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martes, 11 de agosto de 2020

LA IGLESIA NO ES OTRA COSA QUE LA FAMILIA DE DIOS









COMO PODEMOS LEER EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA: “Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Familia Sagrada de José y María. La Iglesia no es otra cosa que la familia de Dios" (nº1655) "Desde sus orígenes, el núcleo de Iglesia estaba a menudo constituido por los que con toda su casa, habían llegado a ser creyentes. Cuando se convertían deseaban también que se salvase toda su casa. Estas familias convertidas eran islotes de vida cristiana en un mundo no creyente” (nº1656) *********************************************************************************************************************** En nuestros días, en un mundo fuertemente extraño e incluso muchas veces, hostil a la Iglesia, las familias creyentes tienen una importancia primordial, como faros en la oscuridad, alumbrando el camino que Jesús nos marcó. En este sentido, el Papa Juan Pablo II, gran propagador de las enseñanzas del Concilio Vaticano II, y al que se debe la aprobación y la orden de publicación del correspondiente Catecismo de la Iglesia Católica, destacó la importancia de la herencia familiar. En efecto, a los siete años de su Pontificado, escribió una carta a todos los jóvenes del mundo, con ocasión del Año Internacional de la Juventud, donde destacaba la importancia de la herencia familiar (Carta a la juventud de Juan Pablo II dada en Roma el 31 de mayo de 1985): “La historia de la humanidad pasa desde el comienzo, y pasará hasta el final, a través de la familia. El ser humano forma parte de ella mediante el nacimiento que debe a sus padres: al padre y a la madre, para dejar en el momento oportuno este primer ambiente de vida y amor y pasar a otro nuevo. Al dejar al padre y a la madre cada uno y cada una de vosotros contemporáneamente, en cierto sentido, lleva dentro con sigo, asume, la herencia múltiple, que tiene su comienzo directo y su fuente en ellos y en su familia. De este modo, aun marchando, cada uno de vosotros permanece; la herencia que asume lo vincula establemente con aquellos que se la han transmitido y a los que debe tanto….La herencia familiar se extiende de este modo, y a través de la educación familiar participáis también en la historia de vuestro pueblo o nación”************************************** Sin duda la Iglesia Católica, iluminada por la fe, siente la necesidad perenne de anunciar el Evangelio, en particular a aquellos hombres y mujeres que tienen vocación para formar una familia porque en un mundo en el que el paganismo amenaza con ser cada vez más intenso y profundo, es necesario proclamarlo, es preciso y vital una Nueva Evangelización, que reconduzca, a la sociedad hacia la verdadera y única liberación, como han asegurado, durante los últimos siglos, los representes de Cristo sobre la tierra. Por otra parte, la Iglesia debe recordar a los jóvenes cuya vocación es formar una familia cristiana que: “Remontarse al principio del gesto creador de Dios es una necesidad para ella, si quiere conocerse y realizarse según la verdad interior no sólo de su ser, sino también de su actuación histórica” (Carta Apostólica del Papa Juan Pablo II, Familiaris Consortio 1981) ************************************* Son palabras importantes de un Papa santo, que sin duda, hizo reflexionar a la humanidad sobre el papel fundamental de la familia, en aquellos momentos de la historia, que ya pertenecen al siglo pasado, pero que siguen teniendo total vigencia en el siglo actual, si cabe en mayor medida. Este Pontífice fue un gran intercesor y paladín de la familia; había recibido un hermoso ejemplo sin duda, de la suya propia, y lo demostró constantemente a través de sus Cartas, Homilías, Catequesis y un largo etc. Así, por ejemplo, en el año 1994, estando ya muy cercano un nuevo siglo, pronunciaba palabras, llenas de sabiduría y afecto, dirigidas a las familias durante la celebración de la fiesta de la Presentación del Señor: “Entre los numerosos caminos para la Iglesia de Cristo, la familia es el primero y el más importante…Cuando falta la familia, se crea en la persona que viene al mundo una carencia preocupante y dolorosa que pesará posteriormente durante toda la vida. La Iglesia, con afectuosa solicitud está junto a quienes viven semejante situaciones, porque conoce bien el papel fundamental que la familia está llamada a desempeñar. Sabe, además, que normalmente, el hombre sale de la familia para realizar, a su vez, la propia vocación de vida en un nuevo núcleo familiar”************************************************************************************************************* Vivir dentro de una familia propia, es importante para los niños y por eso, la familia es la roca sobre la que se forma y sostiene la sociedad humana y así, cuando la roca, no es tal roca, sino que está constituida por una montaña de arena, finalmente ésta se desmoronará, se vendrá abajo, causando con ello un gran daño, no sólo a los hijos, sino a los padres y al resto del entorno familiar… Ciertamente este es un tema que preocupa enormemente a la Iglesia desde hace muchos siglos, durante los cuales se ha ido fraguando el derrumbamiento de las bases que sustentan la familia: amor, templanza, paciencia, comprensión y sobre todo sentido moral y cristiano de la vida******************************************************************************************************************* Como antes hemos recordado, en los últimos siglos la evolución de la sociedad ha tendido hacia un comportamiento paganizado. Se puede observar en muchos aspectos de la vida diaria, tanto en el campo de las costumbres cotidianas, como en el mundo de la moda o de la recreación y con ello la sociedad se va alejando cada vez más de Dios. Estos síntomas ya fueron observados a comienzos del siglo pasado por hombres juiciosos e insignes como el premio Nobel de la literatura, D. Jacinto Benavente, el cual en su obra de teatro -Cuando los hijos de Eva no son de Adán- estrenada el año 1931, hacia hablar así, a un padre desconsolado por el rumbo que había tomado su familia: “Hemos sido superiores a todos. Hemos vivido libremente. Ni religión, ni moral, ni preocupaciones sociales, ni matrimonio, ni familia, ni siquiera un hogar. Nuestros hijos entre extraños, y extraños entre ellos… Quizás nos hemos anticipado a lo que quiere ser la humanidad futura, y quizás hemos vuelto a lo que era la humanidad en la antigüedad… ¿Por qué no ha de serlo al fin del mundo, que se muere de viejo y de podrido…? Un mundo que se ha olvidado de Dios…como nosotros lo hemos olvidado ¿Pensamos en Él nunca? ¿Nos ha importado nunca ninguna ley divina ni humana? Hemos vivido libremente, libremente…”*********************************************************************************************************** Ya a principios del siglo pasado, el divorcio era una cosa relativamente frecuente entre las parejas aún católicas y la infidelidad matrimonial, era considerada como algo inevitable y en muchos casos hasta deseable, normalmente en los ambientes sociales más refinados y pudientes. El modernismo había calado hondo a todos los niveles sociales, tal como habían denunciado con anterioridad todos los Pontífices de la Iglesia católica. A finales de siglo XX, el Papa san Juan Pablo II entristecido por los problemas de las familias, como consecuencia de estos y otros hechos acecidos durante el mismo, se expresaba en los siguientes términos (Carta Apostólica, dada en Roma el 31 de marzo de 1985): “Hoy en día los principios de la moral cristiana matrimonial son presentados de un modo desfigurado en muchos ambientes. Se intenta importar a ambientes y hasta sociedades enteras, un modelo que se autoproclama progresista y moderno.No se advierte entonces que en este modelo el ser humano, y sobre todo, quizás la mujer, es transformado de sujeto en objeto (objeto de manipulación específica), y todo el gran contenido del amor es reducido a mero placer, el cual, aunque toque ambas partes, no deja de ser egoísta en su esencia. Finalmente, el niño, que es fruto y encarnación nueva del amor de los dos, se convierte cada vez más en una añadidura fastidiosa. La civilización materialista y consumista penetra en este maravilloso conjunto conyugal-paterno y materno, y lo despoja de aquel contenido profundamente humano que desde el principio llevó una señal y un reflejo divino”************************************************************************* Preocupación extrema era para este Papa en una sociedad tan materialista el tema de la defensa de cualquier vida, y particularmente la del niño no nacido (Cruzando el umbral de la Esperanza. Ed. Círculo de lectores): “La cuestión del niño concebido y no nacido es un problema especialmente delicado, y sin embargo claro. La legalización de la interrupción del embarazo no es otra cosa que la autorización dada al hombre adulto -con el aval de una ley instituida- para privar de la vida al hombre no nacido y, por eso, incapaz de defenderse. Es difícil poder pensar en una situación más injusta, es de verdad difícil poder hablar aquí de obsesión, desde el momento en que entra en juego un fundamental imperativo de toda conciencia recta: la defensa del derecho de la vida de un ser inocente e inerme. Con frecuencia se presenta la cuestión como derecho de la mujer a una libre elección frente a la vida que ya existe en ella, que ella ya lleva en su seno: la mujer tendría el derecho a elegir entre dar la vida y quitar la vida al niño concebido. Cualquiera puede ver que esta es una alternativa aparente. No se puede hablar de derecho a elegir cuando lo que está en cuestión es un evidente mal moral, cuando se trata simplemente del mandamiento de ¡No matar!”************************************ Los hombres de buena voluntad saben que este mandamiento dado por Dios, impreso en lo más profundo de sus corazones, no prevé excepción alguna, sabe, que un niño concebido en el seno de la madre jamás es un agresor injusto, es por el contrario un ser indefenso que espera ser acogido con amor en el seno de una familia. Familia, que Nuestro Señor Jesucristo ha elevado a niveles extraordinarios, viniendo a nacer y crecer en el seno de una de ellas, la familia de Nazaret. Sin embargo, algunos hombres y mujeres inducidos, por las dificultades económicas, por un afán de modernismo mal entendido, o lo que es peor, por una escucha indebida del padre de la mentira, Satanás, han sido avocados a utilizar leyes que justifican comportamientos malvados con los niños concebidos en el seno de su madre, y que son ya hombres o mujeres en toda la extensión de la palabra, como prueban las técnicas más modernas de análisis que ya se utilizan por los médicos para hacer el seguimiento del embarazo de la mujer****************************************************************************************************************** Todo lo relacionado con este tema supone un gran dolor para las familias cristianas y es que: “La Revelación cristiana conoce dos modos específicos de realizar integralmente la vocación de la persona humana al amor: el matrimonio y la virginidad. Tanto el uno como el otro, en su forma propia, son una caracterización de la verdad más profunda del hombre, de su ser imagen de Dios. En consecuencia, la sexualidad, mediante la cual el hombre y la mujer se dan uno al otro con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano solamente cuando es parte integral del amor con que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte. La donación física total sería un engaño si no fuese signo y fruto de una donación en la que está presente toda la persona, incluso en su dimensión temporal; si La persona se reserva algo a la posibilidad de decidir de otra manera en el futuro, ya no se donaría totalmente. Esta totalidad exigida por el amor conyugal, corresponde también con las exigencias de una fecundidad responsable, la cual, orientada a engendrar una persona humana, supera por su naturaleza el orden puramente biológico y toca una serie de valores personales, para cuyo crecimiento armonioso es necesaria la contribución perdurable y concorde de los padre************************************************************************************* La institución matrimonial no es una injerencia indebida de la sociedad o de la autoridad, ni la imposición intrínseca de una forma, sino una exigencia interior del pacto conyugal (entre hombre y mujer) que se confirma públicamente como único y exclusivo, para que sea vivida así la plena fidelidad al designio de Dios Creador. Esta fidelidad lejos de rebajar la libertad de la persona, la defiende contra el subjetivismo y el realismo, y la hace partícipe de la sabiduría creadora” (Exhortación Apostólica, Familiaris Consortio; Papa Juan Pablo II. Dada en Roma el 22 de noviembre, solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, del año 1981).Verdaderamente el Papa san Juan Pablo II ha sido uno de los Pontífices de la Iglesia católica que mejor han analizado la problemática del ataque sistemático por las fuerzas del mal al sagrado Sacramento del matrimonio y por tanto a la familia, tratando de desprestigiar, si pudieran, ambas instituciones de Cristo. La Iglesia católica consciente de que el matrimonio y la familia son valores muy importantes de la humanidad quiere hacer sentir su voz y ofrecer su ayuda a todo aquel que conociendo ya el valor del matrimonio y de la familia trata de vivirlo fielmente, busca la verdad, y a todo aquel que se ve injustamente impedido para vivir con libertad el proyecto familiar. Sosteniendo a los primeros, iluminando a los segundos y ayudando a los demás, la Iglesia ofrece su servicio a todo hombre preocupado por los destinos del matrimonio y de la familia (Con. Ecuménico Vaticano II. Gaudium et Spes, 52) *************************************************************************** El Papa Benedicto XVI comparte con su querido predecesor en la Silla de Pedro, Juan Pablo II, el amor y el interés por la familia, así como por el Sacramento del Matrimonio, demostrándolo en distintas ocasiones en sus escritos, homilías, catequesis, etc. En una ocasión respondió a una pregunta en este sentido, recogida en el capítulo III del libro:El amor se aprende. Las etapas de la familia. Romana Editorial, S.L. 2012: “La mayoría de los jóvenes dudan hoy en día entre contraer matrimonio o convivir al margen de rígidos vínculos jurídicos. A nivel estatal, se advierten tendencias a equiparar las uniones de hecho y la relación de pareja homosexual, al matrimonio. Es necesario, por tanto, preguntarse: ¿Por qué tiene que ser el matrimonio la única forma aceptable de unión entre dos personas?...Cuando dos personas se entregan mutuamente y, juntas, dan vida a los hijos, también ahí se implica lo sagrado, el misterio del ser humano, que va mucho más allá del derecho a disponer de uno mismo. En cada ser humano está presente el misterio divino. Por eso la unión entre hombre y mujer desemboca de forma natural en lo religioso, en lo sagrado, en la responsabilidad asumida ante Dios… Por eso, cualquier otra forma de unión es una vía de escape con la que esquivar la propia responsabilidad frente al otro y frente al misterio de su persona, introduciendo una labilidad que acarreará sus propias consecuencias. Muy diversa es la cuestión de las relaciones por parte de parejas homosexuales. Pienso que cuando en un matrimonio, en una familia, ya no cuenta que el fundamento sea un hombre y una mujer, sino que se equipara la homosexualidad a esa relación, se está hiriendo gravemente la tipología básica que configura la estructura de la naturaleza humana. Por esta vía cualquier sociedad está llamada a encontrarse con graves problemas”************************************************************************************************************* Podríamos preguntarnos ¿Cuáles pueden ser las causas de estos graves problemas que nos anunciaba el Papa? La respuesta no parece sencilla porque son muchas y numerosas las constatables en este momento de la historia del hombre. Muchos matrimonios, acosados por dificultades económicas o de otro tipo, han decidido conformarse con un bajo número de hijos. Al fin y al cabo, aunque ésta no es la solución ideal para países con bajo índice de natalidad, no puede decirse que al menos no exista buena voluntad en estos matrimonios por crear una familia en toda la extensión de la palabra. En cambio, ya es otra cosa cuando ni siquiera está en la intención de los conyugues, sacrificarse un poco, en aras del nacimiento de unos hijos. Por otra parte, la influencia ejercida por ejemplos de vida, que constantemente se muestran, con gran entusiasmo, en la prensa llamada del corazón, hacen aparecer el matrimonio como algo muy lábil y necesariamente agotado al cabo de un tiempo más o menos corto, ello, unido al ansia de liberación del hombre y de la mujer en los tiempos de modernidad que corren, hacen preguntarse a muchos jóvenes y no tan jóvenes con frecuencia: ¿Por qué el Sacramento del matrimonio tiene que implicar la permanente unión, hasta la muerte? A esta pregunta respondió en su momento magníficamente el Papa Benedicto XVI en el libro mencionado anteriormente (Ibid): La dignidad del ser humano tan solo viene plenamente respetada a condición de hacer de sí mismo un don total, sin reservarse el derecho a poner en discusión ese don ni a revocarlo. El Sacramento del matrimonio no es un contrato temporal, sino un ceder incondicionalmente el propio "yo" a un "tú".



                                                                  

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