En la Basílica del Pilar, España, el Papa San Juan Pablo II decía a la Virgen de Pilar: <A tus cuidados confío las necesidades de todas las familias de España>, y rezaba con esta hermosa plegaria:
“Doy fervientes gracias a Dios
por la presencia singular de María en estas tierras españolas donde tantos
frutos ha producido.
Y quiero finalmente encomendarte,
Virgen Santísima del Pilar, España entera, todos y cada uno de sus hijos y
pueblos, la Iglesia en España…
A tus cuidados confío esta tarde
las necesidades de todas las familias de España, las alegrías de los niños, la
ilusión de los jóvenes, los desvelos de los adultos, el dolor de los enfermos y
el sereno atardecer de los ancianos.
Te encomiendo la fidelidad y
abnegación de los ministros de tu Hijo, la esperanza de quienes se preparan
para ese ministerio, la gozosa entrega de las vírgenes del claustro, la oración
y solicitud de los religiosos y religiosas, la vida y empeño de cuantos
trabajan por el reino de Cristo en estas tierras.
En tus manos pongo la fatiga y el
sudor de quienes trabajan por el reino de Cristo en esta tierras; la noble
dedicación de los que transmiten su saber y el esfuerzo de los que aprenden; la
hermosa vocación de quienes con su conciencia y servicio alivian el dolor ajeno; la tarea de quienes con su
inteligencia buscan la verdad.
En tu corazón dejo los anhelos de
quienes, mediante los quehaceres económicos, procuran honradamente la
prosperidad de sus hermanos; de quienes al servicio de la verdad, informan y forman rectamente la opinión pública, de
cuantos, en la política, en la milicia,
en las labores sindicales o en el servicio del orden ciudadano, prestan su
colaboración honesta a favor de una justa, pacífica y segura convivencia…”
Hermosa y necesaria oración para
este país en los tiempos que corren y que agradecemos a este santo Pontífice
que en tantas ocasiones demostró su amor a nuestra tierra, especialmente en
este día en que la Iglesia celebra el día de Nuestra Señora del Pilar (Patrona
de España) y con razón porque:
“Es bien conocido el relato de la
antigua y piadosa tradición. Caminaba por la ribera del Ebro el Apóstol
Santiago, anunciando la buena nueva a los iberos, valientes e indómitos.
La indiferencia de sus oyentes le
tenía apesadumbrado, y estaba a punto de desmayar, cuando la Virgen María se
presentó una noche, anunciándole que aquellos trabajos suyos no serían
estériles; que la semilla por él derramada, y protegida por sus manos
virginales, daría frutos de bendición a través de los siglos.
Alentado por esta visión, el
Apóstol prosiguió su obra evangelizadora, conservando imborrable el recuerdo de
aquel lugar que había sido santificado con la presencia de la Madre de Dios, y
del pilar en que se habían posado sus plantas.
Allí se levantó más tarde un
templo, que es la actual Basílica del Pilar, en Zaragoza, fuente de gracias,
escenario de perdones y conversiones, centro de peregrinaciones que acuden allí
de toda España, que consideran a la Virgen como su celestial Patrona y el Pilar
mismo como el símbolo de su fe y el centro de su fervor religioso, siempre
pujante y sincero.
Desde aquel trono, en que nuestra
Señora recibe el homenaje de todos los españoles, derrama su gracia en todas
direcciones, vela por la conservación de la fe y ruega bondadosa por el
florecimiento del inmenso y lozano árbol de la hispanidad” (Rmo. P. Fr. Justo
Pérez de Urbel)
Sí, la Virgen María vela por
todos nosotros como Madre y Hermana, está siempre presente en la vida de la
Iglesia, por eso debemos encomendarnos a ella, para que durante el periodo de
tiempo que aún nos toca vivir por concesión de su Hijo, Éste nos ayude a ser
auténticos evangelizadores, <valientes artífices de su Reino en el mundo,
Reino de luz y de verdad>, en palabras del Papa Benedicto XVI.
Finalmente, en un día como hoy, y
todos los días, recemos a la Virgen María con aquellas palabras finales del
Papa San Juan Pablo II, de su oración a la Virgen, en su advocación del Pilar.
“Virgen Santa del Pilar:
Aumenta nuestra fe, consolida
nuestra esperanza, aviva nuestra caridad.
Socorre a los que padecen
desgracias, a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de trabajo.
Fortalece a los débiles en la fe.
Fomenta en los jóvenes la
disponibilidad para una entrega plena a Dios.
Protege a España entera, y a sus
pueblos, a sus hombres y mujeres.
Y asiste maternalmente, oh María,
a cuantos te invocan como Patrona de la
Hispanidad. Así sea”
(San Juan Pablo II; 6/ XI/ 1982)
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