La respuesta a esta pregunta realizada al Papa san Juan Pablo II por parte de alguien verdaderamente inquieto por obtener una respuesta de él, en cierta medida, estaba ya presente, según el Papa, en el deseo del Patriarca Moisés de ver a Dios <cara a cara>, deseo al que el Creador respondió presentándole <su espalda>, tal como podemos leer en el libro del Éxodo (Antiguo Testamento) (33, 18-23):
“Entonces dijo Moisés: Déjame ver
tu gloria / El Señor le respondió:
<Yo mismo haré pasar delante de ti, todo mi esplendor y delante de ti,
pronunciaré el nombre del Señor. Yo protejo a quien quiero y tengo compasión de
quien me place / sin embargo, no podrás ver mi cara, porque quien la ve no
sigue vivo / El Señor añadió: Ahí tienes un sitio junto a mí, puedes ponerte
sobre la roca / cuando pase mi gloria,
te meteré en una hendidura de la roca y te cubriré con la palma de mi
mano hasta que yo haya pasado / y cuando retire mi mano, me veras de espaldas
porque de frente no se me puede ver>”
¿No está aquí indicado el conocimiento de Dios a través de la creación? Preguntaba Juan Pablo II al periodista que le había interrogado sobre llegar a la convicción de que Dios existe; luego seguía con su disertación sobre el tema diciendo (Ibid): “Cuando usted me ha hablado del juego de Dios al esconderse así del hombre, me recuerda las palabras de los Proverbios (Antiguo Testamento), que presenta la sabiduría ocupada en <recrearse con los hijos de los hombres por el orbe de la tierra> (Prov 8,31) ¿No significa esto que la Sabiduría de Dios se da a las criaturas, pero, al mismo tiempo, no desvela del todo su misterio?
Sí, como también aseguraba el
Papa en esta ocasión, la auto-revelación
de Dios se actualiza solamente y en concreto, en su <humanizarse>. Y en
este sentido, la siempre clásica
tentación de los seres humanos, es hacer
<reducción de lo que es divino a lo
que es humano>. Por eso, san Pablo
hablaba a los corintios, con cierta acritud en su segunda carta, ante la
ingratitud de aquellos, al manipular el mensaje evangelizador de Cristo en
contra de sus enseñanzas, recordando les sus trabajos y esfuerzos como apóstol
del Señor, para conseguir la conversión de aquel pueblo tan querido por él (2
Co 11, 16-23):
“Lo que hago lo seguiré haciendo, para cortar de raíz todo pretexto a los que buscan pretextos, con el objeto de aparecer iguales a nosotros en aquello de que blasonan / Porque esos tales son pseudo-apóstoles, obreros tramposos, que se transfiguran en apóstoles de Cristo / Y no es maravilla, ya que el mismo Satanás se transfigura en ángel de luz / No es mucho, pues, que también sus ministros se transfiguren cual ministros de la justicia, cuyo remate será conforme a sus obras /
Otra vez lo diré: que nadie me
tome por hombre sin juicio; pero si no, aunque sea como hombre sin juicio,
atendedme, para que también yo pueda
jactarme un poquillo / Lo que yo hable, lo
hablo según el Señor, sino como perdido el juicio en este punto de la
jactancia / Pues que muchos se glorían según la carne, también yo me gloriaré /
Porque con gusto soportáis a los necios por lo mismo que sois cuerdos / Porque
soportáis si uno os esclaviza, si uno os devora la hacienda, si uno os
defrauda, si uno os engríe, si uno os hiere en el rostro / Para sonrojo lo
digo: como que nosotros hemos sido apocados. En lo que alguien se atreva,
desatinando lo digo, me atrevo también yo / ¿Hebreos son? También yo. ¿Israelitas
son? También yo. ¿Linaje de Abrahán son? También yo / ¿Ministros de Cristo son?
(Delirando hablo) Más yo: en trabajos, más; en golpes, mucho más; en peligros
de muerte, muchas veces…”
Sigue en su carta san Pablo desgranando todos los trabajos y dificultades por él sufridas para hacerles ver, a aquella grey obtusa y desagradecida, lo que significaba <reducir lo que es divino a lo que es humano>, que en definitiva era lo que hacían los falsos apóstoles a los que habían escuchado en su ausencia…
Si nos paramos a pensar, todo esto, parece hasta demasiado para la mentalidad del hombre, que solo por el don de la fe puede llegar a aceptarlo. Y es que, Cristo Hijo único de Dios y verdadero Dios, es único, no puede compararse con nadie… Sin embargo el hombre en su debilidad muchas veces es incapaz de asumir la grandeza, la inmensidad divina, por eso los mismos apóstoles y más concretamente Felipe le hizo esta petición al Señor, próxima ya su Pasión y Muerte (Jn 14, 8): Señor muéstranos al Padre eso nos basta. A lo que Jesús respondió (Jn 14, 9-11):
“Llevo tanto tiempo con vosotros,
¿y aún no me conoces, Felipe? El que me ve a mí, ve a mi Padre. ¿Cómo me pides
que os muestre al Padre? / ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?
Lo que os digo no son palabras mías. Es el Padre, que vive en mí, el que está
realizando su obra / Debéis creerme cuando afirmo que yo estoy en el Padre y el
Padre está en mí; si no creéis en mis palabras, creed al menos en las obras que
hago”
Un excelente razonamiento de este
Papa santo que nos lleva a la conclusión de que lo primero y principal para
<llegar a Dios en el silencio del mundo>, es conseguir que los seres
humanos acepten finalmente de buen grado que Cristo es el Hijo único de Dios y
Dios verdadero… En definitiva, es necesario que los seres humanos crean, que el Dios
que se ha hecho visible en la figura de
su Hijo, ha venido a este mundo para traer la <Buena nueva> al hombre, la
<Buena nueva de la salvación> y la esperanza de alcanzar una <Vida
eterna>; ello será posibles cuando
pase esta breve estancia por el mundo, siempre que cumpla las <Leyes
divinas>.
A nosotros queridos hermanos, nos toca hoy seguir el ejemplo de los apóstoles, conociendo al Señor cada día más y dando un testimonio claro y valiente de los Evangelios. No hay mayor tesoro que podamos ofrecer a nuestros contemporáneos, Así, imitaremos también a san Pablo que, en medio de tantas tribulaciones, naufragios y soledades proclamaba exultante (2 Co 4, 7): <Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro para que se vea que esa fuerza tan extraordinaria es Dios y no proviene de nosotros>”
Se refiere el Papa Benedicto XVI en su libro, a aquellas palabras de san Pablo pronunciadas con objeto de explicar su proceder, a los feligreses de la Iglesia de Corinto que en aquellos momentos se encontraban bajo la acción de los enemigos del apóstol y negaban el Mensaje de Jesús (2 Co 4, 2-7):
“Desechamos los tapujos de la
ruindad, no procediendo con astucia ni falsificando la palabra de Dios, sino
con la manifestación de la verdad, recomendándonos a nosotros mismos ante toda
conciencia de hombres en el acatamiento de Dios / Que si todavía queda velado
nuestro Evangelio, para los que perecen esta velado / para los incrédulos,
cuyas inteligencias cegó el dios de este siglo, para que no columbrasen la
esplendorosa irradiación del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de
Dios /
Porque no nos predicamos a
nosotros mismos, sino a Jesucristo; que a nosotros mismos nos consideramos como
esclavos vuestros por causa de Jesús / Porque Dios, que dijo: <Del seno de
las tinieblas fulgurará la luz>, es quien la hizo fulgurar en nuestros
corazones, para que irradiásemos el conocimiento de la gloria de Dios, que
reverbera en la faz de Cristo Jesús / MÁS TENEMOS ESTE TESORO EN VASOS TERRIZOS
PARA QUE LA SOBREPUJANZA DE LA FUERZA SE MUESTRE SER DE DIOS, QUE NO DE
NOSOSTROS”
Y es que Cristo además de
dejarnos su Palabra, realizó numerosos milagros, como el de las bodas de Caná,
avalando con ello, aún más, su origen Divino. Sin embargo en un mundo tan
paganizado como el actual en el que los milagros dejan indiferentes a tanta
gente, existe una dificultad creciente en hacer comprender que los milagros
existen realmente y son signos del amor de Dios y de su poder infinito sobre
todas las cosas.
“Jesús no es alguien que haya
regresado a la vida biológica nuevamente y que después, según las leyes
biológicas, deba morir nuevamente cualquier otro día (así sucedió en el caso
del milagro de la resurrección de sus amigo Lázaro). Por otra parte, Jesús no
es un fantasma, un <espíritu>. Esto significa que no es uno que en
realidad, pertenece al mundo de los muertos, aunque estos puedan de algún modo
manifestarse en el mundo de la vida.
El Papa Benedicto XVI nos lleva con este razonamiento a considerar la posibilidad de que el hombre sea capaz de llegar a Dios en el silencio del mundo. Así sucedió en el caso de los apóstoles los cuales tuvieron ocasión de experimentar en sus propias personas lo que significaba estar en presencia de un fenómeno nuevo y totalmente inesperado como fue la Resurrección de Jesús. Sí, porque como sigue razonando el Papa Benedicto XVI (Ibid):
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