Excepcional amor profesa Jesús a los niños y lo demostró durante toda su vida pública sobre la tierra. Le gustaba estar entre ellos, cosa muy rara para un judío de la época, dado que la sociedad israelita, por entonces, no consideraba la infancia como una parte primordial del ser humano; acostumbraba a imponerles las manos sobre las cabezas, los abrazaba con cariño y los bendecía. Incluso le disgustó mucho el hecho de que sus discípulos no les dejasen acercarse a él, tal como podemos leer en el Evangelio de San Mateo (Mt 19, 13-15):
-Entonces le fueron presentados
unos niños, para que pusiera las manos sobre ellos y recitase una oración; más
los discípulos les riñeron.
-Pero Jesús dijo: <Dejad en
paz a los niños y no les impidáis que vengan a mí, porque de los tales es el
reino de los cielos>
-Y habiendo puesto las manos
sobre ellos, partió de allí.
También el evangelista San Marcos
nos narra el encuentro de Jesús con los niños en su camino hacia Jerusalén para
celebrar su última Pascua; el añade al relato del Apóstol San Mateo algo muy importante
para todos los cristianos, concretamente que si no nos hiciéramos como niños no
entraríamos en el reino de Dios (Mc 10, 13-16):
-Y le presentaron unos niños para
que los tocase, pero los discípulos reñían a los que los traían.
-Viéndolo Jesús, se enojó y les
dijo: <Dejad a los niños que vengan a mí, no se lo impidáis; pues de los
tales es el reino de Dios.
-En verdad os digo, quién no
reciba el reino de Dios como niño, no entrará en él.
-Y después de abrazarlos los
bendecía poniendo las manos sobre ellos
“No solo en el acto del bautismo,
sino después y en repetidas ocasiones, eran alimentados los niños, con el
divino manjar, pues fue costumbre de algunas Iglesias el dar la Sagrada
Comunión inmediatamente después de comulgar el clero…
Esta costumbre desapareció más
tarde en la Iglesia latina y los niños no eran admitidos a la Sagrada Mesa
hasta que el uso de la razón estuviera de algún modo despierto en ellos y
pudieran tener alguna idea del Augusto Sacramento. Esta nueva disciplina
admitida por varios Sínodos particulares, fue solemnemente sancionada por el
Concilio general cuarto de Letrán, en el año 1215, promulgando su célebre Canon
número 21, por el cual prescribe la confesión Sacramental y la Sagrada Comunión
a los fieles que hubieran llegado al uso de razón… (Carta Encíclica <Quam
Singulari>. Pio X. Dado en Roma 1910)”
Ciertamente como asegura el Canon romano 96, la Eucaristía es la anticipación de la gloria celestial y la Iglesia desde antiguo ha deseado que todos sus miembros participen de esta gracia divina. Así, en una antigua oración, la Iglesia aclama el misterio de la Eucaristía:
¡Oh Sagrado banquete, en que
Cristo es nuestra comida; se celebra el memorial de su Pasión; el alma se llena
de gracia, y se nos da la prenda de la gloria futura! (C.I.C. 1402)
Por otra parte, el Pontífice Pio X (1903-1914), refiriéndose al amor de Jesús por los niños recordaba sus palabras (Ibid):
“En cuánto estimaba la inocencia
de los niños, dijo a sus discípulos: en verdad os digo, si no os hicierais como
niños, no entrareis en el reino de los cielos. Cualquiera, pues, que se
humillase como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos. El que
recibiere a un niño así en mi nombre, a Mí me recibe”
Se refiere el Santo Padre en su
Encíclica, al Evangelio de San Mateo en el que se lee concretamente (Mt 18,
1-5):
-En aquella sazón se llegaron los
discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién, en fin, es el mayor en el reino de los
cielos?
-Y llamando a sí a un niño, lo
puso en medio de ellos,
-y dijo: En verdad os digo, si no
os tornarais e hicierais como niños, no entrareis en el reino de los cielos.
-Así, pues, el que se hiciere
pequeño como este niño, éste es mayor en el reino de los cielos
-Y quien recibiere a uno de tales
niños en mi nombre, a mi me recibe
El Señor sabía que sus discípulos
discutían algunas veces sobre este tema, haciendo cuentas sobre quién de ellos
sería el predilecto para entrar primero en el reino de los cielos y quiso
aclararles de una forma definitiva esta cuestión tan importante para ellos, y
también para todos los hombres a lo largo de los siglos. Jesús dice que tenemos
que hacernos inocentes y humildes como niños, cosa nada fácil para los adultos
que desde siempre se han olvidado de estas características tan nobles de su
pasada infancia, y eso que ésta es esencial, no solo para su posterior
comportamiento sobre la tierra, sino también para su posible entrada o no en la
gloria de Dios.
Se deduce de las palabras del
Señor que la educación de los hijos, de los alumnos, de los niños en general,
cuando están bajo el cuidado de sus mayores, debe ser esmerada, porque sin duda
de ella va a depender su futuro material y espiritual, por eso Jesús advirtió
también a sus discípulos del grave pecado cometido por aquellos hombres, que en
lugar de enseñar cosas buenas a los niños, los escandalizan con sus malas
acciones hacia ellos, hacia sí mismos, o hacia sus semejantes en general. Para
esos hombres, Cristo tiene palabras muy fuertes de censura y les avisa del
grave riesgo que corren (Lc 17, 1-2):
-Es imposible que los escándalos no vengan, más ¡ay de aquel por quien viniesen!
-Más le valiera que le colgaran
al cuello una rueda de molino, y le precipitaran en el mar, antes que
escandalizar a uno de estos pequeñuelos.
Los evangelistas San Mateo y San
Marcos se hacen también eco de las enseñanzas de Jesús sobre este tema tan
prioritario para el género humano, y así por ejemplo Marcos lo expresa en términos muy parecidos a San Lucas:
-Y quien escandalice a uno de
estos pequeñuelos que creen en mí, más vale que le cuelguen al cuello una rueda de molino y lo echen al
mar
Las palabras de nuestro Creador
contrastan sin duda con los sufrimientos que en la actualidad padecen los niños
por culpa de los hombres, sean éstos los propios padres y/o los familiares, sus
maestros y/o los compañeros de estudios, u otras personas cuales quieran que
sean; destacan entre los hechos más detestables, el maltrato físico o moral en
el ámbito familiar o escolar, el abandono o negligencia en estos u otros foros, y todavía peor, el abuso sexual en
cualquier caso y en cualquier ámbito.
En el momento actual en el que
los adolescentes y los niños se ven abocados a escándalos sin fin, en los
medios de comunicación, en las calles y escuelas, y aún en los hogares, es
necesario que todos los hombres y mujeres de buena voluntad luchemos contra
estas lacras de las sociedades modernas y consumistas, que maltratan a estos <pequeñuelos>,
como los llamaba el Señor. Porque estas inocentes criaturas están siendo
sometidas a desgracias sin fin, baste recordar también, que son obligadas en
muchas ocasiones por ejemplo: a trabajos
forzados peligrosos o no, a colaborar con el mundo de la droga, e incluso a hacerse
consumidores de productos dañinos para la salud, a actuar como escudos humanos
en guerras suicidas, a practicar la prostitución, y un largo etc.
Debemos sin duda reflexionar
seriamente sobre el pernicioso modelo de sociedad que hemos heredado, que continúa
deteriorándose en los inicios de este
nuevo milenio, y que tan malos frutos
está produciendo entre los niños y los jóvenes. Recordemos las palabras del
Señor y tengamos también presentes los terribles datos estadísticos sobre este
tema. Todos debemos hacer algo al respecto, con objeto de que tanta desgracia,
si no se erradica en su totalidad, debido a dificultades mayores, al menos
disminuya sustancialmente como Jesús hubiera deseado y nos exige todos los
días.
Las estadísticas hablan por sí
solas, como ya hemos recordado, existen en el mundo, en este momento, muchos problemas
para los niños, en sus ámbitos más cercanos, pero además en otros, como son las
guerras, en las que se les hace desaparecer sin caridad ni miramientos, y en las
que en ciertas ocasiones, son utilizados, normalmente en países del llamado tercer mundo, como soldados o como
escudos humanos, por hombres despiadados y en su propio beneficio.
En países como Sudan y Republica Democrática del Congo, Fundaciones y Organizaciones para la defensa de los derechos del niño denuncian estos hechos, así, <Save the Childrem> asegura que en el año 2010 más de 11. 000 niños y niñas soldados fueron liberados y rehabilitados, y que <una vez se desmoviliza a los menores soldados se ha de trabajar también tanto en su rehabilitación física y psicológica, como en su reinserción en el ámbito familiar y en la comunidad>. Todo esto es consecuencia de la incultura material y espiritual de los hombres que actúan de forma despiadada en las confrontaciones bélicas.
En países como Sudan y Republica Democrática del Congo, Fundaciones y Organizaciones para la defensa de los derechos del niño denuncian estos hechos, así, <Save the Childrem> asegura que en el año 2010 más de 11. 000 niños y niñas soldados fueron liberados y rehabilitados, y que <una vez se desmoviliza a los menores soldados se ha de trabajar también tanto en su rehabilitación física y psicológica, como en su reinserción en el ámbito familiar y en la comunidad>. Todo esto es consecuencia de la incultura material y espiritual de los hombres que actúan de forma despiadada en las confrontaciones bélicas.
En efecto, solo una educación en
principios humanos y morales, religiosa e intelectual, de los niños y jóvenes,
puede llevarlos el día de mañana a ser hombres de bien, cuyo comportamiento con
sus semejantes sea impecable y caritativo. Esto es necesario, por ejemplo,
porque se cree que el número de niños y
niñas soldados oscila en la actualidad entre los 250.000 y los 300.000, o acaso
más, pues las estadísticas no dan datos del todo aceptables en este sentido y
no dejan de ser cada vez más descorazonadoras. Muchas Organizaciones, como la
anteriormente mencionada, pero también la ONU, Amnistía Internacional, y por supuesto la Iglesia Católica,
se están ocupando con ardor sobre este tema, pero las dificultades son enormes
debido a la oposición de los propios países investigados.
La Iglesia, por su parte, desde siempre se ha
ocupado de los derechos de los niños en el mundo través de las misiones, haciendo más de lo que
ha podido, en tantas ocasiones como se han presentado y no han sido pocas.
Precisamente el Papa Benedicto XVI, al igual que sus predecesores, se ha hecho
eco de las denuncias de malos tratos e injusticias a los jóvenes y niños,
pidiendo a los pueblos implicados en estos hechos execrables, que se
restablezca la paz, por amor a las nuevas generaciones.
Por otra parte, un tema esencial
para la Iglesia Católica ha sido, desde luego, el cuidado de la educación del
hombre desde su más tierna infancia:
“Dios mismo ha hecho a la Iglesia
participe del divino magisterio y además, por un beneficio divino, inmune de
todo error, por lo cual la Iglesia es maestra suprema y segurísima de todos los
hombres y tiene, en virtud de su propia naturaleza, un inviolable derecho a la
libertad de magisterio. De donde se concluye que la Iglesia es independiente de
todo poder terreno, tanto en el origen de su misión educativa como en el ejercicio de ésta, no solo respecto del
objeto propio de su misión, sino también respecto a los medios necesarios y
convenientes para cumplirla. Por esto, con relación a todas las disciplinas y
enseñanzas humanas, que, en sí mismas consideradas, son patrimonio común de
todos, individuos y sociedad, la Iglesia tiene un derecho absolutamente
independiente para usarlas y principalmente para juzgarlas desde el punto de
vista de su conformidad o disconformidad con la educación cristiana”
Son palabras del Pontífice Pio XI (1922-1939), siempre muy comprometido con la situación moral de su grey, que le llevó a escribir un gran número de cartas Encíclicas, y que incluso utilizó los mensajes radiofónicos, para hacer llegar su magisterio a todo el mundo. Luchó mucho por la familia, condenando el divorcio e interesándose de forma especial por la educación cristiana de los jóvenes y de los niños y así en su carta <Divini illius magistri>, dada en Roma en el año 1929, hizo un estudio cuidadoso y completo sobre distintos aspectos de este tema tan importante; en particular, sobre las cuestiones de <a quien pertenece la misión educadora>, el <sujeto de la educación>, el <ambiente de la educación> y el <fin y forma de la educación cristiana>.
En dicha carta el Santo Padre
recordaba también el Código del derecho canónico que asegura: <los padres tienen
la gravísima obligación de procurar, en la medida de sus posibilidades, la
educación de sus hijos, tanto la religiosa y la moral, como la física y la cívica,
y de proveer a su bienestar temporal> (CIC cm 1113), y por otra parte, que:
<el primer ambiente natural y necesario de la educación es la familia,
destinada precisamente para esto por el Creador. Por esta razón, normalmente,
la educación más eficaz y duradera es la recibida en una bien ordenada y
disciplinada familia cristiana; educación tanto más eficaz cuanto más claro y constante
resplandezca en ella el buen ejemplo, sobre todo de los padres y de los
miembros de la familia>.
Precisamente para promover la labor educativa de los jóvenes y niños, la Iglesia utilizó el servicio de las Misiones, dando un gran impulso a las mismas para conseguir vocaciones nativas en cada país. Sí, en un mundo materialista como el ya existente en la época de Pio XI, él comprendió en seguida que solo a través de la labor evangelizadora de la Iglesia, los pueblos podrían salir de una situación de incultura tanto material como moral y espiritual y sobre todo conocer el Mensaje salvador de Cristo.
Este gran Papa tan interesado en
la educación de las generaciones jóvenes de su tiempo, promovió y declaró santo
a Juan Bosco, un hombre que luchó
siempre en favor de los niños más humildes y desamparados; nacido en una
pequeña aldea del ayuntamiento de Becchi (Italia), y era hijo de un modesto
labrador; con ayuda de otras almas caritativas como la condesa de Barolo, fundó
una serie de escuelas nocturnas y centros de formación profesional.
Por otra parte, fundó la Congregación Salesiana y más tarde el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, para la educación de las niñas. Fundó igualmente la Asociación de Salesianos Cooperadores y otras muchas Obras, de manera que a su muerte en 1888, eran ya más de doscientas las Casas y Obras por él promovidas y el número de salesianos crecía de día en día, debido seguramente también al creciente alumnado que acudían a estos Centros en busca de cultura y principios morales, de forma que siguió creciendo a lo largo del tiempo y en la actualidad la magnitud y calidad de enseñanza de los mismos es espectacular.
Por otra parte, fundó la Congregación Salesiana y más tarde el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, para la educación de las niñas. Fundó igualmente la Asociación de Salesianos Cooperadores y otras muchas Obras, de manera que a su muerte en 1888, eran ya más de doscientas las Casas y Obras por él promovidas y el número de salesianos crecía de día en día, debido seguramente también al creciente alumnado que acudían a estos Centros en busca de cultura y principios morales, de forma que siguió creciendo a lo largo del tiempo y en la actualidad la magnitud y calidad de enseñanza de los mismos es espectacular.
Se han dicho muchas alabanzas de la persona y de la obra de este santo que tanto amó a los niños y a los jóvenes, recordaremos ahora las del Rmo P.Fr. Justo Pérez de Urbel (Misal y devocionario del hombre católico. Ed. Aguilar 1964):
“Ordenado sacerdote en 1841, se
consagró plenamente a las labores del ministerio sacerdotal. <El
sacerdote-decía-no va sólo al cielo o al infierno; por eso me empeñaré en
observar las siguientes resoluciones: Ocupar bien el tiempo, padecer, trabajar
y humillarse en todo y siempre que se trate de salvar almas, tomando por guía
la caridad y la dulzura de San Francisco de Sales>.
Este celo lo ejercita, sobre
todo, con los niños pobres y abandonados, sus <birichini>, como él decía,
sus golfillos. Los reúne en torno suyo, les cuenta cuentos, les enseña a
cantar, a rezar, a leer, a trabajar. Así nace el Oratorio de San Francisco de
Sales, que es al mismo tiempo taller, Templo, escuela, salón de juegos y
vivienda. Tan necesaria era la obra de San Juan Bosco, que el mismo fundador la
vio extenderse por Italia, Francia, España y América, y después, de cerca de un
siglo, su programa de enseñanza sigue produciendo frutos maravillosos”
“El Concilio Vaticano II ha
recordado con palabras muy serias que <Dios, Señor de vida, ha confiado a
los hombres la altísima misión de proteger la vida> (Gaudium et Spes. 51). Y
nosotros, que consideramos consigna concreta nuestra la absoluta fidelidad a
las enseñanzas del Concilio, hemos hecho propia de nuestro Pontificado, la
defensa de la vida, en todas las formas bajo las cuales puede ser amenazada,
turbada e incluso suprimida…La defensa de la vida debe
comenzar desde las fuentes mismas de la existencia humana. Ha sido esta una
enseñanza importante y clara del Concilio, el cual, en la Constitución
<Gaudium et Spes> advertía que <la vida una vez concebida, debe ser
protegida con el máximo cuidado>; el aborto, lo mismo que el infanticidio,
son crímenes abominables. No hicimos otra cosa más que recoger esta consigna,
cuando hace diez años publicamos la Encíclica <Humanae vitae> (julio de
1968); inspirado en la intocable doctrina bíblica y evangélica que convalida
las normas de la Ley natural y los
dictámenes de la conciencia, sobre el
respeto de la vida, cuya transmisión ha sido confiada a la paternidad y a la
maternidad responsables (Homilía del Papa Pablo VI durante la celebración una
Misa para la festividad de los santos Pedro y Pablo)”
Pero no solo el aborto
voluntario, sino también, la cooperación a que este acto aborrecible, se lleve
a cabo, constituyen un pecado grave, tal como podemos leer en el Catecismo de
la Iglesia Católica (CIC 2272):
“La Iglesia sanciona con pena canónica
de excomunión este delito contra la vida humana. Quién procurara el aborto- si
éste se produce, incurre en excomunión <latae sentenciae> (Can 1398), es decir,-de modo
que incurre ipso facto en ella quien comete el delito- (Can 1314), en las
condiciones previstas por el Derecho (Can 1323-1324).
Con esto la Iglesia no pretende
restringir el ámbito de la misericordia; lo que hace es manifestar la gravedad
del crimen cometido, el daño irreparable causado al inocente a quién se da
muerte, a sus padres y a toda la sociedad”
Con todo, y a pesar del esfuerzo
de la Iglesia, con sus Papas a la cabeza, este grave problema ha seguido su
curso, creciendo exponencialmente en los últimos años, al amparo de leyes
injustas emitidas por los hombres, que no por Dios, el Creador de todas las
cosas, también de humanidad…
Una vez más las estadísticas
hablan por sí solas y así, en Países con tradición católica como España lo
cierto es que más de un millón de abortos se han producido ya en los últimos
veinte años, y más de cien mil en el último año, como denunciaba el Sr. Cardenal
Arzobispo de Toledo, Don Antonio Cañizares, el cual en una Homilía afirmaba
que:
“Hay que crear una conciencia más
profunda y arraigada del don maravilloso de la vida”
Precisamente uno de los
Pontífices que más ha luchado por crear esta conciencia en la sociedad de los
dos últimos siglos, ha sido el Papa Beato Juan Pablo II, el cual respondiendo a
una pregunta del periodista converso Vittorio Messori sobre este espinoso tema,
se manifestaba en los términos siguientes (Cruzando el umbral de la esperanza.
Ed. Círculo de lectores):
“El derecho a la vida es, para el hombre, el derecho fundamental. Y sin embargo, cierta cultura contemporánea ha querido negarlo, transformándolo en un derecho <incomodo> de defender. ¡No hay ningún otro derecho que afecte más de cerca a la existencia misma de la persona! Derecho a la vida significa, derecho a venir a la luz y, luego, a perseverar en la existencia hasta su natural extinción: <Mientras vivo tengo derecho a vivir>.
La cuestión del niño concebido y
no nacido es un problema especialmente delicado, y sin embargo claro. La
legalización de la interrupción del
embarazo, no es otra cosa que la autorización dada al hombre adulto-con el aval
de una ley instituida- para privar de vida al hombre no nacido y, por eso,
incapaz de defenderse…
Con frecuencia la cuestión se
presenta como derecho de la mujer a una <libre elección> frente a la vida
que ya existe en ella, que ella ya lleva en su seno: la mujer tendría que tener
derecho entre dar vida y quitar la vida al niño concebido. Cualquiera puede ver
que ésta es una <alternativa solo aparente> ¡No se puede hablar de
derecho a elegir cuando lo que está en cuestión es un evidente mal moral,
cuando se trata simplemente de No matar!
Se pregunta también el Papa en esta entrevista: ¿Puede existir para el mandamiento de la ley de Dios <No Matarás>, alguna excepción? No, no puede existir, esto no es posible, porque como nos recuerda también el Papa, incluso en el caso de una defensa propia debería respetarse el principio que los moralistas llaman <Principium Inculpatae Tutelae>, esto es, que para ser legitima la <defensa> debe llevarse a cabo de modo que inflija el menor daño, y si es posible, que deje a salvo la vida del posible agresor. Y como sigue razonando Juan Pablo II, los niños en el seno maternal no pueden considerarse nunca <agresores injustos>, ya que han venido al mundo por la acción de sus progenitores, y esperan ser acogidos si no con amor, al menos con dignidad, por sus padres y por la sociedad. Por eso los Papas se han opuesto siempre a esta práctica de ejecución de inocentes (Juan Pablo II. Cruzando el umbral de la esperanza):
“Rechazo firmemente la fórmula
<Pro choice> (Por elección); es necesario decidirse por la fórmula
<Pro woman> (Por la mujer), es decir, por una elección que está
verdaderamente a favor de la mujer. Es ella quien paga el más alto precio no
solamente por su maternidad, sino aún más por destruirla, por la supresión de
la vida del niño concebido. La única actitud honesta en este caso, es la de la
<radical solidaridad con la mujer>. No es licito dejarla sola. La
experiencia de diversos centros asesores demuestra que la mujer no quiere
suprimir la vida del niño que lleva en su seno. Si es ayudada en esta situación
y si al mismo tiempo es liberada de la intimidación del ambiente circundante,
incluso es capaz de heroísmo”
Ciertamente, la mujer de hoy, muchas veces se ve intimidada y coaccionada por las tendencias de la sociedad que la rodea, especialmente por esa <conciencia errónea> que todo lo impregna; quizás en otros tiempos la mujer podría haber tenido alguna duda respecto a la naturaleza real del ser humano, del feto que lleva dentro, pero hace ya tiempo que esto no es así. Está suficientemente probado científicamente que el embrión humano es en esencia un hombre en toda la extensión de la palabra, desde el momento de su concepción, como lo demuestran por ejemplo las ecografías que una madre puede observar desde el principio hasta el fin de su embarazo.
Por ello en el Catecismo de la Iglesia Católica, podemos leer (CIC 2274-2275):
-El diagnóstico prenatal es lícito,
<si respeta la vida e integridad del embrión y del feto humano, y si se
orienta hacia su protección o hacia su curación>…Pero se opondrá gravemente
a la ley moral cuando contempla la posibilidad, en dependencia de sus
resultados, de provocar un aborto: un diagnóstico que atestigua la existencia
de una mal formación o de una enfermedad hereditaria no debe equivaler a una
sentencia de muerte.
-Se deben considerar lícitas las
intervenciones sobre embriones humanos, siempre que respeten la vida y la
integridad del embrión, que no lo exponga a riesgos desproporcionados, que
tenga como fin su curación, las mejoras de sus condiciones de salud o su
supervivencia individual.
-Es inmoral producir embriones
humanos, destinados a ser explotados como <material biológico>
-Algunos intentos de intervenir
en el patrimonio cromosómico y genético no son terapéuticos, sino que miran a
la producción de seres humanos seleccionados en cuanto al sexo u otras
cualidades prefijadas. Estas manipulaciones son contrarias a la dignidad
personal del ser humano, a su integridad y a su identidad.
En definitiva, por mucho que se
empeñen los <seudocientíficos> en defender las prácticas abortistas,
todos los hombres, sean o no, miembros de la Iglesia Católica, siempre deberían
recordar y tener en cuenta lo que dijo Nuestro Señor Jesucristo (Mt 5, 17- 21):
-No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas; no ha venido a abolir, sino a dar plenitud.
-El que salte uno solo de los
preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos
importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será
grande en el reino de los cielos.
-Porque os digo que si vuestra
justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrareis en el
reino de los cielos.
-Habéis oído que se dijo a los
antiguos: <No Matarás>, y el que mate será reo de juicio.
Sin duda existen grandes peligros en el mundo de hoy para los niños no natos, pero no es menos cierto que los niños nacidos del vientre de sus madres, corren también graves peligros en una sociedad donde la <conciencia errónea>, está perfectamente asumida por muchos. Además de los males anteriormente mencionados, que aquejan a los seres humanos desde el mismo momento de su concepción, otros riesgos, también escandalosos, deben añadirse a ellos. Nos referimos, concretamente, a la prostitución, las drogas y el comercio de seres humanos, normalmente asociado a los anteriores, o bien al tráfico de órganos humanos.
El comercio de seres humanos
sigue siendo en el momento actual, una
de las actividades criminales más frecuente, pero por desgracia también más
rentables para aquellos hombres malvados y sin escrúpulos que lo practican
entre los menores. Es por eso, que la sociedad debe concienciarse respecto a este
gravísimo problema, que consiste en utilizar a los niños y jóvenes, peor que a
animales, y que es totalmente semejante a la esclavitud, de triste recuerdo,
practicada en siglos pasados.
Organizaciones mundiales en
contra de estas prácticas, como las mencionadas anteriormente, han denunciado y
siguen denunciando el tráfico comercial con niños y adolescentes, que son por
ejemplo utilizados, posteriormente, en el negocio de la prostitución, de la
droga, o de los trabajos forzados. Así,
se sabe que en torno a los dos millones de niños y niñas en la actualidad
trabajan en la industria del tabaco, ganando sueldos de miseria, lejos de sus
familias. Otras veces, son los abusos sexuales,
también practicados en el propio seno familiar o en las escuelas los que
destrozan la vida de estas criaturas indefensas.
Especialmente doloroso ha sido para todos los católicos, la constatación de la práctica de abusos sexuales en menores, entre los miembros del clero. Esto ha llevado a una crítica exacerbada contra toda la Iglesia y a puesto en tela de juicio incluso la figura de su cabeza, el Papa, por parte de los enemigos del Señor.
Sin embargo, el Papa Benedicto XVI ha sabido afrontar de forma rigurosa y contundente estas desgraciadas acciones de una parte minoritaria de hombres que pertenecían a la Iglesia Católica.
Especialmente doloroso ha sido para todos los católicos, la constatación de la práctica de abusos sexuales en menores, entre los miembros del clero. Esto ha llevado a una crítica exacerbada contra toda la Iglesia y a puesto en tela de juicio incluso la figura de su cabeza, el Papa, por parte de los enemigos del Señor.
Sin embargo, el Papa Benedicto XVI ha sabido afrontar de forma rigurosa y contundente estas desgraciadas acciones de una parte minoritaria de hombres que pertenecían a la Iglesia Católica.
Desde el principio, el Papa, ha
afrontado con coraje y valentía la verdad de los hechos, examinándolos con
ecuanimidad y así por ejemplo, en la Carta Pastoral a los católicos de Irlanda,
ha puesto de relieve algunos de los aspectos que más han contribuido a la
crisis moral sobrevenida sobre algunos pastores de la Iglesia:
“Solo examinando cuidadosamente los numerosos elementos que dieron lugar a la crisis actual es posible efectuar un diagnostico claro de sus causas y encontrar remedios eficientes.
Ciertamente entre los factores
que contribuyen a ella, podemos enumerar: procedimientos inadecuados para
determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y la vida religiosa;
insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los
seminarios y en los noviciados; una tendencia de la sociedad a favorecer al
clero y otras figuras de autoridad y una preocupación fuera de lugar por el
buen nombre de la Iglesia, y por evitar escándalos, cuyo resultado fue la falta
de aplicación de las penas canónicas en vigor y la falta de tutela de la
dignidad de cada persona. Hay que actuar con urgencia para contrarrestar estos
factores, que han tenido consecuencias trágicas para la vida de las víctimas y
sus familiares y han oscurecido la luz del Evangelio como no lo había logrado
ni siquiera siglos de persecución”
En el libro: <Benedicto XVI
frente a los abusos sexuales> de Gregory Erlanson y Matthew Burton. Ed.
Laocoonte 2010, se destaca que: “el Papa Benedicto XVI, como Presidente para la
doctrina de la Fe y como Papa, ha jugado un papel históricamente crucial en la
respuesta del Vaticano ante la crisis. Desde llevar los esfuerzos de la
Congregación para la doctrina de la Fe antes del año 2001, y revisar todos los
archivos de los casos de sacerdotes sospechosos, hasta su propio afán de
dirigir el asunto con determinación como Papa, Benedicto ha crecido en su papel
de liderazgo justo cuando la Iglesia más lo necesitaba. Ha conocido a las
víctimas. Ha reprendido a los sacerdotes que han cometido abusos sexuales. Ha
desafiado a los Obispos. Ha supervisado una serie de reformas procesales que
han permitido responder con rapidez cuando es necesario restringir, suspender
o, incluso laicizar a un sacerdote…”
Como aseguran también los autores
del excelente libro: Benedicto XVI es partidario de una renovación espiritual
total de todos los miembros de la Iglesia, empezando por los Obispos,
sacerdotes, los religiosos y continuando por los fieles no consagrados. Para conseguir esta misión tan importante y
meritoria, es necesario que todos rememos en el mismo sentido, practicando la
moral y las buenas obras, así como la oración, el ayuno y sobre todo
participando en los Sacramento de la Reconciliación y de la Eucaristía.
Hace poco el Vaticano ha negado
las noticias aparecidas en distintos medios de comunicación sobre la
posibilidad de que nuestro Papa actual, el Papa Francisco, hubiera reconocido
la existencia de un <lobby gay> en seno de la Iglesia, que estuviera
dificultando la renovación de la curia. Creemos firmemente, que de ser cierta
la existencia de cualquier corrupción, el Papa Francisco, al igual que hizo el
Papa Benedicto en su momento, tomaría con rigor las riendas de su grey.
Jesús ama a los niños, no lo
olvidemos nunca, recordemos que hay que guardarse de escandalizarlos, es un
mensaje suyo (Mt 18, 6-9):
-Al que escandalice a uno de
estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de
molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar.
-¡Ay del mundo por los
escándalos! Es inevitable que sucedan escándalos, ¡pero hay del hombre por el
que viene el escándalo!
-Si tu mano o tú pie te induce a
pecar, córtatelo y arrójalo de ti. Más te vale entrar en la vida manco o cojo
que con las dos manos o los dos pies ser arrojado al fuego eterno.
-Y si tu ojo te induce a pecar,
sácalo y arrójalo de ti. Más te vale entrar en la vida con un solo ojo que con
dos ser arrojado a la gehena del fuego.
Son palabras fuertes del Señor, pero necesarias, que nos advierten del terrible riesgo que corremos si provocamos escándalos, en particular, teniendo como víctimas a los niños.
Sí, porque como el Papa Juan Pablo II decía en la celebración del año de la familia en su <Carta a los niños>, dada en el Vaticano el 13 de diciembre de 1994:
“¡Que importante es el niño para Jesús! Se podría afirmar, desde luego, que el Evangelio está profundamente impregnado de la verdad sobre el niño. Incluso podría ser leído en su conjunto como el <Evangelio del niño>.