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miércoles, 17 de diciembre de 2014

JESÚS DIJO (III)







TRABAJOS PUBLICADOS EN: MRM.MARUS (III)

 

 

*LOS APOSTÓLES EVANGELIZARON POR EL MUNDO

 

*JESÚS LA BUSQUEDA DE LA PAZ

 

*JESÚS LA VOCACIÓN SACERDOTAL Y EL APÓSTOL SAN MATÍAS

 

*JESÚS EL CAMINO DE SANTIAGO Y EL APOCALIPSIS DE SAN JUAN

 

*JESÚS Y LA CONSTRUCCIÓN Y DEFENSA DE LA PAZ

 

*JESÚS Y LA FIDELIDAD DE LA PAREJA

 

*JESÚS Y LA IGLESIA PRESENTE ACTUALMENTE EN MISTERIO

 

 

GRANDEZA DEL VERDADERO DIOS (Salmo 115-113B)

(Sagrada Biblia. Versión oficial de la CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA Biblioteca de autores cristianos 2010)

 

No a nosotros, Señor, no a nosotros,

Sino a tu nombre da la gloria,

Por tu bondad, por tu lealtad.

¿Por qué han de decir las naciones:

<<Donde está su Dios>>?.

Nuestro Dios está en el cielo,

Lo que quiere lo hace

 

Sus ídolos en cambio, son palta y oro

hechura de manos humanas:

tienen boca y no hablan;

tienen ojos, y no ven;

tienen orejas, y no oyen;

tienen nariz, y no huelen;

tienen manos y no tocan;

tienen pies, y no andan;

no tiene voz su garganta:

que sean igual los que los hacen,

cuantos confían en ellos.

….

 

Que el Señor se acuerde de

nosotros y nos bendiga,

bendiga a la casa de Israel,

bendiga a la casa de Aarón;

bendiga a los que temen al Señor,

pequeños y grandes

….

 

El cielo pertenece al Señor,

La tierra se les ha dado a los hombres.

Los muertos ya no alaban al Señor,

ni los que bajan al silencio.

 

Nosotros, los que vivimos,

Bendeciremos al Señor

Ahora y por siempre

¡Aleluya!

 

martes, 16 de diciembre de 2014

JESÚS DIJO (II)



 
 



TRABAJOS PUBLICADOS EN: MRM.MARUS (II)

 

*JESÚS Y SU AMOR AL TEMPLO (3/9/14)

 

*EL HOMBRE Y LA FELICIDAD ETERNA (2/9/14)

 

*JESÚS LLAMA AL HOMBRE A SU SERVICIO (14/8/14)

 

*JESÚS DIJO: AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN (1/8/14)

 

*JESÚS  Y LAS TRADICIONES FARISEAS (19/7/14)

 

*JESÚS ANUNCIÓ AL PARÁCLITO (1/7/14)

 

*VOCACIÓN Y MISIÓN DE LOS LAICOS (16/6/14)

 

 

ORACIÓN POR LA VICTORIA Y LA PROSPERIDAD (Salmo 144-143)

(Sagrada Biblia. Versión oficial de la CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA Biblioteca de autores cristianos 2010)

 

De David

Bendigo al Señor, mi Roca

Que adiestra mis manos para el combate,

Mis dedos para la pelea;

 

Mi bienhechor, mi alcázar,

Baluarte donde me pongo a salvo,

Mi escudo y refugio,

que me somete los pueblos.


Extiende la mano desde arriba:

Defiéndeme, líbrame

De las aguas caudalosas,

De la mano de los extraños,

cuya boca dice falsedades,

cuya diestra jura en falso.

 

JESÚS DIJO (I)



 
 




TRABAJOS PUBLICADOS EN : MRM.MARUS (I)

 

*JESÚS  Y LA FAMILIA (ECCLESIA DOMESTICA)

(Miércoles 24 de septiembre 2014)  

 

*LA FRATERNIDAD DIMENSION ESENCIAL DEL HOMBRE

(Lunes 20 de octubre de 2014)

 

*JESÚS Y EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

(Miércoles 5 de noviembre de 2014)

 

*JESÚS DIJO: TU FE TE HA SALVADO

(Martes 2 de diciembre de 2014)

 

*JESÚS Y SU PREDILECCIÓN POR LOS ENFERMOS

(Jueves 4 de diciembre de 2014)

 

*JESÚS: SU FIDELIDAD AL PADRE Y LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

(Jueves 4 de diciembre de 2014)

 

*HIJO UNIGENITO CONSUSTANCIAL AL PADRE

(Lunes 15 de diciembre de 2014)

 

 

 

POEMA DE DAVID CUANDO ESTABA EN LA CUEVA (ORACIÓN) (Salmo 142-143)

(Sagrada Biblia. Versión oficial de la CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA Biblioteca de autores cristianos 2010)

 

A voz en grito clamo al Señor,

A voz en grito suplico al Señor;

Desahogo ante él mis afanes

Expongo ante él mi angustia,

Mientras me va faltando el aliento

 

Pero tú conoces mis senderos,

y que en el camino por donde avanzo

me han escondido una trampa.

Mira a la derecha, fíjate:

Nadie me hace caso;

No tengo a donde huir,

Nadie mira por mi vida.

A ti grito, Señor;

Te digo: <<Tú eres mi refugio

Y mi lote en el país de la vida>>

Que estoy agotado;

Líbrame de mis perseguidores,

Que son más fuertes que yo.

 

Sácame de la prisión,

Y daré gracias a tú nombre

Me rodearán los justos

Cuando me devuelvas tu favor.

 

lunes, 15 de diciembre de 2014

JESÚS ENTRÓ EN LA HISTORIA DE LOS HOMBRES A TRAVÉS DE LA FAMILIA



 


Jesús,  Hijo Unigénito del Padre, Dios de Dios y Luz de Luz, entró en la historia de los hombres a través de  la familia  de Nazaret, pero también  a través de cada familia del mundo, tal como quedó expresado en el Concilio Vaticano II, en el sentido de que el Hijo de Dios, en la Encarnación: <se ha unido en cierto modo, con todo hombre>.
Por eso, siguiendo a Cristo <que vino al mundo para servir> (Mt 20, 28) la Iglesia considera, el servicio a la familia, una de sus tareas esenciales. Es por ello que, tanto el hombre, como la familia constituyen el camino de la Iglesia. Precisamente y de acuerdo con estas palabras el concepto de familia  se basa, como nos recuerda  el Catecismo de la Iglesia Católica, en que:
“Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Familia Sagrada de José y María. La Iglesia no es otra cosa que la <familia de Dios>. Desde sus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menudo constituido por los que <con toda su casa>, habían llegado a ser creyentes. Cuando se convertían deseaban también que se salvase <toda su casa>. Estas familias convertidas eran islotes de vida cristiana en un mundo no creyente” ( nº 1655 y nº1656).

En nuestros días, en un mundo fuertemente extraño e incluso muchas veces, hostil a la Iglesia, las familias creyentes tienen una importancia primordial, como faros en la oscuridad,  alumbrando el camino  que Jesús nos marcó.
En este sentido, el Papa Juan Pablo II, gran propagador de las enseñanzas de este Concilio, y al que se debe la aprobación  y la orden de publicación del correspondiente Catecismo de la Iglesia Católica, destacó la importancia de la <herencia familiar>.

En efecto, a los siete años de su Pontificado, escribió una carta a todos los jóvenes del mundo, con ocasión del <Año Internacional de la Juventud>, donde destacaba la importancia de la <herencia familiar>:

 


“La historia de la humanidad pasa desde el comienzo - y pasará hasta el final- a través de la familia. El ser humano forma parte de ella mediante el nacimiento que debe a sus padres: al padre y a la madre, para dejar en el momento oportuno este primer ambiente de vida y amor y pasar a otro nuevo.
<Al dejar al padre y a la madre>  cada uno y cada una de vosotros contemporáneamente, en cierto sentido, los lleva dentro consigo, asume la herencia múltiple, que tiene su comienzo directo y su fuente en ellos y en su familia.
De este modo, aún marchando, en cada uno de vosotros permanece; la herencia que asume, lo vincula establemente con aquellos que se la han transmitido y a los que debe tanto. Y él mismo, -ella o él - seguirá transmitiendo la misma herencia.
De ahí que el cuarto mandamiento del Decálogo posea tan gran importancia: <Honra a tu padre y a tu madre> (Ex 20, 12; Dt 5, 16; Mt 15, 4)" 

(Carta apostólica <Dilecti amici>; Papa San Juan Pablo II; dada en Roma el 31 de marzo de 1985)


Sin duda la Iglesia Católica, iluminada por la fe, siente la necesidad perenne de anunciar el Evangelio, en particular, a aquellos hombres y mujeres que tienen vocación para formar una familia, porque en un mundo en el que el paganismo amenaza con ser cada vez más intenso y profundo, es necesario  proclamarlo, es preciso y vital una <Nueva Evangelización>, que reconduzca a la sociedad hacia la verdadera y única liberación, como siempre han asegurado  los representes de Cristo sobre la tierra.


Por otra parte,  la Iglesia debe recordar a los jóvenes cuya vocación es formar una familia cristiana que:

“Remontarse al principio del gesto creador de Dios es una necesidad para ella, si quiere conocerse y realizarse según la verdad interior no sólo de su ser, sino también de su actuación histórica”

(Carta Apostólica del Papa Juan Pablo II <Familiaris Consortio> 1981).

Son palabras importantes de un Papa santo, que sin duda, hizo reflexionar a la humanidad sobre el papel fundamental de la familia, en aquellos momentos de la historia, que ya pertenecen al siglo pasado, pero que siguen teniendo total vigencia en el siglo actual, y si cabe en mayor medida.

Este Pontífice fue un gran animador y paladín de la familia; sin duda, había recibido un hermoso ejemplo, de la suya propia, y lo demostró constantemente a través de sus Cartas, Homilías, Catequesis y un largo etc.
Así, por ejemplo, en el año 1994, estando ya muy cercano un  nuevo siglo, pronunciaba palabras, llenas de sabiduría y afecto, dirigidas a las familias durante la celebración de la fiesta de la Presentación del Señor:   

“Entre los numerosos caminos para la Iglesia de Cristo, la familia es el primero y el más importante…Cuando falta la familia, se crea en la persona que viene al mundo una carencia preocupante y dolorosa que pesará posteriormente durante toda la vida.
La Iglesia, con afectuosa solicitud está junto a quienes viven semejante situaciones, porque conoce bien el papel fundamental que la familia está llamada a desempeñar. Sabe, además, que normalmente, el hombre sale de la familia para realizar, a su vez, la propia vocación de vida en un nuevo núcleo familiar”
 


Cuando falta la familia se crea, en efecto, en las personas un síndrome difícil de eliminar a lo largo de la vida, es lo que sucede en el caso de los niños huérfanos que en cantidad incalculable se están produciendo constantemente en este mundo del desarrollo, pero también de la injusticia…

Las estadísticas nos dan números, solo aproximados, sobre este tema crucial, así se ha calculado que más de 143 millones de niños se encontraban en condiciones de orfandad en el año 2003, repartidos en 93 países alrededor del mundo (Aldeas Infantiles SOS España), por diversas causas: víctimas del descuido o abandono de los padres, hijos de madres solteras o adolescentes, niños retirados por los estados, de los padres, incapaces de atenderlos, o cuando han vulnerado sus derechos…etc.

Al Papa Juan Pablo II le dolía sobremanera  hechos como estos y aseguraba (Carta a los niños. Vaticano 13 de diciembre de 1994):

“Si es cierto que un niño es la alegría no sólo de los padres, sino también de la Iglesia y de toda la sociedad, es cierto igualmente que en nuestros días muchos niños, por desgracia, sufren o son amenazados en varias partes del mundo: padecen hambre y miseria, mueren a causa de las enfermedades y de la desnutrición, perecen víctimas de las guerras, son abandonados por sus padres y condenados a vivir sin hogar, privados del calor de una familia propia, soportan muchas formas de violencia y de abuso por parte de los adultos.
¿Cómo es posible permanecer indiferentes ante el sufrimiento de tantos niños, sobre todo cuando es causado, de algún modo, por los adultos?" 
 


Por eso, vivir dentro de una familia propia, es tan importante para los niños y por eso, la familia es la roca sobre la que se forma y sostiene la sociedad humana y así, cuando la roca, no es  tal roca, sino que está constituida por una montaña de arena, finalmente ésta se desmoronará, se vendrá abajo, causando con ello un gran daño, no sólo a los hijos, sino a los padres y al resto del entorno familiar…Es lo que por desgracia en este siglo, y en siglos anteriores viene ocurriendo con demasiada frecuencia
Ciertamente este es un tema que preocupa enormemente a la Iglesia desde hace muchos siglos, durante los cuales se ha ido fraguando el derrumbamiento de las bases que sustentan la familia: amor, templanza, paciencia, comprensión y sobre todo sentido moral y cristiano de la vida.

Como antes hemos recordado, en los últimos siglos la evolución de la sociedad ha tendido hacia un comportamiento paganizado. Se puede observar en muchos aspectos de la vida diaria, tanto en el campo de las costumbres cotidianas, como en el mundo de la moda o de la recreación y con ello la sociedad se va alejando cada vez más de Dios.

Estos síntomas ya fueron observados  a comienzos del siglo pasado por hombres juiciosos e insignes como el premio Nobel de la literatura, D. Jacinto Benavente, el cual en su obra de teatro <Cuando los hijos de Eva no son de Adán> estrenada el año 1931, hacia hablar así, a un padre desconsolado por el rumbo que había tomado su familia:

“Hemos sido superiores a todos. Hemos vivido libremente. Ni religión, ni moral, ni preocupaciones sociales, ni matrimonio, ni familia, ni siquiera un hogar. Nuestros hijos entre extraños, y extraños entre ellos… Quizás nos hemos anticipado a lo que quiere ser la humanidad futura, y quizás hemos vuelto a lo que era la humanidad en la antigüedad… ¿Por qué no ha de serlo al fin del mundo, que se muere de viejo y de podrido…? Un mundo que se ha olvidado de Dios…como nosotros lo hemos olvidado ¿Pensamos en Él nunca? ¿Nos ha importado nunca ninguna ley divina ni humana? Hemos vivido libremente, libremente…”

Sin tener el don de la profecía, este gran literato adivinaba, como podemos apreciar en su obra, cuales, podrían ser en un futuro los derroteros de la sociedad, derroteros que nos están conduciendo hacia la situación decadente en que se encontraba  la humanidad en tiempos de Cristo y de sus Apóstoles.



Ya a principios del siglo pasado, el divorcio  era una cosa relativamente frecuente entre las parejas, y la infidelidad matrimonial, era considerada  como algo inevitable y en muchos casos hasta deseable, normalmente en los ambientes sociales más refinados y pudientes. El modernismo había calado hondo a todos los niveles sociales, tal como habían denunciado con anterioridad todos los Pontífices de la Iglesia católica.

A finales de siglo XX, el Papa Juan Pablo II entristecido por los problemas de las familias, como consecuencia de estos y otros hechos acecidos, aseguraba (Carta Apostólica, dada en Roma el 31 de marzo de 1985):

“Hoy en día los principios de la moral cristiana matrimonial son presentados de un modo desfigurado en muchos ambientes. Se intenta importar a ambientes y hasta sociedades enteras, un modelo que se autoproclama <progresista> y <moderno>.

No se advierte entonces que en este modelo el ser humano, y sobre todo, quizás la mujer, es transformado de sujeto en objeto (objeto de manipulación específica), y todo el gran contenido del amor es reducido a mero <placer>, el cual, aunque toque ambas partes, no deja de ser egoísta en su esencia.



Finalmente, el niño, que es fruto y encarnación nueva del amor de los dos, se convierte  cada vez más en <una añadidura fastidiosa>. La civilización materialista y consumista penetra en este maravilloso conjunto conyugal-paterno y materno, y lo despoja de aquel contenido profundamente humano que desde el principio llevó una señal y un reflejo divino”

Preocupación extrema era para este Papa en una sociedad tan materialista el tema de la defensa de cualquier vida, y particularmente la del niño no nacido (Cruzando el umbral de la Esperanza. Ed. Círculo de lectores):

“La cuestión del niño concebido y no nacido es un problema especialmente delicado, y sin embargo claro. La legalización de la interrupción del embarazo no es otra cosa que la autorización dada al hombre adulto -con el aval de una ley instituida- para privar de la vida al hombre no nacido y, por eso, incapaz de defenderse. Es difícil poder pensar en una situación más injusta, es de verdad difícil poder hablar aquí de obsesión, desde el momento en que entra en juego un fundamental imperativo de toda conciencia recta: la defensa del derecho de la vida de un ser inocente e inerme.

Con frecuencia se presenta la cuestión como derecho de la mujer a una libre elección frente a la vida que ya existe en ella, que ella ya lleva en su seno: la mujer tendría el derecho a elegir entre dar la vida y quitar la vida al niño concebido. Cualquiera puede ver que esta es una alternativa aparente. ¡No se puede hablar de derecho a elegir cuando lo que está en cuestión es un evidente mal moral, cuando se trata simplemente del mandamiento de No matar!”

Los hombres y mujeres, de buena voluntad saben que este mandamiento dado por Dios, impreso en lo más profundo de sus corazones, no prevé excepción alguna, sabe, que un niño concebido en el seno de la madre jamás es un agresor injusto, es por el contrario un ser indefenso que espera ser acogido con amor en el seno de una familia.



Familia, que Nuestro Señor Jesucristo ha elevado a niveles extraordinarios, viniendo a nacer y crecer en el seno de una de ellas, la familia de Nazaret. Sin embargo, algunos hombres y mujeres inducidos, por las dificultades económicas,  por un afán de <modernismo> mal entendido, o lo que es peor, por una escucha indebida del <padre de la mentira>, han sido avocados a utilizar leyes que justifican comportamientos malvados con los niños concebidos en el seno de su madre, y que son ya hombres ó mujeres en toda la extensión de la palabra, como prueban las técnicas más modernas de análisis que ya se utilizan por los médicos para hacer el seguimiento del embarazo de la mujer.

Quizás en tiempos pasados podrían habernos engañado diciendo que el feto no contiene en esencia a la persona humana en su totalidad, pero la ciencia ha avanzado mucho en este sentido y ya las mujeres y los hombres no pueden cerrar los ojos a lo que es una evidencia absoluta: el niño concebido en el seno de una madre es un ser humano y no una cosa que se puede extirpar del vientre de la misma como si de un bicho se tratara.

No se puede alegar que la mujer tiene derecho a elegir en esta situación a deshacerse de esta criatura de Dios, porque eso supone un crimen y los crímenes deben ser perseguidos por la justicia del hombre y sobre todo serán juzgados en su día por nuestro Creador.  Por eso, la sociedad debe proteger siempre a las mujeres que se encuentran con un embarazo no deseado, y ayudarlas para el alumbramiento de sus hijos, los cuales a su vez deben ser protegidos como nuevos componentes de la comunidad en la  que han nacido.
Todo lo relacionado con este tema supone un gran dolor para las familias cristianas y, para mayor desgracia de las mismas, se inventan nuevos núcleos sociales a los que bochornosamente denominan con el término santificado por Dios, de familia.

¿Qué clase de familia puede ser aquella constituida por hombres y mujeres que han roto el sagrado vínculo matrimonial  varias veces, y que aportan a dicho núcleo sociales, hijos provenientes de distintas situaciones irregulares, y adúlteras a los ojos de Dios? ¿Cómo se puede llamar familia aquel núcleo social en el que la  pareja está constituida por dos individuos del mismo sexo, donde la procreación  es sustituida por la adopción de criaturas inocentes que necesitan de un padre y de una madre y no de dos padres o dos madres? Es verdaderamente aberrante, es ir en contra de la naturaleza, es ir en contra de las leyes de Dios:

 


“La Revelación cristiana conoce dos modos específicos de realizar integralmente la vocación de la persona humana al amor: el matrimonio y la virginidad. Tanto el uno como el otro, en su forma propia, son una caracterización de la verdad más profunda del hombre, de su <ser imagen de Dios>.

En consecuencia, la sexualidad, mediante la cual el hombre y la mujer se dan uno al otro con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano solamente cuando es parte integral del amor con que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte. La donación física total sería un engaño si no fuese signo y fruto de una donación en la que está presente toda la persona, incluso en su dimensión temporal; si La persona se reserva algo a la posibilidad de decidir de otra manera en el futuro, ya no se donaría totalmente.
Esta totalidad exigida por el amor conyugal, corresponde también con las exigencias de una fecundidad responsable, la cual, orientada a engendrar una persona humana, supera por su naturaleza el orden puramente biológico y toca una serie de valores personales, para cuyo crecimiento armonioso es necesaria la contribución perdurable y concorde de los padres…

La institución matrimonial no es una injerencia indebida de la sociedad o de la autoridad, ni la imposición intrínseca de una forma, sino una exigencia interior del pacto conyugal (entre hombre y mujer) que se confirma públicamente como único y exclusivo, para que sea vivida así la plena fidelidad al designio de Dios Creador.
Esta fidelidad lejos de rebajar la libertad de la persona, la defiende contra el subjetivismo y el realismo, y la hace partícipe de la sabiduría creadora”  
(Exhortación Apostólica <Familiaris Consortio>. Papa Juan Pablo II. Dada en Roma el 22 de noviembre, solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, del año 1981). Cuarto del Pontificado).
 
 


Verdaderamente San Juan Pablo II ha sido uno de los Papas que mejor han analizado la problemática del ataque sistemático por las fuerzas del mal al sagrado Sacramento del matrimonio y por tanto a la familia, tratando de desprestigiar, si pudieran, ambas instituciones de Cristo; utilizan para ello la unión cristiana entre hombre y mujer como arma arrojadiza, inventando, a tal efecto, leyes tan dañinas como la del divorcio, la del aborto libre, y  la del mal llamado, matrimonio, entre personas del mismo sexo…

No obstante, es lógico que los enemigos de la Iglesia de Cristo arremetan contra el sagrado Sacramento del matrimonio, porque se encuentra en el origen de la familia cristiana, la cual en los últimos siglos ha sufrido, en sus mismas entrañas, los cambios y transformaciones de la sociedad cuyos objetivos no son otros que anular el Mensaje de Cristo, y si ello fuera posible, hasta su Persona, mediante movimientos como el modernismo, corrientes del pensamiento como el laicismo, posiciones filosóficas como el relativismo, o doctrinas religiosas como el gnosticismo, que habiendo aparecido en la antigüedad, sigue vigente en el presente, como muchos Papas han denunciado.

La Iglesia católica consciente de que el matrimonio y la familia constituyen uno de los valores más importantes de la humanidad <quiere hacer sentir su voz y ofrecer su ayuda a todo aquel que conociendo ya el valor del matrimonio y de la familia trata de vivirlo  fielmente, busca la verdad, y a todo aquel que se ve injustamente impedido para vivir con libertad el proyecto familiar. Sosteniendo a los primeros, iluminando a los segundos y ayudando a los demás, la Iglesia ofrece su servicio a todo hombre preocupado por los destinos del matrimonio y de la familia> (Con. Ecuménico Vaticano II. Gaudium et Spes, 52).
 


El Papa Benedicto XVI comparte con su querido predecesor en la Silla de Pedro, Juan Pablo II, el amor y el interés por la familia, así como por el Sacramento del matrimonio, y lo ha demostrado en distintas ocasiones mediante sus escritos, homilías, catequesis, etc.

Así por ejemplo, en una ocasión, respondía a una pregunta en este sentido, recogida en el capítulo III del libro <El amor se aprende; Romana Editorial, S.L. 2012>:
“La mayoría de los jóvenes dudan hoy en día entre contraer matrimonio o convivir al margen  de rígidos vínculos jurídicos. A nivel estatal, se advierten tendencias a equiparar las uniones de hecho y la relación de pareja homosexual, al matrimonio...
Sin embargo, cuando dos personas se entregan mutuamente y, juntas, dan vida a los hijos, ahí se implica lo sagrado, el misterio del ser humano, que va mucho más allá del derecho a disponer de uno mismo.
En cada ser humano está presente el misterio divino. Por eso la unión entre hombre y mujer desemboca de forma natural en lo religioso,  en lo sagrado, en la responsabilidad asumida ante Dios…

Sin duda, cualquier otra forma de unión es una vía de escape con la que esquivar la propia responsabilidad frente al otro y frente al misterio de su persona, introduciendo una labilidad que acarreará sus propias consecuencias...



Pienso que  cuando en un matrimonio, en una familia, ya no cuenta que el fundamento sea un hombre y una mujer, sino que se equipara la homosexualidad a esa relación, se está hiriendo gravemente la tipología básica que configura la estructura de la naturaleza humana. Por esta vía cualquier sociedad está llamada a encontrarse con graves problemas”

Podríamos preguntarnos ¿Cuáles pueden ser las causas de estos graves problemas  que nos anunciaba el Papa? La respuesta no parece sencilla porque son muchas y numerosas las  constatables en este momento de la historia del hombre.
Quizás una de éstas, en el Viejo Continente, podría ser el envejecimiento prematuro de algunos pueblos, como consecuencia del bajo índice de natalidad. En otras ocasiones, civilizaciones completas han desaparecido por similares circunstancias. Muchos matrimonios, acosados por dificultades económicas o de otro tipo, han decidido conformarse con la clásica <parejita>, y poner tierra de por medio cuando se trata de aumentar el número de hijos.
Al fin y al cabo, aunque  ésta no es la solución ideal para países con bajo índice de natalidad, no puede decirse que al menos no exista buena voluntad en estos matrimonios por crear una familia en toda la extensión de la palabra.



En cambio, ya es otra cosa cuando ni siquiera está en la intención de los conyugues, sacrificarse un poco, en aras del nacimiento de unos hijos…Cuestión aparte, son las parejas homosexuales, por desgracia cada vez  más frecuentes en sociedades que se dicen desarrolladas…Por esta vía como decía el Papa Benedicto XVI dichas sociedades podrían verse envueltas en graves dificultades…

Por otra parte, la influencia ejercida por  ejemplos de vida, que constantemente se muestran,  con gran entusiasmo, en la prensa llamada del corazón, hacen aparecer el matrimonio como algo muy lábil y necesariamente agotado al cabo de un tiempo más o menos corto, ello, unido al ansia de liberación del hombre y de la mujer  en los tiempos de modernidad que corren, hacen preguntarse a muchos jóvenes y no tan jóvenes con frecuencia ¿Por qué el Sacramento del matrimonio tiene que implicar la permanente unión, hasta la muerte?...

A esta pregunta respondió en su momento magníficamente el Papa Benedicto XVI en el libro mencionado anteriormente (Ibid):


“La dignidad del ser humano tan solo viene plenamente respetada a condición de hacer de sí mismo un don total, sin reservarse el derecho a poner en discusión ese don ni a revocarlo. El Sacramento del matrimonio, no es un contrato temporal, sino un ceder incondicionalmente el propio <yo> a un <tú>. La entrega a la otra persona solo puede ser acorde a la naturaleza humana si el amor es total y sin reservas”

En efecto, así lo expresó Nuestro Señor Jesucristo en su <Sermón de la montaña>, (Mt  5, 31-32):

-Se ha dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, que le dé el libelo de repudio

-Pero yo os digo que todo el que repudia a su mujer, excepto en caso de fornicación, la expone a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
 

Para los seres humanos, desde el principio, la unión conyugal es la base  sobre la que se asienta la familia,  expresión primera y fundamental de toda sociedad, que no ha cambiado  a través de los siglos:

“En su núcleo esencial esta visión no ha cambiado ni siquiera en nuestros días. Sin embargo, actualmente se prefiere poner de relieve todo lo que en la familia, que es la más pequeña y primordial comunidad humana, representa la aportación personal del hombre y de la mujer.

En efecto, la familia es una comunidad de personas, para las cuales el propio modo de existir y de vivir juntos es la comunión: <communio personarum>. También aquí, salvando la absoluta transcendencia del Creador respecto a la criatura, emerge la referencia ejemplar al <Nosotros> divino. Solo las personas son capaces de existir <en comunión>.

La familia arranca de la comunión conyugal que el Concilio Vaticano II califica como <alianza> por la cual el hombre y la mujer <se entregan y aceptan mutuamente>”



(Papa Juan Pablo II. Carta a las familias dada en Roma el 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor 1994).

 No obstante, como el día a día nos demuestra, esta comunión puede verse afectada por diversos factores, entre los que caben destacar la infidelidad,  los <malos tratos>, e incluso la violencia doméstica, por parte casi siempre del hombre hacia la mujer, con algunas excepciones.
Situaciones así, si no se corrigen a tiempo, pueden llevar a desenlaces desastrosos como el divorcio, ó  luctuosos como el suicidio ó el asesinato, tema este último, que está siendo, por desgracia, muy frecuente en los últimos tiempos.
Todo esto, da lugar al sufrimiento no solo de los conyugues y de los hijos, sino también del resto de la familia, aunque siempre hay que tener presente la acción del Espíritu Santo,  como aseguraba Juan Pablo II (Ibid):


“La experiencia humana enseña que el amor humano, orientado por su naturaleza hacia la paternidad y la maternidad, se ve afectado a veces por una crisis profunda, y por tanto se encuentra amenazado seriamente. En tales casos, habrá que pensar en recurrir a los servicios ofrecidos por los consultorios matrimoniales y familiares, mediante los cuales es posible encontrar ayuda, entre otros, de psicólogos y psicoterapeutas específicamente preparados.

Sin embargo, no se puede olvidar que son siempre válidas las palabras del Apóstol: <Doblé mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre la familia en el cielo y en la tierra> (Ef 3, 14-15). El matrimonio, el matrimonio Sacramento, es una alianza de personas en el amor. Y el amor puede ser profundizado y cuestionado solamente por el amor, aquel que es derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado> (Rm 5, 5)”

 


Sin embargo, es evidente que el vínculo conyugal se ve muy afectado en la actualidad, por ambientes sociales hostiles y perniciosos que estimulan la búsqueda del <yo> y no del <nosotros> que es la única fórmula verdaderamente adecuada para que la unión en la pareja prospere con <el pasar del tiempo>. De esta forma, el <individualismo>, juega una <mala pasada> al Sacramento del matrimonio y por tanto a la familia.
Entonces, cabría preguntarse: ¿Por qué el individualismo amenaza la civilización del amor?

Según el Papa san Juan Pablo II la clave de la respuesta está en la expresión conciliar  <es necesaria una entrega sincera>:
“El individualismo supone un uso de la libertad, por el cual, el sujeto hace lo quiere, <estableciendo> él mismo <la verdad> de lo que le gusta ó le resulta útil. No admite que otro <quiera> ó exija algo de él en nombre de una verdad objetiva.
No quiere <dar> a otro basándose en la <verdad>; no quiere convertirse  en una <entrega sincera>"

(Carta a la familia. Juan Pablo II. Dada en Roma el 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor, del año 1994. Decimosexto de su Pontificado).

 


Por ello, ya en nuestros días, el Papa Francisco, recogiendo el testigo de sus amados predecesores en la Silla de Pedro, el 2 de febrero de este mismo año escribió una Carta a las familias, para anunciarles la próxima celebración  de la Asamblea general extraordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada para tratar <los retos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización>:

“Les escribo esta carta el día en que se celebra la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo. En el Evangelio de Lucas vemos que la Virgen y San José, según la ley de Moisés, llevaron al Niño al Templo para ofrecérselo al Señor, y dos ancianos, Simeón y Ana, impulsados por el Espíritu Santo, fueron a su encuentro y reconocieron en Jesús al Mesías (Lc 2, 22-28). Simeón lo tomó en brazos y dio gracias porque finalmente había <visto> la salvación; Ana, a pesar de su avanzada edad, cobró nuevas fuerzas y se puso a hablar a todos del Niño. Es una hermosa estampa: dos jóvenes padres y dos personas ancianas, reunidos por Jesús. ¡Realmente Jesús hace que generaciones diferentes se encuentren y se unan! Él es la fuente inagotable de ese amor que vence el egoísmo, toda soledad, toda tristeza”

 


 

 

 

 

jueves, 4 de diciembre de 2014

JESÚS Y LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN : HÁGASE TÚ VOLUNTAD



 
 


"Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió" (Jn 5, 30)

Con estas palabras Jesús demostró su fidelidad al Padre, consiguiendo de esta forma, hacer arder en los corazones de los hombres de buena voluntad, la llama del amor hacia Dios, y por Él, a sus semejantes. Sí, Jesucristo fue siempre fiel a la voluntad del Padre, y así se puso de manifiesto en todas sus acciones durante su vida pública, expuestas a través de los Evangelios escritos por sus Apóstoles  bajo la inspiración del Espíritu Santo.

Quizás el momento más especial durante el cual se puso de manifiesto esta fidelidad de Jesús al Padre, fue aquel en que se aproximaba su Pasión y Muerte, cuando en el monte de los Olivos invocaba al Padre habiendo caído sobre su rostro en tierra y oraba diciendo (Mt 26, 39):

-Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, si no quieres tú

 Cuenta el evangelista que  habiendo regresado hasta el lugar donde había dejado a sus Apóstoles y habiéndoles encontrado dormidos por el agotamiento y las penas, les recriminó diciendo (26, 40): ¿No habéis podido orar una hora conmigo? y se apartó de nuevo de ellos y de nuevo oraba al Padre diciendo (Mt 26, 42):

-Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tú voluntad
 


Sin duda es comprensible, que Jesús verdadero Dios, pero también verdadero hombre, sintiera en aquellos terribles momentos, un enorme sufrimiento, y ello le hiciera sudar como gotas de sangre, y que un Ángel le consolara (Lc 22, 43); sin embargo, fiel al Padre hasta las últimas consecuencias se ajustó y aceptó voluntariamente los designios de Éste, a favor de la humanidad (Lc 22, 42)

Recordemos que con anterioridad, Jesús dando testimonio de sí mismo, declaraba en el discurso apologético de Galilea (Jn 5, 31-34 y 41-43):

"Si me presentase como testigo de mi mismo, mi testimonio carecería de valor/ Es otro el que testifica a mi favor y su testimonio es valido / Yo no busco honores que puedan dar los hombres / Además os conozco muy bien (se refería a los que le buscaban para matarlo), y sé que no amáis a Dios / Yo he venido de parte del Padre, pero vosotros no me aceptáis; en cambio, aceptáis a cualquiera que viene en nombre propio"

Gran reproche de Jesús a aquellos hombres, representantes de una parte de la humanidad de entonces y de ahora; así es, lo que sucedió en aquellos tiempos, es casi lo mismo, que está sucediendo en nuestros días, porque el hombre siempre se siente tentado a dejarse embaucar por los seguidores del <príncipe de la mentira>, fácilmente reconocibles, porque únicamente dan testimonio de sí mismos, como advirtió Jesús en su discurso. 
 


Por otra parte, el Papa Benedicto XVI refiriéndose a aquellos instantes angustiosos, sufridos por  Jesús en el huerto de Getsemaní destacaba, como no podría ser de otro  modo, el hecho relevante de la fidelidad total al Padre por el Hijo (Jesús de Nazaret 2ª Parte. Papa Benedicto XVI):
“En otras noches Jesús se había retirado a Betania. En ésta, que celebra como su noche de Pascua, sigue la prescripción de no salir del territorio de la ciudad de Jerusalén, cuyos confines habían sido ampliados para aquella ocasión con el fin de dar la posibilidad a todos los peregrinos de ser fieles a la Ley. Jesús observa la norma, precisamente por eso, va conscientemente al encuentro del traidor y de la hora de su Pasión…

Todo esto está en profunda continuidad con la voluntad originaria de Dios, a la vez que supone un cambio decisivo en la historia de las religiones, que se hace realidad en la Cruz…
Las dos partes de la oración de Jesús aparecen como una contraposición entre dos voluntades: una es la <voluntad natural>, que se resiste al aspecto monstruoso y destructivo de aquello a lo que se enfrenta, y quisiera pedir que el <cáliz se aleje de él>; la otra es la <la voluntad del Hijo> que se abandona totalmente en la voluntad del Padre…”

 
Se trata de un ejemplo admirable de Jesús, ante el peligro que ya se cernía sobre él; el Mesías se muestra voluntariamente dispuesto a afrontarlo por fidelidad al Padre y por amor a los hombres, un ejemplo seguido más tarde, por muchos hombres y mujeres que entregaron también la vida por amor a Jesús y a los hombres, empezando por los Apóstoles y siguiendo por todos los santos y santas mártires, que a lo largo de los siglos han demostrado que la Palabra de Cristo y su sacrificio en la Cruz no han sido una derrota sino una victoria del bien sobre el mal.

 


La Iglesia fundada por Cristo desde muy antiguo, rinde homenaje a la memoria de estos hombres, mujeres y niños mártires, venerándoles como se merecen, pues dieron la vida por el Señor y su Mensaje y son una lección estremecedora y vital para los cristianos de todos los tiempos.

La fidelidad del Hijo al Padre  se mostró claramente, así mismo, durante  la fiesta de Pascua, en Jerusalén, muy próxima ya la Pasión  y Muerte en la Cruz de Cristo, cuando algunos griegos se acercaron  al Apóstol Felipe y le pidieron verle, lo que dio motivo al Señor para proclamar que había llegado la hora de la glorificación del Hijo del hombre, esto es, del Mesías (Jn 12, 25-28):
"El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna / El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará / Ahora mi alma esta agitada, y ¿Qué diré?: “Padre, líbrame de esta hora “. Pero si por esto he venido para esta hora: / <Padre, glorifica tu nombre>. Entonces vino una voz del cielo: <Lo he glorificado y volveré a glorificarlo>"

 
Como aseguraba Benedicto XVI la aflicción de su alma humana, impulsaba a Jesús  pedir ser salvado de aquella hora, pero la conciencia de su Misión, le hacía pronunciar la segunda petición, la petición de que Dios glorifique su nombre (Jesús de Nazaret 2ª Parte):
“Justamente la Cruz, la aceptación de algo terrible, el entrar en la ignominia del exterminio de la propia dignidad, se convierte en la glorificación del nombre de Dios. En efecto, Dios hace ver claramente así precisamente lo que es: el Dios que, en el abismo de su amor, en la entrega de sí mismo, opone a todos los poderes del mal el verdadero poder del bien.
Jesús pronunció las dos peticiones, pero la primera, la de ser liberado, se funde con la segunda, en la que ruega por la glorificación de Dios en la realización de su voluntad; así, el conflicto en lo más intimo de la existencia humana de Jesús se recompensa en la unidad”

 


En esta misma línea de pensamiento, el Papa San Juan Pablo II aseguraba:

“La historia de la salvación se sintetiza en la fundamental constatación de una gran intervención de Dios  en la historia del hombre. Tal intervención alcanza  su culminación en el Misterio Pascual, la Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión al Cielo de Jesús, completado por el Pentecostés, con la bajada del Espíritu Santo sobre los Apóstoles.
Esta historia, a la vez que revela la voluntad salvífica de Dios, revela también la Misión de la Iglesia. Es la historia de todos los hombres y de toda la familia humana, al comienzo creada y luego recreada en Cristo y en la Iglesia…
La historia de la salvación ofrece siempre nueva inspiración para interpretar la historia  de la humanidad. Por eso, numerosos pensadores e historiadores contemporáneos se interesan también por la historia de la salvación.
Ella propone realmente el tema más apasionante. Todos los interrogantes que el Concilio Vaticano II se planteó se reducen, en definitiva, a este tema

En la historia de la salvación no se plantea sólo la cuestión de la historia del hombre, sino que afronta también el problema del sentido de su existencia. Por eso es, al mismo tiempo, historia y metafísica. Es más, se podría decir que es la forma de teología más integral, la teología de todos los encuentros entre Dios y el mundo” (Cruzando el umbral de la esperanza. Editado por Vittorio Messori. 1994)

En nuestra época, lamentablemente se ha difundido, sobre todo en Occidente, la idea de que Dios es extraño a la vida y a los problemas de los hombres y, más aún, que su presencia puede ser incluso una amenaza para la autonomía del ser humano.
Sin embargo, toda la economía de la salvación nos muestra que Dios habla e interviene en la historia en favor del hombre y de su salvación. Por otra parte, deberíamos recordar que según narran los evangelistas, Jesús, en distintas ocasiones, se da a conocer con el Nombre Divino, esto es, <Yo soy>; este nombre, tal como se nos indica  en el Catecismo de la Iglesia Católica  expresa formalmente la fidelidad de Dios (C.I.C. nº211):
“El nombre divino <Yo soy> o <Él es>, expresa la fidelidad de Dios que, a pesar de la infidelidad del pecado de los hombres y del castigo que merecen, <mantiene su amor por generosidad> (Ex 34, 7)…Jesús dando su vida para librarnos del pecado, revelaba que Él mismo lleva el nombre divino: <Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que <Yo soy>>” (Jn 8,28)

 



Entendamos, pues, que Jesús se reconoce <Yo soy>, enviado por el Padre y por eso su <juicio es justo>, tal como manifestaba en Galilea (Jn 5, 30). Él juzga  según su Padre le dicta, Él no pretende hacer su voluntad, sino que fiel al Padre, cumple la voluntad del Padre, tal como puso, tan desinteresadamente en evidencia, durante su Pasión, Muerte, y Resurrección por la salvación del género humano.

Son estos hechos los que deben ser puestos en valor, frente a otras creencias contrarias a el cristianismo, porque solamente  en éste, encontramos al Dios que amó hasta el extremo...
No se trata de un Dios alejado del hombre que no se ocupa de él, después de haberlo  creado...
Jesús dijo como cualquier otro ser humano ¡Que pase de mí este cáliz! pero sin embargo fiel  al Padre aceptó el martirio y la muerte a favor de los hombres, incluso mucho antes de que estos acontecimientos sé produjeran, él dijo: "Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que <Yo soy>"  (Jn 8, 28).

En definitiva, con su Pasión, Muerte y Resurrección, Jesucristo nos ha mostrado el camino que conduce a Dios, la puerta, sin duda estrecha, por la que hemos de pasar los hombres para acercarnos a Él:
“Ahora ya está abierta. Pero también desde el otro lado, el Señor llama con su Cruz: llama a las puertas del mundo, a las puertas de nuestro corazón, que con tanta frecuencia y en tan gran número están cerradas para Dios. Y nos dice más o menos lo siguiente: si las pruebas que Dios te da de su existencia en la creación no logran abrirte a Él; si la Palabra de la Escritura y el mensaje de la Iglesia te dejan indiferente, entonces mírame a mí, al Dios que sufre por ti, que personalmente padece contigo; mira que sufro por amor a ti y ábrete a mí, tu Señor y tu Dios” (Dios está cerca. Papa Benedicto XVI. Chronica Editorial S.L. 2011).

 



Para conseguir abandonarnos totalmente a la voluntad de Cristo, para abrirnos a Él, como Él nos pide incesantemente desde la Cruz, es necesario un cambio interior de nuestra existencia. Porque Jesús nos exige que ya no estemos encerrado en el yo, considerando nuestra autorrealización como la razón principal de vida. Requiere que nos entreguemos totalmente por la verdad, por amor a Dios que en Jesucristo, me precede y me indica el camino:

“Se trata de la decisión fundamental de no considerar ya los beneficios y el lucro, la carrera y el éxito como fin último de mi vida, si no de reconocer como criterios auténticos la verdad y el amor. Se trata de la opción entre vivir sólo para mí mismo o entregarme por lo más grande. Y tengamos muy presente que verdad y amor no son valores abstractos; en Jesucristo se han convertido en persona. Siguiéndolo a Él, entro al servicio de la verdad y del amor. Perdiéndome, me encuentro.
¡Cuán importante es hoy precisamente no dejarse llevar simplemente  de un lado a otro de la vida, no contentarse con lo que todos piensan, dicen y hacen, escrutar a Dios y buscar a Dios, no dejar que el interrogante sobre Dios se disuelva en nuestra alma, el deseo de lo que es más grande, el deseo de conocerlo a Él! ”   (Papa Benedicto XVI ; Ibid)


En este punto, tengamos en cuenta, que Cristo  siendo fiel al Padre, venció a la muerte; resucitando al tercer día de entre los muertos, <inauguró una dimensión histórica escatológica> y así sucedió, como ya en la antigüedad los profetas habían anunciado y  relacionado este acontecimiento con la salvación del hombre. Concretamente Habacuc  advertía: “He aquí  que el insolente no tiene el alma rectamente dispuesta, más el justo, en su fidelidad vivirá” (Hab 2, 4).

Ahora bien, no podemos cerrar los ojos a los acontecimientos que hoy en día suceden y que están en total contraposición con estos deseos de liberación y redención, inscritos en el corazón del hombre, desde el principio, por Dios, nuestro Creador.
En los temas relativos especialmente al comportamiento moral, la sociedad actual, ha adquirido tal relajación  que como denunciaba, no hace tanto, el Papa San Juan Pablo II:

 



”Algunos sostienen que en las cuestiones de moralidad, y en primer lugar en las de ética sexual, la Iglesia y el Papa no van de acuerdo con la tendencia dominante en el mundo contemporáneo, dirigido  cada vez a mayor libertad de costumbres. Y puesto que el mundo se desarrolla en esa dirección, surge la impresión (incluso entre algunos que se llaman creyentes), de que la Iglesia vuelve atrás o, en todo caso, que el mundo se aleja de ella”   

Es una opinión desde luego bastante difundida, especialmente desde principios del siglo pasado, e incluso a finales del siglo XIX, pero no, esto no es así, lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo por desgracia es que el hombre se ha dejado llevar por sus pasiones más bajas, oyendo los consejos, como siempre, del <príncipe de la mentira> y sus acólitos, en estos días numerosísimos y poseedores de medios de propagación de sus ideas, enormemente potentes y alienantes.
Como denunciaba también el Papa Juan Pablo II:
”Los medios de propagación han acostumbrado a numerosos sectores de la sociedad a escuchar solamente lo que <halaga a sus oídos> (II Timoteo 4,3) y aún es peor cuando, los teólogos, especialmente los moralistas, se alían con estos medios que como es obvio, dan una amplia resonancia a cuanto estos dicen y escriben en contra de la <sana doctrina>” (Cruzando el Umbral de la esperanza. J. Pablo II).


Por otra parte, como manifestaba también, el Papa Benedicto XVI, tratando de ayudarnos a discernir y encontrar la voz de Dios entre las muchas voces, casi siempre poco autorizadas, que escuchamos  todos los días, sobre temas de trascendencia escatológica:
“El panorama internacional, presenta perspectivas prometedoras de desarrollo económico y social; y por otra, ofrece a nuestra atención algunas fuertes preocupaciones por lo que se refiere al futuro mismo del hombre. En no pocos casos, la violencia marca las relaciones entre las personas y entre los pueblos; la pobreza oprime a millones de habitantes; las discriminaciones e incluso las persecuciones por motivos raciales, culturales y religiosas, obligan a muchas personas a huir de sus países para buscar refugio y protección en otros lugares.
 


Cuando el progreso tecnológico no tiene como fin la dignidad y el bien del hombre, ni está ordenado a un desarrollo solidario, pierde su fuerza de factor de esperanza, y corre el peligro de acentuar los desequilibrios y la injusticia ya existente. Existe además una amenaza constante por lo que se refiere a la relación hombre-ambiente, debido al uso indiscriminado de los recursos, con repercusiones también sobre la salud física y mental del ser humano. El futuro del hombre corre peligro debido a los atentados  contra su vida, atentados que asumen  varias formas  y modos” (Benedicto XVI. Dios está cerca. Ed. Chronica S.L. 2011).

 
No podemos pasar por alto estas últimas advertencias e inquietudes del Papa Benedicto XVI:

¿Cuáles son estas formas y modos, qué pueden hacer peligrar la existencia del hombre y por tanto su salvación? Son sobre todo  las mismas, que ya han denunciado también otros Papas. Son aquellas que van en contra de la <defensa de la vida>, porque como aseguraba, por ejemplo, el Papa San Juan Pablo II:



“El derecho a la vida es para el hombre, el derecho fundamental… ¡No hay ningún otro derecho que afecte más de cerca a la existencia misma de la persona! Derecho a la vida significa derecho a venir a la luz y luego, a perseverar en la existencia hasta su natural extinción: <mientras vivo tengo derecho a vivir>"  (Papa Juan Pablo II. Cruzando el umbral de la esperanza. Ibid).
 

 
Así es,  el deber de respetar la dignidad de cada ser humano, en el cual se refleja la imagen de del Creador, comporta la <defensa de la vida>, porque la vida no es un don que el sujeto  tiene a su entera disposición:
“Es preciso denunciar que  además de los conflictos armados, del terrorismo, y de las diversas formas de violencia, hay muertes silenciosas provocadas contra la ancianidad, por el hambre, el aborto, la experimentación con embriones y un largo etc.

Parece que el hombre haya olvidado el ejemplo de fidelidad al Padre dado por Jesús...
Parece que haya olvidado que el ejemplo a seguir, para caminar por la senda de la salvación es el dado por Jesucristo, el hombre perfecto, ejemplo de libertad filial, que nos enseña a comunicar a los demás su mismo amor: <Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor> ” (Benedicto XVI Ibid)

 
Entonces: ¿De qué nos hubiera valido  el sacrificio de nuestro Salvador y su Resurrección? Debemos reflexionar sobre este tema con más frecuencia, porque la fidelidad de Jesús para el Padre ha abierto, al ser humano, el camino de la salvación, el camino que nos conduce a esa tan deseada <vida eterna>. Por la Resurrección de Jesús se ha abierto la historia del hombre más allá de sí misma, porque:

 


 
“Él ha resucitado verdaderamente. Él es el Viviente. A Él nos debemos encomendar con la seguridad de estar en la senda justa. Con el apóstol Tomás debemos meter nuestra mano en el costado traspasado de Jesús y confesar ¡Señor mío y Dios mío! ” (Benedicto XVI. Jesús de Nazaret. 2ª Parte)