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sábado, 13 de octubre de 2018

TRES MILAGROS DE JESÚS Y TRES PALABRAS SUYAS EN ARAMEO


 
 
 
 
 
Los <milagros–signos> del Señor están íntimamente relacionados con la fe,  por eso no es de extrañar que en algunas ocasiones el evangelista San Marcos, respetara al relatarlos, el lenguaje en el que predicaba Jesús (arameo) a las multitudes que le seguían, ya que esta lengua tiene una fuerza expresiva superior a la  poseída por el griego, idioma en el que redactó el evangelista los hechos y dichos de la vida de Cristo. 


Así pues, el evangelista, al narrar tres  milagros-signos de Jesús, conserva algunas expresiones de Éste, que le dan más fuerza a los eventos acaecidos. Estos milagros-signos son: <La resurrección de la hija de Jairo> (Mc 5, 35-43), <La curación de un sordomudo> (Mc 7, 31-37) y <La curación del ciego de Jericó> (Mc 10, 46-52).

Sucedió que durante su evangelización en Galilea y más concretamente en el entorno del  lago de Genesaret (o mar de Galilea) tras haber curado a un hombre de la posesión de una legión de demonios, dejando maravillada a la gente que presenció este milagro portentoso, se dirigió en barca a la ribera opuesta al lugar donde había acaecido este hecho, y allí, de entre la muchedumbre que le seguía se le aproximó un jefe de la sinagoga que se llamaba Jairo y echándose a sus pies le suplicó que curara a su hija que prácticamente estaba muerta o moribunda. Fue ésta una petición de milagro que implicaba la fe previa, porque sus palabras fueron (Mc 5, 23): <Mi hijita está al cabo; ten a bien venir y poner tus manos sobre ella, para que se salve y viva>.

Indudablemente este hombre con fe, que pide un milagro para su hija, ya conocía los prodigios de Jesús, pues el Señor por donde predicaba dejaba tras de sí, además de su palabra, sus hechos y estos eran portentosos, aunque no todos los que le seguían creían en él, porque el hombre se resiste siempre a creer aquello que no comprende y además, no hay que olvidar, que el demonio no descansa en sus propósitos de encadenar a los seres humanos bajo su poder.

Pero este hombre no, no había caído bajo la posesión del maligno, antes al contrario, tenía fe en Jesús, y muy poderosa, ya que humildemente, despojándose de su categoría de jefe de la sinagoga se hecha a los pies del Señor para rogarle que haga un milagro con su hijita.

El Señor en esta ocasión quiere mostrar cuán grande puede ser la fe y cuán grande puede ser el milagro, por eso siguió caminando aparentemente indiferente a la petición,  y el hombre le seguía, junto con la muchedumbre que le rodeaba, y entre esa muchedumbre se encontraba una mujer que padecía desde hacía mucho tiempo de flujos de sangre, y también tenía mucha fe en Jesús;  tocó su manto y cobró la salud.

 
 
El Señor dándose cuenta que de sí mismo había salido virtud, se volvió y preguntó: ¿Quién me tocó los vestidos? Ella atemorizada y temblando por lo que había hecho se postró a sus pies y le declaró lo que había ocurrido. Jesús le dijo entonces: <Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda sana de tu achaque>.


Entre tanto, el tiempo pasaba y parecía que no llegaba el momento en que Jesús llegara hasta donde se encontraba la hija de Jairo, para realizar un milagro, y en esto vinieron los servidores del jefe de la sinagoga para anunciarle que la niña ya había muerto y por tanto dijeron: ¿para qué molestar al maestro? Pero Jesús a su vez dijo: <No temas; cree solamente>. Y él creyó, y el milagro se realizó.

 
 
Así lo narró San Marcos en su Evangelio (Mc 5, 27-32): "Y llegan a la casa del jefe de la sinagoga, y ve el alboroto y los que lloraban daban grandes alaridos / y entrando les dice: ¿Por qué os alborotáis y lloráis? La niña no murió, sino duerme / Y se burlaban de Él. Más Él, echándolos a todos, toma consigo al padre de la niña y a la madre y a los que con Él iban, y entran a donde estaba la niña / Y tomando la mano de la niña, le dice: <Talithá kum>, que traducido, significa: <Niña, te lo digo, levántate> / Y al instante se levantó la niña, y caminaba, pues tenía doce años"

 

Nos recuerda el Papa Benedicto XVI, que el Padre y Doctor de la Iglesia San Jerónimo, al comentar este milagro subrayó el poder salvífico de las palabras de Jesús, que vienen a puntualizar que la niña debe levantarse no por las virtudes de ella, sino por la gracia del Hijo de Dios.

 
 
 
Por eso dice también el Papa que este relato, junto con el milagro de la mujer que sufría flujos de sangre: “Son una invitación a superar una visión puramente horizontal y materialista de la vida. A Dios le pedimos muchas soluciones de problemas, de necesidades concretas, y está bien hacerlo, pero lo que debemos pedir con insistencia es una fe cada vez más sólida, para que el Señor renueve nuestra vida, y una firme confianza en su amor, en su providencia que no nos abandona”

(Benedicto XVI; Ángelus del domingo 1 de julio de 2012).


La misericordia de Dios nunca abandona a los hombres aunque muchos no tienen, o no llegan a tener, conciencia de ello. Quizás por eso, el Señor al realizar este impresionante milagro de devolver la vida a una persona muerta no quiso que se le comunicara a nadie y pidió encarecidamente a los presentes que no difundieran el suceso,  para evitar malas interpretaciones sobre el mismo.

 
 
No obstante, como comentaba el Papa San Juan Pablo II en su <Audiencia General> del 18 de noviembre, de 1987: "En la Iglesia de los primeros tiempos y especialmente durante la evangelización del mundo llevada a cabo por los Apóstoles, abundaron los milagros, prodigios y señales, como el mismo Jesús les había prometido a sus discípulos. Pero se puede decir que estos se han repetido siempre en la historia de la salvación, especialmente en los momentos decisivos para la realización del designio de Dios”

 
Por eso, Jesús siguió su camino repartiendo amor a manos llenas y enseñando a las gentes, también a los fariseos y escribas, el Mensaje divino.

Finalmente partió de aquellos lugares para dirigirse a los confines de Tiro y de Sidón y nada más llegado allí, tuvo ocasión de realizar un nuevo milagro, en el que la fe estaba presente en la persona que lo solicitaba, y era una fe muy grande; se trataba de una mujer que tenía una hija endemoniada y humildemente le solicitaba su ayuda. El Señor admirado de su fe y de  humildad, sanó a su hija del poder del demonio.

Llegamos así, al momento en el que el Señor va a llevar a cabo el milagro de la sanación de un sordomudo; y en esta ocasión, al realizar la narración de los hechos acaecidos, el evangelista san Marcos, respetó de nuevo en arameo, una palabra clave pronunciada por  del Señor en esta lengua, a través de la cual  realizó el prodigio.

Sucedió que al llegar a la región de Decápolis, le presentaron a una persona sorda y tartamuda para que lo curara poniendo sobre él su mano. Así narró san Marcos los hechos que acontecieron a continuación (Mc 7, 32-37):

 
 
"Y le presentan un sordo y tartamudo y le ruegan que ponga  sobre sobre él su mano / Y tomándole a parte lejos de la turba, introdujo sus dedos en las orejas del sordo y con su saliva tocó su lengua / y levantando sus ojos al cielo suspiró y le dijo: <Effatá> (esto es, *Ábrete*) / Y al punto se abrieron sus oídos, y se soltó la atadura de su lengua, y hablaba correctamente / Y les ordenó que a nadie lo dijesen; pero cuanto más se lo ordenaba, tanto más y más ellos lo divulgaban"


Y se asombraban sobremanera, diciendo: <Todo lo ha hecho bien, y hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
Jesús en esta ocasión utiliza para hacer este extraordinario milagro-signo un riguroso ceremonial, cuestión que algunos estudiosos de los Santos Evangelios han interpretado en el sentido de considerar que el Señor quiere preparar de esta forma a la persona en cuestión, que podría haber sido un pagano, para que en él se produzca <la fe previa al milagro>, por el solo contacto con su cuerpo humano-divino.

Así, por ejemplo, el Padre y Doctor de la Iglesia san Efrén de Siria (306-373), fundador de una escuela de teología que se distinguió por su gran calidad y altura de miras y que por tanto fue un gran defensor de la doctrina cristológica y trinitaria, al comentar este milagro del Señor se expresaba en los siguientes términos.

“La fuerza divina que el hombre no puede tocar, bajó, se envolvió con un cuerpo palpable para que los pobres pudieran tocarle, y tocando la humanidad de Cristo, percibieran su divinidad.

A través de unos dedos de carne, el sordomudo sintió que alguien tocaba sus orejas y su lengua. A través de unos dedos palpables percibió la divinidad intocable una vez rota la atadura de su lengua y cuando las puertas cerradas de sus orejas se abrieron.

 
 
Porque el arquitecto y artífice del cuerpo vino hasta él y, con una palabra suave (Effatá), creó sin dolor unos orificios en sus orejas sordas; fue entonces cuando también su boca cerrada hasta entonces incapaz de hacer surgir una sola palabra, dio al mundo la alabanza a Aquel que de  esta manera hizo que su esterilidad diera fruto…


Jesús hace desaparecer los defectos y resucita a los muertos a fin de que podamos reconocer que gracias a su cuerpo <en el que habita la plenitud de la divinidad>, los defectos de nuestra humanidad son suprimidos y la verdadera vida se da a los mortales por este cuerpo en el que habita la verdadera vida”

Hermosa interpretación del milagro-signo de Jesús debida a un hombre que habiendo tenido unos orígenes paganos, al encuentro con la palabra del Señor se convirtió al cristianismo dando tales frutos para la Iglesia que ésta le ha reconocido Padre y Doctor de la misma. Se enfrentó con valor a todas las sectas de su época que defendían doctrinas heréticas, dejando un legado escrito para la humanidad imponderable.

 Por su parte san Lorenzo de Brindisi (1559-1619), doctor de la Iglesia por el Papa Juan XXIII (1959), dejó también para la posteridad una homilía muy hermosa sobre este milagro del Señor de la que recogemos las siguientes palabras:

“Lo mismo que la ley divina dice, narrando la obra de la creación del mundo: Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno, así el evangelio, al narrar la obra de la redención y de la recreación, dice:<Todo lo ha hecho bien, ya que los árboles sanos dan frutos buenos y un árbol sano no puede dar frutos malos>…

Unamos hoy con sencillez nuestras voces a las de la santa multitud y digamos: <Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos>. En realidad, la muchedumbre dijo esto por inspiración del Espíritu Santo…

 
 
Éste es Dios que todo lo hizo bien: <Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos>, esto es, está investido de una fuerza y un poder divino” 


Más recientemente, también el Papa Benedicto XVI, al comentar este milagro del Señor en el Ángelus del domingo 6 de septiembre de 2012 decía lo siguiente:

“En el centro del Evangelio de este domingo hay una palabra, muy importante. Una palabra que <en un sentido profundo> resume todo el mensaje  y toda  la obra de Cristo.

El evangelista san Marcos la menciona en la misma lengua de Jesús, en la que Jesús la pronunció, y de esta manera la sentimos aún más viva. Esta palabra es <<Effetá>>, que significa <Ábrete>…

Aquel sordomudo, gracias a la intervención de Jesús, <se abrió>; antes estaba cerrado, aislado; para él era muy difícil comunicar; la curación fue para él una <apertura> a los demás y al mundo, una apertura que, partiendo de los órganos del oído y de la palabra, involucraba toda su persona y su vida: por fin podía comunicar y, por tanto, relacionarse de nuevo”

<Effetá>, que palabra más hermosa en boca de Nuestro Señor Jesucristo, sí, el desea que nos abramos a Él, que escuchemos su mensaje de amor y lleno de buena voluntad hacia el hombre y, ¿cómo responde el hombre a esta palabra?... 

Desde luego, que  no siempre, como lo hizo el sordomudo del milagro; no, el hombre hace tiempo que se ha dejado arrastrar por  falsos dioses, insignificantes y mentirosos…

Ciertamente, son tantas las acometidas violentas del maligno, que  cuesta mucho superarlas, pero eso no quiere decir que el género humano esté justificado  por ello. Lucifer y sus acólitos, siempre están atentos a nuestras debilidades, debemos estar, por tanto, en guardia y recordar aquellas palabras tan sensatas y verdaderas del Señor (Mt 10, 28):

<No temáis a los que matan el cuerpo, pero el alma no la pueden matar; sino temed más bien al que puede arruinar alma y cuerpo en la gehena>.

 
 
Así es, estos son los verdaderos enemigos del hombre y por eso deberíamos siempre operar como lo hizo en su día el ciego de Jericó, deberíamos decir a Cristo: <Rabbuní, que yo recobre la vista>


Sí, que yo descubra cada día en los mensajes que constantemente recibo a través de tantos medios, al alcance del enemigo común, aquellos que pueden afectar a mi alma y ponen en peligro su salvación.

En efecto, sucedió que Jesús anunció por segunda vez su próxima Pasión, Muerte y Resurrección, cuando atravesaba Galilea en dirección a Cafarnaún, aunque aún no quería dar mucha publicidad a temas que tan radicalmente le concernían, porque todavía iba instruyendo a sus discípulos; él les dijo (Mc 9, 31): “El Hijo del hombre a va ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán, y después de muerto resucitará a los tres días”

Esto era lo que iba a hacer Él, al someterse a su Pasión y Muerte, cuando llegaran a Jerusalén, pero antes de llegar y tras varios importantes acontecimientos, entre los que cabe destacar la bendición de los niños y la increíble petición de los hijos de Zebedeo, realizó un nuevo milagro-signo, concretamente en Jericó curó a un hombre ciego llamado Bartimeo.

 
 
 
 
Los hechos ocurridos fuero descritos por el evangelista san Marcos con gran detalle, conservando además, el apelativo dado por el ciego a Jesús en la lengua original en la que hablaban los protagonistas del acontecimiento, el arameo (Mc 10, 46-52):


“Llegan a Jericó. Y cuando salían de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, un ciego, Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al lado del camino pidiendo limosna/ Y al oír que era Jesús Nazareno, comenzó a decir a gritos: ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!/ Y muchos le reprendían para que se callara. Pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten piedad de mí!/ Se paró Jesús y dijo: <Llamadle>. Llamaron al ciego diciéndole: ¡Animo!, levántate, te llama/ El, arrojando su manto, dio un salto y se acercó a Jesús/ Jesús le preguntó: < ¿Qué quieres que te haga?>. Rabboni, que vea, le respondió el ciego/ Entonces dijo Jesús: <Anda, tu fe te ha salvado>. Y al instante recobró la vista. Y le seguía por el camino”

De nuevo en esta ocasión se presenta la necesidad de una fe previa de la persona que solicita el favor de Jesús, pero una fe total, una fe que lleva al ciego a pedirle al Señor que le cure con la seguridad absoluta de que él puede conseguir que este milagro se produzca; él le llama <Rabboni> que quiere decir <Mi gran Maestro>…

Después cuando se ha producido, él sigue a Jesús, ya es un discípulo más del Señor en su caminar hacia la ciudad Santa, donde en breve tendrán lugar los terribles acontecimientos a los que Jesús va a someterse por mandato del Padre y amor a la humanidad. En este sentido el Papa Benedicto XVI en el Ángelus del domingo 29 de octubre de 2006 nos recordaba que:

“Este relato, en sus aspectos fundamentales, evoca el itinerario del catecúmeno hacia el sacramento del Bautismo, que en la Iglesia antigua se llamaba también <Iluminación>.

La fe es un camino de iluminación: parte de la humildad de reconocerse necesitados de salvación y llega al encuentro personal con Cristo, que llama a seguirlo por la senda del amor. Según este modelo se presentan en la Iglesia los itinerarios de iniciación cristiana, que preparan para los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. En los lugares de la antigua evangelización, donde se suele bautizar a los niños, se proponen a los jóvenes y a los adultos experiencias de catequesis y espiritualidad que permiten recorrer un camino de redescubrimiento de la fe de modo maduro y consciente, para asumir luego un compromiso coherente de testimonio.

¡Cuán importante es la labor que realizan en este campo los pastores y  los catequistas!

El redescubrimiento del valor de su Bautismo es la base del compromiso misionero de todo cristiano, porque como vemos en el Evangelio, quien se deja cautivar por Cristo no tiene más remedio que testimoniar la alegría de seguir sus pasos”

 


 

 

 

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