BIBLIA DE NAVARRA EDICIÓN POPULAR (Ediciones Universidad de Navarra, S.A., Pamplona-España) (EUNSA)
SEGUNDA CARTA A TIMOTEO
*SALUDO (1, 1-5)
Pablo, apóstol de Cristo Jesús
por voluntad de Dios para anunciar la vida prometida que hay en Cristo Jesús, /
a Timoteo, querido hijo: gracias, misericordia y paz de parte de Dios Padre y
de Cristo Jesús, Señor nuestro. / Doy gracias a Dios, a quien sirvo, como mis
antepasados, con una conciencia pura, porque continuamente te tengo presente en
mis oraciones noche y día. / Al acordarme de tus lágrimas estoy deseando verte
para llenarme de alegría. / Me viene a la memoria tu fe sincera, que arraigó
primero en tu abuela Loide y en tu madre Eunice, y estoy seguro de que también
en ti.
Por esta razón, te recuerdo que
tienes que reavivar el don de Dios que recibiste por la imposición de mis manos,
/ porque Dios no nos dio un espíritu de timidez, sino de fortaleza, caridad y
templanza. / Así pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de
mí, su prisionero; al contrario, comparte conmigo los sufrimientos por el
Evangelio con fortaleza de Dios, / que nos ha salvado y nos ha llamado con una
vocación santa, no en razón de nuestras obras, sino por su designio y por la
gracia que nos fue concedida por medio de Cristo Jesús desde la eternidad. /
Esta gracia ha sido mostrada ahora mediante la manifestación de Jesucristo
nuestro Salvador, que ha destruido la muerte y ha revelado la vida y la
inmortalidad por medio del Evangelio, / del que yo he sido constituido
predicador, apóstol y maestro. / Y ésta es la razón por la que padezco esas cosas;
pero no me avergüenzo, pues sé en quién he creído, y estoy seguro de que tiene
poder para conservar mi depósito hasta aquel día. / Ten por norma las palabras
sanas que me escuchaste con la fe y la caridad que tenemos en Cristo Jesús. /
Guarda el buen depósito por medio del Espíritu Santo que habita en nosotros.
Ya sabes que me han abandonado
todos los de Asia, entre ellos Figelo y Hermógenes. / Que el Señor tenga
misericordia con la casa de Onesíforo, porque me alivió muchas veces y no se
avergonzó de mis cadenas; / es más, en cuanto vino a Roma, se apresuró a
buscarme hasta que me encontró. / ¡Que el Señor le conceda encontrar
misericordia aquel día! Por lo demás, tú sabes mejor cuántos servicios prestó en
Éfeso.
Tú, pues, hijo mío, hazte fuerte
con la gracia de Cristo Jesús, / y lo que me has escuchado, garantizado por
muchos testigos, confíalo a hombres fieles que, a su vez, sean capaces de
enseñar a otros. / Comparte conmigo el sufrimiento como un noble soldado de
Cristo Jesús. / Nadie, mientras sirve en el ejército, se entromete en asuntos
civiles si quiere satisfacer a quien le reclutó. / Y tampoco el atleta consigue
el triunfo si no ha competido reglamentariamente. / El agricultor que brega
debe ser el primero en beneficiarse de los frutos. / Entiende bien lo que digo,
pues el Señor te dará talento para discernir todas las cosas.
Acuérdate de Jesucristo resucitado
de entre los muertos, descendiente de David, como predico en mi evangelio, por
el que estoy sufriendo hasta verme entre cadenas como un malhechor: ¡pero la
palabra de Dios no está encadenada! / Por eso, todo lo soporto por los
elegidos, para que también ellos alcancen la salvación, que está en Cristo
Jesús, junto con la gloria eterna. / Podéis estar seguros: Si morimos con él,
también viviremos con él; si lo negamos, él también nos negará; / si no somos
fieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo.
Esto has de enseñar, advirtiendo
encarecidamente en la presencia de Dios que no se discuta sobre palabras, que
no vale para nada, más que para la perdición de quienes lo están escuchando. /
Esmérate por presentarte ante Dios como un hombre honrado, trabajador que no
tiene de qué avergonzarse, que expone con rectitud la doctrina verdadera. /
Evita las conversaciones profanas e inútiles, porque llevan cada vez más la
impiedad, / y sus palabras corroen como la gangrena. De esos son Himeneo y
Fileto, / que se han desviado de la verdad al decir que ya ha tenido lugar la
resurrección, y echan por tierra la fe de algunos. / No obstante, el sólido
cimiento de Dios se mantiene firme, con esta inscripción: El Señor conoció a
los que son suyos, y todo el que invoca el nombre del Señor, que se aparte del
pecado. / En una casa grande, no sólo hay vasijas de oro y plata, sino también
de madera y de barro: unas son para usos nobles, otras para usos vulgares. /
Pues bien, quien se purifique de los usos vulgares, será una vasija para uso
noble, santificado y útil a su dueño, preparado para toda obra buena.
Huye de las pasiones
juveniles y sigue en cambio la senda de
la justicia, la fe, la caridad y la paz con los que invocan al Señor con
corazón limpio. / Evita las discusiones necias e insustanciales, pues ya se
sabe que degeneran en peleas. / Y no es propio de uno que sirve al Señor,
pelearse, sino ser amables con todos, hábil para enseñar, paciente, / que
corrija con mansedumbre a los que disienten, por si Dios les da un
arrepentimiento que les lleve a reconocer la verdad / y a recobrar el sentido,
escapando de los lazos del diablo, que los mantiene cautivos y sometidos a su
voluntad.
Ten en cuenta esto: en los
últimos días se presentarán tiempos difíciles. / Pues los hombres serán
egoístas, codiciosos, arrogantes, soberbios, blasfemos, desobedientes a los
padres, ingratos, impíos, / crueles, implacables, calumniadores, desenfrenados,
inhumanos, enemigos del bien, / traidores, temerarios, envanecidos, más amantes
del placer que de Dios, / guardarán ciertos formalismos de la piedad de la
piedad pero renegado de su verdadera esencia. Apártate también de éstos. /
Algunos de ellos se meten en las casas y cautivan a mujerzuelas cargadas de
pecados y arrastradas por todo tipo de pasiones; / siempre están curioseando y
nunca son capaces de llegar a conocer la verdad; son hombres de mente
pervertida, incapacitados para creer. / Pero no llegarán lejos, porque su
necedad quedará a la vista de todos, como sucedió con la de aquéllos. / Tú, en
cambio, me has seguido en la doctrina, en la conducta, en los planes, en la fe,
en la paciencia, en la caridad y en la constancia; / en persecuciones y
sufrimientos como los que me sobrevinieron en Antioquía, Icono y Listra: ¡qué
persecuciones sufrí!, y de todas me libró el Señor. / Por lo demás, todos los
que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos; / mientras
que los hombres malos y embaucadores irán de mal en peor, engañando a otros y
engañándose a sí mismos.
*FIDELIDAD DE LA SAGRADA
ESCRITURA (3, 14-17)
Pero tú, permanece firme en lo
que has aprendido y creído, ya que sabes de quiénes lo aprendiste, / y porque
desde niño conoces la Sagrada Escritura, que puede darte la sabiduría que
conduce a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús. / Toda la Escritura
es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argumentar, para corregir y
para educar en la justicia, / con el fin de que el hombre de Dios esté bien
dispuesto, preparado para toda obra buena.
En la presencia de Dios y de
Cristo Jesús, que va a juzgar a vivos y muertos, por su manifestación y por su
reino, te advierto seriamente: / predica la palabra, insiste con ocasión y sin
ella, reprende, reprocha y exhorta siempre con paciencia y doctrina, sino que
se rodearán de maestros a la medida de sus pasiones para alagarse el oído. /
Cerrarán sus oídos a la verdad y se volverán a los mitos. / Pero tú sé sobrio
en todo, sé recio en el sufrimiento, esfuérzate en la propagación del
Evangelio, cumple perfectamente tu ministerio.
Pues yo estoy a punto de derramar
mi sangre en sacrificio, y el momento de
mi partida es inminente. / He peleado el noble combate, he alcanzado la meta,
he guardado la fe. / Por lo demás, me está reservada la merecida corona que el
Señor, el Justo Juez, me entregará aquel día; y no sólo a mí, sino también a
todos los que han deseado con amor su venida.
Apresúrate a venir cuanto antes,
/ pues Demas me abandonó por amor de este mundo y se marchó a Tesalónica;
Crescente, a Galacia; Tito, a Dalmacia; / sólo Lucas está conmigo, porque me es
útil para el ministerio. / A Tíquico lo mandé a Éfeso. / Cuando vengas, trae la
capa que me dejé en Tróade, en casa de Carpo, y los libros, sobre todos los de
pergamino. / Alejandro, el herrero, me ha ocasionado muchos males. El Señor le
pagará de acuerdo con sus obras. / Tú, ten cuidado con él, pues se ha puesto
obstinadamente a nuestras palabras. / Nadie me apoyó en mi primera defensa,
sino que todos me abandonaron: ¡que no les sea tenido en cuenta! / Pero el
Señor me asistió y me fortaleció para que, por medio de mí, se proclamara
plenamente el mensaje y lo oyeran todos los gentiles. Y fui librado de la boca
del león. / El Señor me librará de toda obra mala y me salvará para su reino
celestial. A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Saluda a Prisca y Aquila, y a la
familia de Onesíforo. / Erasto se quedó en Corinto. A Trófimo lo dejé enfermo
en Mileto. Apresúrate a venir antes del invierno. Te saludan Eúbulo, Pudente,
Lino, Claudia y todos los hermanos. / El Señor esté con tu espíritu. La gracia
esté con vosotros.
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