Desde tiempos de San Gregorio
Magno (+ 604), la Iglesia romana tenía
la costumbre de celebrar, en el día de
Navidad, tres Misas : *La primera misa se celebra a media noche, en la
Santa María Mayor, donde se veneraba el pesebre de la gruta de Belén: "En ella
el pensamiento capital es Cristo, el Niño de Belén nacido de la Virgen María e Hijo eterno y
consustancial del Padre.
En ella celebramos, por tanto, el nacimiento eterno y temporal del Señor. En el <Introito> se alude al nacimiento eterno: <El Señor me dijo: Mi Hijo eres tú; hoy te he engendrado.>” (Rmo. P. Fr. Pérez de Urbel).
Se refiere esta frase a aquella
que aparece en el Sartorio o libro de los Salmos, y más concretamente al Salmo
2, en el que se nos dice que Dios cumple sus designios estableciendo a su
Ungido. En el Nuevo Testamento este Salmo aparece en distintas ocasiones
siempre relacionándolo con Jesús, nuestro Salvador (Sal 2, 1-7):
“¿Por qué se sublevan las
naciones y traman los pueblos vanos proyectos?/Se alzan los reyes de la tierra,
y los príncipes se confabulan contra el Señor y contra su Ungido/< ¡Rompamos
sus cadenas, arrojemos de nosotros su yugo!>/El que está sentado en los
cielos se ríe, se burla de ellos el Señor/Les habla en su ira, con su cólera
los aterra/<Yo mismo he ungido a mi Rey en Sión, mi monte santo>. Proclamaré el decreto del Señor
Él me ha dicho: <Tú eres mi hijo. Yo te he engendrado hoy>"
Jesús es el Ungido, aquel del que
Dios Padre dice: <Tú eres mi hijo. Yo te he engendrado hoy…>. La cuestión
del origen de Jesús siempre ha estado en tela de juicio entre eruditos y no
eruditos: ¿Quién dice la gente que soy yo? pregunta incluso Jesús en una
ocasión a sus discípulos…Él sabía de sobra la respuesta, pero pregunta para
probar la fidelidad, al menos, de los suyos. El duro corazón de los hombres
siempre se esconde tras preguntas como éstas: ¿Quién es Jesús? ¿De dónde
viene? cuestiones ambas íntimamente relacionadas…
Podríamos pensar ¿Cómo después de tantos siglos puede haber todavía gente que se haga este tipo de preguntas? Pero las hay sin duda, más aún, algunas personas ni se lo preguntan, porque pasan de Dios y de su Ungido, como si se tratara de alguien del pasado que no tiene nada que ver con el hombre de hoy, con el hombre del siglo XXI, tan envanecido de sus logros, que hasta pretende llegar a crear vida... a espaldas de su Creador, cosa que jamas logrará.
La humildad brilla por su ausencia en las generaciones actuales que se olvida, como se nos recuerda en el Salmo 2, que el Señor es sumamente misericordioso y quiere que todos sus hijos se salven, pero también es inmensamente justo y por eso dice: <¡Rompamos sus cadenas, arrojemos de nosotros su yugo!>...
El Papa Benedicto XVI en su libro
<La infancia de Jesús>, nos muestra de forma clara como los cuatro
evangelistas, al hablar de Jesús pretendían responder a las preguntas de los
hombres respecto al origen de Jesús: “Han sido escritos (los Evangelios) precisamente
para dar una respuesta. Cuando Mateo comienza su Evangelio con la genealogía de
Jesús, quiere poner de inmediato bajo la luz correcta, ya desde el principio, la
pregunta sobre el origen de Jesús; la genealogía es como una especie de título
para todo el Evangelio. Lucas, a su vez, ha colocado la genealogía de Jesús, al
comienzo de su vida pública, casi como una presentación pública de Jesús, para
responder con matices diversos a la misma pregunta, y anticipando lo que luego
desarrollará en todo el Evangelio…”
Así es, en la zona de Belén,
donde nació Jesús, debía ser frecuente la presencia cercana de algunos
pastores. Como podemos leer en el libro de Benedicto XVI (Ibid): “Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria
del Señor los envolvió en claridad (Lc 2, 8s). Los primeros testigos del gran
acontecimiento son pastores que velan. Mucho se ha reflexionado sobre el
significado que puede tener el que sean precisamente los pastores los primeros
en recibir el mensaje"
Jesús nació fuera de la ciudad, en un ambiente en que por todas partes en los alrededores había pastos a los que los pastores llevaban sus rebaños. Era normal por tanto que ellos, al estar más cerca del acontecimiento, fueran los primeros llamados a la gruta.
"Naturalmente se puede ampliar
inmediatamente la reflexión: quizás ellos vivieron más de cerca el
acontecimiento, no solo exteriormente, sino también interiormente… Y tampoco
estaban interiormente lejos del Dios que se hace niño. Esto concuerda con el
hecho de que formaban parte de los pobres, de almas sencillas, a los que Jesús
bendeciría, porque a ellos está reservado el acceso al misterio de Dios (Lc 10,
21s). Ellos representan a los pobres de Israel, a los pobres en general: los
predilectos del amor de Dios…”(Papa Benedicto XVI; Ibid)
Verdaderamente es muy consolador
recordar aquellos tiempos, no tan lejanos, cuando en las casa de los cristianos católicos el <Belén>,
constituía el centro de atención de toda la familia, y allí siempre estaban por
supuesto los pastores adorando al Niño recién nacido…Ahora en cambio se
prefiere al papá Noel y el arbol de Navidad...
Sí, se prefiere muchos más, al papá Noel, porque trae regalos a los niños, una moda que recuerda según parece, las costumbres paganas de los romanos, cuando celebraban las fiestas, a mediados de diciembre en honor de uno de sus dioses, concretamente, Saturno (Cronos para los griegos), al final de las cuales los niños recibían obsequios de todos los mayores…
No cabe duda que esto es un
síntoma más, del paganismo que impera en las sociedades de los últimos siglos,
y que está llegando a límites insospechados en los últimos años…Si seguimos por
éste camino va a tener razón Jesús, cuando dudó de que en su segunda venida a
la tierra (parusía) pudiera encontrar algún creyente…
Pero volvamos de nuevo a la
narración de San Lucas cuando habla de los pastores que adoraron al Niño Jesús:
“El ángel del Señor se presentó y
la gloria del Señor los envolvió de
claridad. <Y se llenaron de gran temor> y les anuncia una <gran
alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David, os ha nacido el
Salvador, que es el Mesías, el Señor> (Lc 2, 10s). Se les dice que
encontrarán como señal a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
Y <de pronto, en torno al
ángel, apareció una legión del ejercito
celestial, que alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en el cielo, y en la
tierra paz a los hombres en quienes él
se complace> (Lc 2, 13, 14)…Y así, desde aquel momento hasta ahora el canto de alabanza de los ángeles jamás ha cesado. Continúa a través de los siglos siempre con nuevas formas y, en la celebración de la Natividad de Jesús, resuena siempre de modo nuevo. Se comprende bien que el pueblo sencillo de los creyentes haya después oído cantar también a los pastores, y hasta el día de hoy se una sus melodías en la Noche Santa, expresando con el canto la gran alegría que desde entonces hasta el fin de los tiempos se nos ha dado a todos…” (Benedicto XVI; Ibid).
*La tercera y última misa celebrada por la
Iglesia para conmemorar la Natividad del Señor, nos presenta al recién nacido
en todo el esplendor de su hermosura:“En la revelación del Misterio de
la Navidad hay una graduación, expresada en cada una de las tres misas: noche,
alborada, mediodía; María sola, los pastores (algunos elegidos), el mundo
entero.
El Salvador, nuestro Salvador, el Salvador del mundo. El Introito de esta tercera misa condesa el pensamiento fundamental de la liturgia de este día: <Un Niño nos ha nacido>. Pero este Niño, que descansa en el pesebre, es el Señor del cielo. <Sobre sus hombros sostiene el imperio del mundo…En el principio era el Verbo…Y el Verbo se hizo carne…>
Los apóstoles, San Pablo y San
Juan cantan sus grandezas divinas, el primero en la Epístola (a los Hebreos) y
el segundo en su Evangelio. Y nosotros
nos llenamos de alegría porque <ese Niño, que nace para salvar al mundo, es
para nosotros el autor de una generación divina y será dador de la
inmortalidad>” (Rmo. Fr. Justo Pérez de Urbel).
Así es, como lo narra el apóstol San
Juan en su Evangelio: <En Principio ya existía la Palabra, y la Palabra
estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios…Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros> (Jn 1, 1-14):
“El hombre Jesús es el
<acampar> del Verbo, el eterno <Logos> divino en este mundo…El
origen de Jesús, su <de dónde>, es el principio mismo, la causa primera
de la que todo proviene; la <luz> que hace del mundo un cosmos…” (Papa
Benedicto XVI; Ibid).