-IDENTIDAD DE LOS FIELES LAICOS:
SU VOCACION Y MISION EN LA IGLESIA (24/5/2019)
-LA SOLEDAD: UNA DE LAS POBREZAS
DEL HOMBRE (1/6/2019)
-EL RETO DE LA EVANGELIZACIÓN:
SIGLO XVII (3ª Parte) (14/6/2019)
-LA FIESTA DEL SANTÍSIMO CORPUS
CHRISTI (19/6/2019)
-LA DESESTRUCTURACIÓN FAMILIAR ES
UN PROBLEMA QUE PREOCUPA A LA IGLESIA (26/6/2019)
LA BIBLIA (Edición Popular)
(Traducción aprobada por la Conferencia Episcopal Española)
LA CASA DE LA BIBLIA (1993)
SALUDO Y PROFESIÓN DE FE (1, 1-7)
Soy Pablo, siervo de Cristo
Jesús, elegido como apóstol y destinado a proclamar el evangelio que Dios /
había prometido por medio de sus profetas en las Escrituras santas. / Este
evangelio se refiere a su Hijo, nacido, en cuanto hombre, de la estirpe de
David / y constituido por su resurrección de entre los muertos Hijo poderoso de
Dios según el espíritu santificador: Jesucristo, Señor nuestro, / por quien he
recibido la gracia de ser apóstol, a fin de que para su gloria, respondan a la
fe de todas las naciones, / entre las cuales también estáis vosotros que habéis
sido elegidos por Jesucristo. / A todos los que estáis en Roma y habéis sido
elegidos amorosamente por Dios para constituir su pueblo, gracia y paz de parte
de Dios nuestro Padre y de Jesucristo el Señor.
*PROYECTOS DE PABLO PARA VISITAR
ROMA (1, 8-15)
Ante todo, doy gracias a mi Dios
por vosotros mediante Jesucristo, porque todo el mundo se hace lenguas de
vuestra fe. / Dios, a quien rindo culto de todo corazón anunciando el evangelio
de su Hijo, es testigo de que os recuerdo sin cesar. / Continuamente pido a
Dios que me conceda ir a visitaros. / Deseo ardientemente veros, para
comunicaros algún don espiritual que os fortalezca; / o más bien para
confortarnos mutuamente en la fe común, la vuestra y la mía. / Debéis saber,
hermanos, que he intentado muchas veces ir a visitaros, pero hasta el presente
me lo han impedido. Pretendía recoger algún fruto también entre vosotros, lo
mismo que en los demás pueblos. / Y es que me debo por igual a civilizados y a
no civilizados, a sabios y a ignorantes. Así que, por lo que a mí toca, estoy
pronto a anunciaros el evangelio también a vosotros, los que estáis en Roma.
*EL PODER SALVADOR DEL EVANGELIO
(1, 16-17)
Pues no me avergüenzo del
evangelio, que es fuerza de Dios para que se salve todo el que cree, tanto si
es judío como si no lo es. / Porque en él, se manifiesta la fuerza salvadora de
Dios a través de una fe en continuo crecimiento, como dice la Escritura: Quien
alcance la salvación por la fe, ese vivirá.
*LA HUMANIDAD CULPABLE (1, 18-32)
En efecto, la ira de Dios se
manifiesta desde el cielo contra la impiedad e injusticia de aquellos hombres
que obstaculizan injustamente la verdad. / Pues lo que se puede conocer de
Dios, lo tienen claro ante sus ojos, por cuanto Dios se lo ha revelado. / Y es que lo invisible de
Dios, su eterno poder y su divinidad, se ha hecho visible desde la creación del
mundo, a través de las cosas creadas. Así que no tienen excusa, / porque,
habiendo conocido a Dios, no lo han glorificado, ni le han dado gracias, sino
que han puesto sus pensamientos en cosas sin valor y se ha oscurecido su insensato
corazón. / Alardeando de sabios, se han hecho necios / y han trocado la gloria
del Dios incorruptible por representaciones de hombres corruptibles, e incluso
de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. / Por eso Dios los ha entregado,
siguiendo el impulso de sus apetitos, a una impureza tal que degrada sus
propios cuerpos. / Es la consecuencia de haber cambiado la verdad de Dios por
la mentira, y de haber adorado y dado culto a la criatura en lugar de al
Creador, que es bendito por siempre, Amén. / Así pues, Dios los ha entregado a
pasiones vergonzosas. Sus mujeres han cambiado las relaciones naturales del
sexo por usos antinaturales; / e igualmente hombres, dejando la relación
natural con la mujer, se han abrasado en deseos de unos por otros. Hombres con
hombres comenten acciones ignominiosas y reciben en su propio cuerpo el pago
merecido por su extravío. / Y por haber rechazado el verdadero conocimiento de
Dios, Dios los ha dejado a merced de su depravada mente, que los impulsa a
hacer lo que no deben. / Están llenos de injusticia, malicia, codicia y
perversidad; son envidiosos, homicidas, camorristas, mentirosos,
malintencionados, chismosos, / calumniadores, impíos, insolentes, soberbios,
fanfarrones, inventores de maldades, rebeldes a sus padres, / inconsiderados,
desleales, desamorados y despiadados. / Conocen bien el decreto de Dios según
el cual los que cometen tales acciones son dignos de muerte, pero no contentos
con hacerlas, aplauden incluso a los que las cometen.
TODOS BAJO EL JUICIO DE DIOS (2,
1-11)
Por tanto, no tienes excusa tú,
quienquiera que seas, cuando juzgas a los demás, pues juzgando a otros tú mismo
te condenas, ya que haces lo mismo que condenas. / Y sabemos que el juicio de
Dios es riguroso contra quienes hacen tales cosas. / Y tú que condenas a los
que hacen las mismas cosas que tú haces ¿piensas que escaparás al castigo de
Dios? / ¿Desprecias acaso la inmensa bondad de Dios, su paciencia y su
generosidad, ignorando que es la bondad de Dios la que te invita al
arrepentimiento? / Por el endurecimiento y la impenitencia de tu corazón estás
atesorando ira para el día de la ira, cuando Dios se manifieste como justo juez
/ y dé a cada uno según su merecido: / a los que perseverando en la práctica del
bien buscan gloria, honor e inmortalidad, les dará vida eterna; / pero los que
por egoísmo rechazaron la verdad y se abrazaron a la injusticia, tendrán un
castigo implacable. / Tribulación y angustia para los que no lo son; / gloria,
honor y paz para los que hacen el bien; para los judíos, desde luego, pero
también para quienes no lo son, / pues en Dios no hay lugar a favoritismos.
*TAMBIÉN LOS JUDÍOS SON CULPABLES
(2, 12-24)
En efecto, todo el que haya
pecado sin estar bajo la ley, también perecerá sin que intervenga la ley; y
todo el que haya pecado estando bajo la ley, será juzgado por esa ley. / Porque
no salvará Dios a los que simplemente escuchan la ley, sino a aquellos que la
cumplen. / Y es que cuando los paganos que no están bajo la ley, cumplen lo que
atañe a la ley por inclinación natural, aunque no tengan ley, se constituyen en
ley para sí mismos. / Llevan los preceptos de la ley escritos en su corazón,
como lo atestigua su conciencia y también sus propios razonamientos que los
acusarán o defenderán / en el día en que Dios juzgue las cosas ocultas de los
hombres por medio de Jesucristo y conforme al evangelio que yo anuncio. / ¿Y
qué decir de ti? Presumes de judío, te apoyas en la ley y te glorías en Dios. /
Te precias de conocer su voluntad e, instruido por la ley, sabes discernir lo
que es bueno. / Te jactas de ser guía de ciegos, luz de los que están en
tinieblas, / educador de ignorantes, maestro de analfabetos, y crees poseer en
la ley la clave del conocimiento y de la verdad. / Pues bien, tú que enseñas a
otros, ¿Por qué no te enseñas a ti mismo? Tú que proclamas que no se debe
robar, ¿por qué robas? / Tú que condenas el adulterio, ¿por qué cometes
adulterio? Tú que reniegas de los ídolos, ¿por qué deshonras a Dios al no
cumplirla? / Pues como dice la Escritura: Por vuestra culpa el nombre de Dios
es ultrajado entre los paganos.
*EL VALOR DE LA CIRCUNCISIÓN (2,
25-29)
En cuanto a la circuncisión, es
útil ciertamente si cumples la ley; pero si no lo cumples, es igual estar
circuncidado que no estarlo. / Por tanto, si uno que no está circuncidado
observa los preceptos de la ley, ¿no deberá ser considerado como si lo
estuviera? / De hecho, el que no está físicamente circuncidado, pero cumple la
ley, te juzgará a ti que, a pesar de estar circuncidado y poseer la letra de la
ley, conculcas esa ley. / Porque ser judío no consiste en lo exterior, ni la
verdadera circuncisión es la que se hace visiblemente en el cuerpo. / El
verdadero judío loes por dentro y la genuina circuncisión es la del corazón, la
que es obra del Espíritu y no de la letra; no esa que alaban los hombres, sino
la que alaba Dios.
*DIOS SIGUE SIENDO FIEL A SU
PUEBLO (3, 1-8)
Así pues, ¿es en algo superior
el judío? ¿Tiene alguna utilidad el estar circuncidado? / Mucha, en todos los
sentidos. En primer lugar, porque a ellos les fueron confiadas las palabras de
Dios. / ¿Qué algunos no creyeron? ¿Y qué? ¿Acaso la incredulidad va anular la
fidelidad de Dios? / ¡De ninguna manera! Dios es siempre veraz, aunque todo
hombre sea mentiroso; ya lo dice la Escritura: Tus palabras mostrarán que eres
fiel y triunfarás cuando sea juzgado. / Pero si nuestra maldad sirve para
demostrar la fuerza salvadora de Dios, ¿no deberíamos decir – hablando a lo
humano – que Dios es injusto en descargar su ira sobre nosotros? / ¿De ninguna
manera! Si no, ¿cómo podría Dios juzgar al mundo? / Y si mi mentira sirve para
resaltar y glorificar la verdad de Dios, ¿por qué he de ser considerado como
pecador? / ¿Habrá que hacer el mal para que venga el bien, como algunos
calumniadores dicen que yo enseño? ¿Bien merecida tienen esos tales su
condenación!
*TODOS BAJO EL PECADO (3, 9-19)
Por tanto, ¿qué? ¿Tenemos o no
tenemos ventaja los judíos? No del todo, ya que hemos demostrado que todos,
tanto judíos como no judíos, están bajo el pecado, / como dice la Escritura: No
hay ni siquiera un justo, / no hay un solo sensato, no hay quien busque a Dios.
/ Todos andan extraviados, todos están pervertidos. No hay ni uno que haga el
bien. / Sepulcro abierto es su garganta, fuente de engaños su lengua, veneno de
serpientes hay en sus labios, / su boca rebosa maldición y acritud. / Rápidos
son sus pies para verter sangre, / desolación y miseria en sus caminos. / No
conocieron la senda de la paz; / ni hay temor de Dios ante sus ojos. / Ahora
bien, sabemos que lo que dice la ley, lo dice para quiénes están bajo la ley.
Con ello, todo hombre queda en evidencia y el mundo entero debe reconocerse
culpable ante Dios. / Porque nadie alcanzará la salvación divina por el
cumplimiento de la ley; el papel de la ley era hacernos conscientes del pecado.
*LA SALVACIÓN POR LA FE (3,
21-31)
Pero ahora, con independencia de
la ley, se ha manifestado la fuerza salvadora de Dios, atestiguada por la ley y
los profetas. / Fuerza salvadora de Dios que, por medio de la fe en Jesucristo,
alcanzará a todos los que crean. Y no hay distinción: / todos pecaron y todos
están privados de la gloria de Dios; / pero ahora Dios los salva gratuitamente
por su bondad en virtud de la redención de Cristo Jesús, / a quien Dios ha
hecho, mediante la fe en su muerte, instrumento de perdón. Ha manifestado así
su fuerza salvadora pasando por alto los pecados cometidos en el pasado, /
porque Dios es paciente. Pero es ahora, en este momento, cuando manifiesta su
fuerza salvadora, al ser él mismo salvador, y salvar a todo el que cree en
Jesús. / ¿De qué, pues, podemos presumir si toda jactancia ha sido excluida? ¿Y
en razón de qué ha sido excluida? ¿Acaso por las obras realizadas? No, sino en
razón de la fe. / Pues estoy convencido de que el hombre alcanza la salvación
por la fe y no por el cumplimiento de la ley. / Y Dios ¿lo es sólo de los
judíos? ¿No lo es también de los paganos? Sí, también de los paganos, / ya que
uno solo es el Dios que salva a cuantos tienen fe, estén circuncidados o no lo
estén. / Entonces, ¿estaremos anulando la ley al dar tanto valor a la fe? ¿De
ninguna manera! Más bien estamos confirmando el valor de la ley.
*EL EJEMPLO DE ABRAHÁN (4, 1-12)
¿Y qué diremos del caso de
Abrahán, padre de nuestra raza? / Si Abrahán hubiera alcanzado la salvación por
sus obras, tendría razón para presumir; pero no sucedió así ante Dios. / Pues
ya lo dice la Escritura: Creyó Abrahán a Dios y ello le fue tenido en cuenta
para alcanzar la salvación. / Es sabido que al que trabaja no se le cuenta el
jornal como favor, sino como deuda; / por eso, al que no se apoya en sus obras,
es decir, al que ha puesto su fe en un Dios que salva al impío, ese fe le será
tenida en cuenta para alcanzar la salvación. / Del mismo modo David llama
dichoso al hombre a quien Dios salva independientemente de las obras: /
¡Dichosos aquellos a quienes Dios ha perdonado sus maldades, aquellos cuyos
pecados han sido sepultados! / ¡Dichoso el hombre a quien el Señor no toma en
cuenta su pecado! / ¡A quién se aplica esta bienaventuranza? ¿Sólo a los que
están circuncidados, o también a los que no lo están? Hemos dicho que la fe le
fue tenida en cuenta a Abrahán para alcanzar la salvación. Pero ¿cuándo? ¿Ya
circuncidado a antes de estarlo? Sin duda que no después, sino antes. / Fue
después cuando recibió la circuncisión como una señal, como una garantía de
que, ya antes de estar circuncidado, poseía la salvación que se alcanza por la
fe. De este modo se ha convertido en padre de todos los creyentes que no están
circuncidados, para que también a ellos le sea concedida la salvación. /
Asimismo se ha convertido en padre de los circuncidados que no se contentan con
serlo, sino que siguen los pasos de la fe que, antes de circuncidarse, tenía ya
nuestro padre Abrahán.
*FE, PROMESA Y HERENCIA (4,
13-25)
Cuando Dios prometió a Abrahán y
a su descendencia que heredarían el mundo, no vinculó la promesa a la ley, sino
a la fuerza salvadora de la fe. / Ahora bien, si los herederos lo fueran en
virtud de la ley, entonces la fe resultaría ineficaz y vana la promesa. / Toda
ley lleva aparejada su sanción, pero donde no hay ley tampoco puede haber
transgresión. / Por eso la herencia depende de la fe, es pura gracia, de modo
que la promesa se mantenga segura para toda la posteridad de Abrahán,
posteridad que es sólo la que procede de la ley, sino también la que procede de
la fe de Abrahán. El es el padre de todos nosotros, / como dice la Escritura:
Te he constituido padre de muchos pueblos; y lo es ante Dios en quien creyó, el
Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no
existen. / Contra toda esperanza creyó Abrahán que sería padre de muchos
pueblos, según le había sido prometido: Así será en ti descendencia. / Y no
decayó su fe al ver que su cuerpo estaba en vigor – tenía casi cien años – y
que Sara ya no podía concebir. / Tampoco vaciló por falta de fe ante la promesa
de Dios; al contrario, se consolidó en su fe dando así gloria a Dios, /
plenamente convencido de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete. / Lo
cual le fue tenido en cuenta para alcanzar la salvación. / Estas palabras de la
Escritura no se refieren solamente a Abrahán. / Se refieren también a nosotros,
que alcanzaremos la salvación si creemos en aquel que resucitó de entre los
muertos a Jesús nuestro Señor, / entregado a la muerte por nuestros pecados y
resucitado para nuestra salvación.
*LOS FRUTOS DE LA SALVACIÓN (5,
1-11)
Así pues, quienes mediante la fe
hemos sido puestos en camino de salvación, estamos en paz con Dios por medio de
nuestro Señor Jesucristo. / Por la fe en Cristo hemos llegado a obtener esta
situación de gracia en la que vivimos y de la que nos sentimos orgullosos,
esperando participar de la gloria de Dios. / Y no sólo esto, sino que hasta de
las tribulaciones nos sentimos orgullosos, sabiendo que la tribulación produce
paciencia; / la paciencia produce virtud sólida, y la virtud sólida, esperanza.
/ Una esperanza que no engaña porque, al darnos el Espíritu Santo, Dios ha
derramado su amor en nuestros corazones. / Estábamos nosotros incapacitados para
salvarnos, pero Cristo murió por los impíos en el tiempo señalado. / Es difícil
dar la vida incluso por un hombre de bien; aunque por una persona buena quizá
alguien esté dispuesto a morir. / Pues bien, Dios nos ha mostrado su amor
haciendo morir a Cristo por nosotros cuando aún éramos pecadores. / Con mayor
razón, pues, a quienes a puesto en camino de salvación por medio de su sangre,
los salvará definitivamente del castigo. / Porque si siendo enemigos Dios nos
reconcilió consigo por la muerte de su Hijo, mucho más, reconciliados ya, nos
salvará para hacernos partícipes de su vida. / y no sólo esto, sino que nos
sentimos también orgullosos de un Dios que ya desde ahora nos ha concedido la
reconciliación por medio de nuestro Señor Jesucristo.
*MUERTE EN ADÁN Y VIDA EN CRISTO
(5, 12-20)
Así pues, por un hombre entró el
pecado en el mundo y con el pecado la muerte. Y como todos los hombres pecaron,
a todos alcanzó la muerte. / Cierto que ya antes de la ley había pecado en el
mundo; ahora bien, el pecado no se imputa al no haber ley. / Y sin embargo, la
muerte reinó sobre todos desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no
habían pecado con una transgresión semejante a la de Adán, que es figura del
que había de venir. Pero no hay comparación entre el delito y el don. Porque si
por el delito de unos todos murieron, mucho más la gracia de Dios, hecha don
gratuito en otro hombre, Jesucristo sobreabundó para todos. / Y hay otra
diferencia entre el pecado del uno y el don del otro, pues mientras el proceso
a partir de un solo delito terminó en condenación, el don, a partir de muchos
delitos, terminó en absolución. / Y si por el delito de uno solo la muerte
inauguró su reinado universal, mucho más por obra de uno solo, Jesucristo,
vivirán y reinarán los que acogen la sobreabundancia de la gracia y el don de
la salvación. / Por tanto, así como por el delito de uno solo la condenación
alcanzó a todos los hombres, así también la fidelidad de uno solo es para todos
los hombres fuente de salvación y de vida. / Y como por la desobediencia de uno
solo, todos fueron hechos pecadores, así también, por la obediencia de uno
solo, todos alcanzarán la salvación. /
En cuanto a la ley, su presencia sirvió para que se multiplicara el
delito. Pero cuanto más se multiplicó el pecado, más abundó la gracia; / de
modo que si el pecado trajo el reinado de la muerte, también la gracia reinará
y nos alcanzará, por medio de nuestro Señor Jesucristo, la salvación que lleva
a la vida eterna.
*NUEVA VIDA EN CRISTO (6, 1-11)
¿Diremos, pues, que hay que
seguir pecando para que abunde la gracia? / ¡De ninguna manera! Si hemos muerto
al pecado, ¿cómo seguir viviendo en él? / ¿Ignoráis acaso que todos a quienes
el bautismo ha vinculado a Cristo, hemos sido vinculados a su muerte? / En
efecto, por el bautismo hemos sido sepultados en Cristo quedando vinculados a
su muerte, para que así como Cristo ha resucitado de entre los muertos por el
poder del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva. / Porque si
hemos sido injertados en Cristo a través de una muerte semejante a la suya,
también compartiremos su resurrección. / Sabed que nuestra antigua condición
pecadora quedó clavada en la cruz con Cristo, para que, una vez destruido este
cuerpo marcado por el pecado, no sirvamos
ya más al pecado; porque cuando uno muere, queda libre del pecado. / Por
tanto, si hemos muerto con Cristo, confiemos en que también viviremos con él. /
Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, no vuelve a morir,
la muerte no tiene ya dominio sobre él. / Porque cuando murió, murió al pecado
de una vez para siempre; su vivir, en cambio es un vivir para Dios. / Así
también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios, en unión
con Cristo Jesús.
*REPULSA DEL PECADO (6, 12-14)
Que no reine, pues, el pecado en
vuestro cuerpo mortal. No os sometáis a sus apetitos, / ni prestéis vuestros
miembros como armas perversas al servicio del pecado. Ofreceos más bien Dios
como lo que sois: muertos que habéis vuelto a la vida, y haced de vuestros miembros
instrumentos de salvación al servicio de Dios. / No tiene por qué dominaros el
pecado, ya que no estáis bajo el yugo de la ley, sino bajo la acción de la
gracia.
*LIBRES DEL PECADO (6, 15-20)
Entonces, ¿qué? ¿Nos entregaremos
al pecado porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ninguna
manera! / Sabido es que si os ofrecéis a alguien como esclavos y os sometéis a
él, os convertís en sus esclavos: esclavos del pecado, que os llevará a la
muerte; o esclavos de la obediencia a Dios, que os conducirá a la salvación. /
Pero, gracias a Dios, vosotros que erais antes esclavos del pecado, habéis
obedecido de corazón la doctrina que os ha sido transmitida, / y liberados del
pecado os habéis puesto al servicio de la salvación. / Os estoy hablando al
modo humano, haciéndome cargo de vuestra dificultad para comprender. Lo mismo,
pues, que antes os entregasteis como esclavos, a la impureza y a la iniquidad
hasta llegar a la perversión, así ahora entregaos como esclavos al servicio de
la salvación en busca de la plena consagración a Dios. / En otro tiempo erais
esclavos del pecado y no os considerabais obligados a buscar la salvación. /
¿No os avergüenza ahora el fruto que entonces cosechasteis? Porque el resultado
de todo aquello fue la muerte. / Ahora,
en cambio, liberados del pecado y convertidos en siervos de Dios, tenéis como
fruto la plena consagración a él y como resultado final la vida eterna. / En
efecto, el salario del pecado es la muerte, mientras que Dios nos ofrece como
don la vida eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor.
*EL CRISTIANO Y LA LEY (7, 1-6)
Sabéis bien, hermanos – puesto
que estoy hablando a entendidos en leyes -, que sólo mientras vive, está el hombre sometido a la ley. / Así, por
ejemplo, la mujer casada, mientras vive el marido está ligada a la ley que la
une al marido; pero si el marido muere, queda desligada de esa ley. / Por
tanto, será tenida por adúltera si, viviendo el marido, se une a otro hombre;
pero, una vez muerto el marido, queda
libre de esa ley y ya no es adúltera si se une a otro hombre. / Pues lo mismo
vosotros, hermanos. Por la muerte corporal de Cristo habéis muerto a la ley y
ya podéis pertenecer a otro, al que ha resucitado de entre los muertos, con el
fin de producir frutos para Dios. / Cuando vivamos sometidos a nuestros
apetitos, nuestras pasiones pecaminosas, activadas por la ley, producían en
nosotros frutos de muerte. / pero ahora nos hemos emancipado de la ley, somos
como muertos respecto a la ley que nos tenía prisioneros, y podemos ya servir a
Dios según la nueva vida del Espíritu y no según la vieja letra de la ley.
*RELACIÓN ENTRE EL PECADO Y LA
LEY (7, 7-13)
¿Qué quiere decir esto? ¿Qué la
ley es pecado? ¡De ninguna manera! Sin embargo yo no conocería el pecado a no
ser por la ley. Por ejemplo, yo no sabía lo que era un mal deseo hasta que dijo
la ley: No tengas malos deseos. / Y así, con ocasión del precepto, la fuerza
del pecado despertó en mí toda clase de malos deseos, mientras que sin ley no
actuaría la fuerza del pecado. / En un tiempo, al no haber ley, todo era vida
para mí; pero, al venir el precepto, revivió la fuerza del pecado / y yo quedé
muerto. Y así me encontré con que un precepto hecho para dar vida, resultó para
mí instrumento de muerte. / En efecto, con ocasión del precepto, la fuerza del
pecado me sedujo y por medio de él me llevó a la muerte. / Y el caso es que la
ley es santa; y los preceptos son santos, justos y buenos. / ¿Se habrá
convertido entonces en mortífero para mí algo que de suyo es bueno? ¡De ninguna
manera! Lo que pasa es que el pecado, para demostrar su fuerza, se sirvió de
una cosa buena para causarme la muerte; de este modo, el pecado, por medio del
precepto, ejerce hasta el máximo todo su maléfico poder.
*LA FUERZA DEL PECADO (7, 14-25)
De acuerdo, pues, en que la ley
pertenece a la esfera del espíritu. Pero yo soy un hombre acosado por apetitos
desordenados y vendido al poder del pecado, / y no acabo de comprender mi
conducta, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. / Pero si hago lo
que aborrezco, estoy reconociendo que la ley es buena, / y que no soy yo quien
la hace, sino la fuerza del pecado que actúa sobre mí. / Y bien sé yo que no
hay en mí – es decir, en los que respecta a mis apetitos desordenados – cosa
buena. En efecto, el querer el bien está a mi alcance, pero al hacerlo no. /
Pues no hago el bien que quiero, sino el mal que aborrezco. / Y si hago el mal
que no quiero, no soy yo quien lo hace, sino la fuerza del pecado que actúa en
mí. / Así que descubro la existencia de esta ley: cuando quiero hacer el bien,
se me impone el mal. / En mi interior me complazco en la ley de Dios, / pero
experimento en mí otra ley que lucha contra lo dictado de mi mente y me
encadena a la ley del pecado que está en mí. / ¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará
de este cuerpo, que es portador de muerte? / ¡Tendré que agradecérselo a Dios
por medio de Jesucristo, nuestro Señor! Resumiendo, que soy yo mismo quien con
la mente sirvo a la ley de Dios y con mis desordenados apetitos vivo esclavo de
la ley del pecado.
Ya no pesa, por tanto,
condenación alguna sobre los que viven en Cristo Jesús. / La ley del Espíritu
vivificador me ha liberado por medio de Cristo Jesús de la ley del pecado y de
la muerte. / Pues lo que era imposible para la ley, a causa de la fragilidad
humana, lo realizó Dios enviando a su propio Hijo con una naturaleza semejante
a la del pecado. Es más, se hizo sacrificio de expiación por el pecado y dictó
sentencia contra él a través de su propia naturaleza mortal, / para que así,
los que vivimos, no según nuestros desordenados apetitos, sino según el
Espíritu, cumplamos la lay en plenitud. / Los que viven según sus apetitos, a
ellos subordinan su sentir; mas los que viven según el Espíritu, sienten lo que
es propio del Espíritu. / Ahora bien, sentir según los propios apetitos lleva a
la muerte; sentir conforme al Espíritu conduce a la vida y a la paz. / Y es que
nuestros desordenados apetitos están enfrentados a Dios, puesto que ni se
sometan a su ley ni pueden someterse. / Así pues, los que viven entregados a
sus apetitos no pueden agradar a Dios. / Pero vosotros no vivís entregados a
tales apetitos, sino que vivís según el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios
habita en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, es que no
pertenece a Cristo. / Ahora bien, si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo
esté sujeto a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive por la fuerza
salvadora de Dios. / Y si el Espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los
muertos hará revivir vuestros cuerpos mortales por medio de ese espíritu suyo
que habita en vosotros. / Por tanto, hermanos, estamos en deuda, pero no con
nuestros apetitos para vivir según ellos. / Porque si vivís según ellos,
ciertamente moriréis; en cambio, si mediante el Espíritu dais muerte a las
obras del cuerpo, viviréis. / Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios,
ésos son hijos de Dios. / Pues bien, vosotros no habéis recibido un Espíritu
que os haga esclavos, de nuevo bajo el temor, sino que habéis recibido un
Espíritu que os hace hijos adoptivos y nos permite clamar: <Abba>, es
decir, <Padre>. / Ese mismo Espíritu se une al nuestro para dar
testimonio de que somos hijos de Dios. / Y si somos hijos, también somos
herederos de Dios y coherederos con Cristo, toda vez que, si ahora padecemos
con él, seremos también glorificados con él.
*EL PREMIO QUE ESPERAMOS (8,
18-30)
Entiendo, por lo demás, que los
padecimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria que un día
se nos revelará. / Porque la creación misma espera anhelante que se manifieste
lo que serán los hijos de Dios. / Condenada al fracaso, no por propia voluntad,
sino por aquel que así lo dispuso, la creación vive en la esperanza / de ser
también ella liberada de la servidumbre de la corrupción y participar así en la
gloriosa libertad de los hijos de Dios. / Sabemos, en efecto, que la creación
entera está gimiendo con dolores de parto hasta el presente. / Pero no sólo
ella; también nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en
nuestro interior suspirando porque Dios nos haga sus hijos y libere nuestro
cuerpo. / Porque ya estamos salvados, aunque sólo en esperanza que se ve no es
propiamente esperanza, pues ¿quién espera lo que tiene ante los ojos? / Pero si
esperamos lo que no vemos, estamos aguardando con perseverancia. / Asimismo el
Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, pues nosotros no sabemos orar como
es debido, y es el mismo Espíritu el que intercede por nosotros con gemidos
inefables. / Por su parte, Dios, examina los corazones, conoce el sentir de ese
Espíritu, que intercede por los creyentes según su voluntad. / Sabemos, además,
que todo contribuye al bien de los que aman a Dios, de los que él ha llamado
según sus designios. / Porque a los que conoció de antemano, los destinó
también desde el principio a reproducir la imagen de su Hijo, llamando a ser el
primogénito entre muchos hermanos. / Y a los que desde el principio destinó,
también los llamó; a los que llamó, los puso en camino de salvación; y a
quienes puso en camino de salvación, les comunicó su gloria.
*EL AMOR SALVADOR DE DIOS (8, 31-39)
¿Qué más podemos añadir? Si Dios
está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? / El que no perdonó a su
propio Hijo, antes bien lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no va
a darnos gratuitamente todas las demás cosas juntamente con él? / ¿Quién
acusará a los elegidos de Dios, si Dios es el que salva? / ¿Quién será el que
condene, si Cristo Jesús ha muerto, más aún, ha resucitado y está a la derecha
de Dios intercediendo por nosotros? / ¿Quién nos separará del amor de Cristo?
¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el
peligro, la espada? / Ya lo dice la Escritura: Por tu causa estamos expuestos a
la muerte cada día: nos consideran como ovejas destinadas al matadero. / Pero
Dios, que nos ama, hará que salgamos victoriosos de todas estas pruebas. / Y
estoy seguro de que mi muerte, ni vida, ni ángeles, ni otras fuerzas
sobrenaturales, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes de cualquier clase, /
ni lo de arriba, ni lo de abajo. Ni cualquier otra criatura podrá separarnos
del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.
*TRISTEZA DE PABLO (9, 1-5)
Digo la verdad como cristiano y
mi conciencia, guiada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento / al afirmar que me invade una gran
tristeza y es continuo el dolor de mi corazón. / Desearía, incluso, verme yo
mismo separado de Cristo como algo maldito por el bien de mis hermanos de raza.
/ Son descendientes de Israel. Les pertenecen la adopción filial, la presencia
gloriosa de Dios, la alianza, las leyes, el culto y las promesas. / Suyos son
los patriarcas y de ellos, en cuanto hombre, procede de Cristo, que está sobre
todas las cosas y es Dios bendito por siempre. Amén.
*DIOS ELIGE LIBREMENTE (9, 5-18)
No es que haya quedado sin efecto
la palabra de Dios. Pero sucede que no todos los que descienden de Israel son
verdaderos israelitas, / ni los que descienden de Abrahán son todos hijos suyos,
pues dice la Escritura: Isaac continuará tu descendencia. / Con otras palabras,
no son los nacidos por generación natural los verdaderos hijos de Dios, sino
los nacidos en virtud de la promesa; ésos son la verdadera descendencia. / Pues
los términos de la promesa son éstos: Por este tiempo volveré y Sara tendrá ya
un hijo. / Está, además, el caso de Rebeca, que concibió dos hijos de un solo
hombre, nuestro antepasado Isaac. / Pues bien, cuando aún no habían nacido y no
habían hecho nada ni bueno ni malo, para dejar patente que las decisiones
divinas / no dependen del comportamiento humano, sino de Dios que llama, se
dijo a rebeca: El mayor servirá al menor; / o como dice en otro lugar la
Escritura: Amé a Jacob más que a Esaú. / ¿Qué diremos pues? ¿Qué Dios actúa
injustamente? ¡De ninguna manera! / Dios mismo dijo a Moisés: Tendré
misericordia de quien quiera y me apiadaré de quien me plazca. / No es, pues,
cosa del que quiere o del que se afana, sino de Dios que es misericordioso. /
En este sentido dice la Escritura, dirigiéndose al faraón: Te he construido rey
para mostrar en ti mi poder y para hacer famoso mi nombre en toda la tierra. /
Así pues, Dios muestra su misericordia a quien quiere y deja endurecerse a
quien le place.
*SOBERANÍA Y GENEROSIDAD (9,
19-29)
Me dirás: <Entonces, ¿por qué
reprende, si nadie puede resistir voluntad?>. / Pero, ¿quién eres tú, pobre
hombre, para exigir cuentas a Dios? ¿Es que en un vaso de barro puede decir al
que lo ha modelado: <Por qué me has hecho así>? / ¿O es que el alfarero
no puede hacer del mismo barro tanto un vaso de lujo como un vaso corriente? /
Así es Dios. Cuando quiere manifiesta su ira y da a conocer su poder; pero
puede soportar con gran paciencia a los que le han hecho objeto de ira y se han
puesto en camino de perdición. / De esta manera manifiesta las riquezas de su
gloria en los que hizo objeto de su amor y de antemano preparó esa gloria. /
Entre ellos estamos nosotros, a quienes ha llamado no sólo de entre los judíos,
sino también de entre los paganos. / Así lo dice el libro de Oseas: Al que no
es mi pueblo lo llamaré <Pueblo mío>, y <Amada mía> a la que no es
mi amada. / Y en el mismo lugar en el que se les dijo: <No sois mi
pueblo> allí se los volverá a llamar <hijos del Dios vivo> / Isaías,
por su parte, refiriéndose a Israel dice: Aunque fueran los israelitas tan
numerosos como la arena del mar sólo un resto se salvará, pues el Señor va a
cumplir en la tierra totalmente y sin tardanza su palabra. / Y como predijo
también Isaías: Si el Señor todopoderoso no nos hubiera dejado un germen,
habríamos sido como Sodoma, nos habríamos parecido a Gomorra.
*ERROR DE LOS ISRAELITAS Y
SÚPLICAS DE PABLO (9, 30-33)
¿Qué concluir de esto? Pues que
los paganos, que no se esforzaban en buscar la salvación, recibieron esa
salvación a la que se llega por medio de la fe. / Israel, en cambio, afanándose
por cumplir una ley que debía llevar a la salvación, ni siquiera cumplió la
ley. / ¿Sabéis por qué? Pues porque, al prescindir de la fe y apoyarse en sus
obras, tropezaron en aquella piedra puesta como prueba, / según dice la
Escritura: Mirad que pongo en Sión una piedra en la que podéis tropezar, y un
peñasco que os puede hacer caer. Pero el que ponga en ella su confianza, no
quedará defraudado. / Hermanos, deseo de todo corazón y así se lo pido a Dios,
que los israelitas alcancen la salvación. Porque doy fe de que buscan
ardientemente a Dios, aunque a ciegas. / No reconocen, en efecto, la fuerza
salvadora de Dios y quieren hacer valer la suya propia, sin someterse a esa
fuerza salvadora de Dios. / No se dan cuenta de que la ley tiene su
cumplimiento en Cristo, por el que Dios concede la salvación a todo el que
cree.
*CRISTO SALVACIÓN PARA TODOS (10,
5-13)
Escribiendo sobre el poder de
salvación de la ley, dice Moisés que quien la cumpla tendrá vida por ella. /
Pero la fuerza salvadora que nos llega por medio de la fe se expresa así: No te
hagas esta pregunta: ¿quién subirá al cielo? – se sobreentiende que para que
Cristo baje -; / o esta otra: ¿quién bajará al abismo? – se sobreentiende que
para hacer surgir a Cristo de entre los muertos -. / En definitiva, ¿qué dice
la Escritura? Que la palabra está cerca está cerca de ti; en tu boca y en tu
corazón. Pues bien, ésta es la palabra de la fe que nosotros anunciamos. /
Porque si proclamas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que
Dios lo ha resucitado de entre los muertos, te salvarás. / En efecto, cuando se
cree con el corazón actúa la fuerza salvadora de Dios, y cuando se proclama con
la boca se alcanza la salvación. / Pues dice la Escritura: Quien quiera que
ponga en él su confianza no quedará defraudado. / Y no hay distinción entre
judío y no judío, pues uno mismo es el Señor de todos, rico para todos los que
lo invocan. / En una palabra, todo el que invoque en nombre del Señor se
salvará.
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