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jueves, 30 de julio de 2020

EL PRIMER MILAGRO DE JESÚS: LAS BODAS DE CANÁ


 
 
 
 
 
 

 
 “Y al día tercero se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la Madre de Jesús / Fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos / Y como faltaba el vino, la Madre de Jesús le dijo: <no tienen vino> / Y le dice Jesús: ¿Qué tenemos que ver tú y yo mujer? ¿Todavía no ha llegado mi hora? / dice su Madre a los que servían: todo cuanto Él os diga hacedlo / Había allí seis tinajas de piedra destinadas a la purificación de los judíos, cada una de las cuales podía contener de dos a tres metretas (38,88 litros) / Dice Jesús: llenad de agua las tinajas. Y las llenaron hasta arriba / Y les dice: sacad ahora y llevarlo al maestre sala. Y lo llevaron / más cuando gustó el maestre sala el agua hecha vino y no sabía de donde era, pero sabiéndolo los que servían, que habían sacado el agua, llama al esposo el maestre sala / y le dice: Todo hombre pone primero el buen vino, y cuando estén ya bebidos, pone el peor, tú has reservado el vino bueno hasta ahora”

 
 
 
El Papa san Juan Pablo II refiriéndose a este primer milagro del Señor en su Audiencia General del miércoles 26 de febrero de 1997 nos decía: “En el episodio de las bodas de Caná, san Juan presenta la primera intervención de María en la vida pública de Jesús y, como para sugerir que esa presencia estaba en el origen de la invitación dirigida por los esposos al mismo Jesús y a sus discípulos, añade: <Fue invitado a la boda también Jesús con sus discípulos>. Con estas palabras. San Juan parece indicar que en Caná, como acontecimiento fundamental de la Encarnación, María es quien introduce al Salvador.

 
El significado y el papel que asume la presencia de la Virgen se manifiesta cuando llega a faltar el vino. Ella, como experta y solicita ama de casa, inmediatamente se da cuenta e interviene para que no decaiga la alegría de todos y, en primer lugar, para ayudar a los esposos en dificultad. Dirigiéndose a Jesús con  las palabras: <No tienen vino>”



“En Caná, la Virgen muestra una vez más su total disponibilidad a Dios. Ella que, en la Anunciación, creyendo en Jesús antes de verlo, había contribuido al prodigio de la concepción virginal, aquí, confiando en el poder de Jesús, provoca su <primer signo>, la prodigiosa transformación del agua en vino.
De este modo, María precede en la fe a los discípulos que, como refiere san Juan, creerán después en el milagro…Más aún, al obtener el signo prodigioso, María brinda un apoyo a su fe”



La primera pregunta que nos podríamos hacer al leer este milagro es: ¿Qué sentido habría que darle a la considerable cantidad de vino que Jesús proporcionó a los invitados de aquellas bodas?
Nadie mejor que el Papa Benedicto XVI nos podría aclarar este misterio y desde luego lo  hizo, tal como podemos comprobar en el libro anteriormente mencionado:


 
 
 
 
 
“La sobreabundancia de Caná es el Signo que indica  que ha comenzado la fiesta de Dios con la humanidad, su entregarse así mismo por los hombres. El marco del episodio, las bodas, se convierte así en la imagen que, más allá de sí misma, señala la hora mesiánica: La hora de las nupcias de Dios con su pueblo ha comenzado con la venida de Jesús. La promesa escatológica irrumpe en el presente…


Jesús se presenta aquí como el (novio) de las nupcias prometidas de Dios con su pueblo, introduciendo así misteriosamente su existencia, Él mismo, en el misterio de Dios. En Jesús, de manera insospechada, Dios y el hombre se hacen uno, se celebran las <bodas>, las cuales, sin embargo, y esto es lo que Jesús subraya en su respuesta, pasan por la Cruz, por el momento en el que el novio <será arrebatado>”

 Se refiere el Papa Benedicto XVI en con esta frase a la respuesta que Jesús dio a su Madre María, cuando ésta le anunció que se había agotado el vino. Jesús dice a María que todavía no le había llegado su hora, por eso dice el Pontífice:

 
 
“Cuando Jesús, en aquel instante, habla a María de su hora, está relacionando precisamente este momento con el del misterio de la Cruz concebido como su glorificación. Esa hora no había llegado todavía… Y no obstante, Jesús, tiene el poder de anticipar esta <hora> misteriosamente con un <signo>. Por tanto, el milagro de Caná se caracteriza como una anticipación de la <hora> y está íntimamente relacionado con ella”.

 
Sí, Jesús le dice a su madre < Mujer no ha llegado mi hora> pero sin embargo se pliega a los deseos de María y ella sin vacilar ni por un momento, sabiendo que su hijo aceptará su ruego, dice a los encargados de servir el vino: < Haced lo que Él os diga>

Por eso asegura Benedicto XVI (Ibid):

 
 
 
“¿Cómo podríamos olvidar que este conmovedor misterio de la anticipación de la hora se sigue produciendo todavía? Así como Jesús, ante el ruego de su Madre, anticipa simbólicamente su hora y, al mismo tiempo, se remite a ella, lo mismo ocurre siempre de nuevo en el Sacramento de la Eucaristía: Ante la oración de la iglesia, el Señor anticipa en ella su segunda venida, viene ya, celebra ahora la boda con nosotros, nos hace salir de nuestro tiempo lanzándonos hacia aquella <hora>”

 
En efecto, como también decía el Papa san Juan Pablo II en la Audiencia anteriormente mencionada:

“Algunos estudiosos del texto sagrado, siguiendo la interpretación de san Agustín, identifican esa <hora> con el acontecimiento de la Pasión. Para otros, en cambio, se refiere al primer milagro en que se revelaría el poder mesiánico del profeta de Nazaret”


Como también aseguraba el Papa Benedicto XVI refiriéndose a la auto-revelación de Jesús y su gloria (Ibid):

“El agua, que sirve para la purificación virtual se convierte en vino, en signo y don de la alegría nupcial. Aquí aparece algo del cumplimiento de la ley, que llega a su culminación en el ser y actuar de Jesús… El agua se convierte en vino. El don de Dios, que se entrega así mismo viene ahora en ayuda de los esfuerzos del hombre, y con ello crea la fiesta de la alegría, una fiesta que solamente la presencia de Dios y de su don pueden instituir”

 
 
 
 
Por último es interesante señalar también que: “La exhortación de María: <Haced lo que Él os diga>, conserva un valor siempre actual para los cristianos de todos los tiempos, y está destinado a renovar su efecto maravilloso en la vida de cada uno. Invita a una confianza sin vacilaciones, sobre todo cuando no se entienden el sentido y la utilidad de lo que Cristo pide”

 

 

 

 

 

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