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miércoles, 24 de junio de 2015

TRABAJOS PUBLICADOS EN: MRM.MARUS (XIII)



 
 
 



--Jesús nos enseñó a orar

 

--La cena de Betania

 

--San Esteban ante el tribunal Supremo

 

--Los Sacramentos y el alma humana

 

--La Iglesia crece visiblemente en el mundo

 

--Jesús reveló el amor y la misericordia del Padre

 

--Jesús y el reto de la evangelización: Siglo VIII (Primera parte)

 

 

 
POEMA DE DAVID CUANDO ESTABA EN LA CUEVA (ORACIÓN) (Salmo 142-143)

(Sagrada Biblia. Versión oficial de la CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA Biblioteca de autores cristianos 2010)

 

A voz en grito clamo al Señor,

A voz en grito suplico al Señor;

Desahogo ante él mis afanes

Expongo ante él mi angustia,

Mientras me va faltando el aliento

 

Pero tú conoces mis senderos,

y que en el camino por donde avanzo

me han escondido una trampa.

Mira a la derecha, fíjate:

Nadie me hace caso;

No tengo a donde huir,

Nadie mira por mi vida.

A ti grito, Señor;

Te digo: <<Tú eres mi refugio

Y mi lote en el país de la vida>>

Que estoy agotado;

Líbrame de mis perseguidores,

Que son más fuertes que yo.

 

Sácame de la prisión,

Y daré gracias a tú nombre

Me rodearán los justos

Cuando me devuelvas tu favor.

 

ORACIÓN POR LA VICTORIA Y LA PROSPERIDAD (Salmo 144-143)

(Sagrada Biblia. Versión oficial de la CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA Biblioteca de autores cristianos 2010)

 

De David

Bendigo al Señor, mi Roca

Que adiestra mis manos para el combate,

Mis dedos para la pelea;

 

Mi bienhechor, mi alcázar,

Baluarte donde me pongo a salvo,

Mi escudo y refugio,

que me somete los pueblos.


Extiende la mano desde arriba:

Defiéndeme, líbrame

De las aguas caudalosas,

De la mano de los extraños,

cuya boca dice falsedades,

cuya diestra jura en falso.

 

 

 

martes, 23 de junio de 2015

JESÚS NOS ENSEÑO A ORAR






Jesús nos enseñó a orar, el nos dio  la plegaria del Padrenuestro, durante su Sermón de la Montaña (Mt 6, 9-13),  y nos pidió que tuviéramos absoluta confianza en los efectos de  la oración (Mt 7, 7-11):

-Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá;

-porque todo el que pide, recibe; y el que busca halla; y al que llama se le abrirá

-¿O quién habrá entre vosotros a quién su hijo pidiere pan?

¿Por ventura le dará una piedra?;

-o también le pidiere un pescado, ¿por ventura le dará una serpiente?

-Sí, pues, vosotros, con ser malos, sabéis dar dádivas buenas a vuestros hijos, ¿Cuánto más, vuestro Padre celestial dará bienes a los que se lo pidieren?

 


Jesús con su vida en oración nos puso de manifiesto, así mismo, la absoluta necesidad que tenemos todos los seres humanos de orar, ya que si Él, siendo Hijo Unigénito de Dios y Dios verdadero, necesitaba de la plegaria para preparar su espíritu, cuanto más necesitaremos los hombres, hijos adoptivos de Dios, de esta ayuda inestimable. El Papa San Juan Pablo II, consciente de esta necesidad imperiosa y antes los retos que se avecinaban para Iglesia, al comienzo de su Pontificado advertía:

“Solamente la oración puede lograr que todos  estos grandes cometidos y dificultades que se suceden no se conviertan en fuente de crisis, sino en ocasión y como fundamento, de conquistas cada vez más maduras en el camino del pueblo de Dios hacia la Tierra Prometida…”.

En la vida espiritual, de los primeros cristianos, destacaba la práctica de la oración comunitaria e individual, en forma <oral>, y el <Padrenuestro> era tomado siempre, como principal modelo de plegaria.

Sí, el “Padrenuestro”, es la oración fundamental de la Iglesia, pues como aseguraba, así mismo, el Papa Benedicto XVI, en su libro “Jesús de Nazaret” (Primera parte), cuando lo rezamos:

“Se cumple en nosotros la promesa de Jesús respecto a los verdaderos adoradores, a los que adoran al Padre <en espíritu de verdad> (Jn 4,23). Cristo que es la Verdad nos ha dado estas palabras y en ellas nos da el Espíritu Santo”

 


Por otra parte,  según el Papa Benedicto XVI, es  significativo el hecho de que el evangelista San Lucas, relacionara la oración  del Padrenuestro, con la oración personal de Jesucristo, y de aquí que resulte esencial escuchar y entender lo que Jesús quiere decirnos con ella.

Debemos, según nos dice el Papa intentar descubrir realmente, a lo largo de esta oración, los pensamientos de Jesús, es decir, lo que nos quería transmitir a través del Padrenuestro, teniendo en cuenta además que es una plegaria personal del Hijo con el Padre (Lc 11, 1-4):

-Y sucedió que estando El en cierto lugar orando, como hubo acabado, le dijo uno de sus discípulos:

-Señor, enséñanos a orar, lo mismo que Juan enseñó a sus discípulos.

-Les dijo: Cuando os pongáis a orar, decid: <Padre, sea santificado tu nombre; venga tu reino;

-el pan de nuestra subsistencia dánoslo cada día;

-y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe; y no nos metas en la tentación>




Entre las peticiones que el hombre hace al rezar el Padrenuestro tenemos en primer lugar: <Sea santificado tu nombre>

Que nos recuerda, según el Papa Benedicto XVI  (Ibid), el segundo mandamiento de la ley de Dios: <No pronunciarás el nombre del Señor, en falso>

La segunda petición del Padrenuestro es: <Venga tu reino>

Y con ella reconocemos  la primacía de Dios, pues como nos dice el Papa Benedicto, en la bibliografía anteriormente mencionada:

“Donde Él no está, nada puede ser bueno. Donde no se ve a Dios, el hombre decrece y decrece también el mundo…



Con la petición <Venga tu reino> (¡no el nuestro!), el Señor nos quiere llevar precisamente a este modo de orar y establecer las prioridades de nuestro obrar…

El Reino de Dios llega a través del que escucha. Ese es su camino. Y por eso nosotros hemos de rezar siempre”

Todas las peticiones del Padrenuestro son importantes, pero quizás la que supera a todas, es la última: <No nos metas en tentación>, o lo que es lo mismo, <No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal >

Sí, porque el maligno siempre está al acecho y el hombre, pide ayuda urgente, con esta plegaria al Padre, porque desea ser redimido por Él, de ese Mal que le acecha a cada paso, a lo  largo de su vida.

 


Jesús sabía, que el hombre necesitaba apoyarse en la oración, para contrarrestar la acción del maligno, pues aunque espiritualmente, muchas veces, se encuentre dispuesto a asumir las dificultades del día a día, la carne le lleva por los derroteros del Mal, para su desgracia, y es por ello que Jesucristo con su vida en oración nos quiere dar el ejemplo a seguir.

A tal propósito, recordemos con cuanta humildad se dirige Jesús a su Padre del cielo, para pedirle por los <suyos>, por aquellos que Él le había dado, para que continuaran su labor evangelizadora, después de su Pasión, Muerte y Resurrección (Jn 17, 6-10):

-Manifesté tu nombre a los hombres que  me distes del mundo, tuyos eran, y tú me los distes; y tu palabra han guardado. Ahora han conocido que todo cuanto me has dado de ti viene;

-pues las palabras que me confiaste, yo las he comunicado a ellos, y ellos las recibieron, y conocieron verdaderamente que de ti salí, y creyeron que tú me enviaste.

-Por ellos yo ruego: no ruego por el mundo, sino por aquellos que me has encomendado, pues tuyos son…

 Esta oración sacerdotal de Jesús, pudo tener lugar antes de encaminarse con sus Apóstoles hacía el huerto de Getsemaní, donde había de producirse su apresamiento, por la traición de Judas Iscariote. Ejemplo maravilloso de amor y de humildad, el que nos da Jesús con la misma.

<La oración es una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo…Es acción de Dios y del hombre; brota del Espíritu Santo, dirigida por completo al Padre; en unión con la voluntad humana del Hijo de Dios hecho hombre>. Esta definición del Catecismo está en total concordancia con la <oración testamentar de Jesucristo> En ella Jesús proclama su tarea reveladora del Padre; le glorifica, manifiesta su nombre, le da su palabra, es en definitiva el enviado del Padre al que retorna una vez que ha cumplido su misión, en perfecta unión con Él.

El Señor como hombre nacido en el pueblo de Israel, rezaba muchas veces con el Salterio,  el libro por excelencia para orar en la antigüedad, pero también muy adecuado en nuestros días. Todos los Salmos del Antiguo Testamento son excelentes para sobrellevar las dificultades de la vida del ser humano, que ha cambiado poco, desde el punto de vista, de la presencia del demonio y sus consecuencias, pero si hubiera que destacar alguno, recordaríamos en primer lugar el Salmo (2), tantas veces recitado por el pueblo de Israel con ocasión de grandes desgracias o alegrías, como sucedió cuando  los Apóstoles, Pedro y Juan, se libraron de la cárcel, donde injustamente habían estado retenidos (Hechos de los Apóstoles 4, 23-31 ):

-Puestos en libertad, se fueron a los suyos y les refirieron todo cuanto los sumos sacerdotes y los ancianos les habían hecho.




-Ellos, como lo oyeron, movidos de un mismo sentimiento, elevaron la voz hacia Dios y dijeron: <Señor, tú eres el Dios que hizo el cielo,  la tierra y la mar y todo cuanto existe en ellos

-el que por el Espíritu Santo por boca de nuestro padre David, tu siervo, dijo

¿Por qué se embravecieron las naciones y los pueblos tramaron vanidades?

-Acudieron los reyes de la tierra, y los jefes se juntaron en un haz, en contra del Señor y en contra de su Ungido

En esta plegaria espontánea, de la primitiva iglesia de Cristo, se puede apreciar, en primer lugar, la seguridad absoluta de sus miembros en la inspiración divina de las Sagradas Escrituras, y en segundo lugar, el significado profundo que la misma tenía para los seguidores de Cristo, al igual que la tuvo en su tiempo para el antiguo pueblo de Israel; ya que este Salmo y otros muchos, como por ejemplo, el 15(16), el 21(22), el 44(45), el 105(106) y el 136, son llamados <Salmos reales> y tienen carácter <mesiánico>, porque proféticamente anuncian la llegada del Mesías.

Por otra parte, aunque los <Salmos regios>, desde el aspecto estrictamente literario, según algunos autores, no tengan necesidad de interpretarse en el sentido <mesiánico>, lo cierto es que la Iglesia de Cristo y en particular los Santos Padres y lo que es más importante, nuestro Señor Jesucristo, le han dado éste carácter, justificable sin duda, por la realidad de los hechos acaecidos y profetizados por ellos.




Por otra parte, el Salmo (2), puede considerarse el <Salmo mesiánico>, por excelencia, porque nos habla del <Ungido>, en referencia al Hijo del hombre, que había de venir, lo cual se cumplió en la persona de Jesús, que fue perseguido y humillado por los hombres <malvados> y ensalzado y Resucitado por su Padre, en beneficio de toda la humanidad.

Así mismo el Salmo (2), es uno de los más nombrados en la Santa Biblia ya que lo que nos viene a decir es que “El Mesías, es el Rey de Sion y de toda la tierra”, cuestión comprobada a lo largo de toda la historia de la Iglesia de Cristo, pues como profetiza el Salmo a pesar de los constantes ataques de  hombres <malvados>, al Señor y su Ungido, en el pasado, y también en la actualidad, la Iglesia ha permanecido <firme en la fe> y perseverante por encima del Mal, y así será hasta el fin de los siglos.

El Salterio (Tehil-lim) está constituido por 150 Salmos que por sus argumentos y contenidos presentan una gran variedad de estilos, por lo que se hace difícil clasificarlos adecuadamente, de una forma definitiva.
De cualquier manera, no sólo representa el ejemplo más expresivo de la lírica del pueblo judío, además de la obra religiosa de carácter poético más perfecta y acabada, sino que constituye sobre todo el mejor libro de oraciones, que los hombres han utilizado en todos los tiempos,  para hablar con Dios, en todas las situaciones de sus vidas, pues el ser humano debe confiar siempre en el Señor que castiga a los <malos> y perdona a los <humildes de corazón>.
Esta no es una <fe infantil>, como algunos quieren entender, sino una <fe absoluta> en Dios y en el mensaje de su Hijo Unigénito, nuestro Señor Jesucristo.

 


 El Papa San Juan Pablo II, quiso restablecer la utilidad del Salterio para realizar la <oración oral>, que bien hecha, es un medio ideal para relacionarnos con el Señor y decidió llevar a cabo una serie de catequesis, para mostrar a los fieles la riqueza del Salmo como oración; precisamente en su audiencia general del miércoles 28 de marzo del 2001, entre otras cosas, nos dijo lo siguiente:

“En la Carta Apostólica: <Novo millennio ineunte>, he manifestado mi deseo de que la Iglesia se caracterice cada vez más por el arte de la oración, aprendiéndola siempre de manera renovada de los labios del Divino Maestro. Este compromiso debe ser vivido especialmente en la liturgia, fuente y culmen de la vida eclesiástica.
En esta línea es importante prestar una mayor atención pastoral a la promoción de la <Liturgia de las Horas>, como oración de todo el Pueblo de Dios. De hecho, si bien los sacerdotes y los religiosos tienen un preciso deber de celebrarla, se propone también vivamente a los laicos.
Este fue el objetivo que se planteó hace ya 30 años, mi venerado predecesor, Pablo VI, con la Constitución: <Laudis canticum>, en la que determinaba el modelo vigente de esta oración, con el deseo de que los Salmos y los Cánticos, que dan ritmo a la <Liturgia de las Horas>, fueran comprendidos <con amor renovado por el Pueblo de Dios>”

Y más adelante en esta misma audiencia anunciaba sus propósitos, en este sentido:

“Con este objetivo comenzamos hoy una serie de catequesis sobre los Salmos y los Cánticos propuestos en la oración matutina de Laudes. Deseo de este modo alentar y ayudar a todos a rezar con las mismas palabras utilizadas por Jesús y presentes desde hace milenios en la oración de Israel y en la de la Iglesia”

 


Por su parte, el Papa Benedicto XVI prosiguió con esta labor iniciada por su predecesor en la Silla Papal, dispensándonos también, con el beneficio de sus enseñanzas sobre el Salterio, y hasta la fecha, comentó un gran número de ellos, entre los que cabe destacar los siguientes:

Salmo 120(119) (El guardián de Israel), Salmo 122(121) (El Señor, esperanza del pueblo), Salmo 125(124) (Dios, alegría y esperanza nuestra), Salmo 126(125) (El esfuerzo humano es inútil sin Dios), Salmo 135(134) (Himno pascual)…, Salmo 137(136) (Himno de acción de gracias), Salmo 138(137) (Dios lo ve todo) etc.

Los Papas San Juan Pablo II y Benedicto XVI,  han coincidido al menos en dos ocasiones en sus catequesis sobre los Salmos, y así nos encontramos, por ejemplo, que los Salmos 134 y 143, han sido comentados y analizados en profundidad por ambos.

La primera parte del Salmo (143), fue comentado por el Papa San Juan Pablo II en su Audiencia General del miércoles día 21 de mayo de 2003, y tres años después, en la Audiencia General del miércoles 11 de enero de 2006, el Papa Benedicto XVI, también dedicó su catequesis a este Salmo . 

Para el Papa Juan Pablo II, esta plegaria tiene las características de un Salmo real, entretejido con otros textos bíblicos, para dar vida a una nueva composición de oración, y quien habla, en primera persona es el mismo rey David, reconociendo el origen divino de sus éxitos, (Audiencia General, 21 de mayo de 2003):

“El Señor es presentado con imagines marciales, según la antigua tradición simbólica. En efecto, aparece como un instructor militar, un alcázar inexpugnable, un escudo protector, un triunfador. De esta forma se quiere exaltar la personalidad de Dios, que se compromete contra el mal de la historia: no es un poder oscuro o una especie de hado, ni un soberano impasible e indiferente respecto a las vicisitudes humanas. Las citas y el tono de esta celebración divina guardan relación con el himno de David que se conserva en el Salmo 17 y en el capítulo 22 del segundo libro de Samuel…


Sólo con el apoyo de Dios podemos superar los peligros y las dificultades que encontramos diariamente en nuestra vida, sólo contando con la ayuda del cielo podremos esforzarnos por caminar, <como el antiguo rey de Israel>, hacia la liberación de toda opresión”

Por su parte, Benedicto XVI, también considera que este Salmo real tiene carácter mesiánico, (Audiencia General, 11 de enero  de 2006):

“El himno comienza con una bendición, es decir, con una exclamación de alabanza dirigida al Señor, celebrado con una pequeña letanía de títulos salvíficos: es la roca segura y estable, es la gracia amorosa, es el alcázar protegido, el refugio defensivo, la liberación, el escudo que mantiene alejado todo asalto del mal. También se utiliza la imagen marcial de Dios que adiestra a los fieles para la lucha a fin de que sepan afrontar las hostilidades del ambiente, las fuerzas oscuras del mundo”

La primera parte del Salmo (134) fue comentada por el Papa San Juan Pablo II, en su Audiencia General del miércoles 9 de abril de 2003, y dos años después, en la Audiencia General del miércoles 28 de septiembre de 2005, el Papa Benedicto XVI, trató también sobre éste Salmo en su catequesis.
 


El Papa San Juan Pablo II, consideró que este Salmo era el “gran Hallel”, es decir, la alabanza solemne y festiva que es preciso elevar al Señor con ocasión de la Pascua (Audiencia General de 9 de abril de 2003):

“Al inicio nos encontramos con la característica invitación a la alabanza, un elemento típico de los himnos dirigidos al Señor en el Salterio. La invitación a cantar el aleluya se dirige a los <siervos del Señor>, que en el origen hebreo se presentan <erguidos>en el recinto Sagrado del Templo, es decir, en el actitud de la oración.

Participan en la alabanza ante todo los ministros del culto, sacerdotes y levitas, que viven y actúan <en los atrios  de la casa de nuestro Dios>. Sin embargo, a estos <siervos del Señor>se asocian idealmente todos los fieles. En efecto, inmediatamente después se hace mención de la elección de todo el pueblo de Israel para ser aliado y testigo del amor del Señor:<Él se escogió a Jacob…>. Desde  esta perspectiva se celebran dos cualidades fundamentales de Dios: es <bueno> y es <amable>. El vínculo que existe entre nosotros y el Señor está marcado por el amor, por la intimidad y por la adhesión gozosa”



Por su parte, el Papa Benedicto XVI, inicia su catequesis sobre el Salmo (134) con las palabras siguiente:

“Se presenta ahora ante nosotros la primera parte del Salmo 134, un himno de índole litúrgica,  entretejida, de alusiones, reminiscencias y referencias a otros textos bíblicos. En efecto, la liturgia compone a menudo sus textos tomando del gran patrimonio de la Biblia un rico repertorio de temas y de oraciones, que sostienen el camino de los fieles.

Sigamos la trama orante de esta primera sección, que se abre con una amplia y apasionada invitación a alabar al Señor. El llamamiento se dirige a los  <siervos del Señor que estáis en la casa de nuestro Dios>.

Por tanto, estamos en clima vivo del culto que se desarrolla en el templo, el lugar privilegiado y y comunitario de oración. Allí de modo eficaz la presencia de <nuestro Dios>, un Dios <bueno> y <amable>, el Dios de la elección y de la alianza...”

 que decía así:

“Oh Señor, muestra tu rostro sobre nosotros para bien en la paz, para ser protegidos por tu poderosa mano, y líbrenos de todo pecado tu brazo excelso y de todos cuantos nos aborrecen sin motivos. Danos concordancia y paz a nosotros y a todos los que habitan sobre la tierra, como se la diste a nuestros padres que te invocaron santamente en fe y verdad…”

 


Los Salmos son oraciones maravillosas que nos pueden servir para aprovecharnos de los beneficios que < flotan en el aire> bajo la acción del Espíritu Santo, porque como  recuerda el Papa Benedicto XVI, en su libro Jesús de Nazaret (segunda parte):

“En estos Salmos la historia pasada se convierte siempre en momento presente. La acción de gracias por la liberación es al mismo tiempo un grito de socorro en medio de las pruebas y las amenazas siempre nuevas…”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 22 de junio de 2015

LA CENA DE BETANIA



 
 


Sucedió que Jesús tras la resurrección de su querido amigo Lázaro dejo de presentarse en público entre los judíos; se retiró a una región próxima a un desierto, concretamente a una ciudad llamada Efrén, en compañía de sus discípulos. La causa de este alejamiento momentáneo de las gentes que le seguían impresionadas por el milagro portentoso que había realizado hay que buscarla sin duda en el hecho de que tanto los componentes de la secta de los fariseos, como los sumos sacerdotes convocaron de inmediato un consejo, pues se encontraban asustados ante el poder de Jesús.

Ellos se preguntaban: ¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos milagros. Si los dejamos, todos creerán en él, vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación (Jn 11, 47-48).

 
 


Pero uno de ellos llamado Caifás, sumo sacerdote en aquellos momentos, tenía las cosas muy claras, no estaba confundido, según él, ante los hechos por todos presenciados, convenció a sus compañeros de que lo mejor para todos ellos era buscar a Jesús, prenderlo y matarlo…

Seguramente no todos estarían tan seguros de que aquel comportamiento fuera el más correcto, pero la mayoría, ya se sabe que arrastra a la minoría, y la lucha entre el bien y el mal siempre ha estado presente en la historia de la humanidad. Actualmente se siguen repitiendo situaciones de injusticia, aunque claro está, que no comparables a aquella que pretendía atentar contra la vida del Mesías, que aquellos hombres se negaban a reconocer por miedo a perder sus humanos privilegios y, que final se perpetró.

Se acercaba ya la Pascua y algunos de aquellos judíos que buscaban a Jesús para prenderlo, por orden de sus autoridades, estaban expectantes y se preguntaban: ¿Qué creéis? ¿Vendrá o no a la fiesta? (Jn 11, 56). Jesús esperó, y seis días antes de la Pascua  se presentó en Betania, aquella ciudad tan quería por él, donde vivían sus amigos: Lázaro, Marta y María. Se  celebró  una cena en honor de Jesús en la que participaron también sus  discípulos,  durante la cual ocurrió un hecho sorprendente a los ojos de algunos y especialmente reprobable a los del Apóstol traidor, Judas Iscariote. El Apóstol San Juan guardó aquel momento en su corazón y años después cuando ya era viejo lo relató así en su Evangelio (Jn 12, 2-11):



“Marta servía. Lázaro, al que resucitó de entre los muertos era uno de los comensales/ María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho valor, ungió los pies de Jesús y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó de olor del perfume/ Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que  lo había de entregar, dijo/ ¿Por qué no se vendió ese perfume por trescientos denarios para darlo a los pobres?/ No decía esto porque le preocupasen los pobres, sino porque era un ladrón, y como encargado del cuidado de la bolsa, robaba de lo que en ella echaban/ Jesús dijo: Déjala, que para el día de mi sepultura tenía guardado  este perfume/ Pues a los pobres siempre  los tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis”



Esta unción de los pies del Señor, por parte de María, la hermana de Lázaro, viene a ser como un presentimiento de la muerte del Señor, pero al mismo tiempo un anuncio de la Resurrección de Éste tal como nos aclaró el Papa Benedicto XVI en su Homilía durante la celebración en sufragio del Papa Juan Pablo II:

“Este relato evangélico confiere un intenso clima pascual a nuestra meditación: La cena de Betania es preludio de la muerte de Jesús, bajo el signo de la unción que María hizo en honor del maestro y que él aceptó en previsión de su sepultura. Pero también es anuncio de Resurrección, mediante la presencia misma del  resucitado Lázaro, testimonio elocuente del poder de Cristo sobre la muerte”

Efectivamente, el Señor, de una forma encubierta y delicada toma esta unción con un caro perfume, por parte de María, no como un lujoso regalo, sino como un obsequio funerario. Estaba ya muy próxima su entrada triunfal en Jerusalén, y la gran muchedumbre que había venido a la fiesta de la celebración de la Pascua, habiendo oído que Jesús se presentaría también en ella se prepararon con palmas para salir a su encuentro.

Sigue Benedito XVI diciendo en su Homilía (Ibid):

“Además de su profundo sentido pascual, la narración de la cena de Betania encierra una emotiva resonancia, llena de afecto y devoción, de alegría y de dolor: alegría por la visita de Jesús y de sus discípulos, por la resurrección de Lázaro, por la Pascua ya tan cercana; y amargura profunda porque esa Pascua podía ser la última, como hacían temer las tramas de aquellos judíos, que aguardaban la muerte de Jesús, y las amenazas contra Lázaro, cuya muerte se proyectaba”

 


Sí, porque muchos judíos habiéndose enterado que Jesús se encontraba en Betania, en casa de Lázaro y sus hermanas se apresuraron a marchar hasta allí, no solo por volver a ver a Aquel que había realizado un milagro tan portentoso, sino por comprobar que efectivamente Lázaro estaba vivo y ofrecía una cena a su salvador y amigo. Pero entonces cuenta también San Juan que (Jn 12, 10): “Los sumos sacerdotes se propusieron  matar también a Lázaro”

Como advierte Benedicto XVI (Ibid):

“En este pasaje evangélico hay un gesto sobre el que se debe central nuestra atención, y que también habla de modo singular a nuestro corazón: en un momento determinado María de Betania, <toma una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos>. Es uno de los detalles de la vida de Jesús que San Juan recogió en la memoria de su corazón y que contiene una inagotable fuerza expresiva.

Habla del amor a Cristo, un amor sobrenatural, prodigo, como el ungüento <muy caro> derramado sobre sus pies. Un hecho, que sistemáticamente, escandalizó a Judas Iscariote: la lógica del amor contrasta con la del interés económico.



San Agustín comentando este pasaje del Evangelio de San Juan escribe: “La casa se llenó de perfume, es decir el mundo se llenó de la buena fama. El buen olor es la buena fama…Por merito de los buenos cristianos, el nombre del Señor es elevado (In Io.evang.tr., 50, 7)”

Así es, como proclamaba otro santo de nuestro tiempo, el Papa San Juan Pablo II (Ibid):

“naturalmente, la fuerza de la Iglesia de Cristo, en Oriente y en Occidente, a través de los siglos, está en el testimonio de los santos, de los que la verdad de Cristo han hecho su propia verdad, de los que han seguido el camino que es Él mismo, que han vivido la vida que brota de Él en el Espíritu Santo. Y nunca han faltado esto santos en la Iglesia, en Oriente y en Occidente”

 


También los santos de nuestro tiempo han sido en gran parte mártires, como en siglos pasados, como lo fueron Lázaro y sus hermanas por amor a Jesucristo. La historia de estos amigos de Jesús se pierde en el transcurrir de los tiempos, pero sin embargo la Iglesia los considera santos porque han quedado vestigios de dicha santidad, especialmente por los milagros que a ellos se deben.

Existen bellas leyendas sobre los avatares por los que tuvieron que pasar estos hermanos, aunque no cabe duda que habiendo sido crucificado Jesús, y estando Lázaro señalado como reo de muerte por los sumos sacerdotes, tendrían que salir de Israel y alejarse lo más posible de aquellas personas que les perseguían. Se cuenta que estos santos palestinos, después de la Ascensión del Señor, fueron lanzados al mar en una nave sin timón, sin mástiles y sin pertrechos, para exponerles a un naufragio seguro. Fuera así o no, seguro que la divina Providencia actuaria a su favor, permitiendo que llegaran a tierra firme y así pudieran rehacer sus maltrechas vidas.

Los lugares donde pudieran haber recalado son objeto de diversas historias, que en su mayor parte no tienen fundamento sólido y que sin embargo permanecen en la tradición de la Iglesia. Y esto es así porque el ejemplo de los primeros hombres y mujeres que siguieron a Jesús, que fueron sus amigos, que escucharon y creyeron en sus palabras y después las transmitieron a otras gentes, son el mejor ejemplo a seguir y dan fuerza ahora y siempre a los evangelizadores para seguir con la misión que el Señor encomendó.

Precisamente en estos tiempos, son más necesarias que nunca actitudes de amor y misericordia como las dadas por estos hermanos que siendo amigos de Jesús, no tuvieron miedo del peligro a que se exponían por el hecho de serlo. Ellos lo perdieron todo, todo lo material que poseían, y según parece no era poco, pero ganaron todo, ganaron mucho más, la gloria de haber compartido con Dios sus vidas en  este mundo, y el estar a su lado para siempre en el otro…Por eso la Iglesia los recuerda y los toma como ejemplo a seguir en el camino de la evangelización.



Sí, porque como decía el Papa San Juan Pablo II (Cruzando el umbral de la esperanza):

“la Iglesia renueva cada día, contra el espíritu de este mundo, una lucha que no es otra cosa que la lucha por el alma de este mundo. Si de hecho, por un lado, en él están presentes el Evangelio y la evangelización, por otra hay una poderosa anti-evangelización, que dispone de medio y de programas, y se opone con gran fuerza al Evangelio y a la evangelización. La lucha por el alma del mundo contemporáneo es enorme allí donde el espíritu de este mundo parece más poderoso. En este sentido, la Encíclica <Redemptoris missio>, habla de los modernos areópagos, es decir, de los nuevos púlpitos. Estos areópagos son hoy el mundo de la ciencia, de la cultura, de los medios de comunicación; son los ambientes en que se crean las elites intelectuales, los ambientes de los escritores y de los artistas.

La evangelización renueva su encuentro con el hombre, está unida al cambio generacional. Mientras pasan las generaciones que se han alejado de Cristo y de su Iglesia, que han aceptado el modelo laicista de pensar y de vivir, o a las que ese modelo les ha sido impuesto, la Iglesia mira siempre hacia el futuro; sale, sin detenerse nunca, al encuentro de las nuevas generaciones”

 


Y las nuevas generaciones responden porque el Espíritu Santo está presente en la Iglesia y obra constantemente; porque Cristo es siempre joven y nos recuerda ¡Mi Padre obra siempre y yo también obro! (Jn 5, 17)