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jueves, 5 de marzo de 2020

LA CUARESMA EN EL AÑO LITURGICO DE LA IGLESIA




 
 
 
Tal como podemos leer en el Catecismo de la Iglesia Católica escrito en orden  a la aplicación  del Concilio Ecuménico Vaticano II (nº 1194): “La Iglesia en el círculo del año desarrolla todo el Misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad, hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa  de la dichosa esperanza y venida del Señor (SC 102)”

 
El llamado, <Ciclo Pascual>, dentro del  <año litúrgico> de la Iglesia Católica, podría caracterizarse por tres grandes periodos  de tiempo destinados a la reflexión sobre Cristo y su Mensaje. Concretamente: 1ºPeriodo: Con la Septuagésima o Preparación, la  Cuaresma y la Pasión de Cristo; 2ºPeriodo: Con la Pascua que va desde el Domingo de Resurrección hasta el domingo,  dedicado a la Santísima Trinidad; 3ºPeriodo: Con el Tiempo después de Pentecostés, desde la Trinidad hasta el Adviento.     

 

 
 

 

Pues bien, durante la Cuaresma, la Iglesia toda anhela la cercanía del <Hijo del hombre> en su Pasión y Muerte, para luego Resucitar con Él: <Subimos a Jerusalén>, tal como manifestaba en su día el Padre Fr. Justo Pérez de Urbel:
“Fue la consigna que Cristo nos dio el Domingo de Quincuagésima. Durante las tres semanas anteriores nos hemos preparado para la marcha y ahora vamos a empezar a caminar.

Queremos padecer y morir con Cristo, para resucitar luego con Él. Con este deseo entramos en el tiempo de <Cuaresma>. Queremos la vida divina, objeto de todos los ejercicios de la piedad cristiana: la vida divina que Cristo nos consiguió tras duros combates en su lucha con las tinieblas; la que se nos comunica en el Sacramento del Bautismo, la que restaura en nosotros por medio del segundo Bautismo, esto es, por medio del Sacramento de la Penitencia.
Con esto hemos indicado los tres pensamientos principales del tiempo litúrgico de la <Cuaresma>: los <sufrimientos de Cristo>, el <Sacramento del Bautismo> y el <Sacramento de la Penitencia> o de la <Reconciliación>”

 
 
 
 
Precisamente las palabras de San Pablo dirigidas a los corintios con objeto de contrarrestar la labor de  un grupo de judaizantes que trataba de minar la labor evangelizadora que él había realizado con esta comunidad son  (Co II, 5,18-21):
“Y todo procede de Dios, quién nos reconcilió consigo por mediación de Cristo, y a nosotros nos dio el ministerio de la reconciliación / como que Dios en Cristo estaba reconciliando al mundo consigo, no tomándoles en cuenta sus delitos, y puso en nosotros el mensaje de la reconciliación / En nombre, pues, de Cristo somos embajadores, como que os exhorta Dios por medio de nosotros. Os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, a fin de que nosotros viniésemos a ser justicia de Dios en Él”


San Pablo con sus últimas palabras a los corintios se está refiriendo al misterio de la “Redención” y en definitiva, a la solidaridad y mística  de Cristo con el ser humano.


 
Es evidente, Jesús quería que su Iglesia fuera el instrumento de la <conversión y reconciliación> de todos los hombres, sin excepción alguna; por nosotros se sometió a su Pasión y Muerte; durante su vida pública perdonaba los pecados de aquellas personas que se acercaban a él  con sentimientos de <conversión y reconciliación> y se sentaba a la mesa de publicanos pecadores con el deseo de que se convirtieran y reconciliaran con sus enemigos, aún provocando el escándalo de los saduceos y fariseos, porque sabía que aquellas almas estaban abiertas al arrepentimiento.

En cambio, cuando se encontraba con hombres pecadores cerrados a la <conversión y reconciliación>, se alejaba de ellos y pedía a sus apóstoles que siguieran su ejemplo; así sucedió, por ejemplo, cuando les envió a evangelizar por delante de Él a algunas ovejas de su rebaño (Lc  9,1-5):
“Habiendo convocado a los doce apóstoles, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para curar enfermedades / Y los envió a predicar el Reino de Dios y sanar los enfermos / Y les dijo: No toméis nada para el camino... / y en la casa en que entrareis, allí permaneced y de allí salid / Y cuando quiera que algunos no os acogieren, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies para testimonio contra ellos”

 
 
 
Sin embargo, el significado del Sacramento que ha recibido, hasta cinco nombres distintos, no parece estar del todo claro para los cristianos de los últimos tiempos. No cabe duda, que la falta de una conciencia recta sobre el sentido del <bien> y el <mal>, reinante en la sociedad actual, ha llevado, como en este caso, a situaciones muy dañinas para la Iglesia de Cristo.



En efecto, una de ellas y no la menos importante, es  la tendencia de muchas  personas conducente a olvidar  la utilidad de este Sacramento, e incluso llegar a creer que no es necesario, pues basta reconocerse pecador para que el Señor perdone los pecados...

Esta idea puede llegar a ser muy dañina, ya que conduce a una relajación de las costumbres tal, que como muchas veces se ha dicho, ciertas personas pueden llegar a considerar un pecado venial como pecado mortal, en cambio pueden acabar considerando uno mortal como venial...Por ello, es necesario el auxilio de Dios a través de sus sacerdotes, los cuales fueron investidos, al igual que sus primeros discípulos, con el poder para realizar la curación de las almas.

Sucedió que Jesús  durante su aparición en Galilea les dio el siguiente mandato universal a sus apóstoles (Mt 28, 19-20):

"Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo / y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los día hasta el fin del mundo" 

 
 
Estos enviados de Dios, se encuentran en una disposición mejor para conocer la <calidad> de los pecados y para aconsejar, si son requeridos sus conocimientos por parte de los fieles, respecto al comportamiento a seguir, según los mandatos de Cristo.


El Papa san Juan Pablo II en su  <Exhortación Postsinodal> (Ibid), aseguraba en este sentido que:
“El <secularismo> que por su misma naturaleza y definición, es un movimiento de ideas y costumbres, defensor de un humanismo que hace total abstracción de Dios, y que se concreta totalmente en el culto del hacer y del producir, a la vez que embriagado por el consumo y el placer, sin preocuparse por el peligro de “perder la propia alma”, no puede menos de minar el sentido del pecado.

Este último se reducirá a lo sumo a aquello que ofende al hombre. Pero precisamente aquí se impone la amarga experiencia de que el hombre puede construir un mundo sin Dios, pero este mundo acabará por volverse contra el hombre.
Por ello, es la realidad de Dios la que descubre e ilumina el misterio del hombre. Es vano, por tanto, esperar que tengan consistencia un sentido del pecado respecto al hombre y a los valores humanos, si falta el sentido de la ofensa cometida contra Dios, o sea, el verdadero sentido del pecado.

Se diluye este sentido del pecado en la sociedad contemporánea también a causa de los equívocos en los que se cae al aceptar ciertos resultados de la ciencia humana…Disminuye fácilmente el sentido del pecado también a causa de una ética que deriva de un determinado relativismo historicista"

 
 
Por ello, el Sacramento de la reconciliación trasmite y hace visibles de forma inconfundible los valores fundamentales anunciados por la palabra de Dios. Por otra parte, lleva al hombre a cumplir con <la Nueva alianza> que Dios hizo con ellos, encaminándoles, al misterio de la Santísima Trinidad, y a los dones del Espíritu Santo.



Precisamente según san Juan Pablo II (Ibid):
“La madurez de la vida eclesiástica depende en gran parte de redescubrimientos. El Sacramento de la reconciliación, de hecho, no se circunscribe al momento litúrgico-celebrativo, sino que lleva a vivir la actitud de la <penitencia> en cuanto dimensiones permanentes de la experiencia cristiana.

Es un acercamiento a la santidad de Dios, un nuevo encuentro con la propia verdad interior, turbada y trastornada por el pecado, una liberación de lo más profundo de sí mismo y, con ello, una recuperación de la alegría perdida, la alegría de ser salvado, que la mayoría de los hombres de nuestro tiempo ha dejado de gustar”

 
Por desgracia, para muchos  hombres y mujeres  de hoy en día, el concepto de <Reino de Dios>, ha dejado de tener sentido, e incluso para algunas personas, es algo que no merece tenerse en cuenta, como consecuencia  de la falta de criterio respecto del pecado.

 

 

Precisamente, como nos recuerda el Papa Benedicto XVI, en su libro “Jesús de Nazaret”, el contenido central del <Evangelio>, es que el <Reino de Dios> está cerca. Muchos teólogos han tratado de profundizar sobre el significado del  <Reino de Dios>. Este Pontífice,  en su libro, hace un análisis sobre algunas de las teorías desarrolladas, por hombres tan ilustres como, Orígenes (siglo III), el cual dio la siguiente interpretación mística, en total acuerdo con las palabras de Jesús: <El Reino de Dios se encuentra esencialmente en el interior del hombre>…Otra interpretación del <Reino de Dios>, más actual, nos dice el Papa en este mismo libro, tiene un carácter <eclesiástico> y en ella el <Reino de Dios> y la Iglesia se relacionan entre sí de diversas maneras, estableciendo entre ellos una mayor o menor identificación.


 
 
De cualquier forma, las palabras del Señor fueron muy claras en este sentido y por ello como el Papa asegura, aunque en los siglos XX y XXI se ha tendido a interpretar de esta última forma el <Reino de Dios>, lo cierto es que nunca se ha abandonado la interpretación centrada en la interioridad del hombre y en la conexión con Cristo.


Por otra parte, este Sacramento también se ha denominado de la <Penitencia>, porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte de aquellos hombres que hayan pecado, como recuerda  el Catecismo de la Iglesia Católica y el Papa san Juan Pablo II en su catequesis sobre este Sacramento,  en su carta encíclica, <Sacramento Penitenciae>:
"El mensaje bíblico presenta esta dimensión penitencial como compromiso permanente de conversión. Hacer obras de penitencia supone una transformación, que es fuente de la <gracia de Dios>

Es por esto, que dentro de la Cuaresma es muy importante el llamado <Miércoles de Ceniza> que implica la imposición de la ceniza y el sacrificio eucarístico. En la antigüedad el Papa y los cristianos de Roma iban desde la Iglesia de santa Anastasia hasta la de santa Sabina, con los pies descalzos, llevando las cenizas sobre sus cabezas, implorando misericordia, para iniciar mejor el tiempo de <Cuaresma> y vencer los ataques del enemigo común del hombre…"


 
 
Nuestro actual Pontífice, el Papa Francisco, en su Mensaje para la Cuaresma 2020 nos recordaba que: "La alegría del cristiano brota de la escucha y de la aceptación de la Buena Noticia de la Muerte y Resurrección de Jesús: el kerygma. En este se resume el Misterio de un amor <tan real, tan verdadero, tan concreto, que nos ofrece una relación llena de dialogo sincero y fecundo (Exhort.ap. Christus vivit).



Quien cree en este anuncio rechaza la mentira de pensar que somos nosotros quienes damos origen a nuestra vida, mientras que en realidad nace del amor de Dios Padre, de su voluntad de dar la vida en abundancia (Jn 10, 10).

En cambio, si preferimos escuchar la voz persuasiva del <padre de la mentira> (Jn 8, 45), corremos el riesgo de hundirnos en el abismo del sinsentido, experimentando el infierno ya aquí en la tierra, como lamentablemente nos testimonian muchos hechos dramáticos de la experiencia humana personal y colectiva.

Por eso, en esta Cuaresma 2020 quisiera dirigir a todos y cada uno de los cristianos lo que ya escribí a los jóvenes en la exhortación apostólica <Christus vivit>:

 
 
 
Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer, una y otra vez. Así la Pascua de Jesús no es un acontecimiento del pasado: por el poder del Espíritu Santo es siempre actual y nos permite mirar y tocar con fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren"   


  

 

 

 

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