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sábado, 4 de enero de 2020

LOS REYES MAGOS SIGUIENDO UNA LUZ BUCABAN LA LUZ


 
 
 
 


Pero ¿Quién eran estos hombres que siguiendo una estrella buscaban la <Luz>? Según el Papa Benedicto XVI (La infancia de Jesús; Ed. Planeta S.A. 2012):

“Los hombres de los que habla Mateo no eran únicamente astrónomos. Eran <sabios> que representaban el dinamismo inherente a las religiones, que implica ir más allá de sí mismas; un dinamismo, que es búsqueda de la verdad, la búsqueda del verdadero Dios, y por tanto la filosofía en el sentido originario de la palabra.

La sabiduría sanea así también el mensaje de la <ciencia>: la racionalidad de este mensaje no se contentaba con el mero saber, sino que trataba de comprender la totalidad, llevando así a la razón hasta sus más elevadas posibilidades.

 
 
Basándose en todo lo que se ha dicho sobre este tema, podemos hacernos una cierta idea de cuáles eran las convicciones y conocimientos que llevaron a estos hombres a encaminarse hacia el recién nacido <rey de los judíos>.

 
Podemos decir con razón que representan el camino de las religiones hacia Cristo, así como,  la auto superación de la ciencia con vistas a Él. Están en cierto modo siguiendo el camino de Abraham, que se pone en marcha ante la llamada de Dios. De una manera diferente están siguiendo a Sócrates y a su preguntarse sobre la verdad más grande, más allá de la religión oficial. En este sentido, estos hombres son predecesores, precursores, de los buscadores de la verdad, propios de todos los tiempos.

 
Así como la tradición de la Iglesia ha leído con toda naturalidad el relato de la Navidad sobre el trasfondo  de la profecía de Isaías (Is 1, 3) y de este modo llegaron al pesebre, el buey y el asno, así también ha leído la historia de los Magos a la luz de los Salmos (Sal 72-71) y de Isaías (Is  60, 1)”

 
Se refiere el santo Padre al Salmo 72 (71) en el que se habla del rey que defenderá a los humildes:

“Que los reyes de Tarsis y de los pueblos lejanos le traigan presentes; que los monarcas de Arabia y de Sabá le hagan regalos”

Así mismo, el Papa nos recuerda los anuncios del profeta cristológico por excelencia, Isaías, el cual llega a escribir, refiriéndose a una visión que él tuvo (Is 1, 3):

“El buey reconoce a su dueño y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no me conoce, mi pueblo no tiene entendimiento”

 
 
Y más tarde este mismo profeta en el versículo (60, 1) se expresa en los siguientes términos: “Levántate y brilla, Jerusalén, que llega la luz; la gloria del Señor amanece sobre ti”

 
Sigue diciendo el Papa Benedicto XVI refiriéndose a todos estos anuncios de la llegada del Mesías a la tierra (Ibid):
“Queda la idea decisiva: los sabios de Oriente son un inicio, representan a la humanidad cuando emprende el camino hacia Cristo (hacia la Luz), inaugurando una procesión que recorre toda la historia. No representan únicamente a las personas que han encontrado ya la vía que conduce hasta Cristo. Representan el anhelo interior del espíritu humano, la marcha de las religiones y de la razón humana al encuentro con Cristo”  

 
 
Para expresarlo con palabras más cercanas, más próximas al hombre de hoy, ya en pleno siglo XXI, recordemos las de nuestro Papa Francisco en su Homilía del 6 de enero de 2014: “En el recorrido que hacen los Magos de Oriente está simbolizado el destino de todo hombre: Nuestra vida es un camino, iluminados por una luces que nos permiten entrever el sendero, hasta encontrar la plenitud de la verdad y del amor, que nosotros cristianos reconocemos en Jesús, Luz del mundo.

 
Y todo hombre, como los magos, tiene a disposición dos grande <libros> de los que sacar los signos para orientarse en su peregrinar: El libro de la Creación y el libro de las Sagradas Escrituras. Lo importante es estar atentos, vigilantes, escuchar a Dios que nos habla, siempre nos habla.

Como dice el Salmo, refiriéndose a la ley del Señor: <Lámpara es tu palabra para mis pasos / luz en mi sedero> (Sal 119, 105). Sobre todo, escuchar el Evangelio, leerlo, meditarlo y convertirlo en alimento espiritual nos permite encontrar a Jesús vivo, hacer experiencia de Él y de su amor”

 
 
Ciertamente las cosas no son tan sencillas para aquellas personas que habiendo recibido el mensaje de Cristo, en el trascurrir de sus azarosas vidas se han ido alejando de Dios e incluso pueden negarlo totalmente. Es algo que vemos por desgracia todos los días, con frecuencia dentro de nuestras propias familias. Por eso, los  creyentes tenemos la necesidad e incluso la obligación de ayudar a estas personas a reencontrar el camino hacia la <Luz>, con la ayuda del Espíritu Santo. Son momentos muy difíciles, críticos, para toda la humanidad, pero el ejemplo de los Magos de Oriente, nos podrían servir de referencia (Papa Francisco; Ibid):

 
“Los Magos consiguieron superar aquel momento crítico de oscuridad en el palacio de Herodes, porque creyeron en las Escrituras, en la palabra de los profetas que señalaban a Belén como el lugar donde había de nacer el Mesías. Así escaparon al letargo de la noche del mundo, reemprendieron su camino y de pronto vieron nuevamente la estrella, y el Evangelio dice que se llenaron de <inmensa alegría> (Mt 2, 10). Esa estrella que no se veía en la oscuridad de la mundanidad de aquel palacio”

 
 
En efecto, aquellos hombres sabios al ver de nuevo la estrella que desde Oriente les había encaminado hasta Jerusalén, tras visitar al rey Herodes, marcharon tras de ella llenos de alegría porque tenían la fe de ir al encuentro de la Verdad, al encuentro de la Luz que todo hombre desea encontrar. Y llegaron a Belén un pueblecito de Judea, y encontraron a un niño con su madre María y creyeron en Él, creyeron que Él era la <Luz del mundo> que tanto deseaban encontrar y lo adoraron postrados en tierra.

 
Narra también el evangelista san Mateo que (Mt 2, 11-12): <Abrieron  sus tesoros y le ofrecieron como regalo oro, incienso y mirra / Y advertidos en sueños de que no volvieran donde estaba Herodes, regresaron a su país por otro camino>. He hicieron muy bien porque evitaron el peligro terrible que ello suponía, ya que el rey Herodes pretendía matar a aquel niño y seguramente los magos tampoco habrían salido bien parados al respecto.

 
 
 
En este sentido, Mateo narra en su Evangelio que (Mt 2, 16-18): “Entonces Herodes, viéndose burlado por los sabios, se enfureció mucho y mando matar a todos los niños de Belén y de todo su término que tuvieran menos de dos años, de acuerdo con la información que había recibido de los sabios / Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: / Se ha escuchado en Ramá un clamor de mucho llanto y lamento: es Raquel que llora por sus hijos y no quiere consolarse porque  ya no existen”

Recordando lo sucedido, dice el Papa Francisco, refiriéndose a la <astucia> santa de los sabios llegados de oriente (Ibid):
“Un aspecto de la luz que nos guía en el camino de la fe es la santa <astucia>. Es también una virtud, la santa <astucia>.Se trata de una sagacidad espiritual que nos permite reconocer los peligros y evitarlos. Los Magos supieron usar esta luz de <astucia> cuando, de regreso a su tierra, decidieron no pasar por el palacio tenebroso de Herodes, sino marchar por otro camino.

Estos sabios venidos de oriente nos enseñan  a no caer en las acechanzas de las tinieblas  y a defendernos de la oscuridad que pretende cubrir nuestra vida. Ellos, con esta santa <astucia>, han protegido la fe. Y también nosotros debemos proteger la fe. Protegerla de esa oscuridad. Esa oscuridad  que a menudo se disfraza incluso de luz. Y entonces es necesaria la santa <astucia>, para proteger la fe, protegerla de los cantos de sirena, que te dicen. <Mira hoy debemos hacer esto, aquello…>

 
 
Pero la fe es una gracia, es un don. Y a nosotros nos corresponde protegerla  con la santa <astucia>, con la oración, con el amor, con la caridad. Es necesario acoger en nuestro corazón la luz de Dios y, al mismo tiempo, practicar aquella astucia espiritual que sabe armonizar la sencillez con la sagacidad, como Jesús pide a sus discípulos: <Sean sagaces como serpientes y simples como palomas> (M 10,16)”

Así es, todos los días como tarea diaria, el cristiano debería practicar este consejo, que el Señor dio a sus discípulos cuando los envió a evangelizar a las gentes, avisándoles de las persecuciones a las que se verían sometidos por su causa, consejo que Él mismo practicó (Mt 10, 16-20):


  

 

 

    

 

 

 

 

 

    

 

 

 

 

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