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sábado, 4 de abril de 2020

HE AQUÍ QUE EL MUNDO SE FUE TRAS ÉL


 
 
 
 
 
 
 
<He aquí que el mundo se fue tras Él>. Esta frase tan significativa fue pronunciada, según el apóstol san Juan  (Jn 12, 12-19), por los fariseos al observar con que fervor y alegría recibía a Jesús, una muchedumbre, a su llegada a Jerusalén. Jesús llegaba montado en un asnillo según había anunciado el profeta  Zacarías (Zac 9, 9-10): “¡Alégrate sobremanera hija de Sión; grita jubilosa, oh hija de Jerusalén! He aquí que tu rey llega a ti; es justo y victorioso, humilde y montado sobre un asno, sobre un pollino cría de asna / Aniquilará los carros de Efraím y la caballería de Jerusalén y haráse pedazos el arco guerrero, y anunciará la paz a las naciones, y su dominio se extenderá de mar a mar y desde el rio hasta los confines de la tierra”

 

 


Todos los Padres de la Iglesia y los estudiosos de los Santos Evangelios han convenido en que estos versículos  del profeta Zacarías son de naturaleza cristológica, es decir que se refieren justo al momento en el que Jesús, el Hijo del hombre, haría sus entrada triunfar en Jerusalén, muchos siglos después, montando un pollino, para demostrar que el Rey de Israel, el Mesías, no busca el brillo del mundo, y por eso su realeza viene expresada tan solo por las aclamaciones de sus seguidores…


 
Por otra parte como podemos leer en Antiguo Testamento, el Patriarca Jacob reunió a sus hijos para bendecirles antes de morir y entre las muchas cosas que  dijo les anunció también la llegada del Mesías, y lo hizo con estas palabras (Gn 49, 10-11):
“No se retirará de Judá el cetro ni de sus pies tampoco la bengala hasta que venga aquel cuyo es el mando y le estén las naciones sometidas / el atará a la vid su jumentillo, y a la cepa, el pollino de su asna. En vino lavara su vestidura y en sangre de uvas (teñirá) su manto”

 

 


Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento se anuncia la llegada de un Mesías sumamente humilde pero cuyo reinado es universal, tal como nos recordaba el Papa Benedicto XVI, en su libro <Jesús de Nazaret; 1ª Parte>:


“Se anuncia un rey pobre, un rey que no gobierna con poder político y militar. Su naturaleza más íntima es la humildad, la mansedumbre ante Dios Padre y ante los hombres. Esa esencia, que lo contrapone a los grandes reyes del mundo, se manifiesta en el hecho de que llega montado en un asno, la cabalgadura de los pobres, imagen que contrasta con los carros de guerra que él rechaza.

Es el rey de la paz y lo es gracias al poder de Dios Padre, no al suyo propio. Y hay que añadir otro aspecto: su reinado es universal, abarca toda la tierra: <De mar a mar>: detrás de esta expresión está la imagen del disco terrestre circundado por las aguas, que nos hace intuir  la extensión universal de su reinado.


 
Con razón, pues, afirma Karl Elliger que para nosotros <a través de la niebla se hace visible con sorprendente nitidez la figura de Aquel…que ha traído realmente la paz a todo el mundo, de Aquel que está por encima de toda razón, al renunciar en su obediencia filial a todo uso de la violencia y padeciendo hasta que fue rescatado del sufrimiento por el Padre, y que ahora construye continuamente su reinado solamente mediante la palabra de la paz…>.Sólo así comprendemos todo el alcance del Domingo de Ramos, entendemos a Lucas cuando dice (Lc 19, 30), de modo parecido a Juan, que Jesús mandó a sus discípulos que le llevaran una borrica con su pollino: <Eso ocurrió para que se cumpliera lo que los profetas habían anunciado. Decid a la hija de Sión: Mira a tu rey que viene a ti, humilde, montado en un asno…> (Mt 21, 5; Jn 12, 15)”


Como sigue diciendo este Pontífice en su libro, en un gran número de textos bíblicos se puede reconocer lo  que observamos en el relato del Domingo de Ramos, respecto a la realeza del Mesías. Sin duda Jesús es el rey de la paz, y como rey de la paz, hace añicos las fronteras existentes entre los hombres; nos invita a romper con las diferencias y malentendidos que surgen entre nosotros, cosa muy necesaria siempre y especialmente en tiempos de crisis... como ahora, a causa de la pandemia que asola al mundo.

 
 
 
En este sentido sigue diciendo el Papa Benedicto XVI (Ibid): “Por un lado la palabra <Humilde> forma parte del vocabulario del pueblo de Dios, del Israel que en Cristo se ha hecho universal, pero al mismo tiempo es una palabra regia, que nos descubre la  esencia de la nueva realeza de Cristo.

En este sentido, podríamos decir que es una palabra tanto cristológica como eclesiológica, en cualquier caso, nos llama a seguir a Aquel que en su entrada en Jerusalén a lomos de un asno nos manifiesta toda la esencia de su reinado”

Es interesante también analizar lo que ocurrió en la vida de Jesús antes de su entrada triunfal en Jerusalén, próxima ya su Pasión, Muerte en la Cruz y Resurrección. En el Evangelio de san Juan se nos narra, con todo lujo de detalles lo que sucedió con anterioridad a estos terribles y luctuosos hechos (Jn 12, 1-11):  

 
 
“Jesús, pues, seis días antes de la Pascua vino a Betania donde se hallaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos / Dispusieron, pues, en su obsequio una cena allí, y Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa con Él /
 
 
 
 
María, pues, tomando una libra de perfume de nardo legitimo de subido precio, ungió los pies de Jesús y los enjugó con sus cabellos, y la casa se llenó de la fragancia del perfume / Dice, pues, Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que le iba a entregar:  / ¿Po qué no se vendió este perfume en trescientos denarios y se dio a los pobres? / Dijo esto no porque le importasen los pobres, sino porque era ladrón, y como guardaba la bolsa, hurtaba lo que en ella se echaba / Dijo, pues Jesús: <Déjala que lo haya guardado para el día de mi sepultura / Porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros, mas a mí, no siempre me tenéis /


Enteróse, pues, la turba numerosa de los judíos de que estaba allí, y vinieron no por Jesús solamente, sino también por ver a Lázaro a quien había resucitado de entre los muertos / Y resolvieron los sumos sacerdotes matar también a Lázaro / muchos de los judíos, a causa de él, se iban y creían en Jesús”


 
 



Verdaderamente el milagro realizado por el Señor al resucitar a su amigo Lázaro fue la gota que colmó el vaso de rencor y miedo de los sumos sacerdotes y fariseos los cuales convocaron el sanhedrín, al razonar así (Jn 11, 47-53):  

“¿Qué hacemos? Pues ese hombre obra muchas maravillas / si le dejamos así, todos creerán en Él, y vendrán los romanos y arruinarán nuestro templo y nuestra nación / Uno  de ellos, Caifás, que era aquel año sumo sacerdote, les dijo: <Vosotros no sabéis nada / ni reflexionáis que os interesa que muera un solo hombre por el pueblo y que no perezca toda la nación> / Esto dijo no por su propio impulso, sino que como era sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación / y no por la nación solamente, sino para que los hijos de Dios que estaban dispersos los juntase en uno / A partir, pues,  de aquel día, resolvieron hacerle morir”

Caifás de forma brutal expresa lo que había en el corazón de todos los allí reunidos e invoca una razón de estado para atropellar la justicia, olvidando que la justicia atropellada, al fin y a la postre acaba arruinando a los estados… Además, obró inconscientemente como un instrumento de Dios, ya que probablemente movido por un impulso profético dada la situación del momento, no por el carisma de la verdadera profecía (según santo Tomás), dio a entender que Jesús había de morir no solo por los judíos sino por toda la humanidad…

 
 
En efecto, como nos recordaba el Papa Benedicto XVI en su libro <Jesús de Nazaret> (Ibid): “El Evangelio de Juan refiere que Jesús celebró tres fiestas de Pascuas durante el tiempo de su vida pública: una primera en relación con la purificación del templo; otra con ocasión de la multiplicación de los panes; y finalmente, la Pascua de la Muerte y la Resurrección…

Los evangelistas sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) han transmitido información solamente de una Pascua: la de la Cruz y la Resurrección; concretamente para Lucas, el camino de Jesús se describe casi como un único subir en peregrinación desde Galilea hasta Jerusalén…

 
 
 
La última meta de esta <subida> de Jesús es la entrega de sí mismo en la Cruz, una entrega que reemplaza los sacrificios antiguos; es la subida que la Carta a los Hebreos califica como un ascender, no ya a una tienda hecha por mano de hombre, sino al cielo mismo, es decir a la presencia de Dios Padre (Heb 9, 24). Esta ascensión pasa por la Cruz, es la subida hacia el <amor hasta el extremo> (Jn 13, 1), que es el verdadero monte de Dios”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 3 de abril de 2020

CON LA PASIÓN CON LA MUERTE Y CON LA RESURRECCIÓN DE CRISTO VINO LA SALUD PARA EL GÉNERO HUMANO




Por esta razón, los textos litúrgicos de este tiempo nos llevan fundamentalmente hacia el recuerdo de la Pasión y Muerte de Cristo y finalmente a su Resurrección de entre los muertos; en este sentido, es necesario tener muy en cuenta los testimonios de aquellos hombres y mujeres que estuvieron presentes durante los hechos históricos acecidos durante el tiempo en que el  Hijo de Dios habitó entre nosotros.

Como podemos leer en el mensaje <Urbi et Orbi> del Papa san Juan Pablo II para la Pascua de 1998
 
 
 
 
 
 “Hablan los testigos oculares de los acontecimientos del Viernes Santo, los que sintieron miedo ante el Sanedrín. Hablan los que al tercer día se encontraron la tumba vacía. Testigos de la Resurrección  primero fueron las mujeres de Jerusalén  y María Magdalena; después fueron los Apóstoles, informados por las mujeres; Pedro y Juan los primeros y después todos los demás.


También fue testigo Pablo de Tarso, convertido a las puertas de Damasco, al cual Dios concedió experimentar la fuerza de su Resurrección, para que fuera el vaso elegido del ardor evangelizador de la Iglesia primitiva.

Realmente, hoy toman la palabra los testigos: no solamente los primeros, los testigos oculares, sino también quienes recibieron de ellos el mensaje Pascual y dieron testimonio de Cristo Muerto y Resucitado de generación en generación.

Algunos fueron testigos hasta derramar su sangre y, gracias a ellos, la Iglesia ha seguido caminando incluso entre duras persecuciones y persistentes rechazos…

Hoy también nosotros somos testigos de Cristo Resucitado y renovamos su anuncio de paz a toda la humanidad que camina hacia el tercer milenio…

 
 
Este anuncio de paz es para todos aquellos que recorren un calvario que parece interminable, frustrados en sus aspiraciones al respecto de la dignidad y de los derechos de las personas, a la justicia, al trabajo, a condiciones de vida más equitativa”

 
En este anuncio deberían reflejar sus aspiraciones los dirigentes de todas las naciones del mundo con objeto de mantener un dialogo constante que condujera a la resolución de tantos malos entendidos y tantos quebrantos para los hombres…

Por desgracia muchos hombres y mujeres, en este planeta nuestro, todavía no saben que Cristo, ha  Muerto y Resucitado por todos los seres humanos y todavía peor, muchos hombres y mujeres que sí, han conocido la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, a causa del maligno, se han olvidado de ello, y se han alejado de la Iglesia e incluso niegan, a nuestro Salvador.

Por eso los cristianos deberíamos rememorar en estos momentos angustiosos para la humanidad, a consecuencia de la terrible <pandemia> que asola al mundo entero, aquellas palabras  del Papa san Juan Pablo II que hablaban  del Señor como fundamento de nuestra esperanza (Ibid):

 
 
“Cristo ha Muerto y Resucitado por nosotros ¡Señor tu eres el fundamento de nuestra esperanza! Queremos hacer nuestro el testimonio de Pedro y el de tantos hermanos y hermanas a lo largo de los siglos, para proponerlo de nuevo… Es verdad: <La piedra que desecharon los arquitectos ésta ha llegado a ser  la piedra angular>. Sobre este fundamento ha sido edificada la Iglesia de Dios vivo, la Iglesia del Resucitado”

 
Recordaba el Papa san Juan Pablo II en su mensaje, el Salmo 118 (117), el cual fue recitado por Jesús en la Última Cena. Se trata de un Salmo que nos habla de la solemne acción de gracias al Señor de quien ha vencido a sus enemigos y que se cumplió en la persona de Jesús cuando es aclamado por la multitud a su entrada triunfal en Jerusalén y en el Templo. Concretamente el versículo recordado por el Papa se  incluye entre los versículos 19 y 24 de dicho Salmo:

“Abridme las puertas de la justicia: entraré por ellas y daré gracias al Señor / Ésta es la puerta del Señor: los justos entrarán por ella / Te doy gracias, porque me has escuchado, y has sido mi salvación / La piedra que desecharon los constructores ésta ha llegado a ser la piedra angular / Es el Señor quien ha hecho esto y es admirable a nuestros ojos / Éste es el día que hizo el Señor, exultemos y alegrémonos en Él”

“En esta Cuaresma, Señor, resuena tu llamada urgente: <Convertíos, volved a mí de todo corazón>. Él nos llama a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección.

No es el momento de tu Juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es.
Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia Ti, Señor, y por ello hacia los demás”        

 
Así es, de nuevo la Iglesia católica, durante este tiempo de Pascua, a pesar del grave problema que aqueja a la humanidad entera, y sobre todo por esto mismos, levanta su voz para recordarnos una vez más que estamos en camino hacia el Señor porque: ¡Sí hay esperanza, porque Cristo Resucitó de entre los muertos! demostrando con este milagro portentoso que era el Hijo de Dios, enviado por el Padre para salvarnos…

Por eso, como también aseguraba el Papa san Juan Pablo II durante su Mensaje <Urbi et Orbi>, el 23 de abril del año 2000:

 
 
“La Iglesia se detiene, atónita una vez más, junto al sepulcro vacío. Igual que María Magdalena  y las otras mujeres, que llegaron para ungir con aromas el cuerpo del Crucificado, igual que los apóstoles Pedro y Juan, que acudieron por las palabras de las mujeres, la Iglesia se inclina sobre la tumba en la que fue depositado el Señor después de la crucifixión”

 
Sí, ha sido probado históricamente que Cristo fue crucificado y murió; el sufrimiento de su madre, la Virgen María, de sus familiares y amigos,  de sus seguidores y discípulos fue enorme e igual de enorme es el dolor que ahora sentimos todos los creyentes en estos momentos, por nuestros hermanos sufrientes a causa de la <pandemia> que asola el mundo entero y que son fiel reflejo de la Pasión de Cristo, del Señor doliente, por toda la humanidad.

Sin embargo los cristianos, ahora y siempre,  tenemos esperanza porque el Señor Resucitó al tercer día como nos recuerdan las Santas Escrituras y se apareció a muchas gentes que dieron certeza de ello; más concretamente, el evangelista san Mateo narró así la aparición de Cristo en Galilea y su mandato apostólico universal (Mt 28, 16-20):


 
En efecto, algunos de sus discípulos, según la narración de san Mateo, tuvieron dudas. Sin embargo, después, todos ellos dieron la vida por Cristo y su Mensaje y éste es un dato muy importante a tener en cuenta, que nunca debemos olvidar…

Sí, el hombre es débil y no tiene capacidad para entender los misterios divinos; por eso algunos presenciaron asombrados e incrédulos el milagro de la Resurrección de Cristo, pero como diría en su día el Papa san Juan Pablo II (Pascua 15 de abril de 2001):

“El asombro incrédulo de los apóstoles y las mujeres que acudieron al sepulcro al salir el sol, hoy se convierte en experiencia colectiva de todo el pueblo de Dios.
Mientras el nuevo milenio da sus primeros pasos, queremos legar a las jóvenes generaciones la certeza fundamental de nuestra existencia: Cristo ha resucitado y, en Él, hemos resucitado todos. <Gloria a ti, Cristo Jesús, ahora y siempre tú reinarás>.

Vuelve a la memoria este canto de fe, que tantas veces, a lo largo del año jubilar, hemos repetido alabando a Aquel que es <el Alfa y la Omega, el primero y el Último, el principio y el Fin> (Ap 22, 13).

 
 
A Él permanece fiel la Iglesia peregrina <entre persecuciones del mundo y los consuelos de Dios> (S. Agustín). A Él dirige la mirada y no teme. Camina con los ojos fijos en su rostro, y repite a los hombres de nuestro tiempo, que Él, el Resucitado es <el mismo ayer, hoy y siempre> (Heb 13, 8)”

 
Las palabras del Papa san Juan Pablo II paren una premonición de lo que ahora estamos experimentando, sí, la Iglesia sigue adelante con la mirada puesta en nuestro Salvador recordando siempre lo que sucedió aquel dramático viernes de Pasión en el que el Hijo del hombre se humilló hasta el extremo de morir por la humanidad, tal como recordaba el apóstol san Pablo a los filipenses.

San Pablo escribió su carta a los filipenses encontrándose encarcelado, aunque no se sabe a ciencia cierta el lugar exacto donde transcurrió este hecho histórico y en ella muestra a los mismos cual es el camino de la santidad, a través de los padecimientos del Señor (Flp 2, 5-8):
“Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús / el cual, siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios / sino que se anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y, mostrándose igual que los demás hombres / se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz / Y por eso Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre / para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos y en la tierra y en los abismos / y toda lengua confiese: <¡Jesucristo es el Señor!> para gloria de Dios Padre”

Recordando estas palabras de san Pablo, el Papa san juan Pablo II, seguía expresándose así en su Mensaje <Urbi et Orbi> del año 2001:

 
 
“El Hijo del hombre <obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz> terminaba la vida terrena del Redentor. Una vez muerto, fue depositado de prisa en el sepulcro, al ponerse el sol. ¡Qué ocaso tan singular! Aquella hora oscurecida por el avanzar de las tinieblas señalaba el fin del <primer acto> de la obra de la creación, señalada por el pecado. Parecía el triunfo de la muerte, la victoria del mal.

En cambio, en la hora del gélido silencio de la tumba, comenzaba el pleno cumplimiento del designio salvífico, comenzaba la <nueva creación>. Hecho obediente por el amor hasta el sacrificio extremo, Jesucristo es ahora <exaltado> por Dios que le <otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre>.

En su nombre recobra esperanza toda existencia humana. En su nombre el ser humano es rescatado del poder del pecado y de la muerte y devuelto a la Vida y al Amor.


 
La hermosa reflexión de este Pontífice santo que tanto sufrió durante su vida terrena llena nuestro corazón de amor y esperanza frente al mal que ahora nos invade…Perseveraremos ante el mismo, recordando la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús porque como también decía este santo Pontífice santo:

“Desde que tu tumba, Oh Cristo, fue encontrada vacía y Cefas, los discípulos, las mujeres y <más de quinientos hermanos> (1 Co 15, 6) te vieron Resucitado, ha comenzado el tiempo en que  la creación canta tu nombre <que esta sobre todo nombre> y espera tu retorno definitivo en la gloria.

En este tiempo, entre la Pascua y la venida del Reino sin fin, tiempo que se parece a los dolores de un parto (Rm 8, 22), sostennos en el compromiso de construir un mundo más humano, vigorizado con el bálsamo de tu amor.

 
 
 
Víctima pascual, ofrecida por la salvación del mundo, haz que no decaiga este compromiso nuestro, aun cuando el cansancio haga lento nuestro caminar. Tú, Rey victorioso, ¡Dadnos, a nosotros y al mundo la salvación eterna!”

     

 

 

 

  

 

   

 

 

 

 

martes, 31 de marzo de 2020

JESÚS DIJO (XLVI): TRABAJOS PUBLICADOS EN MRM.MARUS


 
 
 
 
 
-JESÚS DIJO (XL). TRABAJOS PUBLICADOS EN MRM.MARUS   (2/7/2019)

 

-EL DÍA DEL SEÑOR   (11/7/2019)

 

-LA ESPERANZA ES UNA VIRTUD TEOLOGAL FUNDAMENTAL (I)    (18/7/2019)

 

 -EL RETO DE LA EVANGELIZACIÓN. SIGLO XVIII-EL SIGLO DE LAS LUCES (1ª Parte)   (31/7/2019)

 

-LA PAZ DEPENDE TAMBIÉN DE TI Y DE MI   (4/8/2019)

 

-LA ASUNCIÓN AL CIELO EN CUERPO Y ALMA DE LA VIRGEN MARÍA   (14/8/2019)

 

 

 

BIBLIA DE NAVARRA (Edición Popular). EUNSA. EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA,
S.A.,PAMPLONA (ESPAÑA)

 

 

LA SALVACIÓN LLEGA CUANDO SE INVOCA AL SEÑOR: Salmo 18 (17)

 

1-Al maestro de coro. Del Siervo del Señor, David, que dirigió al Señor las palabras del siguiente cántico cuando lo libró de la mano de todos sus enemigos y de la mano de Saúl.

 
2- Y dijo: Yo te amo, Señor, fortaleza mía,

 
3-Señor, mi roca, mi fortaleza, mi libertador, mi Dios, mi peña donde me refugio, mi escudo, la fuerza de mi salvación, mi alcázar.

 
4-Invoco al Señor, digno de alabanza, y quedo a salvo de mis enemigos.

 
5-Me rodeaban olas de muerte, me aterraban torrentes de Belial,

 
6-me envolvían los lazos del seol, me tendían redes de muerte.

 
7-Pero en mi angustia invoqué al Señor, clamé a mi Dios, y Él escuchó mi voz desde su Templo, y llegó mi grito a sus oídos.

 
8-La tierra se estremeció y tembló, se removieron las bases de los montes retemblaron al inflarse su ira.

 
9-De su nariz subía humo y de su boca, fuego devorador ascuas flameantes salían de Él.

 
10-Inclinó los cielos y descendió con las nubes bajos sus pies.

 
11-Cabalgaba volando sobre un querubín, y corría veloz sobre las alas del viento.

 
12-Se envolvió de tinieblas con un velo, y de negro aguacero y densas nubes como toldo.

 
13-Ante el fulgor de su presencia se disolvieron los nubarrones, el granizo y las ascuas flameantes.

 
14-El Señor tronaba en los cielos, el Altísimo hacía oír su voz: granizo y ascuas inflamadas.

 
15-Arrojó sus dardos y los dispersó, los ahuyentó con sus continuos rayos.

 
16-Entonces aparecieron los lechos de agua y se descubrieron los cimientos del orbe, ante tu bramido, Señor, ante el viento impetuoso de tu nariz.

 
17-Él extendió su mano desde las alturas, me agarró, me sacó de las aguas profundas.

 
18-Me libró de mi enemigo poderoso y de mis adversarios, más fuertes que yo.

 
19-Ellos me atacaron el día de mi desgracia, pero el Señor fue mi apoyo.

 
20-Me sacó a espacio abierto, me libró porque me amaba.

 
21-El Señor retribuye mi justicia, remunera la pureza de mis manos,

 
22-porque si sigo los caminos del Señor y no reniego de mi Dios;

 
23-porque me atengo a sus leyes y no rechazo sus mandamientos,

 
24-sino que le soy íntegro, y me guardo de la culpa.

 
25-El Señor me remunera según mi inocencia, según la pureza de mis manos ante sus ojos.

 
26-Con el fiel, Tú eres fiel; con el íntegro, íntegro.

 
27-Con el sincero, Tú eres sincero y con los falso sagaz.

 
28-Pues salvas al pueblo humilde y humillas los ojos altaneros.

 
29-Tú enciendes mi lámpara; Señor, Dios mío, ilumina mis tinieblas.

 
30-Contigo soy capaz de atacar a un ejército; con mi Dios soy capaz de asaltar una muralla.

31-El camino de Dios es íntegro, la palabra del Señor, probada a fuego. Él es escudo para los que a Él se acogen

 
32-¿Quién es dios fuera del Señor? ¿Quién roca, fuera de nuestro Dios?

33-Dios es el que me ciñe de valor y hace íntegro mi camino,

 
34-el que me da pies de ciervo y me sostiene firme en las alturas,

 
35-el que adiestra mis manos en el combate y mis brazos para tensar la ballesta.

 
36-Tú me pones tu escudo salvador, tu diestra me sostiene tus cuidados me hacen grande.

37-Allanas el suelo bajo mis pasos para que no tropiecen mis pies.

 
38-Persigo a mis enemigos y les doy alcance, y no torno hasta aniquilarlos.

 
39-Los golpeo y no pueden levantarse: caen bajo mis pies.

 
40-Me ciñes de valor para la guerra, y doblegas a mis adversarios ante mí.

 
41-Haces volver la espalda a mis enemigos, y exterminas a los que me odian.

 
42-Ellos piden auxilio, pero nadie los salva, acuden al Señor, pero no hay respuesta.

 
43-Los trituro como polvo que se lleva el viento, los aplasto como barro de las calles.

 
44-Tú me libras de las revueltas de la gente, me pones a la cabeza de las naciones: vasallo mío es un pueblo al que no conocía.

 
45-Me escuchan y me obedecen, los extranjeros me rinden homenaje;

 
46-los extranjeros palidecen, y salen temblando de sus refugios.

 
47-¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca! ¡Exaltado sea el Dios de mi salvación!

 
48-El Dios que me concede la venganza y me somete los pueblos.

 
49-Tú me libras de mis enemigos, me exaltas sobre mis agresores, me rescatas del hombre violento.

 
50-Por eso, ¡Señor!, te alabaré entre las gentes, y cantaré en honor de tu Nombre.

 
51-Él hace grandes las victorias de su rey y tiene misericordia de su Ungido, de David y su descendencia por siempre.

 

 

ALABANZA A DIOS, QUE MANIFIESTA SU GLORIA EN LOS CIELOS Y EN LA TIERRA: Salmo 19 (18)

 

1-Al maestro del coro. Salmo. De David.

 
2-Los cielos pregonan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos.

 
3-Un día le anuncia el mensaje al otro día y una noche le da la noticia a la otra noche.

 
4-Sin discurso, sin palabras sin que se oiga su voz,

 
5-se esparce su rumor por toda la tierra, y su pregón hasta los confines del orbe. En éstos ha puesto una tienda al sol.

 
6-Éste sale como esposo de su alcoba, alegre, como un héroe, a recorrer su camino.

 
7-Asoma por un extremo de los cielos y su curso alcanza al otro extremo, sin que nada escape a su calor.

 
8-La ley del Señor es perfecta; reconforta el alma. El mandato del Señor es firme, instruye al sencillo.

 
9-Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón. Los mandamientos del Señor son puros, dan luz a los ojos.

 
10-El temor del Señor es limpio, dura por siempre. Los juicios del Señor son veraces, son enteramente justos,

 
11-más preciosos que el oro, que el oro más fino, más dulces que la miel que destila el panal.

 
12-Aunque tu siervo se instruya en ellos, y encuentre provecho en observarlos,

 
13-las inadvertencias, ¿quién las puede discernir? De las faltas ocultas, absuélveme.

 
14-Preserva a tu siervo de las arrogancias, que no me dominen. Así podré ser integro y libre de grave delito.

 
15-Sean de tu agrado las palabras de mi boca y las meditaciones de mi corazón en tu presencia.

 
¡Señor, Roca mía y Redentor mío!