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miércoles, 19 de junio de 2019

LA FIESTA DEL SANTÍSIMO CORPUS CHRISTI



 
 
 
Ésta es una fiesta de la Iglesia que puede ayudarnos a aprovechar los frutos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Ciertamente ya el día del Jueves Santo la Iglesia conmemora la institución  de la Sagrada Eucaristía, pero en esos momentos el recuerdo de la muerte de Cristo quizás no permitía en toda su plenitud los sentimientos de alegría de los cristianos por el regalo inestimable que nos dejó el Señor, al imaginar el medio de quedarse perpetuamente con nosotros.

Precisamente el Papa Benedicto XVI en su Homilía del 23 de junio de 2011, durante la Misa de celebración de esta fiesta nos recordaba que:

“El Corpus Christi es inseparable del Jueves Santo, de la Misa in Caena Domini, en la que se celebra solemnemente la institución de la Eucaristía. Mientras que en la noche del Jueves Santo se revive el misterio de Cristo que se entrega a nosotros en el pan partido y en el vino derramado, hoy, en el celebración del Corpus Christi, este mismo misterio se presenta para la adoración y la meditación del pueblo de Dios, y el Santísimo Sacramento se lleva en procesión por las calles de la ciudad y de los pueblos, para manifestar que Cristo resucitado camina en medio de nosotros y nos guía hacia el reino de los cielos.

 
 
Lo que Jesús nos dio en la intimidad del Cenáculo, hoy lo manifestamos abiertamente, porque el amor de Cristo no es sólo para algunos, sino que está destinado a todos”

Sí, Jesús está cerca del hombre de muchas maneras, cada día, ayudándole en su caminar por la vida, pero sobre todo está visible por la fe en el Sacramento de la Eucaristía, que Él instituyó para  estar siempre junto a la humanidad.

Sí, Jesús está presente en la Eucaristía <no lo vemos, pero hay muchas cosas que no vemos y que son esenciales. Por ejemplo no vemos nuestra razón, y sin embargo tenemos la razón. No vemos nuestra inteligencia, y la tenemos. En una palabra no vemos nuestra alma, y sin embargo existe y vemos sus efectos, porque podemos hablar, pensar, decidir, etc.

Precisamente las cosas más profundas, que sostienen realmente la vida y el mundo no las vemos, pero podemos ver, sentir sus efectos…Tampoco vemos con nuestros ojos al Señor Resucitado, pero vemos que donde está Jesús los hombres cambian, se hacen mejores…

 
 
Como aseguraba el Papa Benedicto XVI  (Ibid): “Se podría decir, del Corazón de Cristo, que en la Última Cena, en víspera de su Pasión, Muerte y Resurrección, dio gracias a Dios y, obrando así, con el poder de su amor, transformó el sentido de la muerte hacia la cual se dirigía.

El hecho de que el Sacramento del Altar haya asumido el nombre de <Eucaristía> (acción de gracias), expresa precisamente esto: que la conversión de la sustancia del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo  es fruto de la entrega que Cristo hizo de sí mismo, donación de un amor más fuerte que la muerte, Amor divino, que lo hizo resucitar de entre los muertos.

Esta es la razón por la que la Eucaristía es alimento de vida eterna, Pan de vida. Del Corazón de Cristo, de su <oración eucarística> en la víspera de su Pasión, brota el dinamismo que transforma la realidad en sus dimensiones cósmicas, humana e histórica.

 
 
Todo viene de Dios, de la omnipotencia de su Amor uno y trino, encarnado en Jesús. En este Amor está inmerso el corazón de Cristo; por esta razón él sabe dar gracias y alabar a Dios incluso ante la traición y la violencia, y de esta forma cambia las cosas, las personas y el mundo”


Por seo, con esta fiesta del Corpus Christi la Iglesia vuelve cada año, al Cenáculo, lugar de su nacimiento, porque la Eucaristía establece una contemporaneidad, entre la Pascua del Señor y el devenir del mundo y de las generaciones.

Sí, en esta fiesta contemplamos el rostro de Cristo, como hicieron los Apóstoles y, después, los santos de todos los siglos en palabras del Papa Juan Pablo II (Homilía en la solemnidad del Corpus Christi del 19 de junio de 2003):

 
 
 
“Lo contemplamos sobre todo, imitando a María, <mujer eucarística> con toda su vida, que fue el primer <tabernáculo de la historia>. Este es el significado de la hermosa tradición del Corpus Christi, que se renueva esta tarde. Con ella también la Iglesia que está en Roma manifiesta su vínculo constitutivo con la Eucaristía, profesa con alegría que <vive de la Eucaristía>.

De la Eucaristía viven su Obispo, Sucesor de Pedro, y sus hermanos en el episcopado y en el sacerdocio; de la Eucaristía viven los religiosos y las religiosas, los laicos consagrados y todos los bautizados”

Así es, como también manifestó el Papa Benedicto XVI en su libro <los caminos de la vida interior> (Ed. Chrónica S.L. 2011):

“Si es cierto que los Sacramentos son una realidad propia de la Iglesia peregrina sobre la tierra (Lumen Gentium. Vaticano II), hacia la plena manifestación de la victoria de Cristo resucitado, también es igualmente cierto que, especialmente en la liturgia eucarística, se nos da a pregustar el cumplimiento escatológico hacia el cual se encamina todo hombre y toda creencia”

 
 
 
Recuerda también el Santo Padre, en su libro,  la carta que  San Pablo dirigió a los romanos, en la que de forma clara manifestó, refiriéndose a este cumplimiento escatológico (o de los últimos tiempos) de los  seres humanos, que toda la creación participa del destino de los hombres los hijos adoptivos de Dios (Rm 8, 14-19):

“Porque los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios / Porque no recibisteis un espíritu de esclavitud para estar de nuevo bajo el temor, sino que recibisteis un Espíritu de hijos adoptivos, en el que clamamos: ¡Abbá, Padre! / Pues el Espíritu mismo da testimonio junto con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios / Y así como hijos también herederos: herederos de Dios, coherederos de Cristo; con tal de que padezcamos con él, para ser también glorificados / Porque estoy convencido de que los padecimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria futura que va a manifestar en nosotros / En efecto, la espera ansiosa de la creación anhela la manifestación de los hijos de Dios”

 
 
Las palabras de San Pablo están íntimamente relacionadas con ese destino final, que debería ser la felicidad eterna, siendo el Sacramento de la Eucaristía la mejor ayuda para recorrer el largo y espinoso camino de la salvación. Recordemos a este respecto las palabras del Señor: <Yo soy el pan de vida, bajado del cielo>:

“Jesús se define <el pan de vida> y añadió: <El pan que yo os daré, es mi carne para la vida del mundo (Jn 6, 51).

 
 
 
¡Misterio de nuestra salvación! Cristo, único Señor ayer, hoy y siempre, quiso unir su presencia salvífica en el mundo y en la historia al sacramento de la Eucaristía. Quiso convertirse en pan partido, para que todos los hombres pudieran alimentarse con su misma vida, mediante la participación en el sacramento de su Cuerpo y su Sangre”

(Papa san Juan Pablo II; Homilía en la solemnidad del Corpus Christi; 22 de junio de 2000)