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domingo, 21 de octubre de 2018

LA IGLESIA CATÓLICA CREE EN LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS (2ª Parte)



 



Habían pasado ya algunos años desde la Muerte y Resurrección de Jesucristo, cuando san Juan escribió su evangelio con gran conocimiento de causa, pues no en balde fue el apóstol querido del Señor, aquel al que dejo a su madre, la Virgen María, bajo su custodia. 
Siempre por inspiración del Espíritu Santo, escribió esta cuarta entrega de la vida  y de la Palabra del Maestro, apoyándose  en el recuerdo de los hechos reales por él vividos a su lado.

 


El apóstol recordaba en su evangelio precisamente aquella parte   en la que Jesús relacionaba el Sacramento de la Eucaristía con la resurrección de los muertos (Jn 6, 48-55):
-Yo soy el pan de vida

-Vuestros padres en el desierto comieron el maná, y murieron;

-este es el pan  que baja del cielo, para que quien comiere de él no muera.

-Yo soy el pan vivo que  ha bajado del cielo;

-quien comiere de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo.



-Se peleaban, pues, entre sí los judíos, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos de comer su carne?

-Dijo, pues, Jesús: En verdad, en verdad os digo: si no comierais la carne del Hijo del hombre y bebierais su sangre, no tenéis vida en vosotros.

-El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día.

 


Aquellos hombres, no quisieron entender entonces a Jesús, pero después otros hombres, tampoco lo han querido entender, aún estando ya claro y evidente lo que quería decir…

Los Padres y los Pontifices de la  Iglesia de Cristo, a lo largo de todos estos siglos, han explicado una y otras vez el significado de aquellas palabras de Jesús, apoyándose siempre en su Mensaje, reflejado en  los dogmas de fe establecidos en los Concilios Ecuménicos...

Precisamente en el Catecismo de la Iglesia católica surgido a partir del Concilio Vaticano II, podemos leer (nº 993 y nº 999):

-Los fariseos y muchos contemporáneos del Señor esperaban la resurrección. Jesús la enseñaba firmemente. A los saduceos que la niegan responde: <Vosotros no conocéis las Escrituras ni el poder de Dios, vosotros estáis en el error> (Mc 12, 24). La fe en la resurrección  descansa en la fe en Dios que <no es un Dios de muertos sino de vivos> (Mc 12, 27)

-Pero hay más: Jesús liga la fe en la resurrección  a la fe en su propia persona: <Yo soy la resurrección y la vida> (Jn 11, 25).

 


Es el mismo Jesús el que resucitará en el último día a quienes hayan creído en Él (Jn 5, 24-25, 6, 40) y hayan comido su Cuerpo y bebido su Sangre (Jn 6, 54). En su vida pública ofrece ya un signo y una prenda de la resurrección devolviéndole la vida a algunos muertos, anunciando así su propia Resurrección que, no obstante, será de otro orden.

De este acontecimiento único, Él habla como del “signo de Jonás” (Mt 12, 39), del signo del Templo (Jn 2, 19-22). Anuncia su Resurrección al tercer día después de su muerte (Mc 10, 34).

Con razón el Papa Benedicto XVI hace notar en su libro <Jesús de Nazaret. Segunda parte> que:

 “La resurrección despierta el recuerdo, y el recuerdo, a la luz de la resurrección, deja aparecer el sentido de la Palabra que hasta entonces permanecía incomprendida, volviéndola a poner en relación con el contacto de toda la Escritura. La meta a la que tiende el Evangelio de San Juan es, pues, la unidad de <Logos>  y hecho”

 


En definitiva, se podría decir que:

La resurrección enseña una nueva forma de ver; descubre la relación entre la palabra de los profetas y el destino de Jesús. Despierta el recuerdo, esto es, hace posible el acceso al interior de los acontecimientos…

Sí, como aseguraba el Papa Benedicto XVI, el Evangelio de San Juan, además de proporcionar una transcripción casi taquigráfica de las palabras y de la obra de Jesús, a través de este recordar las cosas del Maestro, nos conduce desde aspectos puramente externos hacia la profundidad de la Palabra y de los acontecimientos…

Verdaderamente Jesús Resucitó de entre los muertos, sus discípulos fueron testigos privilegiados de este acontecimiento esencial para los hombres, ellos dieron testimonio desde el principio del mismo, aunque con ello ponían en grave riesgo sus vidas ante sus mismos conciudadanos, pero no tuvieron miedo, como les había pedido el Señor y propagaron la <Buena Nueva >, en todo Israel y otros pueblos del mundo entonces conocido.
 
 

 Por su parte, San Pedro, nombrado por Jesús cabeza de su Iglesia, fue el primero en manifestar a la multitud expectante, después de los acontecimientos de Pentecostés, el portentoso milagro acaecido y así hablaba a las gentes después de que él mismo en compañía de San Juan hubieran curado a un cojo de nacimiento que pedía limosna a las puertas del Templo de Jerusalén (Hechos 3, 12-16):

-Israelita, ¿por qué os admiráis de esto, o por qué miráis como si hubiéramos hecho andar a este hombre por nuestro poder o piedad?

-El Dios de Abraham y de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros pueblos, glorificó a su siervo, Jesús, al que vosotros entregasteis y negasteis ante Pilatos, quién juzgaba que debía soltarlo;

-más vosotros negasteis al Santo y Justo, y pedisteis que se os hiciera gracia de un homicida,

-mientras matasteis al autor de la vida, a quien Dios Resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.

-Y por la fe de su nombre, a éste que veis y conocéis, su nombre le restableció, y la fe que viene de él  le dio la completa curación ante todos vosotros.

 


Cabe preguntarse, en cualquier caso, por la naturaleza de la Resurrección de Jesús y su significado respecto al hombre. El Papa Benedicto XVI hacia, en este sentido, un magnifico razonamiento (Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección; Librería Editrice Vaticana, Roma; Ediciones Encuentros, S.A., 2011):

“Preguntémonos ahora, una vez más y de manera sumaria, de que género fue el encuentro con el Señor resucitado:

*Jesús no es alquien que haya regresado a la vida biológica normal y que después, según las leyes de la biología, deba morir nuevamente cualquier otro día.

*Jesús no es un fantasma, un espíritu. Lo cual significa: no es uno que, en realidad, pertenece al mundo de los muertos, aunque éstos puedan de algún modo manifestarse en el mundo de la vida.

*Los encuentros con el Resucitado son también algo muy diferente de las experiencias místicas, en las que el espíritu humano viene por un momento elevado por encima de sí mismo y percibe el mundo de lo divino y lo eterno, para volver después al horizonte normal de su existencia.

La experiencia mistica es una superación momentánea del ámbito del alma y de sus facultades perceptivas. Pero no es un encuentro con una persona que se acerca a mí desde fuera…”

 


Según todas estas premisas apuntadas por Benedito XVI tenemos que llegar a la conclusión cierta de que la Resurrección de Cristo es un acontecimiento ocurrido dentro de la historia de la humanidad, pero que quebranta esta historia y va mucho mas lejos…Para este Pontífice la resurrección podría considerarse como una especie de <salto cualitativo> radical en que se entreabre una nueva dimensión de la vida del hombre…

Como el asegura (Ibid):

“La materia misma es transformada en un nuevo género de realidad. El hombre Jesús, con su mismo cuerpo, pertenece ahora totalmente a la esfera de lo divino y eterno. De ahora en adelante – como dijo Tertuliano en una ocasión - , <espíritu y sangre> tienen sitio en Dios…

Aunque el hombre, por su naturaleza, es creado para la inmortalidad, sólo ahora el lugar de su alma inmoltar encuentra un espacio, esa corporeidad, en que la inmortalidad adquiere sentido en cuanto comunión con Dios y con la humanidad entera reconciliada…”

 


El Papa nos recuerda también a lo largo de su razonamiento que ya el apóstol san Pablo en su carta a los Efesios hablaba del <cuerpo cósmico de Cristo>, indicando  con ello que el cuerpo transformado de Cristo es también  el lugar en el que los hombres entran en comunión  con Dios y entre ellos, y así pueden vivir definitivamente en la plenitud de la vida indestructible…

En efecto, en un momento dado, san Pablo al tener noticias  sobre la fe de los efesios en Jesús y de la gran caridad que demuestran para con sus seguidores les dice en su carta (Ef 1, 16-22):

“No ceso de dar gracias por vosotros, al recordaros en mis oraciones / para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda el Espíritu de sabiduría  y de revelación para conocerle / iluminando los ojos de vuestro corazón, para que sepáis cual es la esperanza a la que os llama, cuáles las riquezas de gloria dejadas en su herencia a los santos / y cúal es la suprema grandeza de su poder en favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa// El la ha puesto por obra en Cristo resucitándole de entre los muertos y sentándole a su derecha en los cielos / por encima de todo principado, potestad, virtud y dominación y todo cuanto existe, no sólo en este mundo sino también en el venidero / Todo lo sometió bajo sus pies y a él lo constituyó cabeza  de todas las cosas en favor de la Iglesia / que es su cuerpo, la plenitud de quien llena todo en todas las cosas”  

No obstante tratándose la Resurrección de Jesús, de un hecho histórico  fundamental para el cristianismo, siendo como es <la clave de bóveda> de nuestra fe, sin embargo existen personas   mal intecionadas, que inventan historias novelescas y hasta detractoras sobre la misma.




A estas personas sólo podemos responder con las palabras de San Juan Pablo II:

“La Iglesia, en Cristo Jesús a la que todos estamos llamados, y en la cual por medio  de la gracia de Dios conseguimos la santidad, no tendrá su cumplimento sino en la gloria del cielo, cuando llegue el tiempo de la Restauración de todas las cosas, y con el género humano también la creación entera que está íntimamente unida con el hombre y por medio de Él alcance su fin <será perfectamente renovada en Cristo>.
Porque Cristo, cuando fue levantado sobre la tierra, atrajo hacia así a todos (Jn 2,32); Resucitando de entre los muertos infundió en los Apóstoles su Espíritu vivificador; y por medio de Él constituyó su Cuerpo, que es la Iglesia, como universal Sacramento de Salvación…” (Cruzando el umbral de la esperanza. Ed. Vittorio Messori. Círculo de lectores 2005).  

  

 

 

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