El Sermón llamado de la “Montaña”, ha tenido una gran influencia en el pensamiento de los hombres de todos los tiempos, también de aquellos que no han aceptado la doctrina de Cristo, pero que sin embargo no han podido negar tampoco la importancia, de la misma, para lograr aquello que el ser humano siempre se ha esforzado en alcanzar: la felicidad; un concepto difícil de definir, si tenemos en cuenta, que en realidad, pocas veces el hombre sabe lo que su alma ansía.
Antes de comentar el Sermón y sus
enseñanzas, quizás convendría indicar primero, las circunstancias históricas de
la vida pública del Señor, en que se produjo éste. Según el Evangelio de San
Mateo, Jesús llegó desde Galilea al Jordán, donde San Juan Bautista, el último
profeta, bautizaba a las gentes de Israel diciendo (Mt 3,11):
-Yo os bautizo en agua para
penitencia; más el que viene tras de mí es más fuerte que yo, cuyo calzado no
soy digno de llevar en mis manos; el os bautizará en Espíritu Santo y fuego”
Esto decía el profeta, porque su bautismo no daba el perdón de los pecados, mientras que el bautismo que instituyó, más tarde Cristo, borra el pecado “original” y da la “gracia” al hombre para poder afrontar los peligros derivados de las asechanzas del maligno.
Juan se sorprendió de la llegada
de Jesús por eso le dijo (Mt 3, 14): "Yo tengo necesidad de ser
bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?"
Entonces, Jesús humildemente, le
contestó (Mt 3, 15): "Deja hacer ahora, pues así nos
cumple realizar plenamente la justicia"
Se produjo, por tanto, el
bautismo de Jesús, que ya poseía desde su nacimiento la plenitud del Espíritu
Santo, pues como Él mismo dijo, era justo a los ojos de Dios; para corroborar
esto, en ese mismo instante, descendió de nuevo el Espíritu Santo sobre Él y
una voz desde los Cielos decía (Teofanía) (Mt 9,17): <Éste es mi Hijo amado,
en quien me agradé>
Al iniciar de esta forma, Jesús,
su vida pública, no cabe duda que el Espíritu Santo, que estaba con Él,
iniciaba también su acción mesiánica, tan necesaria a la hora de contrarrestar
la labor del enemigo común, sobre la humanidad.
Después de estos acontecimientos, Jesús, se sometió a un ayuno voluntario, y movido por el Espíritu Santo, se sometió así mismo, a las tentaciones del diablo, saliendo triunfante de todas estas pruebas.
El camino que tenía que recorrer
Jesús, para salvar a los hombres, era largo y lleno de peligros, pero todas las
adversidades las soportó con gran paciencia y amor, por los seres humanos.
Jesús caminaba enseñando a las
gentes su doctrina, haciendo milagros, recorriendo a pie muchos kilómetros a
través de Galilea y eligiendo algunos hombres, los Apóstoles, que serían los
encargados de propagar su palabra por todo el mundo, después de su Pasión,
muerte y Resurrección.
En este panorama histórico, Jesús
proclama el Sermón, que unos llaman de la “Montaña”, porque San Mateo nos dice
en su Evangelio, que tuvo lugar en un monte y otros llaman del “Llano”, porque
San Lucas lo sitúa en una explanada.
Independientemente del lugar ó de
si fueron dos los sermones, de contenido similar, dados por Cristo, a las
multitudes, que siempre le seguían, lo más importante es la doctrina que Jesús
nos manifiesta y que no tiene otro objetivo que enseñar a los hombres la
aptitud que tienen que tener y el comportamiento que deben seguir si desean
salvar su alma, porque como se nos dice en el Antiguo Testamento, (Gs 13,1):
"El hombre persuadido por el
maligno abusó de su libertad, desde el comienzo de la historia"
"Sucumbió a la tentación y
cometió el mal. Conserva el deseo del bien, pero su naturaleza lleva la herida
del pecado original. Ha quedado inclinado al mal y sujeto al error"
Por tanto, debemos sentirnos
enormemente agradecidos a Jesucristo, el cual por la “gracia” restaura en nosotros
lo que el pecado haya deteriorado. Sin embargo, para conseguirla debemos
aceptar su mensaje, cumpliendo la ley de Dios (Diez Mandamientos), pues como el
mismo Señor nos dijo, no había venido a cambiarla, sino a ayudarnos a seguirla,
instaurando un puente entre la Antigua y la Nueva Alianza del Altísimo con su
Pueblo a lo largo de los siglos y hasta la Parusía.
Desoyendo sus consejos, a lo
largo de más de 2000 años de cristianismo, los hombres han llegado a postular
las ideas más extrañas y sobre todo más heréticas que se pueda imaginar, sobre
el Sermón de la Montaña ; seguramente debido a la gran incapacidad del ser
humano de afrontar con valentía la
exigente doctrina que contiene.
Así por ejemplo, Leo Tolstoy
(1828-1910), el famoso escritor ruso llegó a decir, que existían innumerables
posibilidades de entender e interpretar el Sermón de la Montaña, idea totalmente errónea, porque lo que Jesucristo
quería decir solo tiene una interpretación posible y basta leer detenidamente
el mismo para darse cuenta de ello.
Incluso Jesús, al final del
Sermón nos da la explicación de éste, mediante la utilización de una parábola,
que se refiere a un varón prudente que edifica su casa sobre la peña pero no
sobre un promontorio de arena.
La imagen lograda con esta parábola resulta especialmente clara: el hombre prudente, es el que escucha la palabra del Señor con seriedad, tomándola como norma de conducta, con el firme propósito de cumplirla. Esto es lo que hicieron tantos hombres y mujeres santos, a lo largo de la historia de la humanidad, hasta nuestros días. Por el contrario, un hombre necio, o si se quiere, simplemente pasota, por decirlo con palabras vulgares de este tiempo en que vivimos, es aquel, que oyendo las palabras de Dios y aún admitiendo muchas veces la bonanza de sus enseñanzas, las altera o las cumple parcialmente, o definitivamente, las niega, como algo que solo en un futuro muy, muy lejano, serían necesarias cumplir, llegando incluso a negar la existencia de Dios.
San Mateo, después de narrar en
su Evangelio, la parábola del Sermón de la Montaña, nos cuenta la impresión,
que el mismo causó, en las gentes que lo estaban escuchando en directo, de la
propia boca del Señor (Mt 7,28-29):
"Y aconteció que, cuando Jesús
dio fin a estos razonamientos, se pasmaban las turbas de su enseñanza / porque les enseñaba como quién
tiene autoridad, y no como sus escribas"
Los que escucharon el Sermón, en
directo, eran las gentes venidas de Decápolis, Galilea, Judea... y los
propios discípulos de Cristo, entre los cuales, estaban por supuesto, los
Apóstoles, que fueron los primeros que recogieron su mensaje y después lo
utilizaron, para la evangelización, no solo del pueblo judío, sino también del
resto del mundo, por entonces conocido, tal como su Maestro les había pedido
antes de su ascensión a los Cielos.
Los evangelistas San Mateo y San Lucas son los únicos, que expusieron por escrito, las palabras del Señor, durante este Sermón fundamental y maravilloso, el cual nos recuerda a los hombres de todos los tiempos la doctrina de Dios, de una forma que podríamos llamar literal, ya que sabido es el método nemotécnico, especial de los judíos, para recordar la palabra orar y por tanto, su capacidad para llevarla textualmente a un documento escrito, como son los Evangelios, los cuales por otra parte, no podemos olvidar están inspirados por el Espíritu Santo.
Precisamente el Papa Juan Pablo II refiriéndose al Evangelio de las ocho Bienaventuranzas se expresaba en los términos siguientes (La biblia de Juan Pablo II, Ed. La esfera de los libros S.L. , pg.158, 2008):
“El Evangelio de las ocho Bienaventuranzas
(Lc 6,20-26) no es otra cosa sino una defensa de aquello que es más
fundamentalmente humano, más bello en el hombre, de aquello que es santo en el
hombre: <Bienaventurados los pobres de
espíritu…Bienaventurados los mansos…Bienaventurados los que lloran…>
El Evangelio de las ocho Bienaventuranzas
es una afirmación constante de aquello que en el hombre es más profundamente
humano, más heroico. El Evangelio de las ocho Bienaventuranzas está sólidamente
unido a la Cruz y a la Resurrección de Cristo. Y sólo a la luz de la Cruz y de la Resurrección puede
encontrar toda su fuerza y su poder cuanto es más humano, más heroico en el
hombre. Ninguna forma del materialismo histórico le da una base ni garantías. El materialismo sólo puede poner
en duda, disminuir, pisotear, destruir, partir en dos cuanto existe de más profundamente
humano en el hombre”
El tema fundamental del Sermón,
es la búsqueda del reino de Dios por eso, tras un precioso “Prólogo” con las
Bienaventuranzas, (Mt 5, 1-12), Jesús anuncia a sus discípulos la misión
evangelizadora que tendrán sobre la tierra, (Mt 5, 13-16), terminando con estos
buenos deseos:
<Que alumbre así vuestra luz delante de los hombres, de suerte que sean vuestras obras buenas, y den gloria a vuestro Padre, que está en los cielos>.
<Que alumbre así vuestra luz delante de los hombres, de suerte que sean vuestras obras buenas, y den gloria a vuestro Padre, que está en los cielos>.
A continuación se desarrollan los
principios fundamentales de la justicia mesiánica, que Jesús deseaba poner de
relieve frente a la masa de gente que le escuchaba, para su provecho y el de todos los hombres a lo largo de los
siglos (Mt 5, 17-20).
En concreto, los versículos (5, 21-26) del Evangelio de San Mateo, pueden considerarse, según algunos autores, el verdadero comienzo del Sermón de la Montaña y en ellos Jesús compara la antigua y la nueva justicia, aplicándolas al tema del homicidio y la ira. Seguidamente, en los versículos (5, 27-30), se abordan los temas del adulterio y de los malos pensamientos, pues para Jesús ambas cuestiones están íntimamente relacionadas. Así mismo, en los siguientes versículos de este mismo Evangelio (5, 31-32), el Señor condena el divorcio y llama adúlteros a aquellos que lo practican. Sigue después Jesús, hablándonos del perjurio y el juramento, (5, 33-37), criticándolos y condenándolos abiertamente y llegando a decir: <“Sí” por sí, “No” por no; y lo que de esto pasa proviene del malvado>.
En concreto, los versículos (5, 21-26) del Evangelio de San Mateo, pueden considerarse, según algunos autores, el verdadero comienzo del Sermón de la Montaña y en ellos Jesús compara la antigua y la nueva justicia, aplicándolas al tema del homicidio y la ira. Seguidamente, en los versículos (5, 27-30), se abordan los temas del adulterio y de los malos pensamientos, pues para Jesús ambas cuestiones están íntimamente relacionadas. Así mismo, en los siguientes versículos de este mismo Evangelio (5, 31-32), el Señor condena el divorcio y llama adúlteros a aquellos que lo practican. Sigue después Jesús, hablándonos del perjurio y el juramento, (5, 33-37), criticándolos y condenándolos abiertamente y llegando a decir: <“Sí” por sí, “No” por no; y lo que de esto pasa proviene del malvado>.
Un tema muy importante atacado también en esta primera parte del Sermón de la Montaña, es la <ley del talión>, terrible <ley de los hombres> en la era antigua, que Jesús sustituye por la <ley de Dios> del amor hacia los hombres, aunque estos sean nuestros propios enemigos, de acuerdo con el ideal de la mansedumbre cristiana, (5, 38-42). Precisamente en los siguientes versículos (5, 43-48), habla de forma contundente sobre la aptitud que debe tomar el hombre nuevo, el hombre que cumple realmente los mandatos de Dios. Por eso, nos dice que <debemos ser perfectos como nuestro Padre es perfecto>, practicando la caridad fraterna, que a su vez conduce al cumplimiento de toda la <ley de Dios>.
Terminada esta primera parte del
Sermón, dedicada en su totalidad desde el punto de vista teológico a la
justicia mesiánica, en los siguientes versículos se trata de la rectitud de
intenciones con que se debe practicar dicha justicia, (6,1-18) y sobre la
preponderancia de la misma, (6,19-34). También nos habla sobre la buena voluntad al practicar la
limosna, de la necesidad de la oración, enseñándonos la oración dominical (El
Padrenuestro) y de la necesidad del ayuno y confianza en la providencia,
utilizando dos ejemplos maravillosos, como son el “tesoro celeste” y el “ojo,
lámpara del cuerpo”. Pero sobre todo nos reclama total confianza en Dios, al que
debemos servir únicamente, ya que el maligno,
siempre acecha al hombre para hacerle su vasallo. Por ello deberemos
tener presentes estas palabras del Señor (Mt 6, 33-34):
"Buscad primero el reino de Dios
y su justicia; Y esas cosas todas se os darán por añadidura / No os preocupéis, pues, por el
día de mañana; Que el día de mañana se preocupará de sí mismo; Bástele a cada
día su propia malicia"Por último aparecen, a modo de epílogo, varios avisos muy prácticos para los creyentes ( 7, 1-27), referentes a los juicios temerarios, pidiéndonos que no juzguemos al prójimo; a las correcciones indiscretas, para que seamos humildes y reconozcamos primero nuestros propios errores; al error de dar las cosas santas a personas que las desprecian, para evitar peligros mayores; a la confianza absoluta en la práctica de la oración, pues el Padre siempre escucha a sus hijos cuando estos le hablan con el corazón; a la regla de oro de la caridad fraterna, para que nos comportemos con nuestros semejantes como quisiéramos que estos se comportaran con nosotros; al discernimiento entre el bien y el mal, para que seamos capaces de entrar por la “puerta estrecha” que es la que conduce a la salvación del alma; al cuidado que debemos tener con los falsos profetas, que corrompen el alma de los seres humanos; a la necesidad de practicar las buenas obras, para obrar con el ejemplo y finalmente nos explica mediante una parábola el objetivo de su Sermón, tal como hemos comentado anteriormente.
Algunos hombres que conocen poco o nada los Evangelios, han llegado a confundir el Sermón de la “Montaña” o del “Llano”, con las “Bienaventuranzas”. Esto es un error, porque las Bienaventuranzas son tan solo una parte mínima del Sermón, aunque quizás la más bella, pero únicamente comprende unos pocos versículos del la totalidad del mismo.
Jesucristo, en su Sermón de la
Montaña, en algún sentido, solamente perfecciona la comprensión de los diez Mandamientos de la ley de Dios y
así, por ejemplo, el Papa Juan Pablo II, en su homilía a los jóvenes, en la
Santa Misa, celebrada el 24 de marzo del año 2000, en el monte de las
Bienaventuranzas, decía al respecto:
“Los diez mandamientos del Sinaí
pueden parecer negativos: No habrá para ti otros dioses delante de mi… No
matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás testimonio falso…
Pero de hecho, son sumamente
positivos. Yendo más allá del mal que mencionan, señalando el camino hacia la
ley del amor, que es el primero y mayor de los mandamientos:
<Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente…Amarás a tu prójimo como a ti mismo…>
<Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente…Amarás a tu prójimo como a ti mismo…>
Jesús mismo dice que no vino a
abolir la ley, sino a cumplirla. Su mensaje es nuevo, pero no cancela lo que
había antes, sino que desarrolla al máximo sus potencialidades”
Por otra parte, para el Santo Padre, el Evangelio de las ocho Bienaventuranzas está en su raíz misma ligado al misterio de la salvación del hombre; a la realidad de la Redención del mundo y por eso asegura (Homilía del 20 de septiembre de 1984):
“Sí, sólo la realidad de la
Resurrección del mundo constituye el fundamento de las Bienaventuranzas, y de
estas, dos Bienaventuranzas, realmente importantes en esta época de amenazas:
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia….Bienaventurados
los que trabajan por la paz…”
Podríamos preguntarnos quienes
son realmente estos hombres bienaventurados. Para el Papa, San Pio X, tienen
hambre y sed de la justicia, los que ardientemente desean crecer de continuo en
la divina gracia y en el ejercicio de las buenas obras.
Por otra parte, para este mismo Papa, los pacíficos son los que conservan la paz con el prójimo y consigo mismo y procuran poner paz entre los enemistados.
Por otra parte, para este mismo Papa, los pacíficos son los que conservan la paz con el prójimo y consigo mismo y procuran poner paz entre los enemistados.
Después de estas reflexiones de los Papas, es difícil decir algo más bello sobre lo que significan
las Bienaventuranzas para los hombres de todos los tiempos. Si acaso, solo
añadiremos que los diversos premios que promete el Señor en las mismas,
significan todos, con diversos nombres, la gloria eterna del cielo y que si las
cumplimos al pie de la letra, no solo conseguiremos algo tan difícil, sino que
de alguna manera llevaremos aquí, en la tierra, una vida tranquila, gozando de
una paz y contentamiento interior, que nos puede conducir a la eterna felicidad
en la presencia de Dios al final de los siglos.
Sin embargo, las “Bienaventuranzas” constituyen solo, parte de un Prólogo, que prepara el
terreno al contexto central del Sermón de la Montaña, el cual tiene una
importancia capital en el Nuevo Testamento. Recordaremos, una vez más, que éste ha provocado una impresión imborrable en todos aquellos que lo han leído, a lo largo de los siglos y así por ejemplo, Martín Lutero (1483-1546), afirmó que era imposible vivirlo y que fue dado por Dios solamente para mostrarnos nuestra extrema necesidad de gracia.
Por otra parte, también Gandhi (1869-1948), un hombre preocupado por los derechos del hombre, se sintió impresionado por las palabras de Jesús, pero por desgracia nunca aceptó su divinidad y por eso dijo que el contenido de este Sermón eran las palabras mayores de toda la literatura e incluso trató de hacerlas suyas, bajo un programa de acción política.
Ni estos, ni otros muchos
hombres, han encontrado el camino que conduce a entender el verdadero significado
del Sermón de la Montaña, a pesar de que, como hemos recordado al principio, el
mismo Jesucristo, explicó el significado de sus palabras mediante una bella
parábola. Y es que muchas veces nos falta caridad, como el beato Tomas Kempis
dijo, (Imitación de Cristo):
¡Oh quien tuviera una centella de verdadera caridad!
¡Oh quien tuviera una centella de verdadera caridad!
El Apóstol San Pablo, en su carta a los gálatas, al hablarles de las consecuencias morales de la libertad del hombre, decía lo siguiente sobre los dos frenos principales de la misma, esto es, la caridad y el espíritu cristiano, (Gálatas 5, 13-15):
"Pues vosotros fuisteis llamados
a la libertad, hermanos; sólo que no toméis esa libertad como pretexto para
soltar las riendas a la carne, sino que por la caridad haceos esclavos los unos
de los otros / Porque la ley entera condensa su
plenitud en una sola palabra, en aquella de: <Amarás a tu prójimo como a ti
mismo> / Más si los uno a los otros os
mordéis y devoráis, mirad no os aniquiléis los unos a los otros"
Las palabras de San Pablo parecen
adecuadas y dichas para los hombres de todos los tiempos, porque el ser humano,
desde su creación, está empeñado en su propia destrucción. Los gálatas
pertenecían a un pueblo recién convertido al cristianismo, pero ya entonces
algunos veían con malos ojos a aquellos
hermanos que no aceptaban la circuncisión como requisito indispensable para
salvarse.
A lo largo de los siglos, los hombres han guerreado los unos contra los otros y no siempre por causas justas, es por ello que Jesús en su Sermón de la Montaña incide una y otra vez sobre la enseñanza de la caridad, tan obvia, pero al mismo tiempo tan difícil de seguir para los seres humanos.
A este respecto, recordaremos como los antiguos, tenían la creencia de que podían odiar a sus enemigos, sin embargo Jesús en su Sermón nos dijo, a todos, que hay que amarlos. Es una exigencia radical, que debe distinguir al cristiano, del hombre que no cree en la palabra de Dios.
A lo largo de los siglos, los hombres han guerreado los unos contra los otros y no siempre por causas justas, es por ello que Jesús en su Sermón de la Montaña incide una y otra vez sobre la enseñanza de la caridad, tan obvia, pero al mismo tiempo tan difícil de seguir para los seres humanos.
A este respecto, recordaremos como los antiguos, tenían la creencia de que podían odiar a sus enemigos, sin embargo Jesús en su Sermón nos dijo, a todos, que hay que amarlos. Es una exigencia radical, que debe distinguir al cristiano, del hombre que no cree en la palabra de Dios.
El Sermón de la Montaña contiene las disciplinas principales del cristianismo y para darse cuenta de la excelencia del mismo basta con que consideremos simplemente algunas de las doctrinas allí recogidas.
Por ejemplo, con respecto a la ley del talión Jesús decía, (Mt 5, 38-39; 43-45):
"Oísteis que se dijo (Lev. 24,
19-20) <Ojo por ojo y diente por diente> / Más yo os digo que no hagáis
frente al malvado; antes si uno te abofetea en la mejilla derecha, vuélvele
también la otra / y al que quiera ponerte pleito y
quitarte la túnica, entrégale también el manto; / y si uno te forzare a caminar
una milla, anda con él dos; / y a quien te pidiere, da; y a
quien quisiere tomarte dinero prestado, no lo esquives"
El Papa Juan Pablo II recordando
estas palabras del Señor reflexiona de la forma siguiente (Homilía del 1 de
septiembre de 1999):
“La única vía que conduce a la
paz es el perdón. Aceptar y dar el perdón hace posible una nueva cualidad en
las relaciones entre los hombres, interrumpe la espiral del odio y venganza y
rompe en pedazos las cadenas del mal, que mantienen apresados los corazones de
los contendientes. Para las naciones en busca de la reconciliación y para
cuantos auspician una coexistencia pacífica entre individuos y pueblos no hay
otra salida que no sea ésta: el perdón recibido y ofrecido”
Por eso, la Iglesia Católica nos recuerda en la tercera parte del Catecismo (Capitulo tercero, Articulo 1, II .La ley antigua) :
“Dios nuestro Creador y Redentor,
eligió a Israel como su pueblo y le reveló su ley (los diez Mandamientos),
preparando así la venida de Cristo, pero la ley nueva o ley Evangélica es la
perfección aquí debajo de la ley Divina, natural y revelada. Es obra de Cristo
y se expresa particularmente en el Sermón de la Montaña”
Más aun, sigue diciendo el
Catecismo de la Iglesia Católica (Tercera parte, Capitulo tercero, Articulo 1,
III (La ley nueva o ley evangélica):
“La ley evangélica lleva a
plenitud los mandamientos de la Ley. El Sermón del Monte, lejos de abolir o
devaluar las prescripciones morales de la Ley antigua, extrae de ella sus
virtualidades ocultas y hace surgir de ella nuevas exigencias: revela toda su
verdad divina y humana.
No añade preceptos exteriores nuevos, pero llega a reformar la raíz de los actos, el corazón, donde el hombre elige entre lo puro y lo impuro, donde se forman la fe, la esperanza y la caridad, y con ellas las otras virtudes.
El Evangelio conduce así la Ley a su plenitud mediante la imitación del Padre celestial, mediante el perdón de los enemigos y la oración por los perseguidores, según el modelo de la generosidad divina”.
No añade preceptos exteriores nuevos, pero llega a reformar la raíz de los actos, el corazón, donde el hombre elige entre lo puro y lo impuro, donde se forman la fe, la esperanza y la caridad, y con ellas las otras virtudes.
El Evangelio conduce así la Ley a su plenitud mediante la imitación del Padre celestial, mediante el perdón de los enemigos y la oración por los perseguidores, según el modelo de la generosidad divina”.
El corazón del hombre tiende, sin
embargo, a buscar la felicidad en las
satisfacciones terrenas inmediatas, y
por ello Jesucristo en su sermón establece
que la verdadera felicidad está en Dios Padre que se revela a través de sus
palabras, impresas por otra parte, desde siempre en el alma de los seres
humanos, aunque muchas veces lo ignoren.
De aquí, la necesidad imperiosa de que los hombres, de todos los tiempos, lean y traten de practicar las virtudes que se nos demandan en este Sermón del Señor.
De aquí, la necesidad imperiosa de que los hombres, de todos los tiempos, lean y traten de practicar las virtudes que se nos demandan en este Sermón del Señor.
Como hemos comentado
anteriormente el Capítulo 5, del Evangelio de San Mateo, incluye las ocho
Bienaventuranzas, pero además también contiene la alabanza que el Señor hizo de
sus discípulos, la eficacia de la <sal de la tierra> y el poder de la <luz del mundo> (Mt 5,
13-16):
"Vosotros sois la sal de la
tierra. Más si la sal se volviera sosa, ¿con qué se la salará? / Para nada vale ya sino para ser
tirada a fuera y ser hollada de los hombres / Vosotros sois la luz del mundo.
No puede esconderse una ciudad puesta sobre la cima de un monte / Ni encienden una lámpara y la
colocan debajo del celemín, sino encima del candelero, y alumbra a todos los
que están en una casa"
El Papa Juan Pablo II se
pregunta, a propósito de este pasaje de la Biblia, lo siguiente, (Homilía del 8
de febrero de 1981):
“¿Por qué el Señor Jesús ha llamado a sus discípulos <la sal de la tierra>? Él mismo nos da la respuesta si consideramos, por una parte, las circunstancias en las que pronunció estas palabras y, por otra, el significado inmediato de la imagen de la sal (…) Se podría decir que sin excluir, obviamente, el concepto de deber, designa una condición normal y estable del discípulo: no se es verdadero discípulo suyo si no se es la <sal de la tierra>.
Resulta fácil, por otro lado,
interpretar la imagen: la sal es una sustancia que se usa para dar sabor a los
alimentos y, además, evitar que se corrompan. El discípulo de Cristo, por lo
tanto, será la sal en la medida en la que ofrezca realmente a los otros hombres,
a la sociedad entera, algo que sirva como fermento moral, algo que dé sabor y
tonifique”
El Señor, según el Evangelio de San Mateo, sigue instruyendo a los hombres con los principios fundamentales de su ley (Mt 5, 17-20):
-Oísteis que se dijo a los antiguos: “No matarás; y quién matare, será sometido al juicio del tribunal
-Más yo os digo que todo el que
se encolerizare con su hermano será reo delante del tribunal; y si uno llama a
su hermano <imbécil>, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo
llama <necio>, merece la condena de gehenna del fuego.
-Por tanto, si cuando vas a
presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano
tiene queja sobre ti,
-deja allí tu ofrenda ante el
altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a
presentar tu ofrenda.
-Con el que te pone pleito
procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te
entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel.
-En verdad te digo que no saldrás
de allí hasta que hayas pagado el último céntimo
Jesús en su sermón, se declara
legislador, no como lo hiciera Moisés, el cual fue un simple transmisor de las
disposiciones de Dios, sino como autor soberano de la ley; por eso dice aquello
de : <Más yo os digo>...
Es la declaración de su divinidad, como Hijo del Padre y Dios mismo.
Es la declaración de su divinidad, como Hijo del Padre y Dios mismo.
Después del
perfeccionamiento del quinto Mandamiento de la Ley de Dios, continúa con
el sexto Mandamiento, que trata del adulterio y los malos pensamientos (Mt 6,
27-29):
"Oísteis que se dijo: <No
cometerás adulterio> / Más yo os digo que todo el que
mira a una mujer para codiciarla, ya en su corazón cometió adulterio con ella / Que si tu ojo derecho te es
ocasión de tropiezo, arráncatelo y échalo lejos de ti, porque más te conviene
que perezca uno solo de tus miembros, y no sea echado todo tu cuerpo en la
gehena"
Son palabras muy duras del Señor,
pero que nos dan idea de la necesidad del cumplimiento riguroso de este
Mandamiento de la Ley de Dios.
En el Capitulo 6 de este mismo
Evangelio, prosigue Jesús su Sermón de la Montaña, enseñándonos que las buenas obras (limosna, oración,
ayuno) deben hacerse con buena voluntad e intenciones rectas, por eso nos
advierte en estos términos (Mt 6, 1-2):
"Mirad no obréis vuestra justicia
delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de lo contrario no tenéis
derecho a la paga cerca de vuestro Padre que está en los cielos / Por eso, cuando hicieres
limosna, no mandes tocar la trompeta delante de ti, como lo hacen los
hipócritas en las sinagogas y por las calles, para ser honrados de los hombres:
en verdad os digo, firman el recibo de su paga"Más tarde el Señor sigue hablándonos de la rectitud de intenciones al orar (6, 5-8) y de la mejor oración para dirigirnos al Padre, (6, 9-15):
"Vosotros, pues, habéis de orar
así: “Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea el tu nombre/ Venga a nosotros tu reino, y
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo…>
Esta es, la plegaria fundamental del pueblo cristiano, porque fue el mismo Cristo el que nos la enseñó y se ha llamado también oración dominical no porque la rezamos siempre en la misa de los domingos, sino porque fue revelada por el mismo Señor y Dios verdadero.
Es, se puede decir, una oración muy especial, “única”, y la más importante, que los hombres debemos utilizar al hablar con Dios.
Por otra parte, el Sermón, sigue a continuación, con una serie de recomendaciones referentes al ayuno (Mt 6, 16-18):
"Y cuando ayunéis, no os pongáis
ceñudos como los hipócritas, pues desfiguran sus rostros para figurar entre los
hombres como ayunadores.En verdad os digo, firman el
recibo de su paga / Más tú, cuando ayunes, unge tu cabeza
y lava tu cara / para que no parezcas a los
hombres como quien ayuna, sino a tu Padre, que está en lo escondido; y tu
Padre, que mira a lo escondido, te dará la paga"
Después de esta serie de
recomendaciones, del Señor, que deberíamos tener muy en cuenta para el buen
aprovechamiento de nuestra vida espiritual, sigue una parte del Sermón muy
hermosa y significativa, en la que aparecen cuatro secciones que se podrían
denominar de La forma siguiente:
El tesoro celeste; el ojo, lámpara del cuerpo; servir a sólo Dios; Confianza en la providencia de Dios.
En la primera, Jesucristo, nos habla de la importancia de los valores espirituales frente a los valores terrenos (Mt 6, 19-21):
"No atesoréis tesoros sobre la
tierra, donde la polilla y el orín los hace desaparecer y donde los ladrones
perforan las paredes y roban / atesoraos más bien tesoros en el
cielo, donde ni la polilla ni el orín los hacen desaparecer y donde los
ladrones no perforan paredes y roban / Porque donde está tu tesoro,
allí estará también tu corazón"El tesoro celeste; el ojo, lámpara del cuerpo; servir a sólo Dios; Confianza en la providencia de Dios.
En la primera, Jesucristo, nos habla de la importancia de los valores espirituales frente a los valores terrenos (Mt 6, 19-21):
"La lámpara del cuerpo es el ojo.
Si, pues, tu ojo estuviera bueno, todo tu cuerpo estará iluminado / más si tu ojo estuviera malo,
todo tu cuerpo estará entenebrecido. Si, pues, la luz que hay en ti es
oscuridad, ¿la oscuridad cuánta será?"
A continuación, viene un versículo importantísimo (Mt 6, 24), que nos advierte de que no es posible servir a dos Señores al mismo tiempo: Dios el Señor del Cielo y el dinero, dueño del mundo. Estos dos señores son rivales, desde la creación del Universo, pues aquellos hombres que se dejan arrastrar por el segundo nunca encontrará la salvación de su alma (imposibilidad moral):
"Nadie puede ser esclavo de dos
señores, porque o bien aborrecerá al uno y tendrá amor al otro, o bien se
adherirá al primero, y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al
dinero"
La última Sección del Capítulo 6
del Evangelio de San Mateo, tiene un ritmo poético que la hace muy hermosa y al
mismo tiempo establece de una forma clara la confianza absoluta que los
creyentes debemos tener en la providencia divina (6, 25-34):
"Por eso os digo: no os
preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis, ni por vuestro
cuerpo, con qué os vestiréis / ¿Por ventura la vida no vale más
que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? / Poned los ojos en las aves del
cielo, que ni siembran, ni siegan, ni recogen en granero, y vuestro Padre
celestial las alimenta ¿Acaso vosotros no valéis más que ellos?..."
El Capítulo 7 de este mismo
Evangelio corresponde también al Sermón de la Montaña de Jesús, y se inicia con
los versículos que nos advierten del error de realizar “juicios temerarios”,
pues nosotros mismos seremos juzgados por Dios con la misma vara de medir que
utilicemos al juzgar a nuestros semejantes y continuación conectando con la
idea anterior nos habla de las “correcciones indiscretas” (Mt 7, 1-5):
"No juzguéis, para que no seáis
juzgados / Porque seréis juzgados, como
juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usaran con vosotros / ¿Y a qué miras la brizna que
está en el ojo de tu hermano, y no adviertes la viga que está en tu propio ojo?
/ ¿Cómo puedes decirle a tu
hermano <Déjame que te saque la mota del ojo>, teniendo una viga en el
tuyo? / Farsante, saca primero la viga
de tu propio ojo, y entonces verás claro para sacar la brizna del ojo de tu
hermano"
El versículo siguiente es
sumamente interesante, pues nos indica que no deben profanarse las cosas
santas” (7, 6):
<No deis lo santo a los perros,
ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pateen con sus
pies y revolviéndose contra vosotros os hagan trizas>
Este versículo es una advertencia
del Señor para que nos cuidemos de no entregar, sus cosas, a personas poseídas
por el diablo, ya que estas siempre trataran de hacer un mal uso de ellas.
De nuevo Jesucristo, en los versículos (7, 7-11), nos manifiesta las bonanzas que el ser humano puede recibir a través de la oración. Él mismo, con su ejemplo de oración continua al Padre, nos enseña la necesidad, que tenemos los hombres de comunicarnos con Dios, a través de la plegaria y la confianza que debemos tener en su eficacia.
La vida del cristiano debe estar presidida por la oración hacia el Creador, con la confianza absoluta, de que Él siempre escucha a sus hijos, cuando le rezan con verdadera devoción (Mt 7, 7-11):
Sigamos, pues el consejo del
Señor y hagamos de nuestras vidas un camino de oración, tanto de día como de
noche, despiertos ó incluso dormidos, como tantos santos han hecho, dándonos
ejemplos magníficos.
El versículo del Evangelio de San
Mateo (7,12), es llamado la “regla de oro de la caridad fraterna”:
<Así, pues, todo cuanto
quisiereis que hagan los hombres con vosotros, así también vosotros hacedlo con
ellos. Porque ésta es la Ley y los profetas>
Al reflexionar sobre estas
palabras del Señor, podemos apreciar como a la doble medida del egoísmo,
Jesús responde con la “ley única” del amor y la justicia.
El discernimiento entre el bien y el mal, son objeto de las recomendaciones de Jesús a los hombres en los siguientes versículos, (7, 13-14):
Son dos sentencias muy sentidas
del Señor, que nos pueden, servir sin duda, de acicate, para elegir la puerta
que nos conduzca al camino de nuestra propia salvación.
Así mismo, los versículos del
Evangelio de San Mateo (7, 15-20), son un toque de atención que Jesucristo, da a
los seres humanos, para que se alerten frente a los falsos profetas. Vienen a
decirnos, entre otras cosas, que para desenmascararlos, es suficiente con que
miremos sus obras y desoigamos sus palabras:
-Guardaos de los falsos profetas,
que vienen a vosotros con vestiduras de ovejas; más de dentro son lobos rapaces
-Por sus frutos los conoceréis
¿Por ventura se cosechan uvas de los espinos o higos de los abrojos?...
-Todo árbol que no produce fruto bueno es cortado y arrojado al fuego
-Así que por sus frutos los
reconoceréis
Son consoladoras, a la vez que
terribles las palabras del Señor, porque por una parte, nos asegura que seremos
capaces de reconocer el mal para evitarlo, pero al mismo tiempo nos advierte de
las consecuencias terribles de no esquivarlo, esto es, el fuego eterno.
Por eso, para alcanzar la
salvación del alma, no es suficiente con saber, creer, hablar y poseer carisma;
es necesario, sobretodo, hacer lo que el Señor nos ha mandado, tal como nos
dice Jesús en los siguientes versículos del Evangelio de San Mateo, (7, 21-23):
"No todo el que me dice: “Señor,
Señor”, entrará en reino de los cielos; más el que hace la voluntad de mi
Padre, que está en los cielos, éste entrará en el reino de los cielos / Muchos me dirán en aquel día:
Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu nombre y en tu nombre lanzamos
demonios, y en tu nombre obramos muchos prodigios? / Y entonces les declararé que
“Nunca jamás os conocí; apartaos de mí los que obráis la iniquidad”
En definitiva, “obras son amores
y no buenas razones”, un refrán, de sobra conocido, por los seres humanos de
todos los tiempos, aunque no siempre les haya servido, por desgracia, tampoco de
testimonio de vida.
Finalmente, el Sermón de la montaña se cierra con la <Conclusión> que Jesús quiere que saquemos de él, y para exponerla utiliza el género literario de la parábola, con la historia de la casa construida sobre peña y la casa construida sobre arena, que ya hemos comentado al principio de esta reflexión sobre el Sermón del Señor.
Es evidente, que no es necesario tener grandes conocimientos de filosofía o de teología, para entender lo que Jesucristo nos quiso decir con sus palabras, solo hace falta buena voluntad, mucha humildad y amor a Dios.
Finalmente, el Sermón de la montaña se cierra con la <Conclusión> que Jesús quiere que saquemos de él, y para exponerla utiliza el género literario de la parábola, con la historia de la casa construida sobre peña y la casa construida sobre arena, que ya hemos comentado al principio de esta reflexión sobre el Sermón del Señor.
Es evidente, que no es necesario tener grandes conocimientos de filosofía o de teología, para entender lo que Jesucristo nos quiso decir con sus palabras, solo hace falta buena voluntad, mucha humildad y amor a Dios.
Por eso, si queremos
comprender de alguna manera, toda la ley evangélica contenida en el Sermón de
la “Montaña” o del “Llano”, bastará con que recordemos las palabras de Cristo
en el Sermón de la Cena (Jn 13, 34-35):
"Un nuevo mandamiento os doy: que os améis unos a otros; que como yo os he amado, también vosotros os améis mutuamente / En eso conocerán todos que sois discípulos míos, si os tuviereis amor unos a otros"
Es por esto, que la ley Nueva, es
llamada por la Iglesia, la ley del Amor, porque hace obrar por el amor que infunde
el Espíritu Santo; ley de Gracia, porque confiere la fuerza de la gracia para
obrar mediante la fe y los Sacramentos; ley de Libertad, porque nos libera de
las observancias rituales y jurídicas de la ley Antigua, nos inclina a obrar
espontáneamente bajo el impulso de la caridad y nos hace pasar de la condición
de “siervo”, a la de “amigo” de Cristo, ó mejor a la de “hijo de Dios”, tal
como nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica.
En una palabra, ¿qué proclama el Sermón de la Montaña? El Papa Juan Pablo II responde con autoridad a este interrogante, en los siguientes términos, en su homilía del 20 de septiembre de 1984:
“¡Dice que los pobres de
espíritu, los mansos, los misericordiosos, los que tienen hambre y sed de
justicia, los que trabajan por la paz, son invisibles! ¡Dice que la victoria
final es suya y que de ellos es el reino de la verdad, de la justicia, del amor
y de la paz! Que sus debilidades, sus dificultades a la hora de superar lo que
les divide y enfrenta no les desanime. Las fuerzas humanas no son suficientes
para aplicar el Evangelio, pero el poder de Cristo hace posible la purificación
y la conversión de los corazones ¡porque él se ha ofrendado a sí mismo para que
la humanidad pudiese tener su paz!”
“Oh, Señor Jesucristo, en este
lugar que conocisteis y amasteis tanto, escucha a estos corazones jóvenes y
generosos. Haz que sean testigos gozosos de tu verdad y apóstoles convencidos
de tu reino. Permanece siempre junto a ellos, especialmente cuando seguirte a
ti y a tu Evangelio sea difícil y exigente. Tú serás su fuerza, tú serás su
victoria”.
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