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sábado, 22 de febrero de 2020

JESÚS DIJO (XLV): TRABAJOS PUBLICADOS EN MRM.MARUS



 
 
 






-JESÚS DIJO (XXXIX): TRABAJOS PUBLICADOS EN MRM.MARUS (16/5/2019)

 

-IDENTIDAD DE LOS FIELES LAICOS: SU VOCACION Y MISION EN LA IGLESIA (24/5/2019)

 

-LA SOLEDAD: UNA DE LAS POBREZAS DEL HOMBRE (1/6/2019)

 

-EL RETO DE LA EVANGELIZACIÓN: SIGLO XVII (3ª Parte) (14/6/2019)

 

-LA FIESTA DEL SANTÍSIMO CORPUS CHRISTI (19/6/2019)

 

-LA DESESTRUCTURACIÓN FAMILIAR ES UN PROBLEMA QUE PREOCUPA A LA IGLESIA (26/6/2019)

 

 

 

 

LA BIBLIA (Edición Popular) (Traducción aprobada por la Conferencia Episcopal Española)

LA CASA DE LA BIBLIA (1993)

                                          

 
CARTA A LOS ROMANOS  (Primera Parte)

 

SALUDO Y PROFESIÓN DE FE (1, 1-7)

 

Soy Pablo, siervo de Cristo Jesús, elegido como apóstol y destinado a proclamar el evangelio que Dios / había prometido por medio de sus profetas en las Escrituras santas. / Este evangelio se refiere a su Hijo, nacido, en cuanto hombre, de la estirpe de David / y constituido por su resurrección de entre los muertos Hijo poderoso de Dios según el espíritu santificador: Jesucristo, Señor nuestro, / por quien he recibido la gracia de ser apóstol, a fin de que para su gloria, respondan a la fe de todas las naciones, / entre las cuales también estáis vosotros que habéis sido elegidos por Jesucristo. / A todos los que estáis en Roma y habéis sido elegidos amorosamente por Dios para constituir su pueblo, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y de Jesucristo el Señor.

 

*PROYECTOS DE PABLO PARA VISITAR ROMA (1, 8-15)

 

Ante todo, doy gracias a mi Dios por vosotros mediante Jesucristo, porque todo el mundo se hace lenguas de vuestra fe. / Dios, a quien rindo culto de todo corazón anunciando el evangelio de su Hijo, es testigo de que os recuerdo sin cesar. / Continuamente pido a Dios que me conceda ir a visitaros. / Deseo ardientemente veros, para comunicaros algún don espiritual que os fortalezca; / o más bien para confortarnos mutuamente en la fe común, la vuestra y la mía. / Debéis saber, hermanos, que he intentado muchas veces ir a visitaros, pero hasta el presente me lo han impedido. Pretendía recoger algún fruto también entre vosotros, lo mismo que en los demás pueblos. / Y es que me debo por igual a civilizados y a no civilizados, a sabios y a ignorantes. Así que, por lo que a mí toca, estoy pronto a anunciaros el evangelio también a vosotros, los que estáis en Roma.

*EL PODER SALVADOR DEL EVANGELIO (1, 16-17)

Pues no me avergüenzo del evangelio, que es fuerza de Dios para que se salve todo el que cree, tanto si es judío como si no lo es. / Porque en él, se manifiesta la fuerza salvadora de Dios a través de una fe en continuo crecimiento, como dice la Escritura: Quien alcance la salvación por la fe, ese vivirá.

*LA HUMANIDAD CULPABLE (1, 18-32)

 

En efecto, la ira de Dios se manifiesta desde el cielo contra la impiedad e injusticia de aquellos hombres que obstaculizan injustamente la verdad. / Pues lo que se puede conocer de Dios, lo tienen claro ante sus ojos, por cuanto Dios se  lo ha revelado. / Y es que lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, se ha hecho visible desde la creación del mundo, a través de las cosas creadas. Así que no tienen excusa, / porque, habiendo conocido a Dios, no lo han glorificado, ni le han dado gracias, sino que han puesto sus pensamientos en cosas sin valor y se ha oscurecido su insensato corazón. / Alardeando de sabios, se han hecho necios / y han trocado la gloria del Dios incorruptible por representaciones de hombres corruptibles, e incluso de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. / Por eso Dios los ha entregado, siguiendo el impulso de sus apetitos, a una impureza tal que degrada sus propios cuerpos. / Es la consecuencia de haber cambiado la verdad de Dios por la mentira, y de haber adorado y dado culto a la criatura en lugar de al Creador, que es bendito por siempre, Amén. / Así pues, Dios los ha entregado a pasiones vergonzosas. Sus mujeres han cambiado las relaciones naturales del sexo por usos antinaturales; / e igualmente hombres, dejando la relación natural con la mujer, se han abrasado en deseos de unos por otros. Hombres con hombres comenten acciones ignominiosas y reciben en su propio cuerpo el pago merecido por su extravío. / Y por haber rechazado el verdadero conocimiento de Dios, Dios los ha dejado a merced de su depravada mente, que los impulsa a hacer lo que no deben. / Están llenos de injusticia, malicia, codicia y perversidad; son envidiosos, homicidas, camorristas, mentirosos, malintencionados, chismosos, / calumniadores, impíos, insolentes, soberbios, fanfarrones, inventores de maldades, rebeldes a sus padres, / inconsiderados, desleales, desamorados y despiadados. / Conocen bien el decreto de Dios según el cual los que cometen tales acciones son dignos de muerte, pero no contentos con hacerlas, aplauden incluso a los que las cometen.

TODOS BAJO EL JUICIO DE DIOS (2, 1-11)

 

Por tanto, no tienes excusa tú, quienquiera que seas, cuando juzgas a los demás, pues juzgando a otros tú mismo te condenas, ya que haces lo mismo que condenas. / Y sabemos que el juicio de Dios es riguroso contra quienes hacen tales cosas. / Y tú que condenas a los que hacen las mismas cosas que tú haces ¿piensas que escaparás al castigo de Dios? / ¿Desprecias acaso la inmensa bondad de Dios, su paciencia y su generosidad, ignorando que es la bondad de Dios la que te invita al arrepentimiento? / Por el endurecimiento y la impenitencia de tu corazón estás atesorando ira para el día de la ira, cuando Dios se manifieste como justo juez / y dé a cada uno según su merecido: / a los que perseverando en la práctica del bien buscan gloria, honor e inmortalidad, les dará vida eterna; / pero los que por egoísmo rechazaron la verdad y se abrazaron a la injusticia, tendrán un castigo implacable. / Tribulación y angustia para los que no lo son; / gloria, honor y paz para los que hacen el bien; para los judíos, desde luego, pero también para quienes no lo son, / pues en Dios no hay lugar a favoritismos.

*TAMBIÉN LOS JUDÍOS SON CULPABLES (2, 12-24)

 

En efecto, todo el que haya pecado sin estar bajo la ley, también perecerá sin que intervenga la ley; y todo el que haya pecado estando bajo la ley, será juzgado por esa ley. / Porque no salvará Dios a los que simplemente escuchan la ley, sino a aquellos que la cumplen. / Y es que cuando los paganos que no están bajo la ley, cumplen lo que atañe a la ley por inclinación natural, aunque no tengan ley, se constituyen en ley para sí mismos. / Llevan los preceptos de la ley escritos en su corazón, como lo atestigua su conciencia y también sus propios razonamientos que los acusarán o defenderán / en el día en que Dios juzgue las cosas ocultas de los hombres por medio de Jesucristo y conforme al evangelio que yo anuncio. / ¿Y qué decir de ti? Presumes de judío, te apoyas en la ley y te glorías en Dios. / Te precias de conocer su voluntad e, instruido por la ley, sabes discernir lo que es bueno. / Te jactas de ser guía de ciegos, luz de los que están en tinieblas, / educador de ignorantes, maestro de analfabetos, y crees poseer en la ley la clave del conocimiento y de la verdad. / Pues bien, tú que enseñas a otros, ¿Por qué no te enseñas a ti mismo? Tú que proclamas que no se debe robar, ¿por qué robas? / Tú que condenas el adulterio, ¿por qué cometes adulterio? Tú que reniegas de los ídolos, ¿por qué deshonras a Dios al no cumplirla? / Pues como dice la Escritura: Por vuestra culpa el nombre de Dios es ultrajado entre los paganos.

 

*EL VALOR DE LA CIRCUNCISIÓN (2, 25-29)

 

En cuanto a la circuncisión, es útil ciertamente si cumples la ley; pero si no lo cumples, es igual estar circuncidado que no estarlo. / Por tanto, si uno que no está circuncidado observa los preceptos de la ley, ¿no deberá ser considerado como si lo estuviera? / De hecho, el que no está físicamente circuncidado, pero cumple la ley, te juzgará a ti que, a pesar de estar circuncidado y poseer la letra de la ley, conculcas esa ley. / Porque ser judío no consiste en lo exterior, ni la verdadera circuncisión es la que se hace visiblemente en el cuerpo. / El verdadero judío loes por dentro y la genuina circuncisión es la del corazón, la que es obra del Espíritu y no de la letra; no esa que alaban los hombres, sino la que alaba Dios.

*DIOS SIGUE SIENDO FIEL A SU PUEBLO (3, 1-8)

 

Así pues, ¿es en algo superior el judío? ¿Tiene alguna utilidad el estar circuncidado? / Mucha, en todos los sentidos. En primer lugar, porque a ellos les fueron confiadas las palabras de Dios. / ¿Qué algunos no creyeron? ¿Y qué? ¿Acaso la incredulidad va anular la fidelidad de Dios? / ¡De ninguna manera! Dios es siempre veraz, aunque todo hombre sea mentiroso; ya lo dice la Escritura: Tus palabras mostrarán que eres fiel y triunfarás cuando sea juzgado. / Pero si nuestra maldad sirve para demostrar la fuerza salvadora de Dios, ¿no deberíamos decir – hablando a lo humano – que Dios es injusto en descargar su ira sobre nosotros? / ¿De ninguna manera! Si no, ¿cómo podría Dios juzgar al mundo? / Y si mi mentira sirve para resaltar y glorificar la verdad de Dios, ¿por qué he de ser considerado como pecador? / ¿Habrá que hacer el mal para que venga el bien, como algunos calumniadores dicen que yo enseño? ¿Bien merecida tienen esos tales su condenación!

 

*TODOS BAJO EL PECADO (3, 9-19)

 

Por tanto, ¿qué? ¿Tenemos o no tenemos ventaja los judíos? No del todo, ya que hemos demostrado que todos, tanto judíos como no judíos, están bajo el pecado, / como dice la Escritura: No hay ni siquiera un justo, / no hay un solo sensato, no hay quien busque a Dios. / Todos andan extraviados, todos están pervertidos. No hay ni uno que haga el bien. / Sepulcro abierto es su garganta, fuente de engaños su lengua, veneno de serpientes hay en sus labios, / su boca rebosa maldición y acritud. / Rápidos son sus pies para verter sangre, / desolación y miseria en sus caminos. / No conocieron la senda de la paz; / ni hay temor de Dios ante sus ojos. / Ahora bien, sabemos que lo que dice la ley, lo dice para quiénes están bajo la ley. Con ello, todo hombre queda en evidencia y el mundo entero debe reconocerse culpable ante Dios. / Porque nadie alcanzará la salvación divina por el cumplimiento de la ley; el papel de la ley era hacernos conscientes del pecado.

*LA SALVACIÓN POR LA FE (3, 21-31)

 

Pero ahora, con independencia de la ley, se ha manifestado la fuerza salvadora de Dios, atestiguada por la ley y los profetas. / Fuerza salvadora de Dios que, por medio de la fe en Jesucristo, alcanzará a todos los que crean. Y no hay distinción: / todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios; / pero ahora Dios los salva gratuitamente por su bondad en virtud de la redención de Cristo Jesús, / a quien Dios ha hecho, mediante la fe en su muerte, instrumento de perdón. Ha manifestado así su fuerza salvadora pasando por alto los pecados cometidos en el pasado, / porque Dios es paciente. Pero es ahora, en este momento, cuando manifiesta su fuerza salvadora, al ser él mismo salvador, y salvar a todo el que cree en Jesús. / ¿De qué, pues, podemos presumir si toda jactancia ha sido excluida? ¿Y en razón de qué ha sido excluida? ¿Acaso por las obras realizadas? No, sino en razón de la fe. / Pues estoy convencido de que el hombre alcanza la salvación por la fe y no por el cumplimiento de la ley. / Y Dios ¿lo es sólo de los judíos? ¿No lo es también de los paganos? Sí, también de los paganos, / ya que uno solo es el Dios que salva a cuantos tienen fe, estén circuncidados o no lo estén. / Entonces, ¿estaremos anulando la ley al dar tanto valor a la fe? ¿De ninguna manera! Más bien estamos confirmando el valor de la ley.

*EL EJEMPLO DE ABRAHÁN (4, 1-12)

 

¿Y qué diremos del caso de Abrahán, padre de nuestra raza? / Si Abrahán hubiera alcanzado la salvación por sus obras, tendría razón para presumir; pero no sucedió así ante Dios. / Pues ya lo dice la Escritura: Creyó Abrahán a Dios y ello le fue tenido en cuenta para alcanzar la salvación. / Es sabido que al que trabaja no se le cuenta el jornal como favor, sino como deuda; / por eso, al que no se apoya en sus obras, es decir, al que ha puesto su fe en un Dios que salva al impío, ese fe le será tenida en cuenta para alcanzar la salvación. / Del mismo modo David llama dichoso al hombre a quien Dios salva independientemente de las obras: / ¡Dichosos aquellos a quienes Dios ha perdonado sus maldades, aquellos cuyos pecados han sido sepultados! / ¡Dichoso el hombre a quien el Señor no toma en cuenta su pecado! / ¡A quién se aplica esta bienaventuranza? ¿Sólo a los que están circuncidados, o también a los que no lo están? Hemos dicho que la fe le fue tenida en cuenta a Abrahán para alcanzar la salvación. Pero ¿cuándo? ¿Ya circuncidado a antes de estarlo? Sin duda que no después, sino antes. / Fue después cuando recibió la circuncisión como una señal, como una garantía de que, ya antes de estar circuncidado, poseía la salvación que se alcanza por la fe. De este modo se ha convertido en padre de todos los creyentes que no están circuncidados, para que también a ellos le sea concedida la salvación. / Asimismo se ha convertido en padre de los circuncidados que no se contentan con serlo, sino que siguen los pasos de la fe que, antes de circuncidarse, tenía ya nuestro padre Abrahán.

 

*FE, PROMESA Y HERENCIA (4, 13-25)

 

Cuando Dios prometió a Abrahán y a su descendencia que heredarían el mundo, no vinculó la promesa a la ley, sino a la fuerza salvadora de la fe. / Ahora bien, si los herederos lo fueran en virtud de la ley, entonces la fe resultaría ineficaz y vana la promesa. / Toda ley lleva aparejada su sanción, pero donde no hay ley tampoco puede haber transgresión. / Por eso la herencia depende de la fe, es pura gracia, de modo que la promesa se mantenga segura para toda la posteridad de Abrahán, posteridad que es sólo la que procede de la ley, sino también la que procede de la fe de Abrahán. El es el padre de todos nosotros, / como dice la Escritura: Te he constituido padre de muchos pueblos; y lo es ante Dios en quien creyó, el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen. / Contra toda esperanza creyó Abrahán que sería padre de muchos pueblos, según le había sido prometido: Así será en ti descendencia. / Y no decayó su fe al ver que su cuerpo estaba en vigor – tenía casi cien años – y que Sara ya no podía concebir. / Tampoco vaciló por falta de fe ante la promesa de Dios; al contrario, se consolidó en su fe dando así gloria a Dios, / plenamente convencido de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete. / Lo cual le fue tenido en cuenta para alcanzar la salvación. / Estas palabras de la Escritura no se refieren solamente a Abrahán. / Se refieren también a nosotros, que alcanzaremos la salvación si creemos en aquel que resucitó de entre los muertos a Jesús nuestro Señor, / entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado para nuestra salvación.

 

*LOS FRUTOS DE LA SALVACIÓN (5, 1-11)

 

Así pues, quienes mediante la fe hemos sido puestos en camino de salvación, estamos en paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. / Por la fe en Cristo hemos llegado a obtener esta situación de gracia en la que vivimos y de la que nos sentimos orgullosos, esperando participar de la gloria de Dios. / Y no sólo esto, sino que hasta de las tribulaciones nos sentimos orgullosos, sabiendo que la tribulación produce paciencia; / la paciencia produce virtud sólida, y la virtud sólida, esperanza. / Una esperanza que no engaña porque, al darnos el Espíritu Santo, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones. / Estábamos nosotros incapacitados para salvarnos, pero Cristo murió por los impíos en el tiempo señalado. / Es difícil dar la vida incluso por un hombre de bien; aunque por una persona buena quizá alguien esté dispuesto a morir. / Pues bien, Dios nos ha mostrado su amor haciendo morir a Cristo por nosotros cuando aún éramos pecadores. / Con mayor razón, pues, a quienes a puesto en camino de salvación por medio de su sangre, los salvará definitivamente del castigo. / Porque si siendo enemigos Dios nos reconcilió consigo por la muerte de su Hijo, mucho más, reconciliados ya, nos salvará para hacernos partícipes de su vida. / y no sólo esto, sino que nos sentimos también orgullosos de un Dios que ya desde ahora nos ha concedido la reconciliación por medio de nuestro Señor Jesucristo.

 

*MUERTE EN ADÁN Y VIDA EN CRISTO (5, 12-20)

 

Así pues, por un hombre entró el pecado en el mundo y con el pecado la muerte. Y como todos los hombres pecaron, a todos alcanzó la muerte. / Cierto que ya antes de la ley había pecado en el mundo; ahora bien, el pecado no se imputa al no haber ley. / Y sin embargo, la muerte reinó sobre todos desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión semejante a la de Adán, que es figura del que había de venir. Pero no hay comparación entre el delito y el don. Porque si por el delito de unos todos murieron, mucho más la gracia de Dios, hecha don gratuito en otro hombre, Jesucristo sobreabundó para todos. / Y hay otra diferencia entre el pecado del uno y el don del otro, pues mientras el proceso a partir de un solo delito terminó en condenación, el don, a partir de muchos delitos, terminó en absolución. / Y si por el delito de uno solo la muerte inauguró su reinado universal, mucho más por obra de uno solo, Jesucristo, vivirán y reinarán los que acogen la sobreabundancia de la gracia y el don de la salvación. / Por tanto, así como por el delito de uno solo la condenación alcanzó a todos los hombres, así también la fidelidad de uno solo es para todos los hombres fuente de salvación y de vida. / Y como por la desobediencia de uno solo, todos fueron hechos pecadores, así también, por la obediencia de uno solo, todos alcanzarán la salvación. /  En cuanto a la ley, su presencia sirvió para que se multiplicara el delito. Pero cuanto más se multiplicó el pecado, más abundó la gracia; / de modo que si el pecado trajo el reinado de la muerte, también la gracia reinará y nos alcanzará, por medio de nuestro Señor Jesucristo, la salvación que lleva a la vida eterna.

 

*NUEVA VIDA EN CRISTO (6, 1-11)

 

¿Diremos, pues, que hay que seguir pecando para que abunde la gracia? / ¡De ninguna manera! Si hemos muerto al pecado, ¿cómo seguir viviendo en él? / ¿Ignoráis acaso que todos a quienes el bautismo ha vinculado a Cristo, hemos sido vinculados a su muerte? / En efecto, por el bautismo hemos sido sepultados en Cristo quedando vinculados a su muerte, para que así como Cristo ha resucitado de entre los muertos por el poder del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva. / Porque si hemos sido injertados en Cristo a través de una muerte semejante a la suya, también compartiremos su resurrección. / Sabed que nuestra antigua condición pecadora quedó clavada en la cruz con Cristo, para que, una vez destruido este cuerpo marcado por el pecado, no sirvamos  ya más al pecado; porque cuando uno muere, queda libre del pecado. / Por tanto, si hemos muerto con Cristo, confiemos en que también viviremos con él. / Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, no vuelve a morir, la muerte no tiene ya dominio sobre él. / Porque cuando murió, murió al pecado de una vez para siempre; su vivir, en cambio es un vivir para Dios. / Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios, en unión con Cristo Jesús.

 

*REPULSA DEL PECADO (6, 12-14)

 

Que no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal. No os sometáis a sus apetitos, / ni prestéis vuestros miembros como armas perversas al servicio del pecado. Ofreceos más bien Dios como lo que sois: muertos que habéis vuelto a la vida, y haced de vuestros miembros instrumentos de salvación al servicio de Dios. / No tiene por qué dominaros el pecado, ya que no estáis bajo el yugo de la ley, sino bajo la acción de la gracia.

 

*LIBRES DEL PECADO (6, 15-20)

 

Entonces, ¿qué? ¿Nos entregaremos al pecado porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera! / Sabido es que si os ofrecéis a alguien como esclavos y os sometéis a él, os convertís en sus esclavos: esclavos del pecado, que os llevará a la muerte; o esclavos de la obediencia a Dios, que os conducirá a la salvación. / Pero, gracias a Dios, vosotros que erais antes esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón la doctrina que os ha sido transmitida, / y liberados del pecado os habéis puesto al servicio de la salvación. / Os estoy hablando al modo humano, haciéndome cargo de vuestra dificultad para comprender. Lo mismo, pues, que antes os entregasteis como esclavos, a la impureza y a la iniquidad hasta llegar a la perversión, así ahora entregaos como esclavos al servicio de la salvación en busca de la plena consagración a Dios. / En otro tiempo erais esclavos del pecado y no os considerabais obligados a buscar la salvación. / ¿No os avergüenza ahora el fruto que entonces cosechasteis? Porque el resultado de todo aquello fue la muerte.  / Ahora, en cambio, liberados del pecado y convertidos en siervos de Dios, tenéis como fruto la plena consagración a él y como resultado final la vida eterna. / En efecto, el salario del pecado es la muerte, mientras que Dios nos ofrece como don la vida eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor.

 

*EL CRISTIANO Y LA LEY (7, 1-6)

 

Sabéis bien, hermanos – puesto que estoy hablando a entendidos en leyes -, que sólo mientras vive,  está el hombre sometido a la ley. / Así, por ejemplo, la mujer casada, mientras vive el marido está ligada a la ley que la une al marido; pero si el marido muere, queda desligada de esa ley. / Por tanto, será tenida por adúltera si, viviendo el marido, se une a otro hombre; pero, una vez muerto el  marido, queda libre de esa ley y ya no es adúltera si se une a otro hombre. / Pues lo mismo vosotros, hermanos. Por la muerte corporal de Cristo habéis muerto a la ley y ya podéis pertenecer a otro, al que ha resucitado de entre los muertos, con el fin de producir frutos para Dios. / Cuando vivamos sometidos a nuestros apetitos, nuestras pasiones pecaminosas, activadas por la ley, producían en nosotros frutos de muerte. / pero ahora nos hemos emancipado de la ley, somos como muertos respecto a la ley que nos tenía prisioneros, y podemos ya servir a Dios según la nueva vida del Espíritu y no según la vieja letra de la ley.

 

*RELACIÓN ENTRE EL PECADO Y LA LEY (7, 7-13)

 

¿Qué quiere decir esto? ¿Qué la ley es pecado? ¡De ninguna manera! Sin embargo yo no conocería el pecado a no ser por la ley. Por ejemplo, yo no sabía lo que era un mal deseo hasta que dijo la ley: No tengas malos deseos. / Y así, con ocasión del precepto, la fuerza del pecado despertó en mí toda clase de malos deseos, mientras que sin ley no actuaría la fuerza del pecado. / En un tiempo, al no haber ley, todo era vida para mí; pero, al venir el precepto, revivió la fuerza del pecado / y yo quedé muerto. Y así me encontré con que un precepto hecho para dar vida, resultó para mí instrumento de muerte. / En efecto, con ocasión del precepto, la fuerza del pecado me sedujo y por medio de él me llevó a la muerte. / Y el caso es que la ley es santa; y los preceptos son santos, justos y buenos. / ¿Se habrá convertido entonces en mortífero para mí algo que de suyo es bueno? ¡De ninguna manera! Lo que pasa es que el pecado, para demostrar su fuerza, se sirvió de una cosa buena para causarme la muerte; de este modo, el pecado, por medio del precepto, ejerce hasta el máximo todo su maléfico poder.

 

*LA FUERZA DEL PECADO (7, 14-25)

 

De acuerdo, pues, en que la ley pertenece a la esfera del espíritu. Pero yo soy un hombre acosado por apetitos desordenados y vendido al poder del pecado, / y no acabo de comprender mi conducta, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. / Pero si hago lo que aborrezco, estoy reconociendo que la ley es buena, / y que no soy yo quien la hace, sino la fuerza del pecado que actúa sobre mí. / Y bien sé yo que no hay en mí – es decir, en los que respecta a mis apetitos desordenados – cosa buena. En efecto, el querer el bien está a mi alcance, pero al hacerlo no. / Pues no hago el bien que quiero, sino el mal que aborrezco. / Y si hago el mal que no quiero, no soy yo quien lo hace, sino la fuerza del pecado que actúa en mí. / Así que descubro la existencia de esta ley: cuando quiero hacer el bien, se me impone el mal. / En mi interior me complazco en la ley de Dios, / pero experimento en mí otra ley que lucha contra lo dictado de mi mente y me encadena a la ley del pecado que está en mí. / ¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo, que es portador de muerte? / ¡Tendré que agradecérselo a Dios por medio de Jesucristo, nuestro Señor! Resumiendo, que soy yo mismo quien con la mente sirvo a la ley de Dios y con mis desordenados apetitos vivo esclavo de la ley del pecado.

 

 *LA VIDA EN EL ESPÍRITU (8, 1-17)

 

Ya no pesa, por tanto, condenación alguna sobre los que viven en Cristo Jesús. / La ley del Espíritu vivificador me ha liberado por medio de Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte. / Pues lo que era imposible para la ley, a causa de la fragilidad humana, lo realizó Dios enviando a su propio Hijo con una naturaleza semejante a la del pecado. Es más, se hizo sacrificio de expiación por el pecado y dictó sentencia contra él a través de su propia naturaleza mortal, / para que así, los que vivimos, no según nuestros desordenados apetitos, sino según el Espíritu, cumplamos la lay en plenitud. / Los que viven según sus apetitos, a ellos subordinan su sentir; mas los que viven según el Espíritu, sienten lo que es propio del Espíritu. / Ahora bien, sentir según los propios apetitos lleva a la muerte; sentir conforme al Espíritu conduce a la vida y a la paz. / Y es que nuestros desordenados apetitos están enfrentados a Dios, puesto que ni se sometan a su ley ni pueden someterse. / Así pues, los que viven entregados a sus apetitos no pueden agradar a Dios. / Pero vosotros no vivís entregados a tales apetitos, sino que vivís según el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, es que no pertenece a Cristo. / Ahora bien, si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo esté sujeto a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive por la fuerza salvadora de Dios. / Y si el Espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos hará revivir vuestros cuerpos mortales por medio de ese espíritu suyo que habita en vosotros. / Por tanto, hermanos, estamos en deuda, pero no con nuestros apetitos para vivir según ellos. / Porque si vivís según ellos, ciertamente moriréis; en cambio, si mediante el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis. / Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. / Pues bien, vosotros no habéis recibido un Espíritu que os haga esclavos, de nuevo bajo el temor, sino que habéis recibido un Espíritu que os hace hijos adoptivos y nos permite clamar: <Abba>, es decir, <Padre>. / Ese mismo Espíritu se une al nuestro para dar testimonio de que somos hijos de Dios. / Y si somos hijos, también somos herederos de Dios y coherederos con Cristo, toda vez que, si ahora padecemos con él, seremos también glorificados con él.

 

*EL PREMIO QUE ESPERAMOS (8, 18-30)

 

Entiendo, por lo demás, que los padecimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria que un día se nos revelará. / Porque la creación misma espera anhelante que se manifieste lo que serán los hijos de Dios. / Condenada al fracaso, no por propia voluntad, sino por aquel que así lo dispuso, la creación vive en la esperanza / de ser también ella liberada de la servidumbre de la corrupción y participar así en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. / Sabemos, en efecto, que la creación entera está gimiendo con dolores de parto hasta el presente. / Pero no sólo ella; también nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior suspirando porque Dios nos haga sus hijos y libere nuestro cuerpo. / Porque ya estamos salvados, aunque sólo en esperanza que se ve no es propiamente esperanza, pues ¿quién espera lo que tiene ante los ojos? / Pero si esperamos lo que no vemos, estamos aguardando con perseverancia. / Asimismo el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, pues nosotros no sabemos orar como es debido, y es el mismo Espíritu el que intercede por nosotros con gemidos inefables. / Por su parte, Dios, examina los corazones, conoce el sentir de ese Espíritu, que intercede por los creyentes según su voluntad. / Sabemos, además, que todo contribuye al bien de los que aman a Dios, de los que él ha llamado según sus designios. / Porque a los que conoció de antemano, los destinó también desde el principio a reproducir la imagen de su Hijo, llamando a ser el primogénito entre muchos hermanos. / Y a los que desde el principio destinó, también los llamó; a los que llamó, los puso en camino de salvación; y a quienes puso en camino de salvación, les comunicó su gloria.

 

*EL AMOR SALVADOR DE DIOS (8, 31-39)

 

¿Qué más podemos añadir? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? / El que no perdonó a su propio Hijo, antes bien lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no va a darnos gratuitamente todas las demás cosas juntamente con él? / ¿Quién acusará a los elegidos de Dios, si Dios es el que salva? / ¿Quién será el que condene, si Cristo Jesús ha muerto, más aún, ha resucitado y está a la derecha de Dios intercediendo por nosotros? / ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? / Ya lo dice la Escritura: Por tu causa estamos expuestos a la muerte cada día: nos consideran como ovejas destinadas al matadero. / Pero Dios, que nos ama, hará que salgamos victoriosos de todas estas pruebas. / Y estoy seguro de que mi muerte, ni vida, ni ángeles, ni otras fuerzas sobrenaturales, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes de cualquier clase, / ni lo de arriba, ni lo de abajo. Ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.

 

*TRISTEZA DE PABLO (9, 1-5)

 

Digo la verdad como cristiano y mi conciencia, guiada por el Espíritu Santo, me asegura que no  miento / al afirmar que me invade una gran tristeza y es continuo el dolor de mi corazón. / Desearía, incluso, verme yo mismo separado de Cristo como algo maldito por el bien de mis hermanos de raza. / Son descendientes de Israel. Les pertenecen la adopción filial, la presencia gloriosa de Dios, la alianza, las leyes, el culto y las promesas. / Suyos son los patriarcas y de ellos, en cuanto hombre, procede de Cristo, que está sobre todas las cosas y es Dios bendito por siempre. Amén.



*DIOS ELIGE LIBREMENTE (9, 5-18)

 

No es que haya quedado sin efecto la palabra de Dios. Pero sucede que no todos los que descienden de Israel son verdaderos israelitas, / ni los que descienden de Abrahán son todos hijos suyos, pues dice la Escritura: Isaac continuará tu descendencia. / Con otras palabras, no son los nacidos por generación natural los verdaderos hijos de Dios, sino los nacidos en virtud de la promesa; ésos son la verdadera descendencia. / Pues los términos de la promesa son éstos: Por este tiempo volveré y Sara tendrá ya un hijo. / Está, además, el caso de Rebeca, que concibió dos hijos de un solo hombre, nuestro antepasado Isaac. / Pues bien, cuando aún no habían nacido y no habían hecho nada ni bueno ni malo, para dejar patente que las decisiones divinas / no dependen del comportamiento humano, sino de Dios que llama, se dijo a rebeca: El mayor servirá al menor; / o como dice en otro lugar la Escritura: Amé a Jacob más que a Esaú. / ¿Qué diremos pues? ¿Qué Dios actúa injustamente? ¡De ninguna manera! / Dios mismo dijo a Moisés: Tendré misericordia de quien quiera y me apiadaré de quien me plazca. / No es, pues, cosa del que quiere o del que se afana, sino de Dios que es misericordioso. / En este sentido dice la Escritura, dirigiéndose al faraón: Te he construido rey para mostrar en ti mi poder y para hacer famoso mi nombre en toda la tierra. / Así pues, Dios muestra su misericordia a quien quiere y deja endurecerse a quien le place.

 

*SOBERANÍA Y GENEROSIDAD (9, 19-29)

 

Me dirás: <Entonces, ¿por qué reprende, si nadie puede resistir voluntad?>. / Pero, ¿quién eres tú, pobre hombre, para exigir cuentas a Dios? ¿Es que en un vaso de barro puede decir al que lo ha modelado: <Por qué me has hecho así>? / ¿O es que el alfarero no puede hacer del mismo barro tanto un vaso de lujo como un vaso corriente? / Así es Dios. Cuando quiere manifiesta su ira y da a conocer su poder; pero puede soportar con gran paciencia a los que le han hecho objeto de ira y se han puesto en camino de perdición. / De esta manera manifiesta las riquezas de su gloria en los que hizo objeto de su amor y de antemano preparó esa gloria. / Entre ellos estamos nosotros, a quienes ha llamado no sólo de entre los judíos, sino también de entre los paganos. / Así lo dice el libro de Oseas: Al que no es mi pueblo lo llamaré <Pueblo mío>, y <Amada mía> a la que no es mi amada. / Y en el mismo lugar en el que se les dijo: <No sois mi pueblo> allí se los volverá a llamar <hijos del Dios vivo> / Isaías, por su parte, refiriéndose a Israel dice: Aunque fueran los israelitas tan numerosos como la arena del mar sólo un resto se salvará, pues el Señor va a cumplir en la tierra totalmente y sin tardanza su palabra. / Y como predijo también Isaías: Si el Señor todopoderoso no nos hubiera dejado un germen, habríamos sido como Sodoma, nos habríamos parecido a Gomorra.

 

*ERROR DE LOS ISRAELITAS Y SÚPLICAS DE PABLO (9, 30-33)

 

¿Qué concluir de esto? Pues que los paganos, que no se esforzaban en buscar la salvación, recibieron esa salvación a la que se llega por medio de la fe. / Israel, en cambio, afanándose por cumplir una ley que debía llevar a la salvación, ni siquiera cumplió la ley. / ¿Sabéis por qué? Pues porque, al prescindir de la fe y apoyarse en sus obras, tropezaron en aquella piedra puesta como prueba, / según dice la Escritura: Mirad que pongo en Sión una piedra en la que podéis tropezar, y un peñasco que os puede hacer caer. Pero el que ponga en ella su confianza, no quedará defraudado. / Hermanos, deseo de todo corazón y así se lo pido a Dios, que los israelitas alcancen la salvación. Porque doy fe de que buscan ardientemente a Dios, aunque a ciegas. / No reconocen, en efecto, la fuerza salvadora de Dios y quieren hacer valer la suya propia, sin someterse a esa fuerza salvadora de Dios. / No se dan cuenta de que la ley tiene su cumplimiento en Cristo, por el que Dios concede la salvación a todo el que cree.

 

*CRISTO SALVACIÓN PARA TODOS (10, 5-13)

 

Escribiendo sobre el poder de salvación de la ley, dice Moisés que quien la cumpla tendrá vida por ella. / Pero la fuerza salvadora que nos llega por medio de la fe se expresa así: No te hagas esta pregunta: ¿quién subirá al cielo? – se sobreentiende que para que Cristo baje -; / o esta otra: ¿quién bajará al abismo? – se sobreentiende que para hacer surgir a Cristo de entre los muertos -. / En definitiva, ¿qué dice la Escritura? Que la palabra está cerca está cerca de ti; en tu boca y en tu corazón. Pues bien, ésta es la palabra de la fe que nosotros anunciamos. / Porque si proclamas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo ha resucitado de entre los muertos, te salvarás. / En efecto, cuando se cree con el corazón actúa la fuerza salvadora de Dios, y cuando se proclama con la boca se alcanza la salvación. / Pues dice la Escritura: Quien quiera que ponga en él su confianza no quedará defraudado. / Y no hay distinción entre judío y no judío, pues uno mismo es el Señor de todos, rico para todos los que lo invocan. / En una palabra, todo el que invoque en nombre del Señor se salvará.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 19 de febrero de 2020

EL CONTINENTE AFRICANO EN LA TAREA EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA (Primera Parte)




 
 
Como en cierta ocasión aseguraba el Papa San Juan Pablo II, refiriéndose a la labor evangelizadora de la Iglesia católica: “La Iglesia evangeliza, la Iglesia anuncia a Cristo, que es camino, verdad y vida; Cristo, único mediador entre Dios y los hombres. Y a pesar de las debilidades humanas, la Iglesia es incansable en este anuncio. La gran oleada misionera, la que tuvo lugar en siglos pasados, se dirigió hacia todos los continentes y, en particular, hacia el continente africano. Hoy en este continente tenemos mucha tarea que hacer con la Iglesia indígena ya formada…África se convierte en un continente de vocaciones misioneras. Y las vocaciones, gracias a Dios, no faltan. Todo lo que disminuyen en Europa, otro tanto aumentan allí, en África…


Quizá algún día se revelen verdaderas las palabras del cardenal Hyacinthe Thiandoum (Primer Arzobispo nativo de Dakar; 1921-2004), que planteaba la posibilidad de evangelizar el <Viejo Mundo> con misioneros negros y de color” (Juan Pablo II; <Cruzando el umbral de la esperanza>; Círculo de lectores; por cortesía de  Plaza & Janes S.A. 1995)


 
 
Recordemos que el cardenal nombrado por el Papa, Hyacinthe Thiandoum llevó a cabo, una labor evangelizadora extraordinaria, contribuyendo en todo momento a la expansión de la palabra de Cristo en el continente africano, y así por ejemplo en 1970 erigió Iglesia parroquial a la Iglesia conventual de Santo Domingo de Dakar. La Iglesia de Santo Domingo de Dakar sirvió de cuartel general a la orden de los Predicadores, durante los primeros años de la presencia de estos en África. Fue fundada en 1957 y se trata de la primera Iglesia implantada en África Occidental.

 Por otra parte, en el mismo año 1995, el Papa San Juan Pablo II  en  su Exhortación Apostólica, <Ecclesia in África>, daba respuesta a la solicitud formulada por los miembros de la Asamblea Sinodal, celebrada en este continente y cuyo objetivo primordial era dar a conocer a toda la Iglesia los frutos de sus reflexiones y de sus oraciones, de sus discusiones y de sus intercambios.

En efecto, el Papa San Juan Pablo II acogió con alegría y gratitud esta petición, que dio lugar a esta magnífica <Exhortación Apostólica>, la cual ha servido y aún sirve, como guía y modelo a tener en cuenta en todo el trabajo misional de la Iglesia.

 
 
 
Sí, aunque ya hacen más de veinte años de su publicación sigue teniendo vigencia  lo expresado allí por este Pontífice santo, siempre preocupado por lo que él llamaba la <Nueva Evangelización> de Europa, continente que habiendo sido el primero en convertirse casi en su totalidad al cristianismo, en los últimos siglos ha sufrido un evidente retroceso en este sentido.
 
 
 
Refiriéndose concretamente a la gran urgencia de la evangelización de los pueblos, San Juan Pablo II, advertía en dicha <Exhortación Apostólica> que (Ibid):

“El Nombre de Jesucristo es el único por el cual los hombres podemos salvarnos (Hch 4, 12) y ya que en África existen millones de personas que aún no han sido evangelizadas, la Iglesia se encuentra ante la urgente tarea de proclamar la Buena Nueva salvadora a todos y conducir a aquellos que la escuchan al Sacramento del Bautismo y a la vida cristiana…
La urgencia de esta actividad misionera brota de la radical novedad de vida traída por Cristo y vivida por sus discípulos. Esta nueva vida es un don de Dios, y al hombre se le pide que lo acoja y  desarrolle, si quiere realizarse según su vocación integral, en conformidad con Cristo…

Esta nueva vida en la originalidad radical del Evangelio implica también ruptura con las costumbres y la cultura de cualquier pueblo de la tierra, porque el Evangelio nunca es un producto interno de un determinado país, sino que siempre <viene después>, viene de lo Alto.

Para los bautizados el gran desafío es siempre la coherencia de una existencia cristiana conforme con los compromisos bautismales, esto es, muerte al pecado y resurrección cotidiana a una nueva vida (Rm 6, 4-5)”
 
 
El santo Padre recuerda, al final de estas sentidas palabras, la <Carta a los romanos> de San Pablo, en la que en un momento dado el apóstol  habla de alcanzar por la muerte la vida (Rm 6, 1-8): “¿Qué diremos, pues? ¿Permanezcamos en el pecado para que la gracia aumente? / ¡Eso no! Los que morimos al pecado ¿cómo todavía viviremos en él? / ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, en su muerte fuimos bautizados?


/Con sepultados, pues, fuimos con Él por el bautismo en orden a la muerte, para que como fue Resucitado Cristo de entre los muertos, por la gloria del Padre, así también nosotros, en la novedad de vida caminemos / Porque hemos sido hechos una cosa con Él, por lo que es simulacro de su muerte, pero también lo seremos por lo que es simulacro de su resurrección / sabiendo esto, que nuestro hombre viejo fue con Él crucificado, para que sea eliminado el cuerpo del pecado, a fin de que en adelante no seamos ya esclavos del pecado / pues quien murió, absuelto queda del pecado / Y si morimos en Cristo, creemos que también viviremos con Él” 

Ciertamente, el Bautismo es necesario para la salvación de las almas tal como afirmó Cristo y por ello mandó a sus discípulos a anunciar el Evangelio y a bautizar a todas las naciones; así, tal como podemos leer en el Catecismo de la Iglesia católica (nº 1257, nº 1258 y nº 1259):

“El Bautismo es necesario para la salvación de aquellos a los que el Evangelio ha sido anunciado y han tenido la posibilidad de pedir el sacramento (Mc 16, 16). La Iglesia no conoce otro medio que el bautismo para asegurar la entrada en la bienaventuranza eterna; por eso está obligada a no descuidar la misión que ha recibido del Señor de hacer <renacer del agua y del espíritu> a todos los que pueden ser bautizados. Dios ha vinculado la salvación al Sacramento del Bautismo, pero su intervención salvífica no queda reducida a los sacramentos /

 
 
/ Desde siempre, la Iglesia posee la firme convicción de que quienes padecen la muerte por razón de la fe, sin haber recibido el Bautismo, son bautizados por su muerte con Cristo y por Cristo. Este Bautismo de sangre como el deseo del Bautismo, produce los frutos del Bautismo sin el Sacramento // a los catecúmenos que mueren antes de Bautismo, el deseo explicito de recibir el Bautismo, unido al arrepentimiento de sus pecados y a la caridad, les asegura la salvación que no han podido recibir por el Sacramento”

 
Pero volviendo de nuevo al tema concreto de la labor evangelizadora en el continente africano, recordemos que precisamente fue posible por una coincidencia, que podría considerarse incluso como un <designio divino>, la inauguración de la Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos, la cual tuvo lugar el segundo domingo de Pascua. Los Padres sinodales reunidos aquel día en la Basílica Vaticana, eran conscientes sin duda, del significativo momento que estaban viviendo…la alegría de la Resurrección de Cristo.

 


Como más tarde manifestaría el Papa san Juan Pablo II (Ibid): “Ha sido el Sínodo de la Resurrección y de la esperanza, como declararon con alegría y entusiasmo los Padres sinodales, en las primeras frases de su mensaje dirigido al pueblo de Dios.


Son palabras que gustosamente hago mías: <Como María Magdalena, la mañana de la Resurrección, y los discípulos de Emaús, con el corazón ardiente e inteligencia iluminada, la Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos proclama: ¡Cristo nuestra esperanza, ha Resucitado! Se ha encontrado con nosotros, ha caminado con nosotros.
Nos ha explicado las Escrituras y nos ha dicho: Yo soy, el primero y  el último, el que vive; estuve muerto, pero ahora vivo por los siglos de los siglos y tengo las llaves de la muerte y del infierno> (Ap 1, 17-18)”

 
Sin duda los Sínodos de los Obispos han sido y seguirán siendo instrumentos excelentes para en su día alcanzar la unión tan deseada de los creyentes. Y esto será si Dios quiere  así, porque como muy bien comprendieron los Obispos asistente, a  los mismos, cuanto mayor sea la unión entre las partes implicadas, mayor será la unión entre todos los seguidores de Cristo.

 
 
De esta posibilidad han dado un excelente ejemplo los componentes de la Iglesia de Cristo en África, prestándose siempre con entusiasmo a seguir la línea de actuación que han marcado dichos Sínodos y por tanto han experimentado la bonanza derivada de ello.


El Papa San Juan Pablo II, siempre muy motivado por su tarea pastoral en el continente africano, en cierta ocasión decía así (Ibid): “Durante mis visitas a África, me he referido con frecuencia a la Asamblea especial para este continente y a los objetivos principales para los cuales había sido convocada. Cuando participe por primera vez, en suelo africano en una reunión del Consejo del Sínodo, no deje de subrayar mi convicción de que una Asamblea Sinodal no puede reducirse a una consulta sobre cuestiones prácticas. Su verdadera razón de ser  está en el hecho de que la Iglesia no puede crecer, si no es fortaleciendo la comunión entre todos sus miembros, comenzando por sus pastores”

Sin duda el Papa san Juan Pablo II tenía las ideas muy claras con respecto al gran significado de las <Asambleas Sinodales de los Obispos> y  la gran importancia de las mismas con vistas al tema de la evangelización de los pueblos. Precisamente en el Catecismo de la Iglesia Católica escrito en orden a la aplicación del Concilio Vaticano II podemos leer (nº 77):

 
 
“Para que  el Evangelio se conservara siempre vivo y entero en la Iglesia, los apóstoles nombraron como sucesores a los Obispos, <dejándoles su cargo en el magisterio> (Dei Verbum 7). En efecto, la <predicación apostólica>, expresada de un modo especial en los libros Sagrados, se ha de conservar por transmisión continua hasta el  fin de los tiempos” (Dei Verbum 8)

Y continúa diciendo el catecismo de la Iglesia católica apoyándose en el Documento de la Iglesia <Dei Verbum> (Concilio Ecuménico Vaticano II), refiriéndose a la transmisión de la revelación divina  continuada en la sucesión apostólica (nº 78 y nº 79)):

“Esta transmisión viva, llevada a cabo en el Espíritu Santo es llamada la Tradición en cuanto distinta a la Sagrada Escritura aunque estrechamente ligada a ella. Po ella, <la Iglesia con su enseñanza, su vida, su cultura, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree> (Dei Verbum 8).
<Las palabras de los Santos y de los Santos Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición, cuyas riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia que cree y ora> (Dei Verbum 8)”

 
 
 
Así, la comunicación que el Padre ha hecho de sí mismo por su Verbo en el Espíritu Santo sigue presente y activa en la Iglesia: “<Dios, que habló en otros tiempos, sigue conversando siempre con la Esposa de su Hijo amado; así el Espíritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que habite en ellos intensamente la palabra de Cristo>” (Dei Verbum 8)

 
Por otra parte, no debemos olvidar nunca el hecho maravilloso de que el continente africano estuviera ya presente durante la Pasión y Muerte de Cristo, en la persona de Simón de Cirene, tal como nos recuerda el evangelista san Marcos en su Evangelio cuando concretamente narra la Crucifixión del Señor  (Mc 15, 20-24):

 
 
“Y cuando lo hubieron mofado, lo despojaron de la púrpura y le vistieron sus propios vestidos. Y le sacaron para crucificarle / Y a uno que por allí pasaba, cierto Simón de Cirene (ciudad situada en el norte de África), que venía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, requiérenle para que lleve a cuestas su cruz / Y llevan a Jesús al lugar del Gólgota, que traducido, es <lugar del cráneo> / Y le daban vino mirrado; mas Él no lo aceptó / Y le crucifican, y se reparten sus vestiduras, echando suerte sobre ellas, para decidir qué tocaba a cada cual”

 
Terrible y al mismo tiempo hermoso pasaje de la vida de Jesús en su primera venida a la tierra; el Señor da muestras, una vez más, de su inmensa paciencia para con la maldad de los hombres; se trata de una paciencia sobrehumana, se trata de la paciencia de Dios con los seres humanos, que no había de atribuirse al posible embotamiento de la sensibilidad.

 
 
No aceptó beber el anestésico que le ofrecieron, el vino mirrado; se negó a beberlo y aceptó sufrir la espantosa muerte por crucifixión sin paliativo alguno, para salvarnos…Por otra parte, fue un gran honor el recibido por el llamado Simón de Cirene, gracias a una imposición autoritaria del servicio a la persona de Cristo; sin duda el Señor le premió por ello, en las personas de sus hijos, Alejandro y Rufo de los que la Tradición de la Iglesia asegura que fueron seguidores de Cristo.



Concretamente, en la <Carta a los Romanos> de san Pablo, el apóstol del Señor menciona a un tal Rufo, que podría ser uno de los hijos del hombre que ayudó a Jesús cuando iba camino del Gólgota (Rm 16,13).
Cirene era una ciudad del norte de África, por entonces perteneciente al imperio romano y este hombre llamado Simón, procedía de allí; este hecho que en principio parece irrelevante, no lo es desde luego para Iglesia católica que ve en él un preanuncio de la importancia del continente africano en la evangelización de los pueblos, especialmente en los últimos siglos, cuando en otros continentes la Palabra de Dios está siendo olvidada y hasta mancillada por los hombres.

Sin duda el designio de Dios para la evangelización previa de África y su futuro papel de ésta en la  nueva evangelización del <Viejo Continente>, ha sido fundamental, tal como se deduce de las palabras del Papa san Juan Pablo II (Ibid):

“Gracias a la gran epopeya misionera, de la que el continente africano ha sido escenario sobre todo durante los últimos siglos, hemos podido encontrarnos  en Roma para celebrar esta Asamblea especial de África.


 La semilla esparcida a su tiempo ha producido frutos abundantes. Mis hermanos en el episcopado, hijos de los pueblos de África, son un testimonio elocuente de esto. Junto con sus sacerdotes, llevan ya sobre sus espaldas gran parte del trabajo de la evangelización. Lo atestiguan también los numerosos hijos e hijas de África que ingresan en las antiguas congregaciones misioneras o en los Institutos nacidos en tierra africana, llevando en sus manos la antorcha de la consagración total al servicio de Dios y el Evangelio”

 
Han pasado bastantes años desde que el Papa  San Juan Pablo II pronunciara estas sentidas palabras y en verdad que se han cumplido con creces sus expectativas y deseos, llegando incluso al ofrecimiento por martirio de muchas vidas de hombres y mujeres de este gran continente, por Cristo y su Mensaje, toda la cristiandad debemos sentirnos muy agradecidos por el ejemplo que han dado y siguen dado.

Finalmente, recordemos que el Papa San Juan Pablo II oró para la Consagración de la Iglesia de Ghana y de África entera a la Santísima Virgen un 8 de mayo de 1980 con esta plegaria:


 
 “Acuérdate, o Madre, de todos aquellos que construyen la Iglesia de África. Asiste a los obispos y a los sacerdotes, para que sean siempre fieles a la Palabra de Dios. Ayuda y santifica a los religiosos y seminaristas. Intercede para que el amor de tu Hijo penetre en todas las familias, para que consuele a todos los que sufren o están enfermos, a los que están en penuria o necesitados.

Cuida benignamente de los catequistas y de todos aquellos que llevan a cabo una tarea especial en la evangelización y la educación católica para gloria de tu Hijo. Acepta esta nuestra devota consagración y confírmanos en el Evangelio de tu Hijo.

 
 
Al expresarte nuestra profunda gratitud por un siglo de tu cuidado maternal, estamos firmes en la convicción de que el Espíritu Santo aún te cubre con su sombra, para que cada generación sigas dando a luz a Cristo en África. A Jesucristo tu Hijo, con el Padre, en la Verdad del Espíritu Santo, sea la alabanza y la acción de gracias por los siglos de los siglos. Amén”