Ya lo dijo San Pablo (I Corintios 9,16): <¡Ay de mí si no predicase el evangelio!>. La evangelización llevada a cabo por los Apóstoles, puso sin duda los fundamentos para la construcción del edificio espiritual de la Iglesia, convirtiéndose en el germen y el modelo válido para cualquier época según el Papa Juan Pablo II (Cruzando el umbral de la esperanza, 18. El reto de la evangelización)
Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, es el fundador de la Iglesia para perpetuar hasta la Parusía su obra de salvación mediante una Nueva Alianza con los hombres y después de su Resurrección, acabó de instaurarla, poniendo a la cabeza de la misma al Apóstol San Pedro.La promulgación de la Iglesia aconteció poco después, en la celebración de Pentecostés (hacia el año 30 d.c.) cuando el Espíritu Santo desciende en forma de lenguas de fuego, sobre los discípulos y la Virgen María, retirados en el Cenáculo de Jerusalén, desde la Ascensión del Señor a los cielos.
Los Apóstoles son los hombres elegidos por Jesucristo para continuar su evangelización; en varias ocasiones les dijo: ¡No tengáis miedo! Y no fue casualidad que el Señor eligiera a sus primeros seguidores, entre las gentes humildes dedicadas a la pesca en el mar de Galilea, pues sabido es el carácter paciente de los hombres del mar, acostumbrados por otra parte, a la soledad y a la vida dura de su profesión.
Ellos no tuvieron miedo, desde la llegada del Espíritu Santo a sus vidas, de llevar las enseñanzas de su Maestro a todos los hombres que las quisieran escuchar poniendo en ello todo su empeño y la propia existencia.
A estos primeros hombres les siguieron otros muchos a lo largo de la Historia de la humanidad y hasta nuestros días, donde como nos dijo el Papa Juan Pablo II (Cruzando el umbral de la esperanza, 18. El reto de una nueva evangelización): "Hoy se da, la clara necesidad de una nueva evangelización. Existe la necesidad de un anuncio evangélico que se haga peregrino junto al hombre, que se ponga en camino con la joven generación"
Recordemos que en los primeros tiempos del cristianismo, la conversión a la fe de Cristo suponía un cambio radical de vida, una conversión tan profunda que difícilmente era comprendida por los no creyentes y de ahí surge la pregunta ¿que podría mover a tantos hombres, a convertirse a esta doctrina tan exigente?
A tal pregunta, hay que responder de forma clara, que sin duda la principal causa para que así ocurriera fue la intervención de la gracia divina, tan activa en estos momentos de la historia como en aquellos y por otra parte, el descubrimiento del amor divino, personalizado en la figura de Jesucristo y en la acción del Espíritu Santo desde su actuación en Pentecostés.
La religión cristiana representaba además la liberación del pecado a través del seguimiento del mensaje evangélico, cosa que cualquier otra religión no era capaz de ofrecer al ser humano ni entonces, ni en cualquier otro momento de su historia.
La religión cristiana representaba además la liberación del pecado a través del seguimiento del mensaje evangélico, cosa que cualquier otra religión no era capaz de ofrecer al ser humano ni entonces, ni en cualquier otro momento de su historia.
No faltaron, sin embargo, herejías nacidas en el propio seno de la Iglesia, porque la acción del Maligno nunca ha parado desde el comienzo de los siglos y el hombre por desgracia es muy susceptible a sus halagos. Por otra parte, el seguimiento de la doctrina de Cristo es radical e implica grandes sacrificios, muchas veces difíciles de aceptar si no se produce un cambio total de mentalidad (Metánoia) en orden a la obediencia de la fe y el deseo profundo de seguir la Cruz del Salvador.
En este punto, al recordar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, es interesante reflexionar sobre las circunstancias históricas que han llevado, en el momento actual, a los Papas, cabezas de la Iglesia de Cristo, a considerar la necesidad de una Nueva Evangelización.
Precisamente, el Papa Juan Pablo II, al comenzar el tercer milenio nos llamó a remar mar adentro y a comprometernos en la tarea antigua y siempre nueva de la evangelización. Nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión. Tal, como dijo el Papa, se debe evangelizar a las personas y también a los pueblos caracterizados por sus distintas culturas.
Por otra parte, el Papa Pablo VI en su exhortación <Evangelii Nuntiandi>, define de forma clara en qué consiste la evangelización: "Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad, y con su influjo transformar desde dentro a la misma humanidad…
Y si hubiera que resumirlo en pocas palabras, lo mejor sería decir que la Iglesia evangeliza cuando por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama, trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en que ellos están comprometidos, su vida y ambientes concretos"
Las causas pueden ser de naturaleza científica, política, económica...Todas ellas han dado lugar a teorías tan dañinas como el racionalismo, el laicismo, el relativismo y sobre todo el materialismo que también impregna por desgracia la sociedad del siglo XXI.
“El materialismo enseña que no existe más que una única realidad, la materia, con sus fuerzas ciegas: la planta, el animal y el hombre que son el resultado de su evolución. La misma sociedad humana no es sino una apariencia y una forma de la materia, que evoluciona del modo dicho, y que por ineludible necesidad de la materia tiende, en un perpetuo conflicto de fuerzas, hacia la síntesis final, una sociedad sin clases…”
Así explicó el Papa Pio XI en su carta encíclica “Divini Redemptoris” (1937) los principios materialistas de Marx. En esta misma encíclica, este Pontífice se preguntaba: ¿Qué sería, pues, la sociedad humana basada sobre tales fundamentos materialistas? Después de tantos años trascurridos, desde esta pregunta acuciante del Papa, estamos conociendo la respuesta, que por otra parte el mismo Pontífice había previsto: <Una sociedad donde se pisotea de forma impune incluso la ley natural y al autor de ella, nuestro Creador>
Y en otro momento de esta interesante conferencia, que todo creyente debería leer con interés si quisiera conocer en profundidad la estructura y método de la “Nueva Evangelización”, así como los contenidos esenciales de la misma, dijo lo siguiente:
"Vivimos según el cliché: No hay Dios y si lo hay, no interesa. Por este motivo, la evangelización, antes que nada, tiene que hablar de Dios, anunciar el único Dios: el Creador, el Santificador, el Juez, tal como lo define el Catecismo de la Iglesia católica…Anunciar a Dios es introducirse en la relación con Dios, enseñar a rezar. La oración es fe en acto. Y sólo en la experiencia de la vida con Dios aparece también la evidencia de la existencia.
Solo en Cristo y a través de Cristo el tema de Dios se vuelve realmente concreto. Cristo es, el Dios con nosotros, la concretización del “Yo soy”, la respuesta al Deísmo. Actualmente es grande la tentación de reducir a Jesucristo, al Hijo de Dios, a una figura histórica, a un hombre puro. No se niega necesariamente la divinidad de Jesús, sino con ciertos métodos se destila de la Biblia un Jesús a nuestra medida, un Jesús posible y comprensible en el marco de nuestra historiografía. Pero este <Jesús histórico> no es sino un artefacto, la imagen de sus autores y no la imagen de Dios viviente"
Y ya, para terminar esta conferencia magistral, hablando sobre la vida eterna se expresó en estos términos nuestro actual Papa: "El último elemento central de toda evangelización verdadera es la vida eterna. El anuncio del Reino de Dios, es nuncio de Dios presente, del Dios que nos conoce y nos escucha, del Dios que entra en la historia para hacer justicia. Esta predicación es, por lo tanto, anuncio de juicio, anuncio de nuestra responsabilidad. El hombre no puede hacer o no hacer lo que quiere. El será juzgado. El debe dar cuenta de sus actos. Esta certeza tiene valor para los potentes así como para los simples. Las injusticias del mundo no son la última palabra de la historia. Sólo quien no quiere que haya justicia puede oponerse a esta verdad"
Sin embargo todavía el hombre en su ignorancia sigue preguntándose: ¿Cómo Dios ha permitido y aun permite tantas guerras?, ¿Cómo ha podido permitir y aun permite tantas desgracias sobre el ser humano? ¿Cómo seguir confiando en un Dios Padre misericordioso?
Con razón el Papa Juan Pablo II en su libro <Cruzando el umbral de la esperanza> (Ibid), se manifestaba así: “<Stat crux dum volvitur orbis> , esto es: La Cruz permanecerá mientras el mundo gire. Dios ha creado al hombre racional y libre y por eso mismo, se ha sometido a su juicio. La historia de la salvación es también la historia del juicio constante del hombre sobre Dios. No se trata sólo de interrogantes, de dudas, sino de verdadero juicio"
Según el Papa Juan Pablo II el escándalo de la cruz (Scandalum Crucis) sigue siendo la clave para interpretar el misterio del sufrimiento humano y en esta idea coinciden incluso los críticos contemporáneos del cristianismo. A tantas preguntas infundadas de los seres humanos el Papa aseguraba en su libro (Ibid):
Él permanece coherente ante un don semejante; y por eso se presenta ante el juicio del hombre, ante un tribunal usurpador que le hace preguntas provocativas. Dios está siempre de parte de los que sufren. Su omnipotencia se manifiesta precisamente en el hecho de haber aceptado libremente el sufrimiento. Hubiera podido no hacerlo. Hubiera podido demostrar la propia omnipotencia incluso en el momento de la Crucifixión; de hecho, así se lo proponían: <Baja de la cruz y te creeremos> (crf. Marcos 15,32).
Después de leer las palabras del Papa, es triste comprobar, que en el momento actual de nuestra historia, a pesar de tantas pruebas dadas por Dios, sobre su existencia, el ser humano, en su soberbia infinita, sigue cuestionándole con frases como estas: <Dios ha muerto> (F.Nietzsche), estamos viviendo el <eclipse de Dios> (M.Buber), nos hemos quedado <sin noticias de Dios> ...Ante tanta desinformación y extravío, hay que reafirmarse en la idea de que es necesaria, más aun, urgente una <Nueva Evangelización>. Sin embargo, algunas veces, también encontramos testimonios que hacen pensar que no todo está perdido y que merece la pena embarcarse de forma decisiva en la tarea que Cristo nos pidió a todos sus seguidores.
Ciertamente, algunos hombres piensan que la idea de la muerte de Dios, no es buena noticia para nadie, pues está arrastrando a la humanidad hacia un nihilismo que muchos consideran <la definición de nuestra época> (G.Amengual). Ante los síntomas de descristianización actual, de una parte importante de la sociedad, los creyentes tenemos que reaccionar con valentía y actuar en consecuencia para demostrar en primer lugar con nuestro comportamiento personal y en segundo lugar con nuestra labor evangelizadora que ¡Si existe Dios! Y Él nos juzgará a todos al final de los tiempos.
A este respecto resulta interesante recordar las palabras de Cristo en su discurso escatológico sobre el futuro de los seres humanos (Mc.13,1-13): "Al salir Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos, Maestro ¡mira que piedras y que edificio¡ / Jesús le dijo ¿Ves esos grandes edificios? No quedará aquí piedra sobre piedra, todo será destruido…/ Y estando sentado en el monte de los olivos, de cara al templo, le preguntaron a solas Pedro, Santiago, Juan y Andrés / Dinos: ¿Cuándo será eso, y cuál la señal, cuando todas esas cosas estén para cumplirse? /
Jesús comenzó a decirles: “Mirad vendrán usando mi nombre y diciendo, Yo soy, y engañarán a muchos / Y cuando oigáis hablar de guerras y noticias de batallas no os alarméis porque es necesario que eso suceda, pero todavía no será el fin / Porque se levantarán pueblos contra pueblos y reinos contra reinos; habrá hambre y terremotos por diversos lugares / Será el comienzo de los dolores…/ Mirad por vosotros mismos. Os entregarán a los tribunales, os torturarán en las sinagogas y compareceréis ante los gobernadores y los reyes por causa mía, daréis testimonio entre ellos / Pero antes de todo, el evangelio será predicado a todos los pueblos. Cuando os lleven para entregaros no os angustiéis por lo que habéis de decir, decid lo que os sea inspirado en aquella hora, pues no habláis vosotros, sino el Espíritu Santo. El hermano entregará a la muerte a su hermano, y el padre al hijo y los hijos se alzarán contra los padres y los matarán. / Y seréis aborrecidos de todos a causa de mi nombre; más el que fuera constante hasta el fin, éste se salvará"
Estas palabras de Jesús implican al hombre de hoy, del siglo XXI, donde muchas veces parecen muy próximas las señales de las que hablaba el Señor, e incluso la proximidad del juicio final. Por otra parte, aunque todavía no se ha predicado la “palabra de Cristo” en todo el orbe, ya queda menos. La prueba de ello se encuentra en la intensa labor evangelizadora que en este momento desarrollan tantos misioneros y misioneras en lugares como la India, África, Australia, América o China, con alto riesgo, muchas veces, para sus propias vidas, pero con frutos visibles y muy alentadores.
En este sentido, el Papa Pio XI se interesó especialmente por la labor de la Iglesia, en su Carta Encíclica <Rerum Ecclesiae>:
"El deber de nuestro amor exige, sin duda, no sólo que procuremos aumentar cuanto podamos el número de aquellos que le conocen y adoran ya <en espíritu y en verdad> (Jn 4,24), sino también que sometamos al imperio de nuestro amantísimo Redentor cuanto más y más podamos, para que se obtenga cada vez mejor(el fruto de su sangre)(Sal 29,10), y nos hagamos así más agradables a Él, ya que nada le agrada tanto como que los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad (I Tim 2,4).
Y si Cristo puso como nota característica de sus discípulos el amarse mutuamente (Jn 13,35; 15,12), ¿qué mayor ni más perfecta caridad podremos mostrar a nuestros hermanos que el procurar sacarlos de las tinieblas de la superstición e iluminarlos con la verdadera fe de Jesucristo?"
Y si Cristo puso como nota característica de sus discípulos el amarse mutuamente (Jn 13,35; 15,12), ¿qué mayor ni más perfecta caridad podremos mostrar a nuestros hermanos que el procurar sacarlos de las tinieblas de la superstición e iluminarlos con la verdadera fe de Jesucristo?"
Tristemente en el llamado Antiguo Continente, donde llegó tan pronto la evangelización, y floreció de forma tan espectacular en los primeros siglos del cristianismo, en cambio en los últimos siglos, probablemente ya a partir del siglo XVII y hasta nuestros días haya habido una descristianización paulatina que ha llevado a un fuerte avance de la secularización en muchos ambientes, a crecientes tendencias hedonistas y en general a un deseo profundo del hombre de olvidarse de Dios. Los progresos científicos presentados con frecuencia al margen de toda consideración moral, los horizontes vertiginosos que no cesan de abrir las tecnologías informáticas y otra serie de avances en distintos campos de las investigaciones humanas, son según Javier Sesé (Historia de la espiritualidad. Capitulo XI. Balance de los últimos decenios del siglo XX), retos cada vez mayores para la labor evangelizadora, y por consiguiente, para la búsqueda de la santidad personal de millones de <cristianos corrientes inmersos en esta sociedad cambiante>:
"A raíz del Concilio Vaticano II, que por otra parte tantos beneficios ha dado a la Iglesia católica (según el mismo autor), la vida sacerdotal sufrió una terrible crisis en los años postconciliares, sobre todo en los países del llamado <primer mundo>, tanto por la notable pérdida de vocaciones como por el cuestionamiento intelectual de fondo de la propia identidad sacerdotal. Una crisis parecida sufrieron después de Vaticano II la mayoría de las órdenes y congregaciones religiosas, con gran disminución de las vocaciones y algunos defectos de interpretación de los Evangelios, e incluso planteamientos teológicos bastante confusos sobre la propia naturaleza de la vida consagrada y entre otros factores, parece claro que en muchos casos predominó un excesivo, aunque bien intencionado, afán de novedad y adaptación al mundo contemporáneo, frente a la fidelidad al propio espíritu y carisma, tan importante en cualquier camino espiritual suscitado por el Espíritu Santo en la Iglesia"
A pesar de esta imagen tan poco alentadora que, en un principio, pareció sufrir la Iglesia de Cristo tras la celebración del Concilio, la verdad es que algunos de estos problemas se han ido subsanando y así por ejemplo en las familias religiosas el mismo autor advierte lo siguiente:
“La recuperación, está en marcha, sobre todo en varias órdenes de tipo contemplativo, que aguantaron mejor la crisis; mientras que algunas otras de fundación más reciente son las que manifiestan mayor rigor: quizá precisamente, por estar mejor arraigadas en las necesidades apostólicas de la sociedad actual y también por la mayor proximidad al carisma fundacional”
Un ejemplo magnífico a este respecto lo tenemos en las misioneras de la caridad de la Madre Teresa de Calcuta la cual tras una inspiración divina fundada en la imagen de Cristo crucificado cuando dijo <Tengo sed>, fue capaz de realizar esta obra maravillosa que tantos frutos ha dado y sigue dando a la Iglesia.
Precisamente el Papa Juan Pablo II en su homilía del 19 de octubre de 2003 durante la eucaristía celebrada en la beatificación de la Madre Teresa, aseguraba que: “Con el testimonio de su vida, la Madre Teresa recuerda a todos que la misión evangelizadora de la Iglesia pasa a través de la caridad, alimentada en la oración y en la escucha de la palabra de Dios”
Y sigue diciendo el Papa más adelante en esta misma homilía: “Contemplación y acción, evangelización y promoción humana: la Madre Teresa proclama el Evangelio, con su vida entregada por entero a los pobres, pero al mismo tiempo envuelta en la oración. Su vida fue una vida radical y una valiente proclamación del Evangelio”
De cualquier forma, tanto el Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII y clausurado por Pablo VI, como todos los Papas y en concreto el Papa Juan Pablo II, con su pastoral, pusieron de manifiesto, la dignidad de la persona humana, hecha libre por voluntad divina y la necesidad, que todo ser humano tiene de justicia y de paz. Pero estos deseos justos de los hombres deben ser encauzados por el camino de la evangelización propia y el deseo de la colaboración en el apostolado dirigido hacia sus semejantes, siempre bajo la tutela del Papa cabeza de la Iglesia de Cristo. Sin duda, la autoridad moral de los sucesores de Pedro ha crecido a lo largo de todos estos siglos a pesar de todas las dificultades que el maligno ha ido engendrando en el seno de la Iglesia. Por otra parte, la libertad espiritual ganada por la Sede Apostólica después de los sucesos acaecidos en 1870, según algunos historiadores es uno de los beneficios mayores recibidos por la comunidad cristiana.
Pero sin embargo, en el mundo de hoy, siguen existiendo graves peligros para todos los hombres que sienten en su interior la acuciante necesidad de ese “algo” que no es otra cosa que la búsqueda de la santidad, porque todo ser humano tiene una necesidad grande de superación de forma que para muchos filósofos el hombre solo consigue ser plenamente hombre superándose así mismo.
Se puede decir que el primer “hombre” que conoció en plenitud esta necesidad y la superó, fue Jesús, el Hijo de Dios, el cual fue capaz de sufrir su Pasión y muerte para redimir al género humano. Por ello cuando Pilatos señalando al Nazareno coronado con espinas después de la flagelación gritó ¡He aquí al hombre!, según el Papa Juan Pablo II (Cruzando el umbral de la esperanza), no se daba cuenta de que estaba proclamando una “verdad esencial”, y en definitiva dando la clave de lo que significa el Evangelio y el reto de la evangelización.
Debemos recordar sin embargo que el Evangelio de Cristo no es fácil de seguir y que tampoco nos promete éxitos enormes en su proclamación. No promete por otra parte una vida fácil, debido a la exigencia de su total cumplimiento y como nos dijo el Papa Juan Pablo II esto significa que: “Para encontrar la vida hay que perderla, que para nacer hay que morir y que para salvarse hay que cargar con la cruz (paradoja fundamental del Evangelio)"
Recordaremos también que este mismo Papa en su Carta Apostólica “Novo Millenio ineunte” nos dijo:
“ Nos espera una apasionante tarea de renacimiento pastoral. Hemos de volver a las fuentes, impulso de los orígenes”
Así mismo, S.S Benedicto XVI, que no solo es un gran teólogo, sino un defensor constante de la labor evangelizadora de la Iglesia de Cristo confía totalmente en la fuerza impulsora de la verdad y en la eficacia de la Palabra. Para el Papa, la fe está antes que la teología y el credo antes que la explicación.
Por eso ha dicho (Conferencia sobre el tema de la “Nueva evangelización”, celebrado en Roma en el año 2000):
Por eso ha dicho (Conferencia sobre el tema de la “Nueva evangelización”, celebrado en Roma en el año 2000):
“Los fieles deben oponerse a toda disolución de la fe en teorías que la ahogan en nombre de la autoridad de la pura razón”
Según su santidad, la fe para poder subsistir tiene que introducirse en la moderna cultura tecnológica y racional, en definitiva, descubrir en la cultura digital los indicios significativos de la presencia del Espíritu Santo y las diferentes formas que son posibles a través de ellas de realizar la “nueva evangelización “.
Por otra parte, la Iglesia de Cristo enviada a evangelizar al mundo tiene a su favor las armas más poderosas, como son la colaboración de la madre de Dios, la Virgen María, de los espíritus puros, los ángeles del cielo y de todos los santos y esto supone una ayuda inestimable y un consuelo salvador. Concretamente la Virgen María, al final del Concilio Vaticano II, fue declarada Madre de la Iglesia y propuesta como norma de vida. Para el Papa Pablo VI, es imagen y prototipo de la Iglesia no solo en la maternidad, en la virginidad, en el amor a Cristo y al hombre, en la vida espiritual, sino que juntamente a través de su acción de maestra de la vida, será modelo y tipo de la Iglesia evangelizadora (Marialis cultus).
Así mismo, en la Carta Encíclica “Evangelii nuntiandii” María es llamada por Pablo VI, “Estrella de la evangelización”, porque además de iluminar a los evangelizadores, María ayuda también a recibir el mensaje de la evangelización y colabora para que todos los hombres puedan vivir con alegría el Evangelio de su Hijo Jesucristo. Finalmente recordaremos al Papa Pio XI cuando dijo:
“¡María Santísima, Reina de los Apóstoles, se digne mirar con complacencia nuestros esfuerzos! Ella, habiendo recibido en el Calvario a todos los hombres por hijos suyos, intercede no menos por los que aún ignoran haber sido redimidos por Cristo Jesús que por los que gozan ya felizmente del beneficio de la Redención (Carta Encíclica, Rerum Ecclesia)"
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