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sábado, 4 de julio de 2015

LA PREDICACION DE LA BUENA NUEVA







"Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura" (Mc 16, 15)

Con esta recomendación final, Jesucristo, se despidió de sus Apóstoles, tras su paso sobre la tierra, antes de dirigirse hacia su Padre Celestial y con ella demostraba, el enorme interés, que tenía en que se continuara con la labor evangelizadora que Él había traído a este mundo, es decir, su deseo salvador de que sus Apóstoles y todos aquellos que aceptaran su mensaje, continuaran predicando la <Buena Nueva> , la cual había sido vaticinada por los profetas (Antiguo Testamento).
                                 
Por este motivo, todos los cristianos, estamos llamados a una constante labor evangelizadora a lo largo de los siglos desde la llegada al mundo de nuestro Señor Jesucristo.

Ya lo dijo San Pablo (I Corintios 9,16): ¡Ay de  mí si no predicase el evangelio!
La evangelización llevada a cabo por los Apóstoles, puso sin duda los fundamentos para la construcción del edificio espiritual de la Iglesia, convirtiéndose en el germen y el modelo válido para cualquier época según el Papa Juan Pablo II  (Cruzando el umbral de la esperanza. El reto de la evangelización)

Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, es el fundador de la Iglesia para perpetuar hasta la Parusía su obra de salvación mediante una Nueva Alianza con los hombres y después de su Resurrección, acabó de instaurarla, poniendo a la cabeza de la misma al Apóstol  San Pedro.



La promulgación de la Iglesia aconteció poco después, en la celebración de Pentecostés (hacia el año 30 d.C. ) cuando el Espíritu Santo desciende en forma de lenguas de fuego, sobre los discípulos y la Virgen María, retirados en el Cenáculo de Jerusalén, desde la Ascensión del Señor a los cielos.

Los Apóstoles son los hombres elegidos por Jesucristo para continuar su evangelización y a los que en varias ocasiones les dijo: ¡No tengáis miedo! Y no fue casualidad que el Señor eligiera a sus primeros seguidores, entre las gentes humildes dedicadas a la pesca en el mar de Galilea, pues sabido es el carácter paciente de los hombres del mar, acostumbrados por otra parte, a la soledad y a la vida dura de su profesión. Ellos no tuvieron miedo, desde la llegada del Espíritu Santo a sus vidas, de llevar las enseñanzas de su Maestro a todos los hombres que las quisieran  escuchar poniendo en ello todo su empeño y la propia existencia.

A estos primeros hombres les siguieron otros muchos a lo largo de la Historia de la humanidad y hasta nuestros días, donde como nos dijo S.S Juan Pablo II se da una clara necesidad de una  nueva evangelización (Cruzando el umbral de la esperanza, 18. El reto de una nueva evangelización):
"Hoy se da, pues, la clara necesidad de una nueva evangelización. Existe la necesidad de un anuncio evangélico que se haga peregrino junto al hombre, que se ponga en camino con la joven generación"
 




Recordemos que en los primeros tiempos del cristianismo, la conversión a la fe de Cristo suponía un cambio radical de vida, una conversión tan profunda que difícilmente era comprendida por los no creyentes y de ahí surge la pregunta ¿ que podría mover a tantos hombres, a convertirse a esta doctrina tan exigente?

Sin duda la principal causa para que así ocurriera fue la intervención de la gracia divina, tan activa en estos momentos de la historia como en aquellos y por otra parte, el descubrimiento del amor divino, personalizado en la figura de Jesucristo y en la acción del Espíritu Santo desde su actuación en Pentecostés.
Son muchos, los testimonios escritos sobre camino recorrido por los evangelizadores en los primeros siglos, empezando por los propios Apóstoles y sus discípulos y siguiendo por los Padres Apostólicos y todos los santos y mártires que la Iglesia de Cristo dio a la humanidad como ejemplo inequívoco de que era poseedora de la Verdad.

No faltaron, sin embargo, herejías nacidas en el propio seno de la Iglesia, por la acción del Maligno y sus acólitos.  Por otra parte, el seguimiento de la doctrina de Cristo es radical e implica grandes sacrificios, muchas veces difíciles de aceptar  si no se produce un cambio total de mentalidad (Metánoia) en orden a la obediencia de la fe y el deseo profundo de seguir la Cruz del Salvador.



En este punto, es interesante reflexionar sobre las circunstancias históricas que han llevado a los mismos Papas, a considerar la necesidad de una Nueva Evangelización. Concretamente el Papa Juan Pablo II, al comenzar el tercer milenio nos llamó a remar mar adentro y a comprometernos en la tarea antigua y siempre nueva de la evangelización.

Nueva  en su ardor, en sus métodos y en su expresión. Tal, como dijo el Papa, se debe evangelizar a las personas y también a los pueblos caracterizados por sus distintas culturas. Por otra parte, el Papa Pablo VI en su Exhortación <Evangelii Nuntiandi>, nos definió de forma clara en qué consiste la evangelización:
"Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad, y con su influjo transformar desde dentro a la misma humanidad…

Si hubiera que resumir en pocas palabras, lo mejor sería decir que la Iglesia evangeliza cuando por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama, trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en que ellos están comprometidos, su vida y ambientes concretos"

Pero ¿si la Iglesia ha tenido tan claras las ideas sobre el tema de la evangelización por qué en estos momentos se da la clara necesidad de una Nueva Evangelización?

Sin duda, la respuesta tiene que ver con los numerosos peligros que la Iglesia, desde el mismo momento de su creación, ha sufrido. Ahora bien, hay que admitir, también, que nunca como en el momento actual, sus enemigos, parecen tener tanto empeño en hacerla desaparecer...
 
Recordemos en este sentido que:

“El materialismo enseña que no existe más que una única realidad, la materia, con sus fuerzas ciegas: la planta, el animal y el hombre  que son el resultado de su evolución. La misma sociedad humana no es sino una apariencia y una forma de la materia, que evoluciona del modo dicho, y que por ineludible necesidad de la materia tiende, en un perpetuo conflicto de fuerzas, hacia la síntesis final, una sociedad sin clases…” (Papa Pio XI; <Divini Redemtoris; 1937) 

 


Y más adelante, en esta misma  <Carta Encíclica>, Pio XI se pregunta:

"¿Qué sería, pues, la sociedad humana basada sobre tales fundamentos materialistas?"

Después de tantos años trascurridos, desde esta pregunta acuciante del Papa, estamos conociendo la respuesta, que por otra parte el mismo Pontífice había previsto:

“Una sociedad donde se pisotea de forma impune incluso la ley natural  y al autor de ella, nuestro Creador”

El Papa Benedicto XVI en una conferencia que dio en el Congreso de Catequistas y Profesores de religión celebrado en Roma en el año 2000, sobre el tema de la “Nueva evangelización”, cuando aún era el Cardenal Ratzinger, se expresaba en estos términos:
"Evangelizar quiere decir mostrar el camino, enseñar el arte de vivir…Si se desconoce el arte de vivir, todo lo demás ya no funciona. Pero ese arte ya no es objeto de la ciencia; solo lo puede comunicar quien tiene la vida, el que es el Evangelio en persona…"




Y en otro momento de esta interesante conferencia, que todo creyente debería leer con interés para conocer en profundidad la estructura y método de la “Nueva evangelización”, así como los contenidos esenciales de la misma, aseguraba que:
"Vivimos según el cliché: No hay Dios y si lo hay, no interesa. Por este motivo, la evangelización, antes que nada, tiene que hablar de Dios, anunciar el único Dios: el Creador, el Santificador, el Juez, tal como lo define el Catecismo de la Iglesia católica…

Anunciar a Dios es introducirse en la relación con Dios, enseñar a rezar. La oración es fe en acto. Y sólo en la experiencia de la vida con Dios aparece también la evidencia de la existencia…
Solo en Cristo y a través de Cristo el tema de Dios se vuelve realmente concreto…

Cristo es, el Dios con nosotros, la concretización del “Yo soy”, la respuesta al Deísmo…
Sin embargo, actualmente es grande la tentación de reducir a Jesucristo, al Hijo de Dios, a una figura histórica, a un hombre puro. No se niega necesariamente la divinidad de Jesús, sino con ciertos métodos se destila de la Biblia un Jesús a nuestra medida, un Jesús posible y comprensible en el marco de nuestra historiografía. Pero este “Jesús histórico” no es sino un artefacto, la imagen de sus autores y no la imagen de Dios viviente… "


A pesar de todas estas verdades inequívocas, de las que nos hablaba Benedicto XVI, cuando todavía no había sido nombrado Papa y a pesar de las enseñanzas constantes, de la Iglesia,  para hacer comprender a los hombres la necesidad de la vuelta a Dios, todavía en su ignorancia muchos siguen preguntándose:

¿Cómo Dios ha permitido y aun permite tantas guerras?, ¿Cómo ha podido permitir y aun permite tantas desgracias sobre el ser humano?, ¿Cómo seguir confiando en un Dios Padre misericordioso?

Todas estas preguntas y otras muchas que algunos hombres se hacen, las aclaró de forma categórica el Papa Juan Pablo II en su libro (Cruzando el umbral de la esperanza, editado por el periodista V. Messori):

<Stat crux dum volvitur orbis>

"Dios ha creado al hombre racional y libre y por eso mismo, se ha sometido a su juicio. La historia de la salvación es también la historia del juicio constante del hombre sobre Dios. No se trata sólo de interrogantes, de dudas, sino de verdadero juicio...
Si, en cierto sentido se puede decir que frente a la libertad humana Dios ha querido hacerse “impotente” Y puede decirse así mismo que Dios está pagando por este gran don que ha concedido a un ser creado por Él “a su imagen y semejanza “(cfr. Génesis 1,26). Él permanece coherente ante un don semejante; y por eso se presenta ante el juicio del hombre, ante un tribunal usurpador que le hace preguntas provocativas…

Pero Dios está siempre de parte de los que sufren. Su omnipotencia se manifiesta precisamente en el hecho de haber aceptado libremente el sufrimiento. Hubiera podido no hacerlo. Hubiera podido demostrar la propia omnipotencia incluso en el momento de la Crucifixión; de hecho, así se lo proponían: “Baja de la cruz y te creeremos” ( Mc 15,32). Pero no recogió el desafío...
El hecho de que haya permanecido sobre la cruz hasta el final, el hecho de que sobre la cruz haya podido decir como todos los que sufren: <Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?> este hecho, ha quedado en la historia del hombre como el argumento más fuerte. Si no hubiera existido esa agonía en la cruz, la verdad de Dios es Amor estaría por demostrar "



Después de leer las palabras del Papa, es triste comprobar, que en el momento actual de nuestra historia, a pesar de tantas pruebas dadas por Dios, sobre su existencia, el ser humano,  en su soberbia infinita, sigue cuestionándole con frases como estas:

<Dios ha muerto> (F. Nietzsche), <estamos viviendo el eclipse de Dios> (M. Buber), <nos hemos quedado sin noticias de Dios>...

Ante estos síntomas de descristianización, de una parte importante de la sociedad, los creyentes tenemos que reaccionar con valentía y actuar en consecuencia para demostrar en primer lugar con nuestro comportamiento personal y en segundo lugar con nuestra labor evangelizadora que ¡Si existe Dios!  Y Él nos juzgará a todos al final de los tiempos.



A este respecto resulta interesante recordar las palabras de Cristo en su discurso escatológico sobre el futuro de los seres humanos, a la salida del templo, en presencia de sus discípulos   (Mc 13, 6-13):
-Jesús comenzó a decirles: “Mirad vendrán usando mi nombre y diciendo, Yo soy, y engañarán a muchos.

-Y cuando oigáis hablar de guerras y noticias de batallas no os alarméis porque es necesario que eso suceda, pero todavía no será el fin.

-Porque se levantarán pueblos contra pueblos y reinos contra reinos; habrá hambre y terremotos por diversos lugares. Será el comienzo de los dolores.

-Mirad por vosotros mismos. Os entregarán a los tribunales, os torturarán en las sinagogas y compareceréis ante los gobernadores y los reyes por causa mía, daréis testimonio entre ellos.

-Pero antes de todo, el evangelio será predicado a todos los pueblos.

-Cuando os lleven para entregaros no os angustiéis por lo que habéis de decir, decid lo que os sea inspirado en aquella hora, pues no habláis vosotros, sino el Espíritu Santo.

-El hermano entregará a la muerte a su hermano, y el padre al hijo y los hijos se alzarán contra los padres y los matarán.

-Y seréis aborrecidos de todos a causa de mi nombre; más el que fuera constante hasta el fin, éste se salvará.
 



Estas palabras proféticas de Cristo se han cumplido ya, en gran parte, pero todavía siguen vigentes porque iban destinadas no solamente a sus Apóstoles sino a todos los hombres que han existido y existirán hasta el fin de los siglos.
Por otra parte, aunque todavía no se ha predicado la “palabra de Cristo” en todo el orbe,  ya queda menos. La prueba de ello se encuentra en la intensa labor evangelizadora que en los últimos tiempos, desarrollan tantos misioneros y misioneras  en todo el mundo, con alto riesgo, la mayor de las veces, para sus propias vidas, pero con frutos visibles y muy alentadores.

Uno de muchos Pontífices que en el pasado se interesaron por el tema de la evangelización,  Pio XI, en su Carta Encíclica <Rerum Ecclesiae>, sobre la acción misionera, aseguraba:
"El deber de nuestro amor exige, sin duda, que procuremos aumentar cuanto podamos el número de aquellos que  conocen a Cristo y  le adoran en <espíritu y  verdad> (Jn 4, 24)...

Si Cristo puso como nota característica de sus discípulos el amarse mutuamente (Jn 13,35; 15,12),  ¿que mayor ni más perfecta caridad podremos mostrar a nuestros hermanos que el procurar sacarlos de las tinieblas de la superstición e iluminarlos con la verdadera fe de Jesucristo?"



Sin embargo, en el llamado Antiguo Continente, donde llegó tan pronto la evangelización, y floreció de forma tan espectacular el cristianismo, en los últimos tiempos, probablemente ya a partir del siglo XVII y hasta nuestros días haya habido una descristianización paulatina que ha llevado a un fuerte avance de la secularización en muchos ambientes; a crecientes tendencias hedonistas y en general a un deseo profundo del hombre de olvidarse de Dios.

Los progresos científicos presentados con frecuencia al margen de toda consideración moral, los horizontes vertiginosos que no cesan de abrir las tecnologías informáticas y otra serie de avances en distintos campos de las investigaciones humanas, son según Javier Sesé (Historia de la espiritualidad. Capitulo XI. Balance de los últimos decenios del siglo XX) retos cada vez mayores para la labor evangelizadora, y por consiguiente, para la búsqueda de la santidad personal de millones de <cristianos corrientes inmersos en esta sociedad cambiante>.

A raíz del Concilio Vaticano II, que por otra parte tantos beneficios ha dado a la Iglesia católica, según el mismo autor, la vida sacerdotal sufrió una terrible crisis en los años postconciliares, sobre todo en los países del llamado <primer mundo>, tanto por la notable pérdida de vocaciones como por el cuestionamiento intelectual, de fondo, de la propia identidad sacerdotal.

Una crisis parecida sufrieron después de Vaticano II la mayoría de las órdenes y congregaciones religiosas, con gran disminución de las vocaciones y algunos defectos de interpretación de los Evangelios, e incluso planteamientos teológicos bastante confusos sobre la propia naturaleza de la vida consagrada.

Entre otros factores, parece claro que en muchos casos predominó un excesivo, aunque bien intencionado, afán de novedad y adaptación al mundo contemporáneo, frente a la fidelidad al propio espíritu y carisma, tan importante en cualquier camino espiritual suscitado por el Espíritu Santo en la Iglesia.

A pesar de esta imagen tan poco alentadora que en un principio pareció sufrir la Iglesia de Cristo tras la celebración del Concilio, la verdad es que algunos de estos problemas se han ido subsanando y así por ejemplo en las familias religiosas el mismo autor advierte lo siguiente:
"La recuperación, está en marcha, sobre todo en varias órdenes de tipo contemplativo, que aguantaron mejor la crisis; mientras que algunas otras de fundación más reciente son las que manifiestan mayor rigor: quizá precisamente, por estar mejor arraigadas en las necesidades apostólicas de la sociedad actual y también por la mayor proximidad al carisma fundacional”




Un ejemplo magnífico a este respecto lo tenemos en las misioneras de la caridad de la Madre Teresa de Calcuta la cual tras una inspiración divina fundada en la imagen de Cristo crucificado cuando dijo “Tengo sed”, fue capaz de realizar esta obra maravillosa que tantos frutos ha dado y sigue dando a la Iglesia.

Precisamente el Papa Juan Pablo II en su homilía del 19 de octubre de 2003 durante la Eucaristía celebrada en la beatificación de la Madre Teresa, aseguraba que:
“Con el testimonio de su vida, la Madre Teresa recuerda a todos que la misión evangelizadora de la Iglesia pasa a través de la caridad, alimentada en la oración y en la escucha de la palabra de Dios”

Y sigue diciendo el Papa más adelante en esta misma homilía:
“Contemplación y acción, evangelización y promoción humana: la Madre Teresa proclama el Evangelio, con su vida entregada por entero a los pobres, pero al mismo tiempo envuelta en la oración….

Su vida fue una vida radical y una valiente proclamación del Evangelio”.

 

 

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