Se refiere el recién investido Pontífice a aquel momento crucial de la
historia de la humanidad en el que Jesús informó a su apóstol Pedro de que había
rezado por él para que no desfalleciera su fe. Y en verdad, que esta oración
del Señor fue tan eficaz para él, como lo fue a lo largo de todos los siglos y
hasta nuestros días, para todos sus
sucesores en el Papado, cuestión ésta, muy a tener en cuenta si recordamos los
grandes sufrimientos por los que ha tenido que pasar la Iglesia de Cristo.
Según el evangelista san Lucas, viendo Jesús la situación tomo la palabra y les dijo (Lc 22, 25-33): “<Los reyes de las naciones tiranizan y sus príncipes reciben el nombre de bienhechores / entre vosotros no ha de ser así, sino que el mayor entre vosotros será como el más joven, y el que mande el que sirva / En efecto, ¿quién es más grande, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Pues bien, yo estoy en medio de vosotros, como el que sirve /
Vosotros habéis perseverado conmigo en mis pruebas / y yo os voy a dar
el reino como mi Padre me lo dio a mí / para que comáis y bebáis a mi mesa en
mi reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel>
/ <Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder cribaros como trigo / pero
yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe; y tú, una vez convertido,
confirma a tus hermanos> / Pero él dijo: <Señor, estoy dispuesto a ir
contigo a la cárcel y hasta a la muerte”
Y Pedro cumplió su palabra, a pesar de tener que pasar por aquellos
momentos de debilidad que Jesús le había profetizado, negándole hasta tres
veces antes que cantara un gallo…La carne es débil, y el miedo se apodera
muchas veces de los hombres ante la crueldad que ellos mismos pueden engendrar.
Por eso, Pedro cumplió su palabra y murió en la cruz como su Maestro, después
de regir su Iglesia como le había pedido, confirmando en la fe a sus hermanos…
En este sentido, un ejemplo admirable fue el dado por el Papa san Gregorio
Magno (590-604), el cual desde el principio de su Pontificado manifestó su
ideario, publicando la obra <Liber pastoralis curae>; se trata de un
libro que habla del oficio del Obispo,
en el que se plasma claramente las líneas maestras que debe seguir cualquier
hombre llamado a cumplir con el Pontificado.
“A pesar de las dificilísimas condiciones en las que tuvo que actuar,
gracias a su santidad de vida y a su rica humanidad consiguió conquistar la
confianza de sus fieles, logrando para su tiempo y para el futuro resultados
verdaderamente grandiosos.
Era un hombre inmerso en Dios: el deseo de Dios estaba siempre vivo en
el fondo de su alma, y precisamente por esto estaba siempre muy atento al
prójimo, a las necesidades de las gentes de su época. En un tiempo desastroso,
más aún, desesperado, supo crear paz y dar esperanza. Este hombre de Dios nos
muestra donde están las verdaderas fuentes de la paz y de donde viene la
verdadera esperanza; así se convierte en guía también para nosotros hoy”
Con plena conciencia, al inicio del ministerio en la Iglesia de Roma
que Pedro regó con su sangre, su actuar sucesor asume como compromiso
prioritario trabajar con el máximo empeño en el restablecimientos de la unidad
plena y visible de todos los discípulos de Cristo”
El mundo entero con confianza dirigió a él su mirada. A muchos les
pereció que esa intensa participación, difundida hasta los confines del planeta
por los medios de comunicación social, era como una petición común de ayuda
dirigida al Papa por la humanidad actual, que, turbada por incertidumbres y
temores, se plantea interrogantes sobre el futuro”
Es por eso, que la Iglesia de Cristo necesita más que nunca de la total
unión de todos sus componentes, para afrontar con garantía de éxito el incierto
futuro de la humanidad. La cuestión en sí, sigue presentando serias
dificultades, como consecuencia de los años pasados sin haber escuchado estas
palabras del Señor (Jn16, 12-17):
Ante el <Juez Supremo> de todo ser vivo, debe ponerse cada uno,
consciente de que un día deberá rendirle cuentas de lo que ha hecho u omitido
por el gran bien de la unidad plena y visible de todos sus discípulos.
Sinceras palabras de este Pontífice, como pudo comprobarse enseguida, y así en el <Encuentro Ecuménico> llevado a cabo en Varsovia, un jueves 25 de mayo de 2006 se manifestaba en los términos siguientes:
“Quiero expresar mi aprecio a la Comisión bilateral del Consejo
Ecuménico polaco, que ha emprendido la elaboración de un documento en el que se
presenta la doctrina cristiana común sobre el matrimonio y la familia, y se
establecen principios, aceptables por todos, para contraer matrimonios
inter-confesionales, indicando un
programa común de solicitud pastoral para dichos matrimonios. Deseo a todos que
en esta delicada cuestión se acredite la confianza recíproca entre las iglesias
y una colaboración que respete plenamente los derechos y responsabilidades de
los cónyuges por la formación en la fe de la propia familia y para la educación
de los hijos”
Finalmente recordaremos las palabras del Papa Benedicto XVI durante uno de sus últimos encuentros Ecuménicos, más concretamente, al acto que tuvo lugar en el salón de honor del Patriarca siro-católico de Charfet, un domingo 16 de septiembre de 2012:
Es un mensaje que todos los cristianos, y nosotros en particular, tenemos la misión de transmitir al mundo, y que adquiera un valor inestimable en el contexto actual de Oriente Medio.
Trabajemos sin descanso para que nuestro amor por Cristo nos conduzca
paso a paso hacia la plena comunión entre nosotros. Para ello, debemos por la
oración y el compromiso común, volver sin cesar a nuestro único Señor y
Salvador. Pues como he escrito en la Exhortación Apostólica <Ecclesia in
Medio Oriente>, que he tenido el gozo de entregaros:
Jesús une a quienes creen en él y le aman, entregándoles el Espíritu de
su Padre, así como el de María, su madre. Confío a la Virgen María cada uno de
vosotros, así como los miembros de vuestras Iglesias y Comunidades”