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viernes, 10 de enero de 2020

ECUMENISMO: CAMINO HACIA LA UNIDAD DENTRO DE LA LEGITIMA DIVERSIDAD




En la <Declaración Conjunta del Papa Francisco y el Patriarca Bartolomé I>, ha quedado claramente expresada  la unanimidad de ambos, respecto un tema tan importante para el cristianismo. En la misma podemos leer:


 
 
 
 
“Como nuestros venerables predecesores, el Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras, que se encontraron aquí en Jerusalén hace cincuenta años, también nosotros, el Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico Bartolomé, hemos querido reunirnos en Tierra Santa: <Donde nuestro común Redentor, Cristo nuestro Señor, vivió, enseñó, murió, resucitó y ascendió a los cielos, desde donde envió el Espíritu Santo sobre la Iglesia naciente>


Nuestra reunión, éste nuevo encuentro de los Obispos de las Iglesias de Roma y de Constantinopla, fundadas a su vez por dos hermanos, los Apóstoles Pedro y Andrés, es fuente de profunda alegría espiritual para nosotros.

Representa una ocasión providencial para reflexionar sobre la profundidad y la autenticidad de nuestros vínculos, fruto de un camino lleno de gracia por el que el Señor nos ha llevado desde aquel día bendito de hace cincuenta años.

Nuestro encuentro fraterno de hoy es un nuevo y necesario paso en el camino hacia aquella unidad a la que sólo el Espíritu Santo puede conducirnos, la de la comunión dentro de la legitima diversidad”
 
 
 
 
En este mismo sentido se manifestó, en su día, el Papa San Juan Pablo II en una entrevista concedida al conocido periodista Vittorio Messori, el cual, se dirigió  con estas palabras al Pontífice: Sería posible descubrir desde ahora una cierta vislumbre de respuesta a la pregunta que, a lo largo de los siglos, han hecho tantos creyentes: ¿Por qué el Espíritu Santo ha permitido tantas y tales divisiones entre los que, sin embargo, se llaman seguidores del mismo Evangelio, discípulos del mismo Cristo?


Es una pregunta que hasta cierto punto podría tener su razón  de ser, por eso, el Papa le respondía así:
“Sí, así es, podemos de verdad preguntarnos: ¿Por qué el Espíritu Santo ha permitido todas estas divisiones? En general, sus causas y los mecanismos históricos son conocidos. Sin embargo, es legítimo preguntarse si no  habrá también una motivación meta-histórica.
Para esta pregunta podemos encontrar dos respuestas. Una, más negativa, ve en las divisiones el fruto amargo de los pecados de los cristianos.

La otra, en cambio, más positiva, surge de la confianza en Aquel que saca el bien, incluso del mal, de las debilidades humanas: ¿No podría ser que las divisiones hayan sido también una vía que ha conducido y conduce a la Iglesia a descubrir las múltiples riquezas contenidas en el Evangelio de Cristo y en la Redención obrada por Cristo?
Quizá tales riquezas no hubieran podido ser descubiertas de otro modo…Desde una visión más general, se puede afirmar que para el conocimiento humano y para la acción humana tiene sentido también hablar de una cierta dialéctica.

 
 
El Espíritu Santo. En Su condescendencia divina, ¿no habrá tomado esto de algún modo en consideración? Es necesario que el género humano alcance la unidad mediante la pluralidad (legitima diversidad), que aprenda a reunirse en la única Iglesia, también con ese pluralismo en la formas de pensar y de actuar, de culturas y de civilizaciones ¿Esta manera de entenderlo no podría estar en cierto sentido más de acuerdo con la sabiduría de Dios, con su bondad y providencia?”
(Cruzando el umbral de la esperanza. Círculo de lectores por cortesía de Plaza & Janés Editores,S.A.; 1995)


Después de cerca de veinte años transcurridos desde estas interesantes manifestaciones del Papa San Juan Pablo II, los principales protagonistas en el tema del ecumenismo, en la actualidad, le han dado la razón y parece que por este camino las cosas podrían llegar, antes, a buen puerto…

No obstante, tampoco deberíamos ampararnos en estos razonamientos para justificar la lentitud excesiva con la que se camina hacia la deseada unificación. Así lo manifestaba también el Papa san Juan Pablo II, en aquella ocasión (Ibid):

 
 
“¡Tiene que llegar ya el tiempo en que se manifieste el amor que nos une! Numerosos son los indicios que permiten pensar que ese tiempo efectivamente ya ha llegado y, en consecuencia, resulta evidente la importancia del diálogo ecuménico para el cristianismo. Este diálogo constituye una respuesta a la invitación de la Primera Carta de Pedro a: <Dar razón de la esperanza que está en nosotros> (I Pedro 3, 15)”

 
En efecto, San Pedro escribió esta Carta a las Iglesias de Asia Menor (fundadas y evangelizas por San Pablo) como autoridad suprema de la Iglesia de Cristo, a causa de ciertas dificultades sufridas por sus miembros (calumnias y hasta persecuciones) que podían poner en riesgo la fe de aquellas jóvenes comunidades.

Pedro deseoso de prevenir este terrible mal,  exhorta a sus feligreses a la constancia en la fe y la esperanza, y les recomienda que deshagan las absurdas habladurías que circulan sobre sus creencias, llevando una vida ejemplar, e incluso, estando dispuestos a padecer por Cristo (I P 3, 13-15):

 
 
“¿Y quién podrá haceros daño, si sois celosos del bien?/ De todos modos, si tuvierais que padecer por causa de la justicia, bienaventurados vosotros: No temáis ante sus intimidaciones, ni os inquietéis/ sino <santificad al Señor> Cristo (Is 8, 12-13) en vuestros corazones, dispuestos siempre para la defensa de la esperanza que abrigáis, respondiendo a todo el que os pida razón acerca de ella”

 
<Santificad al Señor>, recomienda San Pedro a los cristianos de las Iglesias de Asia Menor, evocando al profeta Isaías cuando recordaba  a su pueblo el deber  del santo temor a Yahveh (Is 8, 11-13):
<Pues así me habló el Señor mientras me tomaba de la mano y me advertía que no marchase por el camino de este pueblo, diciéndome / <No llaméis conspiración a todo lo que ese pueblo llama conspiración, ni temáis, ni os asuste, lo que él teme> / Al Señor de los ejércitos, a Él debéis reverenciar, Él sea vuestro temor, Él sea vuestro terror>

 
Estas palabras de Isaías, aplicadas por san Pedro a Cristo, son un claro testimonio de su divinidad. Por otra parte, la expresión: <Dispuestos siempre para la defensa de la esperanza que abrigáis>, que aparece en su carta, viene a significar que todos los creyentes deberíamos estar bien preparados para dar razón  de los misterios de la fe, con la ayuda del Espíritu Santo. Ahora bien, este testimonio es necesario realizarlo con humildad y consideración hacia el prójimo, respetando siempre la pluralidad, en la formas de actuar y de pensar, de culturas y civilizaciones, como recomendaba el Papa san Juan Pablo II.

Esta forma de actuar es la que conduce al camino de la unión, dentro de la legítima diversidad, es la conducta que el Papa Francisco está aplicando en sus encuentros ecuménicos. Así lo demostró por ejemplo en el viaje apostólico a Georgia y Azerbaiyán, que recordábamos antes. El Papa en el Palacio del Patriarcado al dirigirse a Su Santidad y Beatitud Elías II lo hacía con estas sentidas palabras:
 
 
 
“Santidad, con vuestra visita histórica al Vaticano, la primera de un Patriarca georgiano, usted abrió una nueva página en las relaciones entre la Iglesia Georgiana y la Iglesia Católica. En aquella ocasión, intercambió con el Obispo de Roma el beso de la paz y la promesa de rezar el uno por el otro. Así se han reforzado los importantes lazos que existen entre nosotros desde los primeros siglos del cristianismo.


Estos se han desarrollado y siguen siendo respetuosos y cordiales, como se pone de manifiesto también por la afectuosa acogida reservada a mis enviados y representantes; por la actividad de estudio e investigación de los fieles ortodoxos georgianos en los Archivos del Vaticano y en las Pontificias Universidades; por la presencia en Roma de una comunidad vuestra, alojada en una Iglesia de mi diócesis; y por la colaboración, sobre todo cultural, con la comunidad católica local.
Como peregrino y amigo, he llegado a esta tierra bendita, cuando está a punto de concluir para los católicos el Año Jubilar  de la Misericordia…

La Providencia divina ha querido que nos encontremos de nuevo y, frente a un mundo sediento de misericordia, de unidad y de paz, nos pide que se dé un nuevo impulso, un renovado fervor a los lazos que nos unen, signo evidente de los cuales es el beso de la paz y nuestro abrazo fraternal.
 
 
 
 
 
La Iglesia Ortodoxa Georgiana, enraizada en la predicación apostólica, especialmente en la figura del Apóstol Andrés, y la Iglesia de Roma, fundada sobre el martirio del Apóstol Pedro, tienen así la gracia de renovar hoy, en nombre de Cristo y para su gloria, la belleza de la fraternidad apostólica. En efecto, Pedro y Andrés eran hermanos: Jesús los llamó a dejar sus redes para ser, juntos, pescadores de hombres. Querido hermano, dejémonos mirar de nuevo por el Señor Jesús, dejémonos atraer aún por su invitación a dejar todo lo que nos impide dar, juntos, el anuncio de su presencia”

 
Ojala que estas hermosas palabras del Papa Francisco puedan dar su fruto en ese camino emprendido hacia la unión, respetando la diversidad. Es un camino largo aún, ya lo sabemos, pero da la sensación, por los últimos acontecimientos ecuménicos, que se han roto en parte  las barreras de la incomprensión que impedían la unión tan deseada, la unión que Cristo quería para su Iglesia cuando, según el Evangelio de san Juan, se expresaba así (Jn 17, 1-9 y 20-23):

"Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique / ya que le diste potestad sobre toda carne, que él de vida eterna a todos los que Tú le has dado / Ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Tú has enviado / Yo te he glorificado en la tierra: he terminado la obra que Tú me has encomendado que hiciera / Ahora, Padre, glorifícame Tú a tu lado con la gloria que tuve junto a Ti antes que el mundo existiera / He manifestado tu nombre a los que me diste del mundo. Tuyos eran, Tú me los confiaste y ellos han guardado tu palabra /

 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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