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sábado, 4 de febrero de 2017

JESÚS DIJO (XXVI): TRABAJOS REALIZADOS POR MRM.MARUS


 
 
 
 
 






*JESÚS DIJO (XXV): TRABAJOS REALIZADOS POR MRM.MARUS (19/12/16)

 

 

*RECORDANDO LA NATIVIDAD DEL SEÑOR (25/12/16)

 

 

*LA LLAMADA A LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS: ECUMENISMO (I) (1/1/17)

 

 

*MENSAJEROS DEL EVANGELIO: LOS PRIMEROS SIGLOS (1ª Parte) (8/1/17)

 

 

*JESÚS Y EL RETO DE LA EVANGELIZACION: SIGLO XI (2ª Parte) (18/1/17)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA BIBLIA (Edición Popular) (Traducción aprobada por la Conferencia Episcopal Española)

 

LA CASA DE LA BIBLIA (1993)

 

 

 

 

                                  

 

 

 

                                           CARTA A LOS ROMANOS  (Primera Parte)

 

 

 

 

 

SALUDO Y PROFESIÓN DE FE (1, 1-7)

 

1-Soy Pablo, siervo de Cristo Jesús, elegido como apóstol y destinado a proclamar el evangelio que Dios / había prometido por medio de sus profetas en las Escrituras santas. / Este evangelio se refiere a su Hijo, nacido, en cuanto hombre, de la estirpe de David / y constituido por su resurrección de entre los muertos Hijo poderoso de Dios según el espíritu santificador: Jesucristo, Señor nuestro, / por quien he recibido la gracia de ser apóstol, a fin de que para su gloria, respondan a la fe de todas las naciones, / entre las cuales también estáis vosotros que habéis sido elegidos por Jesucristo. / A todos los que estáis en Roma y habéis sido elegidos amorosamente por Dios para constituir su pueblo, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y de Jesucristo el Señor.

 

 

 

*PROYECTOS DE PABLO PARA VISITAR ROMA (1, 8-15)

 

Ante todo, doy gracias a mi Dios por vosotros mediante Jesucristo, porque todo el mundo se hace lenguas de vuestra fe. / Dios, a quien rindo culto de todo corazón anunciando el evangelio de su Hijo, es testigo de que os recuerdo sin cesar. / Continuamente pido a Dios que me conceda ir a visitaros. / Deseo ardientemente veros, para comunicaros algún don espiritual que os fortalezca; / o más bien para confortarnos mutuamente en la fe común, la vuestra y la mía. / Debéis saber, hermanos, que he intentado muchas veces ir a visitaros, pero hasta el presente me lo han impedido. Pretendía recoger algún fruto también entre vosotros, lo mismo que en los demás pueblos. / Y es que me debo por igual a civilizados y a no civilizados, a sabios y a ignorantes. Así que, por lo que a mí toca, estoy pronto a anunciaros el evangelio también a vosotros, los que estáis en Roma.

 

 

*EL PODER SALVADOR DEL EVANGELIO (1, 16-17)

 

Pues no me avergüenzo del evangelio, que es fuerza de Dios para que se salve todo el que cree, tanto si es judío como si no lo es. / Porque en él, se manifiesta la fuerza salvadora de Dios a través de una fe en continuo crecimiento, como dice la Escritura: Quien alcance la salvación por la fe, ese vivirá.

 

 

 

 

*LA HUMANIDAD CULPABLE (1, 18-32)

 

En efecto, la ira de Dios se manifiesta desde el cielo contra la impiedad e injusticia de aquellos hombres que obstaculizan injustamente la verdad. / Pues lo que se puede conocer de Dios, lo tienen claro ante sus ojos, por cuanto Dios se  lo ha revelado. / Y es que lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, se ha hecho visible desde la creación del mundo, a través de las cosas creadas. Así que no tienen excusa, / porque, habiendo conocido a Dios, no lo han glorificado, ni le han dado gracias, sino que han puesto sus pensamientos en cosas sin valor y se ha oscurecido su insensato corazón. / Alardeando de sabios, se han hecho necios / y han trocado la gloria del Dios incorruptible por representaciones de hombres corruptibles, e incluso de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. / Por eso Dios los ha entregado, siguiendo el impulso de sus apetitos, a una impureza tal que degrada sus propios cuerpos. / Es la consecuencia de haber cambiado la verdad de Dios por la mentira, y de haber adorado y dado culto a la criatura en lugar de al Creador, que es bendito por siempre, Amén. / Así pues, Dios los ha entregado a pasiones vergonzosas. Sus mujeres han cambiado las relaciones naturales del sexo por usos antinaturales; / e igualmente hombres, dejando la relación natural con la mujer, se han abrasado en deseos de unos por otros. Hombres con hombres comenten acciones ignominiosas y reciben en su propio cuerpo el pago merecido por su extravío. / Y por haber rechazado el verdadero conocimiento de Dios, Dios los ha dejado a merced de su depravada mente, que los impulsa a hacer lo que no deben. / Están llenos de injusticia, malicia, codicia y perversidad; son envidiosos, homicidas, camorristas, mentirosos, malintencionados, chismosos, / calumniadores, impíos, insolentes, soberbios, fanfarrones, inventores de maldades, rebeldes a sus padres, / inconsiderados, desleales, desamorados y despiadados. / Conocen bien el decreto de Dios según el cual los que cometen tales acciones son dignos de muerte, pero no contentos con hacerlas, aplauden incluso a los que las cometen.

 

 

                                       

 

 

 

TODOS BAJO EL JUICIO DE DIOS (2, 1-11)

 

1-Por tanto, no tienes excusa tú, quienquiera que seas, cuando juzgas a los demás, pues juzgando a otros tú mismo te condenas, ya que haces lo mismo que condenas. / Y sabemos que el juicio de Dios es riguroso contra quienes hacen tales cosas. / Y tú que condenas a los que hacen las mismas cosas que tú haces ¿piensas que escaparás al castigo de Dios? / ¿Desprecias acaso la inmensa bondad de Dios, su paciencia y su generosidad, ignorando que es la bondad de Dios la que te invita al arrepentimiento? / Por el endurecimiento y la impenitencia de tu corazón estás atesorando ira para el día de la ira, cuando Dios se manifieste como justo juez / y dé a cada uno según su merecido: / a los que perseverando en la práctica del bien buscan gloria, honor e inmortalidad, les dará vida eterna; / pero los que por egoísmo rechazaron la verdad y se abrazaron a la injusticia, tendrán un castigo implacable. / Tribulación y angustia para los que no lo son; / gloria, honor y paz para los que hacen el bien; para los judíos, desde luego, pero también para quienes no lo son, / pues en Dios no hay lugar a favoritismos.

 

 

 

*TAMBIÉN LOS JUDÍOS SON CULPABLES (2, 12-24)

 

En efecto, todo el que haya pecado sin estar bajo la ley, también perecerá sin que intervenga la ley; y todo el que haya pecado estando bajo la ley, será juzgado por esa ley. / Porque no salvará Dios a los que simplemente escuchan la ley, sino a aquellos que la cumplen. / Y es que cuando los paganos que no están bajo la ley, cumplen lo que atañe a la ley por inclinación natural, aunque no tengan ley, se constituyen en ley para sí mismos. / Llevan los preceptos de la ley escritos en su corazón, como lo atestigua su conciencia y también sus propios razonamientos que los acusarán o defenderán / en el día en que Dios juzgue las cosas ocultas de los hombres por medio de Jesucristo y conforme al evangelio que yo anuncio. / ¿Y qué decir de ti? Presumes de judío, te apoyas en la ley y te glorías en Dios. / Te precias de conocer su voluntad e, instruido por la ley, sabes discernir lo que es bueno. / Te jactas de ser guía de ciegos, luz de los que están en tinieblas, / educador de ignorantes, maestro de analfabetos, y crees poseer en la ley la clave del conocimiento y de la verdad. / Pues bien, tú que enseñas a otros, ¿Por qué no te enseñas a ti mismo? Tú que proclamas que no se debe robar, ¿por qué robas? / Tú que condenas el adulterio, ¿por qué cometes adulterio? Tú que reniegas de los ídolos, ¿por qué deshonras a Dios al no cumplirla? / Pues como dice la Escritura: Por vuestra culpa el nombre de Dios es ultrajado entre los paganos.

 

 

 

 

*EL VALOR DE LA CIRCUNCISIÓN (2, 25-29)

 

En cuanto a la circuncisión, es útil ciertamente si cumples la ley; pero si no lo cumples, es igual estar circuncidado que no estarlo. / Por tanto, si uno que no está circuncidado observa los preceptos de la ley, ¿no deberá ser considerado como si lo estuviera? / De hecho, el que no está físicamente circuncidado, pero cumple la ley, te juzgará a ti que, a pesar de estar circuncidado y poseer la letra de la ley, conculcas esa ley. / Porque ser judío no consiste en lo exterior, ni la verdadera circuncisión es la que se hace visiblemente en el cuerpo. / El verdadero judío loes por dentro y la genuina circuncisión es la del corazón, la que es obra del Espíritu y no de la letra; no esa que alaban los hombres, sino la que alaba Dios.

 

 

 

 

*DIOS SIGUE SIENDO FIEL A SU PUEBLO (3, 1-8)

 

3 Así pues, ¿es en algo superior el judío? ¿Tiene alguna utilidad el estar circuncidado? / Mucha, en todos los sentidos. En primer lugar, porque a ellos les fueron confiadas las palabras de Dios. / ¿Qué algunos no creyeron? ¿Y qué? ¿Acaso la incredulidad va anular la fidelidad de Dios? / ¡De ninguna manera! Dios es siempre veraz, aunque todo hombre sea mentiroso; ya lo dice la Escritura: Tus palabras mostrarán que eres fiel y triunfarás cuando sea juzgado. / Pero si nuestra maldad sirve para demostrar la fuerza salvadora de Dios, ¿no deberíamos decir – hablando a lo humano – que Dios es injusto en descargar su ira sobre nosotros? / ¿De ninguna manera! Si no, ¿cómo podría Dios juzgar al mundo? / Y si mi mentira sirve para resaltar y glorificar la verdad de Dios, ¿por qué he de ser considerado como pecador? / ¿Habrá que hacer el mal para que venga el bien, como algunos calumniadores dicen que yo enseño? ¿Bien merecida tienen esos tales su condenación!

 

*TODOS BAJO EL PECADO (3, 9-19)

 

Por tanto, ¿qué? ¿Tenemos o no tenemos ventaja los judíos? No del todo, ya que hemos demostrado que todos, tanto judíos como no judíos, están bajo el pecado, / como dice la Escritura: No hay ni siquiera un justo, / no hay un solo sensato, no hay quien busque a Dios. / Todos andan extraviados, todos están pervertidos. No hay ni uno que haga el bien. / Sepulcro abierto es su garganta, fuente de engaños su lengua, veneno de serpientes hay en sus labios, / su boca rebosa maldición y acritud. / Rápidos son sus pies para verter sangre, / desolación y miseria en sus caminos. / No conocieron la senda de la paz; / ni hay temor de Dios ante sus ojos. / Ahora bien, sabemos que lo que dice la ley, lo dice para quiénes están bajo la ley. Con ello, todo hombre queda en evidencia y el mundo entero debe reconocerse culpable ante Dios. / Porque nadie alcanzará la salvación divina por el cumplimiento de la ley; el papel de la ley era hacernos conscientes del pecado.

*LA SALVACIÓN POR LA FE (3, 21-31)

 

Pero ahora, con independencia de la ley, se ha manifestado la fuerza salvadora de Dios, atestiguada por la ley y los profetas. / Fuerza salvadora de Dios que, por medio de la fe en Jesucristo, alcanzará a todos los que crean. Y no hay distinción: / todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios; / pero ahora Dios los salva gratuitamente por su bondad en virtud de la redención de Cristo Jesús, / a quien Dios ha hecho, mediante la fe en su muerte, instrumento de perdón. Ha manifestado así su fuerza salvadora pasando por alto los pecados cometidos en el pasado, / porque Dios es paciente. Pero es ahora, en este momento, cuando manifiesta su fuerza salvadora, al ser él mismo salvador, y salvar a todo el que cree en Jesús. / ¿De qué, pues, podemos presumir si toda jactancia ha sido excluida? ¿Y en razón de qué ha sido excluida? ¿Acaso por las obras realizadas? No, sino en razón de la fe. / Pues estoy convencido de que el hombre alcanza la salvación por la fe y no por el cumplimiento de la ley. / Y Dios ¿lo es sólo de los judíos? ¿No lo es también de los paganos? Sí, también de los paganos, / ya que uno solo es el Dios que salva a cuantos tienen fe, estén circuncidados o no lo estén. / Entonces, ¿estaremos anulando la ley al dar tanto valor a la fe? ¿De ninguna manera! Más bien estamos confirmando el valor de la ley.

 

 

 

*EL EJEMPLO DE ABRAHÁN (4, 1-12)

 

4 ¿Y qué diremos del caso de Abrahán, padre de nuestra raza? / Si Abrahán hubiera alcanzado la salvación por sus obras, tendría razón para presumir; pero no sucedió así ante Dios. / Pues ya lo dice la Escritura: Creyó Abrahán a Dios y ello le fue tenido en cuenta para alcanzar la salvación. / Es sabido que al que trabaja no se le cuenta el jornal como favor, sino como deuda; / por eso, al que no se apoya en sus obras, es decir, al que ha puesto su fe en un Dios que salva al impío, ese fe le será tenida en cuenta para alcanzar la salvación. / Del mismo modo David llama dichoso al hombre a quien Dios salva independientemente de las obras: / ¡Dichosos aquellos a quienes Dios ha perdonado sus maldades, aquellos cuyos pecados han sido sepultados! / ¡Dichoso el hombre a quien el Señor no toma en cuenta su pecado! / ¡A quién se aplica esta bienaventuranza? ¿Sólo a los que están circuncidados, o también a los que no lo están? Hemos dicho que la fe le fue tenida en cuenta a Abrahán para alcanzar la salvación. Pero ¿cuándo? ¿Ya circuncidado a antes de estarlo? Sin duda que no después, sino antes. / Fue después cuando recibió la circuncisión como una señal, como una garantía de que, ya antes de estar circuncidado, poseía la salvación que se alcanza por la fe. De este modo se ha convertido en padre de todos los creyentes que no están circuncidados, para que también a ellos le sea concedida la salvación. / Asimismo se ha convertido en padre de los circuncidados que no se contentan con serlo, sino que siguen los pasos de la fe que, antes de circuncidarse, tenía ya nuestro padre Abrahán.

 

*FE, PROMESA Y HERENCIA (4, 13-25)

 

Cuando Dios prometió a Abrahán y a su descendencia que heredarían el mundo, no vinculó la promesa a la ley, sino a la fuerza salvadora de la fe. / Ahora bien, si los herederos lo fueran en virtud de la ley, entonces la fe resultaría ineficaz y vana la promesa. / Toda ley lleva aparejada su sanción, pero donde no hay ley tampoco puede haber transgresión. / Por eso la herencia depende de la fe, es pura gracia, de modo que la promesa se mantenga segura para toda la posteridad de Abrahán, posteridad que es sólo la que procede de la ley, sino también la que procede de la fe de Abrahán. El es el padre de todos nosotros, / como dice la Escritura: Te he constituido padre de muchos pueblos; y lo es ante Dios en quien creyó, el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen. / Contra toda esperanza creyó Abrahán que sería padre de muchos pueblos, según le había sido prometido: Así será en ti descendencia. / Y no decayó su fe al ver que su cuerpo estaba en vigor – tenía casi cien años – y que Sara ya no podía concebir. / Tampoco vaciló por falta de fe ante la promesa de Dios; al contrario, se consolidó en su fe dando así gloria a Dios, / plenamente convencido de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete. / Lo cual le fue tenido en cuenta para alcanzar la salvación. / Estas palabras de la Escritura no se refieren solamente a Abrahán. / Se refieren también a nosotros, que alcanzaremos la salvación si creemos en aquel que resucitó de entre los muertos a Jesús nuestro Señor, / entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado para nuestra salvación.

 

*LOS FRUTOS DE LA SALVACIÓN (5, 1-11)

 

Así pues, quienes mediante la fe hemos sido puestos en camino de salvación, estamos en paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. / Por la fe en Cristo hemos llegado a obtener esta situación de gracia en la que vivimos y de la que nos sentimos orgullosos, esperando participar de la gloria de Dios. / Y no sólo esto, sino que hasta de las tribulaciones nos sentimos orgullosos, sabiendo que la tribulación produce paciencia; / la paciencia produce virtud sólida, y la virtud sólida, esperanza. / Una esperanza que no engaña porque, al darnos el Espíritu Santo, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones. / Estábamos nosotros incapacitados para salvarnos, pero Cristo murió por los impíos en el tiempo señalado. / Es difícil dar la vida incluso por un hombre de bien; aunque por una persona buena quizá alguien esté dispuesto a morir. / Pues bien, Dios nos ha mostrado su amor haciendo morir a Cristo por nosotros cuando aún éramos pecadores. / Con mayor razón, pues, a quienes a puesto en camino de salvación por medio de su sangre, los salvará definitivamente del castigo. / Porque si siendo enemigos Dios nos reconcilió consigo por la muerte de su Hijo, mucho más, reconciliados ya, nos salvará para hacernos partícipes de su vida. / y no sólo esto, sino que nos sentimos también orgullosos de un Dios que ya desde ahora nos ha concedido la reconciliación por medio de nuestro Señor Jesucristo.

 

*MUERTE EN ADÁN Y VIDA EN CRISTO (5, 12-20)

 

Así pues, por un hombre entró el pecado en el mundo y con el pecado la muerte. Y como todos los hombres pecaron, a todos alcanzó la muerte. / Cierto que ya antes de la ley había pecado en el mundo; ahora bien, el pecado no se imputa al no haber ley. / Y sin embargo, la muerte reinó sobre todos desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión semejante a la de Adán, que es figura del que había de venir. Pero no hay comparación entre el delito y el don. Porque si por el delito de unos todos murieron, mucho más la gracia de Dios, hecha don gratuito en otro hombre, Jesucristo sobreabundó para todos. / Y hay otra diferencia entre el pecado del uno y el don del otro, pues mientras el proceso a partir de un solo delito terminó en condenación, el don, a partir de muchos delitos, terminó en absolución. / Y si por el delito de uno solo la muerte inauguró su reinado universal, mucho más por obra de uno solo, Jesucristo, vivirán y reinarán los que acogen la sobreabundancia de la gracia y el don de la salvación. / Por tanto, así como por el delito de uno solo la condenación alcanzó a todos los hombres, así también la fidelidad de uno solo es para todos los hombres fuente de salvación y de vida. / Y como por la desobediencia de uno solo, todos fueron hechos pecadores, así también, por la obediencia de uno solo, todos alcanzarán la salvación. /  En cuanto a la ley, su presencia sirvió para que se multiplicara el delito. Pero cuanto más se multiplicó el pecado, más abundó la gracia; / de modo que si el pecado trajo el reinado de la muerte, también la gracia reinará y nos alcanzará, por medio de nuestro Señor Jesucristo, la salvación que lleva a la vida eterna.

 

*NUEVA VIDA EN CRISTO (6, 1-11)

 

¿Diremos, pues, que hay que seguir pecando para que abunde la gracia? / ¡De ninguna manera! Si hemos muerto al pecado, ¿cómo seguir viviendo en él? / ¿Ignoráis acaso que todos a quienes el bautismo ha vinculado a Cristo, hemos sido vinculados a su muerte? / En efecto, por el bautismo hemos sido sepultados en Cristo quedando vinculados a su muerte, para que así como Cristo ha resucitado de entre los muertos por el poder del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva. / Porque si hemos sido injertados en Cristo a través de una muerte semejante a la suya, también compartiremos su resurrección. / Sabed que nuestra antigua condición pecadora quedó clavada en la cruz con Cristo, para que, una vez destruido este cuerpo marcado por el pecado, no sirvamos  ya más al pecado; porque cuando uno muere, queda libre del pecado. / Por tanto, si hemos muerto con Cristo, confiemos en que también viviremos con él. / Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, no vuelve a morir, la muerte no tiene ya dominio sobre él. / Porque cuando murió, murió al pecado de una vez para siempre; su vivir, en cambio es un vivir para Dios. / Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios, en unión con Cristo Jesús.

 

*REPULSA DEL PECADO (6, 12-14)

 

Que no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal. No os sometáis a sus apetitos, / ni prestéis vuestros miembros como armas perversas al servicio del pecado. Ofreceos más bien Dios como lo que sois: muertos que habéis vuelto a la vida, y haced de vuestros miembros instrumentos de salvación al servicio de Dios. / No tiene por qué dominaros el pecado, ya que no estáis bajo el yugo de la ley, sino bajo la acción de la gracia.

 

*LIBRES DEL PECADO (6, 15-20)

 

Entonces, ¿qué? ¿Nos entregaremos al pecado porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera! / Sabido es que si os ofrecéis a alguien como esclavos y os sometéis a él, os convertís en sus esclavos: esclavos del pecado, que os llevará a la muerte; o esclavos de la obediencia a Dios, que os conducirá a la salvación. / Pero, gracias a Dios, vosotros que erais antes esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón la doctrina que os ha sido transmitida, / y liberados del pecado os habéis puesto al servicio de la salvación. / Os estoy hablando al modo humano, haciéndome cargo de vuestra dificultad para comprender. Lo mismo, pues, que antes os entregasteis como esclavos, a la impureza y a la iniquidad hasta llegar a la perversión, así ahora entregaos como esclavos al servicio de la salvación en busca de la plena consagración a Dios. / En otro tiempo erais esclavos del pecado y no os considerabais obligados a buscar la salvación. / ¿No os avergüenza ahora el fruto que entonces cosechasteis? Porque el resultado de todo aquello fue la muerte.  / Ahora, en cambio, liberados del pecado y convertidos en siervos de Dios, tenéis como fruto la plena consagración a él y como resultado final la vida eterna. / En efecto, el salario del pecado es la muerte, mientras que Dios nos ofrece como don la vida eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor.

 

*EL CRISTIANO Y LA LEY (7, 1-6)

 

Sabéis bien, hermanos – puesto que estoy hablando a entendidos en leyes -, que sólo mientras vive,  está el hombre sometido a la ley. / Así, por ejemplo, la mujer casada, mientras vive el marido está ligada a la ley que la une al marido; pero si el marido muere, queda desligada de esa ley. / Por tanto, será tenida por adúltera si, viviendo el marido, se une a otro hombre; pero, una vez muerto el  marido, queda libre de esa ley y ya no es adúltera si se une a otro hombre. / Pues lo mismo vosotros, hermanos. Por la muerte corporal de Cristo habéis muerto a la ley y ya podéis pertenecer a otro, al que ha resucitado de entre los muertos, con el fin de producir frutos para Dios. / Cuando vivamos sometidos a nuestros apetitos, nuestras pasiones pecaminosas, activadas por la ley, producían en nosotros frutos de muerte. / pero ahora nos hemos emancipado de la ley, somos como muertos respecto a la ley que nos tenía prisioneros, y podemos ya servir a Dios según la nueva vida del Espíritu y no según la vieja letra de la ley.

 

*RELACIÓN ENTRE EL PECADO Y LA LEY (7, 7-13)

 

¿Qué quiere decir esto? ¿Qué la ley es pecado? ¡De ninguna manera! Sin embargo yo no conocería el pecado a no ser por la ley. Por ejemplo, yo no sabía lo que era un mal deseo hasta que dijo la ley: No tengas malos deseos. / Y así, con ocasión del precepto, la fuerza del pecado despertó en mí toda clase de malos deseos, mientras que sin ley no actuaría la fuerza del pecado. / En un tiempo, al no haber ley, todo era vida para mí; pero, al venir el precepto, revivió la fuerza del pecado / y yo quedé muerto. Y así me encontré con que un precepto hecho para dar vida, resultó para mí instrumento de muerte. / En efecto, con ocasión del precepto, la fuerza del pecado me sedujo y por medio de él me llevó a la muerte. / Y el caso es que la ley es santa; y los preceptos son santos, justos y buenos. / ¿Se habrá convertido entonces en mortífero para mí algo que de suyo es bueno? ¡De ninguna manera! Lo que pasa es que el pecado, para demostrar su fuerza, se sirvió de una cosa buena para causarme la muerte; de este modo, el pecado, por medio del precepto, ejerce hasta el máximo todo su maléfico poder.

 

*LA FUERZA DEL PECADO (7, 14-25)

 

De acuerdo, pues, en que la ley pertenece a la esfera del espíritu. Pero yo soy un hombre acosado por apetitos desordenados y vendido al poder del pecado, / y no acabo de comprender mi conducta, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. / Pero si hago lo que aborrezco, estoy reconociendo que la ley es buena, / y que no soy yo quien la hace, sino la fuerza del pecado que actúa sobre mí. / Y bien sé yo que no hay en mí – es decir, en los que respecta a mis apetitos desordenados – cosa buena. En efecto, el querer el bien está a mi alcance, pero al hacerlo no. / Pues no hago el bien que quiero, sino el mal que aborrezco. / Y si hago el mal que no quiero, no soy yo quien lo hace, sino la fuerza del pecado que actúa en mí. / Así que descubro la existencia de esta ley: cuando quiero hacer el bien, se me impone el mal. / En mi interior me complazco en la ley de Dios, / pero experimento en mí otra ley que lucha contra lo dictado de mi mente y me encadena a la ley del pecado que está en mí. / ¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo, que es portador de muerte? / ¡Tendré que agradecérselo a Dios por medio de Jesucristo, nuestro Señor! Resumiendo, que soy yo mismo quien con la mente sirvo a la ley de Dios y con mis desordenados apetitos vivo esclavo de la ley del pecado.

 

 

*LA VIDA EN EL ESPÍRITU (8, 1-17)

 

8 Ya no pesa, por tanto, condenación alguna sobre los que viven en Cristo Jesús. / La ley del Espíritu vivificador me ha liberado por medio de Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte. / Pues lo que era imposible para la ley, a causa de la fragilidad humana, lo realizó Dios enviando a su propio Hijo con una naturaleza semejante a la del pecado. Es más, se hizo sacrificio de expiación por el pecado y dictó sentencia contra él a través de su propia naturaleza mortal, / para que así, los que vivimos, no según nuestros desordenados apetitos, sino según el Espíritu, cumplamos la lay en plenitud. / Los que viven según sus apetitos, a ellos subordinan su sentir; mas los que viven según el Espíritu, sienten lo que es propio del Espíritu. / Ahora bien, sentir según los propios apetitos lleva a la muerte; sentir conforme al Espíritu conduce a la vida y a la paz. / Y es que nuestros desordenados apetitos están enfrentados a Dios, puesto que ni se sometan a su ley ni pueden someterse. / Así pues, los que viven entregados a sus apetitos no pueden agradar a Dios. / Pero vosotros no vivís entregados a tales apetitos, sino que vivís según el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, es que no pertenece a Cristo. / Ahora bien, si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo esté sujeto a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive por la fuerza salvadora de Dios. / Y si el Espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos hará revivir vuestros cuerpos mortales por medio de ese espíritu suyo que habita en vosotros. / Por tanto, hermanos, estamos en deuda, pero no con nuestros apetitos para vivir según ellos. / Porque si vivís según ellos, ciertamente moriréis; en cambio, si mediante el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis. / Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. / Pues bien, vosotros no habéis recibido un Espíritu que os haga esclavos, de nuevo bajo el temor, sino que habéis recibido un Espíritu que os hace hijos adoptivos y nos permite clamar: <Abba>, es decir, <Padre>. / Ese mismo Espíritu se une al nuestro para dar testimonio de que somos hijos de Dios. / Y si somos hijos, también somos herederos de Dios y coherederos con Cristo, toda vez que, si ahora padecemos con él, seremos también glorificados con él.

 

*EL PREMIO QUE ESPERAMOS (8, 18-30)

 

Entiendo, por lo demás, que los padecimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria que un día se nos revelará. / Porque la creación misma espera anhelante que se manifieste lo que serán los hijos de Dios. / Condenada al fracaso, no por propia voluntad, sino por aquel que así lo dispuso, la creación vive en la esperanza / de ser también ella liberada de la servidumbre de la corrupción y participar así en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. / Sabemos, en efecto, que la creación entera está gimiendo con dolores de parto hasta el presente. / Pero no sólo ella; también nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior suspirando porque Dios nos haga sus hijos y libere nuestro cuerpo. / Porque ya estamos salvados, aunque sólo en esperanza que se ve no es propiamente esperanza, pues ¿quién espera lo que tiene ante los ojos? / Pero si esperamos lo que no vemos, estamos aguardando con perseverancia. / Asimismo el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, pues nosotros no sabemos orar como es debido, y es el mismo Espíritu el que intercede por nosotros con gemidos inefables. / Por su parte, Dios, examina los corazones, conoce el sentir de ese Espíritu, que intercede por los creyentes según su voluntad. / Sabemos, además, que todo contribuye al bien de los que aman a Dios, de los que él ha llamado según sus designios. / Porque a los que conoció de antemano, los destinó también desde el principio a reproducir la imagen de su Hijo, llamando a ser el primogénito entre muchos hermanos. / Y a los que desde el principio destinó, también los llamó; a los que llamó, los puso en camino de salvación; y a quienes puso en camino de salvación, les comunicó su gloria.

 

*EL AMOR SALVADOR DE DIOS (8, 31-39)

 

¿Qué más podemos añadir? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? / El que no perdonó a su propio Hijo, antes bien lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no va a darnos gratuitamente todas las demás cosas juntamente con él? / ¿Quién acusará a los elegidos de Dios, si Dios es el que salva? / ¿Quién será el que condene, si Cristo Jesús ha muerto, más aún, ha resucitado y está a la derecha de Dios intercediendo por nosotros? / ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? / Ya lo dice la Escritura: Por tu causa estamos expuestos a la muerte cada día: nos consideran como ovejas destinadas al matadero. / Pero Dios, que nos ama, hará que salgamos victoriosos de todas estas pruebas. / Y estoy seguro de que mi muerte, ni vida, ni ángeles, ni otras fuerzas sobrenaturales, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes de cualquier clase, / ni lo de arriba, ni lo de abajo. Ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.

 

*TRISTEZA DE PABLO (9, 1-5)

 

9 Digo la verdad como cristiano y mi conciencia, guiada por el Espíritu Santo, me asegura que no  miento / al afirmar que me invade una gran tristeza y es continuo el dolor de mi corazón. / Desearía, incluso, verme yo mismo separado de Cristo como algo maldito por el bien de mis hermanos de raza. / Son descendientes de Israel. Les pertenecen la adopción filial, la presencia gloriosa de Dios, la alianza, las leyes, el culto y las promesas. / Suyos son los patriarcas y de ellos, en cuanto hombre, procede de Cristo, que está sobre todas las cosas y es Dios bendito por siempre. Amén.

 

 

 

*DIOS ELIGE LIBREMENTE (9, 5-18)

 

No es que haya quedado sin efecto la palabra de Dios. Pero sucede que no todos los que descienden de Israel son verdaderos israelitas, / ni los que descienden de Abrahán son todos hijos suyos, pues dice la Escritura: Isaac continuará tu descendencia. / Con otras palabras, no son los nacidos por generación natural los verdaderos hijos de Dios, sino los nacidos en virtud de la promesa; ésos son la verdadera descendencia. / Pues los términos de la promesa son éstos: Por este tiempo volveré y Sara tendrá ya un hijo. / Está, además, el caso de Rebeca, que concibió dos hijos de un solo hombre, nuestro antepasado Isaac. / Pues bien, cuando aún no habían nacido y no habían hecho nada ni bueno ni malo, para dejar patente que las decisiones divinas / no dependen del comportamiento humano, sino de Dios que llama, se dijo a rebeca: El mayor servirá al menor; / o como dice en otro lugar la Escritura: Amé a Jacob más que a Esaú. / ¿Qué diremos pues? ¿Qué Dios actúa injustamente? ¡De ninguna manera! / Dios mismo dijo a Moisés: Tendré misericordia de quien quiera y me apiadaré de quien me plazca. / No es, pues, cosa del que quiere o del que se afana, sino de Dios que es misericordioso. / En este sentido dice la Escritura, dirigiéndose al faraón: Te he construido rey para mostrar en ti mi poder y para hacer famoso mi nombre en toda la tierra. / Así pues, Dios muestra su misericordia a quien quiere y deja endurecerse a quien le place.

 

*SOBERANÍA Y GENEROSIDAD (9, 19-29)

 

Me dirás: <Entonces, ¿por qué reprende, si nadie puede resistir voluntad?>. / Pero, ¿quién eres tú, pobre hombre, para exigir cuentas a Dios? ¿Es que en un vaso de barro puede decir al que lo ha modelado: <Por qué me has hecho así>? / ¿O es que el alfarero no puede hacer del mismo barro tanto un vaso de lujo como un vaso corriente? / Así es Dios. Cuando quiere manifiesta su ira y da a conocer su poder; pero puede soportar con gran paciencia a los que le han hecho objeto de ira y se han puesto en camino de perdición. / De esta manera manifiesta las riquezas de su gloria en los que hizo objeto de su amor y de antemano preparó esa gloria. / Entre ellos estamos nosotros, a quienes ha llamado no sólo de entre los judíos, sino también de entre los paganos. / Así lo dice el libro de Oseas: Al que no es mi pueblo lo llamaré <Pueblo mío>, y <Amada mía> a la que no es mi amada. / Y en el mismo lugar en el que se les dijo: <No sois mi pueblo> allí se los volverá a llamar <hijos del Dios vivo> / Isaías, por su parte, refiriéndose a Israel dice: Aunque fueran los israelitas tan numerosos como la arena del mar sólo un resto se salvará, pues el Señor va a cumplir en la tierra totalmente y sin tardanza su palabra. / Y como predijo también Isaías: Si el Señor todopoderoso no nos hubiera dejado un germen, habríamos sido como Sodoma, nos habríamos parecido a Gomorra.

 

 

 

*ERROR DE LOS ISRAELITAS Y SÚPLICAS DE PABLO (9, 30-33)

 

¿Qué concluir de esto? Pues que los paganos, que no se esforzaban en buscar la salvación, recibieron esa salvación a la que se llega por medio de la fe. / Israel, en cambio, afanándose por cumplir una ley que debía llevar a la salvación, ni siquiera cumplió la ley. / ¿Sabéis por qué? Pues porque, al prescindir de la fe y apoyarse en sus obras, tropezaron en aquella piedra puesta como prueba, / según dice la Escritura: Mirad que pongo en Sión una piedra en la que podéis tropezar, y un peñasco que os puede hacer caer. Pero el que ponga en ella su confianza, no quedará defraudado. / Hermanos, deseo de todo corazón y así se lo pido a Dios, que los israelitas alcancen la salvación. Porque doy fe de que buscan ardientemente a Dios, aunque a ciegas. / No reconocen, en efecto, la fuerza salvadora de Dios y quieren hacer valer la suya propia, sin someterse a esa fuerza salvadora de Dios. / No se dan cuenta de que la ley tiene su cumplimiento en Cristo, por el que Dios concede la salvación a todo el que cree.

 

 

*CRISTO SALVACIÓN PARA TODOS (10, 5-13)

 

Escribiendo sobre el poder de salvación de la ley, dice Moisés que quien la cumpla tendrá vida por ella. / Pero la fuerza salvadora que nos llega por medio de la fe se expresa así: No te hagas esta pregunta: ¿quién subirá al cielo? – se sobreentiende que para que Cristo baje -; / o esta otra: ¿quién bajará al abismo? – se sobreentiende que para hacer surgir a Cristo de entre los muertos -. / En definitiva, ¿qué dice la Escritura? Que la palabra está cerca está cerca de ti; en tu boca y en tu corazón. Pues bien, ésta es la palabra de la fe que nosotros anunciamos. / Porque si proclamas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo ha resucitado de entre los muertos, te salvarás. / En efecto, cuando se cree con el corazón actúa la fuerza salvadora de Dios, y cuando se proclama con la boca se alcanza la salvación. / Pues dice la Escritura: Quien quiera que ponga en él su confianza no quedará defraudado. / Y no hay distinción entre judío y no judío, pues uno mismo es el Señor de todos, rico para todos los que lo invocan. / En una palabra, todo el que invoque en nombre del Señor se salvará.

 

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 1 de febrero de 2017

LA TRINIDAD ES UN MISTERIO DE FE EN SENTIDO ESTRICTO


 
 
 
 
 



El Padre envió a su Hijo a la tierra. Fue el Padre también el que nos llamó a la fe. Por otra parte, el Hijo se hizo hombre y murió por todos nosotros, de esta forma conseguía salvarnos y hacernos hijos adoptivos de Dios, y desde que subió al lado de su Padre envió el Espíritu Santo para habitar en nosotros, para conducirnos por el camino recto hacia su Reino, estimulándonos en la labor de la evangelización hasta la parusía.

La Santísima Trinidad es un gran misterio de fe que el hombre no puede abarcar  tan sólo con sus propias fuerzas, porque se trata de un misterio que no admite excepciones, ni concesiones; es riguroso, es estricto  (Catecismo de la Iglesia Católica escrito en orden a la aplicación del Concilio Vaticano II; nº 237):

“La Trinidad es un misterio de fe en el sentido estricto, uno de los <misterios escondidos en Dios, que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto> (C c. Vaticano I: DS 3015). Dios ciertamente, ha dejado huellas de su Ser Trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu del Santo”

 
Los cristianos católicos somos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, tal como mandó nuestro Señor Jesucristo a sus Apóstoles, después de su Muerte y Resurrección:

<Id, pues, y amaestrad a todas las gentes, bautizándolas en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo> (Mt 28, 19)

El Señor utilizó el verbo ir en un tiempo imperativo, al dirigirse a sus Apóstoles, pues de este modo les adjudicó la misión evangelizadora que les tenía reservada, y al mismo tiempo les pidió que bautizasen a los creyentes en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Así quedó prescrita la formula Sacramental del Bautismo, condensando la fe cristiana en el Misterio de la Santísima Trinidad.

Por otra parte, al referir la prescripción en singular, <en el nombre…>, está expresando la <Unidad de Naturaleza> del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, pero sin detrimento de que la Unidad son tres Personas divinas, tal como así mismo,  podemos leer en el Catecismo de la Iglesia Católica (Dogma de la Santísima Trinidad; nº253 y nº255):

“La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres Personas: <La Trinidad Consubstancial” (C c. Constantinopla II. Año 553: DS 421)…

Las Personas divinas son realmente distintas entre sí…<Padre>, <Hijo>, <Espíritu Santo>, no son simplemente nombres, que designan modalidades del Ser divino, pues son realmente distintas entre sí…

Son distintas entre sí por sus relaciones de origen: <El Padre es quién engendra, el Hijo quién es engendrado, y el Espíritu Santo es quién procede> (C c Letrán IV. Año 1215: DS 804). La Unidad divina es Trina.



Las Personas divinas son relativas unas a otras. La distinción es real de las Personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: <En los nombres relativos de las Personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo es referido al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos, sin embargo, cuando se habla de estas tres Personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia> (Cc. de Toledo XI. Año 675: DS 528).

En efecto, <Todo es uno (en ellos) donde no existe oposición de relación (Cc. de Florencia. Año 1442. DS 1330>. A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo único (Cc. de Florencia. Año 1442: DS 1331)”.

 

Así pues, como asegura el Papa León XIII en su Carta Encíclica <Divinum illud munus. Año 1897>:

“Quién escriba o hable sobre la Trinidad siempre deberá tener ante la vista lo que prudentemente amonesta el Angélico: <Cuando se habla de la Trinidad, conviene hacerlo con prudencia y humildad>, pues como sigue  diciendo San Agustín:

<En ningún otro misterio intelectual es mayor o el trabajo, o el peligro de equivocarse, o el fruto una vez logrado>.

Peligro que procede de confundir entre sí, en la fe o la piedad, a las divinas Personas, o de multiplicar su única naturaleza; pues la fe católica nos enseña a venerar un solo Dios en la Trinidad y la Trinidad en un solo Dios”

Tanto es así, que durante mucho tiempo, los Papas no accedieron a realizar fiestas en honor del Padre, o Verbo Encarnado, según su divina naturaleza, con objeto de evitar la multiplicidad de la divina esencia, al distinguir las Personas.


Tal como recuerda  el Papa León XIII (Ibid):
“La Iglesia, a fin de mantener en sus hijos la pureza de la fe, quiso instituir la fiesta de la Santísima Trinidad, que luego Juan XXII, mandó celebrar en todas partes; permitió que se dedicasen a este Misterio, Templos y Altares, y después de celestial visión, aprobó una Orden religiosa para la redención de cautivos (durante el Pontificado de Inocencio III), en honor de la Santísima Trinidad, cuyo nombre la distingue”

Se refiere el Papa León XIII, en su Carta Encíclica, a la Orden de la Santísima Trinidad y la Redención de cautivos (Trinitarios), cuyos fundadores fueron San Juan de la Mata (1150-1213) y San Felix de Valois (+1212); es ésta una de las principales Órdenes religiosas que se extendieron por Europa en la Edad Media. De gran poder evangelizador, tenía como misión principal, en la época en que se creó, la redención de cautivos, esto es, la liberación de los cristianos que habían sido capturados en el mar Mediterráneo por  piratas, muy frecuentes en aquellas aguas. 

Se puede asegurar que el papel que tuvo esta Orden  en el siglo XIII y ha tenido en siglos posteriores hasta nuestros días, ha sido primordial para la Iglesia de Cristo y le ha proporcionado numerosos santos, entre los que cabe destacar a sus dos fundadores y a su reformador, San Juan  Bautista de la Concepción.  En la actualidad la única rama que persiste  es la fundada por este último santo  desde 1599 y que recibió el nombre de Trinitarios Descalzos. La familia Trinitaria está integrada por religiosos, religiosas y laicos que participan en el carisma  Trinitario -Redentor dando  gloria con él, al Misterio de la Santísima Trinidad.

 
 



Por otra parte, el Apóstol San Pablo  en su <Carta a los Romanos>, al final de la primera parte y como Conclusión de la <Profundidad de los juicios de Dios>, exclamó (Rom 11, 33-36):

-¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios!

! Que insolubles son sus juicios e inescrutables sus caminos!

 -Pues: ¿ Quién conoció los pensamientos del Señor?, o ¿ Quién se hizo consejero suyo? ( Is 40,13), o ¿ Quién le dio primero algo, para poder recibir a cambio una recompensa? (Jb 41, 33).

-Porque de Él, por Él y para Él, son todas las cosas: a Él la gloria por los siglos. Amén




Dice San Pablo, refiriéndose a la riqueza, sabiduría, ciencia y en definitiva a los pensamientos y caminos del Dios Trinitario cuyos juicios son  insolubles: ¿ Quién conoció los pensamientos del Señor? y ¿ Quién se hizo consejero suyo?, recordando lo que en el Antiguo Testamento había dicho el profeta Isaías, cuando hablaba a su pueblo de las promesas de la liberación (Is 40, 10-14):

-Mira, el Señor Yahveh viene como fuerte, y su brazo domina a favor suyo; he aquí que su recompensa viene con Él, y ante Él en paga.

-Como un pastor apacienta a su rebaño, con su brazo lo reúne, a los corderillos lleva en su seno, a las paridas conduce cuidadosamente.

-¿Quién ha medido las aguas con el cuenco de mano y ha determinado la medida del cielo con el palmo? ¿Y quién con el tercio ha medido toda la tierra, y en la balanza ha pesado las montañas y las colinas en platillos?




-¿Quién ha determinado el espíritu de Yahveh, y quién como consejero le ha enseñado?

-¿Con quién tomó consejo para que le enseñara, y adoctrinara acerca del sendero de la justicia, y le enseñara saber, y le mostrara el camino de la prudencia?

Son preguntas sencillas y lógicas las que hacia el Profeta Isaías a su pueblo, allá por el año 738 antes de Cristo, con un objetivo doble, esto es, mantener viva la Alianza dada por Moisés y por otra parte prepararlo para la Nueva Alianza de Cristo. La pregunta que nos podemos hacer ante la aptitud del profeta  es: ¿Por qué en la sociedad actual no calan como en la antigüedad las enseñanzas sobre la omnipotencia de Dios?

Y otra no menos importante es: ¿Por qué se ha obviado, en parte, el concepto del Dios Trino, Creador de todas las cosas?

Parece como si el hombre hubiera perdido, con el tiempo, la capacidad de aceptar los misterios divinos, sin cuestionarlos:

 ¿A caso la humanidad de hoy no puede entender y aceptar con humildad la grandeza de Dios, como sus antepasados? ¿Será que la humanidad está afectada de una gravísima enfermedad?



El Papa Benedicto XVI cree que sí, que la humanidad está afecta por una peligrosa enfermedad que afecta a su alma y  nos ha hablado de ella, comparándola con una temible enfermedad del cuerpo, que azota la vida de algunos seres humanos, en nuestros días (Un canto nuevo para el Señor. Cardenal Joseph Ratzinger. Ed Salamanca, 2011):
“La inteligencia positivista no ofrece al aparato mental fuerzas de inmunidad ética: esa inteligencia viene a ser la disgregación  del sistema síquico inmune y, en consecuencia, el abandono sin resistencia a las promesas falaces de la muerte que se presentan  con la máscara de más vida.

La investigación médica busca, movilizando todas sus posibilidades, las sustancias inyectables para sanar el sida corporal, y es su deber, pero a pesar de ello (hasta ahora), solo ha conseguido desplazar el campo de las destrucciones, sin detener la campaña triunfal de la anticultura de la muerte”

Ante una situación tan asoladora y desventurada, los cristianos católicos debemos reaccionar con espíritu de lucha en nombre del Dios Trinitario, con la ayuda del Espíritu Santo y el Mensaje salvador de Cristo siempre presente.

Debemos, así mismo, estar precavidos para adjurar de esa idea de la modernidad que recrea un Dios extranjero que no puede interesarse, ni siquiera relacionarse, con los mortales porque son  seres muy inferiores



(Joseph Ratzinger <Papa Benedicto XVI>. La unidad de las naciones. Una visión de los Padres de la Iglesia. Ediciones Cristiandad, S.A. Madrid 2011):
“Ha sido mérito de H. Jonas (filosofo alemán del siglo XX) haber hecho comprensible que la esencia de la gnosis es una revolución radical.


 


Al ponerse de parte de la serpiente, de Caín, de Judas, de los grandes proscritos de la humanidad, expresaba su más verdadera intención: rechaza el cosmos en su totalidad junto con su Dios, al que desvela como oscuro tirano y carcelero, y ve en Dios y las religiones el sello de la clausura definitiva de la prisión que es el cosmos.

Su evangelio del <Dios extranjero> es la manera más radical de protestar contra todo lo que hasta entonces había aparecido como santo, bueno y justo, desenmascarado ahora como prisión, de la que la gnosis promete mostrar la vía de salida…”  




Por otra parte, como también aseguraba el Papa Benedicto XVI, en este sentido (Un canto nuevo para el Señor.  Papa Benedicto XVI. Ibid):

“El hombre quiere ser un Dios de este género, alguien que lo acapara todo y no da nada;  por eso el Dios real es el auténtico enemigo, el rival del hombre atacado de ceguera interna. Tal es el verdadero núcleo de la enfermedad del alma, porque el hombre se instala en la mentira y se aleja del amor, que en la Trinidad es una auto-donación, incondicional sin límites.

Por eso, el Cristo crucificado es la verdadera imagen del Dios Trinitario. En Él se hace visible esta esencia Trinitaria: el amor total y la entrega total…



Sólo en el contexto de la fe en Dios, el Dios Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sólo en el contexto de la fe en el Hijo humano, encuentra su lugar justo las grandes preguntas morales de nuestro tiempo, que apremian precisamente a los jóvenes.

En este contexto queda patente que la Redención es más importante que la lucha por las utopías políticas y más que la simple psicoterapia. Porque la responsabilidad que los desafíos éticos de nuestra vida nos imponen, no podemos soportarlos si no es sostenidos por el amor misericordioso de Dios que nos sale al encuentro en la Cruz”



Según esto, sin embargo, dirán todavía algunos: Si el Dios Trinitario es Amor con mayúsculas entonces ¿por qué no ha eliminado desde un principio y sigue sin eliminar el sufrimiento del mundo que Él ha creado?

Ésta es según el Papa San Juan Pablo II la típica pregunta de un tribunal usurpador que también le sigue preguntando al Dios Trinitario de forma provocativa ¿Es verdad que eres el rey? ¿Es verdad que todo lo que sucede en el mundo, depende de ti? al igual que Pilatos hacía con Jesús, pero Él respondió: Para esto nací y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad (Jn 18, 17). Y también como entonces, muchos hombres siguen gritando: ¡Crucifícalo, Crucifícalo! (Cruzando el umbral de la esperanza. Ed. Círculo de lectores. Editado por Vittorio Messori):



“La condena de Dios por parte de los hombres no se basa en la verdad, sino en la prepotencia, en una engañosa conjura…

En cierto sentido, se puede decir que frente a la libertad humana Dios ha querido hacerse <impotente>…

Pero Dios está siempre de parte de los que sufren. Su omnipotencia se manifiesta precisamente en el hecho de haber aceptado libremente el sufrimiento. Hubiera podido no hacerlo. Hubiera podido demostrar la propia omnipotencia en el momento de la crucifixión, de hecho así se lo proponían: <Baja de la Cruz y te creeremos>. Pero no recogió el desafío.

El hecho de que haya permanecido en la Cruz hasta el final, el hecho de que sobre la Cruz como todos los que sufren  haya podido decir: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado? Estos hechos, han quedado en la historia del hombre como los argumentos más fuertes.



Si no hubiera existido esa agonía y muerte en la Cruz, la verdad de Dios es Amor estaría por demostrar…
En el <Varón de dolores> se encuentra la revelación del <Amor más grande>, del <Amor que todo lo soporta>, que <derrama amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo> (Rm 5,5)”


En total consonancia con esta idea del Papa San Juan Pablo II, el Papa León XIII proclamaba en su día (Carta Encíclica <Divinum illud munus>):



“El Redentor mismo no cesa de invitar con suma dulzura a todos los hombres de toda nación y lengua para que vengan al seno de su Iglesia: <Venid a mi todos; Yo soy la vida; Yo soy el buen pastor>.

Más según sus altísimos decretos, no quiso Él por sí solo completar incesantemente en la tierra dicha misión, sino que, como Él  mismo lo había recibido del Padre, así entregó a sus discípulos al Espíritu Santo para que  llevaran la misión a perfecto término.

Place, en efecto, recordar las consoladoras frases que Cristo, poco antes de abandonar el mundo, pronunció ante los Apóstoles: <Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no vendría vuestro abogado; en cambio, si me voy, os lo enviaré>”



Por eso, la Iglesia acostumbra, con gran acierto,  atribuir al Padre las obras de poder; al Hijo, las de la sabiduría y al Espíritu Santo las del Amor, tal como nos recuerda el Papa León XIII en su Carta Encíclica (Ibid): 
“No porque todas las perfecciones y todas las obras <ad extra> no sean comunes a las tres divinas Personas, pues indivisibles son las obras de la Trinidad, como indivisible es su esencia, porque así como las tres Personas son inseparables, así obran inseparablemente; sino por una cierta relación y como afinidad que existe entre las obras externas y el <carácter propio> de cada Persona, se atribuye a una más bien que a las otras, esto es <se apropian>.

De esta manera, el Padre, que es principio de toda la Trinidad, es la causa eficiente de todas las cosas, de la Encarnación del Verbo y de la santificación de las almas: <de Dios son todas las cosas>; <de Dios>, por relación al Padre/ el Hijo, Verbo e Imagen de Dios, es el camino, la verdad y la vida, ha reconciliado al hombre con Dios; <por Dios>, por relación al Hijo/  finalmente, el Espíritu Santo es la causa última de todas las cosas, puesto que, así como la voluntad y aún toda cosa descansa en su fin, así Él, que es la bondad y el amor del Padre y del Hijo, da impulso fuerte y suave y como última mano al misterioso trabajo de nuestra eterna salvación en Dios...”  




En definitiva, como podemos también leer en el catecismo de la Iglesia Católica (nº 266 y nº267):

-La fe católica es ésta: que veneramos un Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, no confundiendo las Personas, ni separando las substancias; una es la Persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo; pero del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, una es la divinidad, igual la gloria, coeterna la majestad (Symbolum –Quicumque-).

-Las Personas divinas, inseparables en su ser, son también inseparables en sus obras. Pero en la única operación divina cada una manifiesta lo que es propio de la Trinidad, sobre todo en las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo

 
 
 
 
Por otra parte, el Señor pronuncio Palabras misteriosas para ponernos en alerta sobre lo que podría ocurrir si nos alejábamos  del Dios Trino, y le ofendíamos con esta actitud, lo cual es un pecado de blasfemia. Precisamente el Papa  Pio XII (1939-1958), tuvo que enfrentarse, durante la segunda guerra mundial, a este pecado,  cuando una situación gravemente peligrosa había tomado carta de naturaleza entre los mismos católicos; nos referimos a la costumbre diabólica de proferir palabras injuriosas contra Dios, la Virgen, la Eucaristía o los Santos...

Preocupado por su grey, hizo una bella oración, para pedir al Dios Trino  por la conversión de los blasfemos, que dice así:


“¡Oh, Augusta Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu  Santo! que aún siendo infinitamente feliz en Ti y por Ti, por toda la eternidad, te dignas aceptar benignamente el homenaje que de toda la Creación  se alza hasta tu trono celestial.

Entorna tus ojos, te rogamos, y cierra tus ojos divinos ante aquellos desventurados que, o cegados por la pasión, o arrastrados por un impulso diabólico, blasfeman inicuamente contra tu nombre y los de la purísima Virgen María y los Santos.

Detén, ¡Oh Dios!, el brazo de la justicia, que podría reducir a la nada a quienes se atreven a hacerse reos  de tanta iniquidad. Acepta el himno de gloria que incesantemente se eleva desde toda la naturaleza, desde el agua de la fuente que corre limpia y silenciosa, hasta los astros que brillan  y recorren una órbita inmensa, en lo alto del cielo, movidos por tu amor…”