánea de la italiana María Francisca Rubatto, fue la española Joaquina de Vedruna Vidal
(1783-1854).
Esta santa mujer murió en fecha
muy próxima al nacimiento de la Beata Francisca, lo que nos lleva a considerar
el hecho transcendental, de la gran continuidad en la acción social de la
Iglesia Católica, desde sus inicios,
pues casos como estos se han dado constantemente a lo largo su historia.
Santa Joaquina de Vedruna era
natural de Barcelona (España). Su familia pertenecía a la nobleza catalana, muy
rica y poderosa políticamente y al mismo tiempo de profundas raíces católicas.
Desde muy niña, en un ambiente propiciatorio tuvo gran devoción al Niño Jesús,
y se apartaba del pecado con gran decisión.
Por todo ello, no es de extrañar que muy pronto surgiera en ella la vocación religiosa, queriendo ingresar en las carmelitas calzadas a los doce años. Sin embargo, debido a su corta edad, la superiora de la orden en aquellos momentos no consideró adecuado este ingreso hasta que la niña madurara en sus sentimientos. Haciendo caso a su familia, finalmente, siguió el camino seglar y se casó con Teodoro de Max, también perteneciente a la aristocracia catalana con sólo dieciséis años, y con él vivió feliz, dando a luz a nueve hijos, que luego aumentaron la familia con los correspondientes nietos. Su esposo también había tenido en su momento vocación religiosa, y esto fue una base extraordinaria para la formación de una familia unida y llena de amor.
En las guerras napolitanas de la
época, el esposo de Joaquina tuvo que ir a pelear a Francia, por lo que esta
mujer mantuvo a la familia sobrellevando los sufrimientos de la pérdida de
algunos de sus hijos, así como de sus
padres; se esmeró en el cuidado y educación de sus hijos en ausencia de su
esposo y tuvo la desgracia de perder también parte de los bienes de la familia,
precisamente durante la enfermedad de su
esposo que finalmente murió dejándola viuda y sin medios económicos.Por todo ello, no es de extrañar que muy pronto surgiera en ella la vocación religiosa, queriendo ingresar en las carmelitas calzadas a los doce años. Sin embargo, debido a su corta edad, la superiora de la orden en aquellos momentos no consideró adecuado este ingreso hasta que la niña madurara en sus sentimientos. Haciendo caso a su familia, finalmente, siguió el camino seglar y se casó con Teodoro de Max, también perteneciente a la aristocracia catalana con sólo dieciséis años, y con él vivió feliz, dando a luz a nueve hijos, que luego aumentaron la familia con los correspondientes nietos. Su esposo también había tenido en su momento vocación religiosa, y esto fue una base extraordinaria para la formación de una familia unida y llena de amor.
Como se había casado muy joven,
enviudó también muy joven, de forma que a los cuarenta y siete años se consagró
a la vida religiosa fundando la Comunidad de las hermanas Carmelitas de la Caridad,
y dedicando el resto de su vida a actividades relacionadas con la labor social
de la Iglesia, fundamentalmente la enseñanza y la asistencia a los enfermos.
La congregación de esta santa
mujer, se extendió rápidamente por toda España, Hispano América y Asia, debido
fundamentalmente a su carisma social, basado sobre todo en el cuidado de los
enfermos. También echaron raíces sus hermanas en América latina, concretamente
en Argentina, donde se dedicaron a la enseñanza de los más pobres, abriendo un
colegio dedicado a la advocación de a la Virgen del Carmen.
Las Carmelitas de la Caridad fundaron conventos, escuelas y hospitales tanto en España como en otros países, y por ello la Iglesia Católica le estará siempre inmensamente agradecida.
Fue beatificada por el Papa Pío XII en 1940, y canonizada en 1959 por el Papa Juan XXIII. Su festividad se celebra el 22 de mayo.
Como demostraron estos santos y santas con sus vidas, <Creer en Dios>, es llevar a la práctica de cada día el <Amor divino>, no sólo a nivel personal, sino también y sobre todo a nivel de la vida del prójimo, especialmente en caso de enfermedad, pobreza, abandono o simplemente desgracia material y /o desgracia espiritual, lo cual está en la línea de esta segunda pregunta:
¿Es posible amar?, realizada por el Papa Benedicto XVI, a la cual respondió con el siguiente razonamiento (Ibid):
“Toda persona siente el deseo de amar y de ser amado. Sin embargo, ¡Qué difícil es amar, cuántos errores y fracasos se producen en el amor! Hay quien llega incluso a dudar si el amor es posible…
El amor es posible y la finalidad
de este mensaje mío es contribuir a reavivar en cada uno de vosotros, que sois
el futuro y la esperanza de la humanidad, la fe en el amor verdadero, fiel y
fuerte; un amor que produce paz y alegría; un amor que une a las personas,
haciéndolas sentirse libres en el respeto mutuo. Recorreremos tres momentos, en el itinerario hacia el <descubrimiento del
amor>.
El primer momento hace referencia
a la única fuente de amor verdadero, que es Dios. San Juan lo subraya bien
cuando afirma que <Dios es Amor> (I Jn 4,8. 16); con ello no quiere decir
sólo que Dios nos ama, sino que el ser mismo de Dios es Amor…
¿Cómo se nos manifiesta Dios –
Amor?, estamos aquí en el segundo momento de nuestro itinerario. Aunque los
signos del <Amor divino> ya son claros en la creación, la revelación
plena del misterio íntimo de Dios, se realizó en la Encarnación, cuando Dios
mismo se hace hombre. En Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, hemos
conocido el amor en todo su alcance…
Más aún, el Crucificado, que
después de la Resurrección lleva para siempre los signos de la propia Pasión,
pone de relieve las <falsificaciones> y mentiras sobre Dios que hay tras
la violencia, la venganza y la exclusión. Cristo es el Cordero de Dios, que
carga con el pecado del mundo y extirpa el odio del corazón del hombre. Esta es
su verdadera revolución: <El Amor>.
Llegamos aquí al tercer momento
de nuestra reflexión. En la cruz Cristo grita: <tengo sed> (Jn 12,28…)
Sólo cuando percibimos la profundidad y la intensidad de este misterio, nos
damos cuenta de la necesidad urgente de que lo amemos <como Él nos ha amado>. Esto comporta
también el compromiso, si fuera necesario, de dar la propia vida por los hermanos,
apoyados por el amor que Él nos tiene…”
Los santos, son aquellas personas
que han <creído en Dios>, y por eso
<han amado a Dios y al prójimo como así mismo>. Así, el grito de
Cristo en la Cruz: <Tengo sed> fueron las palabras que hicieron que una
mujer como Agnes Gonxha Bojaxiu, comprendiera lo que el Señor pedía que
realizara con su vida…
Ella misma, reconoció que fue <la llamada de Dios, dentro de la llamada>. En efecto, la Madre Teresa de Calcuta, nacida en Skopje (En la actual Macedonia), desde la escuela primaria demostró una clara inclinación hacia las misiones fuera de su país; por eso a los doce años sus hagiógrafos aseguran que ya había decidido dedicar su vida a ayudar a los más desfavorecidos e indefensos de la sociedad, y a los dieciocho años bajo la inspiración del Espíritu Santo, alentada por las informaciones que enviaban a su casa misioneros jesuitas desde Bengala occidental, solicitó ingresar en la comunidad religiosa de las Hermanas de Loreto, porque sabía que estas realizaban la labor evangelizadora en la India, más concretamente en Bengala occidental. Tras un período de información en el convento de estas religiosas en Irlanda, zarpó hacia Calcuta en el año 1929 donde le fue asignado el convento de Loreto en Entally, en el noroeste de Calcuta. Allí pudo dedicarse plenamente a la labor de la enseñanza en un colegio de niñas, al mismo tiempo que perfeccionaba el idioma del país, el cual llegó a dominar de tal forma, que muy pronto recibió el sobrenombre de <Teresa Bengalí>.
Hasta el año 1946 su dedicación a
la enseñanza y ayuda a los más pobres, incluso fuera de los muros del convento,
llenaron todas sus aspiraciones misioneras. Sin embargo el 10 de septiembre de
1946, siguiendo su costumbre anual, la Madre Teresa decidió hacer un retiro
espiritual, y para ello viajó en tren desde Calcuta hacia el norte de la India
para llegar a la región montañosa de Darjeeling, donde las hermanas de Loreto
tenían una casa muy apropiada para hacer vida de oración y reflexión.
Sucedió, que durante el viaje, la
Madre Teresa, recordando las palabras de Jesús en la Cruz, ya en plena agonía:
<Tengo sed>, supo con seguridad que las mismas iban dirigidas a ella,
supo que Dios <Necesitaba amor>, más aún que <Dios necesitaba el amor
de los hombres>, y ese descubrimiento, esa <Llamada, dentro de la
llamada>, la hizo recapitular sobre su vida, y desde ese momento luchó hasta
que consiguió los permisos de las autoridades eclesiásticas, para salir a las
calles de Calcuta en busca de los enfermos, pobres, desfavorecidos de la
sociedad, es decir a los <pobres entre los pobres>
Poco a poco se fue abriendo camino en aquel mundo lleno de sufrimientos y pronto fue acompañada por otras hermanas que quisieron seguir su mismo carisma, de forma que a mediados del año 1950 las <hermanas de la caridad de Calcuta>, eran ya muy conocidas en la ciudad por su labor entre las familias sin techo y por haber abierto escuelas para los pobres, y clínicas para los moribundos y los niños en los barrios más miserables.
Su labor comenzó a ser reconocida
en el mundo entero en el año 1970 en el que se le concedió el honor más alto de
la India, la <Bharat Ratna> (La joya de la India), coronado finalmente
con el premio Nobel de la Paz, en el año 1979.
Tras una labor incansable en la
tarea social de la Iglesia, la Madre Teresa dejó este mundo en olor de santidad
en el año 1997, y poco después de su fallecimiento, fue propuesta por la
Iglesia, para iniciar su proceso de beatificación con vistas a su posterior canonización.
La beatificación de la Madre Teresa
de Calcuta tuvo lugar el domingo 19 de octubre de 2003 y durante la misa
celebrada por el Papa San Juan Pablo II, éste pronunció una homilía muy sentida
de la que queremos recordar algunos párrafos:
“¿No es acaso significativo que
esta beatificación tenga lugar precisamente en el día en que la Iglesia celebra
la <Jornada mundial de las misiones>? Con el testimonio de su vida, Madre
Teresa recuerda a todos que la misión evangelizadora de la Iglesia pasa a
través de la caridad, alimentada con la oración y la escucha de la Palabra de
Dios; es emblemática de este estilo misionero la imagen que muestra a la nueva
Beata, mientras estrecha con una mano,
la mano de un niño, y con la otra pasa las cuentas del rosario.
Contemplación y acción, evangelización
y promoción humana, Madre Teresa, proclama el evangelio con su vida totalmente
entregada a los pobres, pero, al mismo tiempo, envuelta en la oración”
El Papa Francisco ha proclamado
santa a la Madre Teresa de Calcuta, fundadora de los <Misioneros y Misioneras de
Calcuta>, el domingo 4 septiembre de
este mismo año (2016); durante la homilía de la Santa Misa celebrada por el
Pontífice dicho domingo y con motivo de este feliz acontecimiento de la Iglesia,
ha recordado la figura de la nueva santa con estas palabras:
“Madre Teresa, a lo largo de toda
su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina,
poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la
vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada.
Se ha comprometido en la defensa
de la vida proclamando incesantemente que <el no nacido es el más débil, el
más pequeño, el más pobre>. Se ha inclinado sobre las personas
desfallecidas, que mueren abandonadas al
borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado; ha hecho
sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas
ante los <crímenes> de la pobreza
creada por ellos mismos.
La misericordia ha sido para ella
la <sal> que daba sabor a cada obra suya, y la <luz> que iluminaba
las tinieblas de los que no tenían ni
siquiera lagrimas para llorar su pobreza y sufrimiento”
Como rogó, en su día, el Papa San
Juan Pablo II en la homilía de la misa
celebrada durante la beatificación de la santa (Ibid), nos atrevemos a decir:
“Virgen María, reina de todos los
santos, ayúdanos a ser mansos y humildes de corazón como ésta intrépida
mensajera del amor. Ayúdanos a servir, con la alegría y la sonrisa, a toda
persona que encontremos. Ayúdanos a ser misioneros de Cristo, nuestra paz y
nuestra esperanza”
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