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viernes, 3 de abril de 2020

CON LA PASIÓN CON LA MUERTE Y CON LA RESURRECCIÓN DE CRISTO VINO LA SALUD PARA EL GÉNERO HUMANO




Por esta razón, los textos litúrgicos de este tiempo nos llevan fundamentalmente hacia el recuerdo de la Pasión y Muerte de Cristo y finalmente a su Resurrección de entre los muertos; en este sentido, es necesario tener muy en cuenta los testimonios de aquellos hombres y mujeres que estuvieron presentes durante los hechos históricos acecidos durante el tiempo en que el  Hijo de Dios habitó entre nosotros.

Como podemos leer en el mensaje <Urbi et Orbi> del Papa san Juan Pablo II para la Pascua de 1998
 
 
 
 
 
 “Hablan los testigos oculares de los acontecimientos del Viernes Santo, los que sintieron miedo ante el Sanedrín. Hablan los que al tercer día se encontraron la tumba vacía. Testigos de la Resurrección  primero fueron las mujeres de Jerusalén  y María Magdalena; después fueron los Apóstoles, informados por las mujeres; Pedro y Juan los primeros y después todos los demás.


También fue testigo Pablo de Tarso, convertido a las puertas de Damasco, al cual Dios concedió experimentar la fuerza de su Resurrección, para que fuera el vaso elegido del ardor evangelizador de la Iglesia primitiva.

Realmente, hoy toman la palabra los testigos: no solamente los primeros, los testigos oculares, sino también quienes recibieron de ellos el mensaje Pascual y dieron testimonio de Cristo Muerto y Resucitado de generación en generación.

Algunos fueron testigos hasta derramar su sangre y, gracias a ellos, la Iglesia ha seguido caminando incluso entre duras persecuciones y persistentes rechazos…

Hoy también nosotros somos testigos de Cristo Resucitado y renovamos su anuncio de paz a toda la humanidad que camina hacia el tercer milenio…

 
 
Este anuncio de paz es para todos aquellos que recorren un calvario que parece interminable, frustrados en sus aspiraciones al respecto de la dignidad y de los derechos de las personas, a la justicia, al trabajo, a condiciones de vida más equitativa”

 
En este anuncio deberían reflejar sus aspiraciones los dirigentes de todas las naciones del mundo con objeto de mantener un dialogo constante que condujera a la resolución de tantos malos entendidos y tantos quebrantos para los hombres…

Por desgracia muchos hombres y mujeres, en este planeta nuestro, todavía no saben que Cristo, ha  Muerto y Resucitado por todos los seres humanos y todavía peor, muchos hombres y mujeres que sí, han conocido la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, a causa del maligno, se han olvidado de ello, y se han alejado de la Iglesia e incluso niegan, a nuestro Salvador.

Por eso los cristianos deberíamos rememorar en estos momentos angustiosos para la humanidad, a consecuencia de la terrible <pandemia> que asola al mundo entero, aquellas palabras  del Papa san Juan Pablo II que hablaban  del Señor como fundamento de nuestra esperanza (Ibid):

 
 
“Cristo ha Muerto y Resucitado por nosotros ¡Señor tu eres el fundamento de nuestra esperanza! Queremos hacer nuestro el testimonio de Pedro y el de tantos hermanos y hermanas a lo largo de los siglos, para proponerlo de nuevo… Es verdad: <La piedra que desecharon los arquitectos ésta ha llegado a ser  la piedra angular>. Sobre este fundamento ha sido edificada la Iglesia de Dios vivo, la Iglesia del Resucitado”

 
Recordaba el Papa san Juan Pablo II en su mensaje, el Salmo 118 (117), el cual fue recitado por Jesús en la Última Cena. Se trata de un Salmo que nos habla de la solemne acción de gracias al Señor de quien ha vencido a sus enemigos y que se cumplió en la persona de Jesús cuando es aclamado por la multitud a su entrada triunfal en Jerusalén y en el Templo. Concretamente el versículo recordado por el Papa se  incluye entre los versículos 19 y 24 de dicho Salmo:

“Abridme las puertas de la justicia: entraré por ellas y daré gracias al Señor / Ésta es la puerta del Señor: los justos entrarán por ella / Te doy gracias, porque me has escuchado, y has sido mi salvación / La piedra que desecharon los constructores ésta ha llegado a ser la piedra angular / Es el Señor quien ha hecho esto y es admirable a nuestros ojos / Éste es el día que hizo el Señor, exultemos y alegrémonos en Él”

“En esta Cuaresma, Señor, resuena tu llamada urgente: <Convertíos, volved a mí de todo corazón>. Él nos llama a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección.

No es el momento de tu Juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es.
Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia Ti, Señor, y por ello hacia los demás”        

 
Así es, de nuevo la Iglesia católica, durante este tiempo de Pascua, a pesar del grave problema que aqueja a la humanidad entera, y sobre todo por esto mismos, levanta su voz para recordarnos una vez más que estamos en camino hacia el Señor porque: ¡Sí hay esperanza, porque Cristo Resucitó de entre los muertos! demostrando con este milagro portentoso que era el Hijo de Dios, enviado por el Padre para salvarnos…

Por eso, como también aseguraba el Papa san Juan Pablo II durante su Mensaje <Urbi et Orbi>, el 23 de abril del año 2000:

 
 
“La Iglesia se detiene, atónita una vez más, junto al sepulcro vacío. Igual que María Magdalena  y las otras mujeres, que llegaron para ungir con aromas el cuerpo del Crucificado, igual que los apóstoles Pedro y Juan, que acudieron por las palabras de las mujeres, la Iglesia se inclina sobre la tumba en la que fue depositado el Señor después de la crucifixión”

 
Sí, ha sido probado históricamente que Cristo fue crucificado y murió; el sufrimiento de su madre, la Virgen María, de sus familiares y amigos,  de sus seguidores y discípulos fue enorme e igual de enorme es el dolor que ahora sentimos todos los creyentes en estos momentos, por nuestros hermanos sufrientes a causa de la <pandemia> que asola el mundo entero y que son fiel reflejo de la Pasión de Cristo, del Señor doliente, por toda la humanidad.

Sin embargo los cristianos, ahora y siempre,  tenemos esperanza porque el Señor Resucitó al tercer día como nos recuerdan las Santas Escrituras y se apareció a muchas gentes que dieron certeza de ello; más concretamente, el evangelista san Mateo narró así la aparición de Cristo en Galilea y su mandato apostólico universal (Mt 28, 16-20):


 
En efecto, algunos de sus discípulos, según la narración de san Mateo, tuvieron dudas. Sin embargo, después, todos ellos dieron la vida por Cristo y su Mensaje y éste es un dato muy importante a tener en cuenta, que nunca debemos olvidar…

Sí, el hombre es débil y no tiene capacidad para entender los misterios divinos; por eso algunos presenciaron asombrados e incrédulos el milagro de la Resurrección de Cristo, pero como diría en su día el Papa san Juan Pablo II (Pascua 15 de abril de 2001):

“El asombro incrédulo de los apóstoles y las mujeres que acudieron al sepulcro al salir el sol, hoy se convierte en experiencia colectiva de todo el pueblo de Dios.
Mientras el nuevo milenio da sus primeros pasos, queremos legar a las jóvenes generaciones la certeza fundamental de nuestra existencia: Cristo ha resucitado y, en Él, hemos resucitado todos. <Gloria a ti, Cristo Jesús, ahora y siempre tú reinarás>.

Vuelve a la memoria este canto de fe, que tantas veces, a lo largo del año jubilar, hemos repetido alabando a Aquel que es <el Alfa y la Omega, el primero y el Último, el principio y el Fin> (Ap 22, 13).

 
 
A Él permanece fiel la Iglesia peregrina <entre persecuciones del mundo y los consuelos de Dios> (S. Agustín). A Él dirige la mirada y no teme. Camina con los ojos fijos en su rostro, y repite a los hombres de nuestro tiempo, que Él, el Resucitado es <el mismo ayer, hoy y siempre> (Heb 13, 8)”

 
Las palabras del Papa san Juan Pablo II paren una premonición de lo que ahora estamos experimentando, sí, la Iglesia sigue adelante con la mirada puesta en nuestro Salvador recordando siempre lo que sucedió aquel dramático viernes de Pasión en el que el Hijo del hombre se humilló hasta el extremo de morir por la humanidad, tal como recordaba el apóstol san Pablo a los filipenses.

San Pablo escribió su carta a los filipenses encontrándose encarcelado, aunque no se sabe a ciencia cierta el lugar exacto donde transcurrió este hecho histórico y en ella muestra a los mismos cual es el camino de la santidad, a través de los padecimientos del Señor (Flp 2, 5-8):
“Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús / el cual, siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios / sino que se anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y, mostrándose igual que los demás hombres / se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz / Y por eso Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre / para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos y en la tierra y en los abismos / y toda lengua confiese: <¡Jesucristo es el Señor!> para gloria de Dios Padre”

Recordando estas palabras de san Pablo, el Papa san juan Pablo II, seguía expresándose así en su Mensaje <Urbi et Orbi> del año 2001:

 
 
“El Hijo del hombre <obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz> terminaba la vida terrena del Redentor. Una vez muerto, fue depositado de prisa en el sepulcro, al ponerse el sol. ¡Qué ocaso tan singular! Aquella hora oscurecida por el avanzar de las tinieblas señalaba el fin del <primer acto> de la obra de la creación, señalada por el pecado. Parecía el triunfo de la muerte, la victoria del mal.

En cambio, en la hora del gélido silencio de la tumba, comenzaba el pleno cumplimiento del designio salvífico, comenzaba la <nueva creación>. Hecho obediente por el amor hasta el sacrificio extremo, Jesucristo es ahora <exaltado> por Dios que le <otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre>.

En su nombre recobra esperanza toda existencia humana. En su nombre el ser humano es rescatado del poder del pecado y de la muerte y devuelto a la Vida y al Amor.


 
La hermosa reflexión de este Pontífice santo que tanto sufrió durante su vida terrena llena nuestro corazón de amor y esperanza frente al mal que ahora nos invade…Perseveraremos ante el mismo, recordando la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús porque como también decía este santo Pontífice santo:

“Desde que tu tumba, Oh Cristo, fue encontrada vacía y Cefas, los discípulos, las mujeres y <más de quinientos hermanos> (1 Co 15, 6) te vieron Resucitado, ha comenzado el tiempo en que  la creación canta tu nombre <que esta sobre todo nombre> y espera tu retorno definitivo en la gloria.

En este tiempo, entre la Pascua y la venida del Reino sin fin, tiempo que se parece a los dolores de un parto (Rm 8, 22), sostennos en el compromiso de construir un mundo más humano, vigorizado con el bálsamo de tu amor.

 
 
 
Víctima pascual, ofrecida por la salvación del mundo, haz que no decaiga este compromiso nuestro, aun cuando el cansancio haga lento nuestro caminar. Tú, Rey victorioso, ¡Dadnos, a nosotros y al mundo la salvación eterna!”

     

 

 

 

  

 

   

 

 

 

 

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