Nos recordaba el Papa Francisco, en este sentido que
(Homilía en la Solemnidad de la Natividad; 24 de diciembre de 2017): “Por su oficio, los pastores, eran hombres y
mujeres que tenían que vivir al margen de la sociedad. Las condiciones de vida
que llevaban, los lugares en los cuales eran obligados a estar, les impedían
practicar todas las prescripciones rituales de purificación religiosa y, por
tanto, eran considerados impuros. Su piel, sus vestimentas, su olor, su manera
de hablar, su origen los delataba. Todo en ellos generaba desconfianza. Hombres
y mujeres de los cuales había que alejarse, a los cuales temer; se los consideraba paganos entre los
creyentes, pecadores entre los justos, extranjeros entre los ciudadanos. A ellos
(paganos, pecadores y extranjeros) el ángel les dice: <No teman, porque les
traigo una buena noticia, una gran alegría para todos los pueblos (Lc 2, 11):
Hoy, en la ciudad de David, ha nacido el
Salvador, que es Cristo, el Señor”
Sucedió, en efecto, según nos narra el evangelista san Lucas, que unos
pastores se encontraban en las cercanías del establo donde había nacido el Niño
Jesús, y de pronto, se vieron envueltos en una claridad, junto con sus rebaños;
era la luz de la gloria del Señor, dice san Lucas en su Evangelio, y de
improviso, un ángel se les presentó hablándoles así (Lc 2, 10-12): “No temáis.
Mirad que vengo a anunciaros la alegría, que lo será para todo el pueblo / Hoy,
en la ciudad de David, os ha nacido el Salvador, que es Cristo, el Señor / y
esto os servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales y
reclinado en un pesebre”
Los pastores con su actitud demostraron una gran fe en las palabras del
ángel; ellos los marginados de aquella sociedad habían tenido el privilegio de
recibir el primer anuncio de la llegada del Mesías a la tierra, tal como había sido profetizado desde la
antigüedad, y por eso se llenaron de alegría.
Dice el Papa Francisco recordando estos versículos (Ibid): “Esa es la
alegría que esta noche estamos invitados a compartir, a celebrar y a anunciar.
La alegría con la que a nosotros, paganos, pecadores y extranjeros Dios nos
abrazó en su infinita misericordia y nos impulsa a hacer lo mismo. La fe esta
noche nos mueve a reconocer a Dios presente en todas las situaciones, en las
que lo creíamos ausente. Él está en el visitante indiscreto, tantas veces
irreconocible, que camina por nuestras ciudades, en nuestros barrios, viajando
en nuestros metros, golpeando nuestras puertas"
Sí, porque como podemos leer en la Carta de san Pablo a su querido
discípulo Tito, cuando le hablaba sobre la Encarnación del Hijo de Dios y los
fundamentos de la ética y piedad cristiana (Tt 2, 11-15): “Se ha manifestado la
gracia de Dios, portadora de salvación para todos los hombres / educándonos
para que renunciemos a la iniquidad y a las concupiscencias mundanas, y vivamos
con prudencia, justicia y piedad en este mundo / Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria
del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo / que se entregó a sí mismo por
nosotros, para redimirnos de toda iniquidad, y para purificar para sí un pueblo
escogido, celoso por hacer el bien / Di estas cosas, y exhorta y corrige con
toda autoridad”
A este propósito, el Papa Benedicto XVI, en la Homilía del 24 de diciembre de 2011, se expresaba en los siguientes términos: “La lectura que acabamos de escuchar, tomada de la Carta de san Pablo a Tito, comienza solemnemente con la palabra <apparuit>, que también encontramos en la lectura de la Misa de la aurora: <apparuit> (ha aparecido, se ha manifestado). Esta es una palabra programática, con la cual la Iglesia quiere expresar de manera sintética la esencia de la Navidad.
Antes, los hombres habían hablado y creado imágenes humanas de Dios de
muchas maneras. Dios mismo había hablado a los hombres de diferentes modos.
Pero ahora ha sucedido algo más: Él ha aparecido. Se ha mostrado. Ha salido de
la luz inaccesible en la que habita. Él mismo ha venido a nosotros. Para la
Iglesia antigua, esta era la gran alegría de la Navidad: Dios se ha
manifestado. Ya no es solo una idea, algo que se ha de intuir a partir de las
palabras”
Ciertamente es conmovedor el hecho de que Dios se haya tenido que hacer
un niño, para que podamos atrevernos amarlo, y que como niño se
haya confiado a nuestros cuidados. El típico Belén que montamos en muchas de
nuestras casas los cristianos, nos habla de todo esto. Sobre todo sirve para
que los más pequeños de la casa, y porque no también los más ancianos, nos
recuerden una vez más que allí está
Jesús, el Señor.
<Vino a los suyos , y los suyos no le recibieron>
Son preguntas provocativas y al mismo tiempo sensatas sobre las que tendríamos que reflexionar en estos momentos tan críticos para la humanidad...Como dice el Papa también, en este sentido (Ibid):