“Y los sacó afuera (de Jerusalén) hasta llegar junto a Betania, y
alzando sus manos los bendijo / Y aconteció que mientras los bendecía se
desprendió de ellos, y era llevado en alto al cielo / Y ellos, habiéndolo
adorado, se tornaron a Jerusalén con gran gozo, y estaban continuamente en el
templo bendiciendo a Dios”
El Papa Benedicto XVI en su homilía durante la celebración Eucarística
celebrada en Blonia (Cracovia), un 28 de mayo de 2006 manifestaba, recordando
lo que el evangelista escribió, sobre este acontecimiento de forma más amplia
en su libro de los <Hechos de los apóstoles>: “Hoy en la explanada de Blonia, resuena nuevamente esta pregunta
recogida en los <Hechos de los apóstoles>. Esta vez dirigida a nosotros: <
¿Qué hacéis ahí mirando al cielo> (Hch 1, 9-11 )?. La respuesta a esta pregunta se refiere a la actitudes relacionadas con
la dos realidades en la que se inscribe la vida del hombre: la terrena y la
celeste”
“En primer lugar, a la pregunta:
¿Qué hacéis ahí?, es decir, ¿Por qué estáis en la tierra? Respondemos: Estamos
en la tierra porque el Creador nos ha
puesto aquí como coronamiento de la obra de
la creación. Dios todopoderoso, de acuerdo con su inefable designio
amoroso, creo el cosmos, lo sacó de la nada. Y después de realizar esa obra,
llamo a la existencia al hombre, creado a su imagen y semejanza (Gn 1, 26-27).
Le concedió la dignidad de hijo de Dios y la inmortalidad…
Por otra parte, a la pregunta: ¿Qué hacéis mirando al
cielo?...Recordemos que los apóstoles estaban
mirando fijamente al cielo, dado que acompañaban con la mirada a Jesucristo,
crucificado y resucitado, que era elevado. No sabemos si en aquel momento se dieron cuenta de que precisamente
ellos se estaban abriendo a un horizonte magnifico, infinito, el punto de
llegada definitivo de la peregrinación del hombre. Tal vez lo comprendieron solamente
el día de Pentecostés, iluminados por el Espíritu Santo”
Esta información pone de relieve el trabajo inestimable realizado por
san Lucas, el cual probablemente no conoció personalmente a Jesús, pero que sin
embargo, a través de los testimonios de aquellos que estuvieron cerca de Él,
llegó a amarle como cualquiera de sus apóstoles. Este hombre de origen gentil,
de nacionalidad sirio-antioquena, tuvo por profesión la curación del cuerpo de
los hombres y aparece por primera vez en las Sagradas Escrituras, precisamente
en uno de sus libros acompañando como médico a san Pablo cuando éste se
encuentra realizando su segundo viaje evangelizador.
En el Evangelio de san Lucas, se pone de manifiesto el amor de su autor
por Cristo y su Mensaje, a través de la misericordia, la ternura y la compasión
de Éste por los enfermos y los marginados. La comunidad a la que estaba
destinado este libro estaba compuesta por los cristianos de la segunda
generación que se ven algo inmersos ya en la rutina de la vivencia en una fe
que tiene que enfrentarse a otros valores sociales que parecen más atractivos
para el ciudadano común. Por eso san Lucas invita a estas personas a la
conversión, teniendo presente que Dios actúa siempre misericordiosamente en la
historia del hombre. Jesús de Nazaret es el centro de su magistral obra, en la
que claramente se manifiesta que sólo en Él se encuentra la salvación de los
hombres.
En el libro de los <Hechos de los Apóstoles>, san Lucas describe exhaustivamente el nacimiento y la evolución de la Iglesia de Cristo. Desaparecido de este mundo el Salvador de los hombres, los cristianos se reagruparon para vivir en comunidad la buena noticia de su Mensaje. Este libro histórico, fue el resultado de las investigaciones realizadas por su autor, pero también de sus propias experiencias acompañando en muchas ocasiones a san Pablo en sus viajes para cumplir con la labor misionera que a éste, el Señor le había encomendado.
El Papa Benedicto XVI refiriéndose a estas dos obras de san Lucas, en
su libro <Jesús de Nazaret; 2ª Parte; Ed. Encuentros S.A. 2011>, se
expresaba en los siguientes términos: “La conclusión del Evangelio de san Lucas nos ayuda a comprender mejor
el comienzo del libro de los <Hechos de los Apóstoles> en el que se
revela de forma explícita la <Ascensión de Jesús>.
Aquí, a la partida de Jesús precede un coloquio en el que los
discípulos, todavía apegados a sus viejas ideas (sobre el mesianismo) preguntan
si acaso no ha llegado el momento de instaurar el reino de Israel. A esta idea de un <reino de
David> renovado, Jesús contrapone una promesa y una encomienda. La promesa
es que estarán llenos de la fuerza del Espíritu Santo; la encomienda consiste en que deberán ser sus testigos
hasta los confines del mundo”
Pero sobre todo este libro de san Lucas, da fe de la
veracidad de la vida y la obra de Jesús, testimoniada en sus últimas palabras:
<Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los
confines de la tierra>. Por otra parte, como también diría en su día el Papa Benedicto XVI, recordando las palabras del evangelista, la
misión de los seguidores de Jesús no debe ser ni la de hacer conjeturas sobre
la historia de Éste, ni la de tener la mirada solamente puesta en un futuro
desconocido.
No, el cristianismo es presencia, don y tarea, mantener la alegría y fundándose en todo ello, contribuir a dar testimonio en favor de Jesucristo. Así mismo, como también aseguraba este Pontífice, la observación de la <nube que tomándolo sobre sí lo ocultó a los ojos de los apóstoles>, recuerda el momento de la <Transfiguración del Señor>, cuando una nube luminosa se posa sobre Jesús y sus discípulos poco después de que Éste anunciara su Pasión a los mismos. Así narró el evangelista san Lucas los hechos ocurridos (Lc 9, 28-36):
“Unos ocho días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a
Santiago (hermano del anterior) y subió al monte para orar / mientras oraba,
cambió el aspecto de su rostro y sus vestidos se volvieron de una blancura
resplandeciente / En esto aparecieron conversando con él dos hombres. Eran
Moisés y Elías / que resplandecientes de gloria, hablaban del éxodo que Jesús
había de consumar hasta Jerusalén / Pedro y sus compañeros, aunque estaban
cargados de sueño, se mantuvieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a
los dos que estaban con él / Cuando estos se retiraban, Pedro dijo a Jesús:
<Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti,
otra para Moisés y otra para Elías. Pedro no sabía lo que decía / Mientras
estaba hablando, vino una nube y los cubrió; y se asustaron al entrar en la
nube / De la nube salió una voz que decía: <Éste es mi Hijo elegido;
escuchadlo> / Mientras sonaba la voz, Jesús se quedó solo. Ellos guardaron
silencio y no contaron a nadie por entonces nada de lo que habían visto”
Como nos recuerda también el Papa Benedicto XVI, en libro <Jesús de
Nazaret> (Ibid): “El cristianismo es presencia: Don y tarea; estar contentos por la
cercanía interior de Dios y fundándose en eso contribuir activamente a dar
testimonio en favor de Jesucristo. En este contexto se inserta (luego) la mención de la nube que lo
envuelve y lo oculta…Nos recuerda la hora del encuentro de María y el mensajero
de Dios, Gabriel, el cual le anuncia que el poder del Altísimo, la <cubrirá
con su sombra>. Nos hace pensar en la tienda sagrada del Señor en la Antigua
Alianza, en la cual la nube es la señal de la presencia del Señor, que también
en forma de nube, va delante de Israel durante su peregrinación por el desierto”
Interesante razonamiento del Papa Benedicto XVI que nos advierte de lo
difícil que es para el hombre entender las cuestiones de naturaleza divina y
que solo podemos aproximarnos algo a ellas a través de las enseñanzas de
los Papas y Padres de la Iglesia. En concreto refiriéndonos a la Ascensión de Jesús después de su Resurrección,
las palabras del Papa Benedicto XVI nos reconfortan porque nos ayudan a comprender mejor que en definitiva Jesús al
desprenderse de sus discípulos no se va
a un astro lejano porque (Ibid): “ Él entra en comunión de vida y poder de Dios sobre todo espacio. Por
eso <no se ha marchado>, sino que en virtud del mismo poder de Dios,
ahora está siempre presente junto a nosotros y por nosotros…
Puesto que Jesús está junto al Padre, no está lejos, sino cerca de nosotros.
Ahora no se encuentra en un solo lugar del mundo, como antes de la su
Ascensión; por su poder que separa todo espacio, Él no está ahora en un solo
sitio, sino que está presente al lado de todos, y todos lo pueden invocar en
todo lugar y a lo largo de la historia”
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