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jueves, 5 de mayo de 2011

JESÚS PASÓ POR EL MUNDO ORANDO


 
 
 


En el libro de Tomás de Kempis, “Imitación de Cristo”, leemos lo siguiente:
“El hijo de Dios que es una sola cosa con el Padre, y que al entrar en el mundo dijo: He aquí que vengo, ¡Oh Dios, para hacer tu voluntad! Se ha dignado ofrecernos ejemplos de su propia oración”
En efecto, la oración, era para Jesucristo una constante en su vida y así lo podemos comprobar con la lectura del Nuevo Testamento. En concreto, en los Cuatro Evangelios encontramos muchos ejemplos de la oración de Jesús, porque su actividad diaria estaba tan unida a ella, que incluso se podría decir que  semeja a un rio que fluye con ésta.
¿Quién no recuerda, por ejemplo, aquellos momentos sublimes en los que Jesús, en el monte de los Olivos, del huerto de Getsemaní, oraba a su Padre preso de angustia, antes los acontecimientos que debería afrontar de inmediato, para salvar a los hombres?

El evangelista San Lucas, narró así la llegada al huerto y la oración del Señor (Lc 22, 39-43):
-Y saliendo de allí, se dirigió, según costumbre, al monte de los Olivos; y le siguieron también los discípulos.
-Y en llegando al lugar, díjoles:
-Orad, para que no entréis en tentación.
-Y El, arrancándose de ellos, se apartó a la distancia como de un tiro de piedra, y puestas las rodillas, oraba
-diciendo: Padre, si quieres traspasa de mí este cáliz, más no se haga mi voluntad sino la tuya
 
 


El Papa Juan Pablo II, el 9 de abril de 1992,  nos habló del sufrimiento en Getsemaní del Hombre-Dios (La Biblia de Juan Pablo II, p.185; La Esfera de los libros S.L. 2008):
“La Cruz ha entrado definitivamente en la vida mesiánica de Jesucristo durante una vigilia; si, una vigilia de oración. Ha entrado, esta Cruz, al huerto de Getsemaní, aunque en sentido figurativo, a poca distancia de la definitiva realidad de la Crucifixión.
Durante las vigilias <velaba muchas veces> Jesús pasaba las noches rezando. Pero ésta es la última noche, la vigilia definitiva…
Todo estaba listo, pero era necesario esa <Hora> del Getsemaní, aquella vigilia, aquella plegaria solitaria del Señor. Era necesario un último y definitivo encuentro entre el Hijo y el Padre…”

Por eso, mediante la oración, Cristo sale al encuentro de todo hombre para recorrer con él, el camino de la vida, hasta llevarlo a la plena comunión con Dios, tal como nos indica tambié este Pontífice, en su Encíclica “Redemptor hominis” (dada en Roma el primer domingo de Cuaresma del año 1979, primero de su Pontificado).
 


Por otra parte, Jesús nos enseñó a orar, a todos los hombres, con la plegaria del Padrenuestro (oración fundamental de la Iglesia), durante su Sermón de la Montaña (Mt 6, 9-13) y también durante este mismo Sermón nos pidió que tuviéramos absoluta confianza en los efectos de  la oración (Mt 7, 7-11):
"Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá; / porque todo el que pide, recibe; y el que busca halla; y al que llama se le abrirá / ¿O quién habrá entre vosotros a quién su hijo pidiere pan? / ¿Por ventura le dará una piedra?; / o también le pidiere un pescado, ¿por ventura le dará una serpiente? / Sí, pues, vosotros, con ser malos, sabéis dar dádivas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más, vuestro Padre celestial dará bienes a los que se lo pidieren? "

Jesús con su vida en oración nos puso de manifiesto, así mismo, la absoluta necesidad que tenemos todos los seres humanos de orar, ya que si Él, siendo Hijo Unigénito de Dios y Dios verdadero, necesitaba de la plegaria para preparar su espíritu, cuanto más necesitaremos los hombres, hijos adoptivos de Dios, de esta ayuda inestimable.

El mismo Papa, Juan Pablo II, consciente de esta necesidad imperiosa, al comienzo de su Pontificado y frente a los grandes retos a los que tenía que enfrentarse nos dijo  en la Encíclica anteriormente mencionada:
“Solamente la oración puede lograr que todos  los grandes cometidos y dificultades que se suceden no se conviertan en fuente de crisis, sino en ocasión y  fundamento de conquistas, cada vez más maduras en el camino del pueblo de Dios hacia la Tierra Prometida”
 
 


Una de las dificultades mayores con que se enfrentó la Iglesia a lo largo del Pontificado de Juan Pablo II, fue el problema del terrorismo, el cual aún azota a la humanidad entera, por ello el Papa en las “Jornadas de la Paz “, celebradas en el año 2002, recordando las palabras de la Oración del Señor, esto es, el Padrenuestro, dijo lo siguiente:
“Si lo observamos detenidamente, el terrorismo instrumentaliza no sólo al hombre, sino también a Dios, al que termina por convertir en un ídolo del que se sirve para nuestros fines. Ningún responsable de las religiones, por lo tanto, puede tener indulgencia hacia el terrorismo y, todavía menos, predicarlo. Es una profanación de la religión proclamarse terrorista en nombre de Dios.

La violencia terrorista es contraria a la fe de Dios Creador del hombre, el Dios que cuida del hombre y lo amó. En particular, es totalmente contraria a la fe en Cristo Señor, que ha enseñado a sus discípulos a rezar así:

<…y perdónanos nuestras deudas, /así como nosotros hemos perdonado/a nuestros deudores...>
En la vida espiritual, de los primeros cristianos, destacaba la práctica de la oración comunitaria e individual, en forma <oral>, y el <Padrenuestro> era tomado siempre, como principal modelo de plegaria.
Según el historiador y teólogo, Javier Sesé, el <Padrenuestro> era con diferencia la oración más <alabada, recomendada y comentada>, de tal modo, que muchos Padres de la Iglesia, han dedicado sus estudios a ella; así lo hicieron, Orígenes, Tertuliano y San Cipriano.
Dice también Javier Sesé, en su libro “Historia de la espiritualidad”, que en las oraciones personales de la Iglesia primitiva abundaban las referencias a la Santísima Trinidad y a cada Persona divina y en particular a Jesucristo, centro sin duda, del culto espiritual de los creyentes: <…la oración se hace en nombre suyo, por Él y en Él, además de dirigirse también a Él>

Nos recuerda además, este mismo autor, que los primeros testimonios sobre este tema, insisten mucho sobre la necesidad de la plegaria, para recibir el auxilio de Dios <origen de todo poder divino>:
“Se destaca así la actitud de confianza absoluta en la plegaria. Se busca y promueve la oración continua; y se subraya la estrecha relación entre la oración y la penitencia, y de ambas con la remisión de los pecados”

En la actualidad, se debe seguir haciendo hincapié, en todas estas <virtudes> de la oración y aún más, pues como el Papa Benedicto XVI  enseña en su Encíclica <Caritas in Veritate>:
<El desarrollo necesita cristianos con los brazos abiertos hacia Dios en oración>
Y el <Padrenuestro> es la oración fundamental de la Iglesia <Jesús de Nazaret; 1ª Parte>:
 
 


“Al rezarlo se cumple en nosotros la promesa de Jesús respecto a los verdaderos adoradores, a los que adoran al Padre <en espíritu de verdad> (Jn 4,23). Cristo que es la Verdad nos ha dado estas palabras y en ellas nos da el Espíritu Santo”

Por otra parte, también según el Santo Padre, es  significativo el hecho de que el evangelista San Lucas, relacione la oración del Padrenuestro con la oración personal de Jesucristo y de aquí que resulte esencial escuchar y entender lo que Jesús dice en la misma.

Debemos, según nos dice el Papa intentar descubrir realmente, a lo largo de esta oración, los pensamientos de Jesús, es decir, lo que nos quería transmitir a través del Padrenuestro, teniendo en cuenta además que es una plegaria personal del Hijo con el Padre (Lc 11, 1-4):
"Y sucedió que estando El en cierto lugar orando, como hubo acabado, le dijo uno de sus discípulos: / Señor, enséñanos a orar, lo mismo que Juan enseñó a sus discípulos. / Díjoles: Cuando os pongáis a orar, decid: <Padre, sea santificado tu nombre; venga tu reino; / el pan de nuestra subsistencia dánoslo cada día; / y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe; y no nos metas en la tentación>"

Entre las peticiones que el hombre hace al rezar el Padrenuestro tenemos en primer lugar la siguiente:
<Sea santificado tu nombre>
Que nos recuerda, según el Papa (Ibid), el segundo mandamiento de la ley de Dios:

 


              <No pronunciarás el nombre del Señor, en falso>

La segunda petición del Padrenuestro es:
<Venga tu reino>
Y con ella reconocemos  la primacía de Dios, pues como dice el Papa Benedicto XVI (Ibid):
 



<Donde Él no está, nada puede ser bueno (Caos). Donde no se ve a Dios, el hombre decrece y decrece también el mundo>

Con la petición <Venga tu Reino> (¡no el nuestro!), el Señor nos quiere llevar precisamente a este modo de orar y establecer las prioridades de nuestro obrar:
 
 


<El Reino de Dios llega a través del que escucha. Ese es su camino. Y por eso nosotros hemos de rezar siempre>

Todas las peticiones del Padrenuestro son importantísimas, pero quizás la que supera a todas, es la última:

<No nos metas en tentación>, o lo que es lo mismo, <No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal , ya que el maligno siempre está al acecho>


 
 


                   

 El hombre, en definitiva,  pide ayuda urgente, con esta plegaria al Padre, porque desea ser redimido por Él, de ese mal que le acecha a cada paso, a lo  largo de la vida.

Jesús sabía, que el hombre necesitaba apoyarse en la oración, para contrarrestar la acción del maligno, pues aunque espiritualmente, muchas veces, se encuentre dispuesto a asumir las dificultades del día a día, la carne le lleva por los derroteros del Mal, para su desgracia, y es por ello que Jesucristo con su vida en oración nos quiere dar el ejemplo a seguir.
A tal propósito, recordemos con cuanta humildad se dirige Jesús a su Padre del cielo, para pedirle por los <suyos>, por aquellos que Él le había dado, para que continuaran su labor evangelizadora, después de su Pasión, Muerte y Resurrección (Jn 17, 6-10):
"Yo te he dado a conocer a aquellos que tú me distes de entre el mundo. Eran tuyos, tú me los distes, y ellos han aceptado tu palabra / Ahora han llegado a comprender que todo lo que me distes viene de ti / Yo les he enseñado lo que aprendí de ti, y ellos han aceptado mi enseñanza. Ahora saben, con absoluta certeza, que yo he venido de ti y han creído que fuisté tú quien me envió / Yo te ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado; porque te pertenecen / Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo mío, y en ellos he sido glorificado"



Esta oración sacerdotal de Jesús, pudo tener lugar antes de encaminarse con sus Apóstoles hacía el huerto de Getsemaní, donde había de producirse su apresamiento, por la traición de Judas Iscariote.


Ejemplo maravilloso de amor y de humildad, el que nos da Jesús con esta oración que viene de Dios…Pero nosotros los hombres, cuando rezamos ¿de dónde viene la oración? La respuesta la podemos encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica :
“La oración es una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo…
Es acción de Dios y del hombre; brota del Espíritu Santo, dirigida por completo al Padre; en unión con la voluntad humana del Hijo de Dios hecho hombre”
Esta definición del Catecismo está en total concordancia con la <oración testamental de Jesucristo> En ella Jesús proclama su tarea reveladora del Padre; le glorifica, manifiesta su nombre, le da su palabra, es en definitiva el enviado del Padre al que retorna una vez que ha cumplido su misión, en perfecta unión con Él.
El Señor como hombre nacido en el pueblo de Israel, rezaba muchas veces con el Salterio,  el libro por excelencia para orar en la antigüedad, pero también muy adecuado en nuestros días.

Todos los Salmos del Antiguo Testamento son excelentes para sobrellevar las dificultades de la vida del ser humano, que ha cambiado poco, desde el punto de vista, de la presencia del demonio y sus consecuencias, pero si hubiera que destacar alguno, recordaríamos en primer lugar, el Salmo 2 del rey David, tantas veces recitado por el pueblo de Israel con ocasión de grandes desgracias o alegrías, como sucedió cuando  los Apóstoles, Pedro y Juan, se libraron de la cárcel, donde injustamente los mantenían los sanhedritas, según el relato de san Lucas (Hch 4, 23-26 ):
 


"Cuando los dejaron en libertad, los apostoles fueron a los suyos y les contaron todo lo que les habían dicho los jefes y los sacerdotes y los ancianos / Al oír el relato todos juntos invocaron a Dios diciendo: <Señor nuestro, tú has creado el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos / tu dijistes, mediante el Espíritu Santo por boca de nuestro antepasado David, tu siervo:

     *¿Por qué alborotan las naciones, y los pueblos maquinan vanos proyecto?*

/ Los reyes de la tierra conspiran y los príncipes se alían  contra el Señor y contra su Mesías (su Ungido) >"

En esta plegaria espontánea, de la primitiva iglesia de Cristo, se puede apreciar, en primer lugar, la seguridad absoluta de sus miembros en la inspiración divina de las Sagradas Escrituras, asegurando que David fue el instrumento del Espíritu Santo para crear tan hermosa oración, y en segundo lugar, el significado profundo que la misma tenía para los seguidores de Cristo, al igual que la tuvo en su tiempo para el antiguo pueblo de Israel; ya que este Salmo y otros muchos, como por ejemplo, el 15(16), el 21(22), el 44(45), el 105(106) y el 136, son llamados <Salmos reales> y tienen carácter <mesiánico>, porque proféticamente anuncian la llegada del Mesías.
Por otra parte, aunque los <Salmos regios>, desde el aspecto estrictamente literario, según algunos autores, no tengan necesidad de interpretarse en el sentido <mesiánico>, lo cierto es que la Iglesia de Cristo y en particular los Santos Padres y lo que es más importante, nuestro Señor Jesucristo, le han dado éste carácter, justificable sin duda, por la realidad de los hechos acaecidos y profetizados por ellos.
Por otra parte, el Salmo 2 puede considerarse el <Salmo mesiánico>, por excelencia, porque nos habla del <Ungido>, en referencia al Hijo del hombre, que había de venir, lo cual se cumplió en la persona de Jesús, que fue perseguido y humillado por los hombres <malvados> y ensalzado y Resucitado por su Padre, en beneficio de toda la humanidad.

Así mismo el Salmo 2, es uno de los más nombrados en la Santa Biblia ya que nos viene a decir  que:

 
 
 


                                  <El Mesías, es el Rey de Sión y de toda la tierra>
 

Cuestión comprobada a lo largo de toda la historia de la Iglesia de Cristo, pues como profetiza el Salmo a pesar de los constantes ataques de los hombres <malvados> al Señor y su Ungido, en el pasado, y también en la actualidad, la Iglesia ha permanecido <firme en la fe> y perseverante por encima del mal;  así será hasta el fin de los siglos.
El Salterio (Tehil-lim) está constituido por 150 Salmos que por sus argumentos y contenidos presentan una gran variedad de estilos, por lo que se hace difícil clasificarlos adecuadamente, de una forma definitiva. De cualquier manera, no sólo representa el ejemplo más expresivo de la lírica del pueblo judío, además de la obra religiosa de carácter poético más perfecta y acabada, sino que constituye sobre todo el mejor libro de oraciones, que los hombres han utilizado en todos los tiempos,  para hablar con Dios, en todas las situaciones de sus vidas, pues el ser humano debe confiar siempre en el Señor que castiga a los <malos> y perdona a los <humildes de corazón>.

Esta no es una <fe infantil>, como algunos quieren entender, sino una <fe absoluta> en Dios y en el mensaje de su Hijo Unigénito, nuestro Señor Jesucristo.
No obstante, en el momento actual, se viene arrastrando un concepto bastante equivocado respecto a la utilidad del Salterio, como libro de oración, para todos los días, y ello puede ser debido quizás, a el peligro que conlleva la monotonía y falta de concentración en lo que se dice de forma repetida. Así mismo, el desconocimiento profundo del Antiguo Testamento, debido en parte, al abandono de la sabia costumbre de leer la Santa Biblia, todos los días, como se practicaba hace algunos años, ha llevado a muchos creyentes a desconocer la riqueza de los Salmos como forma de rezar a Dios.
Ante tal situación, el Papa Juan Pablo II quiso restablecer la utilidad del Salterio para realizar la <oración oral>, que bien hecha, es un medio ideal para relacionarnos con el Señor y decidió llevar a cabo una serie de catequesis, para mostrar a los fieles la riqueza del Salmo como oración; precisamente en su audiencia general del miércoles 28 de marzo del 2001, entre otras cosas, nos dijo lo siguiente:


En la carta apostólica <Novo millennio ineunte> he manifestado mi deseo de que la Iglesia se caracterice cada vez más por el arte de la oración, aprendiéndola siempre de manera renovada de los labios del Divino Maestro.
Este compromiso debe ser vivido especialmente en la Liturgia, fuente y culmen de la vida eclesiástica. En esta línea es importante prestar una mayor atención pastoral a la promoción de la <Liturgia de las Horas>, como oración de todo el Pueblo de Dios.
De hecho, si bien los sacerdotes y los religiosos tienen un preciso deber de celebrarla, se propone también vivamente a los laicos.
Este fue el objetivo que se planteó hace ya 30 años, mi venerado predecesor, Pablo VI, con la constitución <Laudis canticum> en la que determinaba el modelo vigente de esta oración, con el deseo de que los Salmos y los Cánticos, que dan ritmo a la <Liturgia de las Horas>, fueran comprendidos <con amor renovado por el pueblo de Dios>”

Y más adelante en esta misma audiencia anunciaba sus propósitos, en este sentido:

“Con este objetivo comenzamos hoy una serie de catequesis sobre los Salmos y los Cánticos propuestos en la oración matutina de Laudes. Deseo de este modo alentar y ayudar a todos a rezar con las mismas palabras utilizadas por Jesús y presentes desde hace milenios en la oración de Israel y en la de la Iglesia”
Juan Pablo II, cumplió con creces este propósito, con el análisis profundo de los siguientes salmos, entre otros:
Salmo 5 (Oración matutina), Salmo 8 (Gloria del Creador y dignidad del hombre), Salmo 10 (   No te olvides de los hombres), Salmo 18(17) (Himno a Dios creador), Salmo 20(19) (Acción de gracias por la victoria del Rey-Mesías)…, Salmo 140(139) (Oración en el peligro), Salmo 141(140) (Tu eres mi refugio) etc.
 



El Papa Benedicto XVI ha querido seguir con esta labor iniciada por su predecesor en la Silla Papal, dispensándonos también, con el beneficio de sus enseñanzas sobre el Salterio, y hasta la fecha, ha comentado un gran número de ellos, entre los que cabe destacar los siguientes:
Salmo 120(119) (El guardián de Israel), Salmo 122(121) (El Señor, esperanza del pueblo), Salmo 125(124) (Dios, alegría y esperanza nuestra), Salmo 126(125) (El esfuerzo humano es inútil sin Dios), Salmo 135(134) (Himno pascual)…, Salmo 137(136) (Himno de acción de gracias), Salmo 138(137) (Dios lo ve todo) etc.

Ambos Papas han coincidido, al menos en dos ocasiones en sus catequesis sobre los Salmos, y así nos encontramos, por ejemplo, que los Salmos 134 y 143, han sido comentados y analizados en profundidad por ellos; concreamente, la primera parte del Salmo 143, fue comentado por el Papa Juan Pablo II en su Audiencia General del miércoles día 21 de mayo de 2003, y tres años después, en la Audiencia General del miércoles 11 de enero de 2006, el Papa Benedicto XVI, también dedicó su catequesis a este Salmo que dice así:                                                     

"Bendito sea Yahveh, la Roca mia, que  mis manos enseña a la batalla y dispone) mis dedos a la guerra; / misericordia mía, alcázar mío, mi  fortaleza, y quien del mal me libra, mi pavés, el lugar de mi refugio, el que los pueblos rinde a mi dominio / ¿Qué es el hombre, Yahveh, que de él te cuidas; el hijo del hombre, para que en él pienses? / Semeja el hombre al soplo de las auras; sus días son sombras cual se pasan / Yahveh, inclina los cielos y desciende; / toca los montes y exhalarán humo"

Para el Papa Juan Pablo II, esta plegaria tiene las características de un Salmo real, entretejido con otros textos bíblicos, para dar vida a una nueva composición de oración, y quien habla, en primera persona es el mismo rey davinico, reconociendo el origen divino de sus éxitos, (Audiencia General, 21 de mayo de 2003):
“El Señor es presentado con imagines marciales, según la antigua tradición simbólica. En efecto, aparece como un instructor militar, un alcázar inexpugnable, un escudo protector, un triunfador. De esta forma se quiere exaltar la personalidad de Dios, que se compromete contra el mal de la historia: no es un poder oscuro o una especie de hado, ni un soberano impasible e indiferente respecto a las vicisitudes humanas. Las citas y el tono de esta celebración divina guardan relación con el himno de David que se conserva en el Salmo 17 y en el capítulo 22 del segundo libro de Samuel…
 Sólo con el apoyo de Dios podemos superar los peligros y las dificultades que encontramos diariamente en nuestra vida, sólo contando con la ayuda del cielo podremos esforzarnos por caminar, <como el antiguo rey de Israel>, hacia la liberación de toda opresión”
 


Por su parte, Benedicto XVI, también considera que este Salmo real tiene carácter mesiánico, (Audiencia General, 11 de enero  de 2006):
“El himno comienza con una bendición, es decir, con una exclamación de alabanza dirigida al Señor, celebrado con una pequeña letanía de títulos salvíficos: es la roca segura y estable, es la gracia amorosa, es el alcázar protegido, el refugio defensivo, la liberación, el escudo que mantiene alejado todo asalto del mal. También se utiliza la imagen marcial de Dios que adiestra a los fieles para la lucha a fin de que sepan afrontar las hostilidades del ambiente, las fuerzas oscuras del mundo”

Por otra parte, la primera parte del Salmo 134, fue comentada por el Papa Juan Pablo II, en su Audiencia General del miércoles 9 de abril de 2003, y dos años después, en la Audiencia General del miércoles 28 de septiembre de 2005, el Papa Benedicto XVI, trató también sobre éste Salmo en su catequesis.
El Salmo 134 ,(1ª Parte), dice así:
"¡Aleluya! Alabad a Yahveh su (santo) nombre, / alabadle los siervos de Yahveh, los que estáis del Señor en la morada, en los atrios del templo de Dios nuestro / Alabad a Yahveh, porque es benigno; su nombre salmead, porque es amable, / porque a Jacob tiene Yahveh elegido, porque eligió a Israel por su peculio. Esto sé bien: que es Yahveh grande, y antes el Señor nuestro que todos otros dioses / Lo que quiera Yahveh en la tierra y cielos hace en el mar y en todos los abismos. Nubes alza de fines de la tierra; desata los relámpagos en lluvia; saca los vientos de sus receptáculos…/ Yahveh, tu nombre dura eternamente; tu memoria de edades en edades. / Porque Yahveh defensa es de su pueblo, y con sus siervos muéstrose propicio"



El Papa Juan Pablo II, consideró que este Salmo era el “gran Hallel”, es decir, la alabanza solemne y festiva que es preciso elevar al Señor con ocasión de la Pascua (Audiencia General de 9 de abril de 2003):
“Al inicio nos encontramos con la característica invitación a la alabanza, un elemento típico de los himnos dirigidos al Señor en el Salterio. La invitación a cantar el aleluya se dirige a los <siervos del Señor>, que en el origen hebreo se presentan <erguidos>en el recinto Sagrado del Templo, es decir, en el actitud de la oración.
Participan en la alabanza ante todo los ministros del culto, sacerdotes y levitas, que viven y actúan <en los atrios  de la casa de nuestro Dios>. Sin embargo, a estos <siervos del Señor>se asocian idealmente todos los fieles. En efecto, inmediatamente después se hace mención de la elección de todo el pueblo de Israel para ser aliado y testigo del amor del Señor:<Él se escogió a Jacob…>. Desde  esta perspectiva se celebran dos cualidades fundamentales de Dios: es <bueno> y es <amable>. El vínculo que existe entre nosotros y el Señor está marcado por el amor, por la intimidad y por la adhesión gozosa.
Finaliza el Santo Padre, su catequesis, recordando a su vez la catequesis del Papa del siglo I, San Clemente Romano, tercer sucesor de Pedro (cuarto Papa), que murió mártir en el año 87, bajo el reinado del emperador Trajano, sobre éste el Salmo 134 (Carta a los Corintios):
“Fijemos nuestra mirada en el Padre y Creador de todo el Universo y adhirámonos a los magníficos y sobrenaturales dones y beneficios de su paz. Mirémosle con nuestra mente y contemplemos con ojos del alma su magnífico designio…
Consideremos cuan blandamente se porta con toda la creación. Los cielos, movidos por su disposición, le están sometidos en paz. El día y la noche recorren la carrera por él ordenada, sin que mutuamente se impidan…
Todas estas cosas ordenó el grande Artífice y Soberano de todo el Universo que se mantuvieran en paz y concordancia, derramando sobre todas sus beneficios, y más copiosamente sobre nosotros, que nos hemos refugiado en su misericordia por medio de nuestro Señor Jesucristo. A él sea la gloria y la grandeza por la eternidad, Amén”.
 


Por su parte, el Papa Benedicto XVI, inicia su catequesis sobre el Salmo 134, con las palabras siguiente:
“Se presenta ahora ante nosotros la primera parte del Salmo 134, un himno de índole litúrgica,  entretejida, de alusiones, reminiscencias y referencias a otros textos bíblicos. En efecto, la liturgia compone a menudo sus textos tomando del gran patrimonio de la Biblia un rico repertorio de temas y de oraciones, que sostienen el camino de los fieles.
Sigamos la trama orante de esta primera sección, que se abre con una amplia y apasionada invitación a alabar al Señor. El llamamiento se dirige a los  <siervos del Señor que estáis en la casa de nuestro Dios>.
Por tanto, estamos en clima vivo del culto que se desarrolla en el templo, el lugar privilegiado y y comunitario de oración. Allí de modo eficaz la presencia de <nuestro Dios>, un Dios <bueno> y <amable>, el Dios de la elección y de la alianza...”
También Benedicto XVI, recuerda la <Carta a los Corintios> del Papa San Clemente Romano que decía así:
“Oh Señor, muestra tu rostro sobre nosotros para bien en la paz, para ser protegidos por tu poderosa mano, y líbrenos de todo pecado tu brazo excelso y de todos cuantos nos aborrecen sin motivos. Danos concordancia y paz a nosotros y a todos los que habitan sobre la tierra, como se la diste a nuestros padres que te invocaron santamente en fe y verdad…”

Después de este recuerdo del mensaje del Papa San Clemente, Benedicto XVI hace el siguiente comentario en la Audiencia General, mencionada anteriormente:
“Si, esta oración de un Papa del primer siglo la podemos rezar también nosotros, en nuestro tiempo, como nuestra oración el día de hoy: Oh Señor, haz resplandecer tu rostro, para el bien de la paz. Concédenos en estos tiempos concordia y paz a nosotros y a todos los habitantes de la tierra, por Jesucristo, que reina de generación en generación y por los siglos de los siglos. Amén”.

Sin duda los Salmos son oraciones maravillosas porque como nos recuerda nuestro Papa Benedicto XVI, en su libro Jesús de Nazaret (segunda parte):

“En los Salmos la historia pasada se convierte siempre en momento presente. La acción de gracias por la liberación es al mismo tiempo un grito de socorro en medio de las pruebas y las amenazas siempre nuevas…”

Ya, en el Antiguo Testamento, se nos narra el solemne juramento que pronunció el rey David, al Señor, asegurándole que no descansaría en paz, hasta conseguir para ÉL, una morada digna, y aunque fue el rey Salomón el que por fin logró esta dicha (Templo de Jerusalén), no deja de ser significativa dicha promesa, que nos demuestra la importancia de los edificios sagrados que los hombres, a lo largo de los siglos, ha construido para orar y dar culto a Dios.
El Salmo 131(primera parte), dice así:
"No entraré en el pabellón de mi casa, ni al lecho- de mi estrado yo subiré, / ni a mis ojos- sueño (reparador) he dar, ni a mis parpados-ninguna diversión, / hasta que pueda hallar-lugar para el Señor, y algún / albergue-al “Fuerte de Jacob”

El contenido de este compromiso solemne, es claro: el soberano no pisará el palacio real de Jerusalén, no irá tranquilo a descansar, si antes no ha encontrado una morada para el arca del Señor.
Y esto es muy importante, porque demuestra que en el centro de la vida social de una ciudad, de una comunidad, de un pueblo, debe estar una presencia que evoca el misterio de Dios trascendente, precisamente un espacio para Dios, una morada para Dios.
El hombre no puede caminar bien sin Dios, debe caminar juntamente con Dios en la historia, y el templo, la morada de Dios, tiene la misión de indicar de modo visible esta comunión, este dejarse guiar por Dios.