Los <milagros–signos> del
Señor están íntimamente relacionados con la fe,
por eso no es de extrañar que en algunas ocasiones el evangelista San
Marcos, respetara al relatarlos, el lenguaje en el que predicaba Jesús (arameo)
a las multitudes que le seguían, ya que esta lengua tiene una fuerza expresiva
superior a la poseída por el griego,
idioma en el que redactó el evangelista los hechos y dichos de la vida de
Cristo.
Así pues, el evangelista, al narrar tres milagros-signos de Jesús, conserva algunas expresiones de Éste, que le dan más fuerza a los eventos acaecidos. Estos milagros-signos son: <La resurrección de la hija de Jairo> (Mc 5, 35-43), <La curación de un sordomudo> (Mc 7, 31-37) y <La curación del ciego de Jericó> (Mc 10, 46-52).
Sucedió que durante su
evangelización en Galilea y más concretamente en el entorno del lago de Genesaret (o mar de Galilea) tras
haber curado a un hombre de la posesión de una legión de demonios, dejando
maravillada a la gente que presenció este milagro portentoso, se dirigió en
barca a la ribera opuesta al lugar donde había acaecido este hecho, y allí, de
entre la muchedumbre que le seguía se le aproximó un jefe de la sinagoga que se
llamaba Jairo y echándose a sus pies le suplicó que curara a su hija que
prácticamente estaba muerta o moribunda. Fue ésta una petición de milagro que
implicaba la fe previa, porque sus palabras fueron (Mc 5, 23): <Mi hijita
está al cabo; ten a bien venir y poner tus manos sobre ella, para que se salve
y viva>.
Indudablemente este hombre con
fe, que pide un milagro para su hija, ya conocía los prodigios de Jesús, pues
el Señor por donde predicaba dejaba tras de sí, además de su palabra, sus
hechos y estos eran portentosos, aunque no todos los que le seguían creían en
él, porque el hombre se resiste siempre a creer aquello que no comprende y
además, no hay que olvidar, que el demonio no descansa en sus propósitos de
encadenar a los seres humanos bajo su poder.
Pero este hombre no, no había
caído bajo la posesión del maligno, antes al contrario, tenía fe en Jesús, y
muy poderosa, ya que humildemente, despojándose de su categoría de jefe de la
sinagoga se hecha a los pies del Señor para rogarle que haga un milagro con su
hijita.
El Señor en esta ocasión quiere
mostrar cuán grande puede ser la fe y cuán grande puede ser el milagro, por eso
siguió caminando aparentemente indiferente a la petición, y el hombre le seguía, junto con la
muchedumbre que le rodeaba, y entre esa muchedumbre se encontraba una mujer que
padecía desde hacía mucho tiempo de flujos de sangre, y también tenía mucha fe
en Jesús; tocó su manto y cobró la
salud.
El Señor dándose cuenta que de sí mismo había
salido virtud, se volvió y preguntó: ¿Quién me tocó los vestidos? Ella
atemorizada y temblando por lo que había hecho se postró a sus pies y le
declaró lo que había ocurrido. Jesús le dijo entonces: <Hija, tu fe te ha
salvado; vete en paz y queda sana de tu achaque>.
Entre tanto, el tiempo pasaba y parecía que no llegaba el momento en que Jesús llegara hasta donde se encontraba la hija de Jairo, para realizar un milagro, y en esto vinieron los servidores del jefe de la sinagoga para anunciarle que la niña ya había muerto y por tanto dijeron: ¿para qué molestar al maestro? Pero Jesús a su vez dijo: <No temas; cree solamente>. Y él creyó, y el milagro se realizó.
Así lo narró San Marcos en su
Evangelio (Mc 5, 27-32): "Y llegan a la casa del jefe de
la sinagoga, y ve el alboroto y los que lloraban daban grandes alaridos / y entrando les dice: ¿Por qué os
alborotáis y lloráis? La niña no murió, sino duerme / Y se burlaban de Él. Más Él,
echándolos a todos, toma consigo al padre de la niña y a la madre y a los que
con Él iban, y entran a donde estaba la niña / Y tomando la mano de la niña, le
dice: <Talithá kum>, que
traducido, significa: <Niña, te lo digo, levántate> / Y al instante se levantó la
niña, y caminaba, pues tenía doce años"
Nos recuerda el Papa Benedicto
XVI, que el Padre y Doctor de la Iglesia San Jerónimo, al comentar este milagro
subrayó el poder salvífico de las palabras de Jesús, que vienen a puntualizar
que la niña debe levantarse no por las virtudes de ella, sino por la gracia del
Hijo de Dios.
Por eso dice también el Papa que
este relato, junto con el milagro de la mujer que sufría flujos de sangre: “Son una invitación a superar una
visión puramente horizontal y materialista de la vida. A Dios le pedimos muchas
soluciones de problemas, de necesidades concretas, y está bien hacerlo, pero lo
que debemos pedir con insistencia es una fe cada vez más sólida, para que el
Señor renueve nuestra vida, y una firme confianza en su amor, en su providencia
que no nos abandona”
(Benedicto XVI; Ángelus del
domingo 1 de julio de 2012).
La misericordia de Dios nunca abandona a los hombres aunque muchos no tienen, o no llegan a tener, conciencia de ello. Quizás por eso, el Señor al realizar este impresionante milagro de devolver la vida a una persona muerta no quiso que se le comunicara a nadie y pidió encarecidamente a los presentes que no difundieran el suceso, para evitar malas interpretaciones sobre el mismo.
No obstante, como comentaba el
Papa San Juan Pablo II en su <Audiencia General> del 18 de noviembre, de
1987: "En la Iglesia de los primeros
tiempos y especialmente durante la evangelización del mundo llevada a cabo por
los Apóstoles, abundaron los milagros, prodigios y señales, como el mismo Jesús
les había prometido a sus discípulos. Pero se puede decir que estos se han
repetido siempre en la historia de la salvación, especialmente en los momentos
decisivos para la realización del designio de Dios”
Finalmente partió de aquellos
lugares para dirigirse a los confines de Tiro y de Sidón y nada más llegado
allí, tuvo ocasión de realizar un nuevo milagro, en el que la fe estaba
presente en la persona que lo solicitaba, y era una fe muy grande; se trataba
de una mujer que tenía una hija endemoniada y humildemente le solicitaba su
ayuda. El Señor admirado de su fe y de
humildad, sanó a su hija del poder del demonio.
Llegamos así, al momento en el
que el Señor va a llevar a cabo el milagro de la sanación de un sordomudo; y en
esta ocasión, al realizar la narración de los hechos acaecidos, el evangelista
san Marcos, respetó de nuevo en arameo, una palabra clave pronunciada por del Señor en esta lengua, a través de la cual realizó el prodigio.
Sucedió que al llegar a la región
de Decápolis, le presentaron a una persona sorda y tartamuda para que lo curara
poniendo sobre él su mano. Así narró san Marcos los hechos que acontecieron a
continuación (Mc 7, 32-37):
"Y le presentan un sordo y
tartamudo y le ruegan que ponga sobre
sobre él su mano / Y tomándole a parte lejos de la
turba, introdujo sus dedos en las orejas del sordo y con su saliva tocó su
lengua / y levantando sus ojos al cielo
suspiró y le dijo: <Effatá> (esto es, *Ábrete*) / Y al punto se abrieron sus
oídos, y se soltó la atadura de su lengua, y hablaba correctamente / Y les ordenó que a nadie lo
dijesen; pero cuanto más se lo ordenaba, tanto más y más ellos lo divulgaban"
Y se asombraban sobremanera, diciendo: <Todo lo ha hecho bien, y hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
Así, por ejemplo, el Padre y
Doctor de la Iglesia san Efrén de Siria (306-373), fundador de una escuela de
teología que se distinguió por su gran calidad y altura de miras y que por
tanto fue un gran defensor de la doctrina cristológica y trinitaria, al
comentar este milagro del Señor se expresaba en los siguientes términos.
“La fuerza divina que el hombre
no puede tocar, bajó, se envolvió con un cuerpo palpable para que los pobres
pudieran tocarle, y tocando la humanidad de Cristo, percibieran su divinidad.
A través de unos dedos de carne,
el sordomudo sintió que alguien tocaba sus orejas y su lengua. A través de unos
dedos palpables percibió la divinidad intocable una vez rota la atadura de su
lengua y cuando las puertas cerradas de sus orejas se abrieron.
Porque el arquitecto y artífice
del cuerpo vino hasta él y, con una palabra suave (Effatá), creó sin dolor unos
orificios en sus orejas sordas; fue entonces cuando también su boca cerrada
hasta entonces incapaz de hacer surgir una sola palabra, dio al mundo la
alabanza a Aquel que de esta manera hizo
que su esterilidad diera fruto…
Jesús hace desaparecer los defectos y resucita a los muertos a fin de que podamos reconocer que gracias a su cuerpo <en el que habita la plenitud de la divinidad>, los defectos de nuestra humanidad son suprimidos y la verdadera vida se da a los mortales por este cuerpo en el que habita la verdadera vida”
Hermosa interpretación del milagro-signo
de Jesús debida a un hombre que habiendo tenido unos orígenes paganos, al
encuentro con la palabra del Señor se convirtió al cristianismo dando tales
frutos para la Iglesia que ésta le ha reconocido Padre y Doctor de la misma. Se
enfrentó con valor a todas las sectas de su época que defendían doctrinas
heréticas, dejando un legado escrito para la humanidad imponderable.
“Lo mismo que la ley divina dice,
narrando la obra de la creación del mundo: Y vio Dios todo lo que había hecho:
y era muy bueno, así el evangelio, al narrar la obra de la redención y de la
recreación, dice:<Todo lo ha hecho bien, ya que los árboles sanos dan frutos
buenos y un árbol sano no puede dar frutos malos>…
Unamos hoy con sencillez nuestras
voces a las de la santa multitud y digamos: <Todo lo ha hecho bien: hace oír
a los sordos y hablar a los mudos>. En realidad, la muchedumbre dijo esto
por inspiración del Espíritu Santo…
Éste es Dios que todo lo hizo
bien: <Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los
mudos>, esto es, está investido de una fuerza y un poder divino”
Más recientemente, también el Papa Benedicto XVI, al comentar este milagro del Señor en el Ángelus del domingo 6 de septiembre de 2012 decía lo siguiente:
“En el centro del Evangelio de
este domingo hay una palabra, muy importante. Una palabra que <en un sentido
profundo> resume todo el mensaje y
toda la obra de Cristo.
El evangelista san Marcos la
menciona en la misma lengua de Jesús, en la que Jesús la pronunció, y de esta
manera la sentimos aún más viva. Esta palabra es <<Effetá>>, que
significa <Ábrete>…
Aquel sordomudo, gracias a la
intervención de Jesús, <se abrió>; antes estaba cerrado, aislado; para él
era muy difícil comunicar; la curación fue para él una <apertura> a los
demás y al mundo, una apertura que, partiendo de los órganos del oído y de la
palabra, involucraba toda su persona y su vida: por fin podía comunicar y, por
tanto, relacionarse de nuevo”
<Effetá>, que palabra más
hermosa en boca de Nuestro Señor Jesucristo, sí, el desea que nos abramos a Él,
que escuchemos su mensaje de amor y lleno de buena voluntad hacia el hombre y,
¿cómo responde el hombre a esta palabra?...
Desde luego, que no siempre, como lo hizo el sordomudo del
milagro; no, el hombre hace tiempo que se ha dejado arrastrar por falsos dioses, insignificantes y mentirosos…
Ciertamente, son tantas las
acometidas violentas del maligno, que
cuesta mucho superarlas, pero eso no quiere decir que el género humano
esté justificado por ello. Lucifer y sus
acólitos, siempre están atentos a nuestras debilidades, debemos estar, por
tanto, en guardia y recordar aquellas palabras tan sensatas y verdaderas del
Señor (Mt 10, 28):
<No temáis a los que matan el
cuerpo, pero el alma no la pueden matar; sino temed más bien al que puede
arruinar alma y cuerpo en la gehena>.
Así es, estos son los verdaderos
enemigos del hombre y por eso deberíamos siempre operar como lo hizo en su día
el ciego de Jericó, deberíamos decir a Cristo: <Rabbuní, que yo recobre la
vista>
Sí, que yo descubra cada día en los mensajes que constantemente recibo a través de tantos medios, al alcance del enemigo común, aquellos que pueden afectar a mi alma y ponen en peligro su salvación.
En efecto, sucedió que Jesús
anunció por segunda vez su próxima Pasión, Muerte y Resurrección, cuando
atravesaba Galilea en dirección a Cafarnaún, aunque aún no quería dar mucha
publicidad a temas que tan radicalmente le concernían, porque todavía iba
instruyendo a sus discípulos; él les dijo (Mc 9, 31): “El Hijo del hombre a va ser
entregado en manos de los hombres, y lo matarán, y después de muerto resucitará
a los tres días”
Esto era lo que iba a hacer Él,
al someterse a su Pasión y Muerte, cuando llegaran a Jerusalén, pero antes de
llegar y tras varios importantes acontecimientos, entre los que cabe destacar
la bendición de los niños y la increíble petición de los hijos de Zebedeo, realizó
un nuevo milagro-signo, concretamente en Jericó curó a un hombre ciego llamado
Bartimeo.
Los hechos ocurridos fuero
descritos por el evangelista san Marcos con gran detalle, conservando además,
el apelativo dado por el ciego a Jesús en la lengua original en la que hablaban
los protagonistas del acontecimiento, el arameo (Mc 10, 46-52):
“Llegan a Jericó. Y cuando salían de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, un ciego, Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al lado del camino pidiendo limosna/ Y al oír que era Jesús Nazareno, comenzó a decir a gritos: ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!/ Y muchos le reprendían para que se callara. Pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten piedad de mí!/ Se paró Jesús y dijo: <Llamadle>. Llamaron al ciego diciéndole: ¡Animo!, levántate, te llama/ El, arrojando su manto, dio un salto y se acercó a Jesús/ Jesús le preguntó: < ¿Qué quieres que te haga?>. Rabboni, que vea, le respondió el ciego/ Entonces dijo Jesús: <Anda, tu fe te ha salvado>. Y al instante recobró la vista. Y le seguía por el camino”
De nuevo en esta ocasión se
presenta la necesidad de una fe previa de la persona que solicita el favor de
Jesús, pero una fe total, una fe que lleva al ciego a pedirle al Señor que le
cure con la seguridad absoluta de que él puede conseguir que este milagro se
produzca; él le llama <Rabboni> que quiere decir <Mi gran Maestro>…
Después cuando se ha producido,
él sigue a Jesús, ya es un discípulo más del Señor en su caminar hacia la
ciudad Santa, donde en breve tendrán lugar los terribles acontecimientos a los
que Jesús va a someterse por mandato del Padre y amor a la humanidad. En este
sentido el Papa Benedicto XVI en el Ángelus del domingo 29 de octubre de 2006
nos recordaba que:
“Este relato, en sus aspectos
fundamentales, evoca el itinerario del catecúmeno hacia el sacramento del
Bautismo, que en la Iglesia antigua se llamaba también <Iluminación>.
La fe es un camino de
iluminación: parte de la humildad de reconocerse necesitados de salvación y
llega al encuentro personal con Cristo, que llama a seguirlo por la senda del
amor. Según este modelo se presentan en la Iglesia los itinerarios de
iniciación cristiana, que preparan para los sacramentos del Bautismo, la
Confirmación y la Eucaristía. En los lugares de la antigua evangelización,
donde se suele bautizar a los niños, se proponen a los jóvenes y a los adultos
experiencias de catequesis y espiritualidad que permiten recorrer un camino de
redescubrimiento de la fe de modo maduro y consciente, para asumir luego un
compromiso coherente de testimonio.
¡Cuán importante es la labor que
realizan en este campo los pastores y
los catequistas!
El redescubrimiento del valor de
su Bautismo es la base del compromiso misionero de todo cristiano, porque como
vemos en el Evangelio, quien se deja cautivar por Cristo no tiene más remedio
que testimoniar la alegría de seguir sus pasos”
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