El ángel antes de llamarla María, la llama <llena de gracia> y
así revela el nombre nuevo que Dios le ha dado y que le conviene más que el que
le dieron sus padres. También nosotros la llamamos así, en cada Ave María.
¿Qué quiere decir llena de gracia? Que María está llena de la presencia
de Dios. Y si está completamente habitada por Dios, no hay lugar en Ella para
el pecado. Es una cosa extraordinaria, porque todo el mundo, desgraciadamente,
está contaminado por el mal. Cada uno de nosotros, mirando dentro de sí, ve
algunos lados oscuros.
También los santos más grandes eran pecadores y todas las realidades,
incluso las más bellas, están tocadas por el mal: Todas, menos María. Ella es el único <oasis siempre verde> de la humanidad, la única
incontaminada, creada inmaculada para acoger plenamente, con su <sí> a
Dios que venía al mundo y comenzar así una historia nueva.
Cada vez que la reconocemos <llena de gracia>, le hacemos el
cumplido más grande, el mismo que le hizo Dios. Un hermoso cumplido para una
señora es decirle con amabilidad, que parece joven. Cuando le decimos a María
<llena de gracia>, en cierto sentido también le decimos eso, a nivel más
alto.
En efecto, la reconocemos siempre joven, nunca envejecida por el
pecado. El pecado envejece porque esclerotiza el corazón. Lo cierra, lo vuelve
inerte, hace que se marchite. Pero la <llena de gracia> está vacía de
pecado, es siempre joven…”
Extraordinario razonamiento de nuestro Papa Francisco que con sencillas
palabras nos hace ver y entender mejor el concepto de <llena de gracia>,
que los cristianos sólo aplicamos a la Virgen María, siguiendo el ejemplo
del Arcángel san Gabriel.
Sí, es cierto que el pecado envejece, cuantas veces podemos observar en la vida diaria el envejecimiento prematuro en personas que viven totalmente apartadas de Dios y es que como seguía recordando el Papa Francisco, la Virgen María es más joven que el pecado, es la más joven del género humano (Ibid):
María solía escuchar a Dios y transcurrir su tiempo con Él. Las
Palabras de Dios eran su secreto: Cercana a su corazón, se hizo carne luego en
su seno. Permaneciendo con Dios, dialogando con Él en toda circunstancia, María
hizo bella su vida. No la apariencia, no lo que pasa, sino el corazón tendido
hacia Dios hace bella la vida.
Miremos hoy con alegría a la <llena de gracia>. Pidámosle que nos
ayude a permanecer jóvenes, diciendo <no> al pecado, y a vivir una vida bella diciendo <sí> a
Dios”
Consejos maravillosos de nuestro actual Pontífice que no deberíamos
echar en <saco roto> y practicar con asiduidad porque todo lo que dice se
ve constantemente reflejado en nuestro vivir diario y en el del resto de la
sociedad, cada vez más paganizada y apartada de Dios…
Todos los Papas, a lo largo de los últimos siglos, se han manifestado
sobre este dogma de la Iglesia aplicado a la Virgen María y han hecho
maravillosas reflexiones sobre el mismo. Además del relato lucano de la Anunciación, la Tradición y el Magisterio han considerado el así llamado Proto-Evangelio (Gen 3,15) como una fuente más de la Sagradas Escrituras, sobre la verdad de la Inmaculada Concepción de María. Ese texto, a partir de la antigua versión latina: <Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te herirá en la cabeza, mientras tú le herirás en el talón>, ha inspirado muchas representaciones de la Inmaculada que aplasta a la serpiente bajo sus pies”
Recordemos que la traducción, a partir de la antigua versión latina
anteriormente mencionada, no corresponde realmente con el texto hebraico, en el
que quien pisa la cabeza de la serpiente no es la mujer, sino su linaje, su
descendiente. Esto quiere decir que dicho texto no atribuye a María su victoria
sobre Satanás, sino a su Hijo. Por eso sigue diciendo el Papa Juan Pablo II
(Ibid):
“Dado que la concepción bíblica establece una profunda solidaridad
entre el progenitor y la descendencia, es coherente con el sentido original del
pasaje la representación de la Inmaculada que aplasta a la serpiente, no por
virtud propia sino de la gracia del Hijo.
En el mismo texto bíblico, además, se proclama la enemistad entre la
mujer y su linaje, por una parte, y la serpiente y su descendencia, por otra.
Se trata de una hostilidad expresamente establecida por Dios, que cobra un
relieve singular si consideramos la cuestión de la santidad personal de la
Virgen.
Para ser la enemiga irreconciliable de la serpiente y de su linaje, María debía estar exenta de todo dominio del pecado. Y esto desde el primer momento de su existencia…
La absoluta enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio
exige, por tanto, en María la Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia
total de pecado, ya desde el inicio de su vida.
El Hijo de María obtuvo la victoria definitiva sobre Satanás e hizo
beneficiaria anticipadamente a su Madre, preservándola del pecado. Como
consecuencia, el Hijo le concedió el poder de resistir al demonio, realizando
así en el misterio de la Inmaculada Concepción el más notable efecto de su obra
redentora”
“¡Cuán grande es el misterio de la Inmaculada Concepción, que nos
presenta la liturgia de hoy!
Un misterio que no cesa de atraer la <contemplación de los creyentes
e inspira la reflexión de los teólogos>. El tema del Congreso que acabo de
recordar <María de Nazaret acoge al Hijo de Dios en la historia>, ha
favorecido una profundización de la doctrina de la concepción inmaculada de
María como presupuesto para la acogida en su seno virginal del Verbo de Dios
encarnado, Salvador del género humano…
El Padre la eligió en Cristo antes de la creación del mundo, para que
fuera santa e inmaculada ante él por el amor, predestinándola como primicia a
la adopción filial por obra de Jesucristo (Ef 1, 4-5).
En previsión de la muerte salvífica de Él, María, su Madre, fue preservada del pecado original y de todo pecado. En la victoria del nuevo Adán está también la de la nueva Eva, madre de los redimidos. Así, la Inmaculada es signo de esperanza para todos los vivientes, que han vencido a Satanás en virtud de la sangre del Cordero (Ap 12, 11)”
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