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domingo, 1 de marzo de 2020

LA SOCIEDAD NO PUEDE PRESCINDIR DEL SERVICIO QUE LE PRESTA LA FAMILIA





 
 
 
 
Es evidente que la comunidad humana no puede prescindir del servicio que le presta la familia. El ser humano en formación: ¿Dónde podría aprender a gustar mejor el <sabor> genuino de la paz,  que en el <nido> que le prepara la propia naturaleza? Se preguntaba en su día el Papa Benedicto XVI (<El amor se aprende. Las etapas de la familia>; Romana Editorial, S.L.2012; Madrid España)


Ciertamente la sociedad no puede existir sin el servicio de la familia, pero sin paz nunca podrá haber una vida familiar sana. Si, la familia es como asegura el Papa Benedicto XVI, <la primera e insustituible educadora de la paz>. Precisamente, si no hay paz  en el seno familiar, difícilmente los distintos miembros de la <célula primaria y vital de la sociedad> que es la familia, podrán convivir y progresar en el camino del amor y la concordia; se llegaría probablemente a una ruptura del vínculo matrimonial.


En efecto, tal como manifestaba también el Papa Benedicto XVI (Ibid):

 
 
“En una vida familiar <sana> se experimentan algunos elementos esenciales de la paz: la justicia y el amor entre los hermanos y hermanas, la función de la autoridad manifestada por los padres, el servicio afectuoso a los miembros más débiles, porque son pequeños, ancianos o están enfermos, la ayuda mutua en las necesidades de la vida.


Por eso la familia es <la primera e insustituible educadora de la paz>. No ha de sorprender, pues que se considere particularmente intolerable la violencia cometida dentro de la familia. Por tanto, cuando se afirma que la familia es <la célula primaria y vital de la sociedad> (Apostolicam actuositatem, nº11), se dice algo esencial. La familia es también fundamento de la sociedad porque permite tener experiencias determinantes de la paz”

 
Desgraciadamente con el paso del tiempo estas palabras emitidas por este Pontífice y por otros muchos anteriores a él, se han ido olvidando por una gran parte de la sociedad, incluso entre aquellas familias que se consideran católicas y esto ha conducido a la situación alcanzada en este nuevo milenio, donde cada vez más se aprecia la falta de paz en las familias y por tanto en la sociedad en general.
La falta de paz conduce en la familia a situaciones verdaderamente desgraciadas como la violencia e incluso el crimen. Todos los días podemos saber de estos temas en los distintos medios de comunicación y eso llena de tristeza el corazón de los seres humanos cada vez más angustiados y sensibilizados en este sentido…

 
 
Sí, la humanidad es una gran familia social que desea en su gran mayoría vivir en paz y por eso está llamada a inspirarse en los valores sobre los que se debe basar familia; si estos faltan ¿A dónde podríamos llegar?...Es una pregunta cuya respuesta tristemente estamos conociendo, con demasiada frecuencia, todos los días, como antes recordábamos…   
 
En este sentido, deberíamos tener en cuenta las palabras del Papa san Juan Pablo II durante la celebración de la <XXVII JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ>, celebrada el 1 de enero de 1994:

“En contraste con su vocación originaria de paz, la familia resulta, por desgracia y no raramente, lugar de tensiones y de prepotencias, o bien víctima indefensa de las numerosas formas de violencia que marcan a nuestra sociedad.

 
 
A veces, se destacan tensiones en sus relaciones internas. Estas se deben con frecuencia a la dificultad de compaginar la vida familiar cuando los cónyuges están lejos uno de otro, por la necesidad del trabajo, o cuando la escasez o falta de trabajo los somete al agobio de la supervivencia o a la pesadilla de un porvenir incierto.


No faltan tampoco tensiones producidas por modelos de comportamiento inspirados en el hedonismo y el consumismo, los cuales empujan a los miembros de las familias a satisfacer sus apetencias personales más que a una serena y fructífera vida en común.
Riñas frecuentes entre los esposos, exclusión de la prole, abandono y malos tratos de los menores, son tristes síntomas  de una paz familiar seriamente comprometida, la cual no puede ser subsanada ciertamente con la dolorosa solución de la separación de los cónyuges, y mucho menos recurriendo al divorcio, verdadera <plaga> de la sociedad actual (Cf. Gaudium et Spes, 47)”
 
Las causas y formas de manifestarse la falta de paz en el seno de las familias expuestas por este Pontífice en el siglo pasado, se han multiplicado y generalizado en lo que llevamos de éste y ello implica un problema grave para toda la sociedad ya que solo esta institución asegura la continuidad y el futuro de la humanidad.     
Por eso, el Papa Benedicto XVI aseguraba, al igual que sus predecesores en la silla de Pedro, que la familia debe ser favorecida por las instituciones sociales, al objeto de que puedan realizar, de forma adecuada, su labor educadora de la <prole> en beneficio de la paz mundial. (Ibid):


 
 
“La familia, al tener el deber de educar a sus miembros, es titular de unos derechos específicos. La misma <Declaración universal de los derechos humanos>, que constituye una conquista de civilización jurídica de valor realmente universal, afirma que <la familia es el núcleo natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a ser protegida por la sociedad y el Estado>.


Por su parte, la Santa Sede ha querido reconocer una <especial dignidad jurídica en la familia> publicando la <Carta de los derechos de la familia>. En el Preámbulo se dice:
<Los derechos de la persona, aunque expresados como derechos del individuo, tienen una dimensión fundamentalmente social que halla su expresión innata y vital en la familia> (Pont. Cons. para la Familia, Carta de los derechos de la familia, 24 noviembre 1983. Preámbulo, A.)
Los derechos anunciados en la Carta manifiestan y explicitan la ley natural, inscrita en el corazón humano y que la razón manifiesta. La negación o restricción de los derechos de la familia, al oscurecer la verdad sobre el hombre <amenaza los fundamentos mismos de la paz>.
Por tanto, quien obstaculiza la institución familiar, aunque sea inconscientemente, hace que la paz de toda la comunidad, nacional o internacional, sea frágil, porque debilita lo que, de hecho, es la principal <agencia> de paz.

 
 
Éste es un punto que merece una reflexión especial: todo lo que contribuye a debilitar la familia fundada en el matrimonio de un hombre y una mujer, lo que directa o indirectamente dificulta su disponibilidad para la acogida responsable de una nueva vida, lo que se opone a su derecho de ser la primera responsable de la educación de los hijos, es un impedimento objetivo para el camino de la paz.

La familia tiene necesidad de una casa, del trabajo y el debido reconocimiento de la actividad doméstica de los padres, de escuela para los hijos, de asistencia sanitaria básica para todos. Cuando la sociedad y la política no se esfuerzan en ayudar a la familia en estos campos, se priva de un recurso esencial para el servicio de la paz.
Concretamente, los medios de comunicación social, por las potencialidades educativas de que disponen, tienen una responsabilidad especial en la promoción del respeto por la familia, en ilustrar sus esperanzas y derechos, en resaltar su belleza”

Sí, no nos cansaremos de recordarlo>: <La familia está al servicio de la paz> como manifestaba el Papa san Juan Pablo II en el siglo pasado y por eso (Ibid):
“La familia tiene derecho a todo el apoyo de los organismos estales para realizar plenamente su peculiar misión. Por tanto las leyes deben estar orientadas a promover su bienestar, ayudándola a realizar los cometidos que la competen.
Frente a la tendencia cada vez más difundida a legitimar, como sucedáneos de la unión conyugal, formas de unión que por su naturaleza intrínseca o por su intención transitoria no pueden expresar de ningún modo el significado de la familia y garantizar su bien, las instituciones competentes, deben reforzar y proteger la genuina institución familiar, respetando su configuración natural y sus derechos inalienables. (Carta de los Derechos de la Familia presentada por la Santa Sede a todas las personas, instituciones y autoridades interesadas en la misión de la familia en el mundo contemporáneo; 22 de octubre de 1983)”
 
Tal como podemos apreciar por la fecha de emisión de esta <Carta de los Derechos de la familia>, la Iglesia católica se encuentra muy preocupada desde hace mucho tiempo por los problemas de la familia, y especialmente en los últimos siglos, aunque  se venían arrastrando desde el siglo XVIII …
Y es que como también nos recordaba el Papa Benedicto XVI durante la <JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ>, celebrada el 1 de enero de 2007:


 
 
“La Sagrada Escritura dice: <Dios creó el hombre y  la mujer; a imagen de Dios los creó; Hombre y mujer los creó> (Gen 1, 27). Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien, capaz de conocerse, de poseerse, de entregarse libremente y entrar en comunión con otras personas.


Al mismo tiempo, por la gracia, está llamado a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que nadie más puede dar en su lugar (Cf. Catecismo de la Iglesia católica, nº 357).

En esta perspectiva admirable, se comprende la tarea que se ha confiado al ser humano de madurar en su capacidad de amor y hacer progresar al mundo, renovándolo en la justicia y en la paz. San Agustín enseña con una elocuente síntesis: <Dios, que nos ha creado sin nosotros, no ha querido salvarnos sin nosotros> (Sermo 169, 11, 13: PL 38, 923). Por tanto, es preciso que todos los seres humanos cultiven la conciencia de la paz (don y tarea)”
 
 
 
Son palabras sabias de un Papa enormemente preocupado por la paz familiar, social y universal; por tanto también muy interesado en resaltar el hecho, sin duda trascendente de que la familia necesita que la tierra, la casa de todos los mortales, que Dios Creador nos ha dado, sea realmente habitable…

La experiencia demuestra que toda aptitud irrespetuosa con el medio ambiente conlleva daños a la convivencia humana, y viceversa. Cada vez se ve más claramente un nexo inseparable entre la paz con la creación y la paz entre los hombres. Una y otra presuponen la paz con Dios. La poética oración de san Francisco conocida como el <Cantico del Hermano Sol>, es un admirable ejemplo, siempre actual, de esta multiforme ecología de la paz”  


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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