Como diría el Papa Benedicto XVI en su libro <Jesús de Nazaret, 1ª
Parte>: Las Parábolas son indudablemente el corazón de la predicación de Jesús.
San Lucas es uno de los evangelistas que más citaron sus parábolas; concretamente,
relató así, la parábola del administrador infiel, propuesta por el Señor en un
momento dado de su vida pública (Lc 16, 1-8):
“Era un hombre rico que tenía un mayordomo, el cual fue acusado ante él de que disipaba su hacienda / Y habiéndole llamado, le dijo: ¿Qué es eso que me cuentan de ti? Ríndeme cuentas de tu administración, porque no podrás en adelante seguir de mayordomo / Dijo para sí el mayordomo: ¿Qué voy a hacer, ya que mi amo me quita la mayordomía? ¿Cavar? No puedo ¿Mendigar? Me da vergüenza / Ya sé lo que haré para que cuando sea destituido de mayordomía me reciban en sus casas / Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, decía al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? / Él dijo: Cien batas (aproximadamente 40 litros) de aceite. Él le dijo: Toma tu factura y siéntate al punto y escribe cincuenta / Luego dijo a otro: ¿Y tú cuanto debes? Él dijo cien cargas de trigo. Y le dijo toma tu factura y escribe ochenta / Y alabó el amo al mayordomo infiel, porque había obrado sagazmente; porque los hijos de este siglo, son más sagaces en lo suyo que los hijos de la luz en el trato con sus semejantes”
Este pasaje de la vida del Señor fue narrado tan solo por el
evangelista san Lucas (médico de profesión y amigo de san Pablo), el cual buscó
y encontró una fuente de información entre las personas más allegadas a Jesús, especialmente
entre aquellas que habían escuchado en directo sus palabras y habían
presenciado sus portentosos milagros.
En principio, para la mentalidad de hoy en día, podría parecer
inverosímil que Jesús alabara por medio de esta parábola a una persona que
había sido infiel a su amo mediante una artimaña tan poco correcta. Sin embargo
hay que acabar de leer por completo lo que dijo el Señor, sobre todo, a
continuación de la narración de la parábola para comprender sin equívocos lo
que realmente quiso enseñar con ella a sus discípulos y a las gentes que
siempre le seguían. En efecto, el Señor continuó diciendo según el evangelio de
san Lucas (Lc 16, 9-13):
“Yo también os digo: Granjeaos amigos con esa riqueza de iniquidad para
que, cuando venga a faltar, os reciban
en las moradas eternas / Quien es fiel en lo poco es fiel en lo mucho; y quien
es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho / Por tanto, si no fuisteis
fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? ¿Y si en lo ajeno no fuisteis fieles? ¿Quién os
dará lo vuestro? / Nadie puede servir a dos señores, pues o tendrá odio a uno y
amor al otro, o prestará su adhesión al
primero y menospreciará al segundo: No podéis servir a Dios y a las riquezas”
Con el primer versículo de este párrafo del evangelio de san Lucas (Lc
1, 9), Jesús da por supuesta la inmoralidad de la actuación del mayordomo, pero
lo que realmente quiere enseñar a los que le escuchan es que deben ser sagaces
e ingeniosos para practicar la evangelización, es decir para extender el Reino
de Dios.
Lo que en principio parece una alabanza a la sagacidad del mayordomo se
traduce después en un reproche a la indolencia e ineptitud de los hombres de
buena voluntad que en ocasiones no saben obrar adecuadamente para conseguir el
bien buscado.En definitiva, la moraleja que se podría sacar de esta parábola del
Señor más bien parece que se refiere a la sagacidad del mayordomo, pero en el
fondo también alude a su fraude, por cuanto la riqueza se llama <riqueza de
iniquidad>.
Por otra parte, habla también el Señor de la fidelidad en lo pequeño que predispone a la fidelidad en lo grande. Esta sentencia de Jesús puede ser un ejemplo de santidad a seguir porque puede prevenir de un futuro comportamiento inicuo y hasta dañoso en algunos casos.
Por otra parte, habla también el Señor de la fidelidad en lo pequeño que predispone a la fidelidad en lo grande. Esta sentencia de Jesús puede ser un ejemplo de santidad a seguir porque puede prevenir de un futuro comportamiento inicuo y hasta dañoso en algunos casos.
Hay que recordar de nuevo, que san Lucas probablemente no había
conocido a Jesús de forma directa y por eso para escribir su Evangelio, como
hemos comentado antes, hubo de recurrir a la investigación entre los más
cercanos a Él, aquellos que convivieron con Jesús. De esta forma pudo obtener
una visión más próxima a la vida y obra de Cristo.
De acuerdo con la Tradición de la Iglesia, san Lucas llevó a cabo este
magno trabajo quizás, considerando que su narración de los acontecimientos que
habían tenido lugar, no llegaría a constituir una obra ya hecha y acabada, sino
un documento informativo o fuente de una obra más vasta. Es por ello que desde
el punto de vista cronológico se diferencia en ciertas ocasiones de los
Evangelios de san Marcos y de san Mateo, pero eso sí, recogió algunos hechos de
la vida del Señor ignorados por los otros evangelistas, como sucedió en el caso
concreto, de la parábola que ahora estamos recordando.
En este sentido, es quizás también conveniente, tener en cuenta las
reflexiones del Papa Benedicto XVI a propósito de esta parábola que como el
mismo dijo suscita en nosotros cierta
sorpresa porque en ella se habla de un administrador injusto, al que en
principio parece que se alaba (Homilía durante la celebración Eucarística en la
plaza delante de la Catedral de
Velletri; domingo 23 de septiembre de 2007):
“Analizándola a fondo, el Señor nos da una enseñanza seria y muy
saludable. Como siempre, el Señor toma como punto de partida sucesos de la
crónica diaria: habla de un administrador que está a punto de ser
despedido por gestión fraudulenta de los
negocios de su amo y, para asegurarse su futuro, con astucia trata de negociar
con los deudores. Ciertamente es injusto, pero astuto: el evangelio no nos lo presenta
como un ejemplo a seguir en su injusticia, sino como ejemplo a imitar por su
astucia previsora. En efecto, la breve parábola concluye con estas palabras:
<El amo felicitó al administrador injusto por la astucia con que había
procedido (Lc 16, 8)> Pero, ¿qué es lo que quiere decirnos Jesús con esta parábola, con esta
conclusión sorprendente?”
“En verdad, la vida es siempre
una opción: entre honradez e injusticia, entre fidelidad e infidelidad, entre
egoísmo y altruismo, entre el bien y el mal. Es incisiva y perentoria la
conclusión del pasaje evangélico: <Ningún siervo puede servir a dos amos:
porque, o bien aborrecerá a uno y amará a otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del
segundo>. En definitiva, dice Jesús, hay que decidirse: <No podéis servir a
Dios y al dinero> (Lc 16, 13).
La palabra que usa para decir dinero, mammona, es de origen fenicio y
evoca seguridad económica y éxito en los negocios. Podríamos decir que la
riqueza se presenta como el ídolo al que se sacrifica todo con tal de lograr el
éxito material; así, este éxito económico se convierte en el verdadero dios de
una persona”
“Por consiguiente, es necesaria una decisión fundamental para elegir
entre Dios y <mammona>; es preciso elegir entre la lógica del lucro como
criterio último de nuestra actividad y la lógica del compartir y de la
solidaridad. Cuando prevalece la lógica del lucro, aumenta la desproporción
entre los pobres y los ricos, así como la explotación dañina del planeta. Por el contrario, cuando prevalece la lógica del compartir y de la solidaridad,
se puede corregir la ruta y orientarla hacia el desarrollo equitativo, para el
bien común de todos.
En el fondo, se trata de la decisión entre el egoísmo y el amor, entre
la justicia y la injusticia; en definitiva, entre Dios y Satanás. Si amar a
Cristo y a los hermanos no se considera algo accesorio y superficial, sino más
bien la finalidad verdadera y última de toda nuestra vida, es necesario saber
hacer opciones fundamentales, estar dispuestos a renuncias radicales, si es
preciso hasta el martirio. Hoy como ayer, la vida del cristiano exige valentía para ir
contracorriente, para amar como Jesús, que llegó incluso al sacrificio de sí
mismo en la cruz”
“La única manera de hacer fructificar para la eternidad nuestras
cualidades y capacidades personales, así como las riquezas que poseemos, es
compartirlas con nuestros hermanos, siendo de este modo buenos administradores de
lo que Dios nos encomienda…
De esta opción fundamental, que es preciso realizar cada día, hablaba
en su tiempo el profeta Amós. Con palabras fuertes, critica un estilo de vida
típico de quienes se dejan absorber por una búsqueda egoísta del lucro de todas
las manera posibles y que se traduce en afán de ganancias, en desprecio a los
pobres y en explotación de su situación en beneficio propio”
“Así dice el Señor: <<Por tres delitos de Israel y por cuatro, no
le perdonaré: por haber vendido al justo por dinero, y al pobre a cambio de un
par de sandalias / Pisotean sobre el polvo
de la tierra la cabeza de los débiles, y retuercen el camino de los
indigentes. Hijo y padre van a la misma muchacha, para profanar mi nombre / Se
acuestan con ropas tomadas en prenda junto a cualquier altar, y beben el vino
de condenados en la casa de Dios / Yo destruí ante ellos al amorreo, que era
tan alto como los cedros y tan fuerte como las encinas; destruí por arriba sus
frutos y por abajo sus raíces / Yo os hice subir a vosotros de la tierra de Egipto,
y os conduje por el desierto cuarenta años, para que poseyerais la tierra del amorreo / Suscité profetas
entre vuestros hijos y nazarenos entre vuestros jóvenes ¿No es esto verdad, hijos
de Israel? >> (Oráculo del Señor)”
Y continuaba diciendo (Am 2, 13-16): “<<Pues mirad: Yo os aplastaré como se aplasta una carreta repleta de gavillas / El ágil no
podrá huir, al fuerte le fallará la fuerza, y el héroe no salvará la vida / El arquero no resistirá,
el de pies ligeros no se escapará, ni el jinete salvará la vida / Hasta el
soldado más valiente huirá desnudo aquel día>> (Oráculo del Señor)”
Son palabras terribles del Dios Creador, a aquellos hombres inicuos e
irrespetuosos para con lo sagrado, y la pregunta que surge es ¿Qué diría hoy en
día el Señor a los que imitan a estos hombres del pasado con sus costumbres
heréticas e irrespetuosas?
A este respecto es interesante recordar las palabras de Cristo en el
sermón de despedida a sus discípulos, en el que les asegura (Jn 16, 16):
<Dentro de un poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a
ver>.
Los discípulos no entendieron sus palabras, y el Señor recurrió de
nuevo a las parábolas para hacerse comprender, pero luego les dijo (Jn 16,
25-28):
“Os he hablado todo esto con comparaciones. Llega la hora en que ya no
hablaré con comparaciones, sino que claramente os anunciaré al Padre / Ese día
pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros / ya
que el Padre mismo os ama, porque me habéis amado y habéis creído que yo salí de Dios / Salí del
Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y voy al Padre”
Llegados a este punto los discípulos comprendieron perfectamente a
Jesús y según san Juan entendieron su mensaje y creyeron que procedía de Dios.
Pero el Señor, sabedor de las debilidades del hombre les habló una vez más así
¡tomemos nota de sus palabras!... (Jn 16, 31-33):
“¿Ahora creéis? (les dijo el Señor): Mirad que llega la hora, y ya
llegó, en que os dispersaréis cada uno por su lado, y me dejaréis solo, aunque
no estoy solo porque el Padre está conmigo / Os he dicho esto para que tengáis
paz en mí. En el mundo tendréis sufrimientos, pero confiad: yo he vencido, al
mundo”