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jueves, 2 de julio de 2020

JESÚS DIJO AL ESCRIBA: NO ESTÁS LEJOS DEL REINO DE DIOS



 
No hay otro mandamiento mayor que éstos. / Y le dijo el escriba: ¡Bien, Maestro! Con verdad has dicho que Dios es uno sólo  y no hay otro fuera de Él / Y amarle con todo el corazón y con toda la inteligencia y con toda la fuerza, y amar al prójimo como así mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios. / Viendo Jesús que le había respondido con sensatez, le dijo: No estás lejos del Reino de Dios. Y ninguno se atrevía ya a hacerle preguntas”

 
 

 
 
Como recordaba el Papa San Juan Pablo II (30 de octubre de 1988): “El orden entero del amor, basado en el mandamiento, el asentamiento del amor, <la civilización del amor>, tienen su raíz en el corazón del hombre. Mediante el amor, Dios habita en el corazón humano. Dios tiene su morada en él y modela al hombre desde su interior.

 

Dios: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, se convierten desde ahí dentro, en la potencia, la fuerza del hombre, la roca y la fortaleza de su humanidad. Sólo siguiendo este camino, el hombre, transformado interiormente por el amor, puede hacer del mundo en el que vive un lugar más humano, más digno de la humanidad. Puede contribuir a <la civilización del amor>, que es su gran <proyecto evangélico>  para organizar y regir el mundo según la plena dignidad del hombre. Y, a través de dicha civilización, acercarse también al Reino de Dios”.


 Son muchos los estudios y análisis realizados, desde la presentación en Roma el 30 de noviembre, fiesta de San Andrés del año 2007, de esta excepcional Carta Encíclica del Papa Benedicto XVI. Recordaremos algunos de los párrafos que nos han parecido más importantes contenidos en dicha Carta:


 
Como ejemplo extraordinario de estas palabras, nos presenta el Santo Padre la figura del Obispo vietnamita Françoise-Xavier Nguien ban Thran, el cual dio testimonio de fe desde las cárceles de su País (1975-1988) y que consiguió hacer de los hombres que le tenían constantemente vigilado e incomunicado, sus amigos, sólo con la ayuda de la oración y el testimonio de amor a Dios y por Él, a los que le odiaban por sus creencias.

Él nos dejaba el testimonio siguiente de camino a la cautividad (“Cinco panes y dos peces” Car. F.X. Nguien ban Thran. Ed. Ciudad Nueva. 2000):

 
 
 
“De camino a la cautividad he orado: <Tú eres mi Dios y mi todo Jesús>, y ahora puedo decir como San Pablo: <Yo, Francisco, prisionero de Cristo> en la oscuridad de la noche, en medio de este océano de ansiedad, de pesadilla, poco a poco me despierto: debo afrontar la realidad. Estoy en la cárcel. Si espero el momento oportuno de hacerme verdaderamente grande ¿Cuántas veces en mi vida se me presentarían ocasiones semejantes? Jesús no espera; vivo el momento presente colmándolo de amor. La línea recta está formada por millones de puntitos unidos entre sí. También mi vida está integrada por millones de segundos y minutos unidos entre sí…

 
El camino de la esperanza está enlosado de pequeños pasos llenos de esperanza. La vida de la esperanza está hecha de breves minutos de la esperanza. Como tú, Jesús, que has hecho siempre lo que agrada al Padre. Cada minuto quiero decirte, Jesús te amo; mi vida es siempre una nueva y eterna alianza contigo. Cada minuto quiero cantar con la Iglesia: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”

 

Por otra parte, respecto a la actuación del hombre como lugar de aprendizaje de la esperanza,  el Papa hace las siguientes reflexiones (Ibid):

 
 
 
“Toda actuación recta y seria del hombre es esperanza en acto. Lo es ante todo en el sentido de que así tratamos de llevar adelante nuestras esperanzas, más grandes o más pequeñas… Pero el esfuerzo cotidiano por continuar nuestra vida y por el futuro de todos, nos cansa o se convierte en fanatismo, si no está iluminado por la luz de aquella esperanza más grande, que no puede ser destruida ni siquiera por frustraciones  en lo pequeño y por el fracaso en los acontecimientos de importancia histórica…


Sólo la gran esperanza-certeza de que, a pesar de todas las frustraciones, mi vida personal y la historia en su conjunto están custodiadas por el poder indestructible del Amor, gracias al cual, tienen para él sentido e importancia, sólo una esperanza así puede en ese caso dar todavía ánimo para actuar y continuar…”

 
Refiriéndose  al sufrimiento como lugar de aprendizaje de la esperanza, el Papa manifiesta sus sentimientos y enseñanzas ampliamente y con muy bellos ejemplos, como el dado por el mártir, Pablo Le-Bao-Thin (Sacerdote vietnamita de la primera mitad del siglo XIX, que murió decapitado por sus creencias), del que resalta algunos de sus pensamientos correspondientes a una carta que escribió desde la cárcel:

 
 
“Esta cárcel es un verdadero infierno: a los crueles suplicios de toda clase, como son, grillos, cadenas de hierro, y ataduras, hay que añadir el odio, las venganzas, las calumnias, palabras indecentes, peleas, actos perversos, juramentos injustos, maldiciones y finalmente angustias y tristezas. Pero Dios, que en otros tiempos libró a los tres jóvenes del horno de fuego, está siempre conmigo y me libra de las tribulaciones y las convierte en dulzuras, porque es eterna su misericordia. En medio de estos tormentos, que aterrorizan a cualquiera, por la gracia de Dios estoy lleno de gozo y alegría, porque no estoy sólo, sino que Cristo está conmigo…”

 
Éste es un ejemplo estremecedor de como mediante la fuerza de la esperanza de esa esperanza-certeza, que proviene de la fe, el sufrimiento se transforma en gozo y alegría por la constatación cierta de la cercanía de Cristo, que comparte nuestras angustias y nos da valor para seguir adelante. Ciertamente como asegura el Papa Benedicto, la capacidad de aceptar el sufrimiento por amor al bien, de la verdad y de la justicia, es constitutiva de la grandeza de la humanidad…

No obstante, esta capacidad de sufrir depende del tipo y de la grandeza de la esperanza que llevemos dentro y sobre la cual nos basemos. Los santos pudieron recorrer el gran camino de la esperanza,  porque estaban repletos de esa gran esperanza…



 
 Indudablemente, no todos estamos capacitados para seguir hasta tales extremos el caminar de los santos mártires, pero como el Papa sigue diciendo, podemos intentarlo y sobre todo podemos volver a la antigua y sabia costumbre de ofrecer las pequeñas dificultades cotidianas, que nos aquejan siempre, cada día, para contribuir de algún modo a fomentar el bien y el amor entre los hombres;  quizás de esta forma podamos preguntarnos si ello no podría volver a ser una práctica inigualable para cada uno de nosotros.


Por último,  el Papa Benedicto XVI, el tema del <El Juicio como lugar de aprendizaje y ejercicio de la esperanza>, lo trató en profundidad y con realismo en su Carta Encíclica (Ibid), a pesar de que como el mismo asegura:

“En la época moderna, la idea del <Juicio final> se ha desvaído: la fe cristiana se entiende y orienta sobre todo hacia la salvación personal del alma; la reflexión sobre la historia universal, en cambio, está dominada en gran parte por la idea del progreso. Pero el contenido fundamental de la esperanza del < Juicio> no es que haya simplemente desaparecido, sino que ahora asume una forma totalmente diferente”


 Sí, existe la resurrección de la carne. Existe una justicia. Existe la reparación del sufrimiento pasado, la reparación que restablece el derecho. Por eso la fe en el <Juicio final> es ante todo y sobre todo esperanza, esa esperanza cuya necesidad se ha hecho evidente en las convulsiones de los últimos siglos. Estoy convencido de que la cuestión de la justicia es el argumento esencial o, en todo caso, el argumento más fuerte en favor de la fe en la vida eterna.

 
 
 
 
La necesidad meramente individual de una satisfacción plena que se nos niega en esta vida, de la inmortalidad del amor que esperamos, es ciertamente un motivo importante para creer que el hombre, está hecho para la eternidad; pero sólo en relación con el reconocimiento de que la injusticia de la historia no puede tener, en absoluto, la última palabra, llega a ser plenamente convincente la necesidad del retorno de Cristo y de la vida nueva”

 

 

 

 

 

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