*JESÚS Y SUS SACRAMENTOS IV (1/5/17)
*LA IRA DE DIOS SE MANIFIESTA EN
EL CIELO (8/5/17)
*DIOS LOS CREÓ (2ª PARTE) (15/5/17)
*TRABAJOS PUBLICADOS EN MRM.MARUS
(XXVIII) (19/5/17)
(BIBLIA DE NAVARRA Ed. Popular Ediciones universidad de Navarra, S.A. Eunsa)
CARTA ALOS EFESIOS
*SALUDO (1,1-14)
Pablo, apóstol de Cristo Jesús
por voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso:
/ la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y el Señor Jesucristo estén con
vosotros. Cristo, Cabeza y factor de un unidad / Bendito sea Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda la bendición
espiritual en los cielos, / ya que en él
nos eligió antes de la creación del mundo para que fuéramos santos y sin mancha
en su presencia, por el amor, / nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por
Jesucristo conforme al beneplácito de su voluntad, / para alabanza y gloria de
su gracia, con la cual nos hizo gratos en el Amado; / en quien, mediante su
sangre, tenemos la redención el perdón de los pecados, según las riquezas de su
gracia, / que derramó sobre nosotros sobreabundantemente con toda sabiduría y
prudencia. / Nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según el benévolo
designio que se había propuesto realizar mediante él / y llevarlo a cabo en la
plenitud de los tiempos: recapitular en Cristo todas las cosas, las de los
cielos y las de la tierra. En él, / por quien también fuimos constituidos
herederos, predestinados según el designio de quien realiza todo con arreglo al
consejo de su voluntad, / para nosotros, los que antes habíamos esperado en el
Mesías, sirvamos para alabanza de su gloria. / Por él también vosotros, una vez
oída la palabra de la verdad – el Evangelio de nuestra salvación -, al haber
creído, fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido, / que es prenda de
nuestra herencia, para redención de los que han hecho suyos, para alabanza de
su gloria.
*ACCIÓN DE GRACIAS Y ORACIÓN (1,
15-23)
Por eso, también yo, al tener
noticias de vuestra fe en el Señor Jesús y de la caridad con todos los santos,
/ no ceso de dar gracias por vosotros, al recordaros mis oraciones, / para que
el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda el
Espíritu de sabiduría
Y de revelación para conocerle; / iluminando
los ojos de vuestro corazón , para que sepáis cuál es la esperanza a la que os
llama, cuáles las riquezas de gloria dejadas en su herencia a los santos, / y
cuál es la suprema grandeza de su poder en favor de nosotros, los creyentes,
según la eficacia de su fuerza poderosa. / Él la ha puesto por obra con Cristo
resucitándole de entre los muertos y sentándole a su derecha en los cielos, /
por encima de todo principado, potestad, virtud y dominación y de todo cuanto
existe, no sólo en este mundo sino también en el venidero. / Todo lo sometió
bajo sus pies y a él lo constituyó cabeza de todas las cosas a favor de la
Iglesia, / que es su cuerpo, la plenitud de quien llena todo en todas las
cosas.
*LA INCORPORACIÓN A CRISTO (2, 1-10)
Y vosotros estabais muertos por
vuestros delitos y pecados, / en los cuales vivisteis inmersos en otro tiempo
siguiendo el espíritu de este mundo, de acuerdo con el príncipe del poder del
aire, el espíritu que actúa ahora en los hijos de la rebeldía. / Entre éstos
también todos nosotros vivimos en otro tiempo en la concupiscencia de nuestra
carne, siguiendo los deseos de la carne y de los malos pensamientos, puesto que
éramos por naturaleza hijos de la ira como los demás. / Pero Dios, es rico en
misericordia, por el gran amor con que nos amó, / aunque estábamos muertos por
nuestros pecados, nos dio vida en Cristo – por gracia habéis sido salvados -, /
a fin de manifestar a los siglos venideros las abundantes riquezas de su
gracia, por su bondad con nosotros por medio de Cristo Jesús. / Así pues, por
gracia habéis sido salvados mediante la fe; y esto no procede de vosotros,
puesto que es un don de Dios: / es decir, no procede de las obras, para que
nadie se gloríe, / ya que somos hechura suya, creados en Cristo Jesús, para
hacer las obras buenas, que Dios había preparado para que las practicáramos.
*LA INCORPORACIÓN DE LA IGLESIA
(2, 11-22)
Recordad, por tanto, que en otro tiempo vosotros, los gentiles según la carne, los llamados <sin circuncisión> por los que se dicen <la circuncisión> - practicada por mano de hombre en la carne -, / vivíais entonces sin Cristo, erais ajenos a la ciudadanía de Israel, extraños a las alianzas de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. / Ahora, sin embargo, por Cristo Jesús, vosotros, que en otros tiempos estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo. / En efecto, él es nuestra paz: el que hizo de los dos pueblos uno solo y derribó el muro de la separación, la enemistad, / anulando en su carne la ley decretada de los mandamientos. De este modo creó en sí mismo de los dos un hombre nuevo, estableciendo la paz / y reconciliando a ambos con Dios en un solo cuerpo, por medio de la cruz, dando muerte en sí mismo a la enemistad. / Y en su venida os anunció la paz a vosotros que estabais lejos, y también la paz a los de cerca, / pues por él unos y otros tenemos acceso al Padre en un mismo Espíritu. / Por lo tanto, ya n o sois extraños y advenedizos sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, / edificados sobre el cimiento de los apóstoles y los profetas, siendo piedra angular el mismo Cristo Jesús, / sobre quien toda la edificación se alza bien compacta para ser templo santo en el Señor, / en quien también vosotros entráis a formar parte del edificio para ser morada de Dios por el Espíritu.
Por eso yo, Pablo, soy el prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles. / Ya habréis oído que Dios me concedió el encargo de administrar su gracia a favor vuestro, / pues mediante una revelación se me dio a conocer el misterio, como brevemente lo he descrito antes. / Por su lectura podéis captar el conocimiento que tengo del misterio de Cristo, / que no se dio a conocer a los hijos de los hombres en otras generaciones, como ahora ha sido revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: / a saber, que los gentiles son coherederos, miembros de un mismo cuerpo y copartícipes de las promesas en Cristo Jesús mediante el Evangelio, / del cual he sido constituido servidor, según el don de la gracia de Dios, que me ha sido dada por su fuerza poderosa. / A mí, el menor de todos los santos, me ha sido otorgada esta gracia: anunciar a los gentiles la insondable riqueza de Cristo, / e iluminar a todos acerca del cumplimiento del misterio que durante siglos estuvo escondido en Dios, el Creador de todas las cosas, / para dar a conocer ahora a los principados y a las potestades en ,los cielos las múltiples formas de la sabiduría de Dios, por medio de la Iglesia, / conforme al plan eterno que ha realizado por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro, en quien tenemos la segura confianza de llegar a Dios, mediante la fe en él. / Por ello pido que no os desaniméis a causa de mis tribulaciones por vosotros. Ellas son vuestra gloria.
Por este motivo, me pongo de rodillas ante el Padre, / de quien toma nombre toda la familia en los cielos y en la tierra, / para que, conforme a las riquezas de su gloria, os conceda fortaleceros firmemente en el hombre interior mediante su Espíritu. / Que Cristo habite en vuestros corazones por la fe, para que, arraigados y fundamentados en la caridad, / podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad; / y conocer también el amor de Cristo, que supera todo conocimiento, para que os llenéis por completo de toda la plenitud de Dios. / Al que tiene poder sobre todas las cosas para concedernos infinitamente más de los que pedimos o pensamos, gracias a la fuerza que despliega en nosotros, / a Él sea dada la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Así pues, os ruego yo, el prisionero por el Señor, que viváis una vida digna de la vocación a la que habéis sido llamados, / con toda humildad y mansedumbre, con longanimidad, sobrellevándoos unos a otros con caridad, / continuamente dispuestos a conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. / Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como habéis sido llamados a una sola esperanza: la de vuestra vocación. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, / un solo Dios y Padre de todos: el que está sobre todos, por todos y en todos. / A cada uno de nosotros, sin embargo, ha sido dada la gracia en la medida en que Cristo quiere otorgar sus dones. / Por esto dice: Subiendo a lo alto llevó cautiva la cautividad y concedió dones a los hombres. / ¿Qué significa <subió> sino que primero descendió a las regiones inferiores de la tierra? / El que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, para llevarlo todo a la plenitud.
Él constituyó a algunos
apóstoles, a otros profetas, a otros evangelizadores, a otros pastores y
doctores, / a fin de que trabajen en perfeccionar a los santos cumpliendo
con su ministerio, para la edificación
del cuerpo de Cristo, / hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de la plenitud
de Cristo, / para que ya no seamos niños que van de un lado a otro y están
zarandeados por cualquier corriente doctrinal, por el engaño de los hombres,
por la astucia que lleva al error. / Por el contrario, viviendo la verdad con
caridad, crezcamos en todo hacia aquel que es la cabeza, Cristo, / de quien
todo el cuerpo – compacto y unido por todas las articulaciones que lo sostienen
a la función de cada miembro – va consiguiendo su crecimiento para su
edificación en la caridad.
Por lo tanto, digo y testifico
esto en el Señor: que ya no viváis como viven los gentiles, en sus vanos
pensamientos, / con el entendimiento oscurecido, ajenos a la vida de Dios, a
causa de la ignorancia en que están la ceguera de sus corazones. / Indolentes,
se dieron a la perversión, para obrar con avidez toda impureza. / No es esto,
en cambio, lo que vosotros aprendisteis de Cristo / - si es que en efecto lo
habéis escuchado y habéis sido enseñados conforme a la verdad de Jesús - / para
abandonar la antigua conducta del hombre viejo, que se corrompe conforme a su
concupiscencia seductora, / para renovaros en el espíritu de vuestra mente / y
revestiros del hombre nuevo, que ha sido creado conforme a Dios en justicia y
santidad verdaderas. / Por eso, apartándoos de la mentira, que cada uno diga la
verdad a su prójimo, porque somos miembros unos de otros. / Si os enojáis, no
pequéis; no se ponga el sol estando todavía airados, / y no deis ocasión al
diablo. / El que robaba, que no robe ya más, sino trabaje seriamente,
ocupándose con sus propias manos en algo honrado, para que así tenga con qué
ayudar al necesitado. / Que no salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino
lo que sea bueno para la necesaria edificación y así contribuya al bien de los
que escuchan. / Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios con el que habéis
sido sellados para el día de la redención. / Que desaparezca de vosotros toda
amargura, ira, indignación, griterío o blasfemia y cualquier clase de malicia.
/ Sed, por el contrario, benévolos unos con otros, compasivos, perdonándoos
mutuamente como Dios os perdonó en Cristo.
*IMITADORES DE DIOS (5, 1-7)
Imitad, por tanto, a Dios, como
hijos queridísimos, / y caminad en el amor, lo mismo que Cristo nos amó y se
entregó por nosotros como oblación y ofrenda de suave olor ante Dios. / Como
conviene a los santos, la fornicación y toda impureza o avaricia ni se nombren
entre vosotros; / ni palabras torpes, ni conversaciones vanas o tonterías, que
no convienen. Haced más bien acciones de gracias. / Porque debéis tener bien
claro y aprendido esto: que ningún fornicario o impúdico, o avaro, que es como
un adorador de ídolos, puede heredar el Reino de Cristo y de Dios. / Que nadie
os engañe con palabras vanas, porque por culpa de esto vino la ira de Dios
sobre los hijos de la rebeldía. / Por tanto,
no os hagáis cómplices suyos.
En otro tiempo erais tinieblas,
ahora en cambio sois luz en el Señor: caminad como hijos de la luz, / porque el
fruto de la luz se manifiesta en toda bondad, justicia y verdad. / Sabiendo
discernir lo que es agradable al Señor, / no participéis en las obras estériles
de las tinieblas, antes bien combatidlas, / pues lo que éstos hacen a
escondidas da vergüenza hasta el decirlo. / Todas esas cosas, al ser puestas en
evidencia por la luz, quedan a la vista, pues todo lo que se ve es luz. / Por
eso dice: <Despierta, tú que duermes, álzate de entre los muertos, y Cristo
te iluminará>. / Así pues, mirad con
cuidado cómo vivís: no como necios, sino como sabios; / redimiendo el tiempo,
porque los días son malos. / Por eso no os embriaguéis con vino, que lleva a la
lujuria; al contrario, llenaos del Espíritu, / hablando entre vosotros con
salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en
vuestros corazones, / dando gracias siempre por todas las cosas a Dios Padre,
en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Estad sujetos unos a otros en el
temor de Cristo. / Las mujeres a sus maridos como al Señor, / porque el marido
es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, que es su
cuerpo, del cual él es el salvador. / Pues como la Iglesia está
sujeta a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. / Maridos: amad
a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por
ella / para santificarla, purificándola mediante el baño del agua por la palabra, / para mostrar ante sí mismo
a la Iglesia resplandeciente, sin mancha, arruga o cosa parecida, sino para que
sea santa e inmaculada. / Así deben los maridos amar a sus mujeres, como a su
propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, / pues nadie aborrece
nunca su propia carne, sino que la alimenta y la cuida, como Cristo a la
Iglesia, / porque somos miembros de su cuerpo. / Por esto dejará el hombre a su
padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. /
Gran misterio es éste, pero yo lo digo en relación a Cristo y a la Iglesia. /
En todo caso, que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la
mujer reverencie al marido.
Siervos: obedeced a los amos de la tierra, con temor y respeto, como si fuera a Cristo, con sencillez de corazón; / no para que os vean, como quien busca complacer a los hombres, sino como siervos de Cristo que hacen de corazón la voluntad de Dios, / sirviendo de buena gana, como quien sirve al Señor y no a los hombres; conscientes de que cada uno, sea siervo o sea libre, será recompensado por el Señor según el bien que haya hacho. / Y vosotros, amos, haced lo mismo con ellos, dejando las amenazas, conscientes de que el Señor de los cielos es el Señor vuestro y de ellos, y que no hace acepción de personas.
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