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jueves, 6 de agosto de 2020

EL PROGRESO HACIA LA BUSQUEDA DE LA UNIDAD Y EL PAPA BENEDICTO XVI



 
Entre las intenciones manifestadas por el nuevo representante de Cristo sobre la tierra, en aquella singular ocasión destacaremos ésta:
“Alimentados y sostenidos por la Eucaristía, los católicos no pueden menos de sentirse impulsados a la plena unidad que Cristo deseó tan ardientemente en el Cenáculo. El sucesor de Pedro sabe que tiene que hacerse cargo de modo muy particular del supremo deseo, del divino Maestro, pues a él se le ha confiado la misión de confirmar a los hermanos (Lc 22, 32)”

 
 
Se refiere el recién investido Pontífice a aquel momento crucial de la historia de la humanidad en el que Jesús informó a su apóstol Pedro de que había rezado por él para que no desfalleciera su fe. Y en verdad, que esta oración del Señor fue tan eficaz para él, como lo fue a lo largo de todos los siglos y hasta nuestros días,  para todos sus sucesores en el Papado, cuestión ésta, muy a tener en cuenta si recordamos los grandes sufrimientos por los que ha tenido que pasar la  Iglesia de Cristo.

 
Por otra parte, Jesús encargó también en aquella ocasión a Pedro que él confirmara en la fe, a su vez, a sus hermanos y esta prerrogativa otorgada al apóstol por el Señor  no fue en atención a su persona, sino en atención al que sería su oficio, como Cabeza de la Iglesia. Prerrogativa que heredan los sucesores de Pedro, los Romanos Pontífices, a lo largo de los siglos.



Según el evangelista san Lucas, viendo Jesús la situación tomo la palabra y les dijo (Lc 22, 25-33): “<Los reyes de las naciones tiranizan y sus príncipes reciben el nombre de bienhechores / entre vosotros no ha de ser así, sino que el mayor entre vosotros será como el más joven, y el que mande el que sirva / En efecto, ¿quién es más grande, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Pues bien, yo estoy en medio de vosotros, como el que sirve /

Vosotros habéis perseverado conmigo en mis pruebas / y yo os voy a dar el reino como mi Padre me lo dio a mí / para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel> / <Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder cribaros como trigo / pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos> / Pero él dijo: <Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y hasta a la muerte”

 
 
Y Pedro cumplió su palabra, a pesar de tener que pasar por aquellos momentos de debilidad que Jesús le había profetizado, negándole hasta tres veces antes que cantara un gallo…La carne es débil, y el miedo se apodera muchas veces de los hombres ante la crueldad que ellos mismos pueden engendrar. Por eso, Pedro cumplió su palabra y murió en la cruz como su Maestro, después de regir su Iglesia como le había pedido, confirmando en la fe a sus hermanos…

 
Los Pontífices, Cabezas de la Iglesia de Cristo, han seguido el ejemplo de  Pedro (primero de todos), incluso en momentos de la historia de la humanidad muy contraria al Mensaje de Cristo y ello ha permitido que éste se haya conservado intacto hasta nuestros días.

En este sentido, un ejemplo admirable fue el dado por el Papa san Gregorio Magno (590-604), el cual desde el principio de su Pontificado manifestó su ideario, publicando la obra <Liber pastoralis curae>; se trata de un libro que  habla del oficio del Obispo, en el que se plasma claramente las líneas maestras que debe seguir cualquier hombre llamado  a cumplir con el Pontificado.


 
Precisamente el Papa Benedicto XVI nos hizo una semblanza muy interesante de este Papa en la <Audiencia General> del 28 de mayo de 2008, de la que cabe destacar estas palabras:

“A pesar de las dificilísimas condiciones en las que tuvo que actuar, gracias a su santidad de vida y a su rica humanidad consiguió conquistar la confianza de sus fieles, logrando para su tiempo y para el futuro resultados verdaderamente grandiosos.

 
 
Era un hombre inmerso en Dios: el deseo de Dios estaba siempre vivo en el fondo de su alma, y precisamente por esto estaba siempre muy atento al prójimo, a las necesidades de las gentes de su época. En un tiempo desastroso, más aún, desesperado, supo crear paz y dar esperanza. Este hombre de Dios nos muestra donde están las verdaderas fuentes de la paz y de donde viene la verdadera esperanza; así se convierte en guía también para nosotros hoy” 

 
Sin duda, el Papa Benedicto XVI ha sido uno de esos Pontífices que han dado, en nuestros días, un ejemplo magnifico de cómo se debe representar al Señor sobre la tierra, tal como Jesús, pidió a Pedro y por extensión a sus predecesores, para que confirmaran en la fe a todos los seguidores de Cristo. Las palabras de este Papa en su primer mensaje, ponían en  evidencia su aceptación del mandato de Cristo:

 
 
 
Con plena conciencia, al inicio del ministerio en la Iglesia de Roma que Pedro regó con su sangre, su actuar sucesor asume como compromiso prioritario trabajar con el máximo empeño en el restablecimientos de la unidad plena y visible de todos los discípulos de Cristo”

 
Con estas sencillas palabras el nuevo Papa se comprometía en el año 2005 a continuar con la labor ecuménica, emprendida por su antecesor en el Pontificado,  san  Juan Pablo II, y después recordaba los instantes emocionantes vividos durante los funerales de éste, su  admirado y querido, maestro y amigo  (ibid):
“En este momento, vuelvo con la memoria a la inolvidable experiencia que hemos vivido todos con ocasión de la muerte y las exequias del llorado Juan Pablo II. En torno a sus restos mortales, depositados en tierra desnuda, se reunieron jefes de naciones, personas de todas las clases sociales y especialmente jóvenes, en un inolvidable abrazo de afecto y admiración.

 
 
El mundo entero con confianza dirigió a él su mirada. A muchos les pereció que esa intensa participación, difundida hasta los confines del planeta por los medios de comunicación social, era como una petición común de ayuda dirigida al Papa por la humanidad actual, que, turbada por incertidumbres y temores, se plantea interrogantes sobre el futuro”

 
Así es, tal como profetizaba de alguna manera el Papa Benedicto XVI, en aquellos días, no tan lejanos, la humanidad toda sentía ya una gran incertidumbre y hasta temor por su futuro. Este Pontífice, ahora emérito, seguramente recordando, éstas sus palabras, se dará cuenta, no sin pena, de que no estaban lejanas a la realidad de entonces, y mucho menos a la realidad de nuestros días acosados por una terrible pandemia; asemejándose así aún más, a la época vivida por el Papa san Gregorio Magno, donde las epidemias de peste hacían verdaderos estragos.

Es por eso, que la Iglesia de Cristo necesita más que nunca de la total unión de todos sus componentes, para afrontar con garantía de éxito el incierto futuro de la humanidad. La cuestión en sí, sigue presentando serias dificultades, como consecuencia de los años pasados sin haber escuchado estas palabras del Señor (Jn16, 12-17):


 
Refiriéndose a este tema y relacionándolo con el ecumenismo, el Papa Benedicto XVI se expresaba en los términos siguiente (Ibid):
“El dialogo teológico es muy necesario. También es indispensable investigar las causas históricas de algunas decisiones en el pasado. Pero lo más urgente es la <purificación de la memoria>, tantas veces recordada por Juan Pablo II.

Ante el <Juez Supremo> de todo ser vivo, debe ponerse cada uno, consciente de que un día deberá rendirle cuentas de lo que ha hecho u omitido por el gran bien de la unidad plena y visible de todos sus discípulos.

“Juntamente con vosotros doy gracias por el don de este encuentro de oración común. Veo en él una de las etapas para realizar el firme propósito que hice al inicio de mi Pontificado: Considerar una prioridad de ministerio el restablecimiento de la unidad plena y visible entre los cristianos. Mi amado predecesor el siervo de Dios, Juan Pablo II, cuando visitó esta Iglesia de la Santísima Trinidad, en el año 1991, subrayó: <por mucho que nos esforcemos en lograr la unidad, ella es siempre un don del Espíritu Santo. Sólo estaremos dispuestos a recibir este don si hemos abierto nuestra mente y nuestro corazón a él a través de la vida cristiana y especialmente a través de la oración>”

 
En efecto, este pensamiento del Papa san Juan Pablo II es la clave para poder llegar algún día a la unión de todos los creyentes en Cristo y su Mensaje. El mismo Papa Benedicto XVI, así lo ha declarado a lo largo de todo su Pontificado, como por ejemplo en su Discurso a los representantes de distintas comunidades eclesiales e Iglesias, durante la reunión mantenida en Colonia, un año anterior a la de Varsovia. Y precisamente en su discurso de despedida de la comunidad de Varsovia aseguraba (Ibid):

 
 
 
 
“Quiero expresar mi aprecio a la Comisión bilateral del Consejo Ecuménico polaco, que ha emprendido la elaboración de un documento en el que se presenta la doctrina cristiana común sobre el matrimonio y la familia, y se establecen principios, aceptables por todos, para contraer matrimonios inter-confesionales, indicando  un programa común de solicitud pastoral para dichos matrimonios. Deseo a todos que en esta delicada cuestión se acredite la confianza recíproca entre las iglesias y una colaboración que respete plenamente los derechos y responsabilidades de los cónyuges por la formación en la fe de la propia familia y para la educación de los hijos”

 
Finalmente recordaremos las palabras del Papa Benedicto XVI durante uno de sus últimos   encuentros Ecuménicos, más concretamente, al acto  que tuvo lugar en el salón de honor del Patriarca siro-católico de Charfet, un domingo 16 de septiembre de 2012:
“Queridos hermanos nuestro encuentro de esta tarde es un signo elocuente de nuestro deseo profundo de responder a la llamada del Señor Jesús (Jn 17, 21): <Te pido que todos sean uno, Padre; lo mismo que tú estás en mí y yo en ti, que también ellos estén unidos a nosotros; de este modo, el mundo podrá creer que tú me has enviado>. En estos tiempos inestables y proclives a la violencia, que experimenta vuestra región, es todavía más urgente que los discípulos de Cristo den un testimonio auténtico de unidad, para que el mundo crea en su mensaje de amor, paz y reconciliación.
Es un mensaje que todos los cristianos, y nosotros en particular, tenemos la misión de transmitir al mundo, y que adquiera un valor inestimable en el contexto actual de Oriente Medio.

Trabajemos sin descanso para que nuestro amor por Cristo nos conduzca paso a paso hacia la plena comunión entre nosotros. Para ello, debemos por la oración y el compromiso común, volver sin cesar a nuestro único Señor y Salvador. Pues como he escrito en la Exhortación Apostólica <Ecclesia in Medio Oriente>, que he tenido el gozo de entregaros:

 
 
Jesús une a quienes creen en él y le aman, entregándoles el Espíritu de su Padre, así como el de María, su madre. Confío a la Virgen María cada uno de vosotros, así como los miembros de vuestras Iglesias y Comunidades”