Cuenta San Juan
en su Evangelio que Jesús después de celebrar con sus Apóstoles la <Última
Cena>, les dio un largo Sermón en el que entre otras muchas cosas les habló
del don de la fe salvadora (Jn 14, 12-17): "En verdad en
verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún
mayores, porque yo me voy al Padre / Y lo que
pidáis, en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo / Si me pedís
algo en mi nombre, yo lo haré / Si me amáis,
guardaréis mis mandamientos / Y yo le pediré
al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros / el Espíritu de
la Verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce, vosotros
en cambio, lo conocéis porque mora en vosotros y está en vosotros"
Jesús con estas palabras quiere mostrar a los Apóstoles que los frutos inmediatos del don de la fe salvadora de su Mensaje, son la participación en sus obras y la eficacia inagotable de la oración. De esta forma prepara a aquellos hombres, en los que ha depositado toda su confianza, para la tarea evangelizadora que les tiene reservada.
Como asegura el
Papa Francisco en su primera Carta Encíclica, escrita a cuatro manos, como el mismo
dice, con el Papa emérito Benedicto XVI, <Lumen Fidei> dada en Roma el 29
de junio de 2013: “La nueva
lógica de la fe está centrada en Cristo. La fe en Cristo nos salva porque en él
la vida se abre radicalmente a un Amor que nos precede y nos transforma desde
dentro, que obra en nosotros…El creyente es
transformado por el Amor, al que se abre por la fe, y al abrirse a este Amor
que se le ofrece, su existencia se dilata más allá de sí mismo…”
"No os ruego
por éstos solamente, sino también por los que crean en mí por medio de su
palabra / que todos sean
uno; como tu Padre, en mí y Yo en ti, para que sean uno como nosotros somos uno,
para que el mundo crea que Tú me enviaste / Y yo les he
comunicado la gloria que tú me has dado, para que sean uno como nosotros somos
uno / Yo en ellos y
tú en mí, para que sean consumados en la unidad; para que conozca el mundo que
tú me enviaste y les amaste a ellos como me amaste a mí"
"Padre lo que
has dado, quiero que, donde estoy yo, también ellos estén conmigo, para que
contemplen mi gloria que me has dado, porque me amaste antes de la creación del
mundo / Padre justo, y
el mundo no te conoció, pero yo te conocí; y estos también conocieron que tú me
enviaste / Y yo les
manifesté tú nombre, y se lo manifestaré, para que el amor con que me amaste
sea en ellos, y yo también esté en ellos"
“Él intercede por las futuras generaciones de
creyentes. Mira más allá del Cenáculo hacia el futuro. Ha rezado también por
nosotros y reza por nuestra unidad. Esta oración de Jesús no es simplemente
algo del pasado. Él está siempre ante el Padre intercediendo por nosotros, y
así está en este momento entre nosotros y quiere atraernos a su oración. En la
oración de Jesús está el lugar interior, más profundo, de nuestra unidad.
Seremos, pues, una sola cosa, si nos dejamos atraer dentro de esta oración. Cada
vez que, como cristianos nos encontramos reunidos en la oración, esta lucha de
Jesús por nosotros y con el Padre nos debería conmover profundamente en el
corazón. Cuanto más nos dejamos atraer por esta dinámica, tanto más se realiza
la unidad…
La oración de
Jesús por nosotros ¿ha quedado desoída? La historia del cristianismo es, por
así decirlo, la parte visible de este drama, en la que Cristo lucha y sufre con
nosotros, los seres humanos. Una y otra vez Él debe soportar el rechazo a la
unidad, y aún así, una y otra vez se culmina la unidad con Él, y en Él con el
Dios Trinitario. Debemos ver ambas cosas: el pecado del hombre, que reniega de
Dios y se repliega en sí mismo, pero también la victoria de Dios, que sostiene
la Iglesia no obstante su debilidad y atrae continuamente a los hombres dentro
de sí, acercándolos de este modo los uno a los otros. (Benedicto XVI. La
alegría de la fe. Ed. San Pablo. Madrid. 2012)”
Sin embargo, algunos
se pueden preguntar ¿Cuál es la motivación o la causa de esta fe? La respuesta,
no es fácil, pero al menos si es evidente, que dos cosas son imprescindibles,
<la confianza en recibirla> y la <constancia en pedirla>, así lo
hizo una mujer cananea cuando se entero de la llegada de Jesús a su región. Esta mujer llena de
confianza y esperanza le pidió al Señor que salvara a su hija del demonio, los hechos ocurrieron tal como
relató San Mateo en su Evangelio (Mt 15, 22-28):
"Y he aquí que
una mujer cananea, salida de aquellos confines, daba voces, diciendo:-Apiádate
de mí Señor, Hijo de David; mi hija está malamente endemoniada / Más Él no le
respondió palabra. Y llegándose sus discípulos, le rogaban, diciendo:
-Despáchala, que viene gritando detrás de nosotros / El respondió,
dijo: -No fui enviado sino a las ovejas descarriadas de Israel / Mas ella,
llegando, se postraba delante de él, diciendo: Señor socórreme / El respondió,
dijo: No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos / Ella dijo: Si,
Señor; que también los perrillos comen las migajas que caen de la mesa de sus
amos / Entonces,
respondiendo, dijo Jesús: -¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como
quieres. Y quedo sana su hija desde aquella hora"
Sigue contando
San Mateo en su Evangelio que después de la expulsión de los demonios de la
hija de esta mujer cananea, Jesús siguió su camino llegando a la ribera del mar
de Galilea y subiendo a una montaña, se sentó allí, siendo enseguida rodeado
por la multitud, que enterada de sus milagros, llevaban consigo a sus
familiares lisiados, esto es, a los cojos, ciegos, sordos, mancos, etc., y a
todos los sanaba, con gran admiración por parte de todos los que allí se
encontraban; porque el
Señor cura los males del cuerpo y también del alma, y le es indiferente la
nacionalidad, la raza o la clase de los que a Él se dirigen, con fervor,
humildad y constancia y por tanto esperanza que es lo mismo que fe.
Sí, como dice el
Papa Benedicto XVI, la fe salva por la esperanza (Carta Encíclica “Spe Salvi”
30 de noviembre de 2007). En esta Carta Encíclica el Papa analiza la
<verdadera fisonomía de la esperanza cristiana> llegando a la conclusión
siguiente:
“Nosotros
necesitamos tener esperanzas, más grandes o más pequeñas, que día a día nos
mantenga en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo demás,
aquellas no bastan. Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el
Universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos
alcanzar. De hecho, el ser agraciado por un don forma parte de la esperanza.
Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que
tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en
particular y a la humanidad en su conjunto.
Su reino no es un más allá imaginario, situado en un futuro que nunca llega; su reino está presente allí donde Él es amado y donde su amor nos alcanza. Sólo su amor nos da posibilidad de perseverar día a día, con toda sobriedad, sin perder el impulso de la esperanza, en un mundo que por su naturaleza es imperfecto. Y, al mismo tiempo, su amor es para nosotros la garantía de que existe aquello que sólo llegamos a intuir vagamente y que sin embargo, esperamos en lo más intimo de nuestro ser: la vida que es vida, que es <<realmente>> vida”.
Esta conocida expresión de San Pablo corresponde al momento en que el Apóstol se pone como ejemplo al pueblo de Corintio que en aquellos días era, sin duda, uno de los lugares más importantes, desde el punto de vista estratégico, para la propagación de la fe. En efecto, después de un elocuente alegato en el que San Pablo defiende sus derechos como Apóstol del Señor, recuerda a los corintios que para no ser gravoso a nadie durante su predicación del mensaje de Cristo, trabajaba para su sustento por propia iniciativa, porque su verdadero salario era el poder evangelizar a los pueblos (I Cor 9, 16-19):
"Porque si predico
el Evangelio, no es para mí gloria ninguna; no tengo más remedio; pues ¡Ay de
mí sino predicare el Evangelio! / Pues si por mí
propia iniciativa hiciera esto, recibiría un salario; más si por imposición
ajena, eso es puro desempeño de un cargo que me ha sido confiado / ¿Cuál es,
pues, mi salario? Que el predicar el Evangelio ponga de balde, para no hacer
valer mi estricto derecho en la predicación del Evangelio / Porque, siendo
yo libre de todos, a todos me esclavizaré, para ganar a los más"
Por eso, la Iglesia fundada por Cristo es esencialmente misionera, y así deberá seguir siendo, hasta el final de los siglos, sobre todo teniendo en cuenta, ya no sólo, aquellos países a los que aún no ha llegado la palabra del Señor, sino aquellos otros, a los que habiendo llegado, en los últimos siglos, han sufrido una creciente pérdida de fe; el espíritu con el que debemos, todos los católicos, seguir en la brecha, luchando para dar a conocer mejor el mensaje de fe salvadora de Jesús, es aquel que invadía al Apóstol San Pablo cuando se despidió de los Presbíteros, antes de iniciar su viaje de regreso a Jerusalén, próximo ya su <testimonio de Cristo>, siendo prisionero en Cesárea (Hech 20, 29-32):
Este espíritu
misionero acompañó siempre al Apóstol San Pablo, el cual se vio en la
obligación de refutar muchas herejías sobre la persona y el Mensaje de Jesús,
y como él vaticinó, muchos hombres
perversos, enseñaron cosas perversas, allí donde él había sembrado la semilla
del Evangelio. Recordemos que en su <Carta a los Hebreos> amonesta a este
pueblo, que en ese momento de la historia se encontraba sumido en un gran vacío
moral y religioso, unido a un gran terror a la persecución y condena, por parte
de aquellos otros judíos que habían preferido apartarse de la fe de Cristo o
que nunca la habían aceptado; expone San Pablo en su Epístola, los motivos por
los que la perseverancia en la fe era imprescindible, siendo estos según él: <la meditación de Cristo>,
<los castigos de la apostasía>, <los recuerdos y esperanzas>, y
<el ejemplo de los antiguos Profetas y Patriarcas>.
Respecto al primer motivo <La meditación de Cristo>, destacaremos aquí, aquellos versículos en los que el Apóstol habla, de la fe y de la esperanza, indistintamente, y de cómo se puede estimular la caridad (Hebreos 10, 22-24), y respecto del tercer motivo, los <recuerdos y esperanzas>, destacaremos aquella parte que habla de un pasado no muy lejano para aquellos fieles atribulados (10, 32-35) :
"Lleguemos con
sincero corazón con plena convicción de fe, purificados los corazones de
conciencia mala y lavados los cuerpos con agua pura / Mantengamos
inconmovibles la confesión de la esperanza, pues fiel es quien hizo la promesa / y
considerémonos los uno a los otros para estimulo de las buenas obras / Acordaos de
los días pasados, en que, habiendo sido iluminados, soportasteis recio combate
de padecimientos / hechos, por
una parte, blanco de ludibrios y tribulaciones como en público espectáculo, y
por otra hechos solidarios de los que se hallaban en semejante situación / Porque
compartisteis los padecimientos de los encarcelados, y recibisteis con gozo el
robo de vuestros bienes, sabiendo que poseíais una hacienda mejor y permanente / No perdáis
pues vuestra confianza, a la cual está vinculada una gran recompensa"
El Papa
Benedicto XVI en su Carta Encíclica <Spe Salvi> plantea la pregunta
acuciante ¿de qué genero ha de ser la esperanza para poder justificar la
afirmación de que a partir de ella, y simplemente porque hay esperanza, somos
redimidos por ello? y la respuesta del Pontífice a su propia pregunta nos lleva
a la certeza de que la fe es la esperanza deseada tal como trasluce la Carta a
los Hebreos (Spe Salvi):
“En efecto,
<esperanza> es una palabra central de la fe bíblica, hasta el punto de
que en muchos pasajes de los textos sagrados, las palabras <fe> y
<esperanza> parecen intercambiables. Así, la Carta a los Hebreos une
estrechamente la <plenitud de la fe> (10, 22) con la <firme confesión
de la esperanza> (10, 23)…
La fe no es
solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir, y que está todavía
totalmente ausente; la fe nos da algo. Nos da ya ahora algo de la realidad de
la esperanza, y esta realidad presente constituye para nosotros una prueba de
lo que aún no se ve. Esta trae al futuro dentro del presente, de modo que el
futuro ya no es el puro <todavía
no>. El hecho de que este futuro exista, cambia el presente; el presente
está marcado por la realidad futura, y así las realidades futuras repercuten en
las presentes y las presentes en las futuras….
Hyparchonta
(Bienes) son las propiedades, lo que en la vida terrenal constituye el
sustento, la base, la <sustancia> con la que se cuenta para la vida. Esta
<sustancia>, la seguridad normal para la vida, se la han quitado a los
cristianos durante la persecución. Lo han soportado porque después de todo
consideraban irrelevante esta <sustancia> material. Podían dejarla porque
habían encontrado una <base> mejor para su existencia, una base que
perdura y que nadie puede quitar…La fe otorga a
la vida <una sustancia nueva>, un nuevo fundamento sobre el que el hombre
puede apoyarse, de tal manera que precisamente el fundamento habitual, la
confianza en la <renta material>, queda relativizada”
Tradicionalmente
la <Carta a los Hebreos> se ha considerado un escrito debido al Apóstol
San Pablo, sin embargo desde antiguo algunos exegetas han discutido su autoría.
Últimamente se ha especulado con la idea de que pudiera haber sido uno de sus
discípulos, llamado Apolo, el autor de la misma, pero nosotros preferimos
continuar en la línea tradicional porque pensamos que San Pablo aún vivía en el
tiempo que fue escrita, aunque quizás se encontrara ya en Roma en retención
involuntaria y eso sí, pudo pedir la ayuda de alguno de sus discípulos para
retocarla y así ayudar a una mejor comprensión de su contenido de un profundo
valor teológico.
El pueblo hebreo se encontraba por entonces sometido a tensiones políticas y religiosas extremas, muchas veces perseguido por causa de sus ideales y hasta sufriendo martirios tan terribles como el soportado por el Primer Obispo de Jerusalén, el Apóstol Santiago el Menor y por el propio autor de la Carta, el Apóstol San Pablo el cual ya había padecido prisión en varias ocasiones.
Precisamente el incidente
narrado, en este libro, de San Pedro con el centurión romano Cornelio, así lo
deja bien establecido (Hechos 11, 1-18): " Oyeron los
Apóstoles y los judíos que estaban por la Judea que también los gentiles habían
recibido la palabra de Dios / Y cuando subió
Pedro a Jerusalén, discutían con él los de la circuncisión / diciendo que
había entrado en casa de hombres incircuncisos y comido con ellos / Más Pedro
comenzó a exponer la cosa por su orden, diciendo: <<Yo
estaba en la ciudad de Jope orando, y vi en éxtasis una visión: que bajaba una
especie de recipiente, a manera de lienzo grande, que, cogido por los cuatro
cabos, se descolgaba desde el cielo, y llegó hasta mí /
Fijos en él
los ojos, estaba observando, y vi los cuadrúpedos de la tierra, y las fieras, y
los reptiles y los volátiles del cielo / Y oí, además,
una voz que me decía: Levántate, Pedro; sacrifica y come / Y dije: De
ninguna manera, Señor, porque cosa profana o impura jamás entró en mi boca / Más respondió
la voz por segunda vez desde el cielo: Lo que Dios purificó, tú no lo hagas
profano / Y esto se
repitió por tres veces; y fue arrebatado de nuevo todo hacia el cielo / Y he aquí en
el mismo instante tres hombres se presentaron en la casa que yo estaba,
enviados a mí desde Cesárea / Y dijo el
Espíritu que fuese con ellos, dejada toda vacilación. Vinieron también conmigo
estos seis hermanos, y entramos en la casa del hombre / Y nos refirió
como había visto en su casa al ángel, que, estando de pie, le decía: manda
recado a Jope y haz venir a Simón que se apellida Pedro >/ el cual te
hablará palabras con las cuales serás salvo tú y toda tu casa /
Y al comenzar
yo a hablar cayó sobre ellos el Espíritu Santo, lo mismo que sobre nosotros en
el principio / Y recordé el
dicho del Señor, de cuando decía: Juan bautizó en agua, más vosotros seréis
bautizados en Espíritu Santo / Sí pues, el
mismo don otorgó Dios a ellos que a
nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿yo quién era para poner
vetos a Dios?>> / En oyendo
esto, se quietaron, y glorificaron a Dios diciendo: << ¡Con que también a los gentiles otorgó Dios la
penitencia para alcanzar la vida! >>"
San Pedro lleno
de prudencia y sabiduría se enfrentó a aquellos creyentes que criticaban su
aptitud frente a los gentiles, explicándoles con detenimiento el milagro que se
había producido con la llegada del Espíritu Santo sobre los mismos, y como él,
había recordado las palabras del Señor, al respecto, y esto fue suficiente para
que todos proclamaran llenos de asombro ¡Con que también a los gentiles otorgó
Dios la penitencia para alcanzar la vida! A este respecto podemos leer en la
Carta Encíclica del Beato Papa Juan Pablo II <Dominum et vivificantem>,
dada en Roma en el año 1986:
“La Iglesia
profesa su fe en el Espíritu Santo, que es <Señor y dador de vida>. Así
lo profesa el símbolo de la fe llamado <niceno-constantinopolitano> por el
nombre de dos Concilios: Nicea (a. 325) y Constantinopla (a. 381), en los que
fue formulado y promulgado.
En ellos se
añade también que el Espíritu Santo <hablo por los profetas>. Son
palabras que la Iglesia recibe de la fuente misma, de su fe, Jesucristo. En
efecto, según el Evangelio de Juan, nos es dado con la nueva vida, como anuncia
y promete Jesús el día grande de los Tabernáculos: <Si alguno tiene sed,
venga a mí, y beba el que cree en mí>, y como dice la Escritura: <De su
seno correrán ríos de agua viva>. Y el evangelista explica: <Esto decía
refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él>. Es el
mismo símil del agua usada por Jesús en su coloquio con la samaritana, cuando
habla de una fuente <fuente de agua que brota para la vida eterna>, y en
el coloquio con Nicodemo, cuando anuncia la necesidad de un nuevo nacimiento
<de agua y de Espíritu> para <entrar en el Reino de Dios>”
Por su parte el
Papa Benedicto XVI en la Solemnidad de
Pentecostés (Domingo 11 de mayo de 2008. Basílica de San Pedro) dijo en su
Homilía refiriéndose a los Apóstoles que junto a la Virgen María y algunos
discípulos se encontraban esperando la llegada del Espíritu Santo que Jesús les
había anunciado:
“Esta comunidad
se encontraba reunida en el mismo lugar, el Cenáculo, durante la mañana de la
fiesta judía de Pentecostés, fiesta de la Alianza, en la que se conmemoraba el
acontecimiento del Sinaí, cuando Dios, mediante Moisés, propuso a Israel, que
se convirtiera en su propiedad, entre todos los pueblos, para ser digno de su
santidad (Ex 19). Según el libro del Éxodo, ese antiguo pacto fue acompañado
por una formidable manifestación de fuerza por parte del Señor. <<Todo el
monte Sinaí humeaba>>, se lee en
el pasaje, porque el Señor había descendido sobre él en fuego. Subía el fuego
como de un horno y todo el monte retemblaba, con violencia>> (Ex 19, 18). En el
Pentecostés del Nuevo Testamento volvemos a encontrar los elementos del viento
y del fuego, pero sin las resonancias del miedo. En particular el fuego toma la
forma de lenguas que se posan sobre cada uno de los presentes, todos los cuales
se llenan del Espíritu Santo y, por efecto de dicha efusión, empezaron a hablar
en leguas extranjeras (Hch 2, 4).
Se trata de un verdadero <Bautismo> de fuego de la comunidad, una especie de nueva creación. En Pentecostés, la Iglesia no es constituida por una voluntad humana, sino por una fuerza del Espíritu de Dios. Inmediatamente se ve como este Espíritu da vida a una comunidad que es al mismo tiempo una y universal, superando así la maldición de Babel (Gn 11, 7-9). En efecto, sólo el Espíritu Santo, que crea unidad en el amor y en la aceptación reciproca de la diversidad, puede liberar a la humanidad de la constante tentación de una voluntad de potencia terrena que quiere dominar y uniformar todo”
"Los once
discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado / Y en viéndole,
le adoraron: ellos que antes habían dudado / Y acercándose
Jesús, les habló diciendo: Me fue dada toda potestad en el cielo y sobre la
tierra / Id, pues,
amaestrad a todas las gentes, bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo. Y sabed que estoy con vosotros todos los días, hasta el
final de la consumación de los siglos"
“La Iglesia que
nace en Pentecostés, ante todo, no es una comunidad particular –la Iglesia de
Jerusalén- sino la Iglesia universal, que habla las lenguas de todos los
pueblos. De ella nacerán luego otras comunidades en todas las partes del mundo.
Iglesias particulares que son todas, y siempre, actuaciones de una sola y única
Iglesia de Cristo. Por tanto la Iglesia de Católica no es una federación de
Iglesias, sino una única realidad: la prioridad ontológica corresponde a la
Iglesia universal. Una comunidad que no fuera católica en este sentido, ni
siquiera sería Iglesia”
El Papa ha proclamado el periodo de tiempo que va desde octubre de 2012 a octubre de 2014, aproximadamente, como el <Año, de la Fe>, para que todos los creyentes nos concienciemos realmente de esta problemática y tratemos de aportar, <nuestro granito de arena> al restablecimiento de fe entre los pueblos, entre nuestros familiares, en nosotros mismos, y seguir de este modo cumpliendo con los deseos de nuestro Salvador. Porque merece la pena tal y como también recordaba el Papa en la Homilía anterior, al hablar del camino recorrido por la Iglesia desde Jerusalén hasta Roma:
“A este
respecto, es preciso añadir la visión teológica de los Hechos de los Apóstoles,
sobre el camino de la Iglesia de Jerusalén a Roma. Entre los pueblos
representados en Jerusalén en el día de Pentecostés, San Lucas cita a los
<forasteros de Roma> (Hch 2, 10). En ese momento Roma era aún lejana, era
<forastera> para la Iglesia naciente: era el símbolo del mundo pagano en
general. Pero la fuerza del Espíritu Santo guiará los pasos de los testigos
<hasta los confines de la tierra>, hasta Roma.
El libro de los Hechos de
los Apóstoles termina precisamente cuando San Pablo, por un designio
providencial, llega a la capital del Imperio y allí anuncia el Evangelio (Hch
28, 30-31). Así el camino de la palabra de Dios, iniciado en Jerusalén, llega a
su meta, porque Roma representa el mundo entero, y por eso encarna la idea de
<catolicidad> de San Lucas. Se ha realizado la Iglesia universal, la
Iglesia Católica, que es la continuación del pueblo de la elección, y hace suya
su historia y su misión”