El Papa
Benedicto XVI en su Carta Apostólica en forma de “Motu Proprio”: Porta Fidei,
dada en Roma el 11 de octubre de 2011, nos recordaba a todos los fieles que
para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe debemos recurrir siempre al Catecismo de la
Iglesia Católica:
“Deberíamos
expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos
fundamentales de la fe, sintetizados sistemáticamente y orgánicamente, en el
Catecismo de la Iglesia Católica. En efecto, en él se pone de manifiesto la
riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en
sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a los Padres de la
Iglesia, de los Maestros de teología a los santos de todos los siglos, el
Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la
Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar
certeza a los creyentes de su vida de fe”
Gran elogio del
Papa Benedicto XVI, el cual nos recuerda así mismo en su Carta Apostólica que
este Catecismo de la Iglesia Católica es uno de los frutos más importantes del
Concilio Vaticano II; surgido del deseo de los Padres del sínodo de Obispos
convocado por el Papa Juan Pablo II el 25 de enero de 1985 (vigésimo
aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II), los cuales manifestaron a su Santidad el Papa que
deseaban <fuese redactado un Catecismo o compendio de toda la doctrina
católica tanto sobre la fe, como sobre la moral, el cual pudiera ser
considerado como un texto de referencia para los Catecismos o compendios que se
redactaban en los diversos países>.
Por su parte,
el Papa Juan Pablo II tomó muy en cuenta las consideraciones de los Padres
Sinodales, y comprendiendo que este
proyecto respondía a una verdadera necesidad de la Iglesia universal y de las
Iglesias particulares, lo apoyó desde el primer momento. Como resultado de los incansables
trabajos llevados a cabo por una Comisión de Cardenales y Obispos, presidida por
el Cardenal Joseph Ratzinger, y junto a ella de un Comité de redacción formado
por siete Obispos de diócesis expertos en teología y catequesis, vio la luz
este ambicioso deseo.
El trabajo fue
objeto de una amplia consulta a todos los Obispos católicos, a sus Conferencias
Episcopales o Sinodales, a institutos de teología e institutos de catequesis, y
en conjunto, se puede decir que, recibió una excelente acogida de todos ellos.
La conclusión de todo esto es que este Catecismo <refleja la naturaleza
colegial del Episcopado y atestigua la catolicidad de la Iglesia>.
El Prólogo de
este magnífico Catecismo nos muestra en boca del mismo Jesucristo y de sus
enviados, aquello que vamos a encontrar dentro como fruto de los trabajos
realizados en el Concilio Vaticano II.
(Prólogo del
Catecismo de la Iglesia Católica. Versión oficial en español preparado por un
grupo de teólogos y catequistas, presidido por el Arzobispo Karlic <Paraná-
Argentina> y el Obispo Medina <Rancagua- Chile> en 1992:
“Padre, ésta es
la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado
Jesucristo (Jn 17, 3). <Dios, nuestro Salvador…quiere que todos los hombres
se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad> (I Tim 2, 3-4).
<No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros
debamos salvarnos (Hch 4, 12) sino el nombre de JESÚS>”
Como asegura el
Papa Benedicto XVI, el cual tuvo una participación importantísima en el
alumbramiento del actual Catecismo de la Iglesia Católica, <a través de sus páginas
se descubre que todo lo que se presenta en él no es una teoría, sino el
encuentro con una Persona que vive en la Iglesia>.
En su día, otros Pontífices de la Iglesia comprendieron
también que la evangelización de los
pueblos, requerían del apoyo inestimable del Catecismo. Uno de estos Pontífices
fue San Pio X (Giuseppe Sarto; 1903-1914), el cual en su Carta Encíclica
<Acerbo nimis>, motivada por los males que aquejaban a la sociedad de su
época, destacó la ignorancia de la
religión por parte de un gran número de sus feligreses, la indiferencia a las
verdades de la religión de los mismos, incluso de aquellos que se consideraban
católicos, y por supuesto, las malas pasiones y la mala vida, que engendraba
esta ignorancia.
Como
consecuencia de todo esto, el Papa Pio X, defendió la <Necesidad de la
instrucción religiosa y sus beneficios>. Es interesante recordar aunque no
sea más que brevemente, algunas de las cosas que a este propósito dijera éste Papa santo, porque si nos detenemos a
pensarlo, las ideas y juicios de la sociedad que a él le tocó vivir, son “embriones” de los que ahora se defienden en
este siglo (Acerbo Nimis; Pio X. Dada en Roma el 15 de abril de 1905):
“Los secretos
designios de Dios Nos han levantado de Nuestra pequeñez al cargo de Supremo
Pastor de toda la grey de Cristo en días bien críticos y amargos, pues el
enemigo de antiguo anda alrededor de este rebaño y le tiende lazos con tan
pérfida astucia, que ahora, principalmente, parece haberse cumplido aquella
profecía del Apóstol a los ancianos de la Iglesia de Éfeso:
<Sé que os
han asaltado lobos feroces que destrozan el rebaño> (Hechos 20, 29)
De este mal que padece la religión no hay nadie, animado del celo de la gloria divina, que no investigue las causas y razones, sucediendo que, como cada cual las habla diferentes, propone diferentes medios, con forme a su personal opinión, para defender y restaurar el Reino de Dios en la tierra. No prescribimos, Venerables Hermanos, los otros juicios, más estamos con los que piensan que la actual depresión y debilidad de las almas, de que resultan los mayores males, provienen, principalmente, de la ignorancia de las cosas divinas. Esta opinión concuerda enteramente con lo que Dios mismo declaró por su profeta Oseas:
De este mal que padece la religión no hay nadie, animado del celo de la gloria divina, que no investigue las causas y razones, sucediendo que, como cada cual las habla diferentes, propone diferentes medios, con forme a su personal opinión, para defender y restaurar el Reino de Dios en la tierra. No prescribimos, Venerables Hermanos, los otros juicios, más estamos con los que piensan que la actual depresión y debilidad de las almas, de que resultan los mayores males, provienen, principalmente, de la ignorancia de las cosas divinas. Esta opinión concuerda enteramente con lo que Dios mismo declaró por su profeta Oseas:
<No hay
conocimiento de Dios en la tierra. La maldición, y la mentira, y el homicidio,
y el robo, y el adulterio lo han inundado todo; la sangre se añade a la sangre
por cuya causa se cubrirá de luto la tierra y desfallecerán todos los moradores>
(Os 4, 1 ss)”
Son las
palabras del Papa Pio X, con las que expresa la <dolorosa comprobación>
del mal estado de la sociedad en la que se debatía su grey. Sin querer ser
agoreros nos preguntamos ¿acaso no nos suenan de algo las denuncias de este
santo Papa?
Sí, la sociedad
de este siglo XXI, ha heredado, por
desgracia, los vicios y malas costumbres de los siglos anteriores, propagados a
raíz de un modernismo arrollador, en el cual han confluido casi todas las
herejías de la historia del hombre, y si seguimos así, los males de otras épocas,
serán superados con creces en esta.
Es por eso que el Papa Benedicto XVI se
apresuró a recordarnos a todos los cristianos la necesidad de volver a los
orígenes de la Iglesia, esto es, de volver a Cristo, como hicieron otros Papas
anteriores, y para ello es necesario, principalmente, que los niños y jóvenes
de las nuevas generaciones, pero también los adultos y los ancianos, recuerden
o aprendan por primera vez, los fundamentos de la religión católica. El Papa en
su Carta <Porta Fidei>, asegura que para conocer de forma sistemática el
contenido de la fe, es necesario leer el Catecismo de la Iglesia Católica y
asegura finalmente que ello será un instrumento de apoyo a la fe
extraordinario.
A este
respecto, es interesante recordar que en el periodo de tiempo comprendido entre
los años finales del siglo XVII y principios del siglo XX surgieron distintas
corrientes de opinión muy críticas con el Mensaje Divino, de las que fueron
protagonistas tanto exégetas, como teólogos, filósofos y eruditos en general
que apostaban por la <modernización de la Iglesia Católica>, como si ello
tuviera algún sentido, siendo la Iglesia Católica, como es, una institución
creada por Nuestro Señor Jesucristo, totalmente atemporal y única por todos los
siglos de los siglos...
Ya el Papa San
Pio X encontrándose con un ambiente social tan negativo como el actual, supo
enfrentarse con gran valor y cordura a la situación, con objeto de que los
errores que, algunos grupos, trataban de propagar en el seno de la Iglesia,
fueran erradicados; para ello, escribió varias Cartas Encíclicas condenando
claramente el agnosticismo del que hacían gala aquellos que habían adoptado los
ideales del <modernismo>.
El Pontificado
del Papa Pio X se caracterizó por tanto, por la renovación de la vida cristiana
y la insistente necesidad de alentar y reformar la enseñanza de la fe, y para
esto, además de su predicación orar, decidió elaborar un Catecismo nuevo que
tuvo gran influencia sobre los creyente durante un largo periodo de tiempo, al
igual que sucedió con su Carta Encíclica <Acerbo Nimis> mencionada
anteriormente, en la cual hacia defensa de la enseñanza del Catecismo:
“Acaso no
falten sacerdotes que, deseosos de ahorrarse trabajo, creen que las homilías satisfacen
la obligación de enseñar el Catecismo. Quienquiera que reflexione, descubrirá
lo erróneo de esta opinión, porque la predicación del Evangelio está destinada
a los que ya poseen los elementos de la fe. Es el pan, que debe darse a los
adultos. Más por el contrario, la enseñanza del Catecismo es aquella leche, que
el Apóstol San Pedro quería que todos los fieles desearan sinceramente, como
los niños recién nacidos. El oficio, pues, de catequista consiste en elegir
alguna verdad relativa a la fe y a las costumbres cristianas, y explicarla en
todos sus aspectos. Y como el fin de la
enseñanza es la perfección de la vida, el catequista ha de comparar lo que Dios
manda obrar y lo que los hombres hacen realmente; después de lo cual, y sacando
oportunamente algún ejemplo de la Sagrada Escritura, de la historia de la
Iglesia o de la vida de los santos, ha de aconsejar a sus oyentes, como si les
enseñara con el dedo, la norma a la que deben ajustar la vida, y terminará
exhortando a los presentes a huir de los vicios y practicar las virtudes”
Virtud y
claridad son los dones empleados por el santo Papa en su análisis del trabajo
del catequista, y todavía sigue explicando el Pontífice, en esta misma Carta,
que el oficio del buen catequista, no es tarea grata para aquellas personas que
se encuentran sometidas a las pasiones, y denuncia los males que se derivan de
la <dejadez en la enseñanza de la Doctrina cristiana>; porque si es
cosecha vana esperar cosecha en tierra no sembrada ¿Cómo esperar generaciones
adornadas de buenas obras, si oportunamente no fueron instruidas en la doctrina
cristiana?
Es la pregunta que también se hacía el Papa Benedicto XVI, el cual como sus antecesores comprendió que la sociedad de hoy, al igual que sucediera en épocas anteriores, está falta de fe.
Es la pregunta que también se hacía el Papa Benedicto XVI, el cual como sus antecesores comprendió que la sociedad de hoy, al igual que sucediera en épocas anteriores, está falta de fe.
Como decía San
Pablo a los romanos refiriéndose a los judíos que rehusaban creer en el
Evangelio (Rom 10, 14-17):
"¿Cómo, pues,
invocarán a aquel en quién no creyeron? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no
oyeron? ¿Y cómo oirán sin predicador? / ¿Y cómo
predicarán si no son enviados? Según está escrito: ¡Cuan hermosos los pies de
los que anuncian el bien! / Pero no todos
obedecieron el Evangelio. Pues Isaías dice: ¿Señor quien creyó a nuestra
predicación? "
Ciertamente, porque como también aseguraba San Pio X:
Ciertamente, porque como también aseguraba San Pio X:
“Si la fe languidece
en nuestro días y hasta parece casi muerta en una gran mayoría, es que se ha
cumplido descuidadamente, o se ha omitido del todo, la obligación de enseñar
las verdades contenidas en el Catecismo. Inútil sería decir, como excusa, que
la fe es dada gratuitamente, y conferida a cada uno con el bautismo. Porque,
ciertamente, los bautizados en Jesucristo fuimos enriquecidos con la fe, mas
esta divina semilla no llega a crecer y llega a echar grandes ramas (Mc 4, 32)
abandonada a sí misma y como por nativa virtud. Tiene el hombre, desde que nace,
facultad de entender; más esta facultad necesita de la palabra materna para
convertirse en acto, como suele decirse. También el hombre cristiano, al
renacer por el agua y el Espíritu Santo, trae como germen la fe; pero necesita
la enseñanza de la Iglesia para que esta fe pueda nutrirse, crecer y dar fruto”
En total
consonancia con estas palabras del Papa San Pio X en el Catecismo fruto del
Concilio Vaticano II podemos leer:
“Muy pronto se
llamó catequesis al conjunto de los esfuerzos realizados en la Iglesia para
hacer discípulos, para ayudar a los hombres a creer que Jesús es el Hijo de
Dios a fin de que por la fe, tenga vida en su nombre, y para educarlos e
instruirlos en esta vida y construir así el Cuerpo de Cristo (Juan Pablo II CT
1,2)”
Es por esto, que ellos han recomendado con encomio a su grey la vuelta a las fuentes, tan magníficamente recogidas en el actuar Catecismo de la Iglesia Católica, para conocerlas en profundidad y para enseñarlas a aquellos que lo necesiten, especialmente a los niños y a los adolescentes. Sin embargo, y ante todo, debemos conservar siempre la esperanza en el Señor porque <aún cuando el hombre se aleje de Dios hasta el punto de abocarse a la destrucción, Dios volverá a establecer un nuevo comienzo precisamente en la decadencia del mundo…No debemos excluir sin embargo, un final apocalíptico. Pero incluso entonces, contaremos, con la protección de Dios, que acoge a los hombres que le buscan; pues, al fin, el amor siempre es más fuerte que el odio>, en palabras del Cardenal Joseph Ratzinger, Papa Benedicto XVI.
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