Jesús hacía
obras como ésta en sábado, nos cuenta san Juan evangelista y por eso le
perseguían los judíos (Jn 5, 17): “Pero él justificó su modo de actuar,
diciendo: <Mi Padre no cesa nunca de trabajar; por eso yo trabajo también en
todo tiempo”
Ante esta
manifestación de Jesús los judíos se violentaron de nuevo contra él y querían
matarlo, pues aducían que Él, no solo había incumplido la ley de no trabajar en
sábado sino que además llamaba a Dios, padre, haciéndose su igual.
Sin embargo, la
multitud que había contemplado el milagro-signo realizado por Jesús le siguió
hasta el otro lado del lago de Galilea, sin duda con el deseo de seguir
escuchándole y así poder conocer las
maravillas que decía y hacía… Estaba ya cercana la Pascua, fiesta muy
importante para los judíos, cuando
Jesús se sentó para descasar junto con
sus discípulos. Las gentes recordando lo que antes había hecho y deseosas de
seguir a su lado hicieron lo propio rodeando al grupo formado por el Señor y
sus seguidores más allegados. Al ver el Señor la fidelidad de estas gentes y
sabedor del tiempo que había pasado sin que hubieran tomado alimento alguno,
sintió lastima de ellos, pues era ya muy tarde para decirles que se volvieran a
sus casas con los estómagos vacíos.
Dijo Jesús:
Haced que los hombres se coloque en el suelo. Había mucha hierba en aquel
lugar. Se colocaron, pues, los varones en número como unos cinco mil / Tomó,
pues, los panes Jesús, y, habiendo dado gracias, los distribuyó entre los que
estaban recostados, y asimismo de los pescadillos cuanto querían / Y cuando se
hubieron saciado, dice a sus apóstoles: Recoged los pedazos sobrantes para que
nada se pierda / Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los
cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido / Los hombres, pues,
al ver el prodigio que había obrado, decían que: Este es verdaderamente el
profeta que ha de venir al mundo”
Sin embargo, Jesús dándose cuenta de que las personas allí reunidas (unas cinco mil) enfervorecidas con el milagro que habían presenciado y experimentado en sus propios cuerpos al comer los alimentos suministrados por Él, querían hacerle rey de los judíos, se zafó cómo pudo, alejándose de ellos para orar con el Padre.
Sus discípulos
sin embargo permanecieron en el lugar de los hechos y solo cuando se hizo mas tarde bajaron hacia el mar y subieron a una barca para dirigirse a Cafarnaúm.
Sucedió, según sigue narrando el evangelista que Jesús aún no había regresado,
y ellos estaban inquietos por su ausencia y el mar cada vez se encrespaba más.
Cuando la barca había recorrido unos pocos estadios (cerca de 5 kilómetros), se
levantó un fuerte viento y temieron por
sus vidas. En esta
tesitura se les apareció el Señor caminando sobre el mar y ellos pensando que
se trataba de un fantasma se asustaron muchísimo. Pero Jesús enseguida les habló
para sacarles de su error y les dijo: <Soy yo, no tengáis miedo>. Al
instante la mar se calmó y ellos trataron de recoger a Jesús del agua, pero no
fue necesario, porque Él hizo un nuevo milagro y de repente la barca se
encontró junto a la tierra a la que se dirigían.
Al día siguiente de estos extraordinarios y maravillosos acontecimientos como sigue narrando el apóstol san Juan en su Evangelio (6, 22-24): “La muchedumbre que estaba al otro lado del mar se había dado cuenta de que allí solamente había una barca y sabían que Jesús no había embarcado en ella con sus discípulos, sino que estos habían partido solos / Otras barcas llegaron de Tiberiades, y atracaron cerca del lugar donde la gente había comido el pan, después que el Señor había dado gracias a Dios / cuando se dieron cuenta que ni Jesús ni sus apóstoles estaban allí subieron en las barcas y se dirigieron a Cafarnaúm en busca de Jesús”
Dios mismo es
el don y también el donador y así, de ese pan, de ese gesto, la gente puede
encontrar a Aquel que lo da, que es Dios mismo. Invita a abrirse a una
perspectiva que no es solamente la de las preocupaciones cotidianas del comer,
del vestir, del éxito, de la carrera…
Jesús habla de
otro alimento, habla de un alimento que no se corrompe y que es necesario
buscar y acoger. Él exhorta: <Trabajad no por el alimento que perece, sino
por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del
hombre (Jn 6, 27). Es decir, buscad la salvación, el encuentro con Dios”
Sucedió, en
efecto, que aquellos hombres que no acababan de ver lo que quería decirles
Jesús le preguntaron: ¿Qué debemos hacer para actuar como Dios quiere? A lo que
sencillamente Jesús les respondió: <Lo que Dios espera de vosotros es creáis
en aquel que Él ha enviado>.
Es la eterna
respuesta del Señor a los increyentes de todos los siglos, es la eterna
respuesta, y la eterna pregunta de los hombres sin fe, sin esperanza…
¡Esta es la respuesta!... Esta es la respuesta que todo hombre debería dar ante las palabras de Jesús certificadas más tarde por su sacrificio en la cruz, tal como de alguna forma hace ya entrever en el <discurso eucarístico> (Jn 6, 51-59):
“Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que come de este
pan, vivirá siempre. Y el pan que yo daré es mi carne. Yo la doy para la vida
del mundo / Esto suscitó una fuerte discusión entre los judíos, los cuales se
preguntaban: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? / Jesús dijo: Yo os
aseguro que si no coméis de la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre,
no tendréis vida en vosotros / El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida
eterna, y yo le resucitaré el último día / Mi carne es verdadera comida y mi
sangre es verdadera bebida / El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y
yo en él / el Padre, que me ha enviado, posee la vida, y yo vivo por él. Así
también el que me coma vivirá por mí / Este es el pan que ha bajado del cielo,
no el pan que comieron vuestros antepasados. Ellos murieron; pero el que coma
este pan, vivirá para siempre / Todo esto lo expuso Jesús enseñando en la
sinagoga de Cafarnaúm”
No hay comentarios:
Publicar un comentario