Habían pasado ya algunos años desde la Muerte y Resurrección de Jesucristo, cuando san Juan escribió su evangelio con gran conocimiento de causa, pues no en balde fue el apóstol querido del Señor, aquel al que dejo a su madre, la Virgen María, bajo su custodia.
Siempre por inspiración del Espíritu Santo, escribió esta cuarta entrega de la vida y de la Palabra del Maestro, apoyándose en el recuerdo de los hechos reales por él vividos a su lado.
El apóstol recordaba en su evangelio precisamente aquella parte en la que Jesús relacionaba el Sacramento de la Eucaristía con la resurrección de los muertos (Jn 6, 48-55):
-Vuestros padres en el desierto
comieron el maná, y murieron;
-este es el pan que baja del cielo, para que quien comiere de
él no muera.
-Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo;
-quien comiere de este pan vivirá
eternamente, y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo.
-Dijo, pues, Jesús: En verdad, en
verdad os digo: si no comierais la carne del Hijo del hombre y bebierais su
sangre, no tenéis vida en vosotros.
-El que come mi carne y bebe mi
sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día.
Aquellos hombres, no quisieron
entender entonces a Jesús, pero después otros hombres, tampoco lo han querido
entender, aún estando ya claro y evidente lo que quería decir…
Los Padres y los Pontifices de la
Iglesia de Cristo, a lo largo de todos
estos siglos, han explicado una y otras vez el significado de aquellas palabras
de Jesús, apoyándose siempre en su Mensaje, reflejado en los dogmas de fe establecidos en los Concilios
Ecuménicos...
Precisamente en el Catecismo de
la Iglesia católica surgido a partir del Concilio Vaticano II, podemos leer
(nº 993 y nº 999):
-Los fariseos y muchos
contemporáneos del Señor esperaban la resurrección. Jesús la enseñaba
firmemente. A los saduceos que la niegan responde: <Vosotros no conocéis las
Escrituras ni el poder de Dios, vosotros estáis en el error> (Mc 12, 24). La
fe en la resurrección descansa en la fe
en Dios que <no es un Dios de muertos sino de vivos> (Mc 12, 27)
-Pero hay más: Jesús liga la fe
en la resurrección a la fe en su propia
persona: <Yo soy la resurrección y la vida> (Jn 11, 25).
Es el mismo Jesús el que
resucitará en el último día a quienes hayan creído en Él (Jn 5, 24-25, 6, 40) y
hayan comido su Cuerpo y bebido su Sangre (Jn 6, 54). En su vida pública ofrece
ya un signo y una prenda de la resurrección devolviéndole la vida a algunos
muertos, anunciando así su propia Resurrección que, no obstante, será de otro
orden.
De este acontecimiento único, Él
habla como del “signo de Jonás” (Mt 12, 39), del signo del Templo (Jn 2,
19-22). Anuncia su Resurrección al tercer día después de su muerte (Mc 10, 34).
Con razón el Papa Benedicto XVI
hace notar en su libro <Jesús de Nazaret. Segunda parte> que:
“La resurrección despierta el recuerdo, y el
recuerdo, a la luz de la resurrección, deja aparecer el sentido de la Palabra
que hasta entonces permanecía incomprendida, volviéndola a poner en relación
con el contacto de toda la Escritura. La meta a la que tiende el Evangelio de
San Juan es, pues, la unidad de <Logos>
y hecho”
En definitiva, se podría decir
que:
La resurrección enseña una nueva
forma de ver; descubre la relación entre la palabra de los profetas y el
destino de Jesús. Despierta el recuerdo, esto es, hace posible el acceso al interior
de los acontecimientos…
Sí, como aseguraba el Papa
Benedicto XVI, el Evangelio de San Juan, además de proporcionar una
transcripción casi taquigráfica de las palabras y de la obra de Jesús, a través
de este recordar las cosas del Maestro, nos conduce desde aspectos puramente
externos hacia la profundidad de la Palabra y de los acontecimientos…
Verdaderamente Jesús Resucitó de
entre los muertos, sus discípulos fueron testigos privilegiados de este acontecimiento
esencial para los hombres, ellos dieron testimonio desde el principio del
mismo, aunque con ello ponían en grave riesgo sus vidas ante sus mismos
conciudadanos, pero no tuvieron miedo, como les había pedido el Señor y
propagaron la <Buena Nueva >, en todo Israel y otros pueblos del mundo
entonces conocido.
-Israelita, ¿por qué os admiráis
de esto, o por qué miráis como si hubiéramos hecho andar a este hombre por
nuestro poder o piedad?
-El Dios de Abraham y de Isaac y
de Jacob, el Dios de nuestros pueblos, glorificó a su siervo, Jesús, al que
vosotros entregasteis y negasteis ante Pilatos, quién juzgaba que debía
soltarlo;
-más vosotros negasteis al Santo
y Justo, y pedisteis que se os hiciera gracia de un homicida,
-mientras matasteis al autor de
la vida, a quien Dios Resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos
testigos.
-Y por la fe de su nombre, a éste
que veis y conocéis, su nombre le restableció, y la fe que viene de él le dio la completa curación ante todos
vosotros.
Cabe preguntarse, en cualquier
caso, por la naturaleza de la Resurrección de Jesús y su significado respecto
al hombre. El Papa Benedicto XVI hacia, en este sentido, un magnifico
razonamiento (Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la
Resurrección; Librería Editrice Vaticana, Roma; Ediciones Encuentros, S.A.,
2011):
“Preguntémonos ahora, una vez más
y de manera sumaria, de que género fue el encuentro con el Señor resucitado:
*Jesús no es alquien que haya
regresado a la vida biológica normal y que después, según las leyes de la
biología, deba morir nuevamente cualquier otro día.
*Jesús no es un fantasma, un
espíritu. Lo cual significa: no es uno que, en realidad, pertenece al mundo de
los muertos, aunque éstos puedan de algún modo manifestarse en el mundo de la
vida.
*Los encuentros con el Resucitado
son también algo muy diferente de las experiencias místicas, en las que el
espíritu humano viene por un momento elevado por encima de sí mismo y percibe
el mundo de lo divino y lo eterno, para volver después al horizonte normal de su
existencia.
La experiencia mistica es una
superación momentánea del ámbito del alma y de sus facultades perceptivas. Pero
no es un encuentro con una persona que se acerca a mí desde fuera…”
Según todas estas premisas
apuntadas por Benedito XVI tenemos que llegar a la conclusión cierta de que la
Resurrección de Cristo es un acontecimiento ocurrido dentro de la historia de
la humanidad, pero que quebranta esta historia y va mucho mas lejos…Para este
Pontífice la resurrección podría considerarse como una especie de <salto
cualitativo> radical en que se entreabre una nueva dimensión de la vida del
hombre…
Como el asegura (Ibid):
“La materia misma es transformada
en un nuevo género de realidad. El hombre Jesús, con su mismo cuerpo, pertenece
ahora totalmente a la esfera de lo divino y eterno. De ahora en adelante – como
dijo Tertuliano en una ocasión - , <espíritu y sangre> tienen sitio en
Dios…
Aunque el hombre, por su
naturaleza, es creado para la inmortalidad, sólo ahora el lugar de su alma
inmoltar encuentra un espacio, esa corporeidad, en que la inmortalidad adquiere
sentido en cuanto comunión con Dios y con la humanidad entera reconciliada…”
El Papa nos recuerda también a lo
largo de su razonamiento que ya el apóstol san Pablo en su carta a los Efesios
hablaba del <cuerpo cósmico de Cristo>, indicando con ello que el cuerpo transformado de Cristo
es también el lugar en el que los
hombres entran en comunión con Dios y
entre ellos, y así pueden vivir definitivamente en la plenitud de la vida
indestructible…
En efecto, en un momento dado,
san Pablo al tener noticias sobre la fe
de los efesios en Jesús y de la gran caridad que demuestran para con sus
seguidores les dice en su carta (Ef 1, 16-22):
“No ceso de dar gracias por
vosotros, al recordaros en mis oraciones / para que el Dios de nuestro Señor
Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda el Espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle / iluminando
los ojos de vuestro corazón, para que sepáis cual es la esperanza a la que os
llama, cuáles las riquezas de gloria dejadas en su herencia a los santos / y cúal
es la suprema grandeza de su poder en favor de nosotros, los creyentes, según
la eficacia de su fuerza poderosa// El la ha puesto por obra en Cristo
resucitándole de entre los muertos y sentándole a su derecha en los cielos /
por encima de todo principado, potestad, virtud y dominación y todo cuanto
existe, no sólo en este mundo sino también en el venidero / Todo lo sometió
bajo sus pies y a él lo constituyó cabeza
de todas las cosas en favor de la Iglesia / que es su cuerpo, la plenitud
de quien llena todo en todas las cosas”
No obstante tratándose la
Resurrección de Jesús, de un hecho histórico
fundamental para el cristianismo, siendo como es <la clave de
bóveda> de nuestra fe, sin embargo existen personas mal
intecionadas, que inventan historias novelescas y hasta detractoras sobre la
misma.
“La Iglesia, en Cristo Jesús a la
que todos estamos llamados, y en la cual por medio de la gracia de Dios conseguimos la santidad,
no tendrá su cumplimento sino en la gloria del cielo, cuando llegue el tiempo
de la Restauración de todas las cosas, y con el género humano también la
creación entera que está íntimamente unida con el hombre y por medio de Él
alcance su fin <será perfectamente renovada en Cristo>.
Porque Cristo, cuando fue levantado sobre la tierra, atrajo hacia así a todos (Jn 2,32); Resucitando de entre los muertos infundió en los Apóstoles su Espíritu vivificador; y por medio de Él constituyó su Cuerpo, que es la Iglesia, como universal Sacramento de Salvación…” (Cruzando el umbral de la esperanza. Ed. Vittorio Messori. Círculo de lectores 2005).
Porque Cristo, cuando fue levantado sobre la tierra, atrajo hacia así a todos (Jn 2,32); Resucitando de entre los muertos infundió en los Apóstoles su Espíritu vivificador; y por medio de Él constituyó su Cuerpo, que es la Iglesia, como universal Sacramento de Salvación…” (Cruzando el umbral de la esperanza. Ed. Vittorio Messori. Círculo de lectores 2005).
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