Es evidente que la comunidad
humana no puede prescindir del servicio que le presta la familia. El ser humano
en formación: ¿Dónde podría aprender a gustar mejor el <sabor> genuino de
la paz, que en el <nido> que le
prepara la propia naturaleza? Se preguntaba en su día el Papa Benedicto XVI (<El
amor se aprende. Las etapas de la familia>; Romana Editorial, S.L.2012;
Madrid España)
Ciertamente la sociedad no puede existir sin el servicio de la familia, pero sin paz nunca podrá haber una vida familiar sana. Si, la familia es como asegura el Papa Benedicto XVI, <la primera e insustituible educadora de la paz>. Precisamente, si no hay paz en el seno familiar, difícilmente los distintos miembros de la <célula primaria y vital de la sociedad> que es la familia, podrán convivir y progresar en el camino del amor y la concordia; se llegaría probablemente a una ruptura del vínculo matrimonial.
En efecto, tal como manifestaba
también el Papa Benedicto XVI (Ibid):
“En una vida familiar
<sana> se experimentan algunos elementos esenciales de la paz: la
justicia y el amor entre los hermanos y hermanas, la función de la autoridad
manifestada por los padres, el servicio afectuoso a los miembros más débiles,
porque son pequeños, ancianos o están enfermos, la ayuda mutua en las
necesidades de la vida.
Por eso la familia es <la primera e insustituible educadora de la paz>. No ha de sorprender, pues que se considere particularmente intolerable la violencia cometida dentro de la familia. Por tanto, cuando se afirma que la familia es <la célula primaria y vital de la sociedad> (Apostolicam actuositatem, nº11), se dice algo esencial. La familia es también fundamento de la sociedad porque permite tener experiencias determinantes de la paz”
La falta de paz conduce en la
familia a situaciones verdaderamente desgraciadas como la violencia e incluso
el crimen. Todos los días podemos saber de estos temas en los distintos medios
de comunicación y eso llena de tristeza el corazón de los seres humanos cada vez
más angustiados y sensibilizados en este sentido…
Sí, la humanidad es una gran
familia social que desea en su gran mayoría vivir en paz y por eso está llamada
a inspirarse en los valores sobre los que se debe basar familia; si estos
faltan ¿A dónde podríamos llegar?...Es una pregunta cuya respuesta
tristemente estamos conociendo, con demasiada frecuencia, todos los días, como
antes recordábamos…
“En contraste con su vocación originaria de paz, la familia resulta, por desgracia y no raramente, lugar de tensiones y de prepotencias, o bien víctima indefensa de las numerosas formas de violencia que marcan a nuestra sociedad.
A veces, se destacan tensiones en
sus relaciones internas. Estas se deben con frecuencia a la dificultad de
compaginar la vida familiar cuando los cónyuges están lejos uno de otro, por la
necesidad del trabajo, o cuando la escasez o falta de trabajo los somete al
agobio de la supervivencia o a la pesadilla de un porvenir incierto.
No faltan tampoco tensiones producidas por modelos de comportamiento inspirados en el hedonismo y el consumismo, los cuales empujan a los miembros de las familias a satisfacer sus apetencias personales más que a una serena y fructífera vida en común.
Por eso, el Papa Benedicto XVI
aseguraba, al igual que sus predecesores en la silla de Pedro, que la familia
debe ser favorecida por las instituciones sociales, al objeto de que puedan
realizar, de forma adecuada, su labor educadora de la <prole> en
beneficio de la paz mundial. (Ibid):
“La familia, al tener el deber de
educar a sus miembros, es titular de unos derechos específicos. La misma <Declaración
universal de los derechos humanos>, que constituye una conquista de
civilización jurídica de valor realmente universal, afirma que <la familia
es el núcleo natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a ser protegida
por la sociedad y el Estado>.
Por su parte, la Santa Sede ha querido reconocer una <especial dignidad jurídica en la familia> publicando la <Carta de los derechos de la familia>. En el Preámbulo se dice:
<Los derechos de la persona, aunque expresados como derechos del individuo, tienen una dimensión fundamentalmente social que halla su expresión innata y vital en la familia> (Pont. Cons. para la Familia, Carta de los derechos de la familia, 24 noviembre 1983. Preámbulo, A.)
Por tanto, quien obstaculiza la
institución familiar, aunque sea inconscientemente, hace que la paz de toda la
comunidad, nacional o internacional, sea frágil, porque debilita lo que, de
hecho, es la principal <agencia> de paz.
Éste es un punto que merece una
reflexión especial: todo lo que contribuye a debilitar la familia fundada en el
matrimonio de un hombre y una mujer, lo que directa o indirectamente dificulta
su disponibilidad para la acogida responsable de una nueva vida, lo que se
opone a su derecho de ser la primera responsable de la educación de los hijos,
es un impedimento objetivo para el camino de la paz.
La familia tiene necesidad de una
casa, del trabajo y el debido reconocimiento de la actividad doméstica de los
padres, de escuela para los hijos, de asistencia sanitaria básica para todos. Cuando la sociedad y la política
no se esfuerzan en ayudar a la familia en estos campos, se priva de un recurso
esencial para el servicio de la paz.
Concretamente, los medios de comunicación social, por las potencialidades educativas de que disponen, tienen una responsabilidad especial en la promoción del respeto por la familia, en ilustrar sus esperanzas y derechos, en resaltar su belleza”
Concretamente, los medios de comunicación social, por las potencialidades educativas de que disponen, tienen una responsabilidad especial en la promoción del respeto por la familia, en ilustrar sus esperanzas y derechos, en resaltar su belleza”
Sí, no nos cansaremos de recordarlo>: <La familia está al servicio de la paz> como manifestaba el Papa san Juan Pablo II en el siglo pasado y por eso (Ibid):
“La familia tiene derecho a todo
el apoyo de los organismos estales para realizar plenamente su peculiar misión.
Por tanto las leyes deben estar orientadas a promover su bienestar, ayudándola
a realizar los cometidos que la competen.
Frente a la tendencia cada vez
más difundida a legitimar, como sucedáneos de la unión conyugal, formas de
unión que por su naturaleza intrínseca o por su intención transitoria no pueden
expresar de ningún modo el significado de la familia y garantizar su bien, las
instituciones competentes, deben reforzar y proteger la genuina institución
familiar, respetando su configuración natural y sus derechos inalienables.
(Carta de los Derechos de la Familia presentada por la Santa Sede a todas las
personas, instituciones y autoridades interesadas en la misión de la familia en
el mundo contemporáneo; 22 de octubre de 1983)”
Y es que como también nos
recordaba el Papa Benedicto XVI durante la <JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ>,
celebrada el 1 de enero de 2007:
“La Sagrada Escritura dice:
<Dios creó el hombre y la mujer; a imagen de Dios los creó; Hombre y mujer
los creó> (Gen 1, 27). Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano
tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien, capaz de
conocerse, de poseerse, de entregarse libremente y entrar en comunión con otras
personas.
Al mismo tiempo, por la gracia, está llamado a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que nadie más puede dar en su lugar (Cf. Catecismo de la Iglesia católica, nº 357).
En esta perspectiva admirable, se
comprende la tarea que se ha confiado al ser humano de madurar en su capacidad
de amor y hacer progresar al mundo, renovándolo en la justicia y en la paz. San
Agustín enseña con una elocuente síntesis: <Dios, que nos ha creado sin
nosotros, no ha querido salvarnos sin nosotros> (Sermo 169, 11, 13: PL 38,
923). Por tanto, es preciso que todos
los seres humanos cultiven la conciencia de la paz (don y tarea)”
Son palabras sabias de un Papa
enormemente preocupado por la paz familiar, social y universal; por tanto
también muy interesado en resaltar el hecho, sin duda trascendente de que la
familia necesita que la tierra, la casa de todos los mortales, que Dios Creador
nos ha dado, sea realmente habitable…
Los hombres, la humanidad entera,
debemos <sentir> la tierra como <nuestra casa común>. Sin duda,
como asegura el Papa Benedicto XVI (Ibid), por suerte aunque la humanidad, toda
teme por el equilibrio ecológico, existe la posibilidad de que las valoraciones
en este sentido se realicen con prudencia y diálogo entre los expertos y
capacitados en este campo del conocimiento…
No obstante como viene a decir el Papa Benedicto XVI, en este sentido (Ibid):
“Juan Pablo II, en su Carta encíclica <Centesimus annus>, escribe: <No solo la tierra ha sido dada por Dios al hombre, el cual debe usarla respetando la intención originaria de que es un bien, según la cual le ha sido dada; incluso el hombre es para sí mismo un don de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado>
No obstante como viene a decir el Papa Benedicto XVI, en este sentido (Ibid):
“Juan Pablo II, en su Carta encíclica <Centesimus annus>, escribe: <No solo la tierra ha sido dada por Dios al hombre, el cual debe usarla respetando la intención originaria de que es un bien, según la cual le ha sido dada; incluso el hombre es para sí mismo un don de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado>
Así, pues, además de la ecología
de la naturaleza hay una ecología que podemos llamar <humana>, y que a su
vez requiere una <ecología social>. Esto comporta que la humanidad, si
tiene verdadero interés por la paz, debe tener siempre presente la
interrelación entre la ecología natural, es decir el respeto de la naturaleza y
la ecología humana.
La experiencia demuestra que toda aptitud irrespetuosa con el medio ambiente conlleva daños a la convivencia humana, y viceversa.
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