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PROPAGACIÓN DEL EVANGELIO ENTRE
LOS PAGANOS: PRIMER VIAJE DE PABLO (Hch 14, 1-28)
*EN LICOANIA, ICONIO, LISTRA Y DERBE
En Listra había un hombre
imposibilitado de los pies, sentado; cojo de nacimiento, jamás había andado. /
Oyó hablar a Pablo, el cual, mirándolo fijamente y viendo que tenía fe para ser
curado, / dijo en alta voz: <levántate y tente derecho sobre tus pies>.
Él dio un salto y echó a andar. / La gente, al ver lo que había hecho Pablo, se
puso a gritar en licaonio: <los dioses, en forma humana, han descendido a
nosotros>.
Y llamaban a Bernabé Júpiter y a
Pablo Mercurio, porque era el más elocuente. / El sacerdote de Júpiter, que
estaba a la entrada de la ciudad, llevó toros adornados con guirnaldas ante las
puertas, y, en unión de la muchedumbre, quería ofrecerles un sacrificio.
Cuando se enteraron de ello los
apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus vestidos y se lanzaron entre las gentes
gritando: / amigos ¿Por qué hacéis esto? Nosotros somos hombres como vosotros,
que hemos venido a anunciaros que dejéis los dioses falsos y os convirtáis al
Dios vivo, que ha hecho el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en
ellos. / El cual ha permitido en las pasadas generaciones que todas las
naciones siguiesen sus caminos; / sin embargo, no ha cesado jamás de dar
testimonio de sí mismo haciendo el bien, mandándoos desde el cielo lluvias y
estaciones fructíferas y saciándoos de comida y llenando vuestros corazones de
felicidad. / Con estas palabras lograron a duras penas impedir que la gente les
ofreciera un sacrificio.
Después de haber evangelizado
aquella ciudad y haber hecho un buen número de discípulos, se volvieron a
Listra, Iconio y Antioquía, / animando a los discípulos, exhortándolos a
permanecer en la fe y diciéndoles que tenemos que pasar por muchas tribulaciones
para entrar en el reino de Dios. / Instituyeron presbíteros en cada una de
las Iglesias, y, después de orar y
ayunar, los encomendaron al Señor, en el que habían creído. / Atravesaron Pisidia
y llegaron a Panfilia; / predicaron en Pergue y bajaron a Atalía.
Allí se embarcaron para Antioquía, de donde habían partido y donde los habían encomendado a la gracia de Dios para la obra que acababan de cumplir. / Cuando llegaron, reunieron a la Iglesia y contaron todo lo que había hecho Dios por medio de ellos, y como había abierto a los paganos la puerta de la fe. / Y allí permanecieron largo tiempo con los discípulos.
Pasados unos días, Pablo dice a Bernabé: “Volvamos a visitar a los hermanos por todas las ciudades en que anunciamos la palabra del Señor, a ver cómo están”
Bernabé quería llevar también a
Juan Marcos. / Pablo, en cambio juzgaba que no debían llevar al que los había
dejado en Panfilia y no los había acompañado en la tarea / Discutieron entre
ellos, y terminaron por separarse el uno del otro. Bernabé tomó consigo a
Marcos, y embarcó hacia Chipre; / Pablo escogió a Silas y partió, después de
encomendarlo los hermanos a la gracia del Señor. / Recorrió Siria y Silicia,
confirmando en la fe a las Iglesias
Llegó a Derbe y luego a Listra,
donde había un discípulo llamado Timoteo, hijo de una judía creyente y de padre
griego / Los hermanos de Listra e Iconio hablaban muy bien de él / Pablo quiso
llevárselo con él, y lo circuncidó en consideración a los judíos que había en aquellos
lugares, pues todos sabían que su padre era griego. /Según iban pasando por las
ciudades, les comunicaban, para que los guardaran, los decretos dados por los
apóstoles y los presbíteros de Jerusalén. /Las Iglesias se reafirmaban en la fe
y aumentaban en número de día en día
Atravesaron Frigia y la región de
Galia, pues el Espíritu Santo les impidió anunciar la palabra en Asia /
llegaron a Misia e intentaron entrar en Bitinia, pero el espíritu de Jesús no
se lo permitió. / Cruzaron, pues, Misia, y bajaron a Trôade. / Durante la noche
Pablo tuvo una visión: un macedonio, puesto en pie, le suplicaba: ven a
Macedonia y ayúdanos. / Inmediatamente después de la misión intentaron pasar a
Macedonia persuadido de que Dios los había llamado para evangelizarlos
Zarpamos de Trôade y fuimos
derecho a Samotracia; al día siguiente a Neápolis, / y de allí a Filipos,
ciudad del primer distrito de Macedonia, colonia romana en la que permanecimos
unos días / el sábado salimos fuera de la ciudad y fuimos por la orilla del
río, donde pensábamos que estaba el lugar de oración. Nos sentamos y nos
pusimos hablar con las mujeres que se habían reunido / una mujer llamada Lidia,
vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, fiel a Dios, nos estaba
escuchando. El Señor abrió su corazón para que aceptase las cosas que Pablo
decía / después de haber sido bautizada con toda su familia, nos suplicó: si
consideráis que soy fiel al Señor, venid y quedaos en mi casa.
Y nos obligó a ello / otra vez, cuando íbamos al lugar de la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía un espíritu adivinador, la cual con sus adivinaciones procuraba a sus amos muchas ganancias / iba detrás de Pablo y de nosotros gritando: estos hombres son siervos de Dios Altísimo, y os anuncia el camino de la salvación / esto lo hizo muchos días, hasta que Pablo, ya cansado, se volvió y dijo al espíritu: en nombre de Jesucristo te mando salir de ella. Y en el mismo instante salió. / Sus amos, al ver que había desaparecido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas y los llevaron a la plaza pública ante las autoridades / los presentaron a los pretores y dijeron: estos hombres alborotan nuestra ciudad. Son judíos / y predican costumbres que nosotros, siendo romanos, no podemos aceptar ni practicar. /
La gente se sublevó contra ellos, y los pretores mandaron que los desnudaran y les dieran de palos. / Después de haberles dado muchos palos, los metieron en la cárcel, encargando al carcelero que los tuviera bien seguros; / él, al recibir tal orden, los metió en la celda más segura, y sujeto sus pies en el cepo. / Hacia la media noche estaban en oración cantando himnos a Dios, y los presos escuchaban / de repente se produjo tan gran terremoto que se conmovieron los cimientos de la cárcel; se abrieron todas las puertas de la cárcel y se soltaron las cadenas de todos. / El carcelero se despertó y, al ver abiertas las puertas de la cárcel, creyendo que los presos se habrían fugado desenvainó la espada para matarse. / Pablo le gritó: no te hagas daño, que todos estamos aquí / él pidió una luz, entró y se echó temblando frente a Saulo y Silas; / los sacó fuera y dijo: señores ¿Qué debo hacer para salvarles? /
Ellos les dijeron: cree en Jesús, el Señor, y te salvarás tú y tu familia. / Y le anunciaron la palabra del Señor a él y a todos los que había en su casa / A aquellas horas de la noche, el carcelero les lavó las heridas, y seguidamente se bautizó él con todos los suyos. / Los subió a su casa, puso la mesa y celebró con toda su familia el haber creído en Dios. / Al llegar el día, los magistrados mandaron a los alguaciles a decir al carcelero: pon en libertad a esos hombres / el carcelero dijo a Pablo: los magistrados han ordenado que seáis libertados. Salid, pues, y marchad en paz / Pablo les dijo: nos han apaleado públicamente y, sin juzgarnos, a pesar de ser ciudadanos romanos, nos han metido en la cárcel, y ¿Ahora quieren sacarnos? / Pues no; que vengan ellos a sacarnos. Los alguaciles llevaron la respuesta a los magistrados, los cuales, al oír que eran romanos, tuvieron miedo / fueron y les pidieron excusas; los sacaron y les suplicaron que se fueran de la ciudad / salieron de la cárcel y fueron a casa de Lidia; vieron a los hermanos, los animaron y se fueron
Y nos obligó a ello / otra vez, cuando íbamos al lugar de la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía un espíritu adivinador, la cual con sus adivinaciones procuraba a sus amos muchas ganancias / iba detrás de Pablo y de nosotros gritando: estos hombres son siervos de Dios Altísimo, y os anuncia el camino de la salvación / esto lo hizo muchos días, hasta que Pablo, ya cansado, se volvió y dijo al espíritu: en nombre de Jesucristo te mando salir de ella. Y en el mismo instante salió. / Sus amos, al ver que había desaparecido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas y los llevaron a la plaza pública ante las autoridades / los presentaron a los pretores y dijeron: estos hombres alborotan nuestra ciudad. Son judíos / y predican costumbres que nosotros, siendo romanos, no podemos aceptar ni practicar. /
La gente se sublevó contra ellos, y los pretores mandaron que los desnudaran y les dieran de palos. / Después de haberles dado muchos palos, los metieron en la cárcel, encargando al carcelero que los tuviera bien seguros; / él, al recibir tal orden, los metió en la celda más segura, y sujeto sus pies en el cepo. / Hacia la media noche estaban en oración cantando himnos a Dios, y los presos escuchaban / de repente se produjo tan gran terremoto que se conmovieron los cimientos de la cárcel; se abrieron todas las puertas de la cárcel y se soltaron las cadenas de todos. / El carcelero se despertó y, al ver abiertas las puertas de la cárcel, creyendo que los presos se habrían fugado desenvainó la espada para matarse. / Pablo le gritó: no te hagas daño, que todos estamos aquí / él pidió una luz, entró y se echó temblando frente a Saulo y Silas; / los sacó fuera y dijo: señores ¿Qué debo hacer para salvarles? /
Ellos les dijeron: cree en Jesús, el Señor, y te salvarás tú y tu familia. / Y le anunciaron la palabra del Señor a él y a todos los que había en su casa / A aquellas horas de la noche, el carcelero les lavó las heridas, y seguidamente se bautizó él con todos los suyos. / Los subió a su casa, puso la mesa y celebró con toda su familia el haber creído en Dios. / Al llegar el día, los magistrados mandaron a los alguaciles a decir al carcelero: pon en libertad a esos hombres / el carcelero dijo a Pablo: los magistrados han ordenado que seáis libertados. Salid, pues, y marchad en paz / Pablo les dijo: nos han apaleado públicamente y, sin juzgarnos, a pesar de ser ciudadanos romanos, nos han metido en la cárcel, y ¿Ahora quieren sacarnos? / Pues no; que vengan ellos a sacarnos. Los alguaciles llevaron la respuesta a los magistrados, los cuales, al oír que eran romanos, tuvieron miedo / fueron y les pidieron excusas; los sacaron y les suplicaron que se fueran de la ciudad / salieron de la cárcel y fueron a casa de Lidia; vieron a los hermanos, los animaron y se fueron
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